ENTRE HERMANOS

ESTA HISTORIA ES UN U.A.(UNIVERSO ALTERNO)

ADVERTENCIAS:

CLASIFICACION M

LENGUAJE MADURO

CAPITULO 12

La mirada de Akane se tornó suave y expectante mientras Ryoga se inclinaba hacia ella. Fue entonces cuando Ranma sintió que la rabia y la desesperación luchaban por salir. Quería gritar, quería correr hacia ellos y reclamar lo que sentía que le pertenecía. Pero en lugar de eso, se quedó paralizado, atrapado en una tormenta emocional. El habia hecho de todo con Shampoo dentro de una bodega de articulos para el aseo en el cine, no estaba orgulloso pero de alguna manera habia disfrutado del cuerpo femenino a placer…era un hipocrita si pretendia negarle a ella el disfrutar de atencion masculina.

Pero ultimamente, lo era, era una mezcla de setimientos extraños y un poco egoistas.

Con cada segundo que pasaba, la tensión se acumulaba dentro de él como un resorte a punto de estallar. El aire parecía volverse más denso; podía sentir el calor del fuego interno ardiendo en su pecho. Era una mezcla de pasión y posesión, como si cada célula de su ser le gritara que no podía permitirlo.

Finalmente, cuando los labios de Ryoga rozaron los de Akane, los jovenes se dejaron llevar y probaron del otro su primer beso juntos, un sueño para Ryoga y una salida de emergencia para Akane tal vez por eso, no fue solo un toque de labios sino un beso breve pero lleno de entrega, un momento intimo y determinanante... algo se rompió dentro de Ranma. Una chispa recorrió su cuerpo y lo empujó hacia adelante sin pensarlo dos veces. Sin ser consciente del poder que emergía desde lo más profundo de su ser, dio un paso al frente, decidido a interrumpir ese momento robado.

La escena estaba a punto de transformarse en algo más grande de lo que él jamás habría imaginado. Su amor por Akane no solo le daba fuerzas; también despertaba algo antiguo y poderoso dentro de él... algo que cambiaría todo para siempre.

Cori, el chofer sintio el peligro y a proposito hizo chillar el motor para llamar la atencion de todos.

Ranma se distrajo de su trance y Shampoo aprovecho para bajarse del auto y sujetarse de el. Akane y Ryoga se separaron y Cori bajo con los dulces y sodas para que los jovenes concluyeran su velada.

Estaba feliz por su patron…finalmente habia besado a su crush.

-¡Akane! grito Ranma colerico.

Pero tanto ella como Ryoga continuaron sin estar afectados.

Shampoo agrego: -¡Miralos que romanticos!-

-No necesitaban llegar, podiamos vernos en casa...-

-Me queda claro que mi presencia no te hace falta- le replico Ranma tronando los dientes

-Ranma calmate, no exageres, aqui todos nos la estamos pasando bien, Cori trajo algo para que observemos las estrellas.-

-Pues no, ya nos vamos a casa..-

-Bueno yo...-

-Nos iremos a pie, no te preocupes, ¡Akane vamonos!-

Akane lo observo ceñuda sabiendo que no era buena idea contradecir a su hermano, se levanto y de pie se despidio de Ryoga y de Cori el chofer.

Se adelanto caminando la verdad sea dicha ella disfrutaba mucho caminar, la relajaba, y ahora mas que nunca necesitaba concentrarse.

Era una noche hermosa en Japón, con la luna iluminando suavemente el jardín y las estrellas brillando en un cielo despejado. Ranma la alcanzo rapidamente con Shampoo junto a el. Caminaba con dificultad porque llevaba tacones de aguja y su ridiculamente escotado vestido chino, Akane iba casi dando saltos.

-Te vez feliz...-

-Pues como no va a estarlo, si se dio tremendo beso con el heredero Hibiki.- intervino Shampoo ignorante de los celos que devoraban a Ranma.

-Asi es Shampoo, fue muy agradable...-

Las chicas compartieron una sonrisa complice para la colera de Ranma.

Al llegar, Akane saludo a todos y se excuso para irse dormir temprano.

Akane, atrapada en sus pensamientos y sin poder dormir, miraba por la ventana, sintiendo la brisa fresca acariciar su rostro. De repente, un suave susurro rompió el silencio; aquel que hacía que su corazón se acelerara había llegado. Con movimientos sigilosos, él entró por la ventana, como un sueño que se materializa, trayendo consigo una mezcla de emoción y misterio que llenó la habitación de una energía palpable.

Akane decidio fingir su sueño, lo sintio ingresar a la cama y abrazarla bajo las sabanas.

Sintio su corazon detenerse ante la expectativa.

-Akane...- susurro el.

-Ranma...si vienes como un hermano, te abrazare y me aferrare a ti, porque te necesito, siempre lo hare. Pero si vienes como hombre...entonces por favor vete.-

-Siempre sere tu hermano Akane, perdoname por favor...esto tambien ha sido dificil para mi y no he sabido controlar mis emociones. He fallado en mi deber de cuidarte y me he dejado llevar por mis impulsos...y sentimientos desconocidos - al final la voz de Ranma se quebro.

