Capítulo I
El sonido de filos chocando entre si y, las chispas que creaban, se intensificaban más y más. Sin embargo, aquello se sentía tan lejano, como si de otra dimensión se tratase dentro de aquel campamento.
Un suspiro, exhalado como un ronco gruñido, retumbó en las cuatro paredes de lona. Pasos sordos hacían crujir la tierra mojada por sobre las suelas gruesas de botas de cuero, más aquello ceso en silencio. El crujir de la madera seca aliviano el ambiente húmedo al sentarse en aquel asiento grotescamente arruinado, pero útil.
El grafito rojo tachó, una vez más, un recorrido sinuoso de aquel mapa cubierto por líneas, tachones y manchas rojas. "Aquí tampoco estaba"
Sus ojos observaron sin parpadear el deshilachado papel. Una punzada dolorosa lo hizo parpadear, más no le importó demasiado. Observó de nuevo y, otra punzada de dolor. Suspiro frustrado cerrando los ojos, y pensó, ya casi se estaba quedando sin regiones para buscar, lo que se traducía como algo bueno o simplemente muy malo.
Abrió de nuevo sus negros ojos y sin importarle el ardor de su vista, observó otra vez. El grafito rojo comenzó a marcar un nuevo recorrido, desde su estadía, hasta un río. Remarcó el río transformando la supuesta corriente de agua en color carmín y siguió. Un hueco en el papel detuvo su zigzagueo y miro hastiado, aquel camino ya lo había recorrido decenas de veces ¿Qué debía cambiar?
Su mente centralizo y retomó aquél río estrecho que marcaba un límite y una separación. Más allá del rio se hallaban los enemigos, más interno y cercano, se encontraba él y sus tropas. Era claro que debía atravesar la corriente y luego...El lápiz rojo marco una línea gruesa hacia el norte, encerró en un círculo unas llanuras desiertas y lo contemplo. Aquel lugar era conocido como la zona roja, el centro y único terreno neutral, no era ni de ellos, ni del enemigo. Observó el círculo trazado, debía hacer un barrido de ese terreno para obtener más información, más tenía entendido que aquel lugar estaba dirigido por un tipo llamado Jiraiya, el líder de la pandilla de comerciantes más grande entre ambos bandos, él hacia negocios con todos, y su posición no era ni para uno, ni para el otro. La casa de prostitutas más concurrido también se encontraba allí, eran entonces normal llegar a esa zona y divisar a enemigos sin intención de atacar. La información era superficial, aquel poco conocimiento no servía mucho, debía realizar si o si un barrido. Quizás obtendría alguna que otra buena información.
Soltó el grafito y observo con atención una vez más aquel trozo de papel amarillento casi roto, y el nuevo camino marcado.
-¡Señor!- Una voz masculina rasposa resonó desde afuera de su carpa. - Solicito permiso para ingresar-
Elevó sus ojos hacia arriba y luego los cerró frustrado. Se supone que había dejado muy en claro que no quería interrupciones por esa noche. Pero bueno, estaba esperando aquel llamado tarde o temprano, después de todo la nueva orden que había dado dejó inconforme a muchos, y de entre esos muchos aquel par de soldados que se negaban a seguir sus dictámenes -Entra- Era momento de enderezar a unos cuantos rezagados.
Un soldado, veinte años mayor que él, ingreso a su espacio. Él lo conocía muy bien. Obito Uchiha, un primo lejano de su padre del que había escuchado muy pocas hazañas en comparación a otros Uchihas. Sabía que había combatido junto a su padre en la guerra de los clanes hace 11 años atrás, pero luego había desaparecido sin dejar rastro, y del mismo modo, apareció hace 3 años. Lo observó tomar su espada y apoyarla en el lado izquierdo de su pecho en señal de respeto, no pudo evitar la mueca que se formó en sus labios, aquel acto no podía ser más falso.
-Señor, permiso para hablar- exclamó el soldado manteniendo aún su postura rígida.
-Habla Óbito- se recostó en el respaldar de la silla y espero pacientemente el reclamo, aunque muy por dentro sabía que no daría pie a ninguna ofensa que pudiera dedicarle.
