El cielo de la tarde se teñía de naranja mientras Bakugo, Midoriya y Todoroki caminaban por el centro de la ciudad. Era un día tranquilo, perfecto para probar sus nuevas licencias provisionales y poner a prueba sus habilidades en situaciones reales. Aunque los tres sabían que esta era una gran responsabilidad, había un aire de confianza en el grupo, especialmente en Bakugo.

—No puedo creer que nos hagan hacer esto —gruñó Bakugo, caminando con las manos en los bolsillos—. ¿Un simple patrullaje? ¡Esto es para amateurs!.

—Es una parte importante del entrenamiento, Kacchan —respondió Midoriya con una sonrisa nerviosa—. Además, nunca sabes lo que puede pasar en la ciudad. Podría ser una buena oportunidad para probar nuestras habilidades en el campo.

—Lo que Izuku dice tiene sentido —añadió Todoroki, observando el horizonte—. La vigilancia es una parte esencial del trabajo de un héroe.

Bakugo bufó, pero no replicó. Aunque no lo admitiera en voz alta, sabía que tenían razón. Aún así, el hecho de estar vigilando en lugar de estar en una pelea real lo irritaba.

La tarde avanzaba con normalidad, hasta que algo llamó la atención de los tres. Al otro lado de la calle, un niño pequeño, no mayor de diez años, estaba parado frente a una tienda de electrónica. Lo extraño no era su presencia, sino el pánico en los ojos de los transeúntes, quienes huían despavoridos de la escena.

—¿Qué está pasando? —preguntó Midoriya, alarmado.

—¡No importa! —gritó Bakugo, ya avanzando—. ¡Es un criminal y lo voy a capturar!

Sin dudarlo, Bakugo despegó del suelo con una explosión, directo hacia el niño. Todoroki suspiró y corrió detrás de él.

—Siempre tan impulsivo… —comentó, preparando su quirk.

Midoriya, rezagado, frunció el ceño. Algo no estaba bien. Podía ver cómo el niño sostenía una bolsa con dinero robado, pero no parecía amenazante. En cambio, había algo en su mirada… miedo, o tal vez, desesperación.
—¡Kacchan, espera! —gritó Midoriya, corriendo tras sus amigos—. ¡Es solo un niño, déjame intentar hablar con él primero!

Bakugo, por supuesto, no le prestó atención. Ya estaba a unos metros del niño cuando éste levantó la mano. Con una sonrisa maliciosa, el pequeño murmuró unas palabras que Bakugo no alcanzó a escuchar, y entonces, una luz tenue lo envolvió.

—¿Qué demonios…? —empezó a decir Bakugo, antes de que su voz se transformara en un llanto agudo y… pequeño.

Todoroki se detuvo en seco, sus ojos abiertos de par en par al ver a su compañero reducido a un bebé de no más de un mes, envuelto en su propia ropa.

—Esto no puede estar pasando —susurró Todoroki, antes de lanzarse hacia el niño con la esperanza de detenerlo antes de que utilizara su quirk de nuevo.

Pero fue demasiado tarde. Con un gesto casi casual, el niño apuntó a Todoroki, envolviéndolo en la misma luz, reduciéndolo al instante a otro bebé indefenso.

Midoriya se detuvo en seco. Sabía que enfrentarse de frente al niño solo terminaría igual que sus amigos. Se inclinó hacia adelante, con las manos levantadas, intentando no parecer amenazante.

—Oye, no tienes que hacer esto —dijo con calma—. Sabes que hay una manera de solucionar esto sin más problemas. No queremos hacerte daño.

El niño lo miró con curiosidad, sus ojos brillando con una mezcla de inocencia y astucia.

—No quiero que me atrapen —dijo el niño con una voz tímida pero firme—. Solo quiero lo que me pertenece.

—Lo entiendo —respondió Midoriya con suavidad—. Pero esta no es la forma de conseguirlo. Podemos hablar, podemos encontrar otra solución. Si dejas que te ayudemos, todo saldrá bien, te lo prometo.

El niño lo observó durante unos segundos que parecieron eternos. Midoriya sintió una chispa de esperanza, pero en cuanto vio la sonrisa traviesa que apareció en el rostro del niño, supo que algo andaba mal.

—Lo siento, señor héroe —dijo el niño—, pero ya no confío en nadie.

Antes de que Midoriya pudiera reaccionar, la misma luz lo envolvió. Sintió cómo su cuerpo se encogía, cómo su visión se nublaba y su voz se desvanecía en un llanto infantil.

El niño se rió suavemente, recogiendo la bolsa de dinero antes de correr por las calles, desapareciendo en un callejón cercano. Nadie lo persiguió. Nadie pudo detenerlo.

Unos minutos después, un grupo de héroes profesionales llegó al lugar, solo para encontrar tres bebés envueltos en ropa de adultos, llorando sin parar.

—¿Qué demonios pasó aquí? —preguntó Mirko, alzando a un diminuto Bakugo que intentaba morderle el brazo con sus encías desdentadas.

