Retomando donde nos quedamos...

Con Nagato y Konan.

Nagato se encontraba en la cima de un edificio, sumido en sus pensamientos mientras contemplaba el vasto horizonte de Tokio. A su lado, Konan observaba a su amigo con una mezcla de nostalgia y preocupación. La influencia de Naruto Uzumaki había sido profunda, y aunque Nagato parecía diferente, aún había mucho que resolver.

—¿En qué piensas, Nagato? —preguntó Konan, su voz suave pero cargada de curiosidad.

—En... Naruto Uzumaki —respondió Nagato con un suspiro de nostalgia—. En sus palabras, en su visión de la paz en el mundo shinobi.

Mientras la brisa movía su cabello blanco, Nagato fijó sus ojos Rinnegan en el horizonte. —Naruto... él eligió un camino diferente al nuestro, uno que no necesitaba destrucción para alcanzar la paz. Me hizo cuestionar todo lo que creía... pero a pesar de eso, el ciclo de odio persiste. La Cuarta Gran Guerra Shinobi ocurrió, a pesar de nuestras intenciones —dijo, su voz grave y llena de reflexión.

Konan lo observaba en silencio, reconociendo la lucha interna de su amigo. Desde su llegada a este nuevo mundo, Nagato había estado más introspectivo, como si buscara una nueva respuesta en medio del caos que estaban por desatar.

—Naruto es diferente a cualquier otra persona que haya conocido —continuó Nagato—. No solo es fuerte. Su convicción tiene el poder de cambiar a los demás, incluso a mí. Me hizo darme cuenta de que la paz verdadera no se puede imponer, pero... —Nagato hizo una pausa, apretando los puños—. Pero este mundo no es como el nuestro. Aquí, el poder y los héroes lo dominan todo. Su concepto de justicia es una ilusión que oculta una realidad aún más oscura.

Konan ascendió, comprendiendo el dilema de Nagato. —Este mundo tiene sus propias reglas, pero la gente sigue atrapada en el ciclo de poder y violencia, buscando un líder o un héroe que los salve —dijo, mirando hacia las luces de la ciudad que comenzaban a encenderse—. ¿Crees que nuestra misión aquí puede cambiar algo?

—No lo sé —respondió Nagato, su tono enigmático—. Pero si puedo hacer realidad la última voluntad de Yahiko... lo haré. —Miró sus manos con determinación—. Aunque haya perdido su cuerpo, haré lo posible para traer la paz aquí en su nombre.

Konan lo miró con empatía, entendiendo el peso de sus palabras. Aunque Nagato había cambiado, su objetivo seguía siendo el mismo: cumplir con el sueño de Yahiko de un mundo en paz. Sin embargo, el método que elegiría ahora era incierto. Konan tenía otra pregunta que deseaba hacerle.

—Nagato... —susurró Konan, poniéndose seria—. ¿Por qué perdonaste a Tobi?

Nagato la miró con seriedad.

—Lo iba a matar en el mismo momento que me dijiste que él te mato—Dijo Nagato con furia.—Pero cuando me dijo que Naruto también lo había cambiado de alguna manera... quise verlo por mi mismo, y fue por eso que lo envie a esa misión... quiero ver si sus palabras eran ciertas.

Konan se quedó en silencio, procesando las palabras de Nagato. Sabía que había tensión en el grupo desde que la verdad sobre Tobi salió a la luz. Aunque sintió ira y traición hacia él, la decisión de Nagato de perdonarlo la sorpresa. No era un perdón común; Era una prueba para evaluar la sinceridad de Tobi.

—Crees que Tobi ha cambiado realmente? —preguntó finalmente, con cautela.

Nagato entrecerró los ojos, observando el horizonte con una mirada penetrante. —No estoy seguro —admitió—. La naturaleza de Tobi siempre ha sido incierta. Pero si hay una mínima posibilidad de que las palabras de Naruto lo hayan tocado... quiero verlo con mis propios ojos. Si ha cambiado, podría ser un recurso valioso en este mundo. Si no... —Hizo una pausa, su tono volviéndose frío—. Entonces lo eliminaré. No habrá más segundas oportunidades.