Obito Uchiha elevó la mirada -Señor- su rostro impidió formar la mueca ante aquella palabra, odiaba decirle señor a aquel niño que sin merecerlo era su comandante. Lo único que tenía ese mocoso era simple belleza, y para un hombre eso solo era un signo de debilidad-Lamento haberlo interrumpido- No lo lamentaba realmente, pero su trabajo era fingir que si-Nuestras tropas quieren saber la nueva orden-
El joven suspiró llenándose de calma y aire limpio. Odiaba repetir las cosas más de una vez, y más viniendo que aquel soldado que, sabía de su papel como infiltrado -Ninguna tropa dejará su posición hasta nuevo aviso- repitió lo dicho hace solo dos horas.
-Pero Señor- demando Óbito contrariado por aquella orden, aquel niño malcriado parecía que iba a ponerle las cosas complicadas –Nuestra Excelencia Madara me ha enviado para ordenarle que levante la orden, él…- Sus palabras se cortaron al escuchar un sordo sonido, sus ojos se dirigieron hacia el motivo observando como la mano de su "señor" rompía sin esfuerzo alguno el posa brazo de la gruesa silla de madera.
Restos de viruta y astillas eran soltadas por la mano del joven. Madara, palabra mágica. Lograba quitar su calma y temple sin mayor esfuerzo. Aquel nombre le repugnaba.
Fijo con espesa oscuridad su vista en los ojos de Obito- ¿Ordenar has dicho? - Su calmada, espesa y modulada voz cambio 180 grados para transformarla en una tétrica llamarada de enojo cuyo temple se visualizó serio - ¿Desde cuándo tú o Madara pueden darme órdenes? - no era una pregunta que pudiera responder a sincera verdad, porque Óbito sabía...aquel joven no quería una respuesta.
-¡Itachi- sama! - elevó la voz Obito bajando aún más la cabeza. - ¡Yo no soy nadie para ordenarle, pero sigo estando bajo las ordenes de nuestro rey Madara, al igual que usted! - exclamó sin interrupciones, muy probablemente causaría ira en su líder, pero no le importaba -Usted es nuestro comandante, pero Madara es nuestro rey- Repitió. Se arrodilló pegando las partículas de polvo y tierra en sus ropas, su cabeza toco el suelo. - ¡Por favor, piense en su gente y denos una nueva orden! -
Itachi Uchiha, el nombrado genio, el nombrado cuervo, se mantuvo en silencio.
Obito elevó la vista solo un poco para observar el estado del joven comandante. Sonrió por dentro con satisfacción, había podido gritarle y cerrarle la boca antes de que hablara ese petulante mocoso.
Por fin sentía satisfacción desde que la guerra había comenzado, la primera vez, desde que se enteró que el ejército Akatsuki, conocido como la organización más peligrosa e indestructible, habían elegido a ese inútil como líder. ¿Cómo era posible que eligieran a un Uchiha tan joven y poco experimentado? Ese lugar era suyo. Debía demostrar que tanto el clan Uchiha, como el resto de los aliados habían tomado una decisión errada. Y para ello debía hacer caer al genio Uchiha así sea nombrando a su Rey como ofensiva y defensiva.
-Óbito, levántate- le ordenó su comandante. Así lo hizo elevando consigo su mirada hacia su líder. La expresión de sumisión seguía estampada en su rostro continuando con su acto de soldado fiel.
-Señor yo…-ahora debía disculparse, cerraría su actuación con broche de oro y abriría una brecha entre los Uchihas, los Akatsuki y, de ser posible, el mismísimo Rey. Sonrió, desplumaría a ese pichón de cuervo.
-Óbito- lo nombro observándolo seriamente y penetrante.
-Señor- respondió sumiso.
-¿A cuántos de los nuestros perdimos en la anterior batalla? - lo interrogó.
-¿Qué? -
-Cuantos…- demandó serio.
-Señor...- tragó saliva, ¿Qué clase de pregunta era esa? Quiso objetar en argumento de que esa pregunta era estúpida, pero al notar la mirada expectante y misteriosa del cuervo, contesto- perdimos 35 hombres en el campo de batalla, pero el número de los enemigos eran miles, superaban a los 35 de nuestros hombres de manera abismal…- exclamó Óbito demasiado orgulloso por sus últimas palabras. De hecho, él había elimina a un tercio de los guerreros aliados de Hashirama. Como dato.
-No te pregunté por las bajas de los enemigos- le reprendió -te pregunté por nuestras bajas-
-35 hombres señor- dio la simple respuesta.
