Ranma 1/2 es una obra cuyos derechos pertenecen a Rumiko Takahashi. Este fanfiction está realizado sin ningún ánimo de lucro y con el mero objetivo de divertir y entretener.
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La chica y el gato
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/3/
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Le sudaban las manos, y eso que el calor ya no era tan intenso como semanas atrás.
No, desde luego que no era el calor. Eran puros nervios, condensándose en pequeñas gotas por todo su cuerpo. Se limpió las palmas de las manos en los pantalones, se aclaró la garganta y volvió a repasar mentalmente su aprendido discurso.
"Hola, justo pasaba por aquí y mi madre me pidió que te trajera…".
¡No, no! Sonaba sospechoso.
"Hola, mi madre hizo demasiadas galletas y me pidió que te trajera unas pocas".
Eso parecía mejor, si no fuera porque lo que llevaba en la bolsa eran dos bentos que había comprado de camino.
"Verás, llevo unos días pensando que me comporté como un auténtico gilipollas, y quería disculparme".
Ya, claro…
Quizás lo mejor era dejarle el "regalo" en la puerta y huir como el cobarde que era. Ni siquiera sabía si estaría en casa, ni siquiera sabía si al llamar a su puerta (por primera vez) no se la cerraría en las narices.
Ranma subió las escaleras que llevaban hasta el piso de Akane y se quedó delante, se secó de nuevo las manos y sostuvo la bolsa con la ofrenda de paz.
"¡Échale huevos, joder!".
Llamó al timbre y se quedó esperando, un segundo, dos segundos, tres…
Escuchó ruidos del otro lado, y su dulce voz anunciando que se dirigía a abrir la puerta. El nudo de su estómago se desplazó hasta su garganta y de nuevo sintió que no iba a poder hablar con ella, que la situación le superaba por mucho.
Akane apareció, con una falda corta y una camiseta ajustada, hermosa y angelical. Su cara de pasmo era digna de enmarcar. Abrió la puerta por completo y sus mejillas se llenaron de color.
—¿Ranma? —el nombre brotó de sus labios, y solo un segundo después de que lo hiciera ella se tapó la boca, como si hubiera cometido un muy desafortunado error.
Ranma sintió que su pecho se hinchaba, que sus hombros se cuadraban y crecía en altura a la par que en confianza. Ella había dicho su nombre, como si lo hubiera estado recordando, como si hubiera seguido pensando en él después de su pelea.
El nudo de su garganta se aflojó unos centímetros, lo justo para permitirse respirar o pronunciar algo medianamente comprensible.
—Y-yo pasaba por aquí, y pensé que… que quizás…
Miró al suelo, incapaz de sostener la mirada de aquellos ojos enormes e inquisitivos. Y entonces vio los zapatos.
En la entrada del piso de Akane había unas zapatillas deportivas, y eran demasiado grandes.
La idea le golpeó a la par que otros pasos, pesados y largos resonaban el suelo de su apartamento.
—Akane, ¿va todo bien? —dijo la inconfundible voz de un chico. Un chico. Ranma sintió cómo el estómago se le llenaba de piedras.
Ella se giró asustada, como si se hubiera olvidado por completo de su invitado.
—Sí, dame un momento —dijo saliendo hacia afuera y dejando la puerta entornada a su espalda—. Disculpa, ¿qué estabas diciendo?
Pero Ranma no la miraba. No la veía. Ranma tenía sus ojos fijos en la puerta y en la presencia al otro lado.
No tenía motivos para sentirse violento, y sin embargo aquello recorría sus venas como un veneno. Era como si… Como si le estuvieran arrebatando algo que le pertenecía. Ese hombre no podía estar allí.
Akane le miraba, aún esperando. Ella esperaba sus palabras.
Apretó los puños, no tenía sentido montar un numerito, apenas se conocían.
—Olvídalo —escupió, dándose la vuelta y regresando a la escalera. Huyendo otra vez.
Se sintió el hombre más patético que pisaba la tierra, ¿cómo había podido imaginar, siquiera por un momento que ella quizás… ?
