Willow miró a Dawn con una sonrisa divertida y dijo: "Parece que Buffy decidió romper esa regla esta noche."

Xander, todavía observando a Buffy y Ash, agregó: "Bueno, al menos parece que está pasando un buen rato. Tal vez Ash tiene más bajo esa fachada de cretino de lo que aparenta."

Dawn, cruzando los brazos, replicó: "Sí, pero no puedo evitar pensar que todo esto es una distracción. No podemos dejar de lado lo que realmente está pasando."

Willow, aún con una sonrisa en el rostro, asintió. "Tienes razón. Pero quizás un poco de diversión no hace daño, siempre y cuando mantengamos el enfoque en nuestra misión."

Mientras tanto, Buffy y Ash seguían bailando, y aunque el alcohol nublaba un poco el juicio de Buffy, no podía negar que el ambiente de la noche estaba logrando que se sintiera un poco más relajada.

Más tarde esa noche Pablo se encontraba durmiendo junto a Kelly cuando la voz distorsionada nuevamente apareció. ¿En dónde están?. Se repetía la pregunta una y otra vez hasta que finalmente Pablo entre sueños respondió. En Madrid España

La voz distorsionada hizo una pausa, como si procesara la información, antes de responder de nuevo, esta vez con un tono más firme y amenazante: "Perfecto... ya estoy en camino."

Pablo se despertó de golpe, sudoroso y respirando agitado. Kelly, medio dormida a su lado, se giró con los ojos entrecerrados y murmuró: "¿Qué pasa? ¿Otra pesadilla?"

Pablo, tratando de calmar su respiración, negó con la cabeza, aunque su rostro mostraba preocupación. "No lo sé... pero siento que algo grande se aproxima."

Kelly, aún adormilada, puso una mano sobre el brazo de Pablo, tratando de reconfortarlo. "Mañana lo resolveremos. Ahora, vuelve a dormir." Pero Pablo no podía sacudirse la sensación de que esa voz era real, y que quienquiera que fuera, no tardaría en encontrarlos.

Pablo, al salir de su habitación, sentía el peso de la ansiedad sobre sus hombros. La voz distorsionada que había escuchado en sus sueños no dejaba de resonar en su cabeza, haciéndolo sentir inquieto. Con su teléfono en la mano, trató de calmarse y empezó a llamar a los demás. Intentó marcar el número de Ash primero, pero como esperaba, el teléfono de Ash estaba apagado. "¿Por qué nunca tiene este maldito teléfono encendido?", pensó, frustrado. Sus dedos rápidamente pasaron por sus contactos. Frustrado, decidió marcarle a Ángel. Después de unos segundos, escuchó la voz tranquila y grave de Ángel al otro lado de la línea.

"¿Pablo? ¿Pasa algo?." preguntó Ángel, con su tono habitual de preocupación.

Pablo respiró hondo, intentando encontrar las palabras adecuadas. "Sí, no... no lo sé. Tal vez. ¿Podrías venir?"

"Claro." respondió secamente Ángel, antes de colgar el teléfono de forma abrupta.

Pablo, sintiendo una mezcla de alivio y confusión por la brevedad de la llamada, decidió que Spike debía ser el siguiente en enterarse. Spike respondió de inmediato con una voz algo irritada. "Más vale que sea importante, Pablo." dijo Spike, con una clara impaciencia en su voz. Pablo se sorprendió al escuchar gemidos, al otro lado de la línea y sintiéndose visiblemente incómodo, intentó no imaginar qué estaba ocurriendo al otro lado del teléfono. "Es posible... Nos vemos afuera de nuestro piso." dijo, tratando de mantener la calma.

Spike soltó un suspiro largo antes de colgar sin más palabras. La incomodidad del momento hizo que Pablo se frotara el rostro con las manos, tratando de despejarse.

Finalmente, los tres, Ángel, Spike y Pablo, se reunieron afuera de su piso. "Pasen chicos, tenemos que ir a despertar a Ash." Dijo Pablo abriendols la puerta para ir abuscara su amigo,

Pablo tocó la puerta suavemente, pero no hubo respuesta. Nervioso, decidió girar la perilla y abrir lentamente la puerta. Lo que vieron al entrar los dejó completamente perplejos.

La luz tenue de la luna entraba por la ventana, iluminando la escena con una suavidad casi irreal. En el centro de la cama, estaban Ash y Buffy encima de él, estaban en plena intimidad. Sus cuerpos entrelazados en una postura íntima., los movimientos lentos y suaves, cada gesto indicaba una conexión que, hasta hacía poco, nadie habría imaginado. Buffy, con su cabello dorado cayendo en ondas sobre su espalda desnuda, tenía una expresión de placer y vulnerabilidad que contrastaba con la Buffy fuerte y decidida que todos conocían. Ash, con su habitual actitud despreocupada, parecía mostrar una rara ternura, acariciando su rostro mientras sus labios se encontraban en besos prolongados y la música de la fiesta llegaba como un eco distante. La escena era claramente una manifestación de pasión desenfrenada, con Buffy en la cima, moviéndose en un ritmo sincronizado con Ash, ambos sumidos en el placer del momento.

Ángel, aunque había avanzado en muchos aspectos de su vida, no pudo evitar sentir una punzada de dolor al ver a Buffy. Recordó sus propios momentos con ella: las noches compartidas en Sunnydale, las promesas no cumplidas, y la dolorosa separación. Su mandíbula se tensó, sus manos apretándose en puños mientras trataba de mantenerse en control, sentía una mezcla de dolor y resignación. Verla con Ash, un hombre tan diferente a él, avivaba viejas heridas que nunca parecían sanar del todo.

Spike, por su parte, sentía una mezcla de rabia y decepción. Aunque había intentado dejar atrás su relación con Buffy, verla ahora con Ash, un hombre que no parecía tomar nada en serio, le resultaba insoportable. Los recuerdos de su lucha por su alma, de su sacrificio en la batalla final de Sunnydale, todo se arremolinaba en su mente. Sentía como si sus sentimientos fueran pisoteados.

Ambos vampiros, cada uno con su propio dolor, se miraron brevemente, compartiendo un entendimiento tácito de lo que significaba para ellos ver a Buffy así. Sin embargo, ninguno de los dos dijo nada, permitiendo que el silencio pesado de la habitación hablara por ellos.

Buffy, que no estaba al tanto de la entrada de los visitantes, estaba completamente inmersa en la experiencia. Su cabello rubio estaba esparcido alrededor de su rostro, y sus movimientos eran enérgicos y llenos de una mezcla de emoción y deseo. Ash, por su parte, parecía igualmente concentrado, con una expresión de satisfacción en su rostro mientras respondía a cada movimiento de Buffy.

"Buffy…", murmuró Àngel, apenas consciente de que lo decía en voz alta.

Buffy, al escuchar la voz, se sobresaltó y giró la cabeza hacia la puerta, sus ojos grandes con sorpresa y vergüenza. Al ver a los tres visitantes, Buffy se tensó al instante, deteniéndose abruptamente y girándose hacia ellos con una mezcla de sorpresa y vergüenza en su rostro. Ash, con una expresión de confusión, se giró hacia la puerta, tratando de comprender qué estaba pasando mientras se apartaba de Buffy.