Konan lo observó, comprendiendo la gravedad de su expresión. Sabía que Nagato no tomaba decisiones a la ligera. La misericordia que le había otorgado a Tobi reflejaba el impacto que Naruto había tenido en él, pero también sabía que si Tobi no demostraba un cambio genuino, Nagato no dudaría en actuar.

—Es arriesgado, Nagato —dijo Konan suavemente—. Tobi y Orochimaru han demostrado ser impredecibles y traicioneros en el pasado. Pero si crees que esta prueba es necesaria... te apoyaré, como siempre lo he hecho.

—Bueno... a Orochimaru le perdoné solo porque nos ha sido útil. Aunque ese tipo está planeando algo... nos ha ayudado mucho. Sin él, estaríamos perdidos en ese bosque —dijo Nagato con una sonrisa irónica.

Konan asintió, comprendiendo la ironía en las palabras de Nagato. Aunque Orochimaru era una serpiente peligrosa y traicionera, su vasto conocimiento y habilidades los habían ayudado a navegar por este nuevo mundo. Era mejor tenerlo como aliado temporal que como enemigo.

—Sí... Orochimaru siempre ha jugado con sus propios intereses en mente —respondió Konan—. Pero mientras nos sea útil, podemos mantenernos cerca. Eso sí, nunca debemos bajar la guardia con él.

Nagato ascendió, consciente de los riesgos. Sabía que tanto Tobi como Orochimaru representaban amenazas potenciales, pero su enfoque ahora era más estratégico. No solo estaban allí para imponer su voluntad, sino para observar, aprender y adaptarse. Cada decisión debía ser calculada con precisión.

En ese momento, Los akatsuki vieron a un León antropomórfico saliendo de una tienda pequeña con un saco de dinero, Konan y Nagato se dieron cuenta que era "villano", o como lo llamaban los héroes.

Nagato se incorporó lentamente, su mirada fija en el villano que acababa de salir de la tienda. El león antropomórfico caminaba con confianza, sin percatarse de que estaba siendo observado. Konan también lo notó, sus ojos atentos a cada movimiento.

—Parece que hemos encontrado a nuestra primera víctima —murmuró Konan, mientras desplegaba varios papeles que comenzaban a revolotear a su alrededor.

—Héroes, villanos... no importa qué etiqueta lleven en este mundo —dijo Nagato con tono impasible—. Todos están atrapados en el ciclo de dolor y poder.

—¿Cómo quieres proceder? —preguntó Konan, lista para actuar.

Nagato dio un paso al frente, su rostro sereno. —Vamos...

Ambos akatsuki dieron un salto entre los edificios, parándose frente al León humanoide.

—¡Muevanse mormones! —Gritó el León a los akatsuki.

El león antropomórfico, con su rostro lleno de arrogancia, no tenía idea de a quién se enfrentaba. Sostenía el saco de dinero con una garra y no mostraba signos de temor. La oscuridad de la noche caía sobre la ciudad, y en medio de ese ambiente sombrío, Nagato y Konan parecían espectros listos para juzgar.

Nagato, con su expresión imperturbable, no movió ni un músculo ante la amenaza del villano. La energía fría y calculada que emanaba de su Rinnegan era suficiente para detener a cualquier enemigo en seco. Konan, con sus papeles flotando a su alrededor, se mantenía lista para atacar, pero esperaba la señal de Nagato.

—¿Qué te hace pensar que puedes intimidarnos? —preguntó Nagato con voz baja, pero firme. El león se detuvo por un momento, claramente confundido por la actitud serena de sus oponentes.

El villano sonrió con desprecio, mostrando sus colmillos afilados. —Ustedes no tienen idea de con quién se están metiendo. Yo soy Lionheart, el rey de esta zona. Ninguno de esos héroes estúpidos ha podido detenerme, y ustedes tampoco lo harán.

Nagato cerró los ojos por un segundo, como si las palabras del villano apenas le importaran. Luego, los abrió lentamente, su mirada fija en Lionheart.

—Rey... —repitió Nagato en voz baja—. No existen reyes verdaderos en este mundo, solo aquellos que imponen el dolor y el sufrimiento a otros. Nosotros estamos aquí para cambiar eso.

