El sol comenzaba a asomarse sobre los edificios de la UA, bañando los pasillos en un suave resplandor matutino. Sin embargo, la atmósfera en la escuela estaba lejos de ser cálida. En la puerta de la enfermería, Ochaco y Tsuyu esperaban con una mezcla de preocupación y ansiedad a que Recovery Girl terminara los exámenes a los tres bebés: Midoriya, Todoroki y Bakugo.

—Espero que todo esté bien —murmuró Ochaco, jugueteando con sus manos, incapaz de ocultar su nerviosismo—. No puedo soportar pensar que algo les pueda pasar.

Tsuyu, aunque siempre calmada, también mostraba una expresión seria. Ribbit.

—Recovery Girl es la mejor. Si alguien puede ayudarlos, es ella —intentó tranquilizarla Tsuyu, pero incluso en su voz había un atisbo de duda.

Los minutos pasaban lentamente, como si el tiempo estuviera congelado en esa pequeña sala. El silencio solo era interrumpido por los ligeros sonidos de los bebés al otro lado de la puerta, junto con los ocasionales pasos de Recovery Girl.

Finalmente, después de lo que se sintió como una eternidad, la puerta se abrió, y la anciana curadora salió con una expresión grave en su rostro. Ochaco y Tsuyu inmediatamente se pusieron de pie, esperando ansiosamente las noticias.

—¿Cómo están? —preguntó Ochaco apresuradamente, sin poder contenerse.

Recovery Girl suspiró, acomodándose las gafas antes de hablar. Su mirada reflejaba la preocupación que sentía por los estudiantes.

—Bueno, hay buenas y malas noticias —comenzó, y las chicas sintieron un nudo formarse en sus estómagos—. Físicamente, los bebés están bien. No hay signos de lesiones graves, ni daños inmediatos en sus cuerpos o habilidades quirks. Sin embargo...

Tsuyu y Ochaco se miraron, temiendo lo peor.

—Todoroki y Midoriya —continuó Recovery Girl— han mostrado signos de un daño en el lóbulo límbico de sus cerebros. Es un efecto secundario del quirk del pequeño villano. Este tipo de daño puede afectar sus recuerdos, emociones y la capacidad de formar nuevas conexiones.
—¿Qué significa eso? —preguntó Tsuyu, su tono inusualmente serio—. ¿Qué les pasará cuando vuelvan a la normalidad?

Recovery Girl tomó aire antes de dar la noticia más difícil.

—Cuando recuperen su forma normal, hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que no recuerden nada de sus vidas pasadas... ni sus amigos, ni sus logros, ni quiénes son.

El mundo de Ochaco se derrumbó en ese momento. El aire se le escapó de los pulmones y apenas pudo contener las lágrimas que amenazaban con caer.

—Pero... ¿es seguro? —preguntó, su voz temblorosa—. ¿Hay algo que podamos hacer? ¿No hay forma de evitarlo?.
Recovery Girl negó con la cabeza, con tristeza.

—Lamentablemente, no hay mucho que podamos hacer. Es solo una posibilidad. Puede que no ocurra... pero también puede que lo haga. Es una cuestión de tiempo y suerte.

El silencio cayó sobre ellas como un manto pesado. El ruido de los bebés jugando en la habitación parecía cruelmente indiferente a la situación. El futuro de Midoriya y Todoroki, dos de sus compañeros más queridos, ahora pendía de un hilo.

Ochaco sintió las lágrimas correr por su rostro, sin poder detenerlas. Recordó todas las veces que había luchado junto a Midoriya, sus sonrisas, sus palabras de aliento. La idea de que él pudiera olvidar todo, olvidar quién era, la llenaba de un dolor indescriptible. Tsuyu, aunque más contenida, también parecía afectada, sus ojos mostrando una tristeza que rara vez dejaba ver.

—¿Y Bakugo? —preguntó Tsuyu, rompiendo el silencio—. ¿Él estará bien?

Recovery Girl asintió levemente.

