-Bella POV-

— ¿Cómo estás, Bella? — Carlisle me miró, transmitiéndome su característica calma, mientras me encontraba sentada en su consultorio privado, en su casa. El murmullo de los demás Cullen se filtraba por la puerta entreabierta.
— Estoy bien. — Traté de forzar una sonrisa mientras me balanceaba nerviosamente en la silla.
Carlisle asintió, con paciencia, comenzó a tomar mis signos vitales, revisando mi presión arterial.
— ¿Te sientes mareada? ¿Tienes dolor en alguna parte? — Sus ojos dorados estudiaron mi rostro.
— No, solo... necesito hablar con Charlie. — Mi voz temblaba un poco. — necesito decirle que estoy bien, que estoy aquí.
Edward, que se mantenía cerca, se adelantó. — Yo me encargo de eso.
Salió de la oficina para contestar la llamada de Charlie. Me quedé a solas con Carlisle, quien retiró su estetoscopio y me sonrió con amabilidad.
— Bella, ¿puedes decirme si sientes algún malestar en tu pecho? — Preguntó mientras continuaba su evaluación.
— No, nada. — Le aseguré. — Lamento el problema en el que te viste involucrado por mi culpa. — Le confesé, bajando la mirada por un momento. — No sé por qué me estás ayudando después de todo.
Carlisle puso una mano reconfortante sobre mi hombro y dijo: — No es nada, tranquila.

Cerré la puerta detrás de mí con suavidad, tratando de contener el temor que me embargaba. Edward acababa de dejarme en casa, y sabía que mi llegada tardía desataría la escena de su vida por parte de Charlie. Sus pasos resonaron en el pasillo, cada uno de ellos era un eco de preocupación.
— ¡Bella! — Charlie me recibió con un rostro preocupado. Sus ojos oscuros estaban llenos de alivio y enojo a partes iguales. — ¿Tienes idea del susto que me diste?
Tragué saliva, sintiendo el peso de la culpa sobre mis hombros. — Lo siento. No fue mi intención preocuparte así. Edward... — Intenté explicar, pero él me cortó de inmediato.
— No me importa lo que ese chico haga o no haga. — Sus palabras eran cortantes— Lo que me importa es que tú estés bien.
Me sorprendió su tono, era más suave de lo que esperaba. Le observé.
— Estoy bien, de verdad. ¿Por qué estás tan... tan alterado?
Charlie abrió la boca como si fuera a decir algo, pero luego pareció pensárselo mejor. Agitó la cabeza, ignorando mi pregunta, y se dirigió de nuevo a la sala de estar. Era una clara señal de que la conversación había llegado a su fin.

Cerré la llave de la bañera, dejando que el agua tibia llenara el amplio espacio. Con pasos lentos y pesados, me quité la ropa y me sumergí en el agua caliente.
Una oleada de tristeza me invadió, pesada y asfixiante. Me sentía agotada, emocionalmente exhausta. Lentamente, dejé que el resto de mi cuerpo se deslizara hacia el interior de la bañera, permitiendo que el agua subiera hasta mis brazos, mis hombros, mi cuello. El calor y la presión del agua me rodearon, y por un momento, todo pareció desvanecerse. Con un suspiro, permití que mi cabeza se sumergiera en el agua. Permanecí allí, hundida en la oscuridad y el silencio.