Akane sintió cómo su corazón se retorcía en un dolor profundo, como si una mano invisible lo comprimiera con fuerza. Con un suspiro entrecortado, se dio la vuelta, encontrándose de frente con él. Sus miradas se cruzaron, y en ese instante, el aire se volvió denso, cargado de emociones contenidas. Sus ojos, uno un océano de tristeza y el otro un cálido avellana, brillaban con lágrimas que estaban a punto de desbordarse.

Ambos comprendieron que el momento era inevitable. Sin poder resistirse más a la atracción que los unía, se lanzaron el uno hacia el otro en un abrazo intenso y desesperado. Al cerrarse en ese abrazo, el mundo exterior se desvaneció como si nunca hubiera existido; los ruidos lejanos, las preocupaciones y las sombras del pasado se esfumaron en una burbuja de paz. En ese instante sagrado, donde solo existían ellos dos, encontraron consuelo y refugio en la calidez del otro. Era un espacio donde el dolor se mitigaba y la conexión era tan profunda que les prometía que estar juntos siempre les brindaría la serenidad que tanto anhelaban.

Bajo las sábanas, en el refugio de un abrazo que parecía desafiar las normas del mundo, se encontraban perdidos en una danza de sueños utópicos. La penumbra los envolvía como un manto suave, y en ese instante, la plenitud que compartían era un bálsamo para sus almas inquietas. La paz que se brindaban era casi palpable, un silencio cargado de significado que ahogaba las lágrimas que amenazaban con desbordarse, como ríos reprimidos buscando su cauce.

Ambos se preguntaban, en sus corazones agitados: ¿por qué se sentían tan bien en medio de lo que sabían que era tan malo? Era un dilema desgarrador, una confusión entre el deseo y la culpa que los mantenía atrapados en un juego peligroso. La calidez de sus cuerpos se entrelazaba, y en cada latido compartido, esperaban que tal vez estaban equivocándose, que sus sentimientos no eran más que un espejismo.

Desesperados por escapar de ese abismo emocional, anhelaban otros brazos que los liberaran de esta prisión dorada. Sin embargo, en el fondo de sus corazones, sabían que siempre tendrían ese abrazo: un refugio agridulce donde podían perderse y encontrarse al mismo tiempo, aunque el mundo exterior los llamara con voces llenas de reproches. Era el eco de su complicidad lo que les daba fuerza para seguir adelante, aunque la sombra de la duda siempre acechara en los rincones más oscuros de su ser.

Por la mañana,

Al dia siguiente,

Ranma y Soun.

La mañana en Nerima despertaba con una serenidad engañosa, el sol apenas asomándose entre las montañas que rodeaban el pequeño pueblo. Sin embargo, en el dojo, la atmósfera vibraba con energía y determinación. El sonido del tatami, un suelo de esteras de paja, crujía bajo los pasos firmes del Soun y Ranma, mientras se preparaban para una nueva jornada de entrenamiento.

El aire estaba impregnado con el aroma a madera pulida y un ligero toque de incienso que flotaba en el ambiente. Soun de porte recto y mirada intensa, ajustaba su cinturón negro con una precisión casi ritual. Sus ojos reflejaban la experiencia de años dedicados a las artes marciales, y había en su voz un eco de autoridad cuando comenzaba la sesión: "Recuerda, cada movimiento debe ser ejecutado con propósito, la victoria."

Ranma, aún en la adolescencia, respiraba profundo mientras absorbía cada palabra. La emoción y la ansiedad se entrelazaban en su pecho; la admiración por su padre lo impulsaba a superarse, pero también la presión del legado familiar lo mantenía alerta. Su gi blanco brillaba en contraste con el dojo iluminado por los primeros rayos del sol, como un lienzo listo para ser pintado con esfuerzo y dedicación.

Comenzaron con ejercicios de calentamiento: estiramientos que desafiaban los límites de su flexibilidad y saltos que hacían palpitar sus corazones. El sonido rítmico de sus pies golpeando el tatami resonaba en el aire como un tambor marcando el compás de su esfuerzo. Con cada golpe y cada patada, Soun corregía la postura de Ranma, guiándolo con paciencia pero firmeza. "Concéntrate en tu respiración", le decía, mientras su propio cuerpo se movía como una extensión de su voluntad.

A medida que avanzaban hacia las técnicas más complejas, la intensidad crecía. El dojo se llenaba del eco de los gritos de combate y el choque de cuerpos entrenados. En un momento culminante, Soun llevó a Ranma a practicar una serie de movimientos fluidos; era un baile entre maestro y aprendiz donde cada paso contaba una historia de tradición y respeto.

