La cocina estaba sumida en un silencio incómodo, solo interrumpido por el leve zumbido del refrigerador. Sarah, con las manos temblorosas, se apoyaba en el borde de la mesa, intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir. Frank, su tío, la observaba desde el otro lado de la mesa, su rostro surcado de arrugas de preocupación.

-¡Deja de actuar como si fueras mi padre!-gritó Sarah de repente, rompiendo el silencio con una furia que no esperaba sentir-No lo eres, y nunca lo serás. ¡Así que para de intentar controlarme!-

Frank parpadeó, sorprendido por la intensidad de sus palabras. Tragó saliva y apartó la mirada, sus hombros hundiéndose un poco, como si de repente la carga de los años se hubiera vuelto más pesada-Solo intento ayudarte, Sarah-murmuró en voz baja, casi inaudible-No quiero que cometas los mismos errores que yo-

-¡Pero no soy tú!-replicó ella, sintiendo que su corazón latía con fuerza en su pecho-No tienes derecho a decidir por mí. ¡No eres mi padre, Frank!-

Las palabras golpearon a Frank como un puñetazo en el estómago. Bajó la cabeza, sus manos grandes y trabajadas apretando el borde de la mesa con fuerza-Lo sé-dijo finalmente, su voz quebrándose un poco-Nunca quise reemplazarlo. Solo... no quería que estuvieras sola-

Sarah sintió que la rabia se desvanecía, reemplazada por una tristeza profunda. Sabía que Frank no lo hacía por maldad, pero su constante intento de llenar el vacío dejado por su padre fallecido la estaba asfixiando-Frank..-empezó, pero no encontró las palabras correctas.

Frank se levantó lentamente, su figura pareciendo más pequeña de lo habitual-Lo siento, Sarah-dijo, su voz apenas un susurro-No volveré a interferir. Haré lo que me pidas-

Sin decir más, salió de la cocina, dejando a Sarah sola, con el peso de las palabras no dichas apretándole el pecho.

Frank caminaba por las aceras mojadas, las gotas de lluvia cayendo intermitentemente sobre su chaqueta desgastada. El cielo, cubierto por un manto gris plomizo, reflejaba el estado de su ánimo. Cada paso hacia la estación de tren parecía pesar más que el anterior, como si las palabras de Sarah se hubieran convertido en un lastre invisible que le costaba arrastrar.

El sonido del tráfico matutino y el murmullo de la ciudad en plena actividad apenas registraban en su mente. Pasó junto a la panadería de la esquina, donde el olor a pan recién hecho solía levantarle el ánimo, pero hoy ni siquiera lo notó. Lo único en lo que podía pensar era en la expresión de Sarah, en sus ojos llenos de una mezcla de ira y tristeza. Había intentado tanto ser un apoyo para ella, pero ahora se daba cuenta de que quizá había estado haciendo más daño que bien.

Al llegar a la estación, se detuvo un momento antes de entrar. El tren aún no había llegado, pero él ya se sentía exhausto. Miró su reloj, observando cómo los minutos pasaban, pero sin importar realmente. Su trabajo como operario en la fábrica le había dado una rutina, una estructura que pensaba que también podría ofrecer a Sarah, pero ahora se daba cuenta de que lo que ella necesitaba era algo que él no podía darle.

El tren llegó con su característico chirrido de frenos, y Frank subió sin pensar, dejándose llevar por la corriente de gente que lo empujaba hacia adelante. Encontró un asiento junto a la ventana y se dejó caer pesadamente, apoyando la frente en el vidrio frío. Las gotas de lluvia se deslizaban lentamente por el cristal, dibujando caminos que Frank seguía con la mirada, perdido en sus pensamientos.

Mientras el tren avanzaba, el paisaje urbano comenzó a desdibujarse en un borrón de grises y verdes. Frank cerró los ojos por un momento, recordando cómo solía llevar a Sarah al parque cuando era pequeña, cómo ella reía y corría entre los árboles mientras él la observaba desde un banco, sintiéndose útil, necesario. ¿Cuándo fue que todo cambió? ¿Cuándo dejó de ser el tío protector y se convirtió en alguien a quien ella rechazaba?

