Nota: El español no es mi lengua materna, por lo que puede haber algunos errores gramaticales. Intenté hacerlo lo mejor posible utilizando un traductor en línea. Si encuentras algún error o algo que no tiene sentido, envíame un mensaje en twitter /sorato_fan.

Espero que disfrute de la historia. Los comentarios son bienvenidos.

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Día 3 - (Self)Reflection/Crest of Friendship/Life Events: En Busca de Mí Mismo
5 momentos en los que Yamato reflexiona sobre sus decisiones y el camino que está tomando o deja escapar cosas importantes para él.

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Yamato se quedó mirando el objeto que tenía en las manos mientras se tumbaba en el suelo de otro bosque. No había pasado mucho tiempo desde que él y Koushiro encontraron sus emblemas y se desató la pelea entre Greymon y Tyrannomon. Las palabras que Gennai le había dicho al grupo hace un par de días y también las que le dijo a Koushiro sobre la razón por la que quería un emblema seguían resonando en su mente. Y fueron la razón por la que no pudo dormir esa noche. Así que al final se rindió y se marchó.


El cielo estaba lleno de estrellas y Yamato se dio cuenta de que había perdido la cuenta de cuántas noches llevaban en el Digimundo. Se preguntó si sus padres los estarían buscando desesperadamente a él y a Takeru y cuánto tiempo había pasado desde que los llevaron a ese mundo. El emblema de la Amistad aún colgaba sobre su camiseta verde oscuro.

– Ya deberías saber que es peligroso abandonar el grupo durante la noche. Uno de los soldados de Etemon puede aparecer en cualquier momento y atacarte.

– Lo sé. – Bajó la mirada hacia Gabumon. – Es que no podía dormir.

– ¿En qué estás pensando? – El Digimon reptil se sentó junto a su compañero.

– En muchas cosas, para ser honesto. – Yamato bajó la mirada hacia su emblema. – Pero sobre todo si voy a ser capaz de instigarte de la forma correcta, para que no hagas una digievolución equivocada como hizo Agumon y si este emblema me ayudará a mejorar como persona.

– No tengo ninguna duda de que lo harás enormemente. – Gabumon sostuvo sus manos entre las suyas. – ¿Pero a qué te refieres con mejorar como persona?

– Todavía no sabemos si eses emblemas significan algo o de qué tratan, pero tengo la sensación de que están profundamente conectados con nosotros, ¿sabes? No puedo evitar sentir que esto me va a ayudar a ser mejor persona.

– Esto es importante para ti, ¿verdad? – El Digimon ofreció a Yamato una cálida sonrisa cuando sus ojos se encontraron. – Ser alguien mejor para Takeru.

– Sí. – Admitió el chico. – Tengo que ser alguien en que pueda confiar y a quien pueda admirar. Es sólo un niño, me necesitas. Pero no sólo por Takeru, también por los demás. Y por mis padres.

– Estoy seguro de que Takeru ya te admira por tu forma de ser. Está claro que te admira como eres simplemente porque eres tú.

– Gabumon. – Dijo Yamato lentamente y pudo sentir como sus ojos se llenaban de lágrimas.

– No necesitas ser mejor para los demás. Necesitas ser mejor para ti mismo. Ese debe ser tu objetivo con lo que sea que signifique ese emblema. Y lo descubriremos juntos, como hemos hecho con todo hasta ahora.

– Ser mejor para mí mismo… – Dejó que las palabras de su compañero se asimilaran por un momento. La verdad era que aún estaba tratando de descubrir quién era o estaba destinado a ser. – Pero…

– No debes vivir según las expectativas de los demás, Yamato. Ellos no pueden dictar cómo debes ser, o nunca serás tú mismo. Tú eres quien controla tu vida. Pueden intentar dictarte todo lo quieran, pero al final es tu decisión. Tu vida.

– Lo sé. – Yamato dejó escapar una sonrisa. – Gracias, Gabumon. Me alegro mucho de que estés a mi lado en este viaje. No sé qué haría sin ti.

– No hace falta que me des las gracias. – Dijo Gabumon tímidamente. – Somos compañeros. Estaremos juntos hasta el final.

– ¡Puedes contar con ello! – Se arrodilló y abrazó a su compañero. – Deberíamos irnos ya. Es tarde y vamos a seguir andando por la mañana temprano.

– Sí.

El chico se levantó, cogiendo de la mano a su Digimon. – Vamos a descansar un poco.

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Yamato miraba una vez más su emblema entre las manos. No podía evitar seguir sintiéndose muy culpable por la pelea que había tenido lugar hacía un par de días.

