Advertencia: Esta historia se relaciona con los hechos ocurridos en mis otros Fanfics:
Still Loving You
SLY Shorts 4/10: La Princesa del Corazón Roto
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A pesar de la agradable brisa marina, el sonido de las olas a lo lejos y la botella fría en su mano, Arnold no lograba relajarse y disfrutar el momento. Cuando planearon ir a la playa para construir el castillo de arena que le prometieron a Holy Pataki, sabía que verían a los padres de la niña, pero no esperaba terminar el día compartiendo una cerveza con el (otrora Gran) Bob Pataki.
–¿Y qué tal la universidad? – masculló Bob, con un tono que delataba su incomodidad.
–Oh, está bien, no es tan difícil como temí – admitió el chico.
–Sí, sí. Eso pasa cuando estudias algo que te gusta y tienes cabeza para eso
Silencio. Arnold dio un sorbo a su botella y luego se distrajo mirando las gotas que caían por el costado del vidrio.
–¿Y qué hay de su negocio? – comentó –. Helga mencionó que ahora se dedica a los computadores
–Es un mercado en crecimiento y en cuanto entendí cómo funciona, se hizo sencillo. Ser un buen vendedor es como andar en bicicleta, una vez que lo aprendes, jamás lo olvidas
–Supongo que sí
Otro momento de silencio en que cada uno miraba su botella, la distancia, sus pies y otra vez la botella, evaluando si ya había pasado tiempo suficiente para tomar un sorbo más.
Helga, apoyada en el marco de la puerta, miraba a la nueva esposa de Bob, mientras terminaba de acomodar a la pequeña en la cama.
–Lista para tu historia – dijo la mujer –. No le des problemas a tu hermana ¿está bien?
La pequeña asintió, mientras su madre se apartaba.
–Gracias por hacerte cargo, Helga
–No es problema – contestó la joven.
–Estaré en la habitación de al lado revisando algunos correos
–Trabaja tranquila, solo escuchará una historia y luego a dormir, como prometió ¿no es cierto?
Arqueó su ceja mirando a la pequeña, quien asintió con entusiasmo.
La madre de la pequeña sonrió y salió de la habitación, mientras Helga se sentaba en la cama.
–Bien, Holy, ¿qué cuento quieres escuchar?
La niña frunció el ceño, imitando el gesto de concentración de su media hermana.
–¿Carreras de dragones? – continuó Helga, pero Holy negó – Entonces... – miró alrededor y se acercó para susurrar –¿sobre los monstruos que viven bajo las camas?
La mayor hizo rostros feos, haciendo reír a su hermanita.
–¡No! – contestó la chica entre risitas – ¡Cuéntame de la Princesa del Corazón Roto y el Príncipe de la Jungla!
Helga medio sonrió.
–Te sabes eso de memoria
–Pero ¿eran amigos de otras princesas y caballeros?
–¡Claro que sí! Ya te he contado de la Princesa de la Erudición, la más lista de todos los reinos, la mejor amiga de la Princesa del Corazón Roto, incluso cuando se volvió caballero. También te hablé del mejor amigo del Príncipe de la Jungla, el Caballero de la Elocuencia, guardián de todas las leyendas del reino
–¡Sí! El Caballero de la Elocuencia le juró amor eterno a la Princesa de la Eu... Eu...
–Erudición
–¡Sí! – gritó, levantando las manos – ¡Su historia de amor es muy linda!
–¿Quieres que te cuente sobre ellos?
Holy negó.
–Ya me contaste eso
–¿Y del Hada de las Ilusiones?
–¿Ilusiones?
–Una Princesa Hada capaz de hacer caer a cualquiera bajo su embrujo, le bastaba su linda sonrisa para que todos voltearan a verla y con su voz melodiosa pronunciaba suaves palabras que calmaban a cualquiera capaz de entenderla
–¿Era malvada?
–No. Usaba sus ilusiones para cuidar a las personas que amaba y proteger su propio corazón. Era cortés e inteligente. La Princesa del Corazón Roto se volvió su príncipe para poder protegerla con su fuerza. Fueron grandes aliadas en la corte
Holy asintió, mirándola con ojos enormes.
