Ranma 1/2 es una obra cuyos derechos pertenecen a Rumiko Takahashi. Este fanfiction está realizado sin ningún ánimo de lucro y con el mero objetivo de divertir y entretener.
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La chica y el gato
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/5/
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Ranma se golpeaba la frente una y otra vez contra una de las paredes de madera del dojò en el que solía ir a entrenar.
Antes lo había hecho contra una farola y un muro, pero puestos a reventarse la cabeza la madera ofrecía muchas más ventajas. Era más blanda por lo que podía hacerlo muchas más veces, y los golpes resultaban secos y planos, no tenía que lidiar con los pequeños granos de arena que se desprendían del hormigón de las paredes, ni de las descamadas lascas de pintura que lucían las farolas metálicas repintadas. La madera resultaba reconfortante en ese sentido, uno sabía lo que podía esperar de un golpe contra ella, y olía mucho mejor.
Así que continuó hasta que sintió que el cerebro se le licuaba, o más bien hasta que su maestro de un aburrido barrido hizo que besara la madera con otra parte distinta de su anatomía.
El artista marcial se quedó tirado en el suelo, escuchando aún los golpes en su cabeza, mientras su visión era enturbiada por el careto reseco de su maestro, quien se agachó a su lado mientras chupaba de su larga pipa con un lánguido suspiro. Le echó humo en la cara, y ni aún así le perturbó.
El maestro meneó la cabeza, no tenía remedio. Había contraído una enfermedad a la que iba a sucumbir irremediablemente. De la fase prodrómica había pasado de cabeza a la terminal.
—Una distracción en este momento de tu carrera puede ser fatal, chico —dijo levantándose con un pequeño quejido, a pesar de moverse como un condenado le dolían las rodillas.
— …cho a tocarla.
—¿Qué dices?
—No tenía derecho a tocarla —murmuró para sí mismo, con la cabeza embotada en sus agitados pensamientos.
—Oh, ¿eso hiciste? Qué pillín. Bueno, he de confesar que en mi juventud yo también sucumbí más de una vez ante los encantos femeninos, pero siempre tuve claras mis prioridades. ¿Has venido a entrenar o vas a seguir lamentándote?
Ranma enfocó la mirada sobre su viejo maestro, y como si el solo pensarlo le provocara una terrible jaqueca cerró los ojos, se puso en pie renqueante y se sacudió entero, como un perro librándose del agua.
—No estoy humor para tus batallitas, viejo.
—Si fuera posible diría que cada día te vuelves más irrespetuoso. Bien, te lo haré pagar.
Y así lo hizo.
Tres horas más tarde Ranma se encontraba lleno de moratones externos y quizás algunos más internos. Era posible que hasta presentara un microscópico derrame cerebral.
Tirado en su cama miraba con atención su teléfono y aquel mensaje que había escrito y borrado más de un centenar de veces.
"Hola, ¿qué tal? Soy Ranma, este es mi número".
Era escueto, quizás demasiado, pero cumplía con su cometido a la perfección.
¿Dónde había quedado todo su arrojo? ¿Qué había sido del valor? Obviamente la vergüenza lo había enterrado palada a palada, después la ansiedad había rezado varias oraciones frente a su tumba y los remordimientos le habían llevado flores.
En el pozo de su abyecta podredumbre, Ranma gimió sin atreverse a darle al botón de enviar, en su lugar tiró el aparato con desgana y se dio un largo baño. Cuando salió volvió a dejarse caer en la cama, ya habían pasado cuatro días, ella estaría esperando, a no ser que no quisiera volver a verle, esa también era una posibilidad. Pues Ranma había cometido una fechoría sin precedentes: La había lastimado, y después la abrazó.
Más allá de toda lógica esos dos acontecimientos se superponían uno sobre el otro, sin que el artista marcial fuera capaz de saber qué había sucedido primero.
Y también estaba aquello, el calor.