Habitualmente le gustaba a las mujeres, esas que le conocían, pero no sabían nada sobre él. Akane era todo lo contrario, no le conocía, y sin embargo ella lo sabía todo.
Una extraña carcajada escapó de su garganta al comprender lo que era obvio. Nadie que lo supiera podría querer siquiera estar en la misma habitación que él. Era un jodido bicho raro, por supuesto que ella había preferido un hombre normal, ¿se estarían riendo ahora de su patético intento de…?
—¡Espera! —gritó Akane bajando a toda velocidad por la escalera. Ranma se detuvo ante la orden, aunque deseaba con toda su alma no parecer desesperado.
La muchacha le alcanzó sin esfuerzo, y se puso a su altura llena de una extraña aprehensión. Respiraba deprisa, con las mejillas arreboladas.
—Es solo un compañero de la facultad, estamos haciendo un trabajo —dijo muy seria. Ranma contuvo el aliento, sintiendo cómo su orgullo salía al rescate. Siempre podía ser hiriente para no dejar al descubierto su vulnerabilidad.
—No te he pedido explicaciones —dijo girando la cabeza, evitando mirarla en una muestra de claro desinterés.
—Pero… —Ella frunció el ceño y pareció repensar su pregunta—. ¿A qué has venido?
Ranma se aclaró la garganta, aún con ese vacío en el estómago, aún sintiendo el peso de la presencia extraña en su casa.
Un trabajo podía hacerse en la biblioteca, ¿habría insistido él en ir a su piso? ¿Cómo podía ella ser tan ingenua para no saberlo? ¿O sería que a ella le gustaba? Sintió la bilis al fondo de la garganta.
—Mi madre insistió —mintió con facilidad—. Le gusta tener vigiladas a sus potenciales clientas.
Akane se cruzó de brazos.
—¿Nada más? —preguntó alzando la barbilla, desafiante, mientras un tenue deje de decepción asomaba en su voz.
—¿Esperabas algo? —dijo él con una sonrisa burlona.
Ella meneó la cabeza y se dio la vuelta.
—Ya le dije a tu madre que NO estoy interesada, siento que te hayas molestado en venir para nada, ¡ahora ya eres libre de irte, como siempre! —Se giró airada y comenzó a subir de regreso a su apartamento.
—¡No pienso volver! —contestó Ranma por puro despecho, y fue entonces cuando el chico de las zapatillas deportivas apareció en escena.
Era justo lo que faltaba para terminar de joderlo todo.
—Escuché gritos, ¿necesitas ayuda? —dijo acercándose a ella, casi tocándola.
Akane ignoró al muchacho.
—¡Pues a ver si es verdad! —terminó apretando los dientes, furiosa. Mató al chico de la trenza un millón de veces con la mirada y pasó de largo, dejando a ambos con la boca cerrada en mitad de las escaleras.
Ranma bufó e hizo exactamente lo que había dicho que haría. Se marchó sin mirar atrás, y tiró la comida en la primera papelera que encontró.
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Akane no tenía sueño a pesar de que debería estar cansada. Había salido a correr más de una hora por la mañana, y después de sus clases había regresado al dojô familiar a desquitarse.
No paró hasta que no trituró dos docenas de ladrillos, y se detuvo solo porque no quedaban más, con las manos palpitando de dolor.
Y ni así había podido quitarse aquella discusión de la cabeza. Ella nunca se ponía tan furiosa, pero él tenía la extraña habilidad de sacarla de sus casillas.
Ese bocazas, estúpido e inoportuno. Ese idiota que se había presentado en su piso y se había puesto estúpidamente celoso, sin atender a razones. Porque era eso, ¿verdad? ¿Qué sí no?
El calor de las mejillas no la abandonaba, tampoco los fuertes latidos de su corazón. Dejó la ventana abierta mientras anochecía, solo por si acaso.
Calentó algunas sobras de verduras y se sirvió un buen tazón de arroz con huevo. Lo comió en el más absoluto de los silencios. No quería ruidos, le impedían pensar, y tenía demasiadas cosas en la cabeza.
