Resumen: Saitama ha dejado el trabajo, esconde los calendarios y miente demasiado. Su extraño comportamiento parece empeorar y eso preocupa demasiado a Fubuki. Definitivamente hay algo que falta, algo que no está bien. A pesar de todo, ella promete estar a su lado.


Inspirado en la canción "In Luck " de Marlon Roudette.


- Anime: One Punch-Man (ワンパンマン)

-Todos los personajes le pertenecen a su creador: ONE®


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Cerca del muelle de madera había un pequeño hotel veraniego y al frente el inmenso mar azul. El aire olía a sal y el cielo estaba despejado.

Fubuki podía sentir la brisa cálida en su oreja, a alguien tomando su mano. Ese alguien a su lado la observaba con detenimiento.

Había ruido de telas de cortinas y vestidos largos moviéndose por el viento, pasos de personas y sus voces alegres tras su espalda, pero el sonido era casi sordo, empañado y lejano. Sus ojos se mantenían concentrados en el amanecer frente a ella.

Por alguna razón, se sentía inconmensurablemente feliz.

Era una tarde brillante.

Definitivamente el día era perfecto.

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Fubuki despierta en una casa que no conoce, en una cama que no es suya. Mira alrededor y no puede reconocer ni una sola parte del lugar.

Sus ojos intentan concentrarse pero de pronto es obligada a tomar una pausa. Su cabeza duele demasiado y en sus oídos hay un zumbido, pero sólo es por un momento.

La sábana cae de su cuerpo cuando intenta ponerse de pie y se da cuenta que está desnuda, de pronto siente un escalofrío recorrer su espalda. El asombro la hace cubrirse nuevamente con la tela lo más rápido que puede, apurándose en encontrar indicios de alguien o algo que dé explicación o claridad o mínimo algo realmente lógico de cómo terminó ahí.

Con sus ojos consigue reconocer algunas de sus pertenencias dentro de uno de los armarios. Sus bolsos, varios vestidos y las cajas de sus zapatos. En el tocador hay varias de sus joyas, maquillaje y cremas. ¿Cómo llegaron ahí?

Su cabeza vuelve a doler. Es un dolor agudo, pero no como el causado por una noche de borrachera, sino como si se hubiera golpeado con fuerza o hecho daño en su cerebro. Todo sigue siendo confusión y aturdimiento.

Definitivamente esto no tiene nada que ver con alcohol. Su boca se siente limpia. Todo está en orden. El problema es que, por más que Fubuki intenta pensar en cómo llegó ahí, no lo recuerda. Al mirar a su lado, encuentra una bata sobre la silla. Fubuki la toma y se da cuenta que ésta tiene marcado el símbolo de su nombre, como si le perteneciera, o al menos así lo siente ella. Debido al dolor, ella no quiere pensar demasiado en la familiaridad que le causa y decide ponérsela, armándose de valor para salir de ahí lo antes posible. Su cabeza realmente duele.

Ella se alza de hombros, su cabello se mece y su aura se enciende a su alrededor conforme sale de la habitación y camina por el pasillo tratando de recordar qué fue lo que había ocurrido la noche anterior. Todo lo que viene a su mente es haber estado en su casa después del trabajo como cualquier otro día. Entonces escucha ruidos viniendo de lo que parece ser la cocina en uno de los laterales del pasillo, así que se dirige ahí. Sus poderes están listos para reaccionar y atacar a quien posiblemente se trate de su secuestrador.

Fubuki se detiene en la entrada, asomando lentamente su cabeza mientras decide si debería romperle el cuello de forma inmediata o primero obligarlo a hablar.

Otro sonido. Algo calentándose en la estufa. Verduras picadas. Una cabeza calva.

De inmediato el cuerpo de Fubuki se tranquiliza, el brillo de su aura se apaga, sus hombros caen y un pesado suspiro de alivio sale de su boca. Es Saitama. No importa dónde esté o quién la haya secuestrado, no hay peligro si él está presente.

—¿Dónde estamos? —Pregunta ella.

Su voz parece descolocar a Saitama quien rápidamente se gira a verla con un rostro aturdido. —¿Uh?

Fubuki se cruza de brazos y apoya su cuerpo en el marco de la entrada, sintiendo el alivio colmándola, mirándolo con ojos aburridos. —¿Dónde estamos? —Repite ella. —¿Qué es este lugar?

