FULGUR DEUS
(lat. Dios del rayo)
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Destrózame la cintura a lomos de tu montura
Resquiébrame la espalda, a beso limpio
Ráptame y no me sueltes nunca,
así amordaces todos mis silencios.
Lléname de ti, rellena cada poro
con la insistencia de tu lengua. (…)
Voltéame la soledad, Virtudes Montoro.
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Corrección de estilos: Althariel Tasartir.
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Para Ju, por leer los desvaríos que se escapan de los dedos, de la mente, del corazón. Gracias totales.
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Hay dos lugares donde se obtiene información certera, verídica e importante: en el campo de batalla y en la cama. Al calor de la pelea, difícilmente las personas mienten, debe ser el fragor de la batalla, la adrenalina, la necesidad de ganar y aplastar al enemigo.
Y la otra… en la cama. Todos son iguales en la cama, ricos, pobres, viejos, jóvenes, todos están desnudos no sólo del cuerpo, del alma también. No se desnuda el alma y los deseos más ocultos sino es al calor ardiente de otro cuerpo. Las perversiones, lo más oscuro, lo insondable, incluso eso también aflora sin control.
Lo que pasa es que ese tipo de cosas son del tipo de las que a él nunca le interesaron. Hasta ahora. En realidad no se puede decir que tenga verdadero interés, es sólo que tenía curiosidad.
Cuatrocientos años después, ha sentido curiosidad.
No siempre se topa con alguien capaz de soportar las descargas eléctricas casi innatas, no, eso es muy raro. Siempre hubo posibilidad de pelear con cualquier basura que creía tener habilidad y, al final, resultaban mediocres.
Pero ese sujeto no era así. El sujeto en cuestión tenía tal cantidad de poder maldito, que era suficiente para valer su atención, y ¿por qué no? tal vez hasta su respeto como contrincante.
"Kinji Hakari, puedes llamarme Kin, de cariño", dijo el muy ridículo.
No entendía muy bien las interacciones de este mundo moderno, él había conocido otro tiempo, otros lugares y a otros contrincantes, incluido al bastardo de Sukuna. Pero sabía que esa presentación, la había dicho en doble sentido, lo pudo ver en sus ojos, en la forma absurda en la que lo observó de cabeza a pies.
Obsceno.
—Siento pena por tener que destrozar tu bonita cara —dijo burlándose.
—No sientas pena, yo te voy a destrozar entero y me quedaré con tus puntos…
Lo único verdaderamente molesto de aquel tipo ¡es que no paraba de hablar! ¡Era como un condenado cotorro! No paraba de burlarse de hacerle comentarios en doble sentido.
El mundo moderno no le gustaba. Nada. Ni su gente, ni sus maneras, ni nada.
—¿Para qué te descubres?
—Para que me puedas apreciar bien antes de morir —se burló el muy idiota—, esos ojos tan bonitos me gustan, debe ser que estoy en modo manga(1)…
—Pero qué…
No importó todo lo que hizo hasta entonces, no importó que literal se quedó vacío de poder, al final, no pudo acabar con Hakari, y lo único que logró fue deshacerse de su brazo ¡Qué ironía! Aquel sujeto sí que estaba lleno de sorpresas, entre la cantidad infinita de poder, sus rituales y el condenado dominio… ¡Ni siquiera podía decirse que había ganado! ¡Nadie había ganado!
—Te propongo un trato…
—Pero tiene precio…
—No importa, se pagará el precio, pero antes dime ¿Por qué me estás mirando así? Como niño enfurruñado, te ves mono…
—Por que eres un contrincante que ha valido la pena, por eso, porque me das curiosidad.
—¡Ah! Curiosidad dices, ¿qué te da curiosidad?
—Todo —dijo lacónico Kashimo, con el cabello escurrido por todos lados y destellando aún electricidad moribunda.