–Pero si hubo una princesa que se volvió malvada. Ella venía de un reino lleno de lujos, podía tener los vestidos que quisiera con tan solo hacer esto – chasqueó los dedos – y desde reinos lejanos le enviaban las joyas más exquisitas, pero lo que más anhelaba era la atención y admiración de todos y como no pudo obtenerlo, se volvió La Bruja de las Mentiras. Tenía a su servicio dos marionetas a las que dio vida, pero eran tan tontas, que todos pensaban que compartían apenas medio cerebro
Helga movió sus manos para imitar a dos seres hablando entre sí.
–¿Crees qué...? – hizo una voz chillona para una mano.
–No creo. No, no – y una voz gangosa para la otra.
–Pero acaso
–Acaso no
–La Bruja
–La Bruja. Sí, sí
–Luce perfecta
–Perfecta, sí
Holy soltó una risita, dando patadas suaves bajo el edredón.
Cuando la pequeña se calmó, Helga continuó.
–Las palabras de La Bruja de las Mentiras eran rayos que viajaban hasta cada rincón del reino, cegando a todos por un instante. Y cuando caían sobre su objetivo quemaban su corazón. A veces caían en la persona equivocada y alguien más salía lastimado...
–¿Lastimó a la Princesa del Corazón Roto?
–¡Claro que no! Es difícil atinarle a un corazón del que solo quedan pequeños pedazos esparcidos. Pero lastimó a otras personas, como a la Druida de los Bichos
–¿Drida de los Bichos?
–Druida. Amaba la naturaleza, en especial los insectos. Podía invocar enormes arañas...
Helga apoyó las yemas de sus dedos al borde de la cama, manteniendo la palma levantada y movió sus dedos emulando el caminar de un ser con muchas patas, avanzando hacia Holy. La pequeña se escondió levantando el edredón.
–Y mariposas gigantes – continuó.
La niña apenas asomó los ojos para ver como su hermana juntaba los pulgares y movía las manos, imitando un aleteo.
–Había también dos perdedores, El Rey de las Desgracias, que era un gran optimista, aunque todo le salía mal. El otro era el loco de la corte, Tadeo
–Tadeo – repitió Holy –¿Estaba muy loco?
–Realmente loco. Una vez se encerró en la torre más alta y lanzó proyectiles a cualquiera que pasara cerca, hasta que el Príncipe de la Jungla lo convenció de hablar. También hizo un complicado plan de venganza para inculpar al Rey de las Desgracias por alertar a todo el pueblo de una desgracia que jamás ocurrió
–¿En serio?
–Pero el Príncipe de la Jungla descubrió la verdad
–¿Cómo?
–Astucia, inteligencia, ingenio, perspicacia...
Helga se distrajo un segundo y luego miró a su hermana.
–Quiero decir, cualquiera con algo de cerebro podría haberlo descubierto tras analizar las pistas
–¿Tú lo descubriste?
–Ayudé – añadió, evitando su mirada.
Holy la observó unos segundos.
–¿Y qué otras locuras hizo?
–En una ocasión liberó a todas las bestias de sus jaulas
–¿Por qué?
–Quería arruinar una fiesta
Las dos rieron.
–La Bruja de las Mentiras – continuó – a veces jugaba con él, rompiendo su corazón, pero de alguna forma él reunía las piezas y volvía a ser el de siempre
–¿Y La Princesa del Corazón Roto nunca le preguntó como armar un corazón?
–Incluso si hubiera aprendido a reparar corazones, a ella la faltaban piezas para volver a armarlo
Holy asintió con aire de estar pensando en eso.
–También había tres bufones – continuó Helga –. Uno era una rata cobarde y asustadiza, el segundo era tan alto que su cabeza se perdía entre las nubes. Y el último tenía un apetito voraz, pero era el más afortunado. La Princesa de la Bondad se enamoró de él...
–¿Y lo convirtió en príncipe?
–Ni uniendo la magia de todos los reinos ese idiota hubiera sido un príncipe, pero ella lo amaba
Holy asintió con una sonrisa, mientras Helga nombraba a otras personas y sus "hazañas".
–Y cuando el príncipe de la Jungla se fue lejos ¿qué pasó?
–Algunas cosas cambiaron y con el tiempo la Princesa del Corazón Roto se cansó de todos y abandonó el reino. Conoció al Clan de las Agitadoras, las mejores jinetes de dragones...
–¿Allí conoció a Angie, Minerva y Marcy?