Antes de que Lionheart pudiera responder, Konan actuó. Sus papeles se transformaron en una tormenta de afiladas cuchillas, dirigiéndose hacia el villano. Lionheart apenas tuvo tiempo de reaccionar, sus reflejos animales lo ayudaron a esquivar el primer ataque, pero rápidamente fue rodeado por los papeles, cortándolo superficialmente.

—¡Malditos! —rugió el villano, lanzándose hacia Konan con una velocidad sorprendente. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarla, Nagato levantó una mano.

—Shinra Tensei —dijo Nagato con calma.

El villano fue lanzado violentamente hacia atrás, estrellándose contra un tubo de acero. El impacto fue devastador, y el león antropomórfico cayó al suelo aun con el tubo atravesándolo, jadeando por el dolor. A pesar de su fuerza bruta, no era rival para el poder de Nagato.

Lionheart intentó levantarse, gruñendo mientras escupía sangre. —¿Qué... qué son ustedes? —murmuró, claramente asustado por el poder que acababa de presenciar.

Nagato se acercó lentamente, su figura alta y sombría proyectando una sombra imponente sobre el villano caído.

—Somos Akatsuki —respondió Nagato, su voz resonando en el silencio de la calle—. Y estamos aquí para mostrarle a este mundo lo que es el verdadero dolor.

Konan observó la escena en silencio, sabiendo que Lionheart no representaba una amenaza real para ellos. Pero lo que sí representaba era un símbolo: un villano más atrapado en el ciclo interminable de poder, violencia y corrupción de este mundo. Y era solo el primero de muchos que caerían ante la voluntad de Akatsuki.

—Es hora de irnos —dijo Nagato finalmente, girándose para alejarse. Konan asintió y deshizo su técnica de papel, dejando al villano malherido en el suelo. Sin embargo, antes de irse, Konan dejó caer un papel con el símbolo de Akatsuki marcado en él, una advertencia para todos aquellos que se cruzaran en su camino.

Mientras se alejaban, las luces de la ciudad brillaban a lo lejos. Este mundo, tan similar y tan diferente al suyo, pronto conocería el verdadero poder del dolor. Y Akatsuki sería el nombre que resonaría en los corazones de todos, héroes y villanos por igual.

Con Hidan y Kakuzu.

Los dos inmortales se movían entre la multitud en la bulliciosa ciudad de Tokio. Sus túnicas negras adornadas con nubes rojas atraían miradas curiosas y la imponente guadaña de Hidan colgaba de su espalda, intensificando su presencia. La gente los observaba con una mezcla de admiración y temor, preguntándose si eran héroes extravagantes o villanos reformados.

—Tch... malditos humanos —murmuró Hidan, claramente irritado por las miradas constantes—. Oye, Kakuzu, quiero matar a alguien. Hace tiempo que no le hago un sacrificio a Jashin, y debe estar molesto conmigo.

Kakuzu, con su expresión fría y calculadora, observaba el entorno con atención. —Me tienes harto con lo de tu Dios ficticio —respondió Kakuzu con desdén—. Además, las miradas no solo son por tus deseos de sacrificio. Las túnicas de la organización también están llamando la atención.

Hidan frunció el ceño. — ¿Qué importa? A Jashin le importa el sacrificio, no la atención que recibo. Además, me estoy muriendo de aburrimiento. No es como si tuvieras algún plan interesante.

Kakuzu rodó los ojos. —Tu falta de paciencia es un problema. Estamos aquí para eliminar villanos y, si se puede, comer un buen ramen.

Hidan resopló mientras las personas a su alrededor los miraban con más curiosidad.

—Al menos podemos ir por los tejados... odio las miradas —dijo Hidan, mirando a Kakuzu.

—Bien... vamos por los tejados —respondió Kakuzu, ya cansado de la actitud de su compañero.

Ambos se movieron hacia un callejón cercano, y con un salto ágil, comenzaron a ascender por los tejados. Desde allí, su visión de la ciudad se amplió, permitiéndoles observar el paisaje urbano y planificar su próxima acción. Hidan se sintió algo más a gusto, sin las miradas curiosas de la multitud, mientras que Kakuzu se concentraba en evaluar el área y buscar objetivos potenciales.

