Capítulo 32: Deseos

Las suaves olas rompiendo en la playa era todo el ruido que podía escuchar la diosa mientras caminaba extrañada por la blanca arena que ahora estaba ensombrecida por la oscuridad de la noche.

El lugar no le era extraño, pues ya había caminado por esa misma playa hace varias lunas. Lo que no terminaba de comprender era lo que estaba de vuelta en Nonai.

"Te ves confundida, querida" no muy lejos de ella, de la nada, vislumbró la figura de un anciano.

"Lo estaría usted también si de pronto apareciera en un lugar que no estaba."

"Tienes un agradable sentido del humor, pequeña" respondió el hombre divertido.

"Pero, ¿quién es usted? ¿y qué hago aquí?"

"Soy la deidad a la que robaste"

Ria miró con detenimiento al anciano que ahora estaba mucho más cerca de ella.

"Es algo difícil reconocerlo sin las escamas y aletas"

"No eres muy respetuosa con tus mayores." la regañó con mirada acusadora "Tal vez seas una deidad, pequeña, pero tú y yo sabemos que este no es tu tiempo"

El anciano caminó hasta entrar en la playa, cuando la espuma de mar tocó su cuerpo su figura cambió hasta parecerse a su representación en la estatua que la ninfa invernal había visto hace tiempo. El dios caminó un poco más hasta adentro hasta que se sentó sobre las aguas. Con el mentón hizo un sutil gesto invitando a la diosa a seguirlo.

"Estamos en el mundo de tus sueños, bueno, un poco manipulado por mi. Me siento más cómodo en este ambiente que en un bosque." rió el viejo. "Oh, pero que distraído, estás mojándote"

Ria, quien sin preocupación, siguió al anciano, no había reparado en que sus piernas y vestido estaban completamente empapados. La deidad tendió su mano y la dama de la escarcha la tomó hasta que la hizo flotar del agua la sentó sobre ella. Sus ropas también habían vuelto a secarse.

"Gracias"

"Aún es pronto para agradecer"

"Comprendo que esté molesto porque tuve que tomar el poder divino que había dejado en su estatua, pero le aseguro..."

"¿Crees que eso me molesta, niña? Soy un dios generoso, y si alguien necesita de mi, no dudaré en ayudar. Creo que eso fue más que obvio al dejar mi poder protector a ese pueblo." dijo refunfuñando " Lo que me molesta es que estés desperdiciando mi esencia divina con ese arrogante yokai."

"¿Qué?" Korihana no comprendía a qué se refería el anciano.

"Tu estancia en este tiempo se entorpece y el poder de mi fuerza divina en ti se debilita por culpa de ese demonio perro. ¿No lo ves, jovencita? El yoki de ese demonio es demasiado poderoso y altamente venenoso para debilitar un poder divino adquirido.

No eres tonta, muchacha, creo que lo has intuido antes."

El anciano no se equivocaba, ya en el pasado, Ria había descubierto que la aceleración de su regresión podía relacionarse con la potente aura yokai de Sesshomaru.

"El debilitamiento constante que experimentas, ese dolor insufrible en tu pecho, ¿no habían desaparecido un poco cuando te volviste ninfa? La esencia espiritual de una ninfa no tiene la pureza opuesta de una deidad, te era más fácil soportarlo así, pero como diosa, nuestras esencias se repelen, ¡deberías saberlo! Y han vuelto y seguirán prolongándose mientras sigas estando cerca de ese inuyokai." la regañó con severidad.

"Escucha pequeña ninfa" dijo con el entrecejo fruncido mientras apuntaba con su dedo escamado hacia su pecho "tu tiempo se acorta, la muerte te susurra muy cerca y vendrá de la mano de ese yokai al que te niegas alejar."

"Necesito su ayuda..."

"No es necesario, tú sabes que solo necesitas mi brío para tomar la gema y regresar a casa. El combate con el dragón puede evitarse."

"¿Cómo sabes lo de la gema?"

"Pequeña, recuerda que ahora tenemos una conexión por mi energía que ahora está en ti. Y por ello sé que sabes que tengo razón. Ya no necesitas al yokai"

La mirada de la diosa cayó hasta fijarse en la oscuridad del agua que la rodeaba.

"Oh, ya veo... has puesto tu corazón por sobre tu misión"

Los ojos de la diosa miraron temblorosos los acusadores ojos oscuros de la deidad, se había sentido descubierta.

"Pareces sorprendida querida. ¿No me digas que no lo sabías?"

"Eso no es verdad."

" ¿Cómo puede no serlo? Tu corazón se acelera" en un abrir y cerrar de ojos el dios estaba detrás de la diosa mientras sujetaba sus hombros.

"Y sabes que es ese demonio el causante."

"No...yo"

"¿Olvidaste como se sentía? ¿Ya no recuerdas tu amor por Hyozan?"

Ria estaba asustada, no podía creer las palabras del anciano. Sabía que Sesshomaru había logrado romper sus barreras y crear un vínculo. Sin duda a ella le importaba, pero aquello no podía ser... no, era impensable.

"Tú deseas a ese yokai." dijo mientras negaba con la cabeza "Tenku debió escoger mejor a su enviada. Eres débil, querida. Parece que caerás por la misma estupidez que te trajo aquí en primer lugar." suspiró pesadamente "Pero no debería sorprenderme."

La ira llenó la mente de la diosa, pero controló sus gestos con toda quietud mientras volteaba para hablar determinadamente con la vieja deidad.

"Vine a este tiempo con una misión y no me iré hasta concluirla."ella se puso de pie "No pretendas creer que me conoces, porque no es así. Sé lo que debo hacer y nada se interpondrá en ello."

"Entonces deberías hacerlo pronto." dijo antes de caminar mar adentro. "Ah, y otra cosa querida, los yokais como él no toman muy bien el engaño."

Cuando la diosa despertó aún era oscuro.

El movimiento abrupto de Ria despertó a Ah Un. Este comenzó a mover sus cabezas con nerviosismo, parecía presentir las acciones de la diosa.

"Lo siento, Ah Un, tendrás que disculparme." dicho esto, con un movimiento de su mano cantó un hechizo silencioso que hizo dormir a la bestia, lo último que vio la dama escarchada fueron los ojos entristecidos del animal. Le embargó un sentimiento de culpa. " Al menos, hazlo tú, porque sé que tu amo no lo hará"

Casi podía sentir la mirada fúrica de Sesshomaru sobre ella con solo pensarlo. Pero el viejo dios tenía razón, quedarse implicaba desperdiciar nuevamente la vitalidad divina que había adquirido y necesitaba toda la que podía mantener para llegar a la tumba de Inu no Taisho en la frontera del Inframundo y luego quitarle la gema a Ryu.