—Dime una cosa, tú no eres un peleador común y corriente, sólo había dos jugadores que acumularon cien puntos, tú y otro zoquete al que estamos buscando y, además de todo… te contuviste hasta el final…
Aquel sujeto sólo tenía la cara de cretino, porque en realidad era más listo de lo que parecía.
"Que interesante sujeto", pensó para sus adentros, "cuando pensé que no vería nada sorprendente en esta era".
—Oye ojazos, hablamos después, ¿vale? Te buscaré…
—¿Cómo me llamaste…? —La energía eléctrica empezó a fluir por su cuerpo y a chispear en él.
—Ya, ya, relájate, hombre del rayo.
Y se fue, así como si nada, dejándolo con el Panda, del que supuestamente él se había deshecho, incómodo momento de principio a fin. No, definitivamente no le gustaba la gente de esta era.
Por supuesto cuando los demás lo vieron no pusieron buena cara, tampoco es que a él le interesara mucho eso, así que los ignoró, salvo a Hakari. En general, contestaba un sí, no, o simplemente movía la cabeza, a eso se limitaban sus interacciones con el grupo de participantes.
Se movían de un lugar a otro, como rapaces cualquiera; ocupaban esta casa, aquel departamento, ese centro comercial, cualquier lugar era bueno. Y así sin más, el fulano aquel se lo llevó arrastrando del brazo por el edificio que habían ocupado en aquellos días.
No le importó recibir unas cuantas descargas, tampoco le importó que le diera bastantes golpes con el bastón, como piñata humana.
—¡Ya, cabrón! Relájate, ¿siempre estás tan estresado?
—¡Suelta!
Lo arrojó a un departamento deshabitado, suponía que hubo alguien ahí, pero ahora estaba totalmente vacío, regado, el vestigio de que habían salido corriendo.
—Bueno, vamos a hablar, entonces, estábamos en que yo te daba curiosidad…
—No tú, tu técnica.
—O sea, yo.
—¡Qué no!
—¿Te vas a sentar o te vas a quedar parado en la puerta como camarista?
A regañadientes movió algunas cosas del sofá más cercano y se dejó caer ahí, luego lo observó husmeando entre las cosas hasta que encontró unas galletas, mismas que le arrojó ¡Se las arrojó! ¡Como si fuera un perro!
—¿Quién eres?
—Ya te lo dije.
—No, tú no eres como todos nosotros, es decir, tú pareces un alma perdida por ahí en batalla…
—Soy un reencarnado, hace cuatrocientos años existí, también era un hechicero, como ahora, mi técnica era la misma. Kenjaku me ofreció un trato y ese trato era poder pelear contra el hechicero más poderoso, con Sukuna… que está en este tiempo… —le soltó todo de golpe mientras abría las galletas.
Cabe destacar que no sabía bien cómo diablos abrir aquel empaque y acabó por destazarlo y rescatar el contenido que salió volando y se desperdigó por todos lados.
Lo cuál provocó la carcajada sonora de Hakari.
—No le veo la gracia.
—¡Oh sí! Eres graciosísimo, bueno, entonces… este cuerpo donde estás no es tuyo…
—No, es un recipiente, es un cuerpo que tomé con las características adecuadas para mí.
—¡Ah! Bueno, pues ya viste que todos estamos tratando de detener a Sukuna y estamos tratando de cambiar las reglas de este estúpido juego, entonces… el trato es el siguiente…
Escuchaba mientras se concentraba también en el sabor extremadamente dulce de aquellas galletas con relleno ¡todavía más dulce! Era una visión. Hakari hizo un esfuerzo sobrehumano para no reírse de nuevo.
—Quédate con nosotros, en este variopinto equipo, y pelea contra Sukuna, cuando demos con él, ¿te parece? No te vayas a ejecutar inútiles por ahí, sólo quédate aquí…
—¿Aquí, en este departamento?
—¡No! Me refiero con nosotros, no necesariamente en este lugar, todo te lo tomas muy textual ¿no?
—¡Ah!