–Así es – Helga medio sonrió, pero la punzada en su pecho la obligó a tomar una respiración profunda. –. Ellas aceptaron a la Princesa del Corazón Roto y no cuestionaron que se volviera príncipe
–El Príncipe de Rosa
Helga sonrió.
–¿Y nadie del reino la siguió para cuidarla? En los cuentos siempre hay un guardián para las princesas
Helga cerró los ojos y volvió a tomar aire. Cuando abrió la boca, no pudo decir nada, así que volvió a inhalar y bajó la mirada.
–Hubo un caballero de armadura dorada. No era un gran caballero, ni destacaba particularmente en nada, excepto por amar a una chica más que nada en el mundo. Sin importar donde ella fuera, de alguna forma él siempre podía encontrarla. Fue testigo de muchos de sus suspiros y lamentos, la admiraba y adoraba... y cuando el Príncipe de la Jungla partió, la siguió amando, incluso cuando ella alejó a todos y se volvió la Princesa del Corazón Roto...
–¿Y ella lo amó alguna vez?
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El pack de cervezas que los hombres compartían afuera de la cabaña tenía ahora cuatro espacios vacíos.
Incluso si Arnold seguía siendo el optimista que intentaba ver lo mejor de cada persona y era consciente de que el señor Pataki había cambiado, una chispa de ira seguía dentro de él. ¿Cómo evitarlo? Fue una de las personas responsables de hacer a Helga miserable durante años y lo sabía no solo por lo que ella le contó, sino también por lo poco que logró ver alguna vez y que ahora, como adulto, le parecía terrible.
Pero también sabía que, si hablaban de lastimar a Helga, él mismo no estaba libre de culpa.
–¿Cómo está el viejo Phil? – dijo Bob –. Supongo que sigue vivo
–Sí – Arnold bebió otro poco –. Mis abuelos se retiraron. Viven en Casa Paraíso, cerca de la playa. Se divierten. El lugar nos envía fotografías de vez en cuando
–Ya era hora. Merecían un descanso. ¿Tus padres se hacen cargo de La Casa de Huéspedes?
–Así es
Bob rascó su brazo, incómodo
–¿Y estás trabajando?
–Conseguí trabajo en Hillwood para este verano. También trabajaré en la universidad cuando empiecen las clases
–Bien hecho, trabajar forma carácter
–Eso me han dicho
Otra vez se quedaron sin nada que decir.
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Helga negó.
–¿Por qué no? – dijo la niña, bostezando –. No es justo, él la amaba
–No puedes forzar a un corazón a amar a alguien que no ama, Holy. Y aunque la princesa sabía lo que él sentía y agradecía lo que él hizo, nunca se sintió de la misma forma. Fue... una sombra cuidándola. Nunca pidió nada. Todo lo que él quería era permanecer cerca de ella, incluso cuando se volvió príncipe. Esperó con paciencia que regresara El Príncipe de la Jungla, el verdadero amor de la princesa... y cuando eso ocurrió, la dejó en paz...
–¿Por qué?
–Porque sabía que recibiría un golpe
Holy soltó una risita, interrumpida por otro bostezo.
–Porque la Princesa – nuevamente bostezó – del Corazón Roto – otro bostezo –... es la más fuerte del reino
–Claro – dijo con una sonrisa y arropó a la niña –. Hora de dormir, enana
–Dime qué pasó con él – rogó.
–Abandonó el reino para buscar nuevas aventuras
Helga apagó la luz y salió de la habitación, estirándose. Le dijo a la madre de la niña que la pequeña ya se había dormido y luego fue al baño para refrescarse un poco. Necesitaba calmarse. ¿Por qué pensar en él se volvió estúpidamente melancólico?
Su relación con Brainy siempre fue extraña. No podía decir que alguna vez fueran amigos, pero él conocía su mayor secreto antes que dejara de ser un secreto y jamás dijo nada. Aunque quizá nadie le hubiera creído ¿no?
Dio un largo respiro y cruzó los brazos, apoyando su espalda contra la puerta. Cerró los ojos un momento, concentrada en el aire que entraba y salía de sus pulmones.
No tenía idea de cómo Brainy recuperó su relicario cuando ella lo lanzó al rio, pero sin su ayuda, no hubieran podido salvar a Los Ojos Verdes ni a Miles y Stella Shortman.