Buffy se cubrió rápidamente con las sábanas, su rostro enrojecido de vergüenza, su mirada alternando entre Ash y los recién llegados. "¡¿Qué hacen aquí?!", exclamó, claramente perturbada.

Ash, intentando recomponerse, se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta. "Chicos, esto no es lo que parece... Bueno, en realidad, es exactamente lo que parece..."

Ángel, tratando de mantener la calma y con un tono de voz que intentaba no ser demasiado severo, dijo: "Parexe que hay una emergencia. Necesitamos hablar, no puede esperar."

Pablo, aún con la mente aturdida por la escena, trató de volver al tema urgente. "Es algo importante..."comenzó a hablar pero se sentia demasiado incómodo como para continuar. " por dios Ash, vístete"

Ash, aún tambaleándose y tratando de encontrar su ropa, se levantó lentamente. Buffy, con la respiración aún agitada, trató de mantener la calma. "¿Visión? ¿Qué está pasando?". Pregunto mientras se cubría con una manta.

Pablo, apenado, cerró la puerta y comenzó a hablar desde el pasillo. "Lamento mucho interrumpirlos, pero tenemos una situación y deberíamos revisar el libro Ash, ya sabes cuál."

Ash, visiblemente molesto por la interrupción, respondió con un tono irritado. "Dame unos minutos. ¿Y no podían tocar antes?"

Después de unos minutos, Ash y Buffy abrieron la puerta. Ash, como siempre, mantenía su actitud relajada y despreocupada, mientras que Buffy estaba claramente ruborizada.

"¿Qué sucede, Pablo?" preguntó Ash, con una expresión que no ocultaba su curiosidad la situación.

Buffy, todavía avergonzada, evitaba el contacto visual mientras se ajustaba su ropa, tratando de recomponerse. La incomodidad en el aire era palpable. Pablo, sin saber bien cómo manejar la situación, se frotaba la nuca y evitaba mirarla a los ojos. Pablo comenzó a hablar con la voz entrecortada. "Verás, Ash, desde la otra noche, una voz en mis sueños me preguntaba dónde estábamos... y le respondí."

Ash miró a Pablo, su habitual aire relajado completamente sustituido por una expresión grave. "¿Le dijiste a la voz dónde estábamos?." preguntó, su tono bajo pero cargado de frustración.

Pablo asintió, avergonzado, sin poder mirar a Ash directamente. "Sí... no sé por qué lo hice. Estaba medio dormido... fue como si no pudiera evitarlo."

Spike, que ya estaba molesto por lo que había visto en la habitación, dio un paso adelante y soltó, claramente irritado: "¿Y por esto hemos estado dando vueltas? ¿Por un maldito sueño? Esto es ridículo, Ash."

Ash lo ignoró, centrado completamente en el libro. Su rostro estaba tenso, y aunque no era común verlo tan serio, el peligro que el Necronomicón representaba lo exigía. Sin perder tiempo, se movió rápidamente hacia su cómoda y empezó a urgar en el cajón. Sacó un libro de piel que parecía bastante viejo y, de alguna manera, tenía un rostro grabado en su portada.

Buffy, aún incómoda, se cruzó de brazos, tratando de mantener la compostura a pesar de todo lo ocurrido. Su mirada se posó en el libro, sintiendo una punzada de inquietud. "¿Qué crees que significa esto, Ash?" preguntó, tratando de enfocarse en el problema en lugar de en su reciente vergüenza.

"Deadites" respondió Ash sin dudarlo

Spike y Ángel observaron con una mezcla de incredulidad y sorpresa la reacción de Ash. Este normalmente calmado y de buen humor, ahora parecía estar completamente enfocado en el libro. Pablo, por su parte, comenzó a revisar el libro con una familiaridad que desconcertaba a los demás. Mientras lo hojeaba, murmuraba para sí mismo en un lenguaje arcano que ningún otro entendía, pero él lo hacía con total fluidez, como si el libro fuera parte de su vida cotidiana.

Antes de que Pablo pudiera encontrar alguna respuesta en el libro, un gran estruendo se escuchó afuera. El sonido era tan fuerte que parecía sacudir las paredes del edificio.

Buffy, aún sintiéndose un poco mareada por la mezcla de alcohol y el estrés del momento, intercambió una mirada rápida con Ángel y Spike. Fuera lo que fuera el estruendo, sabían que debian investigarlo.

Ash se movió rápidamente, con determinación y sin perder tiempo. Tomó su escopeta, la sierra eléctrica que reemplazaba su mano y la daga kandaríana, una reliquia que conocía demasiado bien. "Yo me adelanto, alcáncenme en cuanto puedan" gritó mientras salía corriendo por la puerta sin mirar atrás, preparado para enfrentar lo que sea que estuviera afuera

Pablo, aún procesando lo que acababa de suceder, reaccionó rápidamente, tomo el necronomicon y corrió hacia su habitación, seguramente buscando algo útil para enfrentar la amenaza

Buffy tomó una maleta que había traído consigo y, con determinación, sacó de ella una imponente hacha: la Guadaña, el arma legendaria reservada únicamente para las Cazadoras. El metal brillaba con una intensidad inquietante bajo la luz del pasillo, su forma única e inconfundible evocando un poder antiguo. Spike la observó en silencio, con una mezcla de nostalgia y tristeza en sus ojos.

"Así que tú y el gran idiota…" dijo Spike, su voz teñida de melancolía.

Buffy lo miró, claramente irritada. "¿En serio, Spike? ¿Me dices eso después de que fingiste estar muerto por más de un año y de que hoy te acostaste con Faith?"

Spike rodó los ojos con exasperación, un gesto cargado de frustración. Se inclinó hacia adelante, dispuesto a replicar, pero Ángel levantó una mano para interrumpirlo, su tono tranquilo pero firme. "Buffy, lo que Spike quiere decir es que verte con Ash… fue muy doloroso para nosotros."

Buffy cruzó los brazos, su frustración palpable. "¿Verme con él? ¿Y cómo crees que me sentí cuando llegamos aquí y vi que ustedes dos estaban viajando con tres chicas, igual que antes lo hacían con Drusilla y Darla?"

Ángel se tensó, intentando mantenerse calmado. "Buffy..."

Ella lo interrumpió, su voz más fuerte. "¡Tú mismo me dijiste que estabas con Gwen! Y luego llegas con Illyria después de estar a solas con ella..."

Ángel se quedó en silencio, desconcertado, sin saber cómo responder. La mirada de Buffy, llena de dolor y acusación, lo hizo retroceder emocionalmente. "¿De eso se trata?" preguntó Ángel con incredulidad. "¿De que ninguno cayó rendido a tus pies apenas verte, y decides acostarte con él?"

Buffy respiraba con dificultad, el rostro teñido por el dolor que le causaban esas palabras. Mientras sostenía la Guadaña con firmeza, su mirada pasaba de Ángel a Spike, claramente dolida y llena de frustración. Ambos vampiros, aunque conscientes de su incomodidad, parecían incapaces de encontrar las palabras correctas para calmarla. "¿Así que crees que me acosté con Ash porque quería atención?" repitió Buffy, ahora mirando directamente a Ángel. la tristeza y decepcion se hacian presetes en ella. "¿Eso es lo que piensas de mí?"