Escuchó un maullido tenue, débil. Dejó a medias su cena y se puso en pie, no venía de la ventana. Retrocedió y volvió a escucharlo, abrió con rapidez la puerta para pegar un grito de horror.
Era él de nuevo. Ella en este caso, solo que con un aspecto terrible. Tenía las ropas rasgadas, casi arrancadas, de tal forma que los girones del pantalón y la camisa china caían en hilos de tela de pocos centímetros de grosor, como si alguien los hubiera cortado a tijera. Toda ella parecía un harapo, y la sangre no ayudaba a mejorar su aspecto. Tenía golpes y arañazos, tenía un maldito mordisco descomunal en un brazo.
Akane gimió angustiada mientras su gato se arrastraba al interior del apartamento.
—¿¡Pero qué demonios te ha pasado!? —exigió saber, pero Ranma obvio no contestó, se hizo un pequeño ovillo nada más tocar el tatami y se quedó ahí, sangrando.
La chica corrió al baño en busca de su botiquín, regresó con varias toallas y comenzó a desabotonar ropa mientras averiguaba si debajo de toda la sangre seca también había heridas escondidas. No era una labor fácil.
Ranma maullaba de vez en cuando, quejicoso, y ella le acariciaba la cabeza intentando tranquilizarlo. No sabía ni qué estaba haciendo, ¿no debería llamar a una ambulancia? Bueno, ella era estudiante de veterinaria, ya había visto animales malheridos, normalmente a consecuencia de una pelea, de caídas accidentales o de atropellos.
Pero Ranma no era un gato, no en el sentido estricto de la palabra. Ranma era… Ranma, sin explicaciones.
Akane comenzó a trabajar. Primero revisó los signos vitales, y comprobó que la respiración era estable y el pulso fuerte. Después revisó las heridas, y vio que aunque aparatosas, ninguna haría peligrar su vida. Tampoco encontró fracturas ni miembros inmóviles. Se centró en retirar toda la ropa, dejó los restos en el cubo de la basura, completamente insalvables. La chica estaba desnuda, tan solo vestida con unos muy ajados calzoncillos de hombre.
Era todo un misterio, uno que ella ardía en deseos de revelar. Comenzó a tratar las heridas, pero el escozor del antiséptico hacía que Ranma rugiera, aunque no llegaba a enseñarle los dientes.
—Estate quieta… quieto. Como sea, no te muevas.
Tratar a un gato a veces resultaba una tarea ardua, en sus prácticas la mayoría de las veces iban en transportines o sus dueños se encargaban, pero en el estado en el que se encontraba Ranma no iba a poder vendarle el brazo, siquiera ponerle los puntos de aproximación que necesitaba.
Además, apestaba como si se hubiera estado revolcando entre cubos de basura. El hecho de que fuera una chica al menos lo hacía menos incómodo.
Akane decidió llenarse de valentía y darle una ducha. Prácticamente tuvo que arrastrarlo hasta el baño y una vez dentro cerró la puerta. Abrió el grifo y se llevó un bufido de respuesta, la chica, con la columna combada como si estuviera erizada y los senos colgando sin pudor ninguno pareció, después de todo aquel tiempo, amenazante.
—Necesitas un baño —declaró sin achantarse—. No pienso dejar que te metas en mi cama con esa peste y lleno de heridas, así que pórtate bien.
No le hizo ningún caso. Akane tuvo que luchar y prácticamente aplicarle una llave de judo para arrastrarla hasta debajo de la regadera, abrió el agua con una mano mientras la sostenía con la otra, y el agua fría se sintió como una bofetada. Ranma rugió iracundo, y con un movimiento rapidísimo le clavó una dentellada en el antebrazo.
Akane contuvo un grito, el dolor era intenso, y un pequeño hilo de sangre comenzó a correrle hasta el codo. Empapada y apretando los dientes no cejó en su empeño, continuó apretando el pequeño cuerpo contra el suyo mientras el agua se iba tornando caliente poco a poco, y entonces no pudo agarrarlo más.