El sudor perlaba sus frentes mientras continuaban empujándose más allá de sus límites. Había momentos de frustración en los ojos de Ranma cuando no lograba ejecutar una técnica correctamente; sin embargo, la mano firme de Soun siempre estaba ahí para ofrecer consuelo y consejos. "El verdadero maestro no es aquel que nunca cae, sino aquel que siempre se levanta", le recordó con una sonrisa alentadora.

Finalmente, después de horas de esfuerzo compartido, ambos se sentaron en posición de meditación en el centro del dojo. La calma envolvía el espacio mientras recuperaban el aliento. En ese silencio reverente, padre e hijo intercambiaron miradas cómplices; era un entendimiento silencioso que trascendía las palabras. Habían forjado no solo habilidades físicas ese día, sino también un vínculo más profundo basado en confianza y amor.

La mañana ajetreada había sido solo un capítulo más en su viaje juntos; sin embargo, cada entrenamiento les recordaba que estaban construyendo algo mucho más grande: un legado lleno de respeto mutuo y pasión por las artes marciales que perduraría más allá del tiempo.

—Estoy orgulloso de ti, muchacho. Pronto no me necesitarás para llevar el dojo. —Las palabras de su padre resonaron en el aire como un eco poderoso, llenas de un tono de esperanza y promesa.

—¡JAJA! Gracias, papá. —Respondió Ranma, su risa vibrante intentando ocultar la mezcla de emociones que bullían dentro de él.

—Sé que serás también un gran guardián de nuestras técnicas y de tu hermana. —El padre lo miró con una intensidad que parecía atravesar el tiempo y el espacio, como si estuviera visualizando un futuro brillante donde su hijo se erguía como un pilar inquebrantable.

—Sí, padre. —La voz de Ranma se tornó más grave, más seria. —Estoy preocupado por el loco ese de la teoría del dragón; tenía ojos de maníaco. Deberíamos vigilar de cerca a Akane.

Un silencio pesado se instaló entre ellos, como una sombra que se cernía sobre la conversación. El padre frunció el ceño, su mirada endureciéndose ante la mención del extraño.

—Es una tontería; ese linaje ya es solo una leyenda, un cuento para los ilusos. Tu hermana lleva sangre Tendo; no tenemos relación alguna con los Saotome. Los rumores tontos de antaño no van a fracturar esta familia. La familia es lo más importante y el tesoro más grande que tenemos, Miyo y yo… sois ustedes, Ranma, el cimiento de nuestro legado.

Ranma sintió cómo las palabras de su padre penetraban en su corazón, llenándolo de un orgullo inmenso pero también de un profundo dolor. La carga del legado pesaba sobre sus hombros como una armadura forjada en fuego, y aunque quería ser el héroe que su padre imaginaba, había un sentimiento oculto que lo consumía desde adentro: la presión de estar a la altura, la lucha interna entre el deber y sus propios deseos.

Sonrió con orgullo, pero esa sonrisa llevaba consigo un dejo de tristeza. En su interior, luchaba contra las expectativas y los anhelos propios; era un torbellino emocional que lo mantenía despierto por las noches. «¿Seré suficiente?», se preguntó mientras miraba a su padre, quien veía en él el futuro brillante que tanto deseaba. ¿Podría realmente vivir a la altura del legado familiar sin perderse a sí mismo en el proceso?

Mientras tanto,

Taro era un hombre de una sola pieza, forjado en la fragua del rencor y la ambición. Aunque sus intenciones eran oscuras como la noche más profunda, se convencía a sí mismo de que tenía derecho a actuar, respaldado por la promesa que Genma le había hecho en un tiempo lejano, un tiempo en el que la lealtad y el honor parecían tener significado. Había observado atentamente la dinámica de aquella familia; cada gesto, cada susurro, cada mirada cargada de historia y secretos. Sabía que su camino sería complicado, lleno de obstáculos y sombras, pero estaba decidido: siempre habría una oportunidad.

Su mente se llenaba de visiones deslumbrantes mientras contemplaba el futuro. La imagen de Akane se casando con su hijo danzaba ante sus ojos como un espejismo seductor. Estaba convencido de que ella llevaba dentro de sí la esencia ancestral del poderoso dragón Orochi, un legado que no solo corría por sus venas, sino que latía con fuerza en su corazón. Juntos, pensaba Taro con fervor casi religioso, crearían una dinastía que revolucionaría las artes marciales tal como se conocían.

El eco de las antiguas leyendas resonaba en su mente como un canto hipnótico. La unión de esos dos jóvenes no solo traería consigo el renacer del poder oculto en el linaje Saotome, sino que desataría una tormenta de fuerza y habilidad jamás vista. En su pecho ardía la llama de la ambición desmedida; estaba dispuesto a arriesgarlo todo para ver florecer su plan maestro.

Y así, mientras las sombras se alargaban a su alrededor, Taro se preparaba para jugar su carta más audaz en este intrincado tablero de destinos entrelazados. La familia Saotome no sabía lo que les esperaba; él se convertiría en el artífice de un nuevo amanecer o en el verdugo de su propia ruina. Pero una cosa era segura: no se detendría hasta ver cumplido su oscuro deseo.