—Por cierto, muy bonito tu recipiente.
—¿Por qué me dices esas cosas? En mis tiempos esa clase de faltas de respeto… —expresó arqueando una de sus peculiares cejas clarísimas, su cabello había empezado a electrizarse.
—No es una falta de respeto decirte que estás majo, ¿o sí?
—Sí lo es.
—¡Por favor! Bueno pues, nada, en estos tiempos es común y nadie se escandaliza, así como yo estoy muy bueno y no me ofende que me echen un vistazo…
—Qué cinismo el tuyo… pero entonces, ¿está bien ir por la vida diciéndole a la gente que se ve bien? No entiendo.
—Lo haces sonar fatal. Bueno me refiero a que…
—Entonces, dentro de tus estándares yo te parezco ¿Atractivo? —reviró directo.
—Sí, desde luego, eres atractivo…
—¿Es parte del trato?
—¿Qué dices?
—Yo de esas cosas no sé. En su momento tuve mujeres, hombres no, pero eso no era algo que me interesara, no era mi sueño en la vida, yo sólo quería pelear con los más fuertes, medirme con ellos… respeto la fortaleza de los guerreros…
Acabó por echarse a la boca la última galleta. Lo iba a aceptar, sabían muy bien, pero le perturbaba que fuesen tan dulces.
—Sospecho que a este envase le gustaban esos placeres.
—¿En serio? Y ¿cómo lo sabes? Si simplemente tomaste ese cuerpo… como parásito.
—Lo siento, sólo lo siento… yo quiero un trato…
—¿Cómo? —Hasta este punto su compañero acabó por arquear ambas cejas seccionadas, realmente aquel tipo estaba más loco de lo que pensaba.
—Quiero saciar mi curiosidad, antes de que vaya a pelear, porque… no habrá vuelta de hoja, no es que me importe, tampoco tengo miedo de morir… sólo quiero saber…
—¿Qué cosa quieres saber? Sospecho que esas galletas te hicieron mucho daño.
—Te soy atractivo, este cuerpo te gusta, entonces… enséñame, enséñame qué cosas se hacen. Este recipiente está en la flor de su juventud, lo mismo que el tuyo…
Por primera vez alguien había callado a Kinji Hakari con toda la crudeza de sus palabras desfachatadas, aunque inocentes, porque aquello lo estaba pronunciando sin siquiera el dejo lascivo con el que se podía interpretar su petición.
—O sea, quieres que…
—Parece que ahora el asustado eres tú, qué gracioso…
No dijo nada más, se puso de pie, con su nada de conocimiento al respecto, se situó entre las piernas separadas de Hakari, tocó con una de sus rodillas el muslo del otro, un escueto toque para ver qué sucedía. El pulso se le desbocó sólo por haber hecho eso. El otro lo estaba observando con tal intensidad que sentía que esos ojos suyos, pequeños, salvajes, le estaban haciendo todo lo inimaginable en esa sola mirada, es más, en su nulo conocimiento de sexo, al menos en ese cuerpo, sentía que lo estaban acariciando entero.
No dijo una sola palabra, lo asió por la cintura y lo hizo sentarse a horcajadas sobre él, no sólo era el descaro del acto en sí, tampoco la desvergüenza de las manazas de Hakari en las nalgas, para atraerlo contra su pelvis, no.
Es que hubo algo todavía más invasivo y personal: que se atrevió a desatar su cabello y hacer un mar de liviandad en los mechones desperdigados en cascada por su cuello, hombros, por su rostro.
Tuvo que dar las gracias en silencio, porque afortunadamente algunos mechones de cabello le cayeron por el rostro y permitían al otro verle en la penumbra de la tarde, sus labios entreabiertos, pero no tanto el carmesí de sus mejillas, ni la confusión de sus ojos. Kashimo se estaba sintiendo ridículo.