—Bakugo no ha mostrado signos del mismo daño. Él debería estar bien, aunque siempre es difícil predecir cómo reaccionará su cerebro una vez que recupere su forma. Lo que le preocupa ahora es su temperamento.

Ochaco dejó escapar un suspiro al menos de alivio por una pequeña buena noticia, pero el peso de lo que acababan de escuchar sobre Midoriya y Todoroki seguía abrumándola.

—Entonces... ¿solo nos queda esperar? —preguntó Ochaco, con la voz quebrada.

Recovery Girl asintió una vez más.

—Lo siento, niñas. Sé que no es lo que esperaban oír. Haré todo lo que pueda para monitorearlos y ayudarlos en el proceso, pero, al final, dependerá de cómo reaccionen sus cuerpos al quirk.

Ochaco se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, tratando de recomponerse. No quería que los demás la vieran así, sobre todo Midoriya. Sabía que, pasara lo que pasara, tenían que mantenerse unidos y fuertes.

—Gracias, Recovery Girl —dijo Tsuyu en voz baja—. Haremos lo mejor que podamos para cuidarlos hasta que se recuperen.

La anciana les dio una leve sonrisa antes de regresar a la habitación, dejando a las chicas solas en el pasillo.

—Ochaco... —Tsuyu colocó una mano suave sobre el hombro de su amiga—. No podemos rendirnos. Aún hay esperanzas.

—Lo sé... pero es tan injusto —susurró Ochaco, mirando hacia el suelo—. Midoriya ha dado tanto de sí mismo, ha luchado tanto... y Todoroki... no deberían pasar por esto. Tsuyu asintió, compartiendo su dolor, pero sabían que tenían que seguir adelante.

La incertidumbre era aterradora, pero no estaban solas. Como siempre, la clase 1A enfrentaría esto junta.

Más tarde...
Las chicas llegaron a los dormitorios, sus amigos los ayudaron con los pequeños, que aun estaban despiertos.

—¿Como les fue a los pequeños en su examen? —Preguntó Kirishima, sosteniendo al pequeño Bakugo, este último solo dio un bufido de irritación.
Hagakure tomó al pequeño todoroki, y procedió a comerselo a besos, mientras Kaminari tomo a Midoriya.
Ochaco intercambió una mirada rápida con Tsuyu antes de responder a Kirishima, su voz aún temblorosa por la preocupación.
—Físicamente están bien... pero... —titubeó, buscando las palabras para expresar lo que Recovery Girl les había dicho. La noticia aún resonaba en su mente como un eco doloroso, y no estaba segura de cómo decirlo sin derrumbarse de nuevo.

—¿Pero qué? —preguntó Kirishima, con una mezcla de confusión y ansiedad. Su expresión endurecida por el esfuerzo de cargar a un Bakugo inquieto se suavizó al notar la gravedad en los ojos de Ochaco.

Tsuyu fue quien rompió el silencio, su tono calmo pero con una seriedad palpable.

—Midoriya y Todoroki tienen daño en sus cerebros, causado por el quirk del villano. Recovery Girl dijo que podría afectar sus recuerdos... hay un cincuenta por ciento de posibilidades de que no recuerden quiénes son cuando regresen a la normalidad.

El silencio que siguió fue pesado, como si una sombra hubiese caído sobre la sala común de los dormitorios. Kirishima, normalmente enérgico y optimista, se quedó paralizado, apretando ligeramente a Bakugo contra su pecho como si temiera que su amigo también pudiera olvidarse de todo. Kaminari, quien sostenía al pequeño Midoriya, miró a Ochaco y Tsuyu con incredulidad.

—¿Están diciendo que... podrían olvidarse de todo? —preguntó Kaminari, su voz más baja de lo habitual, como si las palabras mismas fueran peligrosas de pronunciar.

Ochaco asintió, luchando contra las lágrimas que volvían a formarse en sus ojos.

—Eso es lo que nos dijo Recovery Girl. No es seguro, pero... hay un cincuenta por ciento de posibilidades. Es como lanzar una moneda al aire.

