Ranma 1/2 es una obra cuyos derechos pertenecen a Rumiko Takahashi. Este fanfiction está realizado sin ningún ánimo de lucro y con el mero objetivo de divertir y entretener.
.
.
*··*·*·*·*·*··*··*
La chica y el gato
*··*·*·*·*·*··*··*
.
/1/
.
.
La lluvia caía gruesa sobre el asfalto.
Era verano, y el calor asfixiante de la ciudad parecía un poco más amigable mientras la cascada fresca de agua limpiaba las calles y el denso olor a petricor lo envolvía todo.
A primera vista no lo había notado, no fue hasta que se alejó unos cuantos metros cuando comprendió que había pasado algo por alto y regresó sobre sus pasos. Se quedó quieta, agarrando con fuerza su paraguas mientras la caja se movía.
El fino cartón se había empapado, las paredes de la caja estaban tan húmedas que parecían hechas de galletas mojadas.
Y dentro de aquella ruina, arrebujada, intentando huir de la lluvia había una persona. Una chica.
Akane se agachó y extendió el paraguas hacia la caja, intentando proteger a la enclenque figura que gruñía y se revolvía incómoda.
—¿Te encuentras bien? ¿Necesitas ayuda? —preguntó, porque estaba claro que así era.
La figura se giró entre las solapas de cartón casi deshechas y la miró con ojos salvajes, vagamente inteligentes.
Akane contuvo el aliento e intentó retroceder, pero agachada como estaba se desequilibró y cayó sobre su trasero, perdiendo el paraguas en el proceso.
La lluvia no le dio tregua, y quedó empapada en cuestión de segundos, a la par que sus ojos abiertos y perplejos observaban a la desconocida emerger de la caja y aproximarse a ella a cuatro patas.
No, no debería haberse detenido, no debería haber sido amable. Sobre todo no debería haberse metido donde nadie la llamaba.
La chica estaba delgada, y agazapada parecía diminuta, aún así aquellos ojos salvajes no engañaban. Era un ser feroz.
Akane retrocedió de espaldas, pero no se atrevió a ponerse en pie.
Ella la observaba con una curiosidad infinita, con un anhelo demasiado intenso para ser ignorado. Se aproximó sin importarle la lluvia, ignorando las ropas pegadas, los cabellos empapados, y la olisqueó.
En mitad de una de las ciudades más pobladas del mundo, en un barrio cualquiera, en una calle sin nada de especial y resguardada bajo la gruesa cortina de agua de una caprichosa tormenta veraniega, Akane Tendô, de apenas veintiún años de edad, pensó que iba a morir.
La aprehensión sacudió su pecho, a la par que el rostro de la desconocida y sus ojos azules como el cielo la evaluaban.
Inspiró su olor, Akane apretó los dientes y los puños mientras el calor de su piel se atisbaba a pesar de la lluvia, sus labios cerca de su mejilla.
La desconocida, de cabello imposible anudado en una trenza y ojos salvajes, se agazapó en su regazo y comenzó a ronronear.
Akane tuvo que acordarse de respirar.
—¿Qué…? —prácticamente graznó con el peso sobre sus piernas, con el calor de su cuerpo consolando su piel de la fría lluvia.
Parecía un gato, un animal. Estaba claro que aquella chica tenía serios problemas que no iba a conseguir suavizar con una sonrisa y un paraguas.
Akane se removió, y la extraña maulló.
¡Maullaba!
Le dieron ganas de reír de pura incredulidad. Echó su mano a tientas y recuperó su paraguas, después se la quitó de encima con palabras amables, sosegadas, y con caricias en su pelo empapado y detrás de las orejas.
La joven caminando a cuatro patas comenzó a seguirla, y Akane sintió otra nueva punzada de pánico cuando comprendió que no podía hacer otra cosa más que llevársela a casa.
Vivía en un pequeño piso que había rentado cerca de la universidad. Pequeño, pero más que suficiente para ella sola, ¿murmurarían los vecinos si la veían entrar en casa con una empapada desconocida? ¿Llamarían al casero para comentarle que, la joven en cuestión, caminaba usando las manos?