Había querido dar de excusa que Sesshomaru era el único que podía llevarla allí, pero sería una falacia, pues como deidad puede abrir portales que conectan ambos mundos. La presencia del yokai era injustificada.

Korihana lanzó un encantamiento sobre sus kamaitachis para esconderlos dentro de ella antes de rociarse los polvos que ocultan su olor. Esperaba con esto ganar tiempo suficiente antes de que el peliplateado regresara y comenzara una cacería sobre ellos.

La diosa miró por última vez el campamento. Si tenía éxito, no volvería a ver a sus compañeros viajeros nunca más. La idea de eso la atormentó, y le hizo darse cuenta que, el viejo dios de la playa, podría no estar equivocado sobre sus sentimientos.

"Es mejor que nos separemos aquí, no quiero seguir confundiéndome. No quiero seguir sintiendo esto."

La diosa desapareció en una neblina brumosa.

"Quizás no eres tan tonta como pensaba" la voz divertida de aquel anciano retumbaba en la cabeza de la diosa mientras estaba sentada frente a un gran lago.

"Deja de decir tonterías, trato de concentrarme en abrir el portal"

"No te será difícil, con mi energía divina, el portal se abrirá al cuerpo de agua más cercano a la frontera del inframundo. Tienes suerte que tu naturaleza de hielo sea compatible con la de agua. No requerirá gran energía"

"Entonces es útil" respondió ella mientras seguía dibujando símbolos con sus manos.

"Tienes determinación, debo admitirlo. Estoy seguro de que esa fue una de las cualidades que Hyozan vio en ti. Aunque siempre me pareció que él se inclinaba por la ternura de las diosas. Bueno, no es fácil de adivinar, él es muy reservado en ese aspecto. Quizas ha cambiado en tu tiempo. Oh! pero cómo saberlo si ha desaparecido" agregó esto último con picardía para fastidiar a la diosa. "Pero no dudo que te haya querido mucho para otorgarte su don divino, aunque no lo suficiente para quedarse contigo."

Una torre de agua le elevó del lago en respuesta.

"Así que no eres tan indiferente como aparentas." rió con burla "Bueno, no es de sorprenderse considerando tu naturaleza"

"Basta" dijo la diosa, mientras empezaba otra vez con el hechizo "si no ayudarás permanece en silencio"

"Nunca dije que viniera a ayudarte. Además has tomado mi poder, no estás en posición de pedirme nada más"

"Ignoras la importancia de encontrar la gema"

"En absoluto, por eso no te he quitado mi poder divino. Pero ocurre que eres algo muy interesante, pequeña"

La diosa siguió ignorándolo.

" Me pregunto si es que ese yokai acabará con tu vida por tu huida, si te anhela tan desesperadamente"

"¿Cómo?"

"Te lo repito, niña. Ese yokai te desea. No comprendo del todo como funciona los instintos de esos seres, pero Sesshomaru no es alguien que cede fácilmente, y menos cuando algo le pertenece. Creo que ve en ti a una presa o quizás algo más. Pero debe apreciarte mucho si su espada ya ha profetizado que te revivirá " El tono del anciano estaba teñido de diversión, como si ya supiera el final de esta trágica historia. "Y tú... has tomado una decisión que no puedes revertir. Eres conciente de que estará buscándote."

"Si está buscándome, es como bien dices, porque Colmillo sagrado no puede estar muy lejos de mi, la espada lo obliga a permanecer conmigo hasta revivirme. Cuando tomé la decisión de irme sopesé con cuidado las consecuencias de mis acciones. Quedarme significaba que tendría un respaldo seguro en Colmillo Sagrado de revivirme en caso de que muriera, pero a la vez perdería poder divino por el yoki de Sesshomaru, es decir que aunque viviera, no completaría la misión y todo el tiempo pasado aquí sería en vano. Irme implica que mi vida no estará segura pero al menos conseguiré la gema, y sea lo que sea que pase conmigo la gema divina regreserá a casa, solo debo tocarla.

Tomé la decisión más segura para la misión. No me arrepiento. Si todo sale bien, Sesshomaru sera libre del vínculo que su espada tiene conmigo y si muero, su espada lo hara cumplir y yo reviviré."

"Ah, niña… eres testaruda y calculadora, lo admito. Pero estás subestimando a ese demonio, aunque al igual que tú, creo que él tampoco es consciente de que Colmillo Sagrado no es lo único que lo ata a ti."

Ria lo ignoró, concentrada en el complejo patrón que dibujaba con sus manos, cada símbolo brillando tenuemente con una luz azulada, como la escarcha bajo la luz de la luna. Su mente estaba enfocada en una sola cosa: la misión. No podía permitirse distracciones, y menos con los sentimientos confusos que empezaban a brotar en su interior.

"Las naturalezas de los celestiales y los yokais son distintas. Los sentimientos no son iguales. No puedes compararlos porque no existen en la misma magnitud."

Ria recordó las veces que el yokai le alcaro que en su naturaleza demoniaca no había lugar para los sentimientos humanos que los dioses esperaban encontrar en todas las criaturas. Ella misma lo sabía, un sentimiento no es igual a otro, y a veces no existe en otros.

"Pero desearías que sí. Lo percibo en tu voz, aun cuando no lo admitas." rio entretenido. "Bien digamos que los yokais no experimenten el sentir de la forma en que lo hacen los celestiales o los humanos. Pero tú y yo sabemos que el honor y la lealtad son cosas que ese demonio perro sí valora. ¿Dime que harás cuando el descubra tu pequeño secreto?"

Los ojos de la diosa se abrieron con asombro y un deje de temor.

" Aunque has trazado tu plan con mente fría, no creas que desconozco la otra razón por la que decidiste alejarte. Recuerda que compartimos un vínculo."

Ria apretó los dientes, sus ojos brillando con determinación. "No sé de qué hablas."

"Oh, claro que lo sabes," insistió el anciano, dando un paso más cerca, su mirada fija en ella. "Tu corazón no soportaría que el te desprecie no solo por quien eres sino porque le has mentido y por eso corres."

