Tal vez las insistencias de Jake habían funcionado, o había logrado persuadir a Charlie, incluso Renée se calmó. Decidieron dejar que pasaran un par de semanas, pero si otro incidente ocurría en Forks, era definitivo, ese boleto de avión tendría mi nombre.

El ambiente en casa era de lo más extraño, era frío y tenso. Y cada vez notaba a Charlie más agotado, desvelado. Siempre sumido en su trabajo, repasando los mismos documentos una y otra vez durante la noche, no me extrañaría que el ritmo en su trabajo fuera aún peor. Pero, lo que más lo tenía acabado era el incidente con Billy Black de aquella noche.

Jake y yo entramos a la casa cuando escuchamos los gritos. Creíamos que habían perdido otra apuesta, pero ambos nos sorprendimos cuando escuchamos a Charlie sentenciar:

Es suficiente, fuera de mi casa.

No comprendes, Charlie.

¡Es mi maldito trabajo! ¡Mío! Así que no te metas. — lo señaló.

Charlie. — lo llamé sorprendida, Billy también lo estaba.

No te preocupes, Bella. No hay nada más que decir. — Vio a Jake, y este asintió.

No tuve tiempo de despedirme de mi amigo, ni pude confrontar a Charlie porque me ignoró y volvió a su oficina/estudio improvisado en la estancia.

De eso ya habían pasado tres días, que para Charlie sin ver a los Black sería lo equivalente al mes. Parecía querer llenar el espacio de Billy con su trabajo y la exhaustiva investigación que llevaban a cabo. Y como él no conocía los límites de desconectarse de su trabajo, ahora lo había traído a casa a un nivel diferente.

— Señorita Swan. — me saludó uno de los compañeros de Charlie, sirviéndose café en la cocina.

— Solo Bella, — me detuve a leer su placa — Ben.

— Solo Bella — repitió sonriendo.

— Quita esa sonrisa —lo regañó Charlie y lo corrió de la escena.

— No sabía que tendríamos visitas.

— El tiempo está en nuestra contra, tal vez deberías ir a casa de... — se quedó pensando unos segundos.

— Angela. — Le recordé.

— ¿La de lentes? — asentí. — Bien, tú. — señaló a lo lejos. — como acordamos.

No podía negar que me detuve más tiempo de lo normal viéndolo. Entró a la habitación con un porte recto, determinado, sentía que en cualquier momento marcharía o haría algún saludo militar. Cabellera rubia, sujeta firme en la parte trasera. Me saludó con una inclinación.

— Señorita Swan.

— Bella. — me limité a decir. Miré a Charlie. —¿Q-Qué acordaron?

— Hemos decidido que lo más pertinente, dadas las circunstancias es que Jasper te acompañe de ahora en adelante cuando salgas de casa.

— Te has vuelto loco — pensé en voz alta. Le sostuve la mirada al rubio — No necesito un niñero. No me pasará nada, Charlie.

— No quiero otro escenario Cullen-Swan mientras seguimos con el caso del Dr. Cullen.

— Te dije que yo no lo provoqué. Hasta cierto punto puedo entenderlo, a él.

— No necesito más problemas, Bella.

— ¿Por qué? — pregunté, indignada.

— Fue el acuerdo al que llegué con tu madre, bien.

No seas un problema más, Bella. Solo un par de días para que se tranquilice.

— Bien. — dije finalmente a regañadientes.

Respiré hondo antes de empujar ambas puertas y entrar al comedor. Era el primer día de vuelta a la "normalidad", era mejor que estar otro día encerrada viendo a la misma pared. Y creí que podría sobrellevarlo, fingir que nada había pasado, que no me encontraba involucrada en una guerra mediática en un pequeño pueblo escondido. Donde todos ven, donde todos escuchan, donde todos opinan. Creí que todo estaría bien, hasta que al dar el segundo paso vi a los Cullen levantarse de su mesa habitual y salir en por otra puerta.

Caminé hacia la barra, donde llené la charola con cosas que tomé mientras seguía en un pequeño trance, lo que me hizo volver a la realidad fue ver a Mike frente a mí, con una sonrisa para intentar reconfortarme, se ofreció a llevar mi comida. Me hubiera negado, de no ser porque sentía que en cualquier momento acabaría en el suelo.

— Son... raros. — dijo Jessica en un intento de tranquilizarme.

Di mi mejor sonrisa, aunque por dentro quería vomitar.

Abrí la llave del lavamanos, me miré una vez más al espejo y casi quería reírme, irónicamente de lo horrible que lucía, mis ojos estaban rojos y ardían, al igual que la punta de la nariz haciendo juego con las ojeras moradas en el ahora lienzo blanco que era mi cara.

Me mojé la cara y tomé papel para secarme, ni siquiera me importó que se mojara mi ropa.

La puerta se abrió y entró alguien, me sequé más rápido y tiré el papel, dándole la espalda a la chica que había entrado, intencionalmente porque no quería cruzar mirada con nadie, menos así.

Respiré hondo antes de voltear.

Me paralicé al ver a la más pequeña de estatura de los Cullen. Alice, la había llamado Jessica días antes. Sus grandes ojos miel me veían, cautelosa. Finalmente sonrió incómoda.

— Ya... estamos enterados. — me extendió una hoja.

