Capítulo 11. Aliados.
-- Fuego.
"- Zuko, el día del eclipse, el día del Sol negro. ¡No intentes nada!"
- Agh – bufó por lo bajo; producto del cansancio de otra noche en vano intentando conciliar el sueño.
Se levantó temprano, no es como que hubiese podido dormir. Pero su apretada agenda le demandaba estar despierto desde el alba e irse a descansar cuando el astro mayor descendía en el ocaso.
El día de hoy tocaba sesión de entrenamiento, ya se encontraba un tanto repuesto de su lesión y trauma. Más adelante, tendría su interminable arsenal de reuniones y deberes. Concluyendo, con el Comité de su padre y demás generales en la Cámara de Guerra… Respiró hondo, recordando. Aunque el tiempo haya pasado, jamás olvidaría la primera y última vez que estuvo ahí. Y lo que ocurrió por hablar fuera de turno. Cerró sus dorados ojos intentando ignorarlo.
Toc, toc.
Llamaron a la puerta.
Como cada mañana, la servidumbre se hizo cargo de su preparación, cosa que antes no le importaba, pero desde que volvió, sentía haber algo distinto en él. Frunció su entrecejo, acabando de ver su silueta reflejada en el espejo que posaba en su habitación real; se mostraba vestido con esos típicos atuendos escarlata y dorado. Su cabellera completamente recogida en una cebolla con la flama de oro reposando en su cabeza. Oprimió sus labios al terminar de capturar la imagen completa, analizándose.
-- Agua.
Llegaron a la bahía cuando los primeros rayos del Sol tocaron las velas. Debutaba en la proa con cierta actitud decidido, con un rostro inmutable. Estaban llegando a su punto de reunión, donde pronto otros harían aparición. Después de todo el tiempo que dedicó organizando sus ideas, la fecha límite al fin se acercaba.
Atracaron y bajó consigo todos esos pergaminos y planos de maquinarias y series de cosas que llevarían a la acción. Se sentía preparado, aunque un tanto nervioso. Pero por su hermana y todo lo que amaba, aguantaría. Aguantaría como un guerrero y expondría frente a todos: "El Plan de Invasión".
-- Tierra.
El Sol desde temprano resplandecía embelleciendo el horizonte, apenas los rayos calentaron un poco la tierra, abrió los ojos para poder levantarse y apartar el sueño. Estaba cansada, pero reconocía del rocío evaporándose con el pasar de la mañana y las horas. Sintió el movimiento a su alrededor y llevó sus manos en rápida búsqueda por sus dos objetos más preciados. Uno: su diadema, la cual ayuda a mantener sujeta su abultada melena, y dos: ese bonito bastón, que le ayudaba a seguir avanzando en su tarea. Se colocó su capucha y salió de su característica campaña de roca...
Bastaba decir, que ahora era conocida por el Reino Tierra, como 'la fugitiva'.
…
"- Zuko, el día del eclipse, el día del Sol negro. ¡No intentes nada!"
Volvía a recordar en medio de asuntos oficiales. Revisión y/o redacción de interminables pergaminos desfilaban en el escritorio de su estudio.
- ¡Agh! – bufó de nueva cuenta cansado, pero esta vez se decidió por optar algo diferente. Se levantó de su asiento dirigiéndose a la biblioteca, buscando en los estantes por qué le diera un indicio. - El sol negro, el sol negro...– Murmuraba mientras releía. Uno de los sabios se acercó al escucharlo.
- ¿El sol negro, señor? ¿Eso es lo que busca? – Le sorprendió un poco su entrometida aparición, pero ya que estaba ahí.
- Sí, ¿usted conoce sobre esto? – Cuestionó intrigado.