Akane había sobrecalentado todo su sistema, con su testarudez y después con sus palabras y su cuerpo. Ranma podría haber explotado, podría haber hecho algo mucho peor que abrazarla.
Le estaba pasando algo, tenía otro problema más que añadir a su ya de por sí complicada existencia. Tomó de regreso el teléfono para deleitarse con el callado sufrimiento del mensaje sin enviar, solo que aparecía como enviado.
Entró en pánico, pero no como en la casa de Akane, esta vez gritó mientras se alejaba del terminal como si fuera a arder.
—Nonononononononono —gimoteó suplicante. Era un mensaje de mierda, y ella no se merecía eso. Ella no se merecía a un tipo raro, maldito y loco como él.
La pantalla se iluminó un instante con una notificación, y Ranma se precipitó sobre el teléfono como un adicto, un desquiciado sin orgullo ni amor propio. Ella le había contestado.
A. "Ya pensaba que nunca ibas a escribir"
Con dedos temblorosos logró componer una respuesta que sonara más o menos razonable.
R. "Pensaba que quizás no querrías volver a verme"
A. "¿Por qué creíste eso?"
R. "Por lo que te hice"
A. "Te dije que no tenía importancia, ya se ha curado"
R. "No es verdad"
A. "Si lo es, deberías verlo"
R. "Solo lo dices para que deje de sentirme mal"
A. "O porque es cierto. Cicatrizo de forma excelente"
R. "¿Eso es algo de lo que presumir?"
A. "Por supuesto que sí, no será la más vistosa de las habilidades, pero tiene sus ventajas"
R. "Bien, tú ganas, supongamos que se ha curado, aunque me cuesta creerlo"
A. "¿Quieres una prueba? Puedo enviarte una foto"
Ranma alzó una ceja mientras una sonrisa comenzaba a asomar en sus labios, la expectativa lo estaba matando. En seguida le llegó una imagen fascinante, Akane se había sacado una fotografía, se trataba de un primer plano de su brazo ligeramente amoratado, pero su rostro sonriente también aparecía con aquel encantador sonrojo en sus mejillas.
Quizás el artista marcial no había malinterpretado todo tal y como su cerebro traidor se empeñaba en hacerle creer, quizás ella participó activamente en aquel bochornoso abrazo tanto como él.
R. "Aún sigue morado"
A. "Apenas, ¿cómo vas con los gatos de tu vecina?"
R. "Tal y como me pediste, no he vuelto a acercarme a ellos"
A. "Bien hecho. ¿Sabes? He estado estudiando, y tengo un plan"
R. "¿Qué?"
A. "El comportamiento felino es un campo muy interesante, creo que podría funcionar"
R. "¿Pretendes curarme?"
A. "Soy veterinaria, es mi trabajo"
R. "Eres estudiante de veterinaria, no te deberían dejar acercarte a animales vivos, de hecho deberíais practicar con peluches"
A. "Muy gracioso, ¿te interesa o no?"
R. "¿Curarme? Por supuesto que me interesa"
A. "Mañana en mi dojô a las 19, ¿ok? Te envío la ubicación"
R. "¿Como que TÚ dojô? ¿Tienes un maldito dojô?
A. "No llegues tarde"
Al día siguiente y después de ser apaleado cruelmente por su maestro, Ranma corrió (y también cojeó algunos tramos) hasta la dirección que le había enviado Akane.
Se encontró boquiabierto frente a una inmensa construcción, una casa tradicional con una placa de madera en la que se podía leer la disciplina de arte de la escuela, así como el nombre del maestro al cargo, Soun Tendô.
Era alucinante, ella no dejaba de sorprenderle.
Ranma tragó saliva y dio un par de discretos golpes en el gran portón, al no recibir respuesta lo empujó un poco y se asomó con cautela.