– Yamato. – Dijo Tsunomon en un tono bajo y miró a su compañero con preocupación.

– ¿Qué me pasa, Tsunomon? – Preguntó de repente y cruzó los brazos por encima de las rodillas, colocando la barbilla sobre ellas. – Tengo el Emblema de la Amistad y hace días estuve luchando contra uno de mis amigos.

– Hiciste lo que tenías que hacer, ¿recuerdas? – El Digimon saltó más cerca de su compañero y sus miradas se encontraron. – Y además, eres el mejor del grupo para poseer este emblema. Siempre piensas en el bienestar de los demás y te aseguras de que nadie salga herido. Por no mencionar que siempre estás cerca para ayudarles cuando lo necesiten. Para mí, eso es la verdadera amistad.

– A mí no me parece verdadera.

– Pero pronto lo será. – Tsunomon le tranquilizó. – Y estoy seguro de que tú también lo entenderás cuando por fin descubras quién eres.

– Ni siquiera estoy seguro de poder averiguarlo.

– Seguro que lo harás. Se necesita mucho valor para dejar atrás a tu propio hermano para poder encontrarte a ti mismo. Quieres volver con él, ¿verdad?

– Quiero, pero… – Yamato se mordió el labio inferior. – Ya no estoy seguro de que me necesite. Ha crecido mucho desde que llegamos.

– ¡Claro que te necesita! Y tú también le necesitas. No me cabe duda de que cree en ti, por muy lejos que estés de él. Está muy orgulloso de ti simplemente por ser quien eres. Eres su mayor ejemplo y eso nunca cambiará.

– Lo sé.

Yamato guardó silencio y estiró las piernas. El movimiento le hizo darse cuenta de que su armónica seguía en el bolsillo, así que metió la mano en él y sacó el instrumento.

– Hace tiempo que no la tocas. – Afirmó Tsunomon mientras la miraba con admiración.

– Sí, no me apetece tocarlo en ese momento. – Él también miraba con cuidado y atención el objeto que tenía entre las manos.

Yamato cerró la mano alrededor de su armónica y la apretó contra la hierba. Tsunomon seguía mirándole preocupado.

– ¿Qué está pasando? – Saltó sobre sus piernas y le miró directamente a los ojos. – ¿En qué estás pensando?

– No sé si estoy haciendo lo correcto. ¿Crees que soy egoísta por dejar solos a los demás cuando más me necesitan?

– ¡Claro que no! – Dijo Tsunomon rápidamente, pero de forma tranquilizadora. – Nunca podrías ser egoísta. Así que necesitabas tiempo para descubrir quién eres y ser fiel a ti mismo. Eso no tiene nada de malo. Todos pasarán por eso en algún momento. Este es tu momento y no tiene nada de malo. ¿Me entiendes?

– Sí… lo entiendo.

– Nos reuniremos con los demás de nuevo cuando tu viaje haya terminado. Por ahora céntrate en tu nuevo viaje en busca de tu verdadero yo, ¿vale?

– De acuerdo. – Yamato intentó sonar tan firme como pudo. – Supongo que deberíamos irnos ya.

Dejó caer su armónica justo a su lado, junto a un árbol, y sujetó a su compañero con ambas manos antes de levantarse y empezar a alejarse.

– Yamato. – Tsunomon sonó alarmado y miró hacia el árbol y a su compañero con desesperación. – Tu armónica está ahí, la olvidaste.

– No la olvidé, Tsunomon. – Se negó a hacer contacto visual con el Digimon porque las cosas serían más difíciles para él. – La dejé allí a propósito.

– ¿Pero por qué?

– También estoy dejando atrás una parte de mí. Habrá un nuevo Yamato a partir de ahora. Vámonos.

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En cuanto Yamato entró en su apartamento aquel sábado por la tarde, oyó a su padre tocando su vieja guitarra. Le pareció raro porque no creía haberle escuchado tocar nunca, pero se quedó absolutamente maravillado con su sonido. Antes de darse cuenta, estaba junto a su puerta.

– Hola papá, ¿qué estás tocando?

– Hola, hijo. Estaba tocando una canción que solía escuchar mucho cuando era más joven.

– Es una canción muy buena.

– Lo es. – Hiroaki se guardó la guitarra. – Pero estoy un poco oxidado, hace años que no la toco. Así que no le estoy haciendo justicia a la canción.

– Bueno, me encantaría escuchar la original algún día. Pero no me cabe duda de que lo hiciste lo mejor que pudiste y definitivamente le hiciste justicia.

– No sabía que te gustaba el rock.

– ¿Sinceramente? Yo tampoco. Pero el sonido de tu guitarra es tan increíble que me atrajo enseguida.