De repente, Kakuzu divisó a lo lejos a un grupo de hombres armados asaltando a un hombre en un callejón. Sus ojos se iluminaron con interés.

—Mira allá —dijo Kakuzu, señalando hacia el callejón lejano—. Ese grupo está atacando a alguien. Parece que puede ser un buen objetivo.

Hidan miró en la dirección indicada y esbozó una sonrisa macabra. —Perfecto. Un sacrificio para Jashin y, además, algo para divertirme. Vamos.

Ambos descendieron de los tejados y se dirigieron hacia el callejón, preparados para actuar. La noche en Tokio apenas comenzaba, y la ciudad ofrecía muchas oportunidades para aquellos que buscaban caos y destrucción.

Con Deidara y Sasori.

Deidara y Sasori se encontraban en una cafetería elegante en Tokio, discutiendo sobre sus impresiones del nuevo mundo y sus compañeros. Deidara, con su habitual entusiasmo, hablaba con gestos amplios y emocionados.

—Oiga, maestro... ¿No cree que Orochimaru se reincorporó demasiado rápido? —preguntó Deidara, con un gesto preocupado mientras tomaba un sorbo de su café.

Sasori, sentado enfrente con una expresión tranquila, observó a su compañero con una mezcla de interés y desdén. —Orochimaru siempre ha tenido una habilidad sorprendente para sobrevivir y adaptarse —dijo Sasori con frialdad—. Su deseo de obtener poder la inmortalidad es una constante en su vida. No me sorprende que haya encontrado su lugar en este nuevo mundo tan rápidamente.

Deidara se acercó, aunque no parecía completamente convencida. —Sí, pero su actitud... es como si tuviera algún plan oculto. Aunque nos ha ayudado hasta ahora, no puedo evitar sentir que está jugando un juego propio.

—Es probable —admitió Sasori—. Orochimaru siempre ha tenido una agenda propia. Pero, en este momento, su conocimiento sobre técnicas y su habilidad para moverse entre las sombras nos ha sido útil. Sin embargo, siempre debemos estar alerta. Su traición no es algo que debamos descartar.

Deidara miró hacia la ventana de la cafetería, observando el bullicio de la ciudad. —Me pregunto si sus artes también han cambiado en este mundo. ¿Qué piensas de eso?

—Es una posibilidad —dijo Sasori, con una ligera sonrisa enigmática—. El arte de Orochimaru es en gran medida sobre la manipulación del cuerpo y la inmortalidad. Este nuevo mundo podría haberle ofrecido nuevas formas de experimentar y ampliar sus conocimientos. Sin embargo, nuestras habilidades también se han visto afectadas por este entorno. Los métodos y estrategias que empleamos deben adaptarse constantemente.

Deidara, siempre intrigada por las artes y la creatividad, se mostró pensativa. —Sí, el arte es un reflejo del mundo en el que se encuentra. Tal vez nuestras técnicas también podrían encontrar nuevas formas de expresión aquí. Aunque, para mí, el arte explosivo siempre tendrá un lugar especial.

Sasori asintiendo, comprensivo. —El arte explosivo tiene su propia belleza y utilidad, sin duda. Pero no olvides que la adaptación es clave. Este mundo podría presentar oportunidades para innovar en nuestra forma de trabajar.

Deidara entusiasmada, entusiasmada por la idea. —¡Sí, sí! Quizás podamos crear algo aún más impresionante en este mundo. Un arte que combina la fuerza destructiva con la creatividad inesperada.

Mientras los dos continuaban su conversación, el ambiente en la cafetería era una mezcla de tranquilidad y tensión. Aunque estaban en un lugar aparentemente normal, la realidad de sus objetivos y la intrincada red de sus compañeros de equipo seguía presente en sus mentes.

Con Hidan y Kakuzu.