—Parece que estos tres fueron víctimas de algún quirk de transformación —dijo otro héroe, mirando con preocupación al bebé Todoroki, quien, aunque tranquilo, parecía algo confundido.

—Llamen a la UA —dijo otro héroe—. No tengo idea de cómo vamos a explicar esto a eraser head.

Más tarde...

Naomasa Tsukauchi estaba parado en la sala central de los dormitorios de la clase 1A, sosteniendo a un pequeño Midoriya y un pequeño Todoroki, ambos mirando a todos con curiosidad. Mientras tanto, Mirko hacía mismitos a un pequeño Bakugo, quien le mordía los dedos con sus pequeñas encías.

—Bueno… —comenzó Tsukauchi, mirando a Aizawa, que lucía completamente agotado—. Al menos no son ancianos... Según la agencia estatal... los efectos durarán un mes... aproximadamente.

Aizawa suspiró, apretándose el puente de la nariz mientras observaba a los tres diminutos héroes que habían quedado en sus manos. Había lidiado con muchas cosas en su vida como héroe y maestro, pero esto era un reto completamente distinto.

—¿Un mes? —preguntó, mirando al oficial Tsukauchi con incredulidad—. ¿Cómo se supone que vamos a manejarlos durante tanto tiempo? Apenas puedo con ellos cuando son adolescentes, y ahora...

Mirko, todavía sosteniendo a Bakugo, dejó escapar una carcajada.

—Vamos, Aizawa. No puedes decir que no te parece algo adorable. —Levantó a Bakugo en el aire, ignorando sus pataleos. El pequeño bebé de pelo rubio emitió un gruñido que, en lugar de sonar amenazante, solo resultaba enternecedor—. ¡Mira esas mejillas! ¡Podría apretárselas todo el día!

—Grr... ¡Pahh! —respondió Bakugo, golpeando con sus manitas en el aire mientras Mirko lo entretenía. Aizawa, sin embargo, no estaba tan divertido.

—¿Adorable? —murmuró mientras se acercaba a los bebés Midoriya y Todoroki, quienes se miraban con expresión curiosa—. Esto es una pesadilla...

Tsukauchi asintió, pero en su rostro había una ligera sonrisa, como si también encontrara algo cómico en toda la situación.

—Lo sé, Aizawa, pero tendremos que adaptarnos. Al menos la policía está tras el chico con el quirk. Con suerte, lo atraparán antes de que el mes termine y tal vez podamos revertirlo antes de tiempo.

—Lo dudo —respondió Aizawa con un tono sombrío—. Los quirks de transformación como este son... complejos. —Miró a Midoriya, que intentaba gatear hacia él, pero se detenía cada pocos pasos, observando sus manos como si no pudiera creer que fueran suyas—. Y estos tres necesitarán cuidados constantes.

El resto de la clase 1A, que había estado observando desde la puerta, comenzó a murmurar entre ellos.

—Esto es... surrealista —dijo Jiro, con los ojos muy abiertos mientras observaba a Todoroki, que, aunque era un bebé, parecía mantener un aire tranquilo y concentrado.

—Al menos no se convirtieron en ancianos, ¿no? —comentó Kaminari, tratando de buscar el lado positivo—. ¡Imaginen a Bakugo como un viejo gruñón! ¡Sería el peor!

—Sería el mismo de siempre —bromeó Sero, a lo que varios rieron en voz baja.

Aizawa, sin embargo, no estaba de humor para bromas. Volteó hacia sus estudiantes.

—Bien, escuchen —dijo con un tono severo que inmediatamente captó la atención de todos—. Esto no es un juego. Durante el próximo mes, estos tres necesitarán cuidado las 24 horas del día. Eso significa que todos ustedes tendrán turnos. No es opcional. Entendido.

Las sonrisas de los estudiantes desaparecieron. Cuidar de tres bebés, especialmente si uno de ellos era Bakugo, no era exactamente lo que tenían en mente para sus próximas semanas.

—¿Cómo cuidamos de bebés? —preguntó Ashido, levantando una mano—. ¡Nunca he cambiado un pañal en mi vida!

Aizawa suspiró de nuevo.

—Aprenderás. Todos aprenderán. —Se frotó la sien, sintiendo el inicio de un dolor de cabeza—. Tendré que pedir refuerzos en la escuela. Y espero que ninguno de ustedes se meta en problemas durante este mes. No tenemos tiempo para más caos.

De repente, una risita suave llamó la atención de todos. Mirko había logrado hacer reír a Bakugo, algo que, en cualquier otra circunstancia, habría sido completamente impensable. El pequeño héroe, a pesar de su feroz naturaleza, no pudo evitar reír mientras ella le hacía cosquillas en el estómago.

—Al menos, alguien está disfrutando esto —comentó Mirko con una sonrisa traviesa, mirándolo—. Quizás esto sea una oportunidad para que aprendan a relajarse un poco.

Aizawa la miró con una expresión que decía claramente "no me hagas empezar."

—Todos a prepararse. Esto será un largo mes.