Fue igual que la primera vez, una transformación prácticamente instantánea. Las curvas suaves mutaron a músculos angulosos, creció en anchura y altura, hasta cambió el color de su cabello. Akane asistió atónita a la imposible eclosión. Tan alucinante como una mariposa emergiendo de su crisálida. Se vio de pronto intentando contener a un hombre enorme, y soportando el dolor de sus mandíbulas poderosas contra su piel.
—Duele —masculló con el inicio de las lágrimas al borde de sus ojos. Y Ranma dejó de apretar. Ella lo miró intimidada, los ojos azules se abrieron reconociéndola y finalmente los dientes liberaron su piel. Ranma bajó la mirada, ni siquiera hizo el intento de huir.
Akane se examinó la herida, se notaba perfectamente la marca de sus dientes, dos hileras superpuestas de diferente tamaño ,trazando un semicírculo perfecto y sangrante en algunos puntos. Ranma estaba encogido y empapado, sus cabellos negros pegados a su cara, y su portentoso cuerpo temblando de pánico. La estudiante de veterinaria no pudo más que suspirar, tampoco era la primera vez que le mordía un gato.
—Tranquilo, sé que no te has dado cuenta. No debí obligarte. Mira, es poco profundo —dijo tendiendo su brazo, mostrándoselo, lo cual hizo que el muchacho se encogiera aún más sobre sí mismo.
Dado que no podía hacer más por calmarlo, Akane decidió aprovechar para limpiarlo un poco. Deshizo su trenza con dedos rápidos y limpio sus cabellos con su propio champú, se sonrojó cuando paseó sus dedos entre ellos y Ranma estiró el cuello, disfrutando del contacto. Quitó todos los restos de sangre seca que encontró, todos los raspones y arañazos. Cuando finalmente cerró el agua se encontraba exhausta.
—Me das mucho trabajo —protestó mientras él se sacudía. Le echó una toalla encima y buscó otra para ella misma, le dejó en el baño mientras se deshacía de su pijama mojado y rebuscaba otro en sus cajones. También eligió un pantalón ancho para Ranma, aunque estaba bastante segura de que le quedaría igual de ridículo que el anterior que le puso. Quizás debería comprar algo de ropa de hombre, solo por si acaso.
Akane se dio ánimos, se dijo y repitió una y cien veces que no era una pervertida por desnudar a un hombre y volver a vestirlo. En el proceso vio demasiada piel, pegó varios gritos y se tapó la cara media docena de veces, pero finalmente Ranma terminó con aquellos minúsculos pantalones, y nada más.
Solo entonces se encargó de todas y cada una de las heridas del chico. Pudo desinfectar el mordisco que tenía en el brazo, después de examinarlo llegó a la conclusión de que le pertenecía a un perro de raza grande. Le puso varios puntos y le vendó con fuerza.
Ranma se revisó, dio una vuelta completa sobre sí mismo antes de acercarse a ella y a su botiquín, y rozar la herida que le había infligido, primero con la punta de la nariz, después con un pequeño lametón de disculpa.
Akane tembló y se apartó un poco para evitar que volviera a repetirlo.
—No me duele, en serio —dijo ante su evidente preocupación, y bajo su escrutinio desinfectó las partes de la piel en la que sus dientes se habían hincado con más ahínco, lo cubrió todo con gasas y terminó con un fino vendaje. Miró su obra, satisfecha.
—¿Ves? Como nueva.
El gato se acercó y lo olfateó, ronroneó ligeramente mucho más contento, Akane tuvo el impulso de apartarse al sentir el calor de sus brazos a ambos lados de su cuerpo, rodeándola, dejándola sin escapatoria. Y entonces Ranma hizo algo insólito, algo que Akane, por más que supiera que entraba dentro del comportamiento normal de los gatos, jamás se le pasó por la cabeza que llevaría a cabo. Se acercó hasta lo imposible y tan cerca como estaba se inclinó sobre ella. Contuvo el aliento con la vaga sensación de que iba a besarla, pero finalmente frotó su nariz contra su barbilla y después paseó la lengua lentamente sobre la sensible piel de su cuello.
