LOS HABITANTES DEL INFRAMUNDO

Bajar al Inframundo se estaba haciendo eterno, no paraban de descender por las escaleras, que parecía que no tenían fin. Erianthe tampoco podía ver más allá, ya que el dios le tapaba la vista. Además, había muy poca luz. Las escaleras estaban solamente iluminadas por unas cuantas antorchas prendidas con fuego azul, como el propio Hades.

Ninguno de los dos se habló mientras bajaban a las profundidades del inframundo. El dios solo se limitaba a pensar que por fin tenía a la chica en su poder, pero de vez en cuando la miraba de reojo. A la luz de las antorchas, Erianthe se veía muy hermosa, con esa luz tenue y más bien tétrica, su belleza parecía etérea. Lo que tampoco pasó por alto, fueron las lágrimas de la chica que de vez en cuando se deslizaban por sus mejillas.

Muy en el fondo, pero muy en el fondo, el dios se sentía culpable, la verdad es que no le gustaba verla así, era como si la luz que normalmente desprendía estuviese apagada. Y no podía quitarse de la cabeza las veces que la había visto sonreír… "Maldición, esto no es bueno" se maldijo Hades.

Erianthe iba tan absorta que no se dio cuenta de las arañas que trepaban por las paredes, hasta que una se le subió por el brazo…

— ¡Ah! — gritó asustada Eri. Hades se sobresaltó y vio a la chica zarandear los brazos.

— ¿Qué te pasa?

— A-a-a

— ¿A? ¿Qué?

— ¡Araña!

— ¿Cómo la que tienes en el pelo?

— ¡Ah! ¡Quítamela! ¡Quítamela! — volvió a gritar Eri, pero esta vez se agarró de la túnica del señor de los muertos, quien estaba a punto de soltar una gran carcajada por lo cómica que se veía la mocosa.

La verdad es que no tenía ninguna araña en el pelo…, pero sí que tenía una en el hombro, así que se la quito y la dejó una de las paredes, "mejor así, no quiero que en el primer día a mi subordinada le dé un ataque al corazón".

— Ya está, no tienes nada. Estás libre de arañas — le aseguró Hades.

— Gr-gracias…, me dan pánico las arañas… — le contestó con un hilo de voz la chica, se había pegado un buen susto.

— Puff, pues vete acostumbrando porque aquí abajo encontrarás a montones - cuando miró a la chica, esta estaba blanca como la leche, "memorándum, a Erianthe no le gustan las arañas". — No pongas esa cara, es normal que haya bichos aquí abajo.

— Genial — dijo sarcásticamente la chica. La idea de tener que estar alerta por si encontraba esos bichos, no le gustaba nada.

— Supongo que es mejor que nunca conozcas a Aracne— añadió Hades.

— ¿Por qué?

— ¿No sabes quién es?

— La verdad es que no… — le dijo francamente Erianthe.

— ¿Qué os enseñan ahora en los colegios? Aracne es una mujer que fue castigada por Atena. La verdad es que la chica tuvo agallas de desafiarla, pero acabó bastante mal.

— ¿Y eso? ¿Qué ocurrió?

— Acabó convertida en araña, además de estar condenada a tejer para toda la eternidad, por lo que, mejor que nunca, te cruces con ella. No creo que te guste ver una araña gigante… — Hades sonrió al ver la expresión de Erianthe, "qué horror, acabó convertida en araña", pensó. Tan absorta se quedó pensando en el destino de Aracne, que no miró donde pisaba.

— ¡Uah! - Eri gritó de nuevo, pero esta vez porque se resbaló. Iba a caerse escaleras abajo, pero antes de que se golpease contra el suelo, notó que una mano la agarraba del brazo y la sostenía para que no se cayera:

— Mira que llegas a ser torpe, deberías tener más cuidado y ver donde pisas - Hades la miraba con cara de hastío.

— ¡Pero si no se ve nada! Apenas puedo ver más allá con esta luz. — le replicó Eri molesta.

— Oh, sí, ahora mando construir unas ventanas. ¡Estamos bajo tierra! Venga que no tengo todo el día - y siguió bajando por las escaleras, pero esta vez agarrando a Eri de la mano.