Muy cómodo ahí arriba, no tuvo más que dejar de pensar. Quizás era eso, que en esa era, en ese tiempo, no había que pensar tanto, sólo… suceder, suceder como colisiones casuales y en cataclismo total.
—Voy a tener que desenvolverte como… a un regalo, ¿verdad? —Se burló su reciente compañero de equipo.
—No —rechazó en automático.
¡No señor! Aparte de la sorprendida de la vida que le estaban dando, y que se estaban burlando, no pasaría por la humillación de que le quitaran la ropa. Era indigno. Se sentía abrumado.
Se bajó de ese lascivo abrazo y una vez apoyado en el piso empezó a sacarse la ropa él solo, los vendajes… todo, mientras caminaba por uno de los pasillos del departamento, iba arrojando la tela por aquí y por allá.
Hakari se quedó insolente sentado en el sillón con las piernas aún abiertas, aún respirando a medias por la excitación del momento ¡Tampoco era de palo! Por supuesto que era sensible a ciertas cosas…
Muy orgulloso insinuando que entre los muslos su sexo estaba tan apretado contra la ropa que le dolía. Y el otro, simplemente caminaba por ahí, con apenas poca luz cayéndole encima, desvelando un cuerpo perfectamente esculpido, con los claroscuros precisos iluminando las curvas de sus músculos, andaba desnudo… y de pronto cojeó, se detuvo, maldijo, perdió el glamour, para después seguir su agónico camino.
— ¿Qué mierda es esto? ¡Joder! Casi me llega hasta los intestinos— maldijo el joven desnudo cuando pisó una pieza perdida de Lego en el piso, misma que se le incrustó en la planta del pie de forma dolorosa, la sacó de su piel y la arrojó por ahí.
Hakari lo dejó, cuando se metió a una habitación se levantó perezosamente del sillón, como gato, caminó sin prisa alguna e, igual que el otro, arrojó la sudadera, la camiseta, se sacó uno de los tenis deportivos con un pie, y con el otro, el siguiente, tenía particular maestría en hacer eso. Los pantalones estaban abiertos a medias.
Kashimo estaba de pie ahí, dándole la espalda, observando la cama… sólo la observaba, era la piedra del sacrificio casi, hubo un momento, unos segundos quizás en dónde se preguntó a sí mismo qué mierda estaba haciendo para llegar hasta ahí, después acalló su propia voz cuando la energía que venía detrás de él se acercó por su espalda.
No lo tocó. Sólo se quedó ahí, igual que él. Sabía que lo contemplaba, desnudo como estaba, pero no era sólo su cuerpo, era que esta tratando de asimilar su esencia, su ser entero, y se sintió más inquieto aún. Ahí ya no era la máquina de matar, ya no era el psicópata que quería electrocutar a todos, como buen ser de luz.
Una mano se apoderó de su hombro y lo hizo volverse.
—A ver, déjame recordar, dijiste que querías que te matara ¿no? Eso dijiste, "mejor mátame"…
—¿A qué viene eso? —Inquirió con la frialdad de siempre.
—Nada, es que tiene gracia cómo antes estabas resignado a ello y ahora… tu trato, o más bien lo que quieres, implica que te mate sí, pero que te mate a…
—Cállate ya, no sigas o te dejo aquí así.
Se tuvo que reír, le encantaba joder a la gente, le encantaba sacar de sus casillas a todos. Y ese que tenía ahí enfrente, le encantaba porque perdía los estribos más rápido que nadie.
Sin nada previo lo empujo hacia la cama, Kashimo se enojó y le devolvió el empujón. Otra vez le dio un empellón pero esta vez, el joven de cabellos pálidos cayó sobre la cama, su compañero, mucho más rápido en esos menesteres lo atrapó contra el colchón.
Muy cliché el asunto.
Sus manos toscas, rudas, acariciaban con destreza la piel blanquísima y apenas con cicatrices del otro guerrero; su cuerpo, de mayor tamaño y peso lo aplastaba sobre la cama polvosa , con las piernas abiertas otra vez. Retorciéndose, como animal atrapado, sin saber si eso le gustaba o no.
