Dormitorios de la clase 1A, seis de la tarde.

El pasillo de los dormitorios estaba sorprendentemente tranquilo, algo raro en la residencia de la clase 1A. Sin embargo, la calma no duraría mucho. El suave murmullo de los estudiantes era apenas perceptible, mientras todos se turnaban para cuidar a los tres bebés que, horas antes, eran sus compañeros de clase. Aizawa había dejado claras las reglas: durante el próximo mes, todos tendrían que colaborar, aprovechando sus vacaciones.

En el salón común, Midoriya bebé estaba en el suelo, sobre una manta acolchada, mirando con curiosidad los objetos coloridos que Ochaco había dispuesto a su alrededor. Aunque no podía caminar ni hablar, su mirada atenta parecía analizar todo con detenimiento, como si aún quedara algo de su intelecto en su diminuto cuerpo.

—Mira qué lindo es —comentó Ochaco, sonriendo mientras balanceaba un sonajero frente a Midoriya, quien intentaba alcanzarlo con sus manitas torpes. A su lado, Tsuyu lo observaba con calma, una ligera sonrisa asomando en sus labios.

—Ribbit. Me sorprende lo tranquilo que está —dijo Tsuyu—. Midoriya siempre está corriendo de un lado a otro cuando es él mismo.

—Tal vez sea porque está atrapado en ese cuerpo —bromeó Ochaco, acariciando suavemente la cabecita del bebé—. Es raro verlo así... tan pequeño e indefenso.

En otra esquina de la sala, Todoroki bebé estaba sentado en una cuna improvisada que Momo había creado con su quirk. Absorbido en la manta que lo cubría, jugueteaba con el tejido con una expresión concentrada. Aunque no podía hablar, el aire de serenidad que lo rodeaba era inconfundible. Era como si mantuviera su calma habitual, pero en una versión mucho más pequeña.

—Es casi como si no hubiera cambiado en absoluto —comentó Momo, observando a Todoroki desde su asiento—. Aunque ahora me pregunto cómo manejará sus dos mitades elementales en este estado...

—Espero que no empecemos a ver explosiones de fuego o hielo de repente —respondió Jiro, acercándose a Momo con una sonrisa—. ¿Te imaginas tener que lidiar con eso?

Ambas rieron suavemente, pero sabían que lo peor estaba en otro rincón de la habitación. El pequeño Bakugo no estaba ni cerca de ser tan tranquilo como sus dos compañeros. Revolviéndose con impaciencia en su cuna cercana, estaba rodeado de Sero y Kirishima, quienes intentaban mantenerlo ocupado.

—¡Pahh! ¡Grr! —gruñía Bakugo bebé, su rostro rojo de frustración mientras agitaba los puños en el aire. Kirishima lo observaba con una mezcla de diversión y preocupación.

—Es increíble lo mucho que sigue siendo él mismo —comentó Kirishima, levantando a Bakugo y balanceándolo ligeramente—. ¡Todavía es un bebé furioso!

—¡No quiere quedarse quieto ni por un segundo! —exclamó Sero, estirando los brazos en un intento de calmar al pequeño. Pero Bakugo tenía otras ideas. Con un movimiento brusco, pateó a Sero en el estómago, haciéndolo doblarse de risa—. ¡Wow, Bakugo! ¡Incluso como bebé sigues siendo imparable!

Kirishima soltó una carcajada, pero rápidamente intentó consolar al bebé, que empezaba a llorar.

—Vamos, amigo —dijo Kirishima en un tono calmado—. No tienes por qué enojarte tanto. Todo estará bien.

El llanto de Bakugo aumentó, interrumpiendo la paz del lugar. Todos los ojos se volvieron hacia él mientras Kirishima trataba desesperadamente de calmarlo.

—Creo que tiene hambre —sugirió Mineta desde el fondo del salón, aunque su comentario no fue bien recibido.

—Tal vez, pero también podría estar cansado —murmuró Kaminari, acercándose con preocupación—. Hemos estado cuidándolos todo el día. Quizá necesiten dormir.