– Me identifico mucho con eso. A mí me pasó lo mismo la primera vez que la oí. Por cierto, es mi primera guitarra. Mis padres tenían mala opinión de las guitarras en general y nunca me compraron una. Así que cuando tuve suficiente dinero, me la compré yo mismo. Sin embargo, nunca tomé lecciones de guitarra. Todo lo que aprendí fue viendo a otros guitarristas en conciertos y vídeos tutoriales.

– Parece interesante. – Yamato no podía dejar de mirar la guitarra roja colocada contra la pared. – ¿Puedo cogerla?

– Claro. – Hiroaki la cogió y se la entregó. – Lo primero que tienes que hacer es averiguar cuál es la mejor posición para sostenerla. Alguna personas prefieren el brazo de la derecha y otras, el da la izquierda. Es sólo una cuestión de preferencias, no cambia el sonido.

– Cierto.

Yamato no tardó mucho en descubrir que prefería sujetar el brazo de la guitarra con la mano izquierda y tocó los primeros acordes de su vida.

– Eso estuvo realmente bien para alguien que nunca ha tocado antes. Definitivamente tienes talento para la música.

– Me pregunto de quién lo habré sacado.

Una sonrisa se escapó de los labios de Hiroaki. – Estas cosas que tenemos al principio del brazo están hechas para afinar las cuerdas. Las usará mucho.

– Es impresionante, papá. – Dijo maravillado mientras le devolvía la guitarra a su padre.

– ¿Quieres quedártela?

– ¿Qué?

– Pareces muy entusiasmado con ella y yo ya no la toco como antes, así que creo que le darás mejor uso.

– Vaya, papá… – Se quedó mirando el instrumento que tenía delante. – La verdad es que no sé qué decir. Gracias.

– De nada, hijo. – Apretó ligeramente el hombro izquierdo de Yamato. – Si trabajas duro, aprenderás mucho y serás un gran guitarrista.

– Eso espero.


Yamato entró en su dormitorio poco después, llevando su primera guitarra. Se sentó con cuidado en su cama y se quedó mirándola a través de su dormitorio. Luego se metió la mano en el bolsillo y sacó su armónica, mirándola con atención. Iba a tener que dividir su atención entre ambos instrumentos, pero nunca podría olvidar al que le ayudó a atravesar los momentos más duros de su vida.

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Yamato estaba sentando en su cama, empaquetando sus últimas cosas antes de mudarse. Las únicas cosas que quedaban sin empaquetar eran su guitarra y su vieja armónica, que cogió y miró con atención. No podía decir qué era lo que sentía, pero algo en su interior había cambiado.


– Yamato? – Preguntó Takeru mientras iba a buscarlo a la casa. – El coche está completamente lleno y papá ya te está esperando.

– Gracias, Takeru. Ahora mismo voy. – Contestó Yamato sin mirar a su hermano. No podía apartar los ojos del pequeño instrumento que tenía en la mano.

– ¿Pasa algo?

– No lo sé. Simplemente me siento diferente.

– ¿Por tu armónica? – Takeru se sentó a su lado y también se quedó mirándola. – Pero te encanta.

– Sí, eso no ha cambiado. Es que… – Se quedó callado un momento, pensando en la mejor forma de decirlo. – No sé, siento que mi ciclo con ela llegó a su fin.

– ¿Como una nueva fase en tu vida?

– Sí, exactamente. Y tengo la sensación de que mi armónica ya no encaja, ¿sabes? Ya no tenemos que luchar contra Digimon malos y estoy a punto de entrar en la universidad. La edad adulta está llegando, y de alguna manera esta armónica me recuerda todo lo que hemos pasado en estos últimos siete años.

– ¿Ya no quieres recordarlos?

– Claro que quiero. Es una parte de mi vida que no quiero olvidar nunca. Es sólo que… – De repente recordó las palabras que le había dicho a Tsunomon durante su primera aventura en el Digimundo, después de que siguiera su propio camino para intentar encontrar su verdadero yo. La respuesta que le dio entonces a su compañero también parecía perfecta para este momento. – Dejó atrás una parte de mí. Habrá un nuevo Yamato a partir de ahora.

– Qué poético. – Takeru declaró con una sonrisa. – Así que básicamente ya eres oficialmente un adulto.

– En pocas palabras, eso es exactamente.

– ¿Y qué vas a hacer ahora con tu armónica? ¿Las vas a dejar aquí?

– Aún no estoy seguro. ¿Es extraño decir que yo tampoco quiero dejarla atrás?

– Bueno, si te sientes así es porque no estás del todo convencido con tu decisión o quizá tu viaje con ella aún no ha terminado.