Lo recibió un perfecto jardín japonés, con jardinero, eso seguro. Caminó intentando no dejar la boca demasiado abierta, hasta que ella le interceptó, saliendo como una bala de otro gran edificio. Vestía con el keikogi que le había dejado aquel día, y se lo ceñía con un cinturón negro que anunciaba su rango. Francamente estimulante.
—Viniste —dijo ella, como si aún le costara asimilar que el escurridizo chico diera reales muestras de cercanía.
—¿Vamos a pelear? —preguntó él apuntando hacia su atuendo, justo acababa de recibir una paliza, su ropa estaba toda sudada y le avergonzaba un poco reconocer que lo único que le apetecía era sentarse con una bebida fría y observarla atentamente mientras hablaba.
—No, pero me ha parecido lo más adecuado. Ven, te lo mostraré.
Akane se encaminó al dojô, y él la siguió con aquel sentimiento de impaciencia renaciendo en su interior. No había tenido valor de invitarla a cenar, de intentar resarcir las molestias, de curarle las heridas. Apenas había conseguido mandarle un mensaje, y había sido por accidente. Era la vergüenza del género masculino.
El espacio familiar despertó en él una calidez reconfortante, un dojô de artes marciales siempre se parece a otro. Admiró el pulido del suelo, las vigas en buen estado.
Después se percató de los elementos extraños. Había una caja de cartón de tamaño considerable, y de ella asomaban varios juguetes para gatos, pelotas, peluches, un ratón atado con un cordel a una cañita, algo así como un rascador en forma cónica, un paquete de hierbas sospechosas y un spray de agua. Ranma tuvo un mal presentimiento.
—Vamos a entrenar —anunció la chica, ufana, pero él soltó su mochila y arrugó el ceño, apuntando hacia la caja.
—¿Qué demonios se supone que es eso?
—Son cosas que les gustan a los gatos —dijo agachándose y tomando la caña con el ratoncito atado, con una pequeña sonrisa en los labios.
—Pero yo no soy un gato.
—Ahora no eres un gato, pero es innegable que has adoptado muchas actitudes de tus némesis felinos.
—¿Cómo dices? —dijo cruzándose de brazos, a la defensiva.
Akane suspiró y comenzó a enumerar.
—Primero, no te gustan los gatos, como a muchos otros gatos. Segundo, eres esquivo, te gusta recibir atención, pero sólo cuando estás de humor para ello —Ranma se sonrojó y estuvo a punto de protestar, pero ella no le dejó, si no que siguió con su razonamiento—. Tercero, tú decides donde duermes, sin que nada ni nadie pueda objetar por ello.
—Creo que eso es un poco injusto…
—Cuarto, odias bañarte. Quinto, muestras… preocupación por la persona que se encarga de tí.
—Oye para ahí, ¿hice algo más que no me has contado?
—Sexto, también has decidido que vives en mi casa —continuó ella esquivando su mirada, e ignorando por completo sus quejas.
—¡Ya sabes que no recuerdo nada! —exclamó él—. Ni siquiera entiendo por qué tú de entre todo el mundo… —Esa era una gran mentira, claro que lo entendía, si no con la cabeza sí con las tripas. Ella era magnética, tiraba de él, le empujaba a desear sus manos sobre su cabello, su olor, su calor entre los dedos. Ella era un oásis en el desierto, calma en su ventisca, claridad en plena noche.
Akane arrugó el ceño.
—Bien, pues vamos a averiguarlo. Está claro que el estrés te induce a ese estado, y que para salir necesitas tranquilizarte. Quizás la solución sea lograr tranquilizarte cuando te encuentras en presencia de un gato.
—Muy lista, eso ya lo había supuesto.
—Vamos allá.
Ranma no supo cómo no se había dado cuenta antes, a parte de la caja, contra una de las paredes del dojô había apoyado un transportín. Retrocedió hasta la entrada.
—Eso no será…
—Cierra la puerta.
—Ni siquiera lo pienses.
