Nota del autor: Esta historia no será muy lineal, ya que la narrativa estará muy fragmentada. Hare lo mejor que pueda para que no resulte muy confuso.

Disclaimer: Sekaiichi Hatsukoi no me pertenece


Esa época, cuando aún eran adolescentes y creían conocer lo amargo de la vida, se encontraron a mitad de camino.

Podría haber sido porque no tenían ningún amigo y no hablaran con ningún compañero de clase, por lo solitaria que eran sus respectivas rutinas diarias. Sus vidas se deslizaban en una monotonía gris, sin más compañía que sus propios pensamientos. Pero quizás esa familiaridad que veían en el otro los acercó: una curiosidad inevitable que los empujó a buscar más.

No fue una atracción instantánea, ni un encuentro cargado de magia o de esos momentos inolvidables que se ven en las películas. Fue mucho más simple y real que eso.

Comenzó con una amistad, tentativa como era entre dos adolescente hastiados de la vida; poco a poco se conocieron, lo bueno y lo malo. Se encontraban en la biblioteca de la escuela, no era algo hablado pero fue como un acuerdo tácito entre los dos: estaré leyendo a tu lado, por lo que tienes que esperarme.

Pronto, las sonrisas surgían con mayor facilidad, al principio discretas, luego abiertas y sinceras. Sus miradas se cruzaban de manera furtiva en el pasillo; a veces, sus manos se rozaban de manera accidental mientras hojeaban los mismos libros, y ese breve contacto les enviaba un escalofrío inesperado que bajaría cualquier defensa. Hubo una tensión creciente que se colaba en cada encuentro, un tira y afloja de sentimientos que ninguno de los dos sabía cómo manejar. Había una pregunta silenciosa en el aire, una inquietud que flotaba entre ellos, pero ninguno se atrevía a dar el primer paso, no al principio, no así.

Aquella primavera llego con los colores de los pétalos de cerezo, que caían por la ventana de la pequeña biblioteca. Pasaban las tardes en silencio, sentados el uno junto al otro, lo único que parecía importar era el pasar de las páginas y el murmullo ocasional de sus conversaciones.

Aquella primavera fue un preludio de una vida y un primer amor que acababa de comenzar. El primer amor más grande del mundo.

Rutina diaria

"Masamune, no te duermas"

El mencionado abrió los ojos lentamente, un poco somnoliento por la atmósfera silenciosa y calida de la biblioteca. Giro la cabeza, su cabello desordenado por haber estado apoyado entre sus brazos. Al levantar la vista, se encontró con esos ojos verdes oscuros que lo miraban fijamente, trayendo esa familiar sensación de ardor que se enroscaba en su estomago.

"No estoy durmiendo. ¿Ya es hora de irnos?"

"Si, la escuela no tardará en cerrar"

La luz anaranjada del atardecer se filtraba a través de las ventanas, pintando largas sombras sobre las estanterías y hacia brillar el polvo en el aire. No parecía haber nadie más en la biblioteca aparte de ellos, lo que era bastante habitual. Masamune se incorporo perezosamente de su antigua posición, sentándose correctamente en su silla.

"Tenemos que regresar los libros a su sitio. Ayúdame." Los ojos verdes parpadearon hacia la mesa abarrotada de libros dispersos por doquier, un verdadero desorden después de una tarde inmersos en páginas y páginas. "Hicimos un desorden, es un milagro que la bibliotecaria no nos haya regañado"

"Fue tu idea buscar esa novela de misterio, Yuki" replicó Masamune

"No pensé que tardaríamos tanto en encontrarlo" Yuki gruño en voz baja, un toque de frustración poco común en él. Empezó a juntar los libros e instó a Masamune a hacer lo mismo. Con suerte recordarían de donde habían sacado cada uno, la biblioteca escolar era pequeña pero tenia un sistema de organización fijo.

"¿Quieres pasar por esa heladería de camino a casa?" Yuki rompió el breve silencio, dejando uno de los libros en su sitio. Masamune, que estaba justo detrás del estante, sonrió con diversión.

"Si se trata de compensarme por lo de hoy, preferiría otra cosa"

Los ojos verdes que tanto le gustaban se volvieron hacia él, parpadeando con confusión y lentamente la compresión se reflejo en ellos. Un pequeño rubor se formo en las mejillas de Yuki, su piel pálida no podía ocultar ese tono rojo, complaciendo silenciosamente a Masamune y enganchando su sonrisa.

"No tientes tu suerte" murmuró Yuki, apartando la vista.

"No es suerte si sé que dirás que sí"

Hubo un murmullo inentendible por parte de Yuki, probablemente maldiciendo su nombre. Aunque el estante de libros oculto la vista figura del otro, Masamune fácilmente podía imaginar su expresión; el rubor subiendo por sus mejillas, sus labios, ligeramente entreabiertos, temblando antes de formar una pequeña mueca de frustración y esos bonitos ojos verdes destellando de irritación.

Sonrió para si mismo, satisfecho. Después de todo, tenia el novio más lindo del mundo.


Gracias por leer