- Por su puesto. Es un día malo, un día de mal augurio: "El día más oscuro en la historia de la Nación del Fuego" – Zuko alzó su única ceja, un tanto incrédulo o quizá tomando por demente al hombre. Pese a esto, el anciano prosiguió, comenzando a guiarlo por un antiguo pasadizo. - Es el único día en que Agni no se encuentra en su punto máximo, ya que la Luna se interpone entre él y la tierra, limitando su poder. Y cuando esto ocurre, los maestros fuego nos vemos desproveídos de nuestro control.– Esto sí le interesó. El anciano hizo uso de su fuego para abrir una puerta secreta, por donde ambos entraron. El camino subterráneo dirigía a las 'Catacumbas de Hueso de Dragón'. - Aquí es donde encontrará todo lo que debe saber sobre los secretos de nuestra Nación.– El joven quedó maravillado ante la cantidad de pergaminos y volúmenes de enciclopedias antiguas a su disposición. El viejo sonrió satisfecho al ver su rostro, y Zuko le dirigió reverencia; demostrando su respeto.
…
Los primeros barcos arribaron, dejando en ese puerto improvisado a los soldados del Reino Tierra que habrían de participar. Dentro de las tropas estaban dos de los cinco generales, llevaban consigo el armamento necesario. Pronto llegaron Teo y su padre, 'El mecanista'. Quien creó junto al ingenio de Sokka, una nueva forma de transporte submarino; esto les ayudaría en un ataque secreto al cruzar sigilosos los límites de la Nación del Fuego.
Los 'Libertadores', antiguo grupo que dirigía Jet, también se unieron a ellos. Al poco llegaron los maestros agua del pantano, los demás hombres de la Tribu Agua del Sur que su padre lideraba e incluso los luchadores que formaban parte del 'Estruendo Tierra VI'.
Al contemplar la fila de hombres y mujeres sumados a la causa y la cantidad de recursos con los que contaban, Sokka se sintió esperanzado.
…
"Escape del Ejército Tierra: Hace tres semanas.
Se levantó del suelo temerosa y confundida, sus pies le ardían, el dolor punzante en el tobillo la mataba. Pero había una cosa que la impulsaba a seguir adelante… No podía sentir a Zuko. No sólo porque sus oídos estaban tapados a causa de la explosión que El Avatar generó, si no porque después de cubrirse y cubrirlos a ambos, cayeron tan duro que estaba segura se había desmayado por horas.
Volvió a intentar plantar bien sus pies en el suelo, aguantando el dolor en ellos a causa de los múltiples raspones y cortaduras. Empezando a dejar sus lagrimas correr al sentirse frustrada por verse tan débil frente a semejante ataque. Ni siquiera había sido lo suficientemente útil para protegerlo. Pensó al rebuscar entre la confusión de vibraciones de sus propios latidos llegándole a los oídos. Inhaló profundamente, intentando calmarse y controlar sus emociones. Exhaló… Por fin divisando algo más allá del pedazo de tierra donde se encontraba. El calor, aroma en el ambiente y el sabor a hierro en su boca le invadieron sus otros sentidos, pero también, ¡lo encontró!
- Zuko – pronunció, caminando coja entre los pedazos de piedra. Las apartó con mucho esfuerzo con ayuda de su control. Una vez el chico estuvo a salvo, se decidió a intentar moverlo, aunque sería todo una odisea. Prestó mayor atención a su entorno para ampliar sus horizontes. No sentía a nadie cerca… Una vez se sintió segura de avanzar, comenzó a desplazarlo. Le llevó tiempo el llegar a un punto apartado, muy cerca del río a las afueras de Ba Sing Se, donde iniciaba la desembocadura con el mar. Al llegar ahí, abrió un túnel para formar una cavidad que hiciera hueco, como una cueva. Una vez dejó a Zuko, se sentó a su lado para descansar y recuperar el aliento. Se sentía agotada, pero en el instante, escuchó voces…
- Mai, Azula está…– balbuceaba.
- ¡Shhh! – No la dejó terminar. - Guarda silencio, nadie debe saber que estamos aquí.– Murmuraba.
- O-okey – tartamudeó a causa de su confusión. Estaba aletargada. Ty Lee presenció al igual que Mai todo aquel acto. Ambas lucían igualmente desalineadas, cubiertas de ceniza como cualquiera quien haya quedado cerca cuando la explosión ocurrió.