Cuando llegamos a la escuela, la multitud de alumnos que rodeaban la entrada parecía más densa y ruidosa de lo habitual. Edward tardó un momento en rodear el auto para abrirme la puerta. Tomé apresuradamente mi mochila. Mientras avanzábamos hacia la entrada, él tomó mi brazo.
Un grito ahogado se formó en mi garganta al llegar al frente, observando la escena: tres cuerpos yacían en el suelo, rodeados de un grupo de estudiantes horrorizados. Reconocí al instante los cambios que traían puestos, después de todo era mi ropa, la misma que juraba que la tintorería me había hecho desaparecer. El corazón me martilleó con fuerza en el pecho mientras mis ojos recorrían la escena con incredulidad. Edward me llamó, su voz sonando lejana, pero apenas lo escuché. La morena del estacionamiento, la rubia de la biblioteca y una tercera, Chloe.
Las tres chicas estaban pálidas y una herida horrible cubría gran parte de la garganta de una de ellas. Era una pesadilla que se había materializado ante mis ojos.
Edward seguía llamándome, pero me sentía aturdida. Saqué mi celular, el cual había dejado de vibrar, y vi cómo la llamada perdida número ocho de Charlie parpadeaba en la pantalla. ¿Él ya se habría enterado de esto? Pareció responderme, porque a lo lejos las sirenas de la policía se acercaban. Edward me empujó con cuidado para que avanzara, escondiéndonos entre la multitud en movimiento, Emmett se acercó a nosotros y se colocó frente a mí. Llegó a preguntarle algo a su hermano en un tono casual, como si no estuvieran ante el caos en la escuela.
Emmett por alguna extraña razón estaba actuando como un escudo protector. Miré más allá de él y vi al personal de la policía de Forks, incluyendo a Charlie y a Jasper. Edward pareció percatarse, porque puso su mano en mi hombro y me movió con cuidado para que su hermano me cubriera por completo. Era un gesto sutil que podría pasar desapercibido para cualquier otra persona.
Jasper se movía entre la multitud. Con paso decidido, llegó a donde estaban los cuerpos y, en su presencia, se organizó un equipo junto a Charlie para dispersar a los alumnos que se habían agolpado para ver lo que había sucedido.

Los hermanos Cullen me condujeron hacia sus autos, donde el resto nos esperaba. Y entonces lo vi. Él, con su mirada intensa, me observaba. Por un instante, pareció sorprendido de verme allí o quizás de ver a la compañía que me rodeaba. Sus ojos se encontraron con los míos, y una corriente de electricidad pareció pasar entre nosotros.
Observé a los Cullen mientras Alice comenzaba a murmurar preocupada.
— Tenemos que sacarla de aquí, rápido. — Su voz era urgente, y su mirada se posó en mí, llena de preocupación.
El primero en reaccionar fue Edward, quien asintió en silencio y luego se volvió hacia mí. No entendía lo que estaba pasando y me sentía confundida.
Trataban de ponerse de acuerdo en lo que debían de hacer a continuación. Pero yo seguía mirando hacia donde yacían los cuerpos de las chicas. Los policías intentaban cubrir la escena mientras esperaban a que llegara la morgue.
Emmett insinuó a Edward que algo me estaba pasando, me preguntó qué estaba sucediendo, pero yo solo seguía mirando a las chicas. Me preguntó si las conocía.
— Traen puesta mi ropa. — me limité a decir.
Los Cullen se miraron entre sí, sus rostros reflejando su consternación.

De repente, escuché a lo lejos la voz de Charlie llamándome. Edward maldijo en voz baja. Alice tomó mi brazo y la miré confundida, avanzó conmigo hasta llegar a Charlie.
— Bella, ¿estás bien? — preguntó, preocupado.
Alice tomó la palabra por mí. — Le tocó ver la escena. No se siente bien ¿Le importaría si la llevamos al médico de la escuela?
Charlie maldijo de nuevo y luego asintió.
— Seguro que está saturado, he visto a chicos vomitar por la escena. — Me miró con preocupación. — ¿Tú también te sientes mal?
La miré y negué. Charlie asintió.
— Si no es mucha molestia, ¿podrían llevarla al hospital — no del todo convencido continuó con la opción que menos parecía agradarle — o a Carlisle? — preguntó a Alice.
— Claro, me aseguraré de devolverla personalmente cuando termine.
Charlie agradeció.
— Te veré en casa. — me dijo antes de volver a la escena del crimen.
Alice me guió hacia el auto de Edward.

Estaba sentada en la sala de la casa de los Cullen, mientras Alice, con su habitual actitud inquieta y amable, se ocupaba de hacerme sentir cómoda.
Esme, mencionó alegre que les llevaría algunos bocadillos mientras Carlisle regresaba de su turno en el hospital. Mi mirada se deslizó por la pared llena de libros que adornaba la estancia.
Volteé a verla.
— ¿Puedo contarte algo? — le pregunté en voz baja.
Ella me miró con interés, acercándose un poco más.
— Ayer... — comencé, sintiéndome incómoda al recordar lo que había presenciado — vi a esas tres chicas.
La confusión se dibujó en su rostro.
— ¿Las conocías de antes?
Negué.
— No, no las conocía. Pero las vi ayer, en la escuela. Incluso llegué a conversar con una de ellas.
Alice se removió en su asiento, aparentemente incómoda.
— ¿Las viste... muertas o vivas?
La pregunta me sorprendió. Estaba a punto de responder, pero Edward interrumpió nuestra conversación.
— Carlisle te espera en su consultorio. — Su voz era suave pero firme.
Asentí con un movimiento de cabeza y me puse de pie para seguirlo. Noté que Edward se quedó observando a Alice durante unos segundos adicionales. Su mirada parecía inquisitiva, como si estuviera buscando algo en los ojos dorados de su hermana.