"Buffy, no quise decir eso." intentó Ángel, dando un paso hacia ella, pero se detuvo al ver las lagrimas que se empezaban formarse en sus ojos. "Solo que... fue impactante verte así, después de todo lo que hemos pasado juntos."

"Te aseguro qe no se trata de eso" respondió Buffy, molesta y con la voz quebrada, al borde de las lágrimas. Su mandíbula temblaba mientras intentaba contenerse, pero sus emociones empezaban a desbordarse.

Spike, lleno de furia contenida, dio un paso al frente. "Entonces, ¿de qué se trata, Buffy? ¿Eh? ¿Deberíamos entender que tu gloriosa misión te lleva a acostarte con idiotas como él o como el Inmortal?."

Las palabras de Spike fueron como un golpe. Buffy se quedó en silencio, procesando lo que él había dicho. Las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos, su respiración se volvió irregular. Ángel, viendo la gravedad de la situación, se adelantó. "Spike, cállate." exclamó Ángel, su voz firme.

Pero Buffy, con lágrimas ya corriendo por sus mejillas, intervino antes de que las cosas pudieran escalar. Su voz temblaba, llena de emoción y angustia. "¿Me estuvieron siguiendo en Italia?"

La pregunta de Buffy cayó como una bomba. Spike se quedó sin palabras, dándose cuenta de que había dicho demasiado. Su silencio era respuesta suficiente, y Buffy, con una expresión de incredulidad y dolor, comenzó a sollozar. Las lágrimas caían libremente ahora, su cuerpo sacudido por la tensión y la angustia.

"Yo no me acosté con El Inmortal" dijo Buffy, su voz apenas un susurro entre lágrimas. "Y si ustedes se hubieran tomado la molestia de hablarme, lo sabrían."

La confesión dejó a todos en silencio. Spike, que había estado furioso momentos antes, ahora parecía abrumado por la culpa. Ángel, mirando a Buffy, intentaba encontrar las palabras correctas, pero no había nada que pudiera decir para arreglar el daño que ya estaba hecho. Buffy se cubrió el rostro con las manos, su cuerpo temblando mientras claramente dolida, se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, intentando recomponerse. Se enderezó, respiró hondo y, con la voz aún quebrada pero decidida, dijo: "Tenemos trabajo por hacer."

A pesar del dolor en su rostro, había una firmeza en su mirada que dejó claro a los demás que no estaba dispuesta a permitir que sus emociones la dominaran. Su misión, como siempre, era lo primero.

Antes de salir, se giró y miró a Spike y Ángel con una mezcla de tristeza y determinación. "Podemos hablar de todo esto después. Ahora mismo, necesitamos concentrarnos en lo que viene."

Spike, con las manos en los bolsillos, asintió, aunque sus ojos seguían reflejando culpa y preocupación. Ángel, a su lado, hizo un gesto similar, entendiendo que este no era el momento para prolongar la confrontación.

Ángel y Spike sabían que el tiempo era crucial. Sin decir una palabra, cada uno se dirigió a su habitación para buscar sus armas y, si fuera necesario, llamar a refuerzos.

Ángel tomó su espada y el guantelete sagrado, un arma antigua con poderes que podían rivalizar con la magia más oscura. Cuando Gwen, que había estado esperando ansiosa en la cama de Ángel, lo vio, una punzada de preocupación la atravesó.

"¿Todo bien? Escuché un ruido afuera" preguntó Gwen, esperando que Ángel le diera más información.

Ángel, serio y visiblemente molesto, solo respondió: "No lo sé, pero deberías prepararte."

Minutos más tarde, en el vestíbulo del edifco, se encontraban Pablo, Kelly, Willow, Xander, Spike, Gwen, Illyra, Giles, Ángel, Buffy, Jhiera, y Faith, todos listos para lo que fuera que los esperaba afuera. El sonido de disparos en la calle se mezclaba con el inconfundible rugido de una motosierra.

Gwen observaba a Ángel con una mezcla de preocupación y determinación. La seriedad en el rostro de Ángel no dejaba lugar a dudas de que la situación era grave. Mientras el grupo se dirigía al exterior, se encontraron con una escena horrenda: cuerpos desmembrados, aún temblando y moviéndose, como si una fuerza oscura los mantuviera con vida.

Ash estaba en el centro de la carnicería, cortando sin piedad a los "deadites" con su motosierra y escopeta, dejando atrás una línea de cadáveres que aún intentaban levantarse. Los disparos de Ash resonaban con precisión mientras gritaba con determinación.

"¡Vamos, que se levanten si quieren, los volveré a bajar!" rugía Ash mientras su motosierra destrozaba a otro deadite que se acercaba demasiado.

"¿Qué es eso?" preguntó Giles, mirando con horror el espectáculo grotesco.

"Es Ash" respondió Kelly, señalando al fondo donde Ash luchaba con ferocidad.

Spike, Buffy y Ángel se lanzaron de inmediato al combate. Con precisión y habilidad, ambos se enfrentaron a los deadites. Buffy decapitó uno con su hacha, mientras Ángel usaba su espada para hacer lo mismo. Sin embargo, el horror no terminó allí. Las cabezas cercenadas comenzaron a reírse de manera macabra, y los cuerpos desmembrados se levantaron nuevamente, transformándose en algo aún más monstruoso.

Spike con su hacha cercenó los brazos de una criatura

"¡No puede ser!" exclamó Giles, su rostro pálido mientras observaba la escena surrealista.

Ángel, con una mirada de pura concentración, incrustó su espada en el torso de un deadite. La hoja crujió con un sonido sobrenatural, pero el cuerpo del deadite cayó al suelo solo para seguir transformándose. Las risas malignas persistían, implacables.

Xander, visiblemente aterrorizado, tartamudeó mientras señalaba a un deadite que flotaba hacia él. "L-l-loos... los zombies pueden volar."

La situación se volvía cada vez más caótica. Gwen, viendo cómo el deadite se acercaba flotando a gra velocihacia Xander, lanzó una descarga de energía eléctrica en su dirección. Los rayos impactaron al ser demoníaco, derribándolo momentáneamente al suelo. Sin dudar, Gwen continuó lanzando una ráfaga tras otra, desesperada por mantener a la criatura a raya.

Pero el alivio fue efímero. El deadite, aún cubierto de quemaduras y chisporroteos, se levantó una vez más, y para horror de todos, sus manos comenzaron a generar sus propias chispas eléctricas, como si hubiera absorbido parte de los poderes de Gwen. Su risa macabra resonaba en el aire.

Ash, furioso y empapado en sangre tras destrozar a varios deadites, gritó a todo pulmón: "¿¡Qué demonios están haciendo!? ¡Todos los que no tengan un arma regresen adentro, ahora!"

Pablo y Kelly disparaban frenéticamente contra los deadites, pero aunque las balas destrozaban sus cuerpos, no los detenían por completo. Los pedazos de los monstruos seguían moviéndose.

Willow, intentando mantener la calma, comenzó a recitar un hechizo, pero Giles y Xander, entendiendo que no era seguro para ella estar en primera línea, la tomaron rápidamente por los hombros y la llevaron de vuelta a interior de edificio. "¡Vamonos!" instó Giles, con una mezcla de preocupación y determinación, mientras arrastraba a Willow hacia la seguridad relativa del hotel.

