APODOS

El departamento que habían rentado era pequeño, pero se sentía un ambiente realmente reconfortante porque era un espacio que tanto Izuku como Katsuki estaban construyendo poco a poco. Ya no se trataba de un departamento prácticamente vacío, ahora ya contaba con más cosas: fotografías de ambos en diversas circunstancias, muebles, accesorios… aquel departamento gritaba que les pertenecía a los dos.

Y aquel era el principal motivo por el que Izuku conseguía sentirse seguro en aquel lugar cuando Katsuki se ausentaba por días debido a alguna misión que requería más tiempo. Pero justo ese día en particular, la desazón se había apoderado de todo del cuerpo del peliverde. Haber tomado una siesta mientras esperaba al rubio había sido una muy mala decisión pues había tenido una pesadilla, la más horrible que ya tenía tiempo que no experimentaba, hacía bastante que no sentía la desesperación de no poder llegar a tiempo, que no sentía el terror de ver a la persona que amas sin vida, la impotencia y el rencor tan grandes como para que su cerebro se desconectara. Decidir quedarse en el departamento y no salir en la búsqueda del rubio, ya le estaba costando demasiado trabajo. La pesadilla había sido tan vívida que no podía controlar el temblor de su cuerpo al recordar a su Kacchan en aquel charco de sangre en el campo de batalla. Que estuviera lloviendo en esos momentos no estaba ayudando para nada.

— ¿Izuku? ¿Por qué no respondías? Llevo como cinco minutos tratando de avisarte que ya había llegado, pensé que no estabas.

Izuku se giró dando un respingo, sorprendido por la interrupción, con su corazón latiendo acelerado. Su cerebro se estaba encargando de torturarle, pues en esos momentos, no podía evitar ver las imágenes de su pesadilla sobreponiéndose con el Kacchan real que estaba parado enfrente de él, luciendo realmente confundido de verle en ese estado. Estaba casi seguro de que, de seguir así, le daría un ataque de ansiedad.

— ¿Izuku estás bien?

Los ojos esmeraldas del peliverde se llenaron de lágrimas y sin responder nada, simplemente corrió en dirección del rubio para poder abrazarle con desesperación. De manera inconsciente colocó su mejilla sobre el pecho de su pareja, permitiendo que el sonido de los latidos del corazón ajeno lo reconfortara y lo regresara a la realidad. Que el corazón de su novio siguiera latiendo, le confirmaba que el rubio continuaba con vida y se sentía bastante agradecido de que su pesadilla solo fuera eso: un mal sueño que le había dejado un muy mal sabor de boca.

— Kacchan…

Katsuki suspiró con ligereza, pero no dudó en corresponder aquel abrazo con fuerza como si con ello pudiera proteger al pecoso de todo lo malo que pudiera acecharle. El rubio bajó su rostro de tal manera que sus labios quedaron a la altura del oído ajeno.

— Cualquier cosa que esté mal ya no debes de preocuparte por eso. Estoy aquí a tu lado y todo está bien. Lo sabes, ¿verdad?

— Lo sé. — Izuku asintió con alma, permitiendo que el sonido de la voz de su pareja invadiera sus sentidos y terminara por tranquilizarlo.

Katsuki podía darse una idea de lo que había ocurrido. Él había sido testigo de los ataques de pánico que había tenido Izuku mientras se encontraban hospitalizados al terminar la guerra. Quizás por fuera siempre sonreía ante los demás y decía que estaba bien para evitar preocupar a todos, pero cuando se encontraban a solas daba rienda suelta a sus más profundos temores. Participar en una guerra se dice fácil, pero ser testigo de la mayoría de los actos atroces que se habían producido en consecuencia, era mucho más complicado, y si bien habían llegado a un mudo acuerdo de no indagar en lo que ambos revivían en sus pesadillas, habían aprendido a sobrellevarlos juntos.

Katsuki sabía a la perfección que se trataba de uno de esos días malos, aunque no supiera cuál había sido el detonante que había desencadenado el estado de ánimo actual de su pareja. Lo que le preocupaba bastante al rubio, era que Izuku ya tenía bastante tiempo que no tenía un episodio a tal grado de ponerlo en tan mal estado.

— Vayamos a la cama, Zuzu… debes descansar, mañana tienes clases temprano, ¿no? — Mencionó en un susurro igual que antes mientras aferraba la cintura del pecoso con cariño contra su cuerpo.