Una mordida brusca en uno de sus pezones.
Le dolió, pero se escapó de sus labios un gemido. Así que eso le gustaba a ese cuerpo. Luego el otro, atrapado entre los labios del casi desconocido, que levantaba ese botón entre su lengua.
—Deja de hacer eso —susurró el hombre que estaba encima de él.
—¿Qué cosa?
—Estás generando electricidad, si sigues así vamos a terminar los dos como pollos en barbacoa.
—¡Ah!
No le dio tiempo de decir más, porque llevó su mano hacia su miembro, haciéndole tocarlo, exigiendo que rodeara con sus dedos aquel aguijón que era la extensión de su placer, le enseñó cómo, qué tan fuerte, qué tan rápido.
Le susurró algo que no alcanzó a entender, pero Kashimo estaba seguro de que le había dicho una vulgaridad, sonó a una.
Levantó un poco la cabeza para ver, para observar cómo su propia mano tenía entre los dedos el falo del otro, descubierto, húmedo, y se preguntó si aquello…
A Hakari aquel gesto se le hizo hilarante. ¿Cómo era posible que alguien que tenía más de cuatrocientos años, todavía fuese capaz de sorprenderse como niño, de ser ciertamente ingenuo?
Cuando la mano de Kinji se apoderó de su miembro y lo sintió temblar no pudo dejar de pensar en que… "muy hechicero ancestral y todo, pero tan vulnerable como cualquier humano".
Lo siguiente que sucedió fue que casi se ahogó con aquel miembro en la boca y Hakari no ayudó mucho cuando, por joderlo, le empujó la cabeza contra su pelvis.
—Me vuelves a hacer eso, cabrón de mierda, y te lo arranco… —la mirada que le lanzó era una promesa de que lo haría.
—Perdón, es que esa boca tan bonita… —se burló un poco más, sólo por descolocarlo de su rabieta.
—¿No te callas nunca?
Había visto infinidad de grabados pornográficos en la antigüedad, miles de veces, pero… nadie lo había preparado para la elemental revolcada que le estaban dando entre las sábanas.
¡Y lo que le dolió cuando lo tuvo adentro! ¡Se sentía interminable! Algo le dijo el otro respecto a que se lo iba a arrancar si seguía apretándolo así. No entendió esa guarrada, el punto era que sentía que lo estaban empalando y que aquello le iba a salir de regreso por la garganta.
Pero… admitía que después, las cosas fueron fluyendo con más calma, con… más precisión, porque su cuerpo dejó de obedecerle: el envase había tomado voluntad propia cuando reaccionaba solo, se movía solo, jadeaba, rodeaba con los muslos abiertos al amante que se había conseguido esa tarde.
Kashimo Hajime se había convertido gustosamente en una caja de resonancias de las emociones del otro. Follar como locos, sin pensar, sin calcular nada, sin que nadie ganara o perdiera, sólo estando ahí, viviendo el momento.
No pudo evitar morderle el cuello, los hombros, enterrar sus cortas uñas en la espalda musculosa, apolínea, en las nalgas, en las piernas… lo dejó como papel picado. Pero Hakari no se quejó, al contrario, parecía que algo de perverso encontraba en ese pequeño resquemor que le causaba y más se tensaba dentro de él.
El aroma de la piel ajena, el de la suya, la acidez del olor de su sudor, todo… el sexo era todo, era lo que veía, lo que sentía, lo que olía, lo que degustaba… el sexo era todo. La sexualidad humana era profunda, catapultaba a la perdición, a esa que describían como el lugar donde se perdían hombres, mujeres, dioses.
—Ardes… por dentro… —susurró Kinji.
—¿Eso… sientes?
—Eso…
—¿Qué… sigue…?
