Capítulo 7: Siéntete libre
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La mañana llegó de nuevo y cuando Inuyasha despertó volvían a estar acurrucados, en conclusión la barrera de almohadas no servía para nada. La diferencia era que ahora él era la cuchara grande, con la espalda de Kagome y su trasero acurrucado en su frente mientras la rodeaba con sus brazos, era consciente de algo muy duro entre sus piernas que se estaba encajando en la suavidad de la chica. Sí, esa era su señal para levantarse a correr, necesitaba despejarse.
Aún era temprano por lo que no había nadie alrededor de la casa, salió con rumbo a los bosques y comenzó a trotar, no quería pensar y más que nada no quería sentir. Estaba comenzando a preguntarse a sí mismo si estaba haciendo lo correcto. Kagome y su familia lo aceptaban sin preguntas ni condiciones, no era justo jugar así con los sentimientos de todos, pero ¿Ni aunque ella estuviera de acuerdo con sus locas ideas?
Estaba dando la vuelta al bosque justo para regresar a los límites del santuario cuando escucho los suaves sonidos de cánticos al igual que el tintineo de un Kagura suzu utilizado para las danzas ceremoniales.
La curiosidad fue demasiada por lo que caminando unos cuantos pasos más lejos de su camino original llegó a un pequeño claro rodeado de arboles jóvenes. Un pequeño paraíso lleno de flores en el suelo, diferente a todo lo que ya había observado en sus breves excursiones en el bosque. Justo en medio de todo estaba el anciano practicando una danza Kagura.
Se mantuvo unos momentos en completo silencio observando al abuelo antes de que esté se diera cuenta de su presencia.
— ¡Ah!, Muchacho que bueno que estas aquí, ven acércate.
— ¿Por qué esta practicando a esta hora de la mañana?— preguntó con curiosidad.
— Bueno el amanecer siempre es mi hora favorita para practicar las danzas ceremoniales. Ser bendecido por la diosa Amaterasu siempre es bueno para los templos. ¿Quieres acompañarme a practicar?
— Yo no…
— Vamos otro pequeño detalle para este viejo en su cumpleaños.
Le tendió los Kagura suzu que sostenía en sus manos y lo miró sonriendo por primera vez, el anciano estaba claramente feliz y de un muy buen humor hoy. Lo cuál lo estaba haciendo sentir cada vez peor. Tomó el instrumento con delicadeza y lo observó mostrarle los movimientos que debía seguir con practicada lentitud.
—Si bueno, feliz cumpleaños y lo que sea. – suspiró en derrota.
Inuyasha definitivamente no lo estaba haciendo bien, sus dos pies izquierdos quisieron hacer todo el alarde de presencia por lo que comenzó a perder ritmo en todos los pasos.
— Chico relájate, solo cierra los ojos y siéntelo en el fondo de tu mente y cuerpo.
Hizo lo que le dijeron, llenando sus pulmones con todo el aire limpio de los bosques que pudo retener y soltar lentamente para relajar su mente aunque sea un poco... se soltó, prácticamente se dejó ir con el sonido del suzu, llegó a un punto donde no sabía siquiera lo que estaba bailando. Pero la danza Kagura definitivamente no era. Sus movimientos con el suzu era más parecidos a una maraca de música latina que al sonido tradicional. Comenzó a saltar y mover las caderas de forma desincronizada, moviendo con fuerzas sus manos. Se estaba liberando, prácticamente dejando salir todo el estrés acumulado en las últimas fechas, y más que nada se estaba divirtiendo. Alzando las manos al cielo mientras sacudía sus improvisadas maracas con más fuerza y movía la cabeza al ritmo de música improvisada, no tenía pensado detenerse pero un par de risitas en su periferia lo petrificaron en su lugar. Abriendo enormemente sus ojos, justo ahí a unos pocos metros de distancia estaban Kagome y su madre quienes lo miraban divertidas, mientras que el viejo fruncía el ceño de nuevo con molestia.
Las mujeres comenzaron a aplaudir con emoción.
— ¡Bravo! muy bonito, ¡definitivamente me gustaría ver eso el día de mi boda cariño!
— ¡Kagome no te burles!— sentía como su rostro ardía en mortificación.
— ¡No me estoy burlando! – se acercó a su lado y lo miró de la manera más dulce que lo había mirado desde que se conocieron— Fue en realidad muy lindo, me encanto.
Solo pudo poner los ojos en blanco y resoplar pero sabía que sus mejillas rojas y sus oídos agitándose lo estaban traicionando porque Kagome sonrió aún más grande mientras apartaba la mirada de sus ojos y la dirigía a su cabeza. Su rostro estaba ardiendo de vergüenza.
— ¡Es hora de irnos niños!— les llamó la madre de Kagome.
— Nos dirigimos al pueblo, necesito ir a algunas florerías con Sango, pero tú iras con mamá al sastre, mientras Souta hace algunos recados extras. Desayunaremos allá ¿Esta bien?