-35 hombres- Itachi tomó el grafito rojo que había dejado en el borde de la mesa, cerca del mapa, y comenzó a garabatear parte de la madera. -6 hombres solteros sin familia, 29 casados- recitó. -29 mujeres serán esclavas de tu señor Madara junto con 23 niñas, 49 niños serán llevados al campo de entrenamiento, con suerte 18 sobrevivirán…-
Óbito lo observó confundido, ¿Qué era lo que estaba escuchando?
-18 jóvenes niños serán llevados a tropas y lucharán en la guerra. Si ganamos esta guerra 3 de ellos, con suerte, vivirán. 15 habrán muerto a manos del enemigo- Itachi dejó de garabatear para elevar sus ojos hacia su soldado que lo observaba atónito. -Óbito-
-Sí, señor – respondió al instante. Se reprendió por responder con obediencia.
-¿Cuántos de los nuestro perdimos? - retomó la pregunta.
-¿perdón? - los cálculos en su cabeza no les permitieron hacer la sumatoria de todos los números dichos por su líder.
-133- respondió Itachi monocordemente. Óbito los observo con una mirada indescifrable entre la ignorancia y la intriga. -perdimos 133, si a eso le sumamos los cientos que somos y contamos a nuestras familias, entonces…- continuó – las bajas serán parecidas a los de los enemigos, ¿no lo crees? -
"¿Qué es lo que intentas decirme mocoso?" la mirada de Obito no daba crédito a sus pensamientos, ¿acaso el cuervo quería darle una charla de valores de vida?, sonrió, si era eso entonces perdía su tiempo en aquella guerra en donde lo único que se perdían eran vidas. -Señor, ¿Qué es una guerra sin vidas que sacrificar? -
Itachi le mantuvo la mirada, al parecer aquel anciano guerrero quería combatir en su terreno.
-Es cierto- le respondió tras unos minutos de meditación. Óbito sonrió -Las guerras siempre se llevan las vidas de personas…- comentó – pero entonces ¿De qué sirve una guerra si no hay vidas que proteger? -
-¿Qué? - la sonrisa del mayor Uchiha se desvaneció. Aquella pregunta no era muy profunda que digamos, pero entonces ¿Por qué le había dado una punzada en su pecho?
-Óbito- el nombrado lo observó al instante, de nuevo esa obediencia al llamado, quiso chitar. - Prefiero perder batallas, y ganar una guerra, prefiero perder días y no hombres...- aunque Óbito quiso objetar, ninguna palabra podía salir de su boca.
-Madara no se interesa por ti, ni por los tuyos. - Y Obito tragó saliva -yo en tu lugar ordenaría mis pensamientos y preferencia. - y el nombrado tragó de nuevo saliva. -Sé que eres un infiltrado, sé que no respetas mi lugar como líder, porque piensas que este lugar te pertenece- cruzo sus brazos con desinterés sin dejar de observar al Uchiha mayor. -Con pensamientos tan superficiales como los tuyos ¿crees que podrías ganar una guerra? - no respondió. - Yo no elegí esta posición, ellos la eligieron para mí, ¿porque tu no estabas entre los candidatos?-apenas abrió la boca para decir nada – yo creo que es por tu repentina desaparición. - suspiró cerrando sus ojos y aliviando un gran ardor. Y óbito dio un respingo -Puedes ir y decirle a Madara que los Akatsuki no se levantaran en guerra hasta que el cese finalice- Se enderezó y lo observó por último vez en esa noche. -Retírate- El mayor Uchiha trago por tercera vez saliva, y sin más que poder agregar se levantó del suelo y se retiró en silencio.
Itachi sabía que volvería a saber muy pronto de alguna acción desmedida de aquel anciano Uchiha, pero por el momento le daría una simple tregua..
Resopló enojado, la charla no le había interesado, pero le había hecho perder el hilo de sus pensamientos respecto al paradero de su hermano. Ahora debía volver a comenzar.
Un silbido conocido para los oídos del Uchiha resonó en la carpa y con ello ingreso el causante del mismo.
-Hombre, esa discusión llego de seguro a los oídos del mismísimo Madara- comentó Shisui divertido. Itachi lo ignoró tomó de nuevo el mapa y comenzó a estudiarlo de nuevo. -Supongo que no habrá diversión en la guerra por un tiempo-
-¿Has averiguado algo? - comentó Itachi ignorando los comentarios de su amigo.
