Desperté bañada en sudor, miré el reloj y agradecí que pasaba de las cinco de la mañana. Era otra noche con la misma pesadilla recurrente de los últimos cinco días. Las formas en las que la encontraba cambiaban, pero la voz que me llamaba antes de despertar era la misma, y provocaba el mismo miedo.
Salí de la ducha intentando distinguir entre el vapor que cubría el pequeño baño, limpié el espejo y me miré en el. Las heridas habían cicatrizado por completo sin dejar marcas.
— Ben. — saludé al mismo chico, mientras me devolvía el saludo con su taza de café ya designada.
— Solo Bella. — repitió el chiste local. Cada mañana era lo mismo.
— ¿Alguna novedad? — preguntó Jasper entrando a la habitación.
— No en los últimos diez minutos — murmuró Ben.
— Eso creí, entonces ponte a trabajar.
Abandonó la cocina, dejándonos solo al rubio y a mí.
— Te ves terrible. — murmuró mirándome de pies a cabeza.
— Gracias.
Tomé el desayuno y caminé hacia el comedor, pasándole por un lado. Sentí un escalofrío de lo más extraño cuando hice contacto, lo miré por unos segundos, él hizo lo mismo.
— Por el momento será todo. — dijo Charlie entrando. — Les daré el resto del día libre, los necesito descansados.
Jasper asintió sin más y se fue, no sin antes despedirse con un pequeño gesto, que decidí ignorar, dejé el plato sobre la mesa y me senté viendo hacia la ventana.
— De acuerdo, es suficiente. Tu, yo, saldremos de esta maldita casa por unas horas.
— A la orden, jefe Swan. — murmuré sin despegar la vista de la ventana.
Escuché como se quejó y se retiró. Desde que había decidido poner la orden de restricción con los Cullen y asignar a su mano derecha, Jasper; una extraña muralla se había levantado entre nosotros. Aplicándonos la Ley del Hielo el poco tiempo que coincidíamos por su agenda de trabajo y resentimiento de mi parte.
— De acuerdo ¿Qué necesitas? ¿Ropa? ¿Zapatos? ¿Cosas de chicas? — preguntó Charlie cerrando la puerta de mi auto.
— ¿Cosas de chicas?
— No hablo ese idioma, no seas dura conmigo.
— No necesito nada de eso. — murmuré mientras me ponía el cinturón. — sorpréndeme.
Charlie condujo silenciosamente hacia Seattle, con la vista siempre hacia la carretera, hacia preguntas ocasionales sobre mis compañeros y clases. A mitad del camino decidió poner su CD favorito, y las únicas cinco canciones de Country se repitieron por el resto del trayecto.
Se detuvo frente a un local Third Place Books Seward Park, lo miré.
— Tengo que ver algunas cosas de trabajo en la ciudad y...
— Recógeme cuando termines. — lo interrumpí.
Salí del auto y entré al lugar, podría entretenerme por un par de horas con facilidad. El lugar era grande, acogedor, cálido e iluminado.
Me pasee por el lugar, recorrí tres veces los pasillos cambiando cada quince minutos el libro que compraría por uno mejor. Terminando con Mansfield Park de Jane Austin frente a la caja registradora.
Aún no había señales de Charlie cuando me acerqué al área de cafetería del lugar.
Charlie entró a la librería cuando ya iba por el tercer capítulo. Cerré el libro y lo seguía hacia el auto, lista para el trayecto de regreso. No me molesté en preguntarle a que había venido a la ciudad, porque ya sabía la respuesta: "Es confidencial". Eso había dicho las últimas ocasiones.
— Quiero trabajar por las tardes. — dije sin más.
— ¿Trabajar? ¿Por qué?
— Quiero hacer algo por las tardes.
— Entonces práctica algún deporte. — Al ver que no le respondí, continuo. — ¿Dónde?
— Mike me comentó que su madre busca ayuda en su tienda.
— No creo que sea seguro con todo esto.
— Él podría acompañarme de regreso.
Lo meditó por unos segundos.
— Déjame pensarlo.
— Por favor. — supliqué. — Necesito hacer algo o me volveré loca en esa casa. Necesito... distraerme.
— Puedes salir con tus amigas.
— Charlie.
— Bien, déjame pensarlo, hablaré con los Newton.
Era un avance.
El auto indicaba las seis de la tarde cuando dimos vuelta por la calle, ya había oscurecido. Ambos nos sorprendimos cuando vimos a uno de los compañeros de Jacob sentado en el pórtico de la casa. Se levantó cuando Charlie salió del auto.
— Sam. — escuché que lo saludó.
Me bajé y acerqué a ellos. Le observé, Sam era alto y robusto, con una figura escultural que dejaba en evidencia su increíble fuerza. Sus brazos, amplios y musculosos, parecían diseñados para la protección y la seguridad. Los ojos de Sam eran profundos y expresivos, un par de orbes oscuros que parecían tener la capacidad de penetrar en el alma de cualquiera que los mirara.
— ¿Podemos hablar? — preguntó.
Charlie lo pensó. Pero le bastaron unos segundos para acceder. Tal vez una posible reconciliación con los Black se acercaba. Caminé detrás de ellos, les di privacidad y subí a mi habitación. Esa noche no hubo pesadillas.
— Bella. — me saludó Jacob cuando bajé las escaleras.
— ¡Jake! — lo abracé. — ¿Qué haces aquí?
