-Closer-
[Yamichar Week 2024]
Día 7. 'Sunrise'
La claridad del día entraba por las ventanas sutilmente, pero aún no había amanecido por completo. La brisa se colaba con soltura, abriéndose hueco en la habitación, en ese momento silenciosa. Los pájaros cantaban de forma esporádica encima de los árboles, que se mecían con suavidad, haciendo caer alguna que otra hoja al suelo.
Yami estaba despierto, pero con los ojos cerrados. Volvería a dormirse en pocos segundos, pues aún era temprano y no le gustaba madrugar. Se dio la vuelta, se movió y estiró el brazo para pasarlo alrededor de la cintura de su mujer, pero se encontró con las sábanas frías y su lado de la cama, vacío.
Abrió los ojos. No estaba por ningún lado. No se la escuchaba tampoco en el baño ni tenía la luz encendida. Se sentó y bostezó. Era cierto que Charlotte se solía levantar temprano a diario, pero siempre avisaba cuando se marchaba y era raro que se fuera antes del amanecer.
Se levantó de la cama, se puso la camiseta y se dio cuenta de que el balcón estaba entreabierto y la brisa de la mañana que se colaba en el interior del cuarto y que lo había despertado se debía a eso.
Se asomó y la vio. Estaba de pie, miraba al horizonte mientras se apoyaba en la barandilla del balcón, con los brazos cruzados. Todavía no se había cambiado de ropa, así que supuso que simplemente se había levantado para observar el paisaje y no porque tuviera que hacer algo.
Le pareció raro. Charlotte era alguien muy pragmática, que siempre dedicaba su tiempo a hacer lo que fuera, pero la contemplación de la naturaleza no era algo que entrara en su definición de estar ocupada.
Se acercó, le dio un beso en el hombro y ella no se inmutó. Probablemente lo había escuchado levantándose y acercándose. Lo miró con una sonrisa que no le gustó demasiado, pues no parecía genuina.
—¿Qué haces aquí tan temprano?
—Nada. Me he desvelado y estaba harta de dar vueltas en la cama, así que me he levantado.
Yami se quedó en silencio unos instantes. Charlotte no dormía durante muchas horas seguidas, pero cuando tenía insomnio era porque algo la tenía preocupada. Con el paso del tiempo, había ido aprendiendo sus hábitos y tras más de diez años y tres hijos juntos, la conocía a la perfección.
Parecía que había sido hacía pocas semanas cuando ella, entre susurros y sonrojos, le había confesado su amor. A partir de ese día había tenido muchos momentos de felicidad, pero aquel lo recordaba con cierto cariño, porque era especial.
El chico de trece años que llegó al Reino del Trébol se quedaría de piedra si le dijeran que iba a compartir su vida con una de las bellezas de aquel país que siempre le era tan hostil.
Cuando Yami llegó al reino, todo le pareció extraño. Nadie le dio una oportunidad. Venía de un lugar que le gustaba, pero en el que tenía una situación aterradora. Echaba de menos a su hermana, su rutina, su vida. Fue como una vuelta a empezar, como el comienzo de una segunda vida, porque ya no había vuelta atrás.
Estaba convencido de que no podía regresar. Por el bien de Ichika, hizo que todos creyeran que había sido él quien había asesinado a todo su clan, aunque aquello le supusiera un destierro infinito y cruel.
A pesar de sus arduos comienzos, el tiempo le dio cierta estabilidad. Se le permitió incluso fundar una orden y eso para un plebeyo extranjero era un paso importante. La vida no le había tratado finalmente tan mal. Había construido su propia familia, formada por sus idiotas, Charlotte y sus hijos, y también había podido reencontrarse con Ichika y Ryū.
No podía pedir más. Su relación era sólida, sus hijos, felices y sus chicos habían seguido su camino y estaban bien. Había vuelto al País del Sol, a comer ramen, a ir al templo y a pasearse tranquilamente por sus calles. Había hecho a sus hijos y a su mujer partícipes de su cultura, que era algo que siempre había querido hacer. Todo seguía su curso, un destino apacible y esperanzador que no esperaba, pero que agradecía a diario.
Siempre velaba por el bienestar de los suyos. Si algo se torcía, no estaba tranquilo hasta enderezarlo. Ver un mínimo deje de preocupación en el rostro de Charlotte era un mal presagio. Aunque no lo pareciera, ella era la fuerte de la relación. Sin ella, todo se desmoronaba sin remedio.
—¿Y eso?
—Pues no sé. De todas formas, sabes que siempre me levanto temprano.
—Sí, pero es demasiado temprano, ¿no crees?
Un rayo de sol se abrió paso en el horizonte. Sin embargo, una parte oscura aún coronaba el cielo. Incluso todavía se podía ver la luna.
Su expresión agotada no concordaba con sus palabras. Puede que no fuera algo grave, pero había un asunto rondándole constantemente en la cabeza y que la tenía preocupada.
—No sé… —musitó. Dejó de mirarlo.