Los recuerdos se agolparon en la mente de Ria, imágenes fugaces de momentos compartidos con Sesshomaru. Su fría indiferencia, su lealtad implacable, y esos raros momentos en los que sus miradas se cruzaban mientras ella mentia sin descaro en su delante. Ria sentía algo que no debería haber sentido por alguien que de saber la verdad la odiaria en el acto.

"Si él descubre lo que realmente te llevó a alejarte," continuó el anciano, sus palabras llenas de malicia, "¿qué crees que hará? El honor de un yokai es indiscutible, pero el orgullo de Sesshomaru es más fuerte que cualquier lealtad o vínculo. No le sentará bien saber que lo has manipulado y mentido."

La diosa cerró los ojos, sintiendo la presión del tiempo apretándose a su alrededor como una trampa. El vínculo con Sesshomaru no solo debilitaba su esencia divina, sino que también corría el riesgo de revelar su verdadera forma. Cada vez que estaba cerca de él, podía sentir la frágil barrera entre su naturaleza divina y su antigua humanidad desgastándose poco a poco. Ya había pasado antes, ya muchas veces tento a su suerte y puso en riesgo su secreto. Si permanecía demasiado tiempo a su lado, no solo perdería su poder divino, sino que podría revertir completamente a su forma humana frente a él.

Y Sesshomaru jamás perdonaría eso.

Ria no sabía qué aborrecería más, el hecho de que era originalmente humana o que le mintiera todo el tiempo sobre ello.

"El orgullo de Sesshomaru es indomable," pensó, recordando la fría arrogancia del yokai, esa distancia que mantenía con los humanos, con todo lo que consideraba inferior a él. Si supiera que ella había sido una de ellos, su desprecio sería inmediato, su furia sería incontrolable. Pero peor aún sería la traición que él sentiría, la verdad de que todo lo que compartieron, cada palabra intercambiada, cada mirada que cruzaron, estaba manchada con la mentira.

"El honor de un yokai no tolera traiciones, y Sesshomaru más que nadie detesta ser engañado," susurró el anciano, leyendo sus pensamientos. "Has jugado con fuego, niña."

Un punzante dolor en el pecho fue el fatal aviso de que el yokai de quien había huido se aproximaba.

Ria sintió la energía de Sesshomaru acercándose rápidamente, un aura imponente que anunciaba su llegada. El tiempo corría en su contra. El patrón que dibujaba en el aire resplandecía tenuemente, pero aún no estaba completo. Cada trazo era una carrera desesperada para abrir el portal antes de que él llegara.

"No te queda mucho tiempo, niña. Cuando él te alcance, ¿Qué harás entonces?"

Ria no respondió, concentrada en los movimientos precisos de sus manos. El viento frío que anunciaba a Sesshomaru soplaba con más fuerza, levantando polvo y hojas a su alrededor, pero ella no se detuvo. No podía permitirse titubear, no ahora. El portal debía abrirse.

Finalmente, con un último trazo en el aire, el patrón se completó y el espacio ante ella se distorsionó, formando un portal brillante que parpadeaba entre lo estable y lo caótico. Sin dudar, Ria dio un paso al frente, sintiendo el tirón mágico que la arrastraba hacia el otro lado.

El anciano rio con burla. "Podrás huir esta vez, pero no puedes escapar de la verdad para siempre, niña. Tarde o temprano él sabrá lo que eres. Yo diría que más temprano que tarde."

"¿Qué dices?"

"Creo que había olvidado mencionar que la entrada a la frontera del inframundo está en la tierra del Fuego, un lugar poco conveniente para un ser de hielo. Tu poder divino podría desaparecer pronto"

Las palabras del anciano resonaban en su mente mientras atravesaba el portal.

La luz del portal la envolvió completamente, llevándola lejos del lugar, de Sesshomaru y de todo lo que había intentado ocultar.

El paisaje al otro lado del portal era desolador. Las montañas rojas y el aire sofocante de la tierra del Fuego se extendían ante ella. El suelo ardía bajo sus pies, aunque todavía sentía el débil pulso de su poder manteniendo una pequeña burbuja de frío a su alrededor. Pero el anciano tenía razón, su poder se disiparía más rápido en este lugar. No tendría mucho tiempo antes de empezar a debilitarse peligrosamente.

"Debes encontrar la gema rápido, o no solo perderás tu poder, sino que tu naturaleza humana podría regresar más rápido de lo que piensas. Y entonces serás presa fácil... para cualquier criatura, y no solo para Sesshomaru."

Ria sintió el peso de sus palabras como una sentencia. Cada minuto que pasaba en la tierra del Fuego significaba no solo un debilitamiento de su poder, sino también el riesgo de que su verdadera forma humana resurgiera. Si eso sucedía antes de obtener la gema, su misión sería un fracaso.

"¿Por qué no lo dijiste antes?"

"¿Eso cambiaría algo?"

La diosa gimió de frustración, el anciano tenía razón.

"Necesito encontrar la tumba de Inu no Taisho y la gema antes de que sea demasiado tarde," murmuró Ria para sí misma, forzándose a concentrarse.

El aire a su alrededor comenzaba a calentarse más, y el sudor empezó a perlar su frente. Podía sentir cómo el frío de su poder divino ya no era tan fuerte, como si cada paso hacia adelante lo debilitara más. Pero no podía detenerse.

El tiempo corría, y su única esperanza era llegar a la gema antes de que su secreto se revelara, antes de que su propio cuerpo la traicionara.

El aire ardiente apretaba como una jaula invisible, sofocándola y debilitando el tenue halo de escarcha que su poder divino aún sostenía a su alrededor. Era cuestión de tiempo antes de que el calor sobrepasara su resistencia.

—"Tienes poco tiempo", la voz del anciano resonó en su mente una vez más. "Este lugar te destruirá."

"¿Por qué tu voz se oye cada vez más tenue?"

"Creo que lo sabes, pequeña. Está pasando. Mi poder divino en ti está menguando."

Ria vio como su piel comenzaba a palidecer hasta tornarse blanca como la nieve al igual que su cabello.

"Estás volviendo a tu estado de ninfa... y no tardará mucho para que tu otra naturaleza resurja"

"Esto no puede estar pasando tan rápido,"—murmuró con pánico en su voz, sintiendo cómo el calor sofocante de la tierra del Fuego le robaba cada vez más su esencia divina. Si volvía a ser una ninfa completamente, estaría aún más expuesta, más vulnerable. Pero lo que más la aterraba era la posibilidad de que, al perder esa forma, su humanidad original emergiera sin control.