- Necesitamos salir. Debemos hallar la forma de volver a la Nación del Fuego.– Le explicaba.
- Sí, pero Azula está…-
- ¡Escúchame! – La tomó de las manos. - Lo que pasó con Azula fue un desastre fatal. Ella debió ser cautelosa y atacar cuando estuviera en ventaja, no en medio de una ataque con el Avatar en ese estado.– Ty Lee la observaba con sus ojos completamente cristalizados. - Su orgullo fue quien la mató.-
Y ante esto, la chica de cabello trenzado rompió en llanto.
- ¡Azulaaa! – gritó desgarradora ante el dolor de su pérdida, por fin procesándolo. Mai rápidamente le tapó la boca; intentando dejara de hacer tanto escándalo y se controlara. Ella también lo sentía, pero no era el momento para pensar en ello. Debía ser fuerte y enfocarse en salir del territorio enemigo. Volver a casa sana y salva junto a Ty Lee. Poco a poco la de cabello trenzado fue tomando la calma. Mai intentó ser un poco más comprensiva y sobó su cabeza mientras esta respiraba hondo para superar el llanto.
- ¿Estás mejor? – Preguntó la de oscuro cabello y Ty la abrazó fuertemente.
- Sí, gracias Mai.– musitó aún entrecortada.
- Bien, ahora intenta concentrarte y pensar como escaparemos.– Ordenó y la otra solamente le asintió.
Toph, quien ciertamente había escuchado, se acercó cautelosa. Saliendo de entre los arbustos.
- Quizá yo podría ayudar con eso.– Completó incluyéndose a la conversación. Sin embargo, la que podía dar piruetas y la experta en armas blancas se pusieron a la defensiva. - No quiero pelear – alzó sus manos en señal de rendición. - Y sé que tampoco ustedes están en condiciones para hacerlo.– Confrontó decidida.
- ¿De dónde saliste? – Amenazó la más grande, sacando tres de sus dagas. Toph continuaba en su pose alzando las manos... Aunque cuchillos atacara, sería fácil detenerla. Sus armas no eran nada más que metal. De la que debía protegerse, era de maromas. Y sus ataques a los puntos de energía.
- Tengo un escondite no muy lejos de aquí.– Confesó.
- ¿Y por qué habríamos de confiar en ti? – Seguía con su actitud a la defensiva, Ty solo esperaba órdenes.
- No quiero que confíen en mí, pero a éstas alturas, soy su único recurso.– La más grande arrugó el entrecejo… - Además, tengo algo que deben ver.-
Frente a esto, la de recto flequillo lo pensó. Evaluando sus posibilidades.
...
Se decidieron por seguir a la pequeña maestra hacia el túnel.
- Aquí está muy oscuro.– mencionó la de cabello trenzado. Toph se sonrió medianamente. Quizá habría querido decir una broma, pero no era la gente ni el momento adecuado.
- Lo siento. Yo no necesito la luz para poder ver.– simplemente agregó. - ¿Cuentan con alguna forma de luz para divisar el camino? -
- No.– Emitió la más grande.
- Okey, entonces no se separen.-
Al decir esto, ¡tierra control! Volvió a abrir la roca con que cubría la entrada... Aunque las haya escuchado venir, jamás dejaría que alguien más se acercara, y encontraran al Príncipe desterrado.
Sin querer el lugar estaba iluminado por estalactitas luminiscentes.
- ¿Y bien? ¿Qué querías mostrarnos? – Mai interrumpió denotando su actitud. La maestra tierra caminó más allá.
- Esto.– Señaló.
- Zuko.– En seguida se vio preocupada. Ty también se acercó.
- Sé que se conocen, él estará bien. Aunque lo revisé y me temo, que tiene alguna de sus costillas fracturadas. Lo sé por la forma en que se mueve y emite su respiración. Además de la fiebre. Es un maestro fuego, pero esta temperatura no debe ser normal.-
Mai tocó su frente… Sudaba frío.