-Hombre, hasta que te dignas hablarme…no, los cuervos no han hallado rastro alguno- respondió acercándose. Observó el mapa notando como un nuevo camino había sido marcado, resopló. - Itachi ya detente-
El nombrado lo observó esperando que repitiera lo que había dicho.
-Estoy seguro de que tu hermano conseguirá la manera de volver por sus propios pies- Sus palabras, por más que quisiera, no habían hecho eco la mente de su amigo. -Además no quedan ya muchos lugares para buscar. -
-Yo decidiré cuando dejare de buscar a Sasuke, si tú ya no quieres ayudarme puedo prescindir de tus favores- le dijo sin más sin apartar la vista de su estudio.
-Itachi no lo digas así, yo soy tu amigo, obvio que te ayudaré, pero esta búsqueda te está matando. Y lo digo literalmente- comentó observando el aspecto ojeroso de su amigo. Paso su brazo por el cuello del Uchiha menor y le comentó divertido -Hey, ¿hace cuánto que no estas con una mujer? -
-Me estoy acercando, casi no hay lugares donde buscar- comento el Uchiha menor ignorando todas y cada una de las palabras de su amigo.
Shisui resopló de nuevo, sino fuera porque ya venía con una idea ingeniosa, se hubiera rendido con su amigo líder.
Tronó sus dedos - Hagamos esto, dentro de 10 días buscaremos en los tres rincones que quedan de tu asqueroso mapa a tu pequeño hermano…- comentó
-¿Por qué en 10 días? - le interrogó, esta vez mirando firmemente a los ojos de su amigo.
-No sé, quería decir un número y me salió ese- respondió sincero. Itachi gruño como respuesta. -Como sea, en 10 días buscaremos a Sasuke, pero antes debemos ir a una expedición, relajarnos un poco. Aprovechemos este cese de guerra de 60 días y desatemos el descontrol-
Creo que adelantaré los 19 días a mañana mismo- comentó cerrando el mapa.-
-¡Oh vamos! Escuché de algunos de nuestros hombres que visitaron a las nenas de la zona roja, muchas son increíblemente accesibles y pueden entretenernos…claro hay que pagar una suma no muy importante de dinero, pero ese no sería problema- le comentó aún o tal vez mas emocionado.
-Me demoraré alrededor de un día llegar hasta río…tal vez si salgo al alba y me apresure. el tiempo no será brusco- comentaba Itachi para sí mismo ignorando alegosamente a su mejor amigo.
-Itachi, necesitas de mis cuervos para encontrar a tu hermano- el nombrado dejo lo que estaba haciendo y lo observó desafiante. – Soy el único que puede rastrear a Sasuke, y por eso te estoy dando este plazo de tiempo- Itachi entro en una guerra de miradas con Shisui, pero este no se dejó vencer, después de todo no era también un Uchiha por nada. -Sasuke está bien, lo se…pero tú correrás peligro si te vas en este estado, ¿Crees que a tu hermano le gustaría verte así? -
Su firme mirada duró solo unos segundos más, luego suspiró recordando con quien estaba batallando, contra Shisui era imposible imponer sus ideas.
Respiró profundo, lo cierto era que todo lo que dijo su amigo podía afirmarlo, estaba cansado, hambriento y sofocado, no le interesó mucho la parte de buscar mujeres, pero si la de relajarse un poco. En gran parte agradeció al líder Hashirama pedir un cese de guerra para establecer su ejército y poder proporcionarles comida y tratamiento a sus tropas. Claramente Madara no lo había aceptado de primera, para él era la oportunidad perfecta para atacar ahora que el enemigo estaba débil, pero claro al declarar la baja por tiempo indefinido por parte de Itachi, Madara no contaba con mejores soldados para batallar, después de todo los aliados de Hashirama eran poderosos. Mordiendo su lengua de puro odio aceptó el cese de guerra por 60 días estipulando que al volver cortaría la cabeza de cada enemigo que se interpusiera en su camino, sea quien sea. Itachi sonrió, como si ese idiota pudiera contra él y su gente.
-Esa sonrisa me dice algo bueno, ¿no? - comentó Shisui divertido.
-Bien, pero después de los 10 días nos iremos, ni un día más- ordenó.