"Y no podré hacer nada" pensó.

"Debo encontrar la gema antes de que sea demasiado tarde,"—se dijo a sí misma, aunque sabía que estaba en una carrera contra algo mucho más grande que el tiempo.

"¿Qué dirección debo seguir?"

El silencio fue su única respuesta. La conexión con la vieja deidad había desaparecido al igual que su naturaleza divina.

Ria concentró todo su poder nínfico para sentir un vestigio del poder de la gema, al parecer había funcionado. Su caminar lento la llevó a la entrada humeante de un volcán. Seguir ese camino la llevaría a una muerte segura, su naturaleza helada no podía resistir en calor subyacente.

Su piel, normalmente pálida y brillante por su naturaleza divina, empezaba a agrietarse y a formar llagas, la piel quemándose lentamente con cada segundo que pasaba en ese infierno.

"Si entro, moriré antes de llegar a la gema," pensó, pero sabía que no tenía otra opción. No podía darse el lujo de retroceder ahora.

Con cada instante que pasaba, su poder de ninfa se debilitaba, y sentía el temblor de algo más profundo, algo más frágil y peligroso que estaba a punto de resurgir. Su humanidad. Si su cuerpo no caía primero por el calor, su verdadera naturaleza humana lo haría.

Caminó por la cueva que estaba llena de cadáveres de demonios petrificados. Con la poca cordura que le quedaba, la ninfa trataba de averiguar qué era este lugar y porqué tantos yokais habían sido petrificados.

A lo lejos pudo ver algo parecido a una entrada de piedra cubierta por cadenas gigantes y dos grandes estatuas de piedra.

"Detente ahora mismo" hablaron las estatuas.

Ria estaba confundida, no sabía si aquello era producto de su imaginación, por su estado de regresión.

"¿Quienes son?"

"Somos Gozu y Mezu, los guardianes de esta entrada al inframundo."

"Soy la deidad del invierno. Korihana, ordeno que me dejen pasar"

Los guardianes se miraron con extrañez y respondieron

"Mientes, no eres una deidad y ningún viviente puede pasar al inframundo, solo los muertos" respondió Gozu.

"Si deseas hacerlo primero te mataremos" continuó Mezu

Ahora entendía que los cuerpos petrificados de los demonios a su alrededor eran una advertencia, pero no podía detenerse ahora, no después de haber llegado tan lejos.

"Sabemos lo que eres,"—dijo Gozu, su voz grave resonando por la cueva—. "No eres una deidad. Tu esencia está en decadencia. No puedes engañarnos."

Ria respiró hondo, tratando de encontrar una solución, pero el aire ardía, sus palabras se enredaban en su mente. Estaba cerca del colapso.

—"No tienen que hacerlo,"—murmuró, su voz más calmada, intentando mantener la compostura. Cada segundo contaba—. "Necesito la gema para cumplir una misión divina. Si no la obtengo, no solo yo pereceré... este mundo sufrirá las consecuencias."

—"Eres insignificante,"—respondió Mezu, su tono frío—. "Solo los muertos cruzan esta entrada. Los vivos deben enfrentar el castigo. Solo podrás pasar si logras derrotarnos"

"Que así sea"

Tan pronto como pronunció aquello la ninfa hizo congelar los cuerpos de ambos guardianes y con un movimiento rápido transformó su chal celestial en una espada de hielo, y de un movimiento hizo un corte que esperaba redujera a nada a las estatuas congeladas, sin embargo luego de que la bruma nubosa se disipara Gozu y Mezu estaban intactos.

"No somos seres de este mundo, no pereceremos ante las armas de los vivientes. Tu poder helado no puede tocar nuestra existencia."

No había anticipado que sus poderes no tendrían efecto sobre los guardianes. El aire a su alrededor se tornó pesado, cargado de una tensión palpable.

"Ya que has insistido en pasar, haremos que suceda con tu muerte"

Los gigantes de piedra se aproximaron a la ninfa listos para pasar sus armas sobre ella, pero una voz gélida los detuvo.

"No se atrevan"

la voz de Sesshomaru resonó a su espalda, fría y distante. Aunque no podía verlo, sentía su presencia, tan sólida y abrumadora como el fuego que la rodeaba.

Ria se giró lentamente, sus ojos encontrando los de Sesshomaru. Había una intensidad en su mirada que la llenó de determinación, pero también de miedo.

"Amo Sesshomaru" respondieron al unísono. Al instante, las estatuas hicieron una reverencia y bajaron sus armas en señal de respeto al portador de Colmillo Sagrado, la única espada capaz de dañarlos.

Ria sintió un torrente de alivio y sorpresa al ver cómo los guardianes, que momentos antes estaban listos para acabar con su vida, ahora se sometían ante la figura imponente de Sesshomaru. La tensión en el aire se disipó un poco, pero la realidad de su situación seguía presente.

"¿Qué deseas aquí, Sesshomaru?"—preguntó Gozu, su tono ahora más respetuoso pero todavía cargado de desafío.

"Pasaré"

"Si ese es la orden del portador de Tenseiga"

Al instante abrieron la gran roca que ocultaba la entrada al inframundo.

Ria observó cómo las enormes estatuas retrocedieron, sus formas de piedra deslizándose a un lado con un crujido resonante, revelando una entrada iluminada por una incandescente luz.

Los ojos dorados del yokai la miraban con frialdad mientras con rudeza sujetó su muñeca para hacerla pasar.

Ante la aun ninfa, se levantaba un campo rocoso con un gigantesco esqueleto con su armadura. Eran los restos de Inu No Taisho, habían llegado.

El agarre de las garras de Sesshomaru sobre la muñeca de la ninfa se hacía más fuerte y comenzaba a lastimarla.

Ria sintió el dolor agudo de las garras de Sesshomaru, el frío acero de su mirada chocando con su ansiedad.

"¡Déjame ir!"—exclamó, forcejeando para liberarse de su agarre. La presión sobre su muñeca se intensificó, como si él tratara de mantenerla a salvo y atrapada al mismo tiempo.

El yokai estaba furioso. Verla mirarlo con tal insolencia le hacía arder la sangre. Recordar el momento en el que regresó al campamento y no la halló hizo que algo dentro de sí se llenara de un sentimiento que nunca había experimentado y odió tenerlo, porque solo deseaba verla. El pensó que estaba en peligro.