– Puede ser.

– ¿Por qué no te lo llevas contigo y lo piensas de nuevo? Así no tomarás una decisión de la que te arrepentirás en el futuro.

– Tienes razón. – Yamato se quedó mirando la armónica de metal dorado que aún tenía en la mano, cerrada en un puño esta vez. – Pero…

Takeru se sorprendió y fue incapaz de reaccionar cuando Yamato se la puso en la mano. La mirada en sus ojos era de simple confusión. – ¿Qué fue eso?

– Quiero regalárselo a alguien que le dé mejor uso que yo.

– Pero Yamato… – El rubio bajó la mirada hacia el objeto tan importante tanto para él como para su hermano y se dio cuenta de que tampoco quería deshacerse de él. – ¿De verdad quieres que lo haga?

– Sí. – Dijo con firmeza.

– ¿No te arrepentirás?

– Puede que me arrepienta en el futuro, pero aún así quiero que lo hagas.

– Entonces está bien. – Dijo Takeru, aunque su corazón latía con fuerza y le dolía esa decisión.

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Yamato volvía a casa esa noche. Mientras caminaba por la calle, vio a un niño tocando una armónica y a su familia observándolo con orgullo. Ese mismo día, había tenido una conversación con uno de sus compañeros de clase en las escaleras de su colegio sobre el futuro y sobre cómo se había extendido por el campus el rumor de que Yamato supuestamente se uniría a las Fuerzas Armadas como oficial. La verdad era que aún no sabía qué quería hacer después de la universidad. Suspirando profundamente, reanudó su camino a casa.

Pero la suerte no parecía estar de su lado aquella noche. No muy lejos de donde había visto al niño, había un músico callejero cantando una canción y una cuantas personas se agolpaban a su alrededor disfrutando de ella. Se detuvo a escuchar al hombre durante un rato, aunque no mostraba ninguna emoción en su rostro debido a su conflicto interno. Finalmente, apartó la mirada y reanudó de nuevo su camino a casa. Parecía que la vida le estaba diciendo que la música seguía siendo una parte muy importante de su vida.


Los días siguientes fueron más o menos iguales, hasta que recibió aquella llamada de Koushiro, diciéndole que fuera a su oficina. Era lo primero que hacía después de terminar las clases, y no creía haber corrido tan rápido en su vida. Él debería haber esperado, pero todavía tenía esperanza que todo el grupo estuviera allí, pero sólo Taichi y Takeru aparecieron. Los demás estaban demasiado ocupados concentrándose en sus vidas. Fue entonces cuando recibió probablemente la peor noticia de su vida. Su conexión con Gabumon estaba llegando a su fin y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.

Obviamente, su primer reacción fue negarse a aceptarlo y salir furioso del despacho de Koushiro. Ninguno de los otros tres jóvenes intentó detenerle; sabían que necesitaba un tiempo a solas para asimilarlo todo y aceptar la situación. Antes de que se diera cuenta, se encontraba frente a una tienda de instrumentos musicales. Su mente le trajo inmediatamente a la memoria un evento de hacía dos años, cuando había dado su armónica a Takeru y le había pedido que se lo diera a alguien que seguramente haría mejor uso de ella.

Yamato no estaba seguro de cuánto tiempo llevaba en pie en la acera debatiendo consigo mismo si debía entrar en la tienda o no. Con un ligero movimiento de cabeza, finalmente cruzó la puerta y fue a buscar una armónica similar a la suya. Por suerte, consiguió encontrar una idéntica a la que solía tener cuando era niño y adolescente.

Encendió las luces de su apartamento y cerró la puerta tras de sí, dirigiéndose a su cama. El apartamento era muy pequeño, sólo dos habitaciones: la cocina y el salón, que él utilizaba como dormitorio. Así que no tenía muchos invitados. Pero deseaba expresamente no estar solo esa noche. Repasó su lista de contactos y estuvo a punto de llamar a Sora, pero pensó que estaría ocupada con los arreglos florales y no quería que la molestaran. Entonces pensó que podría llamar a Taichi. Después de todo, si había alguien que podía entender lo que sentía sería él. Y una vez más, decidió no hacerlo. Suspiró profundamente y se levantó.

El tiempo fuera era bastante agradable, casi un poco de frío. Pero a Yamato no parecía importarle. Miró un momento la armónica que tenía en las manos antes de acercársela a la boca. Hacía años que no tocaba aquella melodía, pero aún la recordaba bastante bien. Algo le decía que volvería a tocarla muy pronto, aunque deseaba con todas sus fuerzas que ese momento no llegara nunca.