-¡Señor, Si Señor! - exclamó Shisui y salió de la tienda. Itachi se sentó de nuevo en la silla que había dañado pero que aún era útil y cerro sus ojos, sabía que su hermano estaba vivo, pero encontrarlo, se había vuelto una misión casi imposible.
_(_)_
La ceremonia de té trascurría tan o más aburrida de lo que acostumbraba.
La señora Kaede le explicaba los principios y el manejo sutil del té verde que estaba preparando, y lo necesario e importante que era dominar la técnica. Pero ella parecía no escucharla, su cuerpo estaba allí, pero su mente no.
-¡Niña! - la regaño la señora Kaede - ¡¿Me estas escuchando?!-
-Sí, señora Kaede- le respondió sin demora la joven.
-¿A sí? - comentó no creyéndole. -Pues veamos, ¿cuáles son los beneficios del té sencha? -
-Es antioxidante, previene tanto enfermedades del corazón como del hígado, evita que las células se atrofien, y mantiene el peso estable- respondió sin dejar de verter el agua en tres pequeñas tazas de fina porcelana. La señora Kaede la observó sin dar crédito a sus palabras.
-¿De dónde has sacado eso? - la interrogó horrorizada.
-De unos escritos medicinales- respondió la joven sin más.
-¡Hinata no te estoy pidiendo los beneficios medicinales! - la regañó una vez más. - ¡Te pido los beneficios que proporcionarán a tu familia, el estatus, el respeto a tu marido, y tu futura familia política!-
-¿Todo eso proporciona este horrendo líquido? - musitó Tenten que había llegado hace segundos pero que no le había impedido escuchar toda esa charla. Apoyó su espada de doble filo en el borde de una de las estructuras del pequeño espacio delicado que utilizaban los Hyugas para hacer ceremonias de té y demás asuntos, inútiles para ella, pero necesarios para los mandamases.
Tomó la taza entre sus manos y lo bebió. Un sonido de su garganta fue expirado en señal que aquel líquido era de todo menos delicioso.
-¡Tenten, ten más respeto por las ceremonias de té, muchacha insolente! - vocifero la mujer encargada de enseñar aquella proeza.
-Disculpe, pero enserio este líquido es depreciable. - comentó sin más la joven castaña. -creo que lo único que proporciona es perder el sentido del gusto- sonrío mostrando sus blancos dientes hacia la otra joven.
-¡Despreciable muchacha, alguien como tú no podrá jamás entenderlo y solo por eso solo serás una sirvienta sin más ni menos! - le grito la mujer enojada. Tras decir aquello una de las tres tazas estalló en el suelo. Tanto Tenten como la mujer Kaede elevaron su mirada y la posaron hacia donde estaba la joven Hinata.
-¡Hinata! - la llamó la mujer. - ¿Qué haces niña? ¡tú comportamiento es tan irrespetuosa como tu actitud! -
-Y usted le ha faltado el respeto a Tenten- exclamó con calma.
-¿Aah? - comentó sin entender. - ¿Qué tanto te preocupa el estatus de esta chica?, ella es una sirvienta de la poderosa familia Hyuga, no merece respeto, los sirvientes están para servir a sus señores y no al revés-
-Los sirvientes son personas, tienen sentimientos, señora Kaede…y si usted no puede respetarlos le pedire que se retire - contestó la joven Hyuga. - Además- continuo – su taza acaba de hacerse trizas, ya no forma parte de esta reunión- elevó su seria mirada hacia la mujer mayor quien apretó su kimono con rabia. Vociferó un insulto, luego salió del lugar cual furia la carcomía.
-Hinata no tenías que decir aquello- comentó Tenten, aunque agradecida con las palabras de su "amiga- señorita". -Seguramente se quejará con tu padre- Comentó sentándose de piernas cruzadas, cual posición de buda, para mayor comodidad.
-No tiene importancia- le dijo la Hyuga sentándose de igual manera olvidando que traía puesto un incómodo Kimono ceremonial. -No me gusta esa mujer-
-Aun así- le replicó la castaña. -Te eh dicho que debes morder tu lengua cada vez que hablen de esa manera-
-¿Y dejar que te insulten? - preguntó casi con escandalo – No lo permitiré-
-Hinata, no quiero que tu padre te regañe, y sabes que lo hará apenas vuelva de la reunión- explicó Tenten esperando que su amiga razonara.
-¿Estabas entrenando? - cambió de tema, mientras observaba la espada brillante de su amiga.