La cabeza de Akane daba vueltas, y aquellos ojos azules no parecían tener intención alguna de abandonarla.
Avanzó por calles estrechas, echando a cada pocos pasos la vista atrás, mientras su perseguidora bufaba a cubos de basura y se escondía ante el ocasional ruido de los coches al pasar.
Tenía algo de tierno, algo de indefensión dentro de toda esa ferocidad. Akane recorrió las calles y abrió la puerta de su piso, indicando a su curiosa acompañante que pasara, y así lo hizo.
A salvo de la lluvia, bajo la luz de la pequeña lámpara en la entrada, Akane tragó saliva y decidió que debía de enfrentarse a aquel problema con la mayor calma posible.
Había escuchado que, en una zona deshabitada de Japón, un niño se había perdido hacía mucho tiempo y había sido criado por lobos. ¿Sería ese caso parecido?
No alcanzaba a entender como una manada de gatos iba a criar a una chica en mitad de Tokio, pero estaba claro que aquella era la única explicación lógica, o al menos la única que se le ocurría.
—Ven, gatita, gatita… —La llamó mientras se quitaba los zapatos y se adentraba en el pequeño piso en busca de una toalla.
La desconocida olisqueó el aire y pareció complacida, Akane se fijó en que tampoco llevaba zapatos y que las ropas que le colgaban pegadas al cuerpo eran en realidad demasiado grandes para ella.
—Seguro que estás helada —reflexionó tomando dos toallas, una para ella con la que secó el rostro y la otra para su inesperada mascota.
Se agachó a su lado y con mucho cuidado empezó a secarla, primero el cabello y después el rostro y el cuello.
—Deberías quitarte esa ropa —continuó reflexionando en voz alta, hablándole como si pudiera entender algo de lo que decía.
Akane estiró las manos hacia los peculiares botones que le cerraban la camisa, eran de inspiración china, hechos con nudos. Su boca se contrajo en una línea mientras hacía su trabajo de forma eficiente, hasta que la extraña dejó que la gruesa tela cayera hasta el suelo. Llevaba una camiseta interior masculina, ni rastro de nada parecido a un sostén.
—Vaya —murmuró Akane compungida, mientras la chica se libraba del agua con una sacudida de la cabeza y después de la espalda.
Le puso la toalla encima, y la vio empezar a jugar con la tela dándole pequeños zarpazos llenos de placer.
Akane aprovechó que estaba entretenida y se ocupó de su propia ropa. Necesitaba un baño y cenar algo, quizás le quedaba un poco de arroz para calentar en el microondas.
Suspiró echándole una nueva mirada a su pequeño problema, mañana sin duda llamaría a la policía.
Se desnudó por completo y envolvió su cuerpo en la toalla, después se dirigió al diminuto baño, que con una bañera con espacio para una persona le bastaba para asearse y entrar en calor. Suspiro al recordar el maravilloso ofuro de su casa familiar.
Empezó a llenar la bañera mientras la chica se asomaba curiosa hasta el quicio de la puerta.
—Voy a bañarme, tú también deberías hacerlo, entrarás en calor. A saber cuantas horas llevas en la calle.
La gata pareció contestar con una larga lamida del dorso de su mano antes de comenzar a pasarla en forma metódica sobre su cabello. Resultaba tan extraña, tan misteriosa.
Akane llenó un pequeño barreño con agua, se sentó sobre un taburete de plástico y se deshizo de su toalla, comenzó a enjabonarse ante los ojos curiosos de la extraña, quien cejó en su empeño de asearse con su propia saliva para prestarle su total y completa atención. No pudo evitar sonrojarse ante semejante escrutinio, así que se dio prisa y se metió en la bañera emitiendo un suspiro de alivio.
La desconocida se acercó hasta el borde de la bañera y olisqueó el agua, como si estuviera evaluando si era o no un elemento peligroso. Resopló por la nariz y se alejó un par de pasos. Akane sonrió.