Izuku parpadeó por un momento desconcertado. Aquellas palabras habían sido el detonante preciso para poder liberarlo de la bruma de incertidumbre en la que se encontraba atrapado. Un notable sonrojo se apoderó de sus mejillas al ser consciente de aquel apodo que nunca había escuchado.

— ¿Zuzu?

Fue el turno de Katsuki de avergonzarse así que, aprovechándose de la posición, recargó su mentón sobre el hombro del pecoso en un intento de ocultar su rostro sonrojado de su pareja, aferrando más el abrazo. Izuku no dijo nada, pero si se esforzaba en mirarle de reojo podía apreciar la punta de las orejas del rubio rojas. Sonreír con cariño le fue inevitable al peliverde.

Katsuki llevaba tiempo pensando en aquel apodo, pero como se le había hecho demasiado cursi, se había abstenido en decirle al peliverde de aquella manera. Pero ser testigo una vez más de la vulnerabilidad del nerd, prácticamente no se había dado cuenta de que lo había dicho hasta que el peliverde le preguntó.

— Si dices que es lindo, te mataré, nerd.

Izuku rio con suavidad ante el arrebato de su novio, olvidando poco a poco el mal rato que la pesadilla le había provocado. No mencionó nada, pero aprovechó la cercanía para poder acariciar la espalda del rubio con suavidad en un intento de sacarlo de su improvisado escondite.

— Kacchan, mírame.

— No.

— ¿Kacchan?

— ¡Jodidamente no te miraré, Deku!

Izuku volvió a reír otro poco para después inclinar su rostro en dirección a la mejilla del rubio para así poder acariciarla con la punta de su nariz en un gesto cariñoso.

— Mírame, Suki.

Izuku susurró con suavidad en el oído de su pareja, provocando un estremecimiento en el cuerpo entero de Katsuki y que éste ejerciera un poco más de presión sobre la cintura del peliverde.

— Eso suena jodidamente empalagoso, nerd.

— Pero no dijiste que no te gustara, Suki.

Izuku rio con suavidad por una última vez antes de sentir una mordida ligera sobre su cuello proveniente del rubio a modo de reprimenda.

— Muy divertido, ¿no idiota?

Antes de que el peliverde pudiera responder, el rubio alzó el cuerpo del chico, sosteniéndolo de su cintura para después colocarlo sobre su hombro como si fuera un saco de papas. De esa forma también evitaba que el peliverde viera su notable sonrojo pues se había asegurado de que la cabeza del peliverde colgara sobre su espalda.

— ¡Kacchan! ¡¿Qué haces?!

Katsuki sonrío con diversión no respondiendo de inmediato, sino que caminó de esa manera, sintiendo los manotazos que su novio hacía en un vago intento de liberarse. Al llegar a la habitación, lanzó a Izuku a la cama que compartían para después colocarse encima de él, pero sin poner por completo todo su peso al apoyarse con sus manos. Izuku se sonrojó al tener al rubio tan cerca sintiéndose embriagado por su esencia.

— Si me dices de esa manera enfrente de los extras, te explotaré la cabeza, Zuzu.

Izuku se sonrojó de nuevo ante la petición de su novio. Otros estarían preocupados por recibir alguna amenaza de parte del gran Katsuki Bakugo, pero la calidez de esos ojos del color de los rubies y el tono cariñoso con el que había hablado, solo había ocasionado que el corazón del peliverde se acelerara frenético y emocionado.

— Y… ¿Cuándo estemos a solas? — Preguntó Izuku al colocar sus manos sobre las caderas del rubio.

Una sonrisa de costado se dibujó en los labios de Katsuki mientras bajaba su rostro en dirección a la del pecoso. — Bueno… — Susurró besando la frente ajena. — Cuando estemos solos… — Continúo besando su mejilla izquierda. — Puedes decirme… — Un nuevo beso ahora en su mejilla derecha. — Como te plazca… — Susurró sobre los labios del chico antes de besarlos con suavidad siendo correspondido de inmediato por el peliverde con el mismo cariño que él intentaba transmitir.

Quizás aún tenían muchas cosas y traumas que resolver, pero al menos en aquel departamento podían ser ellos mismos, aunque eso significara emocionarse por tener un apodo tan cursi que provocara que su corazón se acelerara con toda la emoción que no podían expresar simplemente a través de las palabras.