Atrás de ellos, Gwen y Jhiera observaban incrédulas cómo Faith, sin mostrar el más mínimo rastro de miedo, sostenía una estaca de madera y se disponía a enfrentarse a las monstruosidades que tenían delante, como si fuesen simples vampiros. "¿Está loca?" murmuró Jhiera, usando sus poderes mentales para atraer a Faith hacia el interior del vestíbulo antes de que hiciera algo imprudente.

Faith, arrastrada por la fuerza mental de Jhiera, maldijo en voz baja pero sabía que no tenía opción. Una cosa era enfrentarse a vampiros o demonios comunes, pero estos deadites eran algo completamente diferente.

Los huéspedes del hotel, nerviosos y aterrados, observaban desde una distancia segura el caos que se desarrollaba en el vestíbulo. Sus miradas fluctuaban entre el grupo armado y las ventanas, donde la batalla violenta y sobrenatural tenía lugar. Algunos susurraban entre sí, tratando de entender qué estaba ocurriendo, mientras otros se quedaban paralizados por el miedo.

Afuera, Illyria, con una calma inquietante, destrozaba a los deadites con una brutalidad sobrehumana, arrancando extremidades y destrozando torsos como si fueran meras muñecas de trapo. No parecía afectada por el horror que la rodeaba, más bien disfrutaba del caos, cada muerte a sus manos siendo metódica y precisa.

Angel, Buffy y Spike trabajaban en sincronía, cortando y decapitando a los deadites. Descubrieron que si lograban reducir los cuerpos a suficientes pedazos, éstos dejaban de regenerarse. Angel, con su guantelete sagrado, agarró a uno de los deadites por el cuello y lo levantó en el aire. Un segundo después, el cuerpo se convirtió en cenizas al contacto con la energía divina del guantelete, disipando su risa infernal.

Mientras tanto, Pablo y Kelly se encargaron del deadite eléctrico, disparándole repetidamente hasta que finalmente cayó, sus chispas eléctricas desapareciendo en la noche. Kelly recargó su arma mientras miraba a Pablo, ambos intercambiando una breve mirada de alivio al haber terminado con esa amenaza.

Ash, por su parte, se acercaba al último deadite, su motosierra rugiendo. Justo cuando estaba a punto de acabarlo, el deadite habló con una voz distorsionada y ominosa:

"Te encontramos, Ash. Ya no podrás esconderte."

La expresión de Ash pasó de irritación a pura furia. "¡He oído esa basura antes!" gritó, mientras levantaba su motosierra y la bajaba violentamente sobre el deadite una y otra vez. El cuerpo fue despedazado en segundos, pero Ash continuó cortándolo, su rostro torcido por la ira y el odio. Era como si con cada corte estuviera exorcizando su propia frustración acumulada de años de luchar contra estas criaturas.

Finalmente, el cuerpo quedó en pedazos irreconocibles, y la motosierra de Ash se apagó. Había un breve silencio, roto solo por los jadeos del grupo y el sonido de las cenizas de los deadites disolviéndose en el aire. Ash se pasó una mano por la frente para limpiarse el sudor y la sangre, mirando a su alrededor con una mezcla de cansancio y resolución.

"¿Qué diablos fue eso?" preguntó Spike, aún molesto por lo que acababa de presenciar.

Ash respiró profundamente antes de responder:

"Esos malditos deadites. Son como cucarachas: siempre encuentran una forma de regresar."

Mientras el grupo trataba de calmarse, Illyra, con su inquietante sonrisa, observaba a los demás con una intensidad perturbadora.

Pablo, aún nervioso, desvió la mirada y comentó: "Sí, conocemos bastante bien a estos muertos vivientes... "

Ash, con un semblante grave, asintió y agregó: "Será mejor que volvamos adentro."

Kelly, aún procesando lo que había sucedido, asintió en acuerdo: "Sí, tenemos que regresar y asegurarnos de que todos estén bien."

Ángel y Buffy, claramente alterados por el ataque y el desmoronamiento de su tranquila noche, insistieron: "Ash, necesitamos respuestas ahora mismo" dijo Ángel, su voz cargada de urgencia.

"Sí, ¿qué está pasando?" añadió Buffy

Ash, notando la seriedad en las caras de sus compañeros, respondió con un tono firme:

"Entiendo, pero primero necesitamos volver adentro. Necesito hacer una llamada para asegurar que estemos completamente preparados para lo que viene."

Dentro de la recepción, Ash se dirigió a un rincón apartado, sacó su billetera y de ella extrajo una tarjeta con un número telefónico. Comenzó a marcar, y tras varios tonos, finalmente alguien respondió al otro lado de la línea.

"Hola, Rubí, soy Ash. Necesito que tomes un vuelo a Madrid lo antes posible. Por alguna razón, los deadites han atacado." La voz de Ash era firme, pero se percibía una leve preocupación.

Mientras Ash hablaba por teléfono, Willow se acercó sigilosamente al grupo de huéspedes del hotel que aún estaban en el vestíbulo, recitando un hechizo que hizo que todos regresaran a sus habitaciones sin recordar lo que había sucedido. La atmósfera del hotel, antes caótica y cargada de adrenalina, comenzó a calmarse a medida que los huéspedes volvían a la normalidad.

Xander, preocupado, se acercó a Buffy, su voz cargada de inquietud: "¿Deberíamos traer a Dawn?"

Buffy lo miró severamente, entendiendo la preocupación pero sabiendo que la seguridad de Dawn era crucial.

"Ella debería estar al tanto de los peligros a los que nos enfrentamos." Buffy bajó la mirada, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. "Llámala, Xander."

Xander llamó a Dawn, pidiéndole que bajara al vestíbulo. Poco después, con todo el grupo reunido en la recepción y Ash habiéndose limpiado la sangre de la batalla, el ambiente estaba cargado de tensión. Ash estaba listo para hablar, pero fue Giles quien tomó la iniciativa.

"Entonces, Ash, ¿listo para hablar?" preguntó Giles, su voz cargada de una mezcla de preocupación e interés académico.

Ash cerró los ojos un momento, como si estuviera reuniendo sus pensamientos, y luego comenzó a explicar: "Esos son Deadites, demonios de otra dimensión. Ellos poseen los cuerpos de sus víctimas y pueden transformarlos a su antojo. Son extremadamente poderosos, pueden levitar y siempre que puedan, intentarán manipularte emocionalmente usando el rostro y la voz de tus amigos, vecinos o familiares."

Giles escuchaba atentamente, asintiendo lentamente mientras entendía la complejidad y la amenaza que representaban estos seres. Buffy, que ya había formulado esta pregunta en el bar, repitió con frustración: "¿Cómo te encontraste con los Deadites?"

Ash, con una expresión de pesar en su rostro, comenzó a relatar su experiencia, sus recuerdos claramente dolorosos: "Hace un par de años, mi amigo Scott me habló sobre una cabaña en el bosque que supuestamente estaba abandonada. Dijo que era un lugar interesante para investigar, y aunque al principio no le presté mucha atención, al final decidimos ir a ver. Yo fui con unos amigos, mi novia y mi hermana. Pensamos que sería una aventura sencilla, pero nos equivocamos."

Buffy, al escuchar esto, torció los ojos y murmuró: "Aquí vamos de nuevo."

