-Bella POV-
Frente a mí estaba Angela, su cuerpo tembloroso y débil parecía al borde del colapso. Las cadenas que la sujetaban a la pared tintineaban débilmente con sus movimientos, y podía ver cómo luchaba por contener las lágrimas. Sus ojos, hundidos y rodeados de sombras, se encontraron con los míos, cargados de un miedo que me heló hasta los huesos.
¿Cuánto tiempo llevaba allí?
Un escalofrío me recorrió el cuerpo al pensar en la posibilidad de que más chicas de Forks High School estuvieran allí ocultas. Avancé trastabillando hacia la puerta de la celda. Miré alrededor, desesperada, buscando algún indicio de que no estábamos solas, pero solo el silencio y la oscuridad nos rodeaban.
— ¿C-cómo? —logré preguntar con la voz quebrada, mientras mis dedos temblorosos intentaban aferrarse a los barrotes. Las lágrimas empezaban a nublar mi visión.
Angela luchó por hablar, su voz apenas un susurro ahogado.
— Yo... Él... —Un nudo se formó en su garganta, y tosió con dificultad—. Me dijo que necesitaba mi ayuda para encontrar alguna pista sobre tu... desaparición. Pensé que, si lo ayudaba, te encontraríamos más rápido, pero... solo me ha utilizado...
El pensamiento de que la hubiera tocado, abusado de ella, me revolvió el estómago.
— Te juro que si vuelve a ponerte un dedo encima... —espeté, la adrenalina bombeando con fuerza en mis venas, a pesar del miedo que amenazaba con paralizarme.
Angela bajó la mirada, su voz temblando de puro terror.
— Se ha estado... alimentando.
Me quedé sin aliento.
¿Estábamos hablando de canibalismo?
Miré a Angela entre la oscuridad en busca de alguna parte de su cuerpo que faltara. La idea de que había estado compartiendo techo con un caníbal todo este tiempo... Un escalofrío me recorrió el cuerpo
¿Por eso intentaba no acercarse? ¿Era alguna clase de masoquista? ¿Qué era yo entonces? ¿Una tentación?
— ¿A-Alimentando? —la voz me comenzó a temblar.
— Bella... Él es...
Angela intentó responder, pero la puerta del sótano se abrió de golpe, y nos quedamos petrificadas. La figura que apareció encendió la luz, así pude ver el estado en el que la tenía con más detalle. Estaba cubierta en suciedad, su ropa echa giras y más delgada de lo que la recordaba. Su cuello, sus brazos, sus piernas... estaban cubiertos de marcas de mordeduras.
Retrocedí hasta que mi espalda chocó con la pared, intentando desesperadamente esconderme en la oscuridad.
¿Pero... qué? ¿Él?
— Vine a revisar tu herida. —murmuró Jasper con voz carente de emociones, acercándose a la celda. Sacó una llave de su bolsillo y la introdujo en la cerradura, el metal rechinó.
La puerta se abrió, dejando un espacio suficiente para que saliera por mi propia voluntad, pero no me atreví a moverme. Había algo diferente en él, en el ambiente, que me helaba la sangre hasta los huesos.
— Aléjate de mí —dije, mi voz nerviosa y quebrada, mientras intentaba inútilmente pegarme más a la pared. Jasper vaciló por un momento antes de entrar en la celda y tirar de mí con fuerza, a pesar de mis quejas—. ¡Suéltame... suéltame!
El tacto de su mano me quemaba, me desesperaba. Me arrastró hacia él, examinando de cerca la herida de mi mano. Estaba hinchada, roja, y latía. Tal vez se infectaría si pasaba más tiempo. Tal vez perdería movilidad. Ya ni siquiera la sentía.
— Mierda... Lo sabía, necesitarás que te revisen.
Miré a Angela, temblando ante su presencia.
— Ella lo necesita más. —dije a regañadientes.
— Ella no me interesa. —respondió sin siquiera despegar la vista de mí. Su tono era frío—. No hagas nada estúpido.
Me soltó de repente, y caí al suelo con un golpe sordo. Me arrastré hasta donde estaba Angela. La abracé con fuerza, intentando consolarla, pero ella solo pudo aferrarse débilmente a mis hombros antes de separarse y mirarme con ojos llenos de desesperación.
— Ya no soporto más, Bella... Me quiero ir —dijo entre sollozos, su voz quebrada.
— Te sacaré de aquí, lo prometo... Volveremos juntas. —Intenté sonreír, pero la presión en mi pecho era demasiado grande.
— No, Bella. —susurró, su voz apenas audible—. Quiero irme... Termina este sufrimiento, por favor... Mátame.
Un nudo se formó en mi estómago, y sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor.
— No digas eso, volverás a casa, te recuperarás... Y volverás a ser la misma Angela de siempre.
Pero mientras decía esas palabras, supe que no podía mantener esa promesa, y la impotencia me llenó de una tristeza que no podía contener.