El tren comenzó a desacelerar al acercarse a su parada. Frank abrió los ojos y suspiró, enderezándose en su asiento. Mientras el tren se detenía, se obligó a apartar los pensamientos de Sarah y a enfocarse en el día que tenía por delante. Sabía que no podía cambiar lo que había pasado esa mañana, pero también sabía que tenía que encontrar una manera de arreglar las cosas. No podía perder a Sarah, no después de todo lo que habían pasado juntos.

Frank se levantó y se dirigió a la puerta del tren. Al salir a la plataforma, respiró hondo, llenándose los pulmones con el aire frío de la mañana. El día seguía gris, pero había una ligera ruptura en las nubes que dejaba entrever un trozo de cielo azul. Quizás, pensó Frank, aún había esperanza.

Se ajustó la chaqueta y comenzó a caminar hacia la fábrica, decidido a encontrar una manera de reparar su relación con Sarah. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesto a intentarlo, una y otra vez, si era necesario.

Pasaron las horas.

Las luces de la fábrica parpadearon una última vez mientras Frank salía por la puerta principal, dejando atrás el ruido de las máquinas y el bullicio de los trabajadores. Sentía los hombros tensos y el cuerpo pesado, como si el peso de la jornada se sumara al peso emocional que había estado cargando todo el día. Caminó lentamente hacia su casa, sus pensamientos volviendo una y otra vez a la conversación con Sarah de esa mañana.

Al llegar a la puerta de su casa, apenas tuvo tiempo de sacar las llaves cuando Mike, su pastor alemán, ya estaba al otro lado, rascando la puerta con entusiasmo. Cuando Frank finalmente la abrió, fue recibido por un torbellino de energía y alegría. Mike saltó hacia él, moviendo la cola con fuerza, como si quisiera borrar cualquier rastro de cansancio o tristeza en su dueño.

Frank se agachó para acariciar al perro, sintiendo por primera vez en todo el día un pequeño alivio-Hola, viejo amigo-murmuró mientras pasaba sus manos por el espeso pelaje de Mike. El perro le lamió la cara en respuesta, su calidez ayudando a disipar un poco de la melancolía que Frank llevaba dentro.

Con Mike pegado a sus talones, Frank entró en la casa, cerrando la puerta tras de sí. El silencio que le recibió fue diferente al de la mañana: no era incómodo, sino lleno de una expectativa silenciosa. Dejó su chaqueta en el perchero y se dirigió a la cocina, donde esperaba encontrar algo rápido de comer antes de que el cansancio lo venciera.

Sin embargo, cuando llegó a la cocina, encontró a Sarah allí, de pie junto a la mesa. Parecía haber estado esperando su regreso, pero no de la forma habitual. Su postura estaba rígida, pero sus ojos, cuando se encontraron con los de Frank, revelaban una mezcla de emociones: pena, remordimiento y algo más que Frank no pudo descifrar de inmediato.

-¿Cómo fue tu día?-preguntó Sarah, su voz suave, pero con un tono que delataba su estado emocional. No era una pregunta casual; había algo más detrás de esas palabras.

Frank se quedó quieto por un momento, sorprendido por la pregunta. No estaba seguro de qué esperar después de la explosión de esa mañana, pero definitivamente no esperaba esa muestra de preocupación.

-Largo-respondió Frank con sinceridad, dejando escapar un suspiro mientras se apoyaba en el borde de la mesa-Pero no tan malo como podría haber sido-Trató de sonreír, pero fue una mueca débil.

Sarah bajó la mirada, sus dedos jugando nerviosamente con el borde de su suéter-Frank… yo…-comenzó, pero su voz se quebró un poco. Respiró hondo antes de continuar-Lo siento por lo que dije esta mañana. No quise hacerte sentir mal. Es solo que… no sé cómo manejar todo esto-

Frank la observó en silencio por un momento, viendo la lucha interna que reflejaba su rostro. El cansancio que había sentido todo el día empezó a desvanecerse, reemplazado por un profundo deseo de hacer las paces.