— ¿Pero, qué haces? Puedo ir sola. — mientras seguía bajando de la mano del dios.

— No lo dudo, pero hasta que no te acostumbres a la luz de aquí abajo te tomaré la mano hasta llegar al río, ¿capiche?— Erianthe dejó de replicar, ya que iba a ser inútil llevarle la contraría al dios de los muertos.

Se volvió a hacer el silencio entre los dos. Bajaron tranquilamente las escaleras sumidos en sus pensamientos, sin saber que los dos estaban pensando en lo mismo:

"Qué ridículo, no soy una niña pequeña para que me lleve de la mano. Aunque, tengo que reconocer que su mano es muy cálida y grande… ¡Eri, concéntrate! Ayer ya pensaste en lo mismo cuando te curó. Tiene las manos calientes, porque su poder es el fuego, pero ya está. Pero, por todos los dioses, hay que reconocer que es muy agradable," pensó la chica, quien tenía las mejillas sonrosadas, avergonzada por lo que estaba pensando.

Al mismo tiempo, dicho señor de los muertos no podía quitarse de la cabeza, que ahora la mocosa estaba justamente a su lado y que él no le soltaba la mano, para que no se caiga por las escaleras y no se desnuque, "esta cría va a ser mi perdición. Casi se desnuca bajando las escaleras, al final voy a acabar siendo su niñera. Aunque, no me desagrada agarrarle la mano, ayer ya noté que si piel era muy suave, pero su fragancia, es tan agradable… ¡Hades, concéntrate! ¡No pienses en estupideces!". El dios miró de reojo a la chica, quien miraba con mucha atención a los escalones, no obstante, también se fijó que tenía las mejillas. ¿Sonrosadas? "Qué raro", pensó, pues cuando la curó ayer también tenía la cara roja.

Afortunadamente, para los dos, llegaron al final de las escaleras. Los dos se miraron las manos y se soltaron inmediatamente, como si ese contacto les quemase. Erianthe se fijó que estaban delante de un embarcadero, podía oír el agua y recordó que Hades le había dicho que había un río, pero no podía ver nada. Todo estaba muy oscuro y parecía que había una neblina que envolvía todo ese lugar, por lo que, no dejaba ver más allá de donde estaban.

— ¡Caronte! —gritó Hades a la nada. Pasaron unos segundos y de entre esa neblina apareció un barco, con un barquero. Erianthe se sorprendió, pues el barquero era un esqueleto.

— Bienvenido, mi señor, le llevaré hasta su palacio — le dijo el esqueleto. Paró la barca al lado del embarcadero y este le hizo una reverencia a Hades.

Hades de inmediato se subió a la barca, mientras Erianthe se quedó petrificada en el embarcadero sin saber muy qué hacer, tenía que seguir a Hades, pero ¿había algún protocolo? Para subir al barco, necesitaba pagar una moneda, ¿dónde tenía el dinero?

— Mi señor, esta mortal aún sigue con vida. —puntualizó Caronte, que veía cómo la chica estaba "buscando algo", en su bolso.

— Viene conmigo, a partir de hoy será parte del equipo. —le contestó Hades, mientras miraba extrañado a la mocosa, "¿qué narices estaba haciendo?"

— ¡Oh! ¡Qué sorpresa! Bienvenida seas al inframundo, soy Caronte, el barquero de los muertos - le dijo el esqueleto haciendo una leve reverencia.

— Perdona mis modales, ¡Erianthe! Yo soy Erianthe, de Tebas. Mucho gusto, señor Caronte. Tome una moneda por su servicio. — Caronte la miró incrédulo, "qué muchacha más educada".

— Muchas gracias, pero esto es solo para aquellos que ya vienen muertos. No falta que me pague. — intentó rechazar Caronte ante la insistencia de la chica.

— Insisto, mi abuela me contó que para cruzar el río Estigia una moneda deberás pagar a Caronte, si no quieres vagar por sus orillas eternamente. — finalmente, Caronte aceptó y Eri se montó a la barca. Se sentó y partieron hacia la niebla.