— Habrá una búsqueda en grupo. — murmuró Sam pasando a nuestro lado. — ¿irás?
No respondí hasta asegurarme que me hablaba a mí.
— No veo porque no.
— Porque no es seguro. — murmuró Charlie desde la sala. — No irás.
— Nosotros la protegeremos. — dijo Sam antes de verme de nuevo. — ¿verdad Jacob?
— Si, así será. — respondió del todo convencido. No se relajó hasta que Sam continuó su camino hacia la sala.
— ¿Qué sucede? — pregunté.
— No es nada.
Salimos de la casa antes de que el equipo de Charlie llegara, y a pesar de que insistió en que Jasper nos acompañara, Sam se mantuvo firme y le aseguró que estaríamos bien. El resto de la pandilla de Sam, como Jacob la llamó un par de veces en las primeras historias que intercambiamos los primeros días; llegaron al poco tiempo: Paul y Jared. Por otro lado, los amigos de Jake: Embry y Quil llegaron con él.
Los adultos que supervisarían de cerca eran Harry ClearWater y Quil Ateara, a quienes junto con Billy Black podríamos llamarlos "La Pandilla de Charlie". Quil Ateara, también conocido como el viejo Quil, por su hijo. Aún seguía confundida de como se llegó a esta especie de tregua extraña, puesto que Billy no se había hecho presente.
— Nos dividiremos para ayudarles. — murmuró Harry. — Jake, Quil, Embry y Bella irán con mi amigo. — dijo señalando al viejo Quil. El resto conmigo. Sam, tu estarás vigilando ambos equipos, mantente cerca.
— Comencemos.
Antes de adentrarnos al bosque vi hacia la casa, donde Charlie les daba indicaciones a su grupo, le sostuve la mirada al rubio a lo lejos, antes de que Sam me empujara hacia delante con cuidado para que avanzara, le vi tensarse, dispuesto a caminar hacia nosotros cuando Charlie le llamó la atención.
No era el mejor de los ambientes, pero el humor del joven Quil nos distraía, por alguna razón Jacob se notaba algo tenso cada que Sam se acercaba a supervisar mientras nos adentrábamos más en las profundidades del bosque, se sentía más frío conforme avanzábamos.
— ¿Qué buscamos? — pregunté frotando ambas manos para entrar en calor.
— Alguna pista, algo fuera de lo usual. — murmuró Embry adelantándose. — creo que deberíamos dividirnos en esta área.
— Bien.
Jake llegó a mi lado.
— ¿Compañeros? — preguntó extendiendo el brazo.
— Tu irás con Quil. — murmuró Sam. — Yo iré con Bella.
No fue una sugerencia, fue una orden. Y antes de que Jacob llegara a contradecirle por la mirada que le sostuvo llegó Quil a llevárselo. Dejándome sola con él.
Me limité a sonreírle, incómoda.
— Encargo de Charlie. — dijo finalmente.
— No me sorprende.
Lo seguí mientras nos desviábamos hacia el noreste.
— ¿No tienes frío? — pregunté parar acabar con el silencio incómodo.
Era una extraña dinámica en la que yo avanzaba un par de metros y el estudiaba mi entorno en busca de algo en particular, nada diferente a lo que hacía Jasper.
— Eh... No. — respondió concentrado en su trabajo. — Por aquí.
Señaló hacia una pequeña bajada en el terreno que tenía un pequeño charco de lo que parecía fango cubierto de ramas.
— ¿Qué es eso? — pregunté asomándome un poco.
— Ten cuidado, no te acerques mucho, la tierra es resbalosa y... — mi pie se hundió en sobre las orillas intenté moverme para salir. — ¡Detente!
— Sam... — susurré con miedo.
— No te muevas. — dijo acercándose con cautela, sin dejar de observar a cada esquina.
Y el peso cedió, grité durante la caída, no fue nada grave más que un par de metros. Caí sobre el fango, de lado sobre mi brazo. Grité porque escuché algo crujir, probablemente mi hombro. Escuché a Sam llamarme mientras bajaba apresurado. Había quedado bajo un techo hecho con el paso de los años, a base de tierra, raíces y ramas. Intenté sentarme, empujándome con mi brazo libre, pero dolía, y el lodo era resistente como para soltarme tan fácil.
Sam me llamó varias veces, pero no respondí, no podía. Estaba paralizada. Tuvo que entrar y ensuciarse para llegar hasta mí.
— Sam... — le llamé sin despegar la vista de lo que había a metro y medio de mí.
Siguió la dirección en la que veía para notarlo, batalló un poco para distinguirlo. Pero yo no, no me era difícil recordar eso que a primera vista podía ser una rama, delgada, blanca, cubierta de suciedad.
— Salgamos de aquí. — dijo sujetándome de la espalda con cuidado. Grité cuando tomó mi brazo con el que impacté. — Mierda, Charlie me va a matar.
— Es... Es el brazo. — murmuré en trance. — De la pelirroja.
Sam no dijo nada hasta lograr sentarme apoyada al tronco del pino más cercano.
Paul y Jared llegaron antes que los demás. Vi la sorpresa en el rostro de Sam cuando sacaron el cuerpo y como era de esperarse, había acertado al color de cabello. Justo como en mis pesadillas.
— Bella.
Me recorrió el escalofrió, igual que en los sueños.
Volteé.