En un callejón oscuro, alejado de las luces vibrantes de Tokio, Hidan estaba en su círculo ritual de sangre. Su rostro estaba lleno de éxtasis mientras realizaba su macabro rito a Jashin. Alrededor del círculo, los cuerpos de los ladrones que habían atrapado colgaban inertes, con claros signos de haber sido brutalmente torturados antes de encontrar su destino final en las manos de los Akatsuki.

—¡Oh, Jashin-sama! —exclamaba Hidan, alzando los brazos al cielo con fervor—. Él trajo estas almas inmundas para ti. ¡Acepta este sacrificio como prueba de mi devoción eterna!

Aún así, Kakuzu contaba el botón recuperado con la misma indiferencia que siempre lo caracterizaba. Unas bolsas de dinero y pertenencias robadas estaban esparcidas a su alrededor, mientras sus ojos verdes se fijaban fríamente en el valor de lo obtenido.

—Siempre haces el ritual más largo de lo necesario —dijo Kakuzu, sin siquiera levantar la vista del botón—. Y estos ladrones no valían el esfuerzo. Eran inútiles y no tenían mucho que robar. Solo basura.

—¡Cállate, Kakuzu! —Hidan le lanzó una mirada iracunda, con la sangre aún escurriendo por su cuerpo—. ¡No entiendes nada de fe! No es por el dinero, es por la satisfacción de ofrecer vidas a Jashin-sama. ¡Esto es lo que me mantiene inmortal, imbécil!.

Kakuzu susspiró, claramente fastidiado, mientras seguía revisando las pertenencias de los ladrones. —Tu "inmortalidad" es solo una molestia más para mí. Termina con eso rápido, tenemos cosas más importantes que hacer. Si quieres que sigamos viviendo en este mundo sin problemas, necesitaremos mucho más dinero. Aquí todo cuesta.

Hidan, con una sonrisa de satisfacción después de completar su ritual, limpió la sangre de su guadaña con la manga de su túnica negra. Se acercó a Kakuzu, viendo el poco botón que habían obtenido.

¿Ya podemos hacer algo más emocionante? —preguntó Hidan, quejándose—. Estoy harto de estos ladronzuelos. Necesito más acción, más sangre.

Justo en ese momento, el eco de unas voces resonó desde el extremo del callejón. —¡Alto ahí! ¡Están arrestados por asesinato!

Hidan y Kakuzu voltearon hacia el origen de la voz. Un grupo de hombres con uniformes azules, policías locales, los observaba con cautela. El líder del grupo se adelantó, con su arma en mano, mientras uno de sus compañeros, algo apartado, ya estaba hablando por su radio, llamando a refuerzos y, al parecer, a algunos héroes. La guadaña ensangrentada de Hidan y los cuerpos esparcidos alrededor no dejaban dudas de la situación.

—Tch, qué fastidio —murmuró Kakuzu mientras se levantaba lentamente. —Y pensar que intentaríamos mantener un perfil bajo.

Hidan, en cambio, esbozó una sonrisa maníaca, sus ojos brillando con anticipación. —¡Al fin! ¡Algo de diversión! Estos tipos van a ser el próximo sacrificio para Jashin-sama —dijo mientras agarraba con fuerza su guadaña y se preparaba para el combate.

—Hidan, no tenemos tiempo para esto —advirtió Kakuzu, su tono mostrando una mezcla de irritación y pragmatismo. —Si los héroes vienen, nos complicaremos aún más. Mata rápido o vámonos.

Hidan soltó una carcajada mientras se lanzaba hacia los policías, ignorando completamente la advertencia de Kakuzu. Los oficiales levantaron sus armas, intentando detener el avance de Hidan, pero este ya estaba demasiado cerca, balanceando su guadaña con una velocidad brutal. En cuestión de segundos, la sangre manchaba el pavimento mientras Hidan eliminaba a los oficiales con una mezcla de precisión y salvajismo.

—¡Jashin-sama, toma este sacrificio! —gritaba Hidan, completamente absorto en su frenesí.

Kakuzu, mientras tanto, observaba con una mezcla de resignación y enfado. —Este idiota va a atraer a todo el departamento de héroes si sigue así... y yo que quería ser discreto...