Después de lo que pareció ser un eterno minuto, me acerqué, nerviosa.

— ¿Qué demonios? — balbucee confundida.

Los miembros de la familia Cullen, a saber, Edward Cullen, Alice Cullen, Rosalie Hale, Emmett Cullen, Esme y Carlisle Cullen, están prohibidos de acercarse a Isabella Marie Swan en un radio de 500 metros. Esta restricción de acercamiento estará en vigencia a partir de la fecha de emisión de esta orden y continuará hasta nuevo aviso por parte de este tribunal.

Me salté un par de párrafos para terminar con:

Cualquier violación de esta orden de restricción será castigada de acuerdo con las leyes del Estado de Washington, y los infractores podrían enfrentar sanciones penales y civiles.

Esta orden de restricción tiene como objetivo proteger la seguridad y el bienestar de Isabella Marie Swan. Cualquier solicitud para modificar o levantar esta orden debe presentarse ante este tribunal.

— Por eso fue lo de... la cafetería. — murmuró con timidez, analizando cual sería mi siguiente movimiento — No debo estar aquí, pero...

— Gracias. — respondí interrumpiéndola. — Escucha yo no, yo no quería esto.

Moví la hoja.

— Nadie de nosotros. Solo queremos que todo esto acabe, que Carlisle sea libre. — dijo apresurada, estaba nerviosa. No dudaba que en cualquier momento podía entrar su hermana y hacer una escena. — Él es inocente, Bella.

Dijo antes de salir.

Caminé hacia el auto, pensando una y otra vez lo sucedido. Intentando recordar algo más de lo que había pasado aquella noche, cuestionándome que tan real fue ver a Carlisle allí, tal vez era alguien más, ¿cuántos doctores rubios trabajaban en Forks?

Una mirada me trajo a la realidad, un semblante serio y algo intimidante, el otro Cullen, Emmett. Vi al otro Cullen llamando a su hermano, Edward. Y al tenerlo allí, ambos a punto de irse, seguramente por la maldita hoja que aferraba con fuerzas.

¿Acaso Edward también estuvo presente esa noche? ¿O Emmett? ¿Algún Cullen estuvo realmente involucrado? Ojalá pudiera recordarlo.

Crucé mirada una vez más con Edward antes de que un pálido rubio se atravesara en mi campo de visión, con esos ojos ahora risueños. Uniformado.

— Señorita Swan. — Extendió su mano ofreciéndose a llevar mi mochila.

— Bella. — murmuré. — Traigo mi auto, Charlie ya lo sabía.

— Te seguiré a casa.

— ¿Ahora eres una especie de guardaespaldas?

— Eres un importante objeto de investigación.

— Al que quieren mantener en una caja de cristal. — me burlé. — se llegar a casa.

Comencé a caminar, me siguió.

— Entonces tendré que ir de copiloto.

— ¿Y tú auto?

— Se lo llevó mi compañero.

— Que conveniente. — Vacilé con la vista al frente. Este sonrió. — ¿Te he visto antes? Antes de todo esto.

Podría asegurar que por un segundo su expresión cambió por completo, pero recuperó su amable gesto.

— No lo creo. — dijo antes de quitarme las llaves.

Me asomaba desde la cocina, incómoda con la presencia de Jasper en la casa, aunque estaba hasta la sala observando siempre hacia la ventana, y ocasionalmente se paseaba por la puerta que daba al patio a vigilar. Se me haría eterno hasta que Charlie volverá.

— ¿Así será esto? — pregunté cuando pasó a mi lado a inspeccionar las ventanas de la cocina.

— Si.

Me quejé, y tomé mis cosas, dispuesta a subir a mi habitación. Cuando escuché los pasos detrás de mí me detuve.

— No lo creo. — lo detuve.

Escuché cuando Charlie despidió a Jasper y encendió el televisor. No había hecho nada más que leer un poco, atenta a cualquier sonido sospechoso. No conocía a Jasper tanto como Charlie pudiera conocerlo. Pero no se que le pasó por la mente al poner a su hija con un completo desconocido y esperar que me sintiera a salvo.

Ni siquiera bajé a saludarlo, solo esperé a que llegara para poder calmarme un poco y poder dormir a gusto.

El sonido de la lluvia intensa me despertó. Pero sentí que mi cuerpo se tensó cuando en la esquina vi la silueta de un hombre y distinguí a Edward.

De inmediato prendí la lámpara en mi buró, cuando se encendió, no había nada.

Mierda, mierda, mierda.

Me incorporé, procesando todo. ¿Era él a quién vi aquella noche?

Estaba en el bosque, caminando entre el oscuro sendero intentando no tropezar con las gruesas raíces de los árboles viejos que se hundían en el suelo. Maldije cuando tropecé con una de las ramas, cayendo de rodillas. Cuando volteé para ver el grueso de la rama, ahogué un grito y me incorporé lo más rápido que pude. La raíz resultó ser un delgado y pálido brazo cubierto con tierra, el cual estaba conectado a un delgado cuerpo escondido entre las ramas, pude distinguir la llamativa cabellera roja, cubierta con una capa de lo que podía ser lodo o sangre. Y aunque no quería verle, solo tuve que mover un par de hojas para ver su expresión horrorizada.

Quería llorar, quería llamar a alguien.

Sentí la respiración a mi espalda.

Bella.

Me desperté.