— De acuerdo— Kagome era magnética por lo que no pudo evitar acercarse y darle un casto beso al que ella no tardo en responder.
— Vamos.— lo tomó de la mano y lo alejó del lugar.— Abuelo recuerda que tienes que abrir el santuario y avisar que mañana estará cerrado al público por los preparativos de la boda.
Se fueron antes de escuchar cualquier otra respuesta.
El pueblo era en esencia el mismo del día anterior, nada se sentía tan diferente aunque todo estaba a punto de cambiar para ellos.
Al parecer aún eran muy pocos los que habían escuchado la noticia de su apresurada boda.
Kagome se separó de él y su madre mientras se dirigían a un local de trajes tradicionales, el anciano que atendía era un viejo yokai de ojos saltones llamado Totosai, quién los recibió incrédulo ante las próximas nupcias. Costó un poco de trabajo convencerlo, pero tan pronto como accedió a ayudarlos su suegra saco un traje de boda tradicional de una bolsa de papel que llevaba con ella, al parecer era el mismo traje que había usado su difunto esposo cuando se casaron. Se sentía incomodo al usarlo, pero si eso hacia feliz a la familia Higurashi estaba dispuesto a sufrir en completo silencio. Lo empujaron dentro de uno de los vestidores y esperaron a que estuviera vestido con apoyo del anciano Totosai cuando no sabía como acomodar algo adecuadamente. El traje era un poco más pequeño que su talla y le quedaba muy ajustado.
— Mi difunto esposo era alto, pero creo que aún un poco más pequeño que tú… y menos musculoso.— su suegra lo miró con ojo crítico — descuida Inuyasha, Totosai es el mejor y lo tendrá listo para mañana. Serás el novio más guapo, mi hija estará encantada cuando te vea.
Miró al anciano que se la pasó refunfuñando en voz baja sobre trabajos apresurados y hanyo's enormes que venían al pueblo a robar lindas jovencitas, pero nunca negó que no podría hacer los arreglos necesarios.
Mientras acompañaba a la matriarca de la familia haciendo compras apresuradas por todo el pueblo para la comida del día de mañana no pudo evitar sentirse más culpable con cada segundo.
A media tarde pararon en un pequeño restaurante a comer algo. El sándwich y el café que habían consumido apresuradamente en la cafetería de Kaede por la mañana ya no era suficiente para sus estómagos. Mientras comían en completa tranquilidad sin que se sintieran incómodos los largos momentos de silencio, la mujer lo miraba con detenimiento, siempre con un semblante feliz que le recordaba mucho a Kagome.
— ¿Esta todo bien? – no pudo evitar preguntar.
— Claro que si querido. Solo quería que supieras que estoy muy feliz, no tienes idea de cuanto deseaba que Kagome encontrará a alguien que le hiciera compañía en esa enorme ciudad, un buen hombre que la hiciera feliz. Y verte a ti con ella es como un rayo de esperanza que me dice que todo saldrá bien. — se le llenaron los ojos de lágrimas— Ver a mi hija tan feliz, sonriendo enamorada, es todo lo que una madre puede pedir. Esperó que sean muy felices… y definitivamente quiero muchos nietos con hermosas orejas de cachorro.
Inuyasha sintió de inmediato como se le cerraba la garganta, la comida se había vuelto más como una roca en su estomago y menos la deliciosa sopa que había estado consumiendo. Los sentimientos de culpabilidad y remordimiento asomaron su fea cabeza junto con todas las inseguridades que guardaba bajo llave, y de repente ya no se sentía merecedor de esta familia. Los iba a decepcionar también y al final terminarían repudiándolo al igual que la familia de su padre y su madre.
Necesitaba a Kagome con urgencia, ella era un lugar seguro.
Justo como si los dioses estuvieran apiadándose y escuchando sus plegarias, ella entro al restaurante acompañada de Souta. Ella lo miró y la sonrisa que llevaba en su rostro poco a poco disminuyo entre más lo observaba. Le susurró algo apresuradamente a su hermano menor y se acercó con prisa a la mesa.
— ¡Aquí están! Los hemos buscado por todos lados — declaró con falsa alegría— Mamá necesito llevarme a Inuyasha, quiero que me ayude a decidir unas cosas, ¿Esta bien si Souta te acompaña el resto de la tarde?
— Claro que si cariño, pueden ir. Nosotros nos encargaremos de algunos detalles más antes de ir a casa. – los despidió.
— ¡Perfecto! ¡Muchas gracias mamá!
Inuyasha miró a su futura familia política y se despidió rápidamente con la mano mientras Kagome lo arrastraba por el brazo y lo sacaba con urgencia del lugar.
Caminaron en completo silencio por algunas calles antes de llegar a su auto.
— Vamos a casa antes de que pierdas la calma. — eso fue una orden definitivamente.
