BUSCANDO MI DESTINO

Hoy no era su día. Estaba claro, primero lo de la mantícora, luego lo del hospital y finalmente la redada. Y por supuesto, no hay mejor manera que de escapar y pasar desapercibida que por uno de los pozos de Tebas. "Qué estúpida", pensó la hija de Hércules, tendría que haber imaginado que la trampilla conectaba con uno de los ríos subterráneos que pasan por debajo de la ciudad.

Después de caer lo que parecía una eternidad, cayó al agua. Por suerte la corriente no era muy fuerte y podía nadar sin problemas a contracorriente, el problema es que estaba helada y poco a poco sentía que sus extremidades se entumecían, además, de que su respiración se entrecortaba. Tenía que darse prisa y salir por la salida secreta de la zona oeste, justo al contario donde estaban realizando las redadas.

No podía ver nada, estaba todo oscuro, parecía que estuviese nadando por el río Estigia y se estaba adentrando al inframundo, o sea, se imaginaba Eri. Más adelante empezó a ver una luz tenue, se estaba acercando a un saliente de tierra. Al llegar trepó por unas rocas y descansó unos minutos para recuperar el aliento. Estaba agotada, no solamente por tener que nadar a contracorriente, sino por todo en general, quería tumbarse, dormir y que al despertar el día de hoy fuese una pesadilla.

"Venga Eri, un poco más, ya falta poco para llegar a casa" se dijo a sí misma, con las fuerzas que le quedaban se levantó y miró a su alrededor. La luz iluminaba una escalinata que iba hacia la superficie, así que, sin demorarse más, subió por las escaleras. Parecía que nunca se acababan, pero de un momento a otro se topó con una losa de piedra.

Intentó mover la piedra, pero no tuvo fuerza suficiente. Hades la observaba desde atrás, no podía negar que la mocosa tenía una muy buena figura para su edad, no era exuberante como su amiga, la rubia, pero no podía negar que tenía un buen trasero, "mierda, ahora soy un pervertido, como el hombrecillo rechoncho de la cantera". La chica era persistente y dura de roer; sin embargo, por suerte no había heredado la fuerza de su padre, vamos que era una simple mortal.

En ese momento, el señor del inframundo se debatió si ayudarla a mover la losa, le hacía gracia ver cómo la mortal estaba emperrada en moverla ni un milímetro, algo que para él sería pan comido, y cuando se disponía a pasar por su lado para echarle un cable, la losa empezó a moverse un poco.

Aprovechando que se estaba moviendo la losa, Eri, empleó todas sus fuerzas en moverla y ¡PUM! Losa fuera. Ahora, la pregunta del millón de dracmas… ¿Quién había movido la losa desde fuera? Eri, tenía que ser cuidadosa. Poco a poco acabó de subir las escaleras restantes y salió, no sin antes coger una piedra del suelo, por si acaso…

Se escuchó un sonido detrás de ella, se giró rápidamente y a punto estuvo de estampar la piedra en la cabeza de la persona misteriosa, si no fuese porque enseguida reconoció que era Patroclo:

— ¡Patroclo! ¡Qué susto! Pero, ¿qué haces aquí? Pensaba que te habías quedado en la ciudad - a Eri casi le da un infarto, ya era el atardecer. Acababa de salir por una de las salidas secretas que ni más, ni menos daban al cementerio. Sí, acababa de salir de una tumba…

— No te iba a dejar sola, hasta que vea que vuelves a casa sana y salva. Venga, vamos hasta el cruce de Tebas con el camino de Atenas, allí podrás coger la carreta de Acrisius y regresar.

— No sé, porque he tenido que ir por el camino difícil, ¡maldito Tadd!

— En realidad, es mejor así, en Tebas…, las cosas están muy mal, hubiese sido muy arriesgado si hubieses tomado el camino habitual. Por cierto, esto es de Ilena, póntelo, esas ropas no te van a hacer falta, además, están sucias, rotas y mojadas, definitivamente, en las últimas Eri.

— Pero…

— Ya sé que es el uniforme de la cantera de tu padre, pero puedes quedarte con todo lo demás. Sabes, se lo llevaré Ilena, a ver si puede hacer algo para recuperarlo, ¿te parece?

— Gracias, Pat.

— No hay de qué, pero venga date prisa. La redada se está extendiendo al oeste y al final, el rey ha mandado a dos de sus hombres de su guardia personal.

—¿Qué? ¿Uno de los asesinos personales de Licario? Hacía años que no salían de palacio, esto es muy turbio… — respondió Eri, quien se había ocultado detrás de una lápida a cambiarse, mientras el chico moreno le daba la espalda.

— Por eso, es mejor darse prisa, no creo que salgan de Tebas, aun así, mejor no tentar la suerte.