- Tienes razón, tiene fiebre. Debemos hacer algo para calmar el dolor y que despierte.-
- Podemos intentar traer agua del río y hervirla para que beba.-
- No sería mala idea.– Mencionó la otra. - Pero ¿cómo lo haremos? -
- Necesito de manos y pies que no estén lastimados para traer agua, yo puedo hacer vasijas de barro o un platón metálico con los cuchillos que te restan.– apuntó a Mai, sintiéndolos a través de su túnica.
- ¿Y en cuanto al escape? ¿Cómo planeas sacarlo de aquí? Es obvio que no puede quedarse en una cueva.-
- Lo sé. Y es ahí donde te necesito.– Mai ante esto se mostró expectante. Toph solamente formulaba su plan… - Cuenta al Señor del Fuego lo que pasó.– Enunció decidida. - El como Zuko y Azula pelearon mano a mano en contra del Avatar, y como este le arrebató la vida.– Los ojos de Ty Lee desfilaron preocupados, impresionada de lo que escuchaba. - Zuko es el legítimo heredero, y es obvio que el Señor del Fuego no estará contento cuando se entere lo que ocurrió, pero tampoco el Reino Tierra lo estará, arremeterán con todo el que sea un maestro fuego. Será aún peor si se quedan.– Mai solamente lo pensaba, como dudando... - Él te importa, ¿no es así? – Intentó persuadir al sentir sus agitadas vibraciones. La de cabello oscuro y recto flequillo no emitió palabra, pero su reacción bastó para confirmarlo.
- ¿Cómo vamos a informar al Señor del Fuego? – Se limitó a responder.
- Hay que encontrar sobrevivientes, mandar un halcón mensajero e informar la situación.-
La de cabello oscuro de nuevo se notó expectante, un tanto insegura.
- ¿Sabes si funcionará? -
- No lo sé, pero habrá que intentarlo.-
…
Seguía leyendo esos pergaminos en búsqueda de la información que necesitaba.
"- El día más oscuro en la historia para la Nación del fuego"
Resonó en su cabeza mientras leía, hasta que apareció el manuscrito indicado…
"Mis días como el Señor del Fuego se basaron en traer la paz a la ciudad Central, y si no fuera por el Avatar Szeto, jamás se habría logrado el objetivo..."
Siguió leyendo…
"El asedio sucedió cuando varios enemigos del Reino Tierra intentaron invadir nuestro territorio. Avanzando cada vez más hacia la capital y trayendo destrucción a su paso en las ciudades aledañas. Los regentes de estos territorios solicitaron nuestra ayuda. El Avatar Szeto les hizo prometer un cese a la guerra Civil que se avecinaba y se aliaron en batalla contra nuestros enemigos en común. Sin embargo, no preveíamos el poder de su arma secreta…"
Tomó la continuación de las memorias escritas en pergamino, para acercarlas a la luz. Se guió con el dedo para adelantar a la historia.
"La batalla se dio lugar y duró dos días en terminar de completarse, cuando nos percatamos, el Sol dejó de brillar en su punto máximo y todo oscureció; convirtiéndose en penumbras…"
Adelantó un poco más…
"El día del Sol negro quedará grabado para siempre en mi memoria, cuando entre la oscuridad total, el monstruo de tierra emergió y aplastó nuestras filas..."
De nuevo avanzó…
"El horror que vi en sus ojos fue suficiente, para saber que habíamos sido derrotados. Coronando este día con tragedia, 'el día más oscuro en la historia para la Nación del fuego'."
Terminó de leer.
¡Las puertas se abrieron de par en par al entrar al templo! Llevaba consigo anotado parte de la información encontrada.
- Dime, ¿cómo sabías de la existencia de estos manuscritos? – El sabio, disimulado, pidió salir a su Alteza evitando que el resto se enterara de su abrupta intromisión.