Lo que siguió fue que terminó entre sus piernas, estalló, lo constriñó en su interior, pulsaba. El joven de piel dorada por el sol tenía apoyadas las palmas a los lados de su rostro, sobre el colchón. El único punto de unión, de contacto, era su pelvis.
—Quiero ver cómo te retuerces debajo de mí —le había dicho con toda la vulgaridad del mundo, pero lo hizo sonar tan… candente que no pudo evitar sentirse bien, sucio, pero bien.
Escurrió dentro de él, gimió, su miembro seguía pulsando contra las paredes de su cuerpo y, un par de minutos después, sin darle tregua, salió de su interior, se agachó sobre su cuerpo laxo, sudoroso, lampiño, como el cuerpo de un niño, aunque en realidad era muchísimo mayor.
Le hizo terminar contra sus labios, en medio de un gemido ahogado por lo que le estaban haciendo. No era que se lo hicieran sólo a su envase … no, todo aquello, se lo habían hecho a él.
Ahí tenía su respuesta. Ahora sabía. Y ya no quería saber las cosas que se hacían. ¿Y si tenía una erección en medio de la nada sólo por recordar todo lo que había pasado en esa habitación de un departamento anónimo y abandonado?
El joven de piel prístina se levantó cuidadosamente cuando escuchó a su acompañante de cama respirar acompasadamente, dormido.
—¿A dónde vas, Dios del rayo?
—Pensé que dormías…
—Pensaste mal.
—Te veo en donde los otros, ¿de acuerdo? —contestó arreglándose el cabello en sus particulares atados sobre la cabeza.
—¿Quedó satisfecha tu curiosidad?
—Tal vez…
—¿Cómo que tal vez, cabrón? Sí la vida se te fue en gemidos y…
—Ya, ya, sí, hombre. Estaba molestándote… en fin, te veo después.
Cortó, se levantó como pudo. No quería dar explicaciones, se marchó de la habitación y comenzó a recoger su ropa, como puta cualquiera, solo le faltaba recoger el dinero.
Huyó, esa era la verdad.
Al menos podría entregarse a la batalla y morir con todas las de la ley, con conocimiento de causa, ahora ya sabía qué era follar y… le había gustado, lástima que no se repetiría. Era bueno morir sin ignorar tanto. Aunque seguía pensando que ese mundo no le gustaba.
Para cuando Hakari volvió al refugio provisional donde estaban los demás, Mei Mei estaba explicándoles algo de los cuervos, Yūta, le dedicó una mirada reprobatoria, negó con la cabeza y le arrojó una bufanda que estaba por ahí tirada.
—¡Hakari, no inventes…! Estamos en medio de una guerra y te has ido por ahí…
—Ay por favor, no seas mojigato…
—¿Alguien sabe dónde está Thor(2)? Los Avengers no están completos si no está —inquirió Yuji, haciendo una referencia a las películas de Marvel, al fin cinéfilo—, en esta parte del plan hará falta él…
Se refería a Kashimo, todos los demás se volvieron alrededor, pero efectivamente no estaba.
Inesperadamente, instantes después apareció por ahí con un paquete de galletas dulcísimas, según él, a medio comer, y que nadie sabía de dónde sacó. Era curiosa su imagen, en una mano llevaba el bastón ritual y en la otra las galletas.
Hakari no pudo evitar reírse.
—Ya niño, respeta al abuelo —bromeó contestándole a Yuji, señalándole al que acaba de llegar.
—¿Abuelo?
—Así cómo lo ves, tiene más años que todos aquí…
—¿En serio? ¡Entonces sí es Thor!
—Dejen de hablar de mí como si no estuviera…
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FIN
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N. de la A.
Referencia de la pelea que Hakari tuvo con Charles, y que uno de sus ataques tenía la facultad de que el rival se viera afectado en modo "manga" por la misma.
Yuji juega con lo del "Dios del rayo", que en este caso es Kashimo, pero se está refiriendo a Thor en el universo MCU de las películas de Marvel, que también es el Dios del Rayo.
