Capítulo 23

Apenas les quedaban unos kilómetros para llegar al castillo Uchiha. Después de dejar todo atado en el clan Haruno, Sakura se había despedido de su madre, la cual estaba muy feliz al ver a su hija tan bien con ese hombre que, estaba segura, la protegería de cualquier cosa. La joven no pudo evitar llorar al despedirse de Mebuki, pues apenas tuvieron tiempo para hablar, aunque prometieron cartearse todas las semanas.

Su madre había mostrado cierto recelo a Gaara, aunque cuando lo vio en el patio junto a los Uchiha le propinó, como ella dijo, la bofetada que no le dio años atrás cuando aceptó entrar en las filas de su padre. Y cuando todo pareció en orden, los guerreros Uchiha decidieron regresar a su hogar. Algunos de ellos necesitaron cuidados de la curandera del castillo Haruno, pues habían sido heridos durante la lucha, como Itachi que, aunque intentó resistirse, finalmente cedió y permitió que aquella mujer lo curara.

Y después de tres días, pues cabalgaron más despacio por respeto a los heridos, el castillo Uchiha apareció frente a ellos. Sakura, que cabalgaba con Itachi, se estremeció al verlo y sintió en su garganta una fuerte presión, que amenazaba con hacerla llorar, pero logró contenerse.

La joven se dejó abrazar por Itachi, que la apretó más contra sí al sentir su estremecimiento, y acarició la mano que el guerrero llevaba en su cintura.

—La primera vez que vi este castillo pensaba únicamente en escapar, pero cuando mi hermano me secuestró solo pensaba en regresar.

—¿Y ahora, en qué piensas? —le preguntó Itachi junto a su oído.

Aquella voz susurrada del guerrero volvió a estremecerla y giró levemente la cabeza para mirarlo con una sonrisa.

—En que es el único hogar que he conocido nunca. Antes de conocerte nadie se habría atrevido a cruzar las tierras de su enemigo para liberarme. De hecho, es lo que hizo mi padre. Pero tú, en lugar de evitar una guerra, has ido a por mí y has luchado.

Itachi sonrió y la besó en la frente.

—Quiero dejarte algo claro, Sakura —le dijo suavemente—. Lo haría cuantas veces hicieran falta. Atravesaría el país entero para buscarte y llevarte de regreso a casa, aunque me gustaría que no volviera a suceder.

—Bueno, recuerdo lo que me dijiste en el castillo de mi familia. —Itachi la miró sin comprender y elevó una ceja cuando la vio enrojecer—. Que me atarías a tu cama.

El guerrero lanzó una carcajada, llamando la atención de sus hermanos, que cabalgaban junto a ellos.

—Lo haré en cuanto crucemos el umbral de la puerta —le dijo a modo de amenaza.

Sakura desvió la mirada para que Sasuke o Shisui no vieran lo que las palabras de su hermano habían provocado en ella. Realmente estaba deseando llegar, aunque no solo por la promesa de Itachi, sino para poder descansar, pues en varios días podía contar pocas horas de sueño.

Al cabo de una hora, la comitiva Uchiha cruzaba el portón y fueron recibidos con vítores por parte del resto de los guerreros del clan. Todos corrieron a recibir a Sasuke y a ayudar a los heridos a desmontar, pues alguno de ellos necesitaría reposo durante varios días.

Los sirvientes salieron entonces del castillo para recibirlos también y ver en qué podían ayudar, y una de las que apareció por la puerta fue Karin, quien miró a Sakura con auténtico odio, dejándole claro que no era bien recibida por ella ni se alegraba de que hubiera salido ilesa de su secuestro. No obstante, la aludida la ignoró y se dejó llevar por Itachi hacia el interior del castillo tras dejar las riendas del caballo a un mozo de cuadras.

El laird dio órdenes a Sasuke e Shisui para que se quedaran al cargo del clan mientras subía con Sakura para que descansara.

—¿Vas a adelantar tu noche de bodas, hermano? —bromeó Shisui intentando que la joven no lo escuchara.

Itachi lo miró amenazante y señalándolo con un dedo.

—Ten cuidado, hermano, o te cortaré aquello que tanto amas y que los Haruno no han podido trocear. Shisui arrugó el rostro y se llevó las manos a la entrepierna.

—Córtame lo que quieras, pero eso no.