"Ordena a tus kamaitachis salir ahora"

Ria se rehusaba a obedecer, pero su instinto le decía que era mejor hacer lo que le pedía.

Con un movimiento de su mano libre, la ninfa hizo salir a Shimo y Fubuki de sí. Quedando estos confundidos en el suelo a lado de Jaken, quien no se atrevía a mirar a su amo, pues aunque pareciera impasible, parecía querer acabar con la ninfa.

Cuando la ninfa hizo lo que se le pidió el yokai la sujetó con fuerza y ambos desaparecieron en un halo de luz.

Al abrir los ojos, Ria estaba presionada contra un muro de roca mientras el daiyokai la sujetaba con fuerza por los hombros.

Ria sintió el impacto del muro contra su espalda, el frío de la piedra contrastando con el calor de su piel. La mirada de Sesshomaru era intensa, sus ojos dorados iluminados por una mezcla de ira y preocupación.

"Suéltame"—exigió, su voz casi un susurro, pero cargada de una energía que la envolvía.

"Imprudente"—dijo Sesshomaru, apretando un poco más sus manos sobre sus hombros.

La presión de su cuerpo cerca del suyo y su aliento tan cerca la desestabilizaba.

" Los guardianes pudieron matarte ."

Ria se negaba a mirarlo a la cara, eso solo aumentaba la frustración del yokai.

"No creo que logres tu misión si estás muerta" añadió, su tono cortante, como si cada palabra fuera una advertencia.

"Gracias, pero creo que a partir de aquí debe seguir mi camino. Esta misión es mi responsabilidad"

Sesshomaru la observó por un largo momento, sus manos todavía firmes sobre sus hombros, pero sin apretar más. Sus ojos dorados, impenetrables, se clavaban en ella, evaluando cada palabra.

Soltó sus hombros bruscamente, dándole espacio para respirar, pero su presencia aún la envolvía como una sombra inescapable.

"¿Por qué esa repentina decisión?"

El silencio entre ellos se volvió más denso, como si el mismo aire se hubiera detenido en expectativa. Sesshomaru la miraba fijamente, sus ojos dorados brillando con esa frialdad característica que hacía imposible saber lo que estaba pensando. Ria, aún sintiendo el eco de la presión de sus manos sobre sus hombros, evitaba encontrarse con su mirada directamente.

—"¿Por qué esa repentina decisión?"—repitió Sesshomaru, su tono bajo pero firme, con un matiz de desafío en cada sílaba.

Ria respiró hondo, buscando el coraje que parecía desvanecerse bajo su mirada intensa. Sabía que enfrentarse a él, y más aún, intentar explicarse, no era tarea sencilla. Él no era el tipo de ser que aceptaba explicaciones a la ligera.

—"Porque esta es mi misión,"—respondió finalmente, su voz más firme de lo que sentía en su interior—. "Yo soy la que debe encontrar la gema, restaurar lo que fue perdido. No puedo depender de ti... no debo."

Sesshomaru no respondió de inmediato, pero sus ojos se entrecerraron ligeramente, evaluando la respuesta de Ria como si cada palabra fuera una pieza de un rompecabezas que no terminaba de encajar.

—"¿Y qué harás cuando fracases?"—preguntó, su tono lleno de una frialdad calculada. —"Si ni siquiera puedes enfrentarte a los guardianes, ¿cómo esperas sobrevivir a lo que te espera más adelante?"

"Ya conoces lo que pasará si fracaso."

Sesshomaru no movió ni un músculo, pero algo en su expresión cambió, como si estuviera considerando algo que no dijo en voz alta.

"Hay algo que no estás diciendo. Será mejor que hables." insistió Sesshomaru, su tono ya no solo era una advertencia, sino una exigencia.

"No es tan simple..."—murmuró, casi para sí misma, sin la intención de sonar débil pero sabiendo que no había manera de evitarlo.

Sesshomaru se acercó un paso más, la amenaza de su presencia creciendo, pero manteniéndose controlado. A pesar de su impasibilidad, había un brillo en sus ojos dorados que indicaba que su paciencia estaba agotándose.

—"Habla"—repitió, esta vez con una gravedad peligrosa en su voz.

"Tu yoki es lo que ha estado debilitando mi poder divino."

"Así que es mi presencia lo que te está debilitando"—murmuró, su voz apenas un susurro cargado de peligro. No era una pregunta, sino una fría confirmación. Su expresión seguía siendo tan fría como siempre, pero había una chispa de algo oscuro y calculador brillando en su mirada.

"No es solo tu presencia..."—agregó, buscando la fuerza para continuar—. "Es tu poder, tu aura. Estás drenando lo poco que me queda. Mi esencia nínfica se está desvaneciendo... Si sigo contigo, si tu aura continúa envolviéndome, moriré antes de poder siquiera acercarme a la gema."

La última frase resonó en el aire, y Sesshomaru permaneció en silencio, sus ojos afilados como cuchillas. La revelación era clara: él, de alguna manera, era tanto su protector como su verdugo. A pesar de su frialdad habitual, había algo en la confesión que lo incomodaba, aunque no lo mostrara. Había permitido que ella lo acompañara, que se acercara a él, solo para descubrir que su propia presencia era una amenaza mortal para ella.

"Entonces... ¿crees que alejarte de mí te salvará?"—preguntó finalmente, su tono frío y calculado, como si estuviera probando su lógica, buscando grietas en su razonamiento.

—"No lo sé,"—admitió con sinceridad—"pero sé que si sigo a tu lado, no tendré ninguna oportunidad. Mi poder divino ya se ha agotado demasiado. Si quiero sobrevivir, si quiero cumplir con mi misión, debo intentar hacerlo por mi cuenta."

Sesshomaru la miró por un largo momento, como si estuviera evaluando cada palabra, cada movimiento de ella. Era difícil decir qué estaba pensando, pero su silencio no era un buen presagio.

—"Eres imprudente, como siempre"—dijo finalmente, su tono lleno de desaprobación—. "Pero si eso es lo que deseas, no me interpondré."

"Pero te recuerdo que yo tengo mi propio asunto con el dragón. Lo que signifca que poco me importará tu misión si interfiere con mi venganza. "

El tono del yokai era tan frío como siempre, pero la amenaza en sus palabras era inconfundible.