Akane se estremeció, y no de miedo. Se sonrojó furiosamente mientras él repetía el gesto, llevando su lengua en su lamida hasta el hueso de su mandíbula.
—N-no hagas eso, para —jadeó intentando apartarlo, descubriendo que sus manos apenas tenían fuerzas para llevar a cabo tan simple empresa. El gato, Ranma, no cesó en sus muestra de cariño, si no que continuó con sus lametones, haciendo que Akane experimentara un estado de absoluto delirio.
No estaba bien, aquello no estaba bien. No lo quería así.
Darse cuenta de aquello hizo que recuperara su determinación, Akane se apartó de él y lo miró severa, el gato parecía contrariado, pero aceptó la reprimenda.
—Vamos a dormir —propuso con voz tranquilizadora, y él lo aceptó de buena grado.
Se subieron a la cama, y Ranma no tardó en enredarse contra ella, tan atrevido. El chico se encogió, como si de veras no ocupara más de la mitad de su estrecho colchón, como si fuera una criatura minúscula y no un hombre adulto vestido con apenas un pantalón deportivo femenino. Akane comenzó a mesar sus húmedos cabellos en un gesto tranquilizador, y sonrió ligeramente.
Había vuelto a pesar de todo, había regresado a ella a pesar de la pelea y de sus palabras hirientes. Quizás fuera una tontería por su parte pensarlo, pero Ranma parecía sentirse cómodo allí, por más que a su parte racional le molestara.
Continuó acariciándolo de aquella manera sutil, arropada por su calor, acompañada por su respiración calmada hasta que la venció el cansancio.
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No fue como las otras veces. En esta ocasión Ranma no "despertó", si no que su consciencia, su humanidad tomó aire y salió a flote de entre las neblinas de su otro yo.
Decir que se sintió mortificado sería poco exacto con la realidad. Ranma se sintió lo que era, un gilipollas de campeonato.
Los dedos finos de Akane le acariciaban el cabello, iban y venían con calma y cariño. Esa chica, a la que básicamente había insultado en su propia casa, a la que había gritado a la cara lleno de orgullo herido sobre sus intenciones de no regresar (y lo peor es que ella parecía haberse alegrado), ahora le estaba tocando..
Lo que en un principio había sido un eventual incidente acaba de convertirse en un problema muy capaz de fagocitar todos sus otros "pequeños" contratiempos.
No era capaz de moverse, ni aunque hubiera un terremoto sería capaz de levantar sus pesados músculos, mecidos por el calor de una ducha, por el olor de ella en todo su ser.
Apenas alzó la mirada, Akane había cerrado los ojos y parecía a punto de dormirse.
No estaba bien, ¿verdad? No era correcto aprovecharse de la situación. Debía huir antes de que se diera cuenta.
"¡Ahora ya eres libre de irte, como siempre!"
Sus palabras dolidas le golpearon en lo más profundo, se enterraron en sus tripas mientras sentía sus dedos enlentecer su toque. No estaba bien aprovecharse de la situación, pero se sentía… ¿cómo explicarlo?
Se sentía en absoluta paz con ella a su lado, se sentía tranquilo, cómodo. Se sentía algo así como "feliz" mientras Akane le acariciaba.
Cerró los ojos dejándose mecer por aquel sentimiento, por su suave toque, y se dijo que no quería estar en ningún otro lugar más que en aquel. Con ella.
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¡Hola otra vez!
En esta ocasión me tardé poco, y es que este capítulo fue muy fácil de escribir.
Gracias de nuevo a todas por vuestra acogida y palabras llenas de cariño, espero poder actualizar en breve (la semana que viene me espera un poco más cargada de trabajo, pero lo intentaré). Gracias de nuevo a mis betas Lucita-chan y SakuraSaotome por sus correcciones.
Mil besos y nos leemos pronto.
LUM