-Sarah-dijo suavemente, dando un paso hacia ella-No tienes que disculparte. Sé que todo esto ha sido difícil para ti. Y sé que, a veces, trato demasiado de… de ocupar un lugar que no me corresponde-Se detuvo, buscando las palabras correctas-Pero quiero que sepas que solo lo hago porque me importas, porque no quiero que estés sola-

Sarah asintió lentamente, mordiéndose el labio mientras intentaba contener las lágrimas que amenazaban con salir-Lo sé-susurró-Y te lo agradezco, de verdad. Es solo que a veces… es difícil. Pero no quiero que pienses que no te valoro, porque lo hago. Mucho-

Frank sintió un nudo en la garganta, pero logró sonreír esta vez, una sonrisa sincera-Vamos a estar bien, Sarah-dijo, extendiendo una mano para tocar suavemente su brazo-Podemos superar esto, juntos-

Sarah levantó la vista, encontrando la mirada de Frank, y asintió de nuevo, más firme esta vez-Sí, juntos-

Mike, que había estado observando en silencio, decidió que ya era suficiente de emociones fuertes y se acercó para meter su hocico entre ellos, exigiendo atención. Sarah rió entre lágrimas y acarició la cabeza del perro, mientras Frank soltaba una carcajada suave.

Por un momento, el dolor y la incomodidad del día se desvanecieron, reemplazados por un sentimiento de unión. Frank sabía que aún había desafíos por delante, pero en ese instante, se sintió más esperanzado que en mucho tiempo.

Después de la conversación en la cocina, Sarah subió a su cuarto, dejando a Frank con Mike a sus pies, mientras se dirigía al pequeño escritorio donde solía hacer su tarea. Aunque la charla con su tío la había dejado con una sensación de alivio, todavía tenía mucho en qué pensar. Sin embargo, por ahora, debía concentrarse en los deberes que había dejado para última hora.

Frank, por su parte, se quedó un momento en la cocina, observando la silla donde Sarah había estado sentada. A pesar de que había sido un día difícil, sentía que habían dado un paso importante. Aunque los problemas no estaban completamente resueltos, al menos habían abierto un canal de comunicación que antes no existía.

Con un suspiro, se puso en marcha para terminar algunos asuntos pendientes antes de cenar. Primero, revisó las facturas que había dejado en la mesita del salón. El sobre de la cuenta de la electricidad estaba encima del montón, y mientras lo abría, se dio cuenta de que había pasado casi una semana sin atender las cuentas. Sentado en el viejo sofá, con Mike acurrucado a su lado, Frank sacó la calculadora y empezó a sumar los números, asegurándose de que todo estuviera en orden.

A medida que pasaban los minutos, la casa se llenó de los ruidos cotidianos: el rascar de la pluma de Frank contra el papel, el suave ronquido de Mike, y el ocasional crujido del suelo bajo los pies de Sarah mientras se movía en su cuarto. Este ambiente tranquilo contrastaba con la tensión de la mañana, y Frank se permitió disfrutar de ese momento de paz.

Después de terminar con las facturas, Frank revisó rápidamente su correo electrónico en el ordenador viejo que tenía en un rincón del salón. Aunque su trabajo en la fábrica no requería mucha correspondencia digital, había algunas cosas relacionadas con la comunidad local que pertenecía que necesitaba revisar. Al responder a los mensajes y planear algunas actividades futuras, encontró un pequeño refugio en la rutina.

Finalmente, Frank se levantó del escritorio y miró el reloj: las agujas marcaban casi las siete de la tarde. Era hora de empezar a preparar la cena. No era un chef experto, pero sabía hacer unas cuantas comidas sencillas que Sarah disfrutaba. Decidió preparar una sopa caliente y un par de sándwiches, algo ligero pero reconfortante para cerrar el día.

Mientras se movía por la cocina, cortando los vegetales y calentando el caldo, sus pensamientos volvían a Sarah. Sabía que ella era fuerte, pero también sabía lo frágil que podía ser la relación entre ellos si no la manejaba con cuidado. Había cometido errores, claro, pero estaba decidido a hacer todo lo posible para asegurarse de que Sarah supiera que no estaba sola.

La sopa comenzó a hervir, llenando la cocina con un aroma acogedor. Mike, siempre al acecho de algo que cayera al suelo, se sentó a su lado, observando cada movimiento de Frank con ojos atentos.