Ash, aunque escuchó el comentario de Buffy, decidió no prestarle atención y continuó con su relato: "Cuando llegamos a la cabaña, todo parecía normal, pero había algo inquietante en el aire. Ignoramos los signos de peligro y continuamos. La puerta que llevaba al sótano se abrió sola. Scott decidió bajar a investigar y encontró una grabación, un libro antiguo y una daga en el sótano. La grabación contenía un conjuro que, al parecer, liberaba los Deadites. Fue entonces cuando todo comenzó a salir mal. La cabaña se llenó de los demonios, y la situación se volvió rápidamente un caos."

Buffy escuchó atentamente, su expresión de sorpresa y preocupación reflejaba la gravedad de la historia. "¿Y qué pasó con tus amigos y tu hermana?"

Ash, con un tono sombrío, continuó:

"Algunos de ellos murieron en la cabaña, otros fueron poseídos y transformados por los Deadites. Yo logré escapar con la daga, pero mi vida nunca volvió a ser la misma. Desde entonces, he estado tratando de contener y enfrentar a estos demonios, tratando de encontrar una forma de detenerlos de una vez por todas.

El grupo quedó en silencio, procesando la historia de Ash y la magnitud de la amenaza que enfrentaban. Con la revelación de la verdad y el peligro inminente, sabían que tenían que estar preparados para cualquier cosa que viniera.

Ash continuó su relato, su voz más grave mientras los recuerdos dolorosos lo consumían. El grupo lo escuchaba con una mezcla de horror y compasión, incapaces de imaginar lo que había pasado. La crudeza de la historia era palpable en cada palabra que salía de su boca.

"Mi hermana... —dijo, su voz quebrándose levemente. "Ella fue la primera en ser poseída. Vi cómo se transformaba frente a mis ojos, su cuerpo se contorsionaba, y en su rostro, que conocí toda mi vida, ya no quedaba nada de la persona que amaba. Tuve que despedazarla. Y luego uno a uno, mis amigos también cayeron. No sólo los perdí, tuve que..." hizo una pausa, su mandíbula apretada. "Tuve que destrozarlos."

Los rostros de los presentes reflejaban una mezcla de horror y pena. Giles, visiblemente afectado por la historia, no pudo evitar preguntar una última cosa, aunque parecía que no quería saber la respuesta: "¿Y cómo lograste salir de eso?"

Ash, con una mirada distante y fría, recordó: "Después de decapitar a Linda, mi novia..." hizo una pausa al pronunciar su nombre, con dolor evidente. "Traté de destruir el Necronomicon Ex Mortis, el maldito libro. Lo arrojé a las llamas de la chimenea, esperando que el fuego lo consumiera, pero este maldito libro no es tan fácil de destruir. Como si fuera una broma macabra, los Deadites comenzaron a descomponerse, sus cuerpos podridos se caían a pedazos. Pero antes de que pudiera respirar, de esos mismos cuerpos en descomposición salieron manos demoníacas que terminaron de destrozar lo poco que quedaba de mis amigos."

Ash miró al suelo, como si reviviera esa escena en su mente, mientras los demás lo observaban en silencio. "Al final... una presencia... algo... me poseyó" continuó. "Sentí cómo algo entraba en mí, controlando cada parte de mi ser. Perdí el control de mi cuerpo, sentía que mi mente estaba atrapada en un pozo sin fondo. No sé cómo, pero logré liberarme."

El silencio en la sala era sepulcral. La intensidad de la historia de Ash dejaba a todos conmocionados. Buffy, Dawn, Angel, Spike y el resto del grupo apenas podían asimilar todo lo que estaban escuchando. Ash, quien solía ser despreocupado y con un sentido del humor irreverente, ahora se mostraba sombrío, casi lúgubre, al recordar los eventos que había vivido. "Querían respuestas, ¿no?"continuó Ash, su tono severo. "Pues aquí las tienen."

Señaló su mano robótica, la misma que había reemplazado la que perdió hace años en aquella cabaña maldita. Dawn, quien no pudo contener más sus emociones, rompió en llanto. Buffy la abrazó, tratando de consolarla, mientras Ash continuaba. "Después de que Linda se levantara..." hizo una pausa, la amargura evidente en su voz. "Me mordió. Sentí cómo mi mano se volvía en mi contra, cómo perdía el control de mi propio cuerpo. No me quedó otra opción... tuve que cortarla con la maldita motosierra. Pero no fue suficiente. Los Deadites no se detienen con solo eso. Pueden poseer lo que sea. Muebles, lámparas, libros... nada está a salvo. "

Buffy y los demás lo escuchaban con horror, incapaces de procesar que alguien pudiera haber vivido algo tan macabro y seguir en pie.

"Poco después." continuó Ash "llegó Annie, la hija del profesor Knowby. El tipo estaba obsesionado con el Necronomicon. Quería traducirlo, leerlo, sin saber que al hacerlo atrajo a la maldad misma. Su esposa terminó poseída y... bueno, ya saben cómo acaban estas historias. Annie pensó que sus padres seguían vivos, pero no sabía que su mamá ya no era ella y que su papá... ya no existía. Trajo consigo a dos tipos y a una chica. Pero sólo encontraron la muerte."

Illyria, quien normalmente mostraba poco interés por las historias humanas, observaba a Ash con una mezcla de curiosidad y respeto. Había algo en él, en su resistencia y capacidad de sobrevivir, que la intrigaba. "Annie..." Ash suspiró, su voz quebrándose levemente. "Con sus últimas fuerzas logró leer un hechizo que desterró la maldad. Pero eso me arrastró a mí también. Terminé en la Edad Media, encadenado, tomado prisionero por gente que no entendía nada. Pensaban que yo era parte de la maldad. Luché contra una horda de muertos vivientes para recuperar el maldito libro y regresar. Pero cuando volví..." sus ojos se oscurecieron aún más. "Nadie me creyó. Mi propio padre pensó que estaba loco y me encerró en un manicomio."

"Oh, Ash..." murmuró Willow, tocada por la tragedia en su historia.

"Y ahí, en ese maldito lugar estaba eserano juicio por homicidio, conocí a Sam durante el ataque de los deadites" prosiguió Ash, su tono volviéndose algo más sarcástico. "Un tipo rudo, un poco bocón, pero buen compañero, nos las arreglamos para salir de esa, pero no me quedó otra opción que mudarme, empezar de nuevo. Ahí fue cuando conocí a Pablo y Kelly. Trabajábamos juntos, intentando llevar una vida normal, pero claro, con mi suerte..." rió amargamente. "Nos encontramos con Ruby. Una bruja, sexy y peligrosa, que también quería el Necronomicon."

El grupo lo miraba, tratando de comprender el alcance de la situación. Ash había vivido un infierno, uno del cual no había escapatoria. Cada paso que daba parecía llevarlo de vuelta a la oscuridad, y cada aliado que encontraba terminaba envuelto en la misma pesadilla.

"Así que... aquí estamos" concluyó Ash, cruzando los brazos. "Ustedes están en esto ahora, y no hay vuelta atrás. Pero si vamos a hacerle frente a los Deadites, más vale que estemos preparados para lo peor. Porque esto no ha terminado. Apenas está comenzando."