—A los gatos no les gusta el agua, ¿eh? —dijo apoyando ambos brazos sobre el borde de la bañera, la chica-gato hizo un ruido lastimero, como si temiera por ella solo por el hecho de estar metida ahí. Volvió a acercarse y esta vez sí, sumergió una de sus manos en forma de pata, con los dedos retraídos.
Pareció reflexionar unos momentos antes de hacer lo impensable, a pesar de su tamaño, la chica decidió que iba a meterse junto con Akane en la bañera.
Pegó un salto y quedó sentada sobre ella, Akane gritó, no sabía si por pudor o por lo absurdo de la situación, por no hablar de lo apretada que se sentía bajo el peso de la desconocida en aquel pequeñísimo espacio.
—¿Es que estás loca? ¡No puedes…! —Y de repente algo cambió. Fue como si la desconocida creciera, o como si la bañera se hiciera muchísimo más pequeña. De pronto el peso que había sobre sus piernas se duplicó, y el volumen de ella aumentó de forma increíble.
En un momento era una pequeña chica llena de curvas y ropa mojada, y en el siguiente dos poderosos brazos se apoyaron sobre los bordes de la bañera, con aquellos ojos vagamente inteligentes, azules y curiosos a escasos centímetros de los suyos.
Si hacía apenas una hora Akane pensó que iba a morir en la calle, ahora se daba cuenta de su gran error. Iba a morir allí, en su propia bañera, aplastada y asfixiada por aquel portentoso cuerpo masculino que de forma imposible se alzaba sobre ella.
El grito de terror salió de ella arañándole la garganta, y eso asustó al chico, quien cayó fuera de la bañera.
Akane gritó aún más cuando le vio agazaparse, de nuevo como un felino, pero esta vez con el maldito tamaño de una pantera. Sus ojos se encogieron, todo él se encogió ante su grito y retrocedió a cuatro patas hasta dar con la pared. Parecía sorprendido, parecía, quizás, asustado.
Akane intentó recuperar el ritmo de su respiración, intentó tranquilizarse pero era inútil, su pecho subía y bajaba aspirando fuertes bocanadas que la mareaban.
Eso no le estaba pasando, ¡no le podía estar pasando!
Instintivamente intentó tapar su desnudez, apretó los dientes al darse cuenta de que la toalla quedaba por completo fuera de su alcance. Se envolvió los pechos entre los brazos y colmada de un extraño instinto de supervivencia salió de la bañera y echó a correr, cerrando la puerta del baño a su espalda.
Encontró la toalla con la que había secado a la ¿chica? tirada en el suelo y la envolvió en torno a su figura mientras se lanzaba como una desquiciada sobre su bolso y encontraba su teléfono móvil.
Marcó el número de la policía. Esperó el tono con la respiración nerviosa, las bocanadas ardían al entrar y salir.
Y entonces empezó a escuchar un lamento, un maullido lastimero seguido de unas uñas que arañaban la puerta de su baño. Tragó saliva.
No paraba, el maullido continuaba alzándose mientras los arañazos se tornaban más y más insistentes. Akane colgó la llamada y aún temblando de miedo abrió la puerta de golpe.
—No hagas eso, ¡este es un piso alquilado! —dijo a modo de regaño, sacándose el valor quien sabía de dónde.
¿Cómo era posible que él no supiera abrirla? ¿Y cómo era posible que el, ahora hombre, se arrugase como una pequeña criatura ante su tono demandante?
Akane apretó el borde de la toalla, incrédula, pero aún así rindiéndose a la evidencia. Él no la entendía, no en términos humanos al menos.
Suspiró y buscó ropa seca, se puso a toda prisa su pijama y después desenterró la ropa más holgada de su armario. Encontró unos pantalones cortos y una camiseta ancha que a veces usaba para estar cómoda. Eso serviría.
Regresó al baño, donde su invitado daba vueltas melancólico hasta que la vio aparecer. Alzó las cejas y podría haber asegurado que hasta le vio sonreír. Si no hubiera estado tan asustada, Akane se habría permitido pensar que ese gato era condenadamente guapo.