Unos minutos más tarde, Sarah bajó las escaleras, atraída por el olor de la comida. Se asomó a la cocina, sus libros de texto todavía en la mano-¿Necesitas ayuda?-preguntó, con un tono que sugería que quería hacer más que simplemente cenar.

Frank miró a su sobrina y sonrió, sintiendo una calidez en su pecho-Claro, puedes poner la mesa. La cena estará lista en un momento-

Sarah dejó sus libros en la mesa del comedor y comenzó a sacar los platos y cubiertos. Trabajaron en silencio, pero esta vez, no había tensión, solo una sensación de compañía tranquila.

Cuando finalmente se sentaron a la mesa, Frank sirvió la sopa caliente y los sándwiches recién hechos. Ambos comieron en paz, compartiendo un par de comentarios sobre su día, pero sin necesidad de profundizar en los temas difíciles. A veces, el simple acto de estar juntos en la misma habitación, compartiendo una comida, era todo lo que necesitaban.

Después de la cena, Frank recogió los platos y los llevó al fregadero-Ve a descansar, Sarah. Yo me encargo de esto-dijo con un tono suave pero firme.

Sarah asintió-Gracias, Frank-respondió antes de dirigirse hacia su habitación-Buenas noches-

-Buenas noches, Sarah-contestó Frank, observando cómo su sobrina subía las escaleras.

Con Mike todavía a su lado, Frank lavó los platos, dejando la cocina limpia y ordenada para el día siguiente. El día había sido largo y complicado, pero terminarlo de esta manera, con una pequeña victoria, le daba una sensación de logro. Al apagar las luces de la cocina y dirigirse a su habitación, se sintió cansado pero en paz, listo para enfrentar un nuevo día con la esperanza de que, poco a poco, las cosas mejorarían.

La casa estaba en silencio, salvo por el suave murmullo del viento afuera y el ocasional crujido de las viejas vigas. Frank dormía profundamente, su mente finalmente en paz después de un día cargado de emociones. Pero esa calma fue interrumpida abruptamente cuando sintió algo pesado sobre su pecho. Abrió los ojos con un sobresalto y vio a Mike, mirándolo fijamente, con una intensidad inusual.

-¿Qué pasa, muchacho?-murmuró Frank, frotándose los ojos mientras se incorporaba lentamente. Pero Mike no se movió; en cambio, gruñó suavemente, dirigiendo su atención hacia la ventana que daba al jardín. Algo no estaba bien.

Frank se levantó, alerta ahora, y caminó hacia la ventana. Apartó ligeramente la cortina y vio algo que le hizo detenerse en seco: en la penumbra del jardín, un grupo de figuras se movía lentamente, como si estuvieran desorientadas. La luna, escondida entre nubes, apenas iluminaba sus formas.

Sin perder tiempo, Frank abrió el cajón de su mesita de noche y sacó su vieja pistola, que mantenía allí más por costumbre que por necesidad. Asegurándose de que estaba cargada, se la colocó en la cintura, y luego se dirigió hacia la puerta trasera, con Mike siguiéndolo de cerca, sin apartar la vista del jardín.

Cuando salió al aire frío de la madrugada, Frank pudo distinguir a seis jóvenes, todas ellas claramente confundidas, las chicas se giraron hacia él visiblemente asustadas, algunas dando un paso atrás. Frank levantó una mano en señal de paz, dudando por un momento. Algo en la manera en que se movían y en sus expresiones le hizo bajar la guardia. Estas chicas no eran una amenaza; estaban perdidas, asustadas y claramente fuera de lugar.

-¿Están bien?-preguntó, su voz baja pero firme, intentando no sonar intimidante.

Una de ellas, una joven con un cabello oscuro con mechones rosados y vestida con lo que parecía ser una chaqueta ligeramente rasgada, fue la primera en hablar-No… no estamos seguras de dónde estamos-dijo, su voz temblando ligeramente-Solo… aparecimos aquí. No entendemos cómo-

Frank frunció el ceño, confuso por su respuesta, pero la preocupación se impuso rápidamente. El aire frío de la noche estaba calando, y ellas vestían ropas poco adecuadas para el clima.