Con una sonrisa en los labios, Sasuke le dio un fuerte empujón hacia los caballos para ayudar a los demás y dejaron solos a la pareja. Itachi puso una mano en su cintura y la condujo hacia las escaleras del castillo. En el rostro de la joven se dibujaba una expresión de auténtico cansancio. Sakura subió las escaleras como si las piernas le pesaran y cuando iban por la mitad del camino, Itachi se giró y la tomó en brazos. Sin apenas resistirse, Sakura apoyó la cabeza en su fuerte hombro y puso las manos alrededor de su cuello. Dejó

escapar un suspiro y cerró los ojos lentamente.

Para cuando Itachi abrió la puerta de su dormitorio, Sakura ya se había dormido. El guerrero la depositó con cuidado sobre la cama y la arropó. Y a pesar de que sabía que debía ir junto a los suyos para que le contaran lo sucedido durante los días de ausencia, Itachi se dejó caer junto a ella en la cama y la observó mientras dormía.

Se preguntó cómo era posible que alguien tan pequeño como esa mujer pudiera hacerle sentir cosas tan grandes. Nadie se imaginaría jamás lo que había pasado por su mente cuando supo que había desaparecido y, aunque confiaba en su hermano, llegó a temer que lo hubieran matado y estuviera ella sola frente al enemigo. Itachi llevó un par de dedos hacia el rostro de Sakura y lo acarició con cuidado. Las heridas estaban aún frescas. Algunas zonas de su piel habían comenzado a ennegrecerse por los golpes recibidos y aunque se había puesto emplastos de ciertas plantas para evitar que se hinchase, una de sus mejillas estaba ligeramente inflamada. Por su pecho cruzó de nuevo la rabia por sus heridas. Un rostro tan bonito como aquel en una persona tan maravillosa como Sakura no merecía ser golpeado, y menos por alguien que se suponía que debía cuidarte, como su padre.

Itachi respiró hondo y soltó el aire lentamente, disfrutando de ese momento de silencio y soledad entre ellos. La boda se celebraría en pocos días y sabía que a partir de ese momento podrían dar rienda suelta a su amor. Aunque su cuerpo deseaba hacerla suya antes de la unión, su mente le repetía una y otra vez que esperase, por lo que estaba seguro de que aquellos días serían demasiado largos.

Pasados unos minutos, cerró los ojos y poco después dormía tan profundamente como Sakura con la seguridad de que la joven estaba protegida entre sus brazos, aunque sin saber que aún le quedaba un gran enemigo por vencer, y ese se encontraba entre los muros de su castillo...

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se quedó dormida en los brazos de Itachi hasta que despertó, aunque al dirigir su mirada hacia la ventana se dio cuenta de que estaba amaneciendo. Sakura descubrió que estaba sola en la cama y torció el gesto con disgusto, pues le habría gustado que Itachi estuviera allí con ella para seguir abrazándola y sentir sus poderosos y expertos brazos alrededor de su cuerpo.

La joven lanzó un suspiro y sonrió. Por primera vez en mucho tiempo había dormido como nunca. Se sentía totalmente descansada y con fuerza y ánimo para comenzar de nuevo con los preparativos de su boda, que se celebraría en apenas unos días. Al pensar en el enlace, Sakura sintió nervios en su estómago y una sonrisa se dibujó en sus labios. Aunque ya la consideraran una Uchiha, su apellido seguía siendo Haruno, lo cual le hacía recordar a los habitantes del clan que ella era una forastera, la hija del que había sido su enemigo.

Sakura estiró su cuerpo entre las sábanas y deseó poder quedarse un rato más entre ellas, pero se dio cuenta de que Itachi la había acostado con la ropa del camino, por lo que deseó quitársela y bañarse para ponerse ropa limpia.

Retiro las sábanas y se levantó, volviendo a estirar su cuerpo. Se dirigió hacia la ventana y desde allí vio que Itachi y sus hombres estaban entrenando, lo cual la sorprendió, pues el día anterior habían llegado de las tierras Haruno y se habían enfrentado a ellos en batalla. ¿Acaso esos guerreros nunca se cansaban? Esbozó una sonrisa al ver a Itachi sin camisa y luchando con fiereza, siendo el primero en demostrar que el cansancio no iba con él.

Sakura se retiró de la ventana y se dio la vuelta, pero al fijar su mirada en la puerta, no pudo evitar un visible respingo. Frente a ella se encontraba Karin, la sirvienta, que había entrado en el dormitorio mientras ella estaba de espaldas y lo había hecho con tanto sigilo que no la había escuchado.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Sakura con cierta irritación.