- Mi señor, cada testamento ha pasado por generaciones. Usted sabía de la existencia de las catacumbas, lugar donde se da descanso a cada uno de nuestros señores del Fuego.-
- Sí, así es. Pero ¿cómo sabías qué encontraría? ¿Cómo sabías dónde buscar? – Estaba atónito.
- La historia de una nación no solo se escribe con la de sus gobernantes, si no también con los sucesos. Un pueblo que no conoce su historia, está destinado a repetir sus errores.-
Zuko lo observó, analizando sus palabras… Sin duda había algo raro en él.
- ¿Quién eres? – Cuestionó intrigado.
- Soy alguien que ha probado la fruta, y saboreado sus misterios.– Declaró seguro. El Príncipe se sorprendió por lo dicho, creía haber oído algo similar en algún punto.
Escucharon pasos.
- Señor del Fuego Zuko, sabio Shyu ¿sucede algo? – cuestionó el Gran sabio al hallarlos afuera del recinto.
- No es nada, Gran sabio, el Señor del Fuego Zuko vino a admirar por sí mismo el templo del Avatar Roku.– mintió. El joven príncipe ante la evidente mentira, no se atrevió a contradecirlo. Sin embargo;
- En ese caso. Puede pasar por aquí, su Majestad.– Cedió el paso.
- En realidad… Ya encontré lo que buscaba.– Masculló decidido.
- ¿Señor? – Preguntó el Gran sabio sin entender a lo que se refería.
- Que tenga un buen día en el Palacio.– Completó el otro, dirigiendo reverencia. Zuko solamente le asintió.
…
- Sokka, ¿estás listo? Todos esperan.– mencionó su padre, Hakoda. El guerrero de la Tribu Agua tan sólo tomaba un poco más de aire antes de dar el gran paso. Decidido en lo que haría. Pero al verlo concretado… Pasó saliva intentando apaciguar los nervios, sentía náuseas. Su padre le puso una mano en el hombro.
- Sé que lo harás bien.– Aseveró. Y ante esto;
- Gracias a todos por estar aquí. 'Ejército de aliados', compañeros de guerra. Quisiera decir, que este es un evento muy importante, quizá el más importante del siglo. Dentro de dos días, veremos al eclipse llegar; convirtiéndose en nuestra oportunidad perfecta para atacar las costas de la Nación enemiga.– ¡Se escuchó ovación! El maestro aire estaba impresionado, y un tanto preocupado, pero no por las palabras de Sokka, sino por Sokka en sí… Parecía alguien completamente diferente. - Por favor, piensen en cada una de las personas que esos bastardos les arrebataron. Piensen, en como se sintieron cuando supieron que ya no podrían verlos jamás, que ya no podrían abrazarlos o cuidar de ellos.– Todo el que escuchaba el discurso se notó sumamente dolido. - ¡Por ellos! ¡Por los que ya no están! Haremos a la Nación del fuego añicos, los haremos pagar por sus crímenes, ¡y por fin cobraremos venganza, por los que ya no pueden! -
- ¡Woo! – ¡Se oyó fuertemente!
Aang no pudo sentirse más angustiado. Es decir, pensó que al volver a ver rostros conocidos y estar en convivencia, se sentiría quizá un poco mejor. El también extrañaba a Katara, y cada noche lloraba por todo lo ocurrido. Por haber sido completamente inútil, y a pesar de la destrucción que causó, no haber podido el si quiera ayudarla. Pero, ¡¿esto?! ¿Formar un ejército impulsado por nada más que dolor? Odio y rencor, tristeza invadiendo y brotando por cada fibra de su ser.
El maestro aire se apartó lentamente de la multitud, desplegando su planeador y emprendiendo su vuelo… Ahora tenía mucho en qué pensar.
- ¿A dónde fue tu amigo? – Mencionó un sujeto de la Tribu quien lo notó marcharse. El moreno también lo notó, pero no quiso emitir palabra.
- No te preocupes, así es Aang. Pronto regresará renovado. De seguro solo fue a meditar.– Aseveró al que cuestionaba.