-Esperen aquí un momento-dijo, y rápidamente se dio la vuelta, volviendo a la casa. Corrió hacia el armario de la entrada, donde guardaba algunas cobijas adicionales. Regresó al jardín con los brazos llenos de mantas, que comenzó a repartir entre las chicas.

-Cúbranse con esto. Está haciendo mucho frío-les dijo, viendo cómo cada una tomaba una cobija con una mezcla de alivio y gratitud.

-Gracias, señor-dijo otra de las chicas, una rubia con un sombrero de vaquero y un aire de fortaleza que apenas disimulaba el miedo en su voz.

Frank asintió, pero no pudo evitar preguntarse quiénes eran y cómo habían llegado allí. Decidió empezar por lo más básico-¿Cómo se llaman?-

La joven con el cabello oscuro fue la primera en responder-Me llamo Twilight Sparkle-

La chica con el sombrero siguió-Soy Applejack-

Una joven elegante, con cabello rizado y una postura regia, se presentó como Rarity.

-Rainbow Dash-dijo la siguiente, una chica con una actitud desafiante, pero cuyos ojos delataban su incertidumbre.

La quinta, una chica de cabello esponjado y rosa, respondió con una sonrisa forzada-Pinkie Pie-

Finalmente, la última, una joven que había estado parcialmente escondida detrás de las otras, susurró-Fluttershy-apenas audible.

Frank se quedó en silencio por un momento, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Estos nombres no eran comunes, y había algo en la forma en que se presentaban que lo hizo dudar aún más sobre la situación.

-Está bien-dijo finalmente, decidiendo que las preguntas podían esperar-Lo importante ahora es que entren y se pongan a salvo. Ya veremos cómo resolver esto en la mañana-

Las chicas intercambiaron miradas entre ellas, como si discutieran silenciosamente si confiar en él o no. Pero el frío y el cansancio parecían ser más fuertes, y finalmente asintieron.

Frank las condujo dentro de la casa, Mike siempre cerca, observando con atención cada movimiento. Mientras ellas entraban en el cálido resguardo de la sala, Frank no pudo evitar sentirse extrañamente protector con ellas, como si una parte de él ya supiera que su vida estaba a punto de cambiar de una manera que nunca habría imaginado.

El calor de la casa envolvió a las chicas en cuanto entraron, y Frank rápidamente las condujo a la sala de estar. Apagó las luces más fuertes, dejando solo la lámpara de la esquina encendida para crear un ambiente más acogedor. Las chicas, todavía envueltas en las cobijas, se sentaron en el sofá y las sillas, mirando a su alrededor con una mezcla de curiosidad y cautela.

Frank se aclaró la garganta, aún intentando comprender la extraña situación en la que se encontraba-Mi nombre es Frank-comenzó, tratando de sonar calmado y seguro-Este es Mike-añadió, señalando al perro, que había seguido a las chicas a la sala-Y esa es mi sobrina, Sarah-dijo justo cuando escuchó pasos en las escaleras.

Sarah apareció en la puerta de la sala, aún en pijama, sus ojos llenos de confusión y preocupación-Frank, ¿qué está pasando? ¿Quiénes son ellas?-preguntó, mirando a las seis desconocidas sentadas en su sala.

Frank levantó una mano para calmarla, aunque en realidad no tenía una respuesta clara-Sarah, es una larga historia… que aún no entiendo del todo-admitió, pasando una mano por su cabello gris-Las encontré afuera, en el jardín. Están perdidas y… necesitan nuestra ayuda-

Sarah miró a su tío con escepticismo, pero su mirada se suavizó cuando vio la preocupación en sus ojos. Aunque la situación era extraña, conocía a Frank lo suficiente como para confiar en su juicio.

-Está bien-dijo finalmente-Pero, ¿qué hacemos ahora?-

Frank pensó por un momento y luego respondió: -Lo primero es asegurarnos de que estén cómodas. ¿Puedes buscarles algo de ropa para cambiarse? Deben estar congeladas-

Sarah asintió, aún perpleja, y subió de nuevo las escaleras para buscar ropa. Mientras tanto, Frank se volvió hacia las chicas, que parecían más relajadas ahora que estaban dentro de la casa, aunque todavía había una sombra de confusión en sus rostros.