Sin decir una palabra en objeción se subió al asiento del conductor y en un parpadeo, apenas sin darse cuenta del tiempo y el camino, estaban en la parte posterior del santuario. Salieron del auto y subieron las escaleras rumbo a la habitación de Kagome como si estuviera en algún tipo de trance. Esta habitación se empezaba a sentir más como un santuario personal para calmar su ansiedad, un sentimiento que ni siquiera estaba consciente que poseía antes de venir a este pueblo y conocer a esta familia.
Estaban solos en la casa. El anciano estaba atendiendo a todos los visitantes del santuario, se negó a festejar su cumpleaños hasta el día de la boda por lo que no estaba dentro de la casa. Souta y la señora Higurashi seguían en el pueblo, por lo que se sintió con la libertad de tener un pequeño colapso.
— ¡No puedo hacer esto Kagome!, ¡Se me esta saliendo de las manos!... Tu familia esta tan emocionada con todo esto de la boda. Tu madre casi llora frente a mi y me dijo todas estas cosas que me hacen sentir que los estoy decepcionando o que lo voy a hacer tarde o temprano. ¡No merezco esta familia Kagome!, ¡No podemos seguir con esto! Tenemos que llamar a todos y decir que la boda se cancela.
Estaba balbuceando sin control, escupiendo palabras y excusas, lo sabía. Pero también sabía que tenía razón. Esto estaba mal.
— Inuyasha mírame. Esta bien, estaremos bien. Respira. Cuando todo esto termine y hayas arreglado tu ciudadanía tendremos un divorcio amistoso, seguirás hablando con mi familia si quieres y te juró que ellos no te odiaran.
— ¡Eso no lo sabes Kagome! La familia de mi padre me repudia, la familia de mi madre también me odia. ¡¿Quién quiere al hijo de la amante?! ¡Al hijo bastardo! Toda mi vida me han arrojado en cara que soy un error. Cuando mis padres murieron fue aún peor, prácticamente me echaron de la única casa que conocí toda mi vida. Poco importaba que mis padres se amaran de verdad y que al final el viejo se haya divorciado. Nadie me quería, Salí adelante yo solo, con la herencia que me dejó y con el paso del tiempo poco me importaba el repudio de los de mi misma sangre – comenzó a halarse del cabello con desesperación — Pero tu familia no Kagome, me matará si ellos también me repudian, son increíbles y que ellos me miren con desprecio en sus ojos será mi fin.
— ¡Hey mírame!— ella detuvo su apresurado descenso a la locura con solo sostener su rostro y mirarlo directo a los ojos – respira hondo y escúchame un momento. Esto es importante para ti, tú mismo has dicho que luchaste con uñas y dientes por el trabajo que tienes, nadie nunca te regalo nada, este es tu sueño y tu vida, no estamos desperdiciando nada. Mi familia estará bien, no son tan frágiles. La mejor cualidad que tenemos es perdonar y aceptar. Una vez que todo este hecho es probable que estén tristes, pero si seguimos trabajando juntos y llevandonos bien lo superaran rápido. Nadie te odiará, no los dejaré, y te aseguro que esta familia aún te querrá aunque ya no estemos casados. ¿Entiendes?
Inuyasha la contemplo con cuidado, buscando cualquier señal de engaño en su rostro y su olor, pero solo había calma. Su olor dulce y determinación en sus ojos lo estaba llevando a tierra. Confiaba en ella, siempre tenía la razón. Kagome se percató de cuando sus palabras entraron en su dura cabeza y lo tranquilizaron, lo abrazo con fuerza y sus manos comenzaron a acariciar su cabello y sus orejas. Sabía que ella adoraba sus oídos, la había escuchado suspirar al respecto en más de una ocasión. Nunca le tomó importancia, pero se estaba dando cuenta de que esos pequeños detalles que había captado sobre ella a lo largo de los años sí importaban, su obvia aceptación, paciencia y admiración eran muy importantes para él, de ahí que quisiera conservarla el mayor tiempo posible a su lado.
Continuaron abrazados unos momentos más, solo con ella se estaba permitiendo ser débil y a ella parecía que no le importaba ser el pilar que lo sostenía en estos momentos de crisis. Le estaba permitiendo conocer una parte de él que no había dejado salir desde su infancia al lado de su madre.
Absorbió con ansias su calmante aroma dulce y la sostuvo con más fuerza entre sus brazos por unos segundos antes de que Kagome tomará su rostro de nuevo. Lo miró con algo en sus ojos a lo que él no quería darle nombre. Mirarse en silencio a los ojos detenidamente se estaba volviendo algo de ellos, una comunicación tacita sin palabras ni gestos.
Muy lentamente lo atrajó hacia ella, a sus labios de pétalo, dándole tiempo suficiente para negarse, pero él no quería hacerlo, la seguiría al fin del mundo y de regreso.
Lamento que esta actualización haya tardado demasiado. Simplemente pasan cosas... la escuela, el deporte, la vida...
Si, la historia se siente apresurada, pero para quienes ya vieron la película entienden que todo el desastre pasa en cosa de segundos...
Por cierto Advertencia! el siguiente capítulo tiene clasificación M! muyyyyy M!!