La atmósfera en el hotel cambió drásticamente en cuestión de segundos. La luz en el vestíbulo parecía menguar, como si la oscuridad misma se estuviera filtrando a través de las paredes. Las risas macabras resonaban como ecos distorsionados, cada carcajada cargada de una malicia palpable que se sentía como cuchillas cortando el aire. Las voces se superponían unas con otras, susurrando y gritando en un coro demoníaco que parecía provenir de todas partes y de ninguna a la vez.

"Oh Ash... no se te olvidan detalles, ¿verdad?" se burlaban las voces. "Tú causaste el ataque al castillo... El manicomio fue asolado porque hablaste del Necronomicon... ¡Y tú, en un viaje de drogas, tu leíste e libro!"

Entonces, sin previo aviso, las paredes comenzaron a sangrar. El fluido carmesí goteaba lentamente al principio, como si las mismas entrañas del hotel estuvieran rezumando esa macabra esencia. Pero pronto, la sangre comenzó a salir a borbotones, manchando las paredes y el suelo, escurriendo por los marcos de las ventanas y los cuadros que decoraban la recepción.

Buffy, Xander, Willow y los demás miraban con horror, incapaces de detener lo que estaba sucediendo. Los grotescos rostros deforme empezaron a formarse en el techo, sus rasgos desfigurados, con bocas llenas de dientes afilados y ojos desorbitados. Algunos se retorcían, otros parecían estar gritando, aunque ningún sonido salía de sus horribles bocas.

"¡Ash!" gritó Buffy. "¿Qué demonios está pasando ahora?"

Ash, que hasta ese momento se había mantenido algo relajado, comenzó a tensarse al darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Las entidades que había atormentado su vida había encontrado la manera de manifestarse de nuevo.

De repente, las puertas de cristal de la entrada del hotel comenzaron a vibrar violentamente. Las ramas de los árboles afuera, que habían estado tranquilas, empezaron a crecer descontroladamente. De los troncos emergieron grotescos ojos, parpadeando con furia, como si los mismos árboles hubieran cobrado vida y estuvieran observando cada movimiento en el interior del hotel.

Las ramas, ahora alargadas y retorcidas, se arremolinaban alrededor de las puertas hasta que, con un crujido desgarrador, atravesaron los cristales. Los fragmentos volaron en todas direcciones mientras las ramas avanzaban hacia adentro, buscando, extendiéndose como tentáculos, listas para atrapar a cualquiera que se cruzara en su camino.

Willow, paralizada por la sorpresa, comenzó a murmurar un hechizo de protección, pero las risas se intensificaron, como si las mismas fuerzas que los atacaban se burlaran de sus intentos.

"¡Cientos de personas muertas por tu culpa, Ash! ¡Tú trajiste esto aquí!" Las voces se multiplicaban, resonando cada vez más fuerte. Las ramas avanzaban implacables, y los grotescos rostros en el techo comenzaban a desprenderse, cayendo al suelo como masas deforme de carne. Un grito gutural y demencial se extendió por el vestíbulo, y las luces comenzaron a parpadear, como si la energía misma del lugar estuviera siendo devorada por la maldad que los rodeaba.

Illyria observaba la escena con una calma inquietante, mientras los demás retrocedían en busca de un lugar seguro. Incluso Angel, Spike, y Buffy, quienes habían enfrentado horrores indescriptibles, sabían que esto no era algo común. Este mal estaba más allá de cualquier demonio o vampiro. Era antiguo, corrupto, y su furia parecía dirigida directamente hacia Ash.

Ash, aún bañado en el horror de sus recuerdos, sabía que estaba atrapado en un ciclo interminable de culpa y muerte. Pero ahora, no era solo su vida la que estaba en juego. Todos los que estaban en esa sala corrían peligro.

Con un suspiro profundo, Ash ajustó su motosierra, listo para lo que venía.

Ash, con su motosierra rugiendo y la ira chispeando en su mirada, se lanzó hacia las ramas demoníacas, cortándolas con precisión. La motosierra desgarraba la madera corrupta y brotes de savia negra salpicaban por todas partes. A su alrededor, los gritos de los huéspedes atrapados en los pisos superiores se mezclaban con el caos en el vestíbulo.

"¡¿Dónde está el Necronomicon?!" rugió Ash, mirando a su alrededor con desesperación y furia. Sabía que ese maldito libro era la clave para detener el horror que se desataba.

Pablo, con su mirada enfocada y su voz firme, comenzó a recitar en un lenguaje arcano que resonaba con un poder ancestral. Las palabras salían de su boca como un cántico oscuro, invocando fuerzas primordiales. Desde el suelo, manos gigantescas hechas de piedra y sombras emergieron, despedazando a los árboles demoníacos con su fuerza titánica. Las ramas se rompían como si fueran frágiles ramitas, y los ojos que habían brotado de los troncos se apagaban con un último destello de horror.

Los rostros grotescos que habían caído del techo se retorcían y cambiaban, sus masas informe desarrollando cuerpos serpentinos, como gusanos monstruosos. Algunos comenzaban a arrastrarse por el suelo, mientras otros formaban patas retorcidas y se levantaban en posiciones grotescas. Su piel, llena de llagas y manchas purulentas, parecía hervir al contacto con el aire. Se movían con una velocidad y agilidad inquietantes, atacando a todo lo que se moviera.

Spike, con un feroz grito de batalla, balanceaba el hacha con una fuerza sobrehumana. El filo del hacha destrozaba a los monstruos en su camino, esparciendo trozos de carne y fluidos oscuros. Buffy, con la guadaña en mano, se movía con la precisión de una cazadora experimentada. Cada corte y estocada de su arma terminaba con la vida de una de esas criaturas abominables, que se desplomaban en el suelo en un charco de su propia corrupción.

Illyria, en contraste, parecía estar disfrutando del caos. Sus manos destrozaban a las abominaciones con una facilidad escalofriante, su rostro imperturbable incluso cuando las criaturas caían hechas pedazos a su alrededor.

Willow, a pesar de la desesperación, logró centrar su mente lo suficiente para conjurar un hechizo de protección. Un resplandor suave comenzó a envolver a todos en el vestíbulo, formando una barrera translúcida que mantenía a raya a los monstruos. Pero incluso así, la energía maligna de los deadites parecía luchar contra el escudo, presionando contra él con una fuerza terrible.

Ash, en medio de todo esto, notó a Faith, quien seguía insistiendo en usar una simple estaca contra las abominaciones. Con un gesto rápido, arrancó la daga kandariana de su cinturón y se la lanzó. La daga, con su siniestro filo resplandeciendo, voló por el aire, Faith atrapó la daga en el aire con una agilidad impresionante. La hoja, negra y reluciente, parecía vibrar en su mano. Sorprendida por el peso y la energía oscura que sentía emanando de ella.

Sin perder tiempo, Faith se lanzó hacia uno de los gusanos que se retorcía en el suelo, clavando la daga en su grueso cuerpo. El gusano chilló, su carne burbujeando y humeando al contacto con el arma maldita. La criatura se convulsionó violentamente antes de explotar en un charco de sangre negra y viscosa.