Karin dio un paso hacia ella y llevó todo el odio que sentía hacia su mirada, cuyos ojos parecieron ponerse negros de repente. A pesar de que Sakura sentía rechazo hacia ella y la veía como una enemiga de la cual no podía temer nada, en ese momento tuvo la sensación de que Karin era algo más, que debía tener todos los sentidos en alerta cuando ella estaba cerca y cuando no, también por si aparecía o tal vez hacía algo en su contra. Y durante unos instantes temió que algún día envenenara su comida o bebida.

—No has debido volver —le dijo la doncella con rabia casi incontenible—. Ojalá tu padre te hubiera enviado lejos o mejor, que te hubiera matado.

Sakura apretó los puños para contenerse, pues sabía que si perdía los nervios, la doncella irá con el cuento a Itachi o a cualquier otro para ponerla en contra del clan. Por lo que dio un paso hacia ella y elevó el mentón con orgullo.

—Para mi suerte y desgracia tuya, mi padre ha muerto y soy libre. De hecho, no sé si sabes que fue Itachi quien lo mató para ayudarme a mí. ¡A mí! Acéptalo de una vez por todas. Él no te ha querido nunca, pero tú te hiciste falsas ilusiones.

Karin se tapó los oídos con las manos y dejó escapar un pequeño grito.

—¡Eso no es verdad! —bramó—. Él me quería, pero tuviste que ponerte en medio. ¡Lo has hechizado! Sakura negó con la cabeza y la observó como si estuviera perdiendo la cabeza. A pesar de todo, sintió pena

por ella.

—Yo no he hecho nada, Karin. Creo que lo mejor que puedes hacer es dejar el trabajo y marcharte. La doncella lanzó un bufido.

—No eres la señora de este castillo para ordenarme nada. Mi trabajo y mi vida están en este castillo y no pienso marcharme solo porque una Haruno lo desee.

—A mí no me molestas, Karin, pero no puedo consentir este comportamiento —replicó Sakura levantando la voz—. Me odias por algo que no he hecho y por algo que nunca vas a tener con Itachi. Él me ama.

—¡No! —Volvió a taparse los oídos para no escucharla—. Él es mío, no tuyo y aún tengo tiempo para poder recuperarlo.

Sakura caminó hacia ella y quedó a tan solo un metro de la joven.

—Apártate de Itachi y no le hagas daño.

Karin dejó caer los brazos a los lados y sonrió de una forma que provocó un escalofrío en Sakura.

—Jamás haría daño a quien amo... Te has metido en mi camino, y ese es el mayor error de tu vida, Sakura Haruno. Y nadie que se meta conmigo sale ileso de ello.

—No me retes, doncella —le espetó mirándola con asco—. No te conviene que hable con Itachi sobre tu comportamiento...

Karin sonrió tétricamente.

—Para ello tendría que darte tiempo —le advirtió—. Y ya veremos si lo tienes...

Los días pasaron sin más incidentes con nadie. Sakura ni siquiera tuvo tiempo de volver a ver a Karin, ya que la doncella parecía haberse esfumado del castillo, algo que agradeció, pues no quería más enfrentamientos con ella. Durante más de una ocasión estuvo a punto de contarle a Itachi lo sucedido con ella en el dormitorio, pero finalmente la pena por ella la ablandaba y no le contaba nada. Sabía que si le contaba eso a su prometido, podría echarla del clan, y no deseaba que, por su culpa, la joven tuviera que mendigar por otros clanes, o peor, vender su cuerpo a cualquiera. Sin embargo, eso no quería decir que no estuviera pendiente de cada movimiento extraño en el castillo de otras doncellas o sirvientes, incluso de los guerreros, pero no vio nada extraño en ninguno de ellos.

Durante todos esos días, Sakura tampoco había tenido tiempo de ver a Itachi durante el día, ya que los líderes de los pueblos seguían en el castillo y acaparaban su atención en todo momento, ya que debía atenderlos como laird que era. Sin embargo, cuando llegaba la noche, el guerrero cumplía su palabra y la ataba a su cama para evitar que se marchara, además de demostrarle el placer que se perdería si desaparecía de su lado. Ese momento era el favorito de Sakura, que durante su secuestro pensó que no volvería a disfrutar. Y durante todos los días hicieron lo mismo, deleitarse el uno del otro.