…
Tal y como lo planeó, se desplazaron por el llano en búsqueda de sobrevivientes; soldados que hayan quedado ilesos en batalla. Al hallarlos, en seguida continuaron con el envío del informe a su Señor del Fuego. Sin embargo, el movimiento no pasó desapercibido. Las líneas de soldados en el Reino Tierra también se reorganizaron. Pronto regresaron a su escondite…
- ¡Ugh! – se quejó medianamente al por fin dejar caer su peso en el suelo, permitiendo a sus pies y tobillo descansar. - ¡Agh! – resonó al quitar la venda de apoyo que lo sostenía. Ty Lee lo observó.
- ¿Te duele mucho? – Toph simplemente asintió. Era tanto el dolor que sentía ahora, que ni siquiera le importaba admitirlo. - Yo podría ayudarte, sé cómo se compone el cuerpo humano, y soy casi una experta en sanar lesiones y reponer tendones, créeme. Uso está clase de técnicas, cuando me lastimo entrenando o cuando practicaba mi acto en el circo.– La maestra tierra solo se notó un poco incrédula, pero no se negó. Estaba dispuesta a recurrir a este tipo de métodos si con eso se deshacía al fin de su lesión. - Bien.– tomó su pierna y tobillo con fuerza.
- ¡Argh! – La maestra sé quejó.
- Será mejor que busques algo que sujetar o un trapo que morder.– Toph enarcó su ceja expectante, pero en seguida obedeció; mordiendo su propia túnica. - Okey, esto no será lindo.– Y en el instante;
¡CRACK!
- ¡Arghhh! – Sonó por toda la cueva.
...
- ¿Por qué le ayudaste? – Cuestionó la de cabello oscuro a Ty Lee, por su acto.
- ¿Qué tiene de malo? Ella nos ha ayudado mucho.– Contestó inocente la que escuchaba.
- Fraternizas con el enemigo.– Aseveró con esa actitud.
Frente a esto, Ty volteó a ver a la pequeña maestra, quien descansaba más allá. Mantenía sus pies levantados en una roca, con su cabeza y espalda recargadas en otra. Dormitaba; aunque por nada en el mundo bajaba la guardia o dejaba de estar al pendiente de Zuko y su entorno. Por posibles intrusos…
- No me parece tan mala.– Prosiguió. - Además, si Zuko confía en ella es porque…-
- Es porque seguro tiene una razón.– Mitigó a sus pensamientos. - Recuerda que en la guerra nadie es tu amigo.-
- ¿Qué me dices de nosotras? -
La no maestra lo pensó, buscando como responderle.
- Nosotras somos la excepción. Nos conocemos de años.– Refutó con ese rostro inmutable, aunque apartó la mirada.
- Azula también era mi amiga.– Fue lo último que mencionó, antes de recostarse en el suelo, cabizbaja…
- Y mira como terminó.– Musitó, acabando con su charla.
…
- Bienvenido, su Alteza. Le estábamos esperando.– Enunció uno de los tantos sujetos de guardia, como haciendo anuncio a su llegada. Zuko pareció no perturbarse en lo más mínimo ante su retraso; tan sólo agachó la mirada, al ver el trono flamante dónde figuraba su padre. Tomó asiento a lado del autoproclamado 'Rey Fénix'. Dando inicio a la sesión…
- Hemos notado un aumento en las flotillas que rodean los limites del mar que aún pertenecen al Reino Tierra. Hay ruido entre las tropas enemigas, y nuestros informantes dicen, que se están preparando para un ataque.– Anunció uno de los almirantes, brindando el reporte a sus señores. El príncipe permaneció callado, pero fue notable su casi nula reacción ante la noticia. El cotilleo pronto se generó entre el resto de los generales; hombres despiadados, preparados para la guerra. Como analizando las opciones para la toma de decisión.
El Rey Fénix alzó su mano para proclamar el cese del habla, el silencio de inmediato se tornó en la sala.