Se acercó con cuidado y le mostró la ropa.
—Cámbiate —dijo, él la miró y se frotó contra su pierna, restregando su espalda en un acto que casi la hace volver a caer de culo—. No, no, tienes que ponerte esto— volvió a explicar Akane.
No pensaba desnudar a un hombre, aunque estuviera empapado y esparciendo agua por toda su casa.
—¡Si no te cambias dormirás en el baño! —Le amenazó tendiéndole de nuevo las prendas, a lo que él respondió ronroneando con más fuerza.
Era completamente inútil. Akane quiso gritar, pero esta vez de pura frustración. Se agachó a su lado y cargada de la mayor de las vergüenzas comenzó a quitarle la camiseta interior.
Se sonrojó hasta la médula cuando dejó al descubierto un pecho amplio y un abdomen marcado hasta el más suculento músculo. Le colocó la camiseta seca de cualquier manera, tuvo que ayudarlo a pasar las manos por las mangas ya que, a pesar de ir vestido antes, parecía desconocer por completo la idiosincrasia de la ropa.
Los pantalones fueron mucho más difíciles. Tironeó de las perneras hasta que él mismo se deshizo de ellos sacudiendo las piernas, y Akane dio gracias a Buda y a todos los bodhisattvas al comprobar que llevaba ropa interior.
Meterle los pantalones fue toda una odisea, le quedaban estrechos y ajustados, y esos muslos no engañaban a nadie. El maldito gato estaba en forma, y tenía un culo maravilloso.
Akane le subió los pantalones prácticamente sentándose a horcajadas sobre él, mientras el chico protestaba con maullidos amenazantes que ella decidió ignorar. Cuando terminó estaba exhausta, contempló su obra y no reprimió una carcajada, la camiseta le quedaba corta, a ras del ombligo, y los pantalones no subía de las caderas. Parecía un idol con estilo sport.
Ya seco y más o menos vestido deambuló por la diminuta entrada que comunicaba con la cocina y la sala de estar.
Akane abrió un bote de ramen instantáneo y calentó agua.
Echaba miradas esquivas a su invitado de vez en cuando, quien de forma grosera continuaba olisqueando todo a su alrededor.
Tomó una lata de atún y vació el contenido en un bol, lo apoyó en el suelo y después se sentó en la mesa y comenzó a comerse el bote de ramen.
El chico-gato se acercó y olisqueó el contenido del bol, lamió con mansedumbre el atún y después se la quedó mirando, expectante, Akane dejó de comer.
—¿Quieres más? —preguntó, aunque era obvio que así era, ya que inmediatamente el chico empezó a olisquear su ramen.
Akane se acercó a la nevera, sacó un sobre de curry que tenía para emergencias y lo mezcló con arroz antes de meterlo en el microondas. Lo calentó apenas dos minutos antes de regresar y dejarlo de nuevo en el suelo. El chico lo lamió y bufó. Comenzó a hacer eso otra vez, lamerse la "pata" con la lengua de forma metódica.
Entonces ella lo entendió.
—Está demasiado caliente para ti, ¿no es cierto? —tomó el bol y fue a buscar una cuchara, regresó con ella y separando una porción de la comida comenzó a soplarla antes de ofrecérsela de nuevo.
El gato esta vez se metió la cucharada entera en la boca. Akane tragó duro, dándose cuenta de lo íntimo que era aquello. Darle de comer a un chico… claro que él no era "un chico", ¿o si?
Con la cabeza dándole vueltas terminó de alimentarle, y después se comió su ramen que ya se había quedado templado.
Se cepilló los dientes y se metió en la cama. No debería haberse sorprendido cuando su invitado saltó sobre el colchón y comenzó a dar vueltas, buscando su propio lugar para dormir.
—Ah no, ¡eso sí que de ninguna manera! —protestó intentando echarlo—. Esta es mi cama y no pienso… ¡no vamos a dormir juntos!