Pero ese día era diferente. Esa era una mañana espléndida. Sakura se sentía radiante y así lo emitía al resto de personas en el castillo. Aquel era el día tan esperado, el día de su boda. Por fin habían pasado los días sin ningún tipo de incidentes, algo que le sorprendió, y rezó para que fura un día inolvidable y todo fuera bien.

Se despertó antes del alba para darse un baño caliente. Y a pesar de que todavía no se veía ni un rayo de luz en el horizonte, Itachi ya había salido de la cama. Una sonrisa se le dibujó en los labios al pensar en el que ese día iba a convertirse en su esposo. No podía creer que hubiera descubierto al verdadero Itachi debajo de aquellas capas de seriedad, tosquedad y exigencia, pero el guerrero que en realidad era poseía grandes cualidades, y la que más le sorprendió fue la pasión que corría por sus venas, además de la increíble generosidad que tenía para demostrárselo a diario.

Los sirvientes llevaron la tina al cabo de unos minutos, como si ya la tuvieran preparada para ella y cuando se quitó la ropa y se metió en el agua, lanzó un suspiro de satisfacción. La joven cerró los ojos durante unos instantes y se relajó para disfrutar de las sensaciones de esa agua mezclada con leche de cabra para suavizar la piel. Era la primera vez que se bañaba en leche y eso, añadido a los pétalos de rosas y hierbas aromáticas que le habían añadido, hizo que ese fuera el mejor baño de su vida. El aroma a lavanda se extendió por toda la habitación e Sakura tuvo la sensación de que poseía un efecto relajante, pues sus músculos se aflojaron, permitiéndole cerrar los ojos unos instantes más, hasta casi dormirse. Y cuando estaba a punto de quedarse dormida, unas manos callosas comenzaron a acariciarle los hombros, sobresaltándola, haciendo que se tapara los pechos y encogiera en la bañera.

—¿Estás nerviosa? —le preguntó Itachi empujándola suavemente de nuevo hacia la bañera para que se relajara.

—Un poco. Deseo que todo salga bien.

Itachi sonrió y le besó el hombro izquierdo, dejando un reguero de besos hasta la base de su cuello.

—Saldrá.

Sakura lanzó un suspiro y dejó que Itachi siguiera acariciándola y besándola, deleitándose en cada una de

sus caricias.

—¿De verdad no te importa que la celebración sea en el pueblo?

Itachi rio suavemente y negó con la cabeza. Después de varias discusiones desde hacía días, Sakura había logrado convencer a Itachi para que el convite de la boda fuera en el pueblo con todos los aldeanos en lugar del salón del castillo, en el que solo cabían los guerreros del clan y poco más. Sakura deseaba que todos los habitantes del pueblo acudieran a la fiesta, pues intentaba, con ese gesto, ganarse su confianza, ya que aunque habían logrado vencer a su padre, algunos de ellos seguían dudando de su verdadera lealtad. Por ello, se le ocurrió la idea de hacer un festín en el pueblo para que todos participaran, mayores y pequeños, de la felicidad de ese día. Y para su propia sorpresa, la idea había sido todo un éxito durante los días anteriores, pues los aldeanos mostraban su felicidad por poder asistir a la boda del laird.

En un principio, Itachi se había opuesto a ello, pero al ver el entusiasmo de Sakura con esa idea, no pudo negarse, aunque puso como única condición que la ceremonia se hiciera en la capilla del castillo, algo a lo que Sakura aceptó sin dudar.

—Lo único a lo que podría oponerme en el día de hoy sería a no poder hacerte mía al final del día —le dijo en su oído.

Sakura sonrió y se retorció entre sus manos, incapaz de pensar con claridad, pues el deseo y el apetito hacia Itachi crecían por momentos, haciéndola desear también que llegara el preciado momento de ser suya para siempre en cuerpo y alma.

Y de repente, las manos de Itachi dejaron de tocarla, haciendo que lanzara un gemido de queja.

—Sakura, si no me aparto de ti ahora, te haré mía antes de tiempo. —Lo vio alejarse hacia la puerta—. He ordenado que preparen mis ropas en la habitación de al lado para no vernos hasta llegado el momento, así que te espero en la capilla. He de suponer que no vas a desaparecer, ¿verdad?

Sakura sonrió y negó con la cabeza.