—Cierra la puerta —repitió Akane, abriendo el transportín y sacando un pequeñísimo gatito negro, de no más de un mes de vida.
El artista marcial chilló mientras se alejaba lo más posible de aquel ser del averno.
—Piénsalo, es como una vacuna. No puede darte miedo de verdad, es absolutamente inofensivo. Si puedes mantener la calma con este gatito habremos dado un paso en la buena dirección —explicó mientras sacaba otro diminuto felino, esta vez de color naranja—. Creo que si hoy consigues estar en la misma habitación ya será un gran logro —Y sacó dos más para horror del chico de la trenza, que sintió cómo los ojos se le llenaban de lágrimas a la par que toda su piel se erizaba.
—¡¿Pero cuántos de esos malditos bichos tienes ahí dentro?!
—¡No les digas así! Mira, este se llama Manchitas negras, ¿no es adorable? —dijo mostrando a un gatito especialmente revoltoso, marrón y con mechones oscuros.
—No son adorables, ¡son monstruos!
Akane dejó a los gatitos en el suelo y con gesto decidido fue a buscar la caja llena de juguetes, procedió a volcarla y contemplar cómo los peludos invitados revoloteaban de aquí para allá, arañando con sus pequeñas zarpas, mordiendo y tirándose unos encima de otros.
—¿De verdad te parece tan complicado simplemente…? —Akane se giró para ver a Ranma contra la pared, sin moverse y casi sin sentido. Se precipitó sobre él y comenzó a darle pequeños golpecitos en el rostro—. ¡No puedes desmayarte!
—G-g-atos, ¡atos!
—Ya lo sé, vamos, concéntrate en seguir aquí. Estás conmigo —intentaba tranquilizarlo, pero los gatitos comenzaban a trepar por las piernas de Ranma y desde la garganta del muchacho sólo ascendía una especie de chirrido paralizante.
—Noooo, ¡quítamelos!
—Tienes que confiar en mí, no te harán nada. Apenas pueden comer sólido.
Pero la parte irracional del artista marcial no pensaba lo mismo, y mucho menos mientras sentía las diminutas y afiladas uñas clavarse en sus pantorrillas. Y de pronto todo se volvió negro, había dejado de ser él.
Akane se encontró sentada en el suelo, rodeada de gatos, uno bastante más grande que los demás. Mientras acariciaba la cabeza de Ranma de forma metódica suspiró, iba a ser un poco más difícil de lo que se había imaginado.
…
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Ranma despertó mucho más tarde, casi al borde de la medianoche.
Se encontró en el mismo dojô, muerto de hambre y con la cabeza apoyada sobre el regazo de Akane. Aquella mano conocida se había detenido, agotada.
Le había vuelto a pasar, pero esta vez, en lugar de salir corriendo se había quedado allí mismo, agazapado junto a ella, como un buen gato. Los demás mini habitantes del infierno habían hecho lo propio, y se habían acurrucado todos juntos en el transportín tras dejar el dojô hecho un asco, con restos de comida húmeda, bebederos volcados y charcos inclasificables.
—Akane —dijo él alzándose, observándola adormilada como estaba.
—Ah, te has despertado. Creía que no lo harías hasta la mañana.
—Es tardísimo, deberías irte a dormir.
—Sí, vale —dijo ella aceptando su mano para levantarse.
Ambos limpiaron el dojô y después Akane entró en la casa con el transportín con los gatitos, dejándolos resguardados en el recibidor. También aprovechó para cambiarse el gi de entrenamiento por su ropa habitual.
—Mi hermana los devolverá mañana —aclaró como si a Ranma le preocupara lo más mínimo la suerte de semejantes demonios llenos de dientes y pelo suave.
—Pensaba que te quedarías aquí.
—Tengo clase temprano, prefiero dormir en mi piso. No te preocupes, es un paseo.
—De ninguna manera, voy a acompañarte.
—¿Estás seguro? No quiero molestarte.