Kirishima, aún con Bakugo en brazos, comenzó a balancearlo suavemente de un lado a otro. Sin embargo, el pequeño explosivo no parecía dispuesto a calmarse. A cada segundo, sus pataletas se intensificaban, y su llanto se volvía más agudo. Kaminari se acercó, tratando de ayudar, pero Bakugo solo aumentó la intensidad de su descontento.

—Vaya, ¡ni siquiera en su forma de bebé puede relajarse! —comentó Kaminari, sonriendo nerviosamente mientras Bakugo lanzaba un chillido ensordecedor.

—Lo sé, lo sé... —respondió Kirishima, frustrado—. Pero no puedo dejar que siga llorando así.

Mientras tanto, Tsuyu y Ochaco intercambiaban miradas preocupadas desde el otro lado de la sala. Midoriya bebé, aunque había estado tranquilo, fruncía el ceño, claramente incómodo por el alboroto que causaba Bakugo. La tensión en el ambiente comenzaba a hacerse palpable.

—Quizá... podríamos intentar algo más —sugirió Tsuyu, inclinando la cabeza—. ¿Y si lo llevamos afuera por un rato? El aire fresco podría ayudar.

—¡Buena idea! —exclamó Ochaco, levantándose rápidamente—. No podemos dejar que el llanto de Bakugo despierte a Aizawa-sensei o a los demás.

Kirishima, sosteniendo a Bakugo, asintió agradecido. Con la ayuda de Sero y Kaminari, lograron salir del dormitorio en dirección al jardín exterior. Una vez afuera, el suave viento de la mañana rozó las mejillas de Bakugo, y su llanto fue disminuyendo gradualmente. Aunque aún frustrado, el pequeño comenzó a relajarse en los brazos de Kirishima.

—Parece que esto está funcionando —comentó Sero con alivio, observando cómo Bakugo finalmente dejaba de llorar.

—¡Es un milagro! —exclamó Kirishima—. ¡Gracias, Tsuyu! ¡Eres una genia!

—Ribbit. Solo era cuestión de probar algo diferente —respondió Tsuyu modestamente, encogiéndose de hombros.

Mientras tanto, en el interior, Midoriya y Todoroki parecían cada vez más cansados. Momo, con una expresión maternal, se acercó a la cuna improvisada de Todoroki y lo levantó suavemente en sus brazos. El bebé dejó escapar un pequeño bostezo y cerró los ojos mientras Momo lo mecía con cuidado.

—Parece que estos dos también necesitan descansar —murmuró Momo, acunando a Todoroki contra su pecho.

Ochaco hizo lo mismo con Midoriya, quien se acomodó en sus brazos con una expresión tranquila. Mientras lo balanceaba suavemente, notó que el pequeño comenzaba a quedarse dormido.

—Es increíble... Verlos así me hace sentir... —Ochaco se detuvo, buscando las palabras adecuadas—. Me hace sentir responsable de ellos, como si realmente fuéramos una familia.

Jiro, que había estado observando desde el sofá, sonrió.

—Lo somos, Ochaco. Siempre lo hemos sido, pero creo que esta experiencia lo refuerza aún más.

Mientras las chicas compartían ese momento de reflexión, Kirishima y los demás regresaron al interior, finalmente con un Bakugo calmado, quien también comenzaba a ceder al sueño.

—Creo que lo logramos —dijo Kirishima en un susurro, colocando a Bakugo cuidadosamente en su cuna—. ¿Quién lo diría? ¡El bebé más explosivo finalmente se quedó dormido!

Todos soltaron un suspiro de alivio. El salón, que minutos antes había estado lleno de llanto y caos, ahora se encontraba sumido en una calma reconfortante. Los bebés, agotados por la larga noche, dormían plácidamente mientras sus compañeros los observaban con sonrisas cansadas pero satisfechas.

—Bueno... parece que sobrevivimos la primera noche —dijo Kaminari, frotándose los ojos—. Pero aún nos queda un mes entero por delante.

—Un mes... —repitió Jiro, dejándose caer en el sofá—. No sé si lo lograremos sin volvernos locos.

—Lo haremos —afirmó Momo con determinación—. Somos un equipo, ¿no? Siempre encontramos la forma.

Los demás asintieron, compartiendo una sensación de unidad. Cuidar a sus compañeros en forma de bebés no iba a ser fácil, pero estaban juntos en esto, como siempre lo habían estado.