-Si- respondió sonriendo. -quería des estresarme un poco antes de que llegue tu primo, lo sabes, le gusta ponerme a prueba-
-Es una lástima que Neji se case- comentó la Hyuga viendo al vacío. -Ustedes eran uno para el otro-
-De nuevo con eso…- respondió la castaña contrariada por el mismo tema. -ya te dije que respeto a tu primo, pero no lo veo con otros ojos-
-¿Intentas seguir negándolo? - le preguntó acercándose a su amiga.
-Es la única respuesta que puedo darte- le respondió sin más. - ¿Qué haces?-preguntó al ver que la joven se le acercaba peligrosamente.
-Creo que voy a tener que sacarte la verdad de otra manera- y sin más se lanzó sobre su amiga y comenzó a hacerle cosquillas por todos lados.
Tanto Tenten como Hinata estaban en una guerra de cosquillas, ambas reían abiertamente y con lágrimas. Hasta que la presencia de un individuo se hizo presente.
-Hinata-sama- una voz grave les llamó la atención.
Ambas observaron al joven, Tenten reconoció aquella voz que tanto gusto le daba sentir. Se levantó como soldado a la orden de una misión, y lo reflejaba aquel joven como su líder, y no como su amo.
Hinata tardó más en levantarse, pero sonriendo lo hizo y corrió hacia su primo.
-Neji ni-sama- el abrazo fue correspondido al instante. -Me alegro de que llegaras- desarmó el abrazo y acercó su primo hacia Tenten. Neji se dejó guiar hasta que descubrió las intenciones de su pequeña prima y la detuvo en seco.
-Hinata-sama, me alegro de verla, pero vengo a informarle que su padre la busca- tomó el brazo de la joven y lo bajo con delicadeza mientras le sonreía. Hinata cambió su humor al instante.
Suspiró- seguramente quiera darme el regaño del siglo- acomodó su cabello que había quedado despeinado. Su vestimenta blanca cual pureza fue sacudida de unas que otras motas de polvo. -Me adelantaré- sonrió, quería darle espacio a esos dos que se veían un tanto incómodos.
La figura de la delicada joven se iba haciendo cada vez más pequeña y borrosa, hasta que desapareció en un pequeño punto brillante. La joven castaña a su lado se movía un tanto nerviosa, la oyó suspirar varias veces hasta que optó por observarla.
-Bienvenido- exclamó Tenten sonriéndole al instante en que él la observó.
El no respondió, la fría mirada que le dedicaba se volvía helada conforme pasaban los segundos. La sonrisa de ella quería darle calidez, pero él no podía permitírselo.
-Sabes que no es propio que Hinata se comporte de esta manera- el reproche se sintió como daga de doble filo. Tenten plasmó su sonrisa y fue desvaneciéndola poco a poco. Bajo su mirada en una mezcla de sentimientos angustiantes y dolorosos. Se reprochó a sí misma, "Eres la sirvienta, él es e lamo ¿por qué siempre lo olvidas Tenten?"
-Lo sé, me disculparé con el señor Hiashi tan pronto lo vea- exclamó ella sin elevar la mirada.
Él dejó de verla, no soportaba aquella situación que se imponía, y que le imponía a ella. -Eso espero- y sin más se retiró, dejando sola y acongojada a la joven que una vez, y continuaba, amó.
La joven Hyuga se hallaba en posición de sumisión delante del cabecilla del clan, una hora había pasado desde aquello. Su mirada iba dirigida al suelo y hacia el diseño del mismo, no porque fuera algo entretenido, sino porque no soportaba la mirada de quien rara vez llamaba padre. ¿Por miedo?, no, le había perdido el temor hace unos años atrás cuando por su causa su pequeña hermana murió. Desde ese momento todo en ella cambio, su miedo y su terror ya no eran reales. Su ira y dolor, si lo son. -No me disculparé- le dijo firme, seria, casi escupiendo sus palabras.
Su padre elevó el mentón observando en desaprobación a la joven de su hija- Debes hacerlo, la señora Kaede es la única capaz de enseñarte el arte de las ceremonias- le dijo con ese timbre de voz que helaba a muchos sirvientes del clan. Más, sin embargo, la tranquilidad reinaba en aquel anciano - ¿Cómo se supone que atenderas apropiadamente a tu esposo? – comentó. Y luego bebió el contenido de aquel amargo té que le habían servido.