En contestación el chico bostezó y se hizo un ovillo junto a ella, ignorando por completo sus quejas. Akane se puso lívida. Contempló durante unos instantes la idea de dormir en el suelo, pero la indignación acudió a su rescate.
Esa era su casa, y aquella era su cama, si alguien sobraba desde luego no sería ella.
Le empujó con escasos resultados, intentó despertarlo, le tironeó de esa estúpida trenza que llevaba, con la esperanza de que reaccionara, pero nada ocurrió.
Rendida, con la cabeza dando vueltas hasta la náusea y también bastante avergonzada, Akane comprendió que el día había sido demasiado largo y que necesitaba dormir. Cerró los ojos, pero la figura que descansaba a su lado la perturbaba.
Su respiración era rítmica, profunda. Su rostro solo reflejaba paz, dormido tal y como estaba solo parecía un chico. Un chico guapo que se había apropiado de su cama.
El sueño la venció a la hora, y cuando despertó lo hizo sobresaltada por los ruidos. Nerviosa buscó a su alrededor la figura del muchacho, pero no la encontró.
Se levantó aún entre sueños, trastabillando y golpeando el interruptor de la luz. Cuando la prendió descubrió al desconocido, a la chica en la caja de cartón, al "gato" con un comportamiento completamente humano.
Él la miró, descubierto, con su camisa a medio abotonar y terminando de ponerse sus aún empapados pantalones. Estaba claro que estaba huyendo.
—Ah, di-disculpa… —empezó a decir con una voz que en nada se parecía a sus anteriores maullidos.
Akane se sobresaltó, el color acudió a sus mejillas a la vez que se sentía muy expuesta con su corto pijama, él la miraba como si fuera la primera vez que lo hacía y la indignación comenzó a formar una bola en su estómago que la hizo explotar.
—¿¡Te has estado riendo de mí!? ¿Eres de esos pervertidos que hacen lo que sea por colarse en casa de una mujer?
—¿¡QUÉ!? —contestó él enrojeciendo al mismo tiempo, negó fuerte con la cabeza—. No. Esto nunca me había pasado, de verdad que estoy tan confuso como tú.
—¿Es un malentendido que te hicieras pasar por un desubicado que se cree un gato? ¿Y qué pasó con la chica?
—¿La chica?
—¡Cuando te encontré eras una chica!
—Oh mierda… ¡mierda, mierda, mierda! No deberías haber visto eso —dijo nervioso, terminando de abrocharse los pantalones y echando vistazos de reojo a la puerta.
—¿Qué eres? —preguntó Akane tentativa, él buscó sus zapatos, al no encontrarlos simplemente suspiró y abrió la puerta, apenas amanecía y el día de nuevo prometía ser caluroso.
—Siento mucho las molestias, te prometo que no volverás a verme. Gracias por… bueno, por lo que hicieras. Olvídalo todo, por favor —inclinó la cabeza, con el sonrojo palpitando en sus mejillas, y se fue.
Akane jadeó cuando se quedó sola de nuevo, no sabía si sentía rabia, confusión y quizás un poco de tristeza. Un poco de todas ellas.
—Imbécil pervertido —dijo a modo de despedida antes de comenzar a prepararse para sus clases.
.
.
¡Hola de nuevo a todas!
Ha pasado un tiempo desde la ultima vez que publiqué y en realidad, este no es el fic que quería publicar cuando volvier a saludaros.
Pero con ocasión de la #Rankaneweek2024 no he querido perder la oportunidad de traeros esta historia sencilla, romántica, caótica y llena de malos entendidos. Espero que la disfrutéis, como siempre un placer querias mías.
Y vamos a celebrarla, ¡QUE TENEMOS NUEVO ANIME! Me pinchan y no sangro, qué felicidad.
Gracias a mis betas Lucita-chan y SakuraSaotome que me han corregido este texto a pesar de avisarlas hace menos de 24h que estaba escribiendo un nuevo fic, jajaja. Se os quiere.
Mil besos