De repente, unas ramas intentaron atrapar tanto a Hidan como a Kakuzu. Aunque lograron esquivarlas con facilidad, ambos se detuvieron y alzaron la vista hacia el final del callejón. Ahí, Kamui Woods, con su característico traje, extendía sus ramas hacia ellos, sus ojos fijos en los Akatsuki.

—No pueden escapar de la justicia —dijo Kamui Woods con voz firme.

A su lado, el imponente Death Arms se preparaba para entrar en combate, sus enormes músculos tensos mientras adoptaba una postura defensiva. Y en la distancia, la gigantesca figura de Mount Lady era visible en la esquina de la calle, esperando bloquear cualquier intento de escape de los criminales.

—Ese tipo... es el héroe del otro día —Dijo Kakuzu mientras Hidan se abalanzaba contra Death Arms, logrando herirlo con su guadaña y extrayendo un poco de su sangre.

Death Arms rugió de dolor al sentir la guadaña de Hidan desgarrar su piel. El héroe retrocedió unos pasos, sujetándose su herida, mientras Hidan, eufórico, lamía la sangre que había manchado su arma.

—¡Es suficiente! —exclamó Death Arms mientras cargaba hacia adelante con un puñetazo que podría pulverizar una roca. Pero Hidan, anticipando el ataque, esquivó con una agilidad que desentonaba con su estilo brutal. El puñetazo golpea el pavimento, creando una grieta en el suelo.

—¡Sí, esto es lo que estaba esperando! —gritó Hidan, su voz llena de frenesí. Con la sangre de Death Arms corriendo por sus venas, comenzó su ritual de maldición.

Kakuzu, mientras tanto, se mantenía a la distancia, observando la pelea con desinterés. No le preocupaba que Hidan se enfrentara a los héroes, sabía que su compañero era inmortal, pero eso no significaba que quisiera perder tiempo innecesario.

—Estos héroes son más problemáticos de lo que pensé —murmuró Kakuzu. Sus ojos se fijaron en Kamui Woods, que se acercaba, intentando envolverlo en sus ramas. Con un simple movimiento de sus hilos de costura, Kakuzu desvió las ramas antes de que pudieran atraparlas.

Kamui Woods frunció el ceño. —Esos hilos... ¿Qué quirk es ese?-

—No necesitas saber más que eso antes de morir —respondió Kakuzu con frialdad.

Kamui Woods lanzó una nueva ofensiva con sus ramas, pero Kakuzu, previendo el ataque, desató sus hilos con una velocidad vertiginosa, cortando las ramas como si fueran de papel. Mount Lady, observando la escena desde la distancia, decidió que era su turno de actuar.

—¡Ya basta de juegos! —gritó mientras crecía a su tamaño máximo, sus enormes pies sacudiendo el suelo mientras avanzaba hacia Kakuzu y Hidan.

Kakuzu miró al gigante con una mezcla de exasperación y desdén. —¿Otra más? —Se preparó para atacar, pero antes de que pudiera moverse, Hidan estalló en carcajadas, en medio de su círculo ritual.

—¡Jashin-sama ha sido generoso conmigo hoy! —gritó Hidan mientras su cuerpo se transformaba en su apariencia esquelética ritual, con los patrones oscuros cubriendo su piel. Tomó la lanza ritual de su guadaña y, con una sonrisa sádica, se apuñaló en el pecho, haciendo que Death Arms gritara de dolor al mismo tiempo.

Death Arms cayó de rodillas, incapaz de entender cómo el dolor lo consumía a pesar de que no había sido tocado de nuevo. Kamui Woods gritó con desesperación: "¡Demonios!"-

— ¿Qué clase de quirk tiene ese maldito loco? —Preguntó el héroe de madera para sí mismo.

Hidan continuaba con su ritual, sonriendo macabramente mientras observaba a Death Arms sufrir. Su conexión ritual con la sangre del héroe lo hacía invulnerable mientras, con cada herida que se infligía a sí mismo, transfería el dolor a su oponente. Hidan, totalmente entregado a su frenesí sangriento, no mostró piedad.

—¡Jashin-sama está complacido! —gritó, riendo a carcajadas, mientras preparaba su lanza para dar el golpe final. —¡No pueden con el poder de Akatsuki!.