La taza que sostiene Saitama en sus manos es presionada con tanta fuerza que se hace trizas, manchando de té sus ropas hasta derramarlo por el suelo.

—¡Saitama! —Fubuki da un pequeño brinco por el repentino ruido. No vio venir eso. —Ngh, controla un poco tu fuerza, ¿quieres?

La mano de Saitama no tiene ninguna quemadura o rasguño, pero su rostro expresa algo similar al pánico. Él la mira con temor.

Al ver que eso no ha pasado a mayores, Fubuki vuelve a suspirar más tranquila. Ella trata de ignorar la tristeza que de pronto se refleja en los ojos de él.

Fue un accidente. Fubuki decide que no hace falta hacer un escándalo, quizás simplemente la cuestión lo tomó por sorpresa. Primero lo primero. —Está bien, —prosigue ella, —sólo limpia eso y responde mi pregunta. ¿Qué es este lugar? ¿Por qué estamos aquí?

—Es… —Saitama duda en responder, sus ojos permanecen fijos en ella de forma cautelosa. —¿En dónde… crees que estamos?

Fubuki alza una ceja y vuelve a echar un vistazo alrededor. —¿En un hotel?

Saitama frunce el ceño y cierra sus puños al escucharla. Luego agacha la cabeza, sus ojos se enfocan en el té derramado bajo sus pies. —No, estamos en nuestro departamento.

Fubuki se limita a observarlo de forma incrédula. —No es momento para bromas.

—No es una broma.

—¿Dónde estamos?

—En nuestro departamento.

En los ojos de Saitama no hay rastro de broma y él siempre ha sido pésimo mintiendo, así que Fubuki comienza a quedarse sin opciones. —¿…Qué? —Comienza ella mirando de un lado a otro y regresando su vista a Saitama. —¿Qué? ¡¿A qué te refieres con "nuestro"?!

Últimamente, Saitama se ha estado comportando extraño.

De un momento a otro, él comenzó a decir cosas extrañas, a mover cosas de lugar o cambiarlas por completo. También empezó a obsesionarse con cambiar las fechas de los calendarios y el horario en sus celulares provocando que Fubuki no sólo comenzara a vivir confundida, sino también preocupada. Lo que parecieron bromas inofensivas se convirtieron en comportamientos aleatorios angustiantes.

Pero esto es nuevo. Invadir la casa de un extraño es romper los límites.

Tratando de ser lo más paciente posible, Fubuki coloca una mano en su sien y resopla con lentitud antes de volver a hablar. —A ver, lo preguntaré de nuevo y quiero esta vez una respuesta coherente y su respectiva explicación, clara y concisa. ¿Qué es este lugar y por qué estamos aquí?

La mirada de Saitama delata duda, su voz es temblorosa y baja. —Es nuestro hogar, aquí vivimos… ¿no?

Sus ojos se afilan, su voz se alza. —Por favor, no empieces con estas bromas de nuevo. ¿De quién es esta casa?

—Es un departamento.

—Sí, departamento. ¿De quién es?

—Nuestro.

—Esto no está yendo a ningún lado. —Fubuki vuelve a cruzarse de brazos. —En la noche estoy en mi departamento y por la mañana despierto en la cama de alguien más, además, vi mi ropa en uno de los armarios, ¿cómo llegaron mis cosas aquí?

Saitama de pronto luce decaído, derrotado, con una mirada sombría. Él no responde, sino que se acerca a ella y, con lentitud y pesadez, la envuelve en un cálido abrazo. Fubuki reconoce eso, recuerda que él siempre se pone de esa forma cada vez que cree que ambos iniciaran una pelea y esta es la manera en la que trata de evitarla a toda costa. Eso o cuando siente mucha culpabilidad.

"Él no está bien, algo le está sucediendo", piensa Fubuki.

¿Ahora qué hiciste, Saitama?

—Yo traje tus cosas. Esta es nuestra casa, vives conmigo ahora.

Eso es nuevo, definitivamente es nuevo. Él habla en serio. Ella siente su rostro ganar color de forma repentina y su pulso se acelera, no sabe si por la vergüenza debido al repentino cariño o a la molestia de las acciones sin previo aviso. —E-espera un momento, ¿cuándo decidiste esto? ¿Cómo conseguiste este departamento? ¿Cómo pagaremos el alquiler, siquiera?

—Fue un regalo de la Asociación, ya te dije que es nuestro.