Cuando comenzó a salir con Arnold, justo antes de empezar el sexto grado, Brainy sonreía al verlos. Jamás pareció enfadado, triste o decepcionado y la idea la irritaba. No podía entenderlo. Incluso cuando no fue recíproco, a ella le provocó celos cada chica en la que Arnold puso su atención o cada chica que puso su atención en él, pero el estúpido cuatro ojos se veía en serio feliz ¿cuál era su problema?
Pero gracias a la terapia de Bliss y a que casi nunca estaba sola, no lo golpeaba tanto como antes y con el tiempo se acostumbró a ignorarlo. El hábito continuó tras el quiebre.
En los años en que intercambió cartas con Arnold, ella volvió a asilarse para recitar versos y juramentos, mirando en su nuevo relicario la foto más reciente del chico. La respiración a su espalda regresó y como ella en serio intentaba mejorar, muchas veces solo lo apartaba o lo miraba con enfado, arqueando su ceja, hasta que él se marchaba, tropezando con cualquier objeto en su camino, como si necesitara una sacudida para regresar a la realidad. Jamás hubo más propuestas ni declaraciones. Solo uno que otro saludo y esa respiración.
Eso fue hasta la pelea con Gerald. Entonces Brainy cambió su actitud. En lugar de aparecer a su espalda, se acercaba y le ofrecía algún dulce de las maquinitas y se sentaba junto a ella, en silencio. Siempre procurando que estuviera sola, nunca con testigos. De vez en cuando le entregaba un libro o un disco y luego se iba. Helga al principio se los regresaba, pero luego aparecían misteriosamente en su casillero. Una tarde le aclaró con evidente enfado que sin importar cuántas cosas le diera, ella jamás saldría con él y el estúpido cuatro ojos solo se encogió de hombros e insistió en que tomara el disco que le ofrecía. Los regalos nunca estaban envueltos, ni con cintas, quizá porque quería que fueran algo casual, aunque nunca le preguntó.
A Helga no le costó deducir que él sabía que vivía en La Casa de Huéspedes, ya que siempre parecía seguirla. También debía saber sobre Angie y las demás, pero, como antes, tampoco necesitó exigirle silencio. Brainy era irritante, claro, pero al mismo tiempo absoluta y ridículamente confiable.
Y odiaba que lo fuera.
Sin importar lo que ella hiciera o la actitud que tomara, Brainy no se distanciaba, ni discutía, ni la juzgaba, así que empezó a desahogar extensos monólogos en su presencia y con el tiempo, en su tristeza y soledad, dudando que Arnold regresaría alguna vez, comenzó a preguntarse porque seguía tan obstinada en extrañar y amar al cabeza de balón en lugar de al chico que siempre estaba ahí.
La duda persistió hasta que una redada obligó a suspender las carreras de esa noche.
Sabía que hubiera ganado bastante dinero para no competir en unas cuantas semanas, pero la policía tenía que arruinarlo.
Escapó a tiempo. Sabía que estaría perdida si la atrapaban. Condujo con habilidad, pero era tarde y quedaba poco tráfico, así que era difícil perder del todo a los polis. Las sirenas en sus oídos y el brillo azul y rojo la seguían.
No podía regresar a casa, la alcanzarían. Aceleró para perderlos.
La tormenta cayó con fuerza.
Mantuvo la velocidad, escuchando las lecciones de Angie taladrando su cerebro: "Concéntrate en el camino frente a ti y jamás mires atrás".
Tomó un par de calles más pequeñas y las luces no lograron seguirla, pero escuchaba sirenas a pocos bloques.
Retomó las calles principales, hasta que se encontró frente a la vieja tienda de Bob y un automóvil se atravesó en su camino, obligándola a frenar.
«¿Es en serio?»Una silueta familiar abría la tienda. Sin dudar aceleró y entró, estacionó al fondo. Apagó el motor y corrió a la entrada, ayudando a Brainy a mover un gran panel de madera para bloquear las puertas. Se acercó al ventanal, escondiéndose en el muro y miró la calle con atención.
–¿Qué demonios haces aquí? – masculló.
El chico se encogió de hombros justo antes que ella se lanzara sobre él para arrojarlo al suelo.