A Hades cada vez le parecía más curiosa esa chica, le desconcertaba, pues no se había inmutado que le había hablado un esqueleto, pero es que, además, le había insistido en pagarle para pasar el río como todos los mortales. Cada vez sentía que había algo en ella diferente a todos los demás.

— Así que de Tebas, hace siglos que no sé nada sobre las carreras de carros, ¿qué tal van?

— Pues ahora están algo muertos, desde que estamos en guerra no se suelen organizar muchas carreras, además de que casi todos los atletas se han mudado a Atenas. Allí las cosas están menos tensas…

— ¿Deberás? Qué pena, a decir verdad, viene mucha gente de Tebas por aquí.

A Erianthe le parecía simpático el barquero, pero le entristeció oír que la mayoría de los ciudadanos que morían eran de Tebas, y eso le confirmó que lo peor de Grecia estaba en su ciudad.

Poco a poco la neblina se iba disipando y Eri podía ver lo grande que era ese lugar, parecía una caverna inmensa. Lo que le sorprendió es que ya no veía el lugar tan oscuro, "¿sería por qué se estaba acostumbrando?", pensó. Se percató que del agua emergía una cierta luz etérea y tétrica, así que se asomó un poco y…, no lo podía creer… ¡Almas!

El río Estigia, era cierto, estaba lleno de almas. Ante eso, Erianthe se asustó un poco, nunca había visto un alma, pero allí no una, sino miles de almas nadaban en las aguas del río. Lo que más le impresionó fueron las expresiones de estas, parecía que estaban sufriendo. De repente, un par de almas se intentaron subir a la barca, intentando agarrar a Eri.

— Muchacha, sálvanos.

— Sácame de aquí, preciosa.

Las almas empezaron a hablarle a la pobre Eri, quien enseguida se levantó asustada, al ver cómo las almas intentaban alcanzarla. Rápidamente, Hades se interpuso entre ellos y les arrojó una llamarada a las almas que intentaban subir.

— ¿Estás bien? —le preguntó Hades preocupado.

Eri reaccionó, se había quedado en shock.

— Sí, sí, estoy bien, no me lo esperaba…

— Nunca mires al río mientras estés en la barca, ¿vale? O intentarán persuadirte para llevarte con ellas al río.

— Pero, pedían ayuda y ¿por qué les has lanzado fuego? ¿Eso no les hará sufrir?

— ¿De verdad te preocupas por esas almas? —A Hades le estaba a punto de dar migraña, esa chica le estaba dando muchos quebraderos de cabeza, pero al ver la cara de preocupación le contestó. — No, ya no pueden sufrir por el fuego, y todos piden ayuda. Pero, recuerda, no todas las almas son buenas.

Erianthe asintió. El señor de los muertos volvió a tomar su posición al frente de la barca mirando al frente, pronto se abrirían las puertas que les conducirían al palacio, de pronto sintió cómo alguien le agarraba la túnica, estuvo a punto fulminar, de nuevo, la osadía de esas almas que no paraban de intentar que les sacase de ahí; sin embargo, se percató que no era ninguna alma, sino Erianthe, quien estaba de pie a su lado, aún se la veía que estaba algo asustada por lo de antes. Ante eso y sin decir nada, Hades dejó que la mocosa le agarrase la túnica.

De pronto unas puertas se abrieron dejando ver cómo el río continuaba por esa caverna, aunque se abría mucho más, ya que se podía visualizar al final el palacio de Hades. Una estructura imponente y amenazante como lo era su dueño. Erianthe se quedó asombrada, pues toda esa estructura estaba esculpida en la piedra formando una calavera, pero además se podía observar como esa piedra estaba pulida, para que tuviera un brillo espectral y tenebroso. Quien lo hizo era un genio.

— Qué pasada, es una maravilla… — se le escapó a Eri, mientras miraba embelesada hacia el palacio. La verdad es que era toda una obra de arte y en cierta manera era majestuoso, digno de un rey.

Hades atinó a escuchar a la chica. La miró con incredulidad, jamás en toda su vida se había referido a esa parte del inframundo como algo maravilloso, "esta chica es muy rara", pensó, pero le gustaba que apreciase este tipo de arquitectura.