Ella rio despectiva elevando su rostro y enderezando su torso, más su miraba no iba dirigida al líder-Tal vez a mi futuro esposo no le interese esas ceremonias- respondió sin más.
-¿De quién estás hablando? - le cuestionó el hombre cruzando sus brazos y manteniendo una mueca en tono de burla. - ¿el Uzumaki? - Hinata, dirigió su mirada casi sorprendida ¿cómo sabía de Naruto? Su mirada viajó hacia los sirvientes que custodiaban las dos entradas al dojo, esas serpientes tenían la lengua muy suelta. El Hyuga mayor largó una carcajada al ver la expresión de su hija. -No te casaras con él, no es propio para la familia-
-La familia no me interesa- respondió tajante dirigiendo su mirada de nueva cuenta al arrugado rostro de su padre.
-Pues si quieres casarte con él abandonaras esta familia dejándolo todo- exclamó.
Hinata suspiró– Pues me haces las cosas demasiado fáciles- se puso de pie aún mantenido su estructura firme y miró por lo bajo aquel anciano que le desagradaba tanto. Con burla preguntó- ¿crees que me interesa algo de tu familia? - cuestionó -Lo que me interesaba...ya no existe-
-Vive solo con el recuerdo de tu hermana...que es con lo único que vivirás- exclamó el líder posando el recipiente vacío en la vajilla.
-Tienes el descaro de nombrar a Hanabi- escupió con enojo ella - ¿acaso tienes sentimientos, o solo eres una coraza vacía? - aquel diálogo sobrepasaba los límites de ambos, y los sirvientes podían sentirlo casi palpable.
-Quien sabe...- sonrió el anciano. -Yo creo que esos sentimientos son los que aún te hacen débil-
-No me digas...- los blancos dientes de la joven se mostraron tras esa sonrisa de ira – Te estás haciendo anciano, eres más débil de lo que piensas y ¿crees que mis sentimientos son un problema? -
-Hmp- vociferó el anciano. Le llevó 10 segundos ponerse de pie y elevar su elegante postura. Los huesos le estaban jugando una mala pasada, pero jamás lo demostraría a su hija, mucho menos con aquella declaración sobre su edad.
- Tus sentimientos te nublan el sentido- Cruzó sus brazos y observó rapante a la joven, no podía negar que aquella imagen era casi idéntica a su difunta esposa, por ello hablarle se le complicaba un poco...pues él en vida la respeto como nunca antes respetó a alguien. Aun así, debía mentalizarse que no estaba hablando con su esposa, sino con su hija. Debía ser duro con ella, a costa de lo que sea- Te lo demostraré- Con un solo movimiento de cabeza, el sirviente que estaba en la entrada norte del dojo se retiró por unos segundos, tiempo en el que la batalla de miradas de ambos familiares Hyuga se librara. Al cabo de un momento reapareció cargando una persona en sus hombros.
Hinata no logró visualizar a quien llevaban. Lo reconoció al momento en que aquel malnacido arrojo a aquella persona en el rudo suelo delante de ambos Hyuga. Las orbitas de Hinata se abrieron desmesuradamente, la ira reinó en sus perlados iris al instante.
-¡TENTEN! - gritó Hinata. Se arrojó al suelo donde su amiga estaba amarrada y sometida. Estaba inconsciente, vendada de ojos y labios. Y, muy a su pesar, había sido torturada. - ¡¿Qué le hicieron Malditos?!- Gritó enfurecida hacia aquella plebe que solo observaban el suelo, pero que ella sabía, disfrutaban aquel espectáculo. Desató las manos de la castaña, y le quitó la venda de los ojos. Observó sus manos y notó que habían clavado agujas en sus uñas, eso la colerizó, aquella técnica de tortura era muy dolorosa, seguramente Tenten se había desmayado al resistirla.
-Te dije que podías irte sin nada- comentó observando el espectáculo de su hija. -Por supuesto esto también concierne a tu esclava. Si te vas, ella se queda-
Se puso de pie, su cuerpo delicado temblaba de ira. Enfrentó al causante de todo. - ¡Te mataré! - Las lágrimas inundaron su rostro y sus dientes apretados le estaban lastimando los labios inferiores.
Un certero movimiento y ambos Hyugas desvainaron sus katanas.