—Debe ser una nueva organización criminal —Pensó Death Arms.

Kamui Woods, con un esfuerzo monumental, logró agarrar el brazo de Hidan en el último momento, evitando que la lanza ritual apuñalara el corazón de Hidan y, al mismo tiempo, transfiriera el dolor a Death Arms. El héroe de madera tenía una determinación feroz en sus ojos, su rostro tenso por el esfuerzo de mantener a raya a un adversario tan impredecible. No sabía que clase de quirk tenía ese loco, pero pudo dar cuenta que de alguna manera, Death Arms y Hidan compartían el daño.

—¡No puedes escapar de la justicia, no mientras yo esté aquí! —exclamó Kamui Woods con voz firme, tratando de mantener el control de la situación.

Hidan, sorprendido por la intervención, giró su cabeza para enfrentarse a Kamui Woods. Su risa se detuvo abruptamente, reemplazada por una expresión de furia.

—¡Mar Maldito! ¡Déjame ir, inútil! —gritó Hidan, tratando de liberarse del agarre de Kamui Woods. La fuerza de la madera era implacable, pero la inmortalidad de Hidan hacía que la batalla fuera más complicada de lo que el héroe esperaba.

Mount Lady, ahora completamente gigante, avanzó con pasos firmes hacia Hidan y Kakuzu. Su imponente figura bloqueó la salida del callejón, y su mirada llena de determinación se fijó en los criminales.

—¡No se escape! —ordenó Mount Lady, sus gigantescos brazos extendidos hacia los lados como una barrera inquebrantable.

Kakuzu, viendo que la situación empeoraba, frunció el ceño y decidió que era hora de actuar. Con un movimiento rápido y preciso, lanzó varios de sus hilos hacia las piernas de Mount Lady, intentando hacerla tropezar.

—¡No es el momento de quedarse atrás! —murmuró Kakuzu mientras sus hilos cortaban los costados de las piernas de Mount Lady, haciendo que la gigante tambaleara ligeramente.

Mount Lady se tambaleó, y Kakuzu aprovecho esto para extender su brazo izquierdo, y le dio un golpe en el estómago a Kamui Woods, haciendo que suelte a Hidan.

—Muy bien, idiota —Dijo Kakuzu viendo a Hidan. —Termina tu maldito ritual para irnos de aquí.

Con Kamui Woods tambaleándose y Mount Lady tratando de recuperar el equilibrio, el caos en el callejón alcanzó su punto culminante. Hidan, viendo su oportunidad, se levantó con una sonrisa de triunfo.

—¡Jashin-sama me ha dado la victoria! —exclamó Hidan, alzando la lanza ritual y apuñalando su propio pecho una vez más. La lanza atravesó su cuerpo, pero el verdadero daño se transfirió de inmediato a Death Arms, que estaba en el suelo, agonizando.

Mount Lady, ahora recuperada del golpe de Kakuzu, avanzó nuevamente con furia. Sin embargo, antes de que pudiera actuar, Kakuzu lanzó un último ataque con sus hilos, rodeando a Mount Lady y cortando profundamente en sus piernas.

—¡Esto no se acaba aquí! —rugió Mount Lady, mientras trataba de liberarse de los hilos de Kakuzu. Pero su tamaño era un obstáculo, y el ataque sorpresa de Kakuzu la había debilitado.

Kamui Woods, con dificultad, se levantó, tratando de recuperar el control de la situación. Su mirada se encontró con la de Kakuzu, que estaba a punto de retirarse.

—¡No Escaparán! —gritó Kamui Woods, intentando involucrar a Kakuzu en sus ramas. Pero los movimientos precisos y calculados de Kakuzu lo mantenían a salva, y con un hábil movimiento, liberó a Death Arms de la influencia de Hidan.

Hidan, finalmente satisfecho con el sufrimiento causado, se giró hacia Kakuzu. —¡Vamos, Kakuzu! —dijo con una sonrisa sádica—. Ya hemos causado suficiente caos por hoy.

Kakuzu se acercó con frialdad, mirando el desorden que habían dejado atrás. Se volvió hacia Hidan, sus ojos llenos de desdén. —Sí, es hora de salir de aquí. Estas maricas ya han tenido suficientes por hoy.

