Enri cerró la puerta de la habitación de sus padres, lo más despacio posible, queriendo evitar perturbar el sueño del sorpresivo huésped. Escuchó a sus padres hablando en la habitación que servía como sala de estar, comedor y cocina. Sumando dos habitaciones —una chica donde duerme con su hermana y una grande para sus padres— no podía llamar a su hogar, grande. Apenas alcanzaba para considerarla una cabaña.
— Querido ¿qué hacemos? Podríamos perder la cabeza si alguien se entera— exclamaba histérica la mamá de Enri, Nícol. Una mujer en sus treinta, su pelo largo y sucio atado en dos coletas y manos lastimadas por lavar la ropa en invierno por muchos años.
Enri vio miedo en sus facciones.
— Lo sé.
— Las niñas, ¿qué les pasara a ellas? Pueden matarlas y nos harán observar como castigo.
— Lo sé.
— ¿Y si las agarran como esclavas? No puedo permitir eso para nuestras hijas.
— Lo sé — repitió Nolan cansado. Enri nunca vio a su padre tan preocupado. La última vez fue cuando el noble de las tierras visitó el pueblo. Ella vez, su padre la ocultó en el pozo de agua con otros niños que él mismo metió. Ella tenía miedo, pero obedeció y no gritó.
En esa época no sabía el porqué de eso.
Ahora lo sabía y agradecía tener como padre a un buen hombre. Habría podido solo ayudar a su familia, pero no se detuvo ahí. Nunca lo hizo.
— Nolan, ella podría acabar con nuestra familia. No, lo hará. Así son ellos. Tienes que devolverla al bosque.
— Morirá si lo hago — dijo con indicios de enojo. Pedirle algo así lo llevó al límite de su paciencia.
— ¡Mejor ella qué nosotros!
Nícol agarró la tiara llena de incrustaciones de diamantes y la arrojó al suelo, rodando hasta detenerse a los pies de Enri; quien la levantó.
— Madre, no podemos hacer eso. No sabemos cómo llegó al bosque. ¿Qué pasaría si está siendo buscada ahora mismo? Encontrarán a padre llevándole en brazos. Lo culparan de secuestro.
— ¿Estás protegiendo a un noble? Luego de cómo nos tratan— acusó a su hija.
— Protejo a una persona que pudo haber sufrido un accidente y necesita ayuda— Enri no cedió y sonrió a su padre. Él le devolvió la sonrisa.
— ¿Cómo se encuentra?
— Sigue durmiendo— guardo silencio por un momento por la vergüenza antes de proseguir—. No encontré moretones en sus brazos y piernas… no creo que la hayan atacado— sintió su cara arder, pero no por el posible hecho que no sucedió. Recordar el cuerpo desnudo de la joven en la tenue luz de la solitaria vela le generó bochorno. Nunca había visto a alguien más desnudo excepto a su madre, hermana y las demás chicas de su edad cuando se lavan en el rio cada cinco días. Ocultó su rostro con ambas manos para que no vieran el rubor qué sabía que tenía.
— Me alegro — dijo Nolan con sinceridad y volteó a mirar a su esposa—. Amor, que tu odio hacia los nobles no te impida hacer lo correcto— se levantó de la silla y camino para darle un abrazo—. Ella es una joven que está sola. No me pidas que mire a otra parte.
Nícol lo miró a los ojos y asintió, resignada. Se acercó a su hija y agarró la tiara. Las pocas luces de las velas hicieron brillar los diamantes en una luz azul espectral.
— Saben que yo antes fui una sirvienta… no… fui una esclava de una familia menor. Nos trataban mal, nos pegaban y algunos hasta los mataban si hacían algo horrible a sus ojos. Vivían con una asquerosa impunidad.
— ¿A dónde quieres llegar? — preguntó el esposo.
— Lo que quiero decir es que conozco a los de su calaña de cerca y puedo decir, con seguridad, que cuanto más ricos, más corrompidos son. Y esto— exclamó levantando en alto la tiara— no es algo que un simple noble puede permitirse. ¿Dónde dijiste que la encontraste?
Nolan hizo señas para que todos se sentarán y comenzó a narrar su encuentro. Como en su cacería infructuosa por el Gran Bosque de Tob, la encontró en una pila de hojas. Primero se aseguró de comprobar que estuviera viva y al ver que no despertaba, la levantó en brazos y se dirigió hacia la aldea Carne, más precisamente su hogar.
— Me aseguré de que no me viera nadie antes de traerla. Ya era de noche, no fue difícil— terminó el relato—. Ella joven estaba desmayada en el suelo, en lo profundo del bosque. Si no fuera por la luz del atardecer, que penetró la maleza en ese instante, no la hubiera podido ver.