- Príncipe Zuko, tú presenciaste muy de cerca a los maestros tierra.– Ante sus palabras, el joven señor del fuego se tensó. ¿A qué venía el comentario? Pensó evaluando sus posibilidades. - ¿Cuál dirías que es nuestra mejor ventaja contra ellos? – Cuestionó interesado.
Los presentes prestaron toda su atención, esperando su respuesta. Él inspiró profundo, intentando mantener la calma.
- Los maestros tierra son gente testaruda y de mal temperamento, pero también son muy fuertes y persistentes. Jamás se darán por vencidos, y menos frente a un lineamiento contra la Nación del fuego.-
Todo mundo permaneció callado, escépticos. Esa para nada sería la respuesta que esperaban oír.
- Entonces, nos adelantaremos a el pronóstico y atacaremos primero.– Corrigió su padre. - Ni siquiera les daremos la oportunidad, ¡les recordaremos cual es su lugar! -
- ¡Sí, excelente plan, señor! -
- ¡Larga vida al Rey Fénix! – Enunció uno.
- ¡Larga vida al Rey Fénix! – Se oyó en toda la habitación.
- Sí, larga vida a Ozai – musitó el joven, cabizbajo.
…
El monje llegó a un lugar apartado del ruido. Momo era su única compañía.
- Agh, ¿qué debo hacer, Momo? – Acarició al orejón y peludo animal; cuestionándole como si este en verdad le fuese a otorgar una respuesta. - Extraño a Katara más qué a nada en este mundo, pero el monstruo en el que me convertí, el monstruo que soy y que llevo dentro con este poder… No quiero volver a verlo nunca más – Sus lágrimas cayeron amargas. - Ese día lastimé a tantas personas… ¡Gente murió por mi culpa! Eso va en contra de todo lo que soy… Y mis amigos, no supe nada más de ellos. Yo perdí la cabeza y ellos… Ellos solo querían ayudarme.– Lloraba desconsolado.
- Aang, esto solo es parte, de lo que ha traído esta guerra a través de los años.– Escuchó claramente.
- ¿Roku? – el chico comenzaba a limpiarse las lágrimas.
- Así es, Aang.– la visión de Roku se materializó en su plano espiritual. - Lamento por lo que has tenido que pasar. Pagar con la vida de tus seres queridos a causa de mis errores y propia indecisión.-
- Pero toda esa gente, no merecía morir... No así.– volvía a mostrar su rostro dolido, arrepentido con sus actos.
- Ven conmigo, Aang. Hay algo que debo mostrarte. Algo que quizá te ayude a entender como inició la guerra y como puedes terminarla.-
El joven monje accedió a la petición del pasado Avatar, quien ahora le extendía su mano para poder moverse a través del mundo de los espíritus, yendo encima de su dragón y animal guía, Fang.
…
- No puede ser.– Se alarmó en seguida y despertó a todo el que se encontraba en la cueva. Las tropas de soldados tierra se acercaban a su escondite. A la par, el barco de rescate con la flotilla marina se aproximaba al punto de encuentro. - ¡Vamos! ¡Debemos avanzar! – Continuó de prisa con la construcción de aquel túnel; para dejarlos lo más cercanos a la zona de escape.
El resto de soldados se movilizó llevando al Príncipe desterrado.
Al estar ya ahí, la situación se tornó en cuestión de vida o muerte; los alaridos de los caballos avestruz resonaban cada vez más cercanos y el escape solo se podría llevar a cabo una vez. Solo tenían una oportunidad para hacerlo, y debían de hacerlo bien, por lo que: 'ella se ofrecería como carnada'. Ty Lee se notó preocupada.
- Cuando salga, aléjense lo más que puedan hasta llegar a la orilla. Yo los distraeré.– Afirmó. Y con esto;
- Argh…– El Príncipe dio sus primeras señales de vida. Al escucharlo, el corazón de la joven maestra se agitó…
- Zuko, el día del eclipse, el día del Sol negro. ¡No intentes nada!"