—"No tengo intención de interferir en tu venganza"—respondió Ria, tratando de mantener la calma, aunque el miedo comenzaba a filtrarse en su voz—. "Mi único objetivo es la gema. Ya lo sabes"

Sesshomaru la observó con indiferencia, como si ya hubiera perdido todo interés en la conversación. No era alguien que ofreciera segundas oportunidades ni protección innecesaria, y mucho menos a alguien que la rechazaba tan tajantemente.

"Sí, tu vida por ella, lo sé." dijo friamente " lo único que me alegra es que cuando eso suceda tu vínculo con Colmillo Sagrado se romperá definitivamente. Luego de eso no esperes que te salve nuevamente."

Ria tragó en seco. Sabía que no podía contar con él para nada más. Había tomado su decisión, y aunque el miedo latía en su interior, tenía que seguir adelante. La tensión entre ambos era palpable, como si el aire se hubiera vuelto denso y cargado con palabras no dichas. Sin embargo, Ria no podía permitirse dudar.

—"No espero que lo hagas,"—respondió con más convicción de la que realmente sentía—. "Nunca lo he hecho."

Sesshomaru se giró, dándole la espalda, como si la conversación no mereciera más su tiempo. La indiferencia absoluta en sus movimientos le decía que, a sus ojos, Ria ya no existía como algo significativo. Y, en cierto modo, esa idea la lastimaba más que la amenaza de la muerte. Pero era mejor así, el secreto de su humanidad seguiría a salvo con ella.

Ria siguió su camino mientras recordaba como había terminado con el destino que ahora cargaba, irónicamente su corazón dolía tanto o tal vez más que aquella vez.

Su mente perdida en recuerdos la transportaban a la era Meiji, su verdadera época. Aquella vida sencilla junto a su padre, rodeada de montañas, había sido un refugio de fragancias y sueños.

Mientras caminaba, el murmullo del viento entre los árboles la llevó a recordar sus paseos a la montaña, donde recolectaba hierbas. Fue en una de esas excursiones que tropezó con Hyozan, el antiguo dios del invierno.

—"¿Qué haces aquí, mortal?"—había preguntado él, su voz un susurro helado que hizo que su corazón se detuviera por un momento.

—"Recojo hierbas para sanar,"—respondió Ria, sonrojándose al ver su belleza. —"¿Y tú, por qué estás en este lugar?"

—"Observando a los humanos,"—respondió Hyozan con una sonrisa enigmática—. "Hay algo en tu alegría que me llama."

Así comenzó una conexión que floreció cada invierno, en aquel claro cubierto de nieve. En esos encuentros, Ria compartió su arte con él.

—"Deberías pintar el invierno,"—le decía Hyozan mientras la miraba con admiración. —"Tu forma de ver el mundo es fascinante."

Con el tiempo, su amor se tornó en una ardiente necesidad.

—"Ria,"—le dijo una noche mientras la luna iluminaba su rostro—. "Si tan solo pudiera tenerte a mi lado para siempre..."

"Amor" en aquel tiempo creía en eso tan absurdamente. ¡Qué tonta fui al no oír a Mikage!

La imagen de Mikage, el dios de la tierra, apareció ante ella. Su presencia era sólida, como un roble antiguo, y su voz resonaba con la gravedad de la tierra misma.

—"Ria,"—comenzó Mikage, su mirada penetrante—. "¿Has pensado realmente en lo que deseas?"

Ella se detuvo, sintiendo el peso de su pregunta.

—"Quiero estar con Hyozan para siempre. Estoy dispuesta a dejar todo por él,"—respondió, su voz firme, pero con un temblor subyacente.

—"La inmortalidad no es un regalo ligero,"—advirtió Mikage, su expresión seria—. "No hay vuelta atrás. Una vez que cruzas esa frontera, tu vida cambiará para siempre."

—"Lo sé, pero el amor que siento es verdadero. No puedo imaginar mi vida sin él,"—replicó Ria, su corazón latiendo con fuerza.

—"Pero tu naturaleza humana es lo que él ama de ti,"—dijo Mikage, su voz llena de preocupación. —"por qué cambiar eso."

Ria sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero la determinación en su corazón no flaqueó.

—"Porque yo soy un instante"—insistió—. "y él la eternidad. Mi vida es finita, así que el para siempre no existe para mi. Yo moriré y él continuará en soledad"

Mikage asintió lentamente, pero su mirada seguía llena de advertencia.

—"Recuerda, Ria. Los dioses pueden conceder deseos, pero también pueden cobrar un precio."

Con esas palabras resonando en su mente, Ria continuó su camino. No pasó mucho tiempo antes de que se encontrara con Tenku, el líder de los celestiales, cuya figura brillaba con una luz etérea.

—"Korihana"—dijo Tenku, su voz suave como un susurro del viento—. "He oído tu deseo."

Ella sintió una mezcla de emoción y nerviosismo.

"Pero debes estar preparada para las implicaciones de tu elección. La inmortalidad tiene un precio que deberás pagar."

—"Lo entiendo,"—dijo Ria, su voz más firme—. "Estoy dispuesta."

Tenku se acercó, su luz envolviéndola como una brisa cálida.

—"Entonces, cierra los ojos,"—indicó—. "Acepta lo que eres a partir de este momento."

Ria obedeció, sintiendo cómo una energía intensa comenzaba a rodearla. La transformación era un torrente de sensaciones, un fuego que ardía en su interior y la llenaba de una nueva vida.

—"Recuerda, pequeña,"—la advirtió Tenku mientras la luz la envolvía—. "El amor eterno no siempre es un camino fácil. Tu corazón y tu alma deben ser fuertes."

Cuando finalmente abrió los ojos, todo había cambiado. Se sentía diferente, poderosa, pero también atrapada en una realidad que comenzaba a asustarla.

¡Si pudiera cambiar lo que pasó ese día! - susurró con las lágrimas que llenaban sus ojos.

Un corazón enamorado la llevó a decidir tontamente, cambiando su vida para siempre. No podía dejar que eso le pasara de nuevo. Tomar distancia de Sesshomaru fue lo mejor que pudo hacer, cuando todo terminara volvería a casa y todo no sería más que un simple recuerdo.

"Pero qué tenemos aquí" de pronto un voz grave sacó de sus pensamientos a la dama invernal. "Desde que supe de tí tuve mucho curiosidad, guardiana de la gema. Aunque he de admitir que no llenas mis expectativas. Te imaginaba más etérea" dijo con burla.