Los akatsuki dieron un gran salto, yéndose por los tejados de la ciudad, mientras Kamui Woods y Mount Lady llamaron una ambulancia para Death Arms, que ya estaba en las últimas por culpa de Hidan.

Con la adrenalina aún corriendo por sus venas, Hidan y Kakuzu se desplazaban ágilmente por los tejados de Tokio, sus pasos resonando con fuerza sobre las cubiertas metálicas. La noche había caído completamente, y la ciudad, con sus luces parpadeantes, parecía un mar de estrellas debajo de ellos.

—¡Eso estuvo increíble! —gritó Hidan, riendo a carcajadas mientras su cuerpo aún emitía un aura de frenesí y emoción—. ¡Jashin-sama debe estar realmente complacido con nosotros!

Kakuzu, sin embargo, se mantenía en silencio, sus ojos observando meticulosamente el paisaje urbano. —Sí, sí, claro. Mientras tú te divertías, yo estaba aquí asegurándome de que no nos atraparan. Además, esa monstruosa mujer era más problemática de lo que esperaba.

— ¿Qué pasa? ¿Te has asustado de la fuerza de ese gigante? —bromeó Hidan, aunque su tono contenía un matiz de preocupación al recordar la fuerza de Mount Lady.

Kakuzu desvió la mirada con desdén. —No es eso. Pero esperaba ser más cauteloso.

Hidan frunció el ceño, su risa se desvaneció lentamente. —Pain-Sama dijo: "Eliminen villanos, y hagan que el nombre de akatsuki sea temido, y eso estamos haciendo".

—Si, ya lo se... solo esperaba esta vez ser más cauteloso —Dijo Kakuzu, soltando un suspiro. —Al menos akatsuki ahora es temido por algunos héroes... Pain-Sama estará algo feliz cuando lo reportemos.

Las sombras de los tejados de Tokio se movían bajo la luz de la luna, mientras Hidan y Kakuzu avanzaban hacia su próximo destino. La ciudad brillaba a lo lejos, pero para ellos, era solo un terreno de caza y caos. Hidan continuaba riendo, su entusiasmo desbordante a pesar de la noche llena de violencia y conflicto.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Hidan, girando su rostro hacia Kakuzu, su expresión un híbrido de euforia y expectativa—. ¿Vamos a buscar a esos héroes de nuevo o vamos a alguna parte más interesante?

Kakuzu, con su mirada fija en el horizonte, frunció el ceño. —No deberíamos llamar más la atención de la necesaria. Lo último que necesitamos es ser perseguidos por toda la fuerza de héroes de este país... mejor vayamos a reportar la pelea.

Hidan se encogió de hombros, aunque su mirada seguía brillando con un deseo de más acción. —Está bien, está bien. Pero no me digas que vamos a quedarnos escondidos todo el tiempo. ¡Necesito algo de emoción!

Kakuzu lo ignoró, sacando de su bolso una pequeña libreta y un bolígrafo. Comenzó a anotar sus observaciones sobre el enfrentamiento y las habilidades de los héroes que habían encontrado, su mente trabajando en la logística y las estrategias para futuros enfrentamientos.

—Hicimos un buen trabajo hoy, a pesar de los problemas —dijo Kakuzu, su voz tensa—. No subestimes a esos héroes. A Pain-Sama le gustará esto.

Hidan avanzando lentamente, su sonrisa permaneciendo en su rostro. -Perder. Pero también sé que cada batalla que libramos nos acerca más a conocer este mundo. Y cuanto más lo conozcamos, mejor será para nosotros.

Mientras se movían a lo largo de los tejados, comenzaron a planear su próximo movimiento. Los dos Akatsuki eran conscientes de que necesitaban mantenerse en la sombra, pero también de que su presencia no podía ser ignorada por mucho tiempo.

Fin del capítulo 3.

Hola amigos, espero que les haya gustado esta continuación... espero que apoyen estos tres primeros capítulos que estoy subiendo, estaré feliz de saber si les esta gustando la historia, gracias.