…
Salió desesperado de la Cámara de guerra, procesando su reciente fracaso… ¡Jamás aprenderían! Pensaba colérico.
- Zuko, ¿a dónde vas? – escuchó la femenina y chillona voz viniendo tras de él. Siendo acompañada por Mai. Este atendió medianamente al llamado, volteando de reojo para verlas. - ¿Podemos acompañarte? – cuestionó pese a la prisa que este mostraba al caminar.
- Ya te dije que estoy ocupado.– replicó un tanto alterado. No entendía porqué se empeñaban en seguirlo a todas partes.
- Lo sé, pero tal vez te gustaría tener un poco de compañía, más ahora que Azula…-
- ¡No! – interrumpió súbitamente. - ¡No quiero compañía! Ni si quiera sé porqué siguen aquí. ¡Vamos, Ty Lee, eres libre! Regresa al circo donde perteneces.– Los ojos de la no maestra rápidamente se humedecieron, Mai en cambio… - ¿Y qué me dices de ti, Mai? ¿Acaso no quieres volver a tu hogar junto a Tom-Tom? ¡Por mi puedes hacerlo! – Expresó molesto.
La joven de trenza alta no lo soportó y se fue corriendo, hecha un mar de lágrimas.
- No tienes porque comportarte como un patán. Ty Lee está destrozada desde que tu hermana murió, pero tú.– respondió la más alta. El maestro fuego la miró desafiante. Mai le sostuvo la misma mirada por unos segundos.
- Por supuesto que estoy triste por mi hermana, ¡por Agni! Había días que sentía odiarla, y probablemente ella estaría feliz si yo estuviera en su lugar.-
La mas alta pasó saliva, procurando calmarse.
- Tu hermana siempre quiso que estuvieras a su lado.– refutó recuperando su rostro inexpresivo. El chico lo pensó, mostrándose otra vez furioso.
- ¿Eso fue lo que te dijo? ¿O es otra de tus estrategias para que no pueda negarme? – Confrontó molesto.
- ¿De qué estás hablando? – Se notó confundida.
El Príncipe se giró de espalda a ella, como intentando aclarar las cosas en su mente. Tenía mucha información que digerir…
Mai lo observó detenidamente.
- Zuko, sé que no es la forma en que solíamos actuar, pero…– le tomó por el rostro. - Yo, Ty Lee, somos tus aliados.– Declaró baja.
El señor del fuego también la observó, evaluándola a detalle. Se sentía confundido, aturdido. No sabría si confiar.
...
La maestra tierra tocó la amplia puerta compuesta de madera y metal, donde pronto daría paso a su siguiente tarea…
- ¿Diga? – El hombre se mostró expectante, ante la pequeña señorita que llamaba a la puerta.
- Estoy aquí buscando al maestro Piandao.– Exigió recia.
El mayordomo enarcó una ceja.
- ¿Quién lo busca? -
- Alguien que ha probado la fruta y saboreado sus misterios.-
…
El maestro aire sobrevolaba el aglomerado de islas, en el plano espiritual…
- Roku, es la Nación del Fuego.– Sentenció impresionado y nervioso.
- Así es, Aang. Lo que voy a mostrarte, pasó justo en mi hogar.– Replicó el espíritu.
…
El joven Señor del Fuego se decidió.
- Si realmente quieres ser mi aliada, deberás cumplir con todo lo que te diga. Y jurar lealtad, no a la corona… sino, a mí.-
Los fríos y calculadores ojos se alteraron ligeramente frente a las palabras. La familia real no difería mucho en sus métodos de persuasión.
- Está bien, lo juro.– Emitió intimidada. Por la forma tan fuera en que Zuko le sostenía la mirada. Creía ser la primera vez que lo veía actuar de esta manera.
- Bien, te espero mañana junto a Ty Lee. Para lo que tengo planeado, necesitaré toda la ayuda posible.– Inquirió severo.
La no maestra solo asintió, inspirando preocupada… Zuko parecía ya no ser el mismo de antes.
…
…
…