Ria se giró rápidamente, y su mirada se encontró con la figura de un alto guerrero de cabello turquesa y ojos plateados que emergía de las sombras.

"Oh, pero qué grosero soy, no me he presentado como corresponde," continuó él, con una sonrisa sardónica. "Soy Ryu, el dragón y ladrón de la gema que has estado buscando."

Ria frunció el ceño.

—"¿Ryu?"—preguntó, intentando mantener la compostura, aunque su voz temblaba ligeramente.

—"He venido a ver si las leyendas sobre ti eran ciertas. La gélida e impasible guardiana del invierno"—dijo él, acercándose un paso más, su mirada examinándola con interés. —"Pero parece que eres más humana de lo que se cuenta." dijo tocando un mechón de su cabello.

—"No estoy aquí para jugar contigo,"—respondió Ria, soltándose de su indeseable toque. —"Devuélveme la gema y no tendré que hacerte frente."

Ryu soltó una risa profunda, casi burlona.

—"¿Y qué te hace pensar que te la devolveré tan fácilmente? Después de todo, ha sido un trabajo duro conseguirla y ocultarla"

"Ha, no creo que haya sido un gran problema si has tenido que recurrir a la tumba del padre de tu enemigo." respondió ella con igual burla.

"Ah, claro, olvidaba que conoces a Sesshomaru. ¿Quien diría que se aliaría a un celestial para buscarme? No es muy de su estilo, ¿sabes? Él es más solitario."

"y dime, ¿disfrutó mi pequeña broma con los polvos Sheng? Es una lástima que no perdiera la cordura como esperaba. Pero supongo que al menos agardeces que aquello evitara que te devorara." continuó Ryu, su risa resonando en el claro.

"No me hables de tus trucos. No son más que juegos crueles para ti,"—respondió, manteniendo su voz firme.

—"Crueles, sí, pero efectivos,"—dijo él, cruzando los brazos y observándola con una expresión de satisfacción. —"Verás, Sesshomaru es mucho más interesante de lo que aparenta. Su indiferencia es solo una fachada. Y tú... tú eres un desafío divertido que lo lleva a sus límites."

—"No soy un juguete,"—dijo Ria con gran displicencia.

—"Pero eso es lo que te hace tan irresistible,"—respondió Ryu, inclinándose hacia ella con un brillo juguetón en los ojos.

—"Juguemos a algo,"—sugirió Ryu, con una sonrisa astuta—. "Te diré lo que piensas y lo que ocultas en este momento. Si acierto, te marcharás sin pedir la gema, ¿de acuerdo? Creo que es un trato muy generoso para ti."

Ria frunció el ceño, insegura de cómo responder. Su instinto le decía que debía rechazar la oferta, pero había algo en la propuesta que la intrigaba.

—"No tengo tiempo para tus juegos,"—replicó, aunque su voz no tenía la misma firmeza.

—"Oh, pero estoy seguro de que este juego te hará reflexionar,"—dijo Ryu, acercándose un poco más, su mirada fija en la suya. —"Primero, te diré que en este momento, estás pensando en por qué Sesshomaru tarda en llegar. ¿Me equivoco?"

Ria se quedó sin palabras. Sus pensamientos habían estado girando en torno a la llegada del yokai, preguntándose si su enojo con ella pesaba más que su venganza contra el dragón.

"No culpes al pobre Sesshomaru,"—continuó Ryu, su voz rebosante de burla—. "Él aún no detecta que estoy aquí. Mi olor y energía permanecen ocultos para él. A sus sentidos, lo único que puede percibir en este claro es a ti, y como acordaron, él no se cruzará en tu camino. Algo inconveniente para ti, ¿no crees?"

—"Y lo que realmente ocultas, aunque lo niegues, es que en tu corazón hay una verdad que te pesa: eres originalmente humana,"—continuó Ryu, su voz baja y cautivadora. —"Sabes que pronto volverás a tu forma mortal, y eso te asusta más de lo que estás dispuesta a admitir."

"¿Cómo sabes eso?"

"Eso realmente no es importante. Lo que sí es importante es cómo morirás a causa del yokai del que te has enamorado."

El dragón se inclinó hacia ella, su aliento helado rozando su piel, y susurró palabras secretas a su oído, Finalmente añadió: —"Él jamás podrá quererte como un mortal, y lo sabes. Pero creo que saber esto podría eloquecerlo"

Antes de que Ria pudiera reaccionar, Ryu clavó sus garras en su pecho. El dolor fue agudo, un fuego helado que atravesó su ser, y un grito escapó de sus labios.

—"¿Pero qué...?"—balbuceó, asustada, mientras observaba horrorizada cómo un destello plateado se desprendía de su cuerpo y quedaba suspendido en el aire, sostenido por las garras del dragón.

—"Gracias por tu generoso obsequio, ninfa, o debería decir humana,"—murmuró Ryu con una sonrisa burlona.

El brillo que antes representaba su esencia celestial se desvaneció lentamente en sus garras. Ria sintió cómo su conexión con el invierno se deshacía, y con ella, su inmortalidad.

—"¿Qué has hecho?"—preguntó, su voz un susurro quebrado. La realidad se desmoronaba a su alrededor, y su humanidad regresaba con un peso abrumador.

—"Te he devuelto a tu forma original,"—respondió Ryu, su mirada disfrutando de la agonía de la transformación. —"Eres tan frágil. Creo que tu misión ha acabado, toma mi consejo y regresa a tu era antes de que sea demasiado tarde."

En un pestañeo Ryu había desaparecido.

"De nuevo soy humana" susurró mientras todo en su interior daba vueltas como una espiral. Su corazón dolía como nunca antes, su cuerpo estaba exausto, respirar era doloroso. Ya no recordaba estas sensaciones. Sus ojos luchaban por permanecer abiertos.

"Ria" la profunda voz de la última persona que deseaba ver la llamaba.

La imponente figura del daiyokai de la luna creciente y cabellos platinados la miraba impasible.

Su cuerpo tembló, el anhelo que tenía por él parecía haberse disparado ahora que su corazón era humano nuevamente, parecía estar desbocado y más cuando él acunó su cuerpo debilitado en sus brazos.

Los suspiros cálidos y entrecortados que golpeaban su pecho le recordaban lo vulnerable y débil que era ella ahora, pero su bestia solo se agitaba por la tranquilidad que le daba tenerla tan cerca. La sostuvo hasta acomodarla en el tronco de un arbol

Sus ojos ambar y térreos chocaron. Él la miraba con detenimiento, resistiendo a la facinación de su actual fragilidad.