Me había entretenido hablando con Esme en la sala cuando creí escuchar una voz conocida, y eso me pareció extraño. No pude resistir la tentación de asomarme al recibidor, y allí estaba Jacob, hablando con Carlisle y Edward.
— Jacob, ¿qué haces aquí? — pregunté, desconcertada.
— Charlie me pidió de favor que viniera a recogerte.
— ¿Está con Billy?
Él asintió.
Mi mirada se posó en Edward, quien simplemente dijo que iría por mis cosas. Carlisle se despidió y se retiró dejándonos a Jacob y a mí en el recibidor. Se acercó y me preguntó si estaba bien.
— ¿Cómo supiste que estaba aquí? — pregunté.
— Billy decidió hacer las paces con Charlie. Se enteró del incidente en la escuela y pensó que le vendrían bien un par de cervezas para despejarlo. Y después Charlie recordó que llegarías a casa y no habría nadie, por lo que me ofrecí a venir por ti.
Asentí, era algo que Charlie olvidaría al final del día.

Edward llegó con mi mochila en ese momento, y Jacob la tomó para llevarla al auto de Billy. Me dirigí hacia mi compañero de laboratorio apenada.
— No era necesario todo esto. — Le aseguré. — No quiero ser una molestia.
— No eres un problema en lo absoluto. — sonrió. — ¿Paso por ti mañana a la misma hora?
Asentí y me despedí antes de caminar hacia el auto.

El camino de regreso a casa fue tranquilo, Jacob contaba como había estado su día para llenar el silencio, incluso mencionó que ya extrañaba a Rebecca, a pesar de que apenas se había ido esta misma mañana.
— ¿Todo está bien, Bella? — preguntó al notarme tan callada y ausente.
Yo permanecí en silencio. Tomé mi mochila y comencé a buscar algo en su interior hasta que lo encontré. Lo saqué y se lo mostré. El collar que le pertenecía a Emily. Quedó pasmado al verlo de reojo, y su expresión se oscureció cuando abrí el relicario y revelé las fotos de Ella y Sam en su interior.
— ¿Pero qué demonios...? — murmuró, sin llegar a terminar la frase.
Antes de que pudiera decir algo más, sentimos un fuerte impacto contra algo. El carro derrapó en la carretera y terminó estrellándose.

Cuando finalmente pude entreabrir los ojos, me encontré dolorida y confundida. Alguien me sacó con cuidado del auto, y al entrar en contacto con esa persona, sentí un frío penetrante que me caló los huesos. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando vi a Jacob, inconsciente y con sangre en la frente, su cabeza reposando contra el cristal de la puerta del piloto.
Mi vista se nubló por un momento mientras intentaba enfocar a la persona que me sostenía, cabellera rubia, y aunque odiara admitirlo su rostro escultural que parecía esculpido por los mismos dioses, Jasper. Me dejó apoyada sobre el tronco de un árbol cercano. Escuché como dijo a través de la radio que había recibido un reporte de un accidente de auto a las afueras de Forks.
La siguiente imagen que captó mi vista fue a Jasper acercándose al auto con paso firme. Sin titubear, tomó a Jacob estampando su cabeza contra el volante. El claxon del auto sonó estridentemente y así lo dejó. El ruido continuó, perforando mis oídos.
Regresó a mi lado y me tomó en sus brazos con una fuerza que no esperaba. Su voz resonó en mi cabeza, diciendo que eso sería suficiente. Intenté recobrar la consciencia, forcejeé, pero mi cuerpo no respondía como yo quería. Solo podía percibir el aroma de Jasper mientras olía mi cabello, su aliento subiendo y bajando en una respiración entrecortada, extasiado.
— Dulce, Bella... finalmente — susurró, como si estuviera hablando consigo mismo.
Mientras avanzábamos más adentrándonos en el bosque, pude oír voces a través del radio, pero las palabras se mezclaban y no lograba distinguir nada con claridad. Mi cabeza seguía retumbando con dolor. Cerré los ojos una vez más, dejando que la oscuridad me abrazara.