"¡Así se hace, nena!" gritó Ash con aprobación, cortando otra rama demoníaca que se lanzaba hacia él. "¡A esos bastardos les gusta el dolor, dáselo!" Ash veia con satisfacción como los deadites caian uno a uno, pero la urgencia del momento permanecia. "¡Pablo, ¿Donde esta el Necronomicon?!." Exclamo furioso Ash

"¡Esta en mi habitación!" respondío Pablo, mientras disparaba al conserje poseído.

Mientras Ash y el grupo avanzaban hacia las escaleras, la situación se tornaba cada vez más caótica. Pablo y Kelly disparaban sin cesar, manteniendo a raya a los inquilinos transformados que se lanzaban contra ellos, mientras Ash, al frente, hacía trizas a los deadites que se atrevían a acercarse

Illyria, Angel, Spike y Faith permanecieron en la entrada, defendiendo su posición con ferocidad mientras el resto del grupo se dirigía hacia las escaleras. Ash, al frente, avanzaba sin vacilar, su motosierra rugiendo y cortando a cada Deadite que se le cruzaba. Pablo y Kelly, cubriendo los flancos, disparaban con precisión, derribando a los huéspedes poseídos que se lanzaban con furia descontrolada hacia ellos. El sonido de las balas y el zumbido de la motosierra llenaban el aire, mezclándose con los gritos inhumanos de las criaturas.

Jhiera, con su mirada concentrada, extendía las manos, creando una barrera de energía que lanzaba a los Deadites hacia atrás, manteniéndolos a raya mientras el grupo subía las escaleras. Las criaturas se estrellaban contra las paredes y el techo, sus cuerpos deformes rebotando y volviendo a caer como si fueran muñecos rotos.

"¡Vamos, chicos, no se detengan!" gritó Ash, su voz firme y decidida mientras cortaba en dos a otro Deadite que intentaba atacarlos.

Mientras tanto, en la entrada, Angel observaba con preocupación cómo Giles, Dawn y Xander trataban de defenderse como podían. Sabía que no durarían mucho si las criaturas lograban alcanzarlos. Frustrado, sacó un pequeño amuleto de su bolsillo.

De repente, todo el caos se detuvo. Las criaturas, los objetos poseídos, incluso las ramas demoníacas que se retorcían en el vestíbulo quedaron congeladas en el aire, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Los gritos y el ruido se apagaron, dejando un inquietante silencio.

Angel, sabiendo que este hechizo no duraría mucho, aprovechó la oportunidad para atacar. Con su espada en mano, se lanzó contra las criaturas, cortando y destruyendo con precisión mortal. Cada golpe, cada estocada, eliminaba a una de las abominaciones, que se desmoronaban en el suelo sin resistencia.

Mientras él se abría camino a través de los Deadites inmóviles, una voz familiar llamó su atención. "¿Así que decides hacerlo por la vía fácil...?"

Angel giró la cabeza y vio a Illyria, quien aún en ese estado de tiempo detenido, aplastaba con fuerza el cráneo de una de las criaturas entre sus manos. Fragmentos del hueso destrozado caían al suelo como polvo. La diosa se volvió hacia Angel, su expresión cargada de una mezcla de diversión y curiosidad.

"No tenemos muchas opciones, Illyria" respondió Angel, sin dejar de observar a Giles, Dawn y Xander. Sabía que, a pesar de su valentía, no tenían forma de defenderse contra algo tan feroz. Illyria, sin perder tiempo, arrancó partes del cráneo destrozado que sostenía y los arrojó a algunos deadites que, en su locura, habían saltado desde el cuarto piso y ahora estaban congelados, mientras hacia ellos. Los restos impactaron a las criaturas con fuerza, haciéndolas girar en el aire.

"Entiendo tu necesidad de proteger a tus aliados, pero dejas de lado la diversión de la batalla" comentó Illyria, su voz cargada de una extraña emoción, casi juguetona, que contrastaba con la brutalidad de sus acciones.

Angel ignoró el comentario y siguió atacando a las criaturas, consciente de que el hechizo no duraría mucho más. Mientras destrozaba a cada Deadite con precisión calculada, podía sentir que la energía del amuleto empezaba a desvanecerse. Las criaturas congeladas comenzaron a moverse lentamente, Angel, con una expresión sombría, observó cómo el caos que había congelado brevemente empezaba a reanudarse. Angel, con una expresión sombría, observó cómo el caos que había congelado brevemente empezaba a reanudarse. Sus ojos vacíos parpadearon, y los gruñidos y gritos inhumanos volvieron a llenar el aire. Illyria, con su sonrisa enigmática, se lanzó de nuevo a la pelea, destrozando a las criaturas con golpes brutales y precisos. Sus manos atravesaban la carne demoníaca como si fuera papel, y cada movimiento suyo era una danza letal de fuerza y poder.

Gwen subía las escaleras a toda prisa, su corazón latiendo con fuerza mientras intentaba controlar el terror que la envolvía. Sentía las chispas de electricidad recorrer su piel, deseando usar sus poderes, pero sabiendo que cualquier descarga solo fortalecería a las monstruosas criaturas que los perseguían. Cada grito y rugido de los *Deadites* resonaba en su mente, cada movimiento grotesco de sus cuerpos deformes la hacía estremecer. Aun así, no podía evitar admirar la calma con la que Kelly disparaba a las criaturas, su puntería precisa y letal. La joven cazadora avanzaba con determinación, su expresión tensa pero enfocada, como si nada en el mundo pudiera detenerla.

Willow, un par de escalones más arriba, levantó las manos y comenzó a recitar un hechizo en voz alta, su voz temblorosa pero decidida. Un resplandor etéreo rodeó sus dedos, y de repente, una fuerza invisible se extendió por la escalera, atrapando a los *Deadites* que los perseguían. Los pies de las criaturas se hundieron en el suelo, como si la madera se volviera líquida, atrapándolos en su lugar.

"¡Sí!" gritó Willow, un atisbo de esperanza en su voz. "¡Eso debería detenerlos!"

Pero su alivio fue breve. Con horror, vio cómo las criaturas, en lugar de detenerse, empezaban a rasgarse sus propias piernas, arrancando pedazos de carne putrefacta y hueso expuesto. Un hedor nauseabundo llenó el aire cuando los Deadites comenzaron a arrastrarse, dejando un rastro de sangre negra y fragmentos de su carne descompuesta por las escaleras. Willow retrocedió, con el rostro pálido por el horror. "¡No, no, no!" gritó Willow, horrorizada

"¡Dios mío!" exclamó Dawn, retrocediendo un paso, su rostro pálido.

"¡No te detengas!" gritó Ash desde el frente, girando la motosierra para cortar en dos a una criatura que había logrado alcanzarles. "¡Sigue subiendo!"

La escalera era estrecha, y el grupo apenas tenía espacio para moverse. Ash seguía abriendo camino, cortando cualquier cosa que se interpusiera en su avance. La motosierra rugía con cada corte, esparciendo sangre y trozos de carne demoníaca por las paredes y el suelo.

"¡Manténganse juntos!" gritó Buffy, justo detrás de Ash, con la guadaña brillando en su mano. Con cada golpe, la hoja destellaba, decapitando a las criaturas que intentaban acercarse. A su lado, Angel y Spike se movían con una sincronía letal, destrozando a los Deadites con sus respectivas armas.