— Tienes razón. — Erianthe ya se había cambiado, llevaba una túnica sencilla de color azul que llegaba hasta por debajo de sus rodillas y una capa de viaje, aunque seguía conservando su casco y sus botas de trabajo.

— Mucho mejor, así no pareces un gato mojado —se mofó su amigo.

— ¡Oye! ¿A quién llamas gato mojado? Serás… — Eri se detuvo, olía a quemado, y no era el olor a azufre que iba siguiéndola todo el día, sino un olor muy intenso a madera quemada e incluso, de carne —pero, ¿qué es ese olor?

— No, Eri, no te gires, es mejor que no lo hagas - sin embargo, la chica del pelo naranja se dio la vuelta y luego que vio la dejó petrificada: estaba viendo la ciudad de Tebas, quemándose desde la parte este hasta el oeste.

Hades también se giró, y le sorprendía el caos y destrucción que estaba presenciando, sentía el halo de la muerte en esa ciudad, su oído de dios escuchaba los gritos y lamentos de los mortales, no como los del inframundo, sino más escalofriantes, ya que percibía el miedo en sus voces, el miedo a la muerte.

Se giró a ver a Erianthe quien miraba un total horror la escena.

— Eri, vámonos - dijo Patroclo casi con un hilo de voz, no se atrevía a mirar hacia la ciudad, estaba cabizbajo.

— No, no, no, no… — era lo único que repetí Eri todo el rato, una y otra vez - maldito Licario… — se levantó y se fue dirección a la ciudad, pero Patroclo la paró cogiéndola de la cintura. Los empezaron a forcejear.

— ¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Lo mato! Voy a matar a ese lunático, Patroclo, ¡suélteme!

—¡NO! ¡Vámonos! No es el momento, relájate. Ya tendrás tu venganza, acuérdate, el objetivo es derrocar a ese mal nacido. — en su mirada se podía ver el odio que sentía por el rey Licario y por todos sus secuaces.

— Lo sé, recibirá su castigo, pero no dejo de pensar que quiero matarlo, por todo lo ha hecho, por lo que nos ha hecho…

— Venga, vámonos, Eri. Hoy nos tenemos que retirar, ya tendremos tiempo para luchar.

— Está bien, Pat… — cabizbajos los dos se fueron al bosque, siendo un sendero que los llevaría a la estación de la carreta de Acrisius. Iban tomados de la mano, sin decir nada. Hades los seguía a una distancia prudencial, incómodo por la situación, observando a esos dos como con ese simple gesto se reconfortaban y se tranquilizaban mutuamente. "Me da mucha rabia este crío" pensaba el dios, pues una parte quería volver a hablar con la mocosa y para qué negarlo, le daba envidia que estuvieran agarrados de la mano.

Cuando la mirada de odio de Eri…, reconocía ese sentimiento, lo reconocía porque es lo mismo que sintió cuando derrotaron a los titanes y…, Zeus, su hermano…, qué más da, hace tanto tiempo de eso, pero aún le dolía, como le engañó para que se quedara un reino oscuro y sin vida. Tan absorto estaba en sus pensamientos, que ya habían llegado al punto de encuentro.

— Nos separamos aquí, Eri. Toma, quédate esto. — le estregó a la chica una daga - para que te defiendas y esto también, no es mucho, pero te ayudará durante un tiempo - era una bolsita con algunas monedas.

— Pat, gracias.

— No hay de qué, cuídate…

— Tú, también, te echaré de menos.

—Y yo, a ti. Nos vemos en 6 meses— y le doy un buen abrazo a su mejor amiga, iba a ser el mayor tiempo que iban a pasar distanciados desde que se conocieron, o por lo menos desde que tenía recuerdos con ella y le apenaba, porque ella siempre había sido su mayor apoyo en todo lo que hacían.

En ese momento, la carreta llegó.

— ¡Buenas tardes, Eri! ¿Ya es hora de volver?

— Sí, Acrisius, ya es hora, que ganas de llegar a casa. Ha sido un día largo. — Como hizo en la mañana, la chica se fue hasta el final de la carreta, se sentó y se colocó la capucha de su capa. Notó que alguien más se sentaba a su lado, "su misterioso acosador". Se volteó y vio a Patroclo apoyado en un árbol mientras empezaba a subir más gente. 5 minutos más tarde la carreta partió y Eri, le dijo adiós a su amigo con la mano, este también le devolvió el gesto.

Al igual que en el trayecto de ida, la carreta iba en silencio hasta que escuchó un hombre decir a otro:

— ¿Has oído lo que han dicho en la ciudad?