—E-espera. —Ella intenta apartarlo pero él se aferra a su cuerpo, negándose a soltarla. Esto es inesperado. ¿Cuándo? ¿Cómo? Demasiado repentino. Mientras más escucha más se niega a tomarlo en serio. Algo tan sacado de la nada no puede ser hecho de la noche a la mañana. ¿Cuánto tiempo planeó esto? —Saitama, esta clase de cosas no se sueltan a la ligera.

Él esconde su rostro en su cuello, encorvando su espalda, arrastrando sus manos por su espalda. Sus ojos se mantienen cerrados con fuerza. —Quiero estar contigo, quiero tenerte aquí.

Vivir juntos. Es egoísta pero no precisamente algo malo. Al menos no es un delito. Ambos son adultos, tenían un trabajo como héroes. A este punto se conocen bastante bien, esto es algo bueno. Además, están respaldados por más de dos años de relación. En algún momento alguno de los dos tenía que dar el primer paso.

Fubuki corresponde el abrazo, acariciando su espalda con cierta duda. No quiere darle la razón y mucho menos premiarlo por tomar decisiones tan precipitadas, pero también sabe que no puede dejar solo a Saitama en ese estado. No cuando está decaído, no cuando debe estar confundido y sentirse solitario. Tenerlo cerca para vigilarlo es una enorme ventaja por sí sola.

—Está bien. Acepto. —Dice ella.

Las dudas sobre cómo llegaron ahí durante la noche quedan postergadas. Saitama luce demasiado nervioso y Fubuki no quiere empeorar la situación. Todo tiene una explicación y esta sorpresa también debería tenerla. La comprensión llegará después.

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Saitama ha aprendido a mentir, lo hace seguido y en muchas formas ridículas e innecesarias. Lleva haciéndolo ahora por un buen tiempo.

A veces inventa escenarios que toma por realidad. Cuando nadie lo ve, cambia los muebles de lugar y esconde muchas cosas. A veces intenta confundir a Fubuki con falsas afirmaciones, mencionando nombres y lugares de los que ella nunca ha escuchado ni conocido. A veces eso provoca discusiones entre ellos. A veces Saitama insiste con sus propias verdades. A veces Saitama simplemente se rinde y rueda los ojos diciendo que ella nunca lo entenderá. Fubuki tiene la ligera sospecha de que él ha comenzado a confundir sus sueños con recuerdos reales.

Él lleva cerca de un año actuando de esta forma.

Saitama sigue negándose a ir al hospital y, cuando Fubuki consigue llevarlo a rastras, los médicos dicen que no hay nada de malo con él.

Fubuki sospecha que Saitama ha comenzado a amenazar al personal médico para que le dé la razón, quizás mintiendo, dañando las máquinas y fingiendo estar bien. Eso o, peor aún, que esto se trate de un problema demasiado grave como para ser detectado por simples análisis médicos generales.

Cuando ella insiste en un chequeo más profundo, sólo consigue recomendaciones de aumentar el consumo de vitaminas y tener un descanso adecuado.

Quizás se trata de algo mental, quizás lo que Saitama necesita es una distracción de lo que sea que lo mantenga preocupado. Quizás Saitama está pasando por una crisis existencial. Quizás él sea capaz de hablar de esto con ella algún día.

Sea lo que sea, Fubuki permanecerá a su lado a toda costa.

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Cuando Fubuki revisa la alacena buscando algo para merendar, se da cuenta que hay muchas cosas familiares dentro como sus galletas favoritas, algunos de los condimentos que ella usa con regularidad al cocinar y algunos de sus dulces preferidos. Su corazón se enternece y hace una nota mental sobre agradecerle más tarde a Saitama por ser tan considerado con sus gustos. Incluido el nuevo par de tacones que encontró en su armario, el collar en su cajón del tocador y el nuevo par de aretes dejado en su mesa de noche. Todo eso es justo como a ella le gusta. Demasiado acertado. Exacto. Perfecto.

Al revisar los rincones del departamento, nota que en verdad está muy equipada y no hay mucho por agregar o acomodar. Es increíble. Un trabajo bien hecho. No llevan ni una semana ahí y Saitama ya tiene todo preparado. ¿La Asociación de Héroes habrá interferido? Debe ser eso.

No es coincidencia que sus gustos se vean reflejados en su elección de muebles, colores, cortinas y sábanas. Quizás Saitama sea más observador de lo que ella cree.