La escalera parecía interminable. Cada paso era una lucha, cada respiro un esfuerzo. Las criaturas no cesaban de surgir, arrastrándose desde el fondo del edificio, sus cuerpos deformados y retorcidos llenando los estrechos escalones.

Jhiera, detrás de ellos, usaba sus poderes mentales para empujar a los Deadites hacia atrás, haciendo que sus cuerpos se estrellaran contra las paredes y el techo.

"¡Vamos, malditos! ¡No pueden con nosotros!" gritó Pablo, recargando su revolver y disparando a quemarropa a una criatura que se arrastraba hacia él.

Finalmente, alcanzaron el quinto piso. Ash, cubierto de sangre y sudor, miró a su alrededor, buscando algún rastro del Necronomicon. El pasillo era largo y oscuro, con las puertas de las habitaciones destrozadas y las paredes manchadas de sangre. Los gritos y rugidos de las criaturas resonaban por todo el edificio, pero por un momento, el grupo tuvo un respiro.

"¿Dónde está ese maldito libro?" gruñó Ash, girando la motosierra con un movimiento de su muñeca.

"¡Por aquí!" gritó Pablo, señalando una puerta

Llegaron a la puerta del cuarto que Pablo había señalado. Sin pensarlo dos veces, Ash la abrió de una patada, su motosierra aún encendida y lista. El grupo entró rápidamente, cerrando la puerta detrás de ellos. El ruido del caos afuera se atenuó, pero sabían que no estaban a salvo.

"¡Busquemos el maldito libro!" ordenó Ash, y se dirigió a un cajón cercano, abriéndolo de un tirón. Metió la mano y empezó a revolver, lanzando cosas a un lado.

"¡Ash, ese es el cajón de mi ropa interior!" exclamó Kelly, indignada. Su cara se encendió de rabia y vergüenza mientras veía a Ash sacar ropa interior y tirarla a un lado, sin prestar atención a sus palabras.

"¡No me importa si aquí escondes tu colección de tangas!" replicó Ash con impaciencia, arrojando prendas de un lado a otro. "¡Tenemos que encontrar el maldito libro!"

"¡Aquí está! " gritó Pablo desde la cama, sosteniendo el necronomicon en sus manos.

Mientras Ash continuaba rebuscando en el cajón de Kelly, sacó un sujetador de encaje negro y lo miró por un segundo. "Bonita elección, Kelly."

"Imbécil, deja mi maldita ropa interior" Dijo kelly apuntando a Ash con su M4 con las mejillas encendidas por furia y vergüenza

Antes de que pudieran reaccionar, la puerta fue destrozada con un golpe brutal. Los Deadites entraron en la habitación, sus rostros desfigurados por una mezcla de odio y una oscura satisfacción. Al mismo tiempo, las ventanas explotaron en una lluvia de cristales afilados, y las ramas demoníacas comenzaron a invadir la habitación, retorciéndose hacia el grupo.

Pablo, con el Necronomicon en sus manos, comenzó a leer en voz alta, pronunciando las palabras oscuras con precisión. Su voz resonaba en el pequeño espacio, cada palabra cargada de poder. Las criaturas se tambalearon, como si algo las estuviera reteniendo, y luego, una a una, comenzaron a desplomarse.

Los Deadites cayeron al suelo como marionetas sin hilos. Los cuerpos, antes llenos de energía y furia, se convirtieron en simples cadáveres. Las ramas demoníacas se marchitaron y se rompieron, volviendo a ser madera muerta.

Un pesado silencio llenó la habitación. Por un momento, nadie se movió, apenas respirando, esperando que la pesadilla continuara. Pero no pasó nada. La amenaza, al menos por ahora, había sido contenida.

Pablo cerró el libro con un suspiro de alivio, su voz temblando ligeramente cuando habló. "Lo logramos... al menos por ahora."

Ash se acercó y le dio una palmada en la espalda. "Buen trabajo, chico. Pero esto aún no ha terminado."

"Fabuloso..."murmuró Kelly, aún claramente molesta mientras observaba los cuerpos putrefactos esparcidos por toda la habitación. "Ahora, ¿quién va a limpiar todo este desastre?"

Willow miró con inquietud los cuerpos descompuestos esparcidos por el suelo. La visión de las extremidades destrozadas y las entrañas expuestas era grotesca, incluso para alguien acostumbrada a la magia y los horrores sobrenaturales. "Yo puedo hacer que desaparezcan usando magia" dijo, mirando los cadáveres con una mezcla de disgusto y compasión.

"Adelante" respondió Kelly, haciendo un gesto de aprobación. No parecía que alguien más tuviera ganas de lidiar con la grotesca tarea de limpiar la escena.

Willow asintió, cerrando los ojos para concentrarse. Sus manos se elevaron lentamente, susurrando un hechizo en un lenguaje arcano. Al principio, solo se sintió un leve susurro en el aire, pero pronto una energía vibrante comenzó a rodear la habitación. Los cuerpos se iluminaron con una luz suave y espectral, comenzando a desvanecerse lentamente. La magia no solo limpiaba los restos de los Deadites, sino que también reparaba las paredes destrozadas, cerraba las ventanas rotas y borraba cualquier rastro de la carnicería que había ocurrido. El suelo, antes cubierto de sangre y suciedad, se volvió limpio y reluciente. Todo el edificio, y hasta el exterior del hotel, se restauró como si nada hubiera pasado.

Con un suspiro de alivio, Willow terminó el conjuro justo cuando los primeros rayos del sol comenzaron a filtrarse por la ventana, iluminando la habitación con una luz tenue y tranquilizadora. El amanecer había llegado, trayendo consigo una sensación de esperanza y calma después de una noche de caos y destrucción.

En el vestíbulo, Sam apareció tambaleándose, su cabello desordenado y su ropa sucia del polvo y el alcohol derramado. Había pasado la noche en una juerga, con una sonrisa boba en el rostro. Apenas lograba mantenerse en pie, claramente aún bajo los efectos del alcohol. Al girar una esquina, se encontró con Faith, quien estaba cubierta de sangre y con una expresión seria. Sam la miró con ojos entrecerrados, tratando de enfocarse.

"¿De qué me perdí?" preguntó con una risita, su voz arrastrada por la ebriedad.

Faith lo miró de arriba abajo, sin poder evitar una sonrisa cansada ante su estado. "Oh, nada importante" respondió, su tono lleno de ironía. "Solo un montón de zombies mutantes, caos infernal, y casi todos muertos. Lo de siempre."

Sam parpadeó, tratando de procesar lo que le decía, pero claramente su mente aun perdida en la borrachera no lograba captar lo que Faith decia. "Menos mal, nada importante. ¿Alguna cerveza por aquí?" bromeó, tambaleándose un poco mientras intentaba mantenerse erguido.

Faith negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír ante su ligereza, incluso en medio del desastre que acababan de enfrentar. "Sí, seguro" dijo con sarcasmo. "Pero primero, ¿por qué no te sientas un rato y tratas de no vomitar en mis botas?"

Sam tambaleándose se dirigió hacia una esquina donde había una cama para perros. Se dejó caer pesadamente en ella, sus ojos cerrándose casi de inmediato mientras murmuraba. "Necesito... dormir..." Faith negó con la cabeza y dejó escapar una risa ligera, a pesar de la tensión que todavía pesaba en el ambiente