Hagakure, que había estado jugando alegremente con el pequeño Todoroki, detuvo sus caricias y abrazos al escuchar la noticia. Aunque su rostro invisible no podía mostrar emoción, su cuerpo se tensó, reflejando el impacto que la noticia le causaba.

—¡No puede ser! —exclamó Sero desde la otra esquina de la sala, habiendo escuchado lo que se discutía—. ¡Midoriya y Todoroki son dos de los héroes más fuertes que tenemos! ¡No pueden simplemente... perder todo lo que han logrado!

—Eso es lo que más duele —respondió Tsuyu con su típico tono calmo—. Han trabajado tan duro para llegar hasta aquí. Pero no sabemos qué pasará cuando vuelvan a ser ellos mismos.

La sala cayó en un pesado silencio una vez más, mientras todos digerían las palabras. La idea de que dos de sus compañeros más cercanos, quienes habían enfrentado tanto juntos, pudieran perder todo lo que los hacía quienes eran, era un golpe difícil de aceptar.

La atmósfera en la sala común de los dormitorios seguía cargada de tensión mientras los estudiantes procesaban lo que acababan de escuchar. Todos habían visto a Midoriya y Todoroki crecer, superar innumerables obstáculos y luchar incansablemente. La idea de que todo ese esfuerzo pudiera ser borrado en un instante era devastadora.

—No podemos simplemente quedarnos aquí esperando a ver qué pasa —dijo Kirishima finalmente, rompiendo el silencio con determinación—. ¡Tiene que haber algo que podamos hacer!

—Pero Recovery Girl dijo que no hay mucho que podamos hacer más allá de esperar —respondió Ochaco con la voz quebrada, todavía luchando por mantener la compostura.

—Eso no significa que no podamos apoyarlos —intervino Iida, que había estado escuchando desde la puerta—. Somos su equipo, sus amigos. Sea cual sea el resultado, debemos estar ahí para ellos, para recordarles quiénes son, si es necesario.

Todos asintieron lentamente. Aunque la incertidumbre seguía pesando sobre ellos, el apoyo de la clase 1-A siempre había sido su mayor fortaleza.

—Sí —dijo Kaminari con una pequeña sonrisa—. Si Midoriya o Todoroki olvidan algo, estaremos aquí para recordarles todo. No vamos a dejarlos solos en esto.

Bakugo, quien seguía en los brazos de Kirishima, hizo un pequeño gruñido, como si sintiera la tensión en el ambiente. Kirishima lo sostuvo con más firmeza, acariciando suavemente su cabeza.

—Incluso tú, gruñón. No te preocupes, te mantendremos en línea —bromeó Kirishima, aunque su sonrisa no lograba alcanzar sus ojos.

—Haremos turnos para cuidarlos —sugirió Tsuyu, siempre pragmática—. No podemos perder de vista a ninguno de los tres. Si los apoyamos ahora, tal vez les sea más fácil cuando todo vuelva a la normalidad.

—Además, todavía hay un cincuenta por ciento de posibilidades de que todo salga bien —recordó Hagakure, tratando de aportar algo de optimismo, poniendo al pequeño todoroki en el suelo—. No podemos perder la esperanza.

Ochaco respiró hondo, intentando controlar sus emociones. Sabía que sus amigos tenían razón. No podían permitir que el miedo y la incertidumbre los dominaran. Debían mantenerse fuertes, no solo por ellos mismos, sino también por Midoriya, Todoroki y Bakugo.

—Tienes razón, Hagakure —dijo Ochaco, secándose las lágrimas—. No podemos rendirnos. Lo haremos juntos, como siempre.

Los demás asintieron con determinación, renovados por la decisión de mantenerse unidos. No importaba lo que pasara, enfrentarían lo que viniera como un equipo, apoyándose mutuamente como lo habían hecho desde el principio.

El pánico comenzó a apoderarse de Hagakure cuando se dio cuenta de que el pequeño Todoroki había desaparecido. De inmediato, buscó en los alrededores, esperando que simplemente se hubiera alejado por el dormitorio. Sin embargo, no había señales de él.