Yami la acompañó en silencio durante un rato. Cuando la observó algo más tranquila, le volvió a preguntar.
—¿Qué te pasa?
Charlotte parpadeó un par de veces, se apoyó una mano en el mentón y el codo en la barandilla, y suspiró con cansancio. Lo miró de soslayo, sin estar completamente segura de si debía sincerarse o no.
—Es una tontería.
—Si te tiene preocupada, no lo es.
Se volteó completamente, Yami se incorporó también y esperó con paciencia a que le contara qué la tenía tan intranquila.
—Cuando era más joven, pensé en ser aspirante para el puesto de Rey Mago. Estuve a punto de hacerlo en una ocasión, pero al final me acobardé en el último momento.
Aún faltaban unos años para que se produjera el cambio de Rey Mago, pero era cierto que los aspirantes se estaban postulando ya. Asta sonaba como uno de los candidatos más fuertes, pero era muy joven y tal vez le faltara algo de prudencia y experiencia.
Yami entendió que Charlotte no quería quedarse con la espina de no presentarse como candidata. Tenía sentido que quisiera hacerlo. Era una mujer fuerte, capaz, inteligente y responsable. Sería perfecta para el cargo, porque además estaría él para organizar sus descansos —porque era un desastre para muchas cosas, pero no para descansar— y que así la gran carga de trabajo que supondría el puesto no le pasara factura.
—Ya se están presentado los candidatos, ¿no?
—Sí…
—¿Por qué no lo haces ahora?
—¿No soy demasiado mayor?
—Pero si no tienes ni cuarenta años, Charlotte.
Sabía que estaba poniendo excusas aleatorias. La preocupación era otra y podía intuirla, pero quería que se la dijera ella para así poderla ayudar.
—No quiero desatender a los niños.
—¿Es que no tienen padre?
Charlotte, por primera vez en toda la conversación, sonrió. Suspiró y la tensión se fue yendo poco a poco. Yami le estrechó un hombro con comprensión.
—Es un trabajo duro. Los vería menos, a ti también, Einar es muy pequeño y hay todo un proceso de preparación que tampoco es nada sencillo. No quiero distanciarme de vosotros.
Entendía bien su postura. Ser una mujer en un mundo de hombres no es fácil. Ella tenía mucha más presión que cualquier hombre con hijos que quisiera ascender, pues a la gente le encanta poner etiquetas y tachar de mala madre a las mujeres que priorizan mínimamente sus carreras profesionales.
Pero Yami era un hombre al que le gustaba ver a su mujer feliz y sabía que Charlotte se sentía realizada con el trabajo, que era ambiciosa y siempre quería más. No se podría perdonar que abandonara sus aspiraciones solo porque tenía familia.
No lo permitiría de hecho. Ellos siempre se habían repartido las tareas domésticas y el cuidado de sus hijos y, si tenía que hacer un poco más, no le pesaría. Solo quería que Charlotte no se arrepintiera de no haber hecho algo por no poder compatibilizar su vida personal y profesional, cuando él podía quitarle ciertas cargas y ayudarla a que el proceso fuera más llevadero.
—Es tu decisión al final, pero por nosotros no te preocupes. Te vamos a apoyar en todo —le aseguró mientras le acariciaba el rostro—. Además, yo creo que lo harías mejor que cualquier otro.
Charlotte lo abrazó sin mediar palabra. Le susurró al oído un «gracias» suave que le hizo temblar el corazón.
—Me lo pensaré —dijo ella cuando se separaron.
Yami asintió con decisión. Estaba seguro de que finalmente se postularía para el puesto ahora que se había quedado más tranquila, que había comprobado que no tenía nada de malo querer escalar puestos aunque tuviera responsabilidades familiares.
—Pase lo que pase, yo siempre voy a estar orgulloso de ti. Eso sí —le advirtió—, te las tendrás que ver con Asta.
—Será un digno rival —afirmó Charlotte.
Yami se rio, la abrazó por los hombros y los dos se quedaron a observar el amanecer en el balcón.
El inicio de ese nuevo día estuvo envuelto en una atmósfera distinta, que le evocaba a un nuevo comienzo, aunque Yami estaba feliz de que Charlotte, a pesar de querer cambiar ciertos aspectos de su vida, siempre lo eligiera a él. Y siempre lo haría.
FIN
Nota de la autora:
Pues aquí acaba la yamichar week. Me ha encantado estar un año más y espero poder estar el siguiente.
Creo que los prompts han estado más orientados este año al fanart más que al fanfic, pero algo se ha hecho. Espero que os haya gustado.
Este ha sido más cortito pero creo que es un buen final para esta semana.
Intentaré acabar Presunción de inocencia pronto porque ahora vienen meses en los que voy a estar ocupada porque tengo que estudiar. Estoy escribiendo además una historia para otro fandom y me centraré también en acabarla. No creo que empiece proyectos largos hasta el verano que viene, desafortunadamente. Nos iremos leyendo cuando pueda, imagino, o si pasa algo importante en el manga.
Muchas gracias por pasaros a leer.
Hasta pronto.