—Jamás llegaría tarde a mi boda.

Itachi sonrió ampliamente con aquella sonrisa tan arrebatadora y sensual que solía dedicarle siempre, provocando que se derritiera dentro de la bañera, y después se marchó.

Cuando Sakura volvió a quedarse sola, decidió salir del agua y comenzar a vestirse. El día ya había entrado hacía unos minutos y la boda sería dentro de tan solo un par de horas, por lo que debía prepararse poco a poco. Cuando por fin tuvo el cuerpo seco, unos nudillos llamaron a la puerta e Sakura dejó entrar a Shisune, la cocinera y mujer de confianza de Itachi, pues llevaba años en el castillo.

Sakura decidió que fuera ella quien la ayudara a vestirse y peinarse, por lo que cuando la mujer entró en el dormitorio y la miró con una sonrisa, la joven supo que ya tenía su confianza, y a partir de ese momento ambas se dedicaron a que en ese día su aspecto fuera más que radiante.

Quince minutos antes de la hora fijada para la ceremonia en la capilla del castillo, Sakura se miró al espejo y no pudo evitar lanzar una exclamación de sorpresa. Shisune había hecho un trabajo increíble en su pelo y la costurera sin duda había puesto todo su empeño y conocimiento en confeccionar su vestido. Y ambas cosas unidas hacían que Sakura estuviera realmente bella ese día.

La falda del vestido era de seda blanca, pero estaba en su mayoría tapada por una enorme manta escocesa con los colores del clan Uchiha, al igual que el corpiño del mismo, cuyas mangas caían abiertas por sus brazos hasta las rodillas, abriéndose a partir de su antebrazo. Un cinturón blanco, de la misma seda que la falda, decoraba su cintura. Y en su pecho lucía un broche de la madre de Itachi, que este le había regalado el día anterior.

Su pelo estaba recogido en una larga trenza de espiga que caía a su espalda y Shisune la había decorado con pequeñas flores que había recogido en el jardín esa misma mañana. Y con las sobrantes hizo una diadema que colocó con esmero en su cabello.

—¿Os gusta, señorita? —preguntó la mujer. Sakura se giró hacia ella y le sonrió ampliamente.

—¡Es precioso, Shisune! —exclamó lanzándose a abrazarla—. Muchas gracias.

La mujer se mostró agradecida y el abrazo que le dio la joven hizo que se sonrojara.

—Gracias a vos por apreciar mi trabajo.

La cocinera se marchó del dormitorio, dejándola sola para admirarse una vez más en el espejo. Jamás se había sentido tan bella como en ese momento, y menos con el hábito que la obligaron a ponerse en el convento.

Otra sonrisa se dibujó en su rostro al darse la vuelta y mirar el vestido por detrás. Le parecía el más bonito que había usado jamás. Y entonces, respirando hondo, se dijo que debía salir ya hacia la capilla. Sin embargo, cuando estaba a punto de llegar a la puerta, alguien llamó insistentemente.

Sakura frunció el ceño y fue ella misma la que abrió, sorprendiéndose al ver detrás a Shisui. Este le dedicó una hermosa y amplia sonrisa y silbó.

—Vaya, cuñada, estás hermosa.

Sakura sonrió y agradeció sus palabras.

—Mi hermano Itachi me ha pedido que venga a por ti. Hace unos minutos que llegó a la capilla y está tan nervioso que si no llegamos pronto, desplegará a los hombres del clan para buscarte.

Sakura rió y aceptó el brazo del joven con sumo gusto.

—Pero yo creo que lo que más teme es que te arrepientas en el último momento al darte cuenta de que tendrás que soportarlo toda tu vida —le dijo en voz baja a modo de secreto.

—A él y a todos vosotros.

Shisui le miró con expresión indignada mientras la acompañaba hacia las escaleras.

—¡Oye! —se quejó—. Yo soy el más guapo y simpático de los tres. No me metas en el mismo saco que a los demás.

Sakura dejó escapar otra carcajada, dándose cuenta de que Shisui había conseguido relajarla, pues el nerviosismo que tenía hacía ya una hora estaba comenzando a disiparse.

—Lo de simpático es cierto —le dijo la joven. Shisui la miró de reojo con expresión de pillo.

—Y lo de guapo también, pero conociste primero a mi hermano y te enamoraste de él.