Con el pulso a mil y conteniendo el aliento, Helga escuchó primero algunas motocicletas y luego el sonido distorsionado de las sirenas. Dejó de contar en quince carros, pero siguieron pasando muchos más. Era claro que ella no era la única persona bien informada de la cantidad de dinero que había esa noche. Incluso era probable que hubiera otros negocios ilegales en el lugar. Era mejor no involucrarse.
La última patrulla pasó, esperó algunos segundos y se sentó sobre sus propias piernas mientras se quitaba el casco.
–¿Por qué, Brainy?
Otra vez se encogió de hombros.
–¿Sabes lo ridículo que es esto?
–¿umh?
–Tú, apareciendo de la nada, como si tuvieras un superpoder o algo ¿o acaso me pusiste un rastreador?
El joven negó.
–¿Qué demonios haces aquí?
Brainy volvió a encogerse de hombros.
Helga se acercó otra vez al ventanal y se escondió de inmediato al ver que algunas patrullas regresaban.
–Supongo que tomará algunas horas hasta que se cansen – dijo la chica –. Ve a casa, fenómeno. Ellos no te están buscando
Brainy negó.
–¿Qué? ¿Piensas convertir esto en una cita? En tus sueños
El chico sonrió, ofreciéndole una barra de granola.
Helga, hambrienta y cansada, aceptó, dejándose caer en el suelo, con la espalda contra el muro. Brainy se sentó junto a ella, moviendo sus pies con entusiasmo.
–¿Tienes claro que jamás saldré contigo?
Brainy asintió una sola vez.
–¿Y por qué sigues haciendo esto? Es espeluznante, pero... Esto no tiene fresas, ¿cierto?
Brainy negó con energía. Helga miró la barra de granola y le dio un mordisco.
–Como decía, es espeluznante, pero ¿cómo lo haces? Apareces de la nada, con tu respiración, pasaste años escuchando cómo le declaraba mi amor al estúpido cabeza de balón, incluso recuperaste mi relicario cuando lo lancé al río en ese estúpido viaje, por el estúpido San Lorenzo. ¿Cómo demonios? ¡Maldición! Brainy. ¿Por qué? ¿Qué demonios hice para que te fijaras en mí?
El chico bajó la mirada. No hubo respuesta.
–Esto es ridículo, ¿sabes? Incluso si Arnold se va para siempre, una parte de mí sigue completamente enamorada de él, sé que ni siquiera tengo que decirte sobre Lila, porque claramente sabes que todo es un espectáculo
El chico asintió.
–Y ahí estás, una y otra vez, irritándome solo con tu existencia, pero ayudándome con una sonrisa, como si fuera el sol que ilumina tus días y no el castigo que te tortura
Volvió a asentir.
–¿Por qué no me puedo enamorar de ti? – le gritó
–¿Umh?
–Si en vez de seguir aferrada a este estúpido amor no correspondido, un amor que me lastima como si tuviera vidrio en las venas, que me altera hasta convertirme en alguien apenas capaz de pensar, un amor que se sostiene en una ridícula esperanza que solo me recuerda lo herida que me siento, en lugar de todo eso... ¿no sería mejor haberme enamorado de ti?
Brainy sonrió.
–No puedes forzar a un corazón a amar a alguien que no ama, Helga
La chica volvió a mirarse frente al espejo. Cuando él dijo eso, ella se rompió en un llanto furioso y gritó enfadada. Ahora no sentía deseos de llorar. Después de todo, Arnold había regresado y ahora estaban juntos y las cosas iban bien. Ya «casi» no pensaba que lo estaba arruinando o que Arnold la dejaría con cualquier desacuerdo.
Dio un largo suspiro, ajustó su chaqueta y se dirigió a la salida para buscar a su novio.
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–¿Sabes... cómo le ha ido a Helga con los estudios? – dijo de Pronto Bob.
–Le va bastante bien. Es asistente de un par de profesores y estas vacaciones obtuvo una pasantía
–¿Cuándo empieza?
–Oh, empezó en cuanto terminó con las clases. Ha estado ocupada este verano, pero coordinamos este fin de semana libre para visitarlos. Le prometimos a Holy un castillo de arena
–¿Cuándo?
–En la boda de Olga
–¿En serio? No debieron molestarse, es una niña, seguro lo había olvidado
Arnold frunció el ceño.