La puerta volvió a abrirse con un chirrido que resonó en el sótano. Jasper había regresado, pero no venía solo. Mi corazón se detuvo al ver quién lo acompañaba: el Dr. Carlisle Cullen. Se detuvo un momento al cruzar el umbral, evitando mi mirada, como si contemplar esta situación fuera más de lo que podía soportar. Una oleada de emociones me invadió, recordando las fotografías que había visto, la imagen de Jasper y Alice juntos. Después de todo, de alguna manera, ellos se habían convertido en familia. Todos ellos.
— La revisaré —murmuró Carlisle, con voz baja, dejando su maletín sobre una mesa metálica cubierta de manchas. Su tono era profesional, pero sus ojos revelaban la profunda lástima que sentía por nosotras.
Observó a Angela evaluando rápidamente las heridas que marcaban su piel. Jasper se quedó en la entrada, recostado contra el primer escalón, su mirada distante.
— ¿Puedo? —preguntó tocando delicadamente mi brazo. Solo pude asentir, temblando. Me ayudó a ponerme de pie. Negó con la cabeza antes de volver a su maletín por pinzas, aguja e hilo—. Esto... dolerá, bastante. Lo lamento.
Mi respiración se aceleró al sentir los cristales incrustados en mi mano salir, uno por uno, acompañados de pequeños brotes de sangre.
— ¿Cómo está... Edward? —logré preguntar con la garganta seca, intentando concentrarme en cualquier cosa que no fuera el dolor que sentía. Carlisle esbozó una pequeña sonrisa, pero no respondió de inmediato. Continuó trabajando, sacando el último de los fragmentos de vidrio antes de mirarme.
— Él...
El sonido del quejido de Jasper interrumpió sus palabras. El ruido de un radio rompiendo el silencio llenó el sótano, una emergencia en algún lugar cercano.
— Si con eso puede sobrevivir por esta noche, déjalo así, puedes volver otro día —ordenó con impaciencia, sin siquiera apartar la vista de Carlisle.
— Necesito coserlo —insistió, su voz calma pero firme.
— No tienes tiempo.
Carlisle suspiró, no estaba dispuesto a dejarnos así.
— Entonces, solo le daré medicamento y guardaré mis cosas. —respondió, tomando un frasco de ungüento de su maletín.
Jasper maldijo entre dientes antes de tomar su radio y salir apresuradamente por las escaleras, dejándonos solos.
Carlisle se inclinó hacia mí, su mano suave rodeando mi muñeca para captar mi atención.
— Resiste, ellos vienen en camino. —susurró, manteniendo su compostura.
— ¿Quiénes? —pregunté, mi voz apenas un hilo, mientras el corazón me latía desbocado. Carlisle me dedicó una pequeña sonrisa antes de continuar aplicando el ungüento sobre mi herida. — No, necesito... Angela.
Carlisle se limitó a asentir y guardar sus cosas, tranquilo.
— Con eso bastará, tu mano sanará.
Jasper volvió a bajar las escaleras con prisa, su uniforme apenas abrochado.
— Fin de la visita — Se dirigió a Carlisle—. Emergencia camino a Forks, toma la desviación.
— Me las arreglaré —respondió Carlisle, recogiendo su maletín y dirigiéndome una última mirada. Se giró hacia Jasper, dándole una palmada en la espalda en señal de despedida—. Jasper.
— Carlisle.
Los dos hombres se encaminaron hacia las escaleras, pero antes de que desaparecieran, Jasper se detuvo y me lanzó una última advertencia.
— No... mueras —dijo, señalándome con un dedo. Lo ignoré, arrodillándome junto a Angela.
Lo siguiente que vi fue a Carlisle tomar a Jasper por sorpresa, empujándolo escaleras abajo. Ambos rodaron, pero Carlisle no soltó su agarre, inmovilizándolo con una fuerza inesperada.
— ¡Corre! —gritó Carlisle. Intenté liberar a Angela, mis manos temblaban mientras luchaba con las cadenas, pero estas no cedían—. ¡Yo me encargo de ella! ¡Ahora! ¡Ahora!
El forcejeo se intensificó en el suelo, pero Carlisle no intentaba herirlo, solo ganar tiempo. Sentí una descarga de adrenalina recorrer mi cuerpo. Me incorporé, trastabillando mientras corría hacia la puerta. Empujé con todas mis fuerzas la pesada puerta del sótano, cerrándola detrás de mí. Sin detenerme, corrí hacia la salida, viendo que la puerta principal estaba entreabierta, una pequeña rendija de esperanza.
— ¡Bella! —el grito furioso de Jasper resonó a mis espaldas, pero no me detuve. Salí corriendo bajo la lluvia torrencial, adentrándome en el bosque, con los pulmones ardiendo y el miedo empujándome hacia adelante, hacia la libertad.