Sakura sonrió ampliamente y antes de que se diera cuenta, estaban frente a la puerta de la capilla. El nerviosismo apareció de nuevo y respiró hondo mientras se tomaba unos segundos para poder dar un paso hacia ese lugar de culto.

Shisui abrió la puerta y todos los que había dentro se giraron hacia los recién llegados. Desde la puerta, Sakura vio girarse a Itachi, que se encontraba junto a Sasuke en el altar, y al verla, una media sonrisa se dibujó en sus labios. Lo vio realmente hermoso. Vestía con el kilt de gala del clan, completamente nuevo, que marcaba cada parte de su cuerpo, haciéndolo realmente apetecible. Y a partir de ese momento, la mente de Sakura estuvo únicamente pendiente de él. Apenas era consciente de las personas que habían acudido a la capilla para presenciar su casamiento, ni siquiera podía escuchar con claridad las palabras del sacerdote que había ido al castillo para unirlos, sino que sus ojos estaban puestos en Itachi, y los de él en los suyos, como si de repente todos hubieran desaparecido y nadie más fuera importante en ese momento.

Y cuando el silencio se hizo a su alrededor y escucharon el carraspeo del sacerdote, tanto Itachi como Sakura giraron la cabeza hacia él. Este los miraba con una ceja levantada, molesto al darse cuenta de que estaba siendo ignorado por los protagonistas del día. Sasuke también carraspeó y agachó la mirada, y alguno a su alrededor pudo ver una media sonrisa que aparecía en sus labios. Shisui, por su parte, no se escondió como su hermano, sino que no pudo evitar dejar escapar una risa que intentó disimular con una tos, aunque todos se dieron cuenta de su gesto.

El sacerdote abrió la boca para repetir las palabras que les había preguntado:

—¿Alguno de vosotros ha sido coaccionado para venir hasta aquí? Tanto Sakura como Itachi negaron con la cabeza.

—¿Estáis decididos a amaros y respetaros el uno al otro? Ambos asintieron al mismo tiempo.

—Por favor, unid vuestras manos. —Sakura miró a los ojos de Itachi cuando sintió en la palma de su mano la caricia que el joven le dedicó—. Ahora el novio debe repetir junto a mí.

Itachi lo miró y asintió:

—Yo, Itachi Uchiha, te recibo a ti, Sakura Haruno, como esposa y me entrego a ti en cuerpo y alma para serte fiel en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza y amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Sakura sintió un nudo en la garganta que amenazó con hacerla llorar, pero la joven carraspeó, nerviosa, y repitió las mismas palabras que el sacerdote y cuando terminó, este sonrió y continuó diciendo algo más que ninguno de ellos escuchó, pues ambos estaban inmersos en los ojos del otro, sintiendo dentro de ellos una fuerza poderosa que parecía envolverlos a medida que avanzaban los minutos y que hacía que solo pudieran escuchar los latidos de su propio corazón.

—Dice el sacerdote que podéis besaros... —dijo Shisui con retintín.

Sakura dio un respingo y miró al cura, que negaba con la cabeza mientras cerraba el libro y daba un paso atrás. Desde ahí pudo escuchar las risas de los asistentes que intentaron sofocar a toda costa, sin éxito, y

al instante, los labios de Itachi capturaron los suyos y le hicieron olvidar, de nuevo, todo lo demás. Sakura sintió en su vientre un intenso cosquilleo al saber que ya era esposa de Itachi, una Uchiha más y no pudo evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos y corrieran por sus mejillas. Y cuando el guerrero se separó de ella y sus hermanos los felicitaron, Shisui le susurró a Itachi.

—Si tus besos hacen que Sakura llore es que debes mejorar como amante, hermano.

El aludido le dio un puñetazo en el costado, haciendo que su hermano se doblase sobre sí mismo un instante, pero con su sonrisa perenne en los labios.

—Enhorabuena, Itachi —le dijo Sasuke con seriedad. Después fue a Sakura y le dio un pequeño abrazo.

—Bienvenida a la familia, cuñada.

Sakura le sonrió y agradeció sus palabras. Shisui finalmente hizo lo mismo y, tras él, el resto de personas del clan que habían acudido a la ceremonia, les dieron sus mejores deseos, excepto unos ojos que se mantenían escondidos a un lado de la capilla, que lo único que destilaban era un odio profundo hacia Sakura, prometiendo que su matrimonio duraría menos de lo que pensaba.