— Sí, qué fuerte, están buscando la hija de Hércules. Pensaba que había muerto hace 5 años cuando quemaron toda la villa con la familia dentro. — Hades notó como la chica se tensó y como apretaba los nudillos, "así que es por eso que no viven con lujos…", pensó.

— Sí, pero bueno, qué más da que esté viva o muerta, no es una heroína como su padre, para eso hubiese sido mejor que muriese en el incendio.

— Ya te digo, sin poderes, no sirve para nada.

Ante esa afirmación, una lágrima se deslizó por la mejilla de Eri. Qué frustración no poder hacer nada, ser una simple mortal que no puede cambiar nada, que no sirve para nada… Aún le quedaba una parada para llegar a casa, pero le pidió a Acrisius que parase la carreta, quería seguir andando:

— ¿Estás segura?

— Sí, necesito estirar las piernas.

— De acuerdo jovencita, ¡nos vemos!

— Adiós, cuídese. — y vio partir la carreta. Erianthe se quedó inmóvil en el camino, suspiró y miró hacia el cielo. Empezaban a verse las primeras estrellas y recordó, algo que le dijo a su padre tiempo:

"Sabes Eri, cuando era niño, fui un don nadie. Nadie me quería más allá de mis padres, era un inepto y un marginado. No servía para nada, pero un día encontré mi destino".

Al recordar esas palabras, la chica sonrió y empezó a caminar hacia casa. Aun lado del camino se podía ver un templo, o lo que quedaba de él. Del templo salía y entraba gente buscando respuesta de los dioses a la miseria y la hambruna, con cierta melancolía empezó a entonar una suave melodía:

No sé si podréis oírme,

no sé si aún seguís ahí.

Hace tiempo que perdí,

la esperanza.

Dioses del Olimpo,

os ruego, por favor.

Guiadme a encontrar mi destino,

ayudadme a luchar.

Mi oración es humilde,

solo quiero volver a ver un mundo,

lleno de luz y sueños.

Un mundo,

donde la gente viva sin miedos,

y pueda volver a sonreír.

Por favor,

ayudadnos a volver a vivir…

Hades se quedó mirando a la chica. Los estaba implorando, ninguno de los dioses de allí arriba se dignó a escucharla…, solo él. Estaba claro, que no iba que a ayudarla en esa oración tan cursi, tener el mundo patas arriba tal y como estaba era un lujo para él y para su negocio. Pero en cierto modo, le había gustado escucharla, le había embelesado su voz, pues era dulce y melancólica, "cuando sea mi esclava, pediré que me cante cada día", pensó.

Sin darse cuenta, llegaron a la intersección de esta mañana. Eri se paró y se giró:

— No me sigas más por favor, ya creo que te he entretenido lo suficiente para que no estés aburrido en una temporada. — dijo Eri a la nada, pero hacia donde le venía el olor a azufre.

—¿Por qué? ¿Acaso quieres que me vaya? Te he hecho compañía todo el día — le contestó el señor de los muertos irritado, "¿qué me vaya?", ahora viene lo mejor.

— Sí, no sé quién eres, no sé qué intenciones tienes, pero desde esta mañana me han ocurrido cosas malas. Estoy muy agradecida de que me hayas salvado la vida, sin embargo, ya está, por favor, quiero estar sola…

— Acabas de pedir ayuda a los dioses, ¿acaso no la quieres? — Hades iba a entrar en el juego y ver si la chica picaba el anzuelo.

— Claro que la quiero, pero tú no, no eres, ¿eres un dios? — dijo Eri con incredulidad, ¿podría ser que el ser que la seguía fueses un dios?

— Si quieres, te lo demuestro - el señor del inframundo estaba a punto de quitarse el casco y presentarse, cuando de repente detrás de los arbustos empezó a moverse algo. Eri sacó la daga y Hades paró en seco lo que estaba haciendo, dispuesto a defender a la mocosa, pero quien salió no fue ni más ni menos que el hermano pequeño de Erianthe:

— ¡Zenos! Qué susto, he estado a punto de lanzarte la daga, ¿qué haces aquí?

— ¡ERI! ¡ES MAMÁ SE HA DESMAYADO Y NO SE MUEVE! ¡CREO QUE ESTÁ ENFERMA!

¡Sorpresa! Doble capítulo este fin de semana. Y además, con canción incluida. Me he basado en la canción de Esmeralda del Jorobado de Notre Dame, por lo que, podéis imaginarla con esa melodía.

Estamos a punto de llegar a un momento muy importante de la historia, pero tendréis que esperar un poco para el siguiente capítulo.

Aún me falta subir los capítulos editados, pero en breve lo iré haciendo.

Gracias por seguir leyendo, por favor, dejad algún review para saber qué pensáis de la historia o si os gusta dadle follow o dadle a favoritos :).