—¡Chicos! —exclamó, su tono lleno de alarma—. ¡Todoroki bebé no está! ¡No lo encuentro!

Los demás estudiantes, que aún estaban inmersos en la conversación sobre los preocupantes resultados de los exámenes médicos, de repente sintieron que sus corazones se detenían. Kaminari casi dejó caer a Midoriya bebé por la sorpresa, y Kirishima sostuvo a Bakugo aún más fuerte, evitando que se moviera.

—¿Qué quieres decir con que no está? —preguntó Iida, siempre el primero en entrar en acción ante una emergencia. Sus manos se movieron enérgicamente mientras escaneaba la habitación con la mirada—. ¡Tenemos que buscarlo de inmediato! ¡No puede haber ido muy lejos!

—¡Todos divídanse! —ordenó Kirishima, claramente alarmado—. ¡Busquen en cada rincón del dormitorio! No puede haberse esfumado así de rápido.

Ochaco, que aún estaba emocionalmente cargada por las noticias sobre Midoriya y Todoroki, sintió que la ansiedad aumentaba nuevamente. Sin perder tiempo, comenzó a revisar debajo de los muebles, mientras Tsuyu brincaba ágilmente de un lado a otro, revisando cada posible escondite.

—¡Todoroki! —llamó Kaminari, su voz llena de preocupación mientras paseaba con Midoriya bebé en brazos—. ¡Vamos, pequeño! ¡No juegues al escondite en un momento así!

Los minutos pasaban, y con cada segundo, la angustia aumentaba. Ninguno de los estudiantes podía imaginar que algo le pasara a Todoroki, especialmente en su forma actual de bebé indefenso. Justo cuando el grupo empezaba a considerar que tal vez debían buscar fuera del dormitorio, una pequeña risa infantil resonó en el pasillo, apenas perceptible.

—¡Lo escuché! —gritó Tsuyu, sus ojos se enfocaron rápidamente hacia la dirección del sonido—. ¡Está por aquí!

Los estudiantes se apresuraron hacia la fuente de la risa, y al doblar una esquina, lo vieron: el pequeño Todoroki, sentado tranquilamente en medio del pasillo, jugando con un mechero que había encontrado en algún lugar. Una pequeña llama bailaba en el aire, fruto de su quirk de fuego.

—¡Todoroki! —exclamó Ochaco, dejando escapar un suspiro de alivio, pero rápidamente cambiando a preocupación al ver el fuego en sus manos—. ¡Cuidado con eso!

Hagakure corrió hacia él, levantándolo suavemente en sus brazos mientras Iida apagaba el mechero de manera segura.

—¡No puedes jugar con fuego, pequeño! —le regañó suavemente Tsuyu, aunque se notaba el alivio en su voz.

—Qué susto nos diste... —murmuró Kaminari, aún sujetando a Midoriya, quien observaba la escena con sus grandes ojos curiosos de bebé.

De vuelta en la sala común, Kirishima se rió nerviosamente.

—A este ritmo, se nos van a adelantar todos en la clase de control de quirks... —bromeó, aliviado de que Todoroki estuviera bien, aunque no dejaba de ser preocupante lo fácil que era perder de vista a los bebés.

Ochaco, aún temblorosa, sostuvo la mano de Todoroki bebé con cariño. Aunque eran pequeños, sabían que el peligro estaba siempre presente, tanto por sus propias habilidades como por lo que aún les esperaba en el futuro.

—No podemos perderlos de vista ni un segundo —dijo con firmeza—. No solo por su seguridad, sino porque son nuestros amigos. Los cuidaremos, no importa lo que pase.

Con ese sentimiento compartido, el grupo se comprometió aún más a estar atentos y proteger a sus compañeros mientras lidiaban con las incertidumbres del quirk del villano y sus efectos. La clase 1A no dejaría que nada ni nadie destruyera lo que los había unido como amigos y héroes.

El destino de Midoriya y Todoroki seguía siendo incierto, pero, por ahora, tenían una cosa clara: lo enfrentarían juntos.