A un lado del río estaba Cerbero, que gruñía y ladraba sin parar. Erianthe se sobresaltó, pues no se esperaba que Cerbero fuese tan grande, sabía que tenía 3 cabezas, pero no se lo imaginaba tan fiero. Hades, sin inmutarse, le lanzó un trozo de carne, a lo que las 3 cabezas se abalanzaron con ansias a devorarlo. La barca se iba alejando, dejando a las cabezas pelearse por cuál iba a comerse la carne.

— Qué suerte, tenéis un perro.— soltó Eri.

— ¿Suerte? ¿Sabes lo que es sacarlo a pasear? Es toda una tortura —le contestó Hades.

— Pues no lo sé, nunca he tenido una mascota. Mi madre no me deja tener animales en casa.

— Son mucha responsabilidad, nena. Y Cerbero está ahí para ser el guardián, pero cuidarle es como tener un grano en culo.

— Exageras, seguro que no es para tanto…

— Ya verás, ¿te atreves a sacarlo a pasear? —le dijo Hades con sonrisa maliciosa. A ese comentario Eri le miró con mala cara, si era sincera, no se veía capaz de hacerse cargo de perro gigante. Lo más seguro es que le haría trizas. — ves ni tú misma lo harías. — añadió el dios satisfecho de la reacción de la mocosa.

Siguieron navegando en silencio hasta llegar al embarcadero del palacio. Hades fue primero en salir del barco, le tendió una mano a la mortal para evitar que se cayera del barco, no quería más incidentes. La chica le miró con cierto recelo, pero enseguida aceptó la ayuda:

— Gracias —le dijo —y gracias a ti también Caronte.— se volteó Eri sonriendo al barquero.

— No hay de qué, Erianthe. — si el esqueleto pudiese sonreír lo haría. Hacía muchos eones que nadie le daba las gracias. Así que, hecho su trabajo, el barquero puso rumbo de nuevo a la otra orilla del río a esperar a los recién llegados al reino de los muertos.

— ¿Has visto Pena? Ya está aquí, ya ha llegado.

— Sí, ahora es nuestro turno.

Erianthe escuchó un par de voces a lo lejos.

— ¡Pena! —gritó Hades.

— Ya voy, su grandísima lugubriedad. — Eri vio cómo un diablillo de color lila descendía por las escaleras, se tropezaba y acababa empalado por el culo en uno de los pinchos que tenían las antorchas.

— ¡Pánico! —siguió el dios.

—Oh, lo siento. Yo lo arreglo —dijo otro diablillo de color verde alterado, mientras bajaba las escaleras, quien se chocó con el otro diablillo que se había liberado. Los cayeron por las escaleras, Pena bocabajo y Pánico acabó ensartando el culo de Pena.

— ¡Ah! —El dios de los muertos no sabía dónde mirar, sus subordinados eran un hazmerreír y Eri, se estaba conteniendo las ganas de reír.

— Pena.

— Y Pánico —se presentaron los dos —¡Presentes y a sus órdenes!

Erianthe ya no lo pudo soportar cuando vio que el diablillo verde se había quedado "clavado" en el culo del otro diablillo.

—¡JAJAJAJAJAJA, sois muy graciosos! — ante la reacción de la chica los dos sonrieron, "cree que somos graciosos".

Hades estaba irritado, así que sin más fue al grano:

— Bueno, Eri, bienvenida al palacio del inframundo. Es momento de presentarte que "tortura" vas a tener para toda la eternidad.

Erianthe dejó de reír. Había olvidado por completo que de ahora en adelante ese lugar iba a ser su prisión y que estaba a la merced del dios que le sonreía con malicia.

Y aquí el nuevo capítulo de la semana.

A Erianthe le encanta el arte y la arquitectura, por lo que, está alucinando con lo que está viendo en el inframundo, pero ¿qué le deparará Hades? Hay que admitir que al dios de los muertos le causa mucha curiosidad.

Por ahora, subiré capítulos cada semana, mientras intentó traducir la historia en inglés, para aquellos que prefieran el inglés la estoy traduciendo, poco a poco, pero a ver si consigo traducir dos capítulos por semana e intentar "atrapar" la historia original.

¡Gracias por seguir leyendo! Y ya sabéis, si queréis podéis dejar algún review para saber que os parece la historia.