Ranma casi tuvo que reprimir una risotada.
—¿Tú no quieres molestarme a mí?
—Después de lo que ha sucedido entendería que estuvieras enfadado… Yo lo provoqué.
El chico la evaluó un momento mientras su pulso se aceleraba, pensando.
—¿Sabes lo que más odio? ¿Lo peor de todo? No recuerdo nada, es como si esa parte de mí no existiera, no puedo llenar los espacios vacíos. Tú sabes cosas que desconozco, no entiendo cómo pude morderte, ni siquiera sé cómo te las apañas para atenderme y hacerme regresar.
—Eres uno de esos gatitos a los que les encantan los mimos —sonrió ella encogiéndose de hombros.
—Oh, eso es lo más horrible que le puedes decir a un hombre adulto, ¿lo sabías?
—Asumamos que a tu parte gato le gusto y ya.
Ranma sintió un escalofrío por su forma ligera de decirlo, tan despreocupada… como si careciera del peso que en verdad tenía. De las puertas que acaba de abrir a una realidad asfixiante. Los pensamientos le carcomieron hasta más de la mitad del camino, cuando ante el mutismo de la joven tuvo el valor de tomar la palabra.
—Esto no está bien —dijo al fin, deteniendo sus pasos pero sin atreverse a alzar la mirada—. No tienes por qué cargar con mis problemas.
Akane negó con la cabeza mientras retomaba el camino.
—Ya te dije que soy mayorcita para saber en qué problemas quiero meterme.
—¡Pero me puede volver a pasar, en cualquier momento! Cuando estés durmiendo, o tengas un examen, estando enferma o…
No se atrevió a decirlo, pero apretó los dientes fingiendo que no se le había pasado por la cabeza que quizás podría aparecerse cuando ella tuviera algún tipo de compañía en casa, y eso sería terrible de maneras inimaginables.
—No me preocupa, seguro que podemos dejarlo todo preparado para cuando se dé el caso.
Ranma tuvo ganas de gritar de pura frustración, porque por más que lo intentaba ella parecía tercamente decidida a no dejarlo ir, aunque se lo mereciera.
—¿Puedo volver a verlo? Digo tu brazo —masculló Ranma acercándose, caminando a su lado. Akane volvió a detenerse y le tendió su antebrazo, ya no llevaba venda, pero lo había cubierto con la fina tela de una camiseta larga.
El muchacho apartó la manga con un suave gesto, casi una caricia. Gruñó al ver los moratones.
—Lo siento, Akane —susurró pasando el pulgar sobre las marcas, trazando pequeños círculos en su piel—. Ojalá supiera cómo compensarlo.
—Ya pediste perdón, solo que no lo recuerdas —dijo ella, y lo hizo de forma tan suave que Ranma no pudo más que sospechar. Había hecho algo siendo un gato y no lo sabía.
—¿Lo hice?¿Cómo?
Sus mejillas blancas parecieron adquirir color, pero las sombras nocturnas no le dejaban apreciarlo con rotundidad.
—Prefiero no contártelo —dijo intentando continuar con su camino, pero la mano de Ranma se cerró sobre su muñeca, y en un gesto tan osado que hasta él mismo se sorprendió, se llevó la tierna piel a los labios. Depositó ahí un beso casto y suave, apenas un roce. Los ojos de Akane brillaron sorprendidos.
—No volverá a suceder —dijo con la muñeca a un milímetro de sus labios.
—Lo sé —contestó ella de forma estrangulada.
—Bien.
La soltó a su pesar y se aclaró la garganta, como si la vergonzosa escena no acabara de tener lugar. Caminaron sonrojados en la soledad nocturna, hasta que a mitad de una calle especialmente estrecha Ranma volvió a detenerse.
—¿Ocurre algo? —preguntó Akane.
—Más adelante hay un gato —dijo él, con un pequeño temblor asomando en la voz.