— Papá, fuiste al bosque … ¿tú lo sabías? — el silencio de su madre le pareció una respuesta clara—. ¿Qué tan mal estamos?
— No te preocupes de eso.
— Muy mal… que, no me mires a mí. Tú fuiste el que trajo a una joven en vez de un animal. Ahora la cena será una papa para los tres.
— Debe haber más papas. Traje diez la última vez.
— Si, hace dos días— retruco—. Nos quedan tres papas, un tomate y una lechuga casi podrida.
— Entonces tenemos suficiente para dos comidas. Mañana puedo ir a recoger hierbas medicinales en el borde del bosque. Sé cómo son, Nfirea me enseñó a identificarlas— propuso Enri a sus padres, que le negaron inmediatamente.
— ¡No! Es muy peligroso. Apenas tienes trece años.
— Escucha a tu padre. Sabemos que eres confiable, pero tienes que cuidar de Nemu mientras nosotros nos reuniremos con el jefe— ella se levantó y caminó hasta una caja en la esquina. Metió la mano y sacó una pequeña papa, no más grande que su palma—. Y ahora tienes un deber aún más importante. La reunión podría a convertirse en una asamblea y llamar a todos los adultos. Tú debes quedarte aquí y cuidar a la noble. Atiéndela en todo lo que pida, si te dice que te humilles, hazlo. Mientras no dañe a Nemu o a otro niño, tu consentila en todo.
—No… no entiendo.
Nícol mientras cortaba la papa, le dijo a Enri.
— Lo que tienes que entender bien es no hacerla enojar. Pueblos han desaparecido por los caprichos de nobles. Hazla feliz hasta que el jefe piense que escribir en el mensaje que enviará a E-Rantel.
— Hija, aunque me duela decirlo, tu madre tiene razón. No debemos incurrir en su ira, pero no sabemos qué clase de persona es. Bien podría ser un noble con buen corazón— Nicol bufo ante eso—. Despertara asustada y sin saber dónde está. Háblale de manera tranquila y amigable. Eres una chica sociable, podrás con esto. Incluso podrían acabar siendo amigas.
— O que te decapitar por habladora. Ya lo vi pasar.
— Amor…
— Querido…
— …
— …
— …Como decía, también deberás mantenerla en la casa hasta que encontremos una solución. Si no puedes evitar que saliera afuera, deberás protegerla— Nolan cambio su expresión a una sería y saco un cuchillo de su cinturón. Hizo parar a Enri y lo ocultó entre su camisa larga que le llegaba hasta las rodillas y el delantal, agarrado por la soga qué usa para sujetar la camisa a su cintura—. Algunas personas pueden ser cegadas por el odio e intentarla dañar. Tú debes impedírselos. Si ella es herida, todo el pueblo sufrirá las consecuencias... Perdón por hacerte crecer tan rápido.
Enri quería hablarle a su padre, confesarle que nunca haría eso, de usar un arma contra la gente que le dijeron que eran su familia; el pueblo era familia. Pero no era tonta. Entró en la adultez y estuvo comprendiendo cómo funciona el mundo. Nfirea ayudo a despejar muchas dudas. Con la poca resolución que pudo recoger, ella asintió.
— Enri, si ya terminaste con tu padre, ven a mi lado. Te enseñaré como quitar las partes podridas de la lechuga y pelar el tomate sin romperlo. Mañana tu tendrás que cocinarle al noble y debes saber cómo cocinar algo decente con estos ingredientes y no desperdiciarlos de paso.
— Si, madre, padre, cuenten conmigo.
— Mi pequeña, no dudo en que lo harás bien— dejo la seriedad y le entrego una sincera sonrisa. La gran y gentil mano de Nolan le acaricio la cabeza y sintió de verdad que todo estará bien.
En algún lugar de algún desierto de algún reino, un perro humanoide se despertaba. Lo que vio la confundió. Desde la cima de la duna, contemplo la enorme extensión de tierra y arena, kilómetros de esa. Observó su cuerpo, palmeo la armadura pesada, y comprobó la espada en su cintura y el escudo en su espalda.
La confusión paso a una reflexión que se convirtió en convicción. Sujeto una piedra del tamaño de un peto de guerra y usó sus garras para tazar líneas en la piedra. Al terminar, vio el dibujo de una joven hermosa devolviéndole la mirada. Complacida por su trabajo, clavo sus garras y arranco la imagen intacta. Parecía un retrato en la placa irregular de piedra.
Por el rabillo del ojo, captó los primeros rayos del amanecer. Sin otra indicación que seguir, camino hacia la luz. El resplandor del astro ilumino la marca de una abeja dorada en la pechera y el viento llevó las palabras de una nueva promesa.