Entonces Fubuki decide que esto merece ser premiado, así que se dirige a la cocina donde Saitama está ocupado preparando la cena. Ella se acerca por detrás a pasos ligeros, lo más silenciosos que puede. Ella quiere besar su cabeza calva sólo para molestar. El plan es simple: ella se acercará, lo hará voltearse, pellizcará su estómago y, cuando él se encorve, ella lo besará. Es un buen plan.

Tal y como esperó, Saitama se gira a verla al sentir su presencia; sin embargo, justo cuando ella trata de picar su estómago con su dedo, Saitama es más rápido tomando su mano y haciendo su cabeza hacia atrás. Eso deja atónita a Fubuki.

—Ibas a besar mi cabeza. —Explica él.

Los ojos de Fubuki lo miran con sorpresa, luego con sospecha. —¿Ahora puedes predecir mis movimientos?

—Nah, es sólo que siempre haces eso cada vez que quieres… —Un ligero sonrojo aparece en su rostro, sus ojos se desvían. —…molestarme.

—¿"Siempre"? —Repite Fubuki dando un paso hacia atrás, sintiéndose más aturdida que antes. —Saitama, esta es la primera vez que intento algo así, ¿a qué te refieres con "siempre"?

En lugar de responder, Saitama le sonríe tomándola de la cintura y jalándola hacia él. Después la besa.

Fubuki no está satisfecha con esa respuesta. La idea sobre Saitama volviéndose cada vez más fuerte al punto de hacerlo preocupar gana más peso en su cabeza. Quizás él ha ganado el poder de ver el futuro y ha tenido una visión de una catástrofe que no podrá evitar. O quizá simplemente no quiere admitir que ha aprendido a predecir los movimientos de otros. Quizás ha aprendido a leer la mente. Incluso puede ser que, en el peor de los casos, él ni siquiera se ha dado cuenta de nada de esto y esté atormentándose tratando de comprenderlo.

El beso de Saitama se intensifica, su cabeza se ladea y su boca se abre. Profundiza, avanza, su lengua toca la suya. Ese beso tiene experiencia y cierta habilidad que Fubuki desconoce completamente.

¿Cuándo aprendió a besar así?

Fubuki rompe el beso pero no la cercanía, su nuevo plan es tratar de molestarlo juguetonamente con su mejoría como besador; mas sus palabras se quedan a la deriva al encontrarse con los ojos de Saitama. Él la mira con melancolía, como algo lejano, algo perdido.

De pronto, él la abraza con fuerza, demasiada, a decir verdad. Saitama se aferra a su espalda y su cintura como si estuviera aterrado. Sin saber qué significa, Fubuki reacciona abrazándolo con fuerza también y puede sentir su tristeza en el tacto, en su aliento sobre su cuello; pero no sabe por qué.

Saitama se ha estado comportando extraño y cada vez parece empeorar. Fubuki lo ha notado y no deja de preocuparse.

Fubuki sabe que Saitama no duerme bien en las noches y, cuando cree que ella se ha quedado dormida o no puede escucharlo, susurra palabras sin sentido. Mentiras, promesas, inventos e incoherencias. Como si Saitama estuviera en un constante temor de algo. Aunque él no lo diga, ella ha aprendido a leerlo y sabe que, sea lo que sea que está pasando, él también está consciente de que hay algo que no está bien.

Sin importar qué, ella quiere, necesita, saberlo.

Sin importar qué, ella quiere, promete, quedarse a su lado.

—Te amo. —Dice ella acariciando su espalda, abrazándolo lo más fuerte que puede. La atmósfera de pronto es sombría y angustiante, así que ella trata de brindarle el mayor consuelo que puede, siendo lo más sincera posible. —Te amo más de lo que te imaginas, Saitama. Así que no te preocupes.

Fubuki comienza a separarse de su cuerpo con lentitud, rompiendo poco a poco el abrazo. Intenta mirarlo de frente porque estas cosas se deben decir a la cara. Saitama se muestra dubitativo ante la acción pero no se resiste, sino que la mira con curiosidad, tan apacible, triste y cansado. Fubuki lo mira con la mayor ternura que puede expresar, la sonrisa más tranquilizadora y la voz más suave. —Te amo. —Repite una vez más. —Todo estará bien, lo prometo.

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Continuará…