–Holy es lista, lo recordaba, pero incluso si no fuera así, para Helga es importante cumplir sus promesas
El chico apartó la vista en cuanto notó que había levantado la voz. No quería empezar una discusión con el señor Pataki, pero tampoco pensaba disculparse.
–¿Así es ella? – dijo Bob, sin darle importancia a lo que quizá en otros tiempos habría sido una falta de respeto.
Miró la botella en su mano. Quizá era el alcohol o tal vez su nueva vida o incluso podían ser los años que habían pasado o el hecho de saber que la familia de ese chico le dio a su hija un hogar cuando él mismo no podía mantener ni un techo decente sobre su cabeza.
–Nunca entendí a la niña, digo, a Helga – admitió Bob –. Con Olga todo era sencillo. Llegaba a casa después del trabajo y ella corría a mí con una sonrisa, enseñándome su boleta de calificaciones o su último examen. La ayudaba a estudiar y pusimos cada trofeo que ganó en el salón. Podía comprarle vestidos o chocolates y ella siempre agradecía con una sonrisa. Pero la niña... nunca sabía por qué estaba enfadada y jamás quería hablar. Es complicada
–Helga parece complicada – explicó Arnold –. Todo lo que hace y es son contradicciones. Es dura, grosera y segura, pero también sensible, delicada y temerosa. Parece indiferente ante todo lo que pasa a su alrededor, pero no dudaría un segundo en ayudar a otros. Es alguien con quien se puede contar. Es lista y comprensiva. A veces juzga a las personas demasiado rápido, pero suele estar en lo correcto. Sé que es una buena amiga y ha sido una novia genial. A veces... a veces temo que despierte y vea que tiene miles de posibilidades mejores que yo...
Bob resopló lo que parecía una risa ahogada.
–¿Acaso estás loco? Las únicas veces que vi a esa niña sonreír o actuar nerviosa, tenía que ver contigo. Quizá sea torpe y puede que nunca llegue a entender a mi hija, pero es claro que te ama
Arnold estaba sorprendido y lo miró para agradecer, pero en ese instante notó la puerta abierta.
–Esto es humillante – masculló Helga, con una mano cubriendo la mitad de su rostro.
Se acercó a ellos sin mirar a Arnold, pero él pudo notar que estaba sonrojada y él mismo se sonrojó. ¿Había escuchado... lo que dijeron?
–¿Cuánto has bebido, Bob?
El hombre balbuceó.
–Ve adentro con tu esposa ¿sí?
Ella cruzó los brazos, arqueando su ceja.
Bob asintió, tomó la última botella y con pasos pesados entró a la cabaña.
–Nos vemos mañana, Bob – dijo la chica, mientras el hombre cerraba la puerta.
Pasaron algunos segundos que al chico se le hicieron eternos hasta que ella decidió mirarlo.
–Parece que te divertiste con Bob – comentó ella, contando las botellas vacías junto a Arnold.
–¿Estás... enfadada?
–¡¿Acaso eres idiota?! Claro que estoy enfadada
–¡Lo siento! No pensaba tomar tanto, sabes que no me gusta beber, pero estaba nervioso y no sabía... lo siento
Ella medio sonrió, con el ceño aún fruncido.
–No me molesta que bebas. La jaqueca que tendrás mañana es tú problema
–¿Entonces por qué te enfadas?
–¿En serio piensas que tendré opciones mejores? ¿Que un día despertaré y querré dejarte? ¿Estás demente?
–No lo sé, Helga... solo pienso que eres demasiado buena para estar conmigo. Podrías conocer a alguien más listo o con más dinero, con mejores contactos o alguien que pueda ofrecerte una vida distinta y ayudarte con tu carrera. Estoy seguro de que hay más personas... y podrías llegar a amar a alguien que no sea yo... alguien que merezca
–Tonto cabeza de balón – ella se sentó junto a él y lo besó sujetando sus manos y entrelazando sus dedos–. No importa a quién conozca ni qué me ofrezcan – murmuró, mirándolo a esos maravillosos ojos verdes –, jamás te dejaría, nadie en este mundo podría jamás ocupar tu lugar
–¿Cómo puedes estar tan segura?
–Simple: No puedes forzar a un corazón a amar a alguien que no ama, Arnold, ni tampoco a que deje de amar a quién ama