La delgada pero doble filo de la joven se movía con destreza, chocando con la larga hoja y un poco más gruesa de su padre. Las delicadas mangas de sedas, blancas de ella y negras del anciano, creaban formas en todo el ambiente de la habitación. La plebe debía mantener la mirada hacia el suelo, pero por el asombro no podían retirar la vista de aquel escenario.
La diestra de Hinata parecía estar en desventaja, se balanceaba casi como alguien novato en su primer enfrentamiento, su padre parecía notar la baja de nivel por parte de su hija y sonrió con dicha.
Dos pasos en zigzag llevaron a la joven a retroceder, y el anciano se adelantó. Su hija era buena, no sabía que la había hecho cambiar de la inútil imagen que proyectaba antes. Sonrió, ¿Qué no sabía? ¡Claro que sabía!, la muerte de su hermana la hizo cambiar. Nunca espero que con tal demencia se transformara en lo que ahora reflejaba, pero no importaba, el cambio no le sirvió mucho... Un corte que iba dirigido hacia el tórax de la joven Hyuga, y la estocada final daría comienzo en milisegundos. Eso era lo que se esperaba, otra hija que enterrar, otra perdida sin importancia por más que se pareciera a su misma madre.
Más sin embargo una daga de empuñadura de oro y punta bífida salió del escondite del antebrazo de la joven, que tomándolo con su izquierda mano detuvo en un certero movimiento el filo largo y desgastado de la katana de su padre. Hiashi Hyuga no pudo evitar sorprenderse ante aquello, un brillo de orgullo iluminó sus ojos al notar el notable desarrollo del manejo de aquella katana por su hija. Mas la sorpresa la dejo de lado al observar como su hija avanzaba con la total intención de atacar y desgarrarlo.
Los parámetros cambiaron y la suerte se volteo de lado. Hiashi Hyuga trastabillaba, más se defendía a cuesta de mucho esfuerzo. El sudor comenzó a ser helado. Ella estaba colérica, y él lo sabía. Los choques de ambas armas crearon chispas que cegaron al anciano al entrar una en su ojo izquierdo, y a ella no le importó aquel detalle, de hecho, no estaba pensando mucho la situación. Solo quería que su katana se enterrara en su padre, o su daga...o quizás ambas.
Sabía que estando cuerda eso no lo haría, porque aunque odiara a su padre jamás seria como él. Aun así, ella avanzaba, él retrocedía.
Un mal paso, es el que lo hizo retroceder y caer al suelo de espalda. Y Hinata sin más dio un salto con destreza y acrobacia, con ambas armas dispuestas a enterrarse en la vieja carne de su padre. Eso o la suerte del Hyuga no desaparecía.
La sorpresa reinó en los ojos del anciano, más no el miedo. Así sea morir, lo recibiría con total orden. Y con orgullo, ese brillo único de los Hyugas sería el que lo mataría, pues que así sea.
Hinata estaba segura que aquel hombre seria su primera víctima fatal, era decisión suya darle el final, o no ¿estaba dispuesta a manchar sus manos? Un casi imperceptible quejido abandonó los labios de la castaña que estaba aún en el suelo, pero lejos de aquella batalla. Aquello fue el clic en Hinata, y la duda la abandonó, estaba decidida en asesinar a su padre.
Un estruendo producido por el peligroso choque entre la katana y la daga de Hinata, contra unas distinguidas espadas gemelas, despertó el desconcierto de la plebe.
La mirada tan filosa como las armas de la joven, casi cortaban limpiamente los ojos de quien se había interpuesto entre ella y el líder del clan.
-¡Deténgase, Hinata-sama!- pidió con voz rasposa el joven Hyuga deteniendo el empuje del filo de las armas de la joven. Ambos temblaban por la adrenalina en sus cuerpos. Hinata respiraba agitada, despeinada y llorosa, pero aun así la ira no la dejaba retroceder. -Créame...no es lo quiere- el temblor de las espadas de ambos por la presión creaba sonidos estridentes.
Había tanto que cuestionarle a la figura de su casi hermano, ese pedido no tenía sentido en lo absoluto. Observó a su padre que se levantaba del suelo y sacudía como si nada su vestimenta. Y ella quería gritar con solo verlo actuar como si nada hubiera pasado.
Observó de nueva cuenta a su primo y, no detuvo sus lágrimas.
Continuará.