La chica escudriñó la oscuridad, y efectivamente, allí estaba su mortal enemigo.
—Puedes hacerlo —dijo tomándolo de la mano, intentando imprimirle confianza—. Solo pasaremos por delante, sin detenernos.
—No estoy seguro de que… —La mano de Akane la apretó fuerte—. Conmigo te tranquilizas, intenta hacerlo. Intenta pensar solo en esto —Le indicó moviendo los dedos sobre su fuerte mano en un gesto lleno de complicidad. Ranma temblaba mientras el gato, ajeno a sus problemas, se dedicaba a asearse tranquilamente.
Ella tiró de él, comenzaron a correr, Ranma gritó cuando pasaron junto al animal y no se detuvieron hasta que estuvieron bien lejos, hasta que llegaron al apartamento de Akane y cerraron la puerta a sus espalda.
—¡Lo hiciste! —exclamó la muchacha, el chico, tan grande como era, tiritaba de la cabeza a los pies, pero lucía una pequeña sonrisa nerviosa en los labios. Asintió, como si le costara juntar las palabras, y Akane frunció el ceño—. ¿Te encuentras mal?
—No… puedo… dejar… de temblar —jadeó con esfuerzo, mostrándole las manos que se retorcían sufriendo espasmos.
—¿Quieres que…?
—Por favor —rogó Ranma, sintiéndose patético, arrastrándose por volver a sentir sus dedos contra su piel. Pero Akane hizo mucho más, ella nunca lo decepcionaba.
Su pequeño cuerpo se estiró contra el suyo, la sintió completa, mientras sus manos se ceñían tras su cuello y se alzaba de puntillas, buscando sus labios.
El artista marcial tardó un segundo de más en entenderlo, sus manos tardaron apenas dos en dejar de temblar, y su agitado corazón comenzó a cabalgar a la carrera por algo muy diferente al miedo. La atrajo contra sí en un abrazo necesitado, y su boca se abrió para recibirla dichoso, respirándola al fin con un gemido complacido.
Abrió sus labios, se ahogó en aquel beso, solo para respirar y volver a hundirse en la suavidad del encuentro. Sus lenguas se acariciaban mientras sus respiraciones se volvían erráticas y necesitadas. Las manos firmes la atraparon y estrellaron contra todos sus ángulos, ella se retorció con desesperación. La alzó por el trasero y Akane le trepó con ansias, mientras se aplastaban contra una de las paredes y la hacía sentir todo su palpitante deseo contra su centro.
—Eres tú —confesó comenzado a besar su cuello—. Todo lo que necesito para sentirme seguro eres tú.
—Quédate —dijo Akane facilitando el acceso, estirando el cuello y clavándole los talones en la espalda, y no tuvo que repetirlo dos veces, porque Ranma no tenía intención de ir a ningún sitio.
Aquella fue la primera noche en la que Ranma supo exactamente todo lo que había ocurrido en la casa de Akane.
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Un año después
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Akane caminaba con sigilo por el pasillo. Resultaba arriesgado pero no le había quedado más remedio, nadie más podía ocuparse de él.
No era una desalmada, por supuesto que no iba a dejarlo a su suerte; Era muy viejito, el pobre estaba deshidratado y necesitaba cuidados, un baño, algo de comida adecuada y un lugar cálido donde dormir.
Sus pies apenas hacían ruido, y su inquilino temporal permanecía en un estado de apagada calma, demasiado débil para proferir quejidos entre sus brazos.
Si sólo conseguía llegar hasta la habitación del fondo podría dejarlo allí, quizás hasta pasara desapercibido, él casi no entraba. Hacía apenas un par de meses que se habían mudado al piso nuevo, y aunque no era demasiado grande para ellos bastaba. Además, la habitación del fondo aún estaba llena de cajas y cacharros, a pesar de las nada discretas insinuaciones de Nodoka acerca de comprar una cuna, "por si acaso".