-Lo siento si esto es incómodo para ustedes-dijo Frank, rascándose la barbilla-No sé qué está pasando, pero prometo que haré todo lo posible para ayudarlas-

Twilight, que parecía ser la líder del grupo, le dirigió una pequeña sonrisa-Gracias, Frank. Sabemos que esto debe ser tan extraño para ti como lo es para nosotras-

Antes de que Frank pudiera responder, Mike se levantó y caminó hacia el grupo de chicas, moviendo la cola con entusiasmo. Sin dudarlo, Pinkie Pie se agachó y comenzó a acariciarlo, lo que provocó que Mike se desplomara de lado, feliz de recibir tantas caricias. Fluttershy, que parecía haber encontrado un poco de valor, también se acercó tímidamente y comenzó a rascar detrás de las orejas de Mike, quien cerró los ojos, disfrutando de toda la atención.

Frank observó la escena con una mezcla de asombro y alivio. Ver a Mike, un perro normalmente reservado con extraños, tan cómodo con estas chicas, lo hizo sentir un poco más seguro de su decisión de ayudarlas. Había algo en ellas, algo especial, aunque no podía poner el dedo exactamente en qué era.

En ese momento, Sarah regresó con una pila de ropa en los brazos: su propia ropa y algunas prendas más grandes de Frank que podrían servirles-Aquí tienen-dijo, entregándoles la ropa con una sonrisa amable, aunque su confusión seguía siendo evidente-Sé que no es mucho, pero debería ayudarles a entrar en calor-

Las chicas aceptaron las prendas agradecidas, y una a una comenzaron a vestirse con la ropa seca y cómoda. A medida que se cambiaban, el ambiente en la sala se volvió más relajado, casi acogedor. Las chicas se rieron suavemente al notar lo grandes que les quedaban las camisetas de Frank, y Sarah, aunque todavía desconcertada, no pudo evitar sonreír ante la escena.

Cuando todas estuvieron vestidas con ropa seca, se acomodaron nuevamente en el sofá y las sillas. Mike, completamente conquistado por sus nuevas amigas, se acomodó en el suelo junto a ellas, su cola moviéndose lentamente de un lado a otro mientras seguía disfrutando de las caricias.

Sarah, todavía tratando de entender la situación, se sentó en el borde de una silla, mirando a Frank en busca de alguna explicación-¿Qué vamos a hacer con ellas, Frank?-

Frank se sentó en una silla frente al grupo, mirándolas una por una-Primero, creo que necesitamos descansar. Todos hemos tenido una noche larga. Mañana por la mañana, intentaremos descubrir qué está pasando y cómo podemos ayudarlas. Lo importante ahora es que están seguras-

Twilight asintió en nombre de todas, su expresión tranquila pero agradecida-Gracias, Frank. De verdad, gracias a ambos-

Sarah asintió, un poco más tranquila ahora-No hay problema. Pero… todavía tengo tantas preguntas-admitió, mirando a las chicas con curiosidad.

-Yo también, Sarah-respondió Frank con una leve sonrisa-Pero supongo que algunas respuestas tendrán que esperar hasta mañana-

Con un último intercambio de miradas, decidieron que lo mejor sería que las chicas se acomodaran en la sala para pasar la noche. Frank trajo más mantas y almohadas, y Sarah ayudó a cada una a encontrar un lugar cómodo para dormir. Pronto, la casa volvió a sumirse en el silencio, interrumpido solo por los suaves ronquidos de Mike y el ocasional susurro de las chicas antes de que finalmente se quedaran dormidas.

Frank y Sarah se retiraron a sus habitaciones, aunque ambos sabían que sería difícil dormir después de una noche tan extraña. Pero había algo en el aire, algo que sugería que, aunque no entendían lo que estaba sucediendo, estaban haciendo lo correcto.

Mientras Frank se acomodaba en su cama, escuchó el leve sonido de la respiración rítmica de Mike desde la sala. Con una última mirada hacia la puerta, Frank cerró los ojos, esperando que el sueño lo encontrara, aunque una parte de él sabía que la verdadera aventura apenas comenzaba.