Los dedos de Sesshomaru rozaron su mejilla de manera involuntaria, apenas perceptible, pero el gesto envió un torrente de sensaciones a través del cuerpo de Ria. La intensidad en sus ojos ambarinos no concordaba con la frialdad en su tono, y en ese instante, ella sintió la batalla interna que él también libraba.

—"Yo soy..."—volvió a intentar hablar, pero la cercanía de sus cuerpos hacía que las palabras se desvanecieran en sus labios.

—"No hables,"—dijo él, con una suavidad que la tomó por sorpresa. Su mirada seguía fija en la de ella, y por un instante, el mundo alrededor dejó de existir.

El anhelo que ardía en su interior parecía haber encontrado eco en los ojos de Sesshomaru. Podía sentir la lucha en él, la rigidez en sus movimientos, el control absoluto que ejercía sobre sí mismo para no dejarse llevar. Y, sin embargo, había algo en la manera en que sus dedos trazaban líneas invisibles sobre su piel, en la forma en que su respiración se volvía más lenta y pesada cuando la sostenía cerca.

Ria, aún sintiendo su fragilidad humana, se dejó llevar por la corriente de emociones que los envolvía. Su mano, temblorosa pero decidida, se posó sobre el pecho de Sesshomaru, sintiendo los latidos fuertes y constantes de su corazón. El deseo reprimido se volvió insoportable.

"Sesshomaru..."—susurró ella, con la voz quebrada por el anhelo, deseando más que el contacto frío y distante que él solía ofrecer.

"No deberías desear esto,"—respondió él en voz baja, su control tambaleándose por primera vez. —"Eres humana y frágil ahora" su voz soltó con desprecio, parecía recordárselo más para sí mismo que para ella. Su voz era grave, apenas un murmullo, como si luchara contra las palabras que escapaban de sus labios.

Pero mientras decía eso, sus acciones lo contradecían. Sesshomaru no la soltaba, sus dedos se movían con suavidad por la línea de su mandíbula, trazando un sendero que enviaba escalofríos por el cuerpo de Ria.

Sus pálidos labios lo llamaban, su bestia rugía en su interior, ansiosa por reclamar lo que deseaba, pero su mente, siempre controlada, resistía.

"Es tuya, tómala" clamaba su bestia.

"Es humana"

"La has deseado desde hace tanto tiempo, no te engañes. ¡Como diosa, como ninfa, como una simple humana!"

No podía con esa confrontación. El día que ella había desaparecido, una ira incontrolable se apoderó de él que solo pudo calmarlo cuando su aroma volvió a llenar sus sentidos al encontrarla en la entrada del portal. Nunca se había sentido de esa manera.

De la naturaleza que fuere, su esencia era única, y no deseaba ninguna otra cosa. Y luego las palabras de la mujer que enloquecía sus sentidos le hicieron perder el control.

"Sesshomaru, yo... te deseo" con mejillas sonrojadas, la antigua ninfa no había podido controlar los deseos de su corazón humano, no sabía cómo.

Las palabras de Ria resonaron en el aire como un eco imposible de ignorar, su confesión era un puñal directo al control férreo que Sesshomaru había mantenido durante tanto tiempo. La manera en que ella lo miraba, sus ojos llenos de deseo y vulnerabilidad, lo desarmaba. Había batallado contra sí mismo desde el momento en que la había encontrado de nuevo, pero ahora, con su confesión, esa lucha interna parecía inútil.

—"No me tientes,"—advirtió él, su voz baja y tensa, pero cargada de una promesa peligrosa. El brillo en sus ojos dorados traicionaba el deseo que luchaba por contener.

Ria no apartó la mirada, aún sintiendo su cuerpo temblar por la intensidad de su cercanía. Su fragilidad humana solo hacía que la necesidad por él creciera, su cuerpo ansiaba su toque, su calor.

—"No puedo detenerme..."—susurró, apenas consciente de las palabras que salían de su boca—. "No puedo seguir fingiendo que no te quiero."

Sesshomaru gruñó bajo, sus manos se tensaron, y por un instante, pareció que iba a apartarse. Pero en lugar de eso, su mano trazó un camino hacia la nuca de Ria, acercándola aún más, hasta que sus labios estuvieron a un suspiro de distancia.

—"Te advertí..."—susurró con voz grave, su aliento cálido acariciando sus labios—. "Te advertí que no te acercaras demasiado a mí."

Pero ella ya no podía detenerse. Su corazón, ahora humano, latía con una fuerza incontrolable, y sus emociones eran más intensas que nunca. Con una determinación que desconocía poseer, Ria cerró la distancia entre ellos, sus labios rozando los de él con una suavidad casi temerosa.

Ese pequeño contacto fue todo lo que hizo falta. El control de Sesshomaru se desmoronó por completo.

Con un gruñido bajo, lleno de deseo reprimido, sus labios finalmente reclamaron los de Ria en un beso que destrozaba cualquier barrera que hubiese quedado entre ellos. Era intenso, voraz, como si todo lo que había sido negado durante tanto tiempo finalmente hubiera encontrado su liberación. Sus manos la aferraron con más fuerza, como si temiera que se desvaneciera si la soltaba.

Ria, por su parte, se entregó completamente al momento, su cuerpo respondiendo con urgencia. El calor de Sesshomaru la envolvía, y por primera vez en mucho tiempo, no se sentía rota o incompleta. Estaba donde pertenecía.

Los labios de Sesshomaru se movían sobre los suyos con una mezcla de ferocidad y ternura, como si su bestia reclamara lo que era suyo, pero también temiera romperla. Los dedos que antes trazaban líneas invisibles en su mandíbula ahora se entrelazaban con los mechones de su cabello, acercándola aún más, como si no pudiera soportar que hubiese un espacio entre ellos.

Finalmente, cuando ambos se quedaron sin aliento, se separaron apenas unos milímetros. El aire entre ellos era denso, cargado de electricidad, y sus miradas hablaban más de lo que las palabras podían expresar.

—"No me pidas que me detenga,"—dijo Sesshomaru, su voz ronca, aún dominada por la intensidad del momento—. "Porque ya no puedo hacerlo."

Ria, con los ojos brillantes, solo pudo asentir. Ambos sabían que lo que había comenzado entre ellos no tenía vuelta atrás.


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