Sin duda, Ranma no tenía por qué enterarse.
—¿Eso no será… OTRO GATO? —escuchó Akane a su espalda, con voz trémula y preocupada.
Era inútil, Ranma era un artista marcial, por supuesto que se había percatado de su presencia.
Con ojos llenos de ruego y barbilla temblorosa Akane se giró para mirar a su novio.
—Puedo explicarlo, lo han encontrado en muy mal estado y nadie podía hacerse cargo.
—¡¿Cómo te las apañas para meter en esta casa los gatos más cochambrosos de todo Tokyo?! —protestó él retrocediendo unos cuantos pasos, mientras el bicho lo miraba sabiendo que jamás serían amigos—. Y casualmente nunca nadie puede quedárselos, excepto tú.
—Solo serán unos días, hasta que encuentre nueva casa —dijo ella con la voz fina y suave, sabía que podía conseguir lo que quisiera cuando le hablaba así.
—Eso dijiste del último, y ha estado aquí más de una semana —refunfuño el chico de la trenza, pero Akane ya sabía que había ganado la discusión. Dejó al gato en la habitación del fondo y cerró la puerta, con la promesa de ir a llevarle todo lo necesario en unos momentos, después se giró hacia un muy molesto Ranma, quien fruncía el ceño como si quisiera demostrar que no se lo iba a camelar tan fácilmente.
—Sabes que tengo debilidad por los gatos abandonados —dijo acercándose a él sensual, con ojos tiernos y sonrisa provocadora—. Además, lo estás haciendo genial, desde la última vez han pasado meses.
El muchacho resopló airado.
—No te creas que te vas a salir con la tuya.
—Solo unos días, ¿sí? Ni te enterarás.
—Si se escapa de la habitación…
—Bueno, en ese caso puedo abrazarte hasta que te calmes —susurró ella acercándose a su cuerpo, abrazándolo tiernamente mientras lo miraba a los ojos.
Ranma suspiró y le devolvió el abrazo.
—Hasta el viernes.
—Miércoles de la semana que viene.
—Sábado.
—De eso nada.
—Bien —masculló el chico de la trenza, rindiéndose—, pero antes de que te llenes las manos de pelo de gato vas a tener que compensarme —dijo tomándola en brazos sorpresivamente y llevándola directamente al dormitorio.
Akane rio dichosa dejándose llevar, le besó con ternura sabiendo que en el fondo Ranma era demasiado blando para negarle nada, ni siquiera ante el riesgo de sufrir un episodio de terror cerval.
Era normal que se enfadara, al fin y al cabo los gatos eran animales territoriales, la llegada de otro de su especie a su espacio era delicado. Aunque él sabía bien cómo hacérselo pagar a su dueña, eso estaba claro.
FIN
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¡Hola queridas!
Muchisimas gracias por haberme acompañado una vez más en una nueva aventura. Termino este fic dejandolo en algo sulce, cómico y cortito, tal y como me apetecía. Espero que no por breve os haya defraudado, lo cierto es que siento que la historia para mi no tenía demasiado recorrido sin caer en temas manidos ni drama innecesario, para mi, así ya está bien.
Me gusta especialmente el final, con Akane rescatando gatos de la calle, ¡como no! Ella tiene un corazón enorme, y aunque Ranma reniegue, ese es el principal motivo por el que cayó rendido a sus pies.
Amo todos y cada uno de vuestros hermosisimos comentarios, ¡me dan energias renovadas para escribir! Gracias por tantisimo amor, que voy a intentar devolver esforzándome en mi siguiente fic (disculpadme, he estado un poco dispersa).
Un abrazo fuerte a mis betas SakuraSaotome y Lucita-chan por su dedicación y por sacar huequitos de su escasisimo tiempo libre para corregirme.
Y nos vemos en el siguiente fic, que será una aventura con bastante humor y por supuesto, romance.
Besos!
LUM
