PARTE 22 Cuestión de Confianza

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Para los jóvenes alumnos fue difícil darle muerte a los primeros pobladores que los atacaron, claramente estaban fuera de sí, pero los alumnos sabían que era lo único que podían hacer por ellos. No escuchaban razones y además tenían una pesada esencia que Hubert reconoció de inmediato pero de la que informó sólo lo necesario: era la misma energía oscura que percibió en el fuerte donde encontraron a Monica, durante la primera misión de las Águilas Negras.

Las Serpientes de las Tinieblas tenían algo que ver con ese desastre, podía asegurarlo.

"Hay magos oscuros, profesor Hanneman, su energía es pesada. Debemos estar atentos, puedo percibirlos cerca", advirtió Hubert al mago. No agregó que la energía era la misma que percibieron en el fuerte donde tenían capturada a Monica, dudaba mucho que la Arzobispa compartiera esa información con el profesor Hanneman y la profesora Manuela. A todos les ordenaron guardar silencio luego del rescate.

Los batallones que llevaban consigo se encargaban de ayudar a evacuar a las personas que estaban atrapadas entre los escombros de las casas derrumbadas. También se llevaban los cuerpos de aquellos que ya estaban muertos. El escenario completo era desalentador, pero la fiereza salvaje de los aldeanos enloquecidos no les dejaba mucho espacio a los jóvenes para pensar.

Hubert estaba bajo la guía del profesor Hanneman junto con Dimitri, Felix, Mercedes y Caspar. Así fue como los acomodó la profesora Byleth, era importante que tuvieran a una sanadora en cada equipo, además de una fuerza de ataque poderosa. Con Caspar, el príncipe y con Felix bastaba para cubrir esa parte, mientras que Mercedes sin duda era una sanadora muy capaz de darle primeros auxilios a las víctimas en estado crítico antes de ponerlas a salvo. Para ataques a medio y largo rango estaban Hanneman y el mismo Hubert. Al joven Vestra siempre lo sorprendía la capacidad de organización y mando del Azote Sombrío.

Hanneman asintió a la advertencia de Hubert, estaba al medio del grupo cubriendo a los alumnos con sus ataques de fuego y rayo para que ellos pudieran pelear contra los descontrolados aldeanos, Mercedes estaba su lado con el arco en sus manos, pero desde sus primeros flechazos a las rodillas y pies notó que los aldeanos no se detenían, así se arrastraran, iban directo a atacar lo que tuvieran enfrente. Estaban totalmente fuera de sí.

"¡No se separen mucho!" Indicó el académico al príncipe y al espadachín. "¡Avancemos juntos y manténganse atentos!"

"¡Entendido!" Respondió Dimitri mientras peleaba al lado de Felix. Independientemente de la terrible situación a la que se estaban enfrentando, el príncipe se sentía feliz de poder pelear una vez más al lado de Felix. Se cubrían las espaldas mutuamente y su ataque y defensa se complementaban, Dimitri era quien defendía con ayuda de su pesada lanza, Felix y su veloz espada eran quienes le daban una muerte rápida a sus enemigos.

"¡Ahí! ¡Vamos!" Exclamó Felix al ver que unos niños estaban siendo acorralados por un par de aldeanos fuera de control. El grupo se movilizó y un amplio golpe de Dimitri con su lanza bastó para alejar a los atacantes. La prioridad era salvar lo que pudieran salvar.

"¡Joven Dimitri, pon a esos pequeños a salvo!" Ordenó Hanneman.

El príncipe levantó a los niños cuidadosamente entre sus enormes brazos con delicadeza, pese a las prisas procuraba no ser brusco; podía sentir cómo los niños lloraban contra su pecho y eso movió algo dentro del príncipe. Normalmente estaría atacando sin dudarlo a los aldeanos, pasaría de largo a los heridos y se centraría en acabar con la amenaza… Pero ahora se enfocaba en defender como la profesora Byleth le estaba enseñando, tener a esos niños en sus brazos le hizo pensar en que, si nadie estuvo ese día para él para abrazarlo y decirle que todo estaba bien, entonces él sería quién daría sus brazos para defender, no para atacar. El incendio y la muerte a su alrededor normalmente habría disparado sus recuerdos de aquella noche donde perdió a su padre, recuerdos que lo volverían el Cernícalo que Felix tanto odiaba… Pero en lugar de ello, Dimitri estaba concentrado en su trabajo, en salvar a los vivos en lugar de pensar en los muertos.

Felix sonrió por lo bajo al ver a su amigo enfocado en lo que pasaba a su alrededor y no en las voces en su cabeza.

Parte de los mercenarios de Berling se encontraban en las afueras de la villa, evitaban que los enloquecidos aldeanos trataran de escapar y también tenían por trabajo atender y mantener a los sobrevivientes a salvo. A ellos también les pesaba atacar a personas que conocían, pero esas personas no los reconocían a ellos y atacaban a matar y sin pensar.

Por su lado, el equipo liderado por Manuela era testigo por primera vez de las capacidades combativas de la ex-diva de Mittelfrank, podría no tener dotes de mando pero se las arreglaba para mantener a su equipo bajo control, gajes de ser una demandante diva del escenario. Con su espada mágica en manos, Manuela ayudaba con ataques a medio y corto alcance para incapacitar aunque fuera de manera momentánea a los enloquecidos aldeanos, mientras Raphael y Ferdinand se encargaban de rescatar a todas las personas que pudieran, ellos eran lo suficientemente grandes y fuertes para llevarse a los heridos con los mercenarios de Berling. Marianne se encargaba de darle primeros auxilios a quienes lo necesitaran. Dorothea y Claude ayudaban a la profesora con el ataque mientras que el último del equipo, Lindhart, curaba a los combatientes. Todo lo que los rodeaba era demasiado para los jóvenes estudiantes, pero la firmeza y seriedad de Manuela los ayudaba mucho.

"Podrás vomitar todo lo que quieras cuando acabemos aquí", le dijo Manuela a Lindhart al verlo palidecer luego de atender a una víctima que se protegió de las mordidas de su vecino con los brazos, sus brazos sangraban de manera copiosa. No sólo era sangre lo que los rodeaba, también el aroma a carne humana quemada y una pesada sensación en el aire que, la cantante sabía, los más adeptos a la magia podían percibir y resentir. "Aguanta un poco más, cariño, pronto terminará todo".

"Entendido", dijo un pálido pero agradecido Lindhart. Un hondo respiro después, regresó a su trabajo, ya después podría desmayarse si quería.

"¡No se alejen mucho, ataquen y defiendan juntos!" Ordenó Manuela repitiendo las indicaciones de Byleth, la seguridad de las personas era prioritaria. Al ver que unos aldeanos enloquecidos salían desde las mismas llamas para atacar a Ferdinand por un costado, "¡Dorothea, conmigo!" Bastó que la excantante blandiera su espada para que un rayo cayera sobre uno de los atacantes.

Dorothea atacó con sus propios rayos a la par de su mentora, internamente no podía esperar a manejar un arma similar a la que Manuela blandía. Para la joven cantante lo importante era salvar a las personas y, por fortuna, los fortachones que traían en el equipo ayudaban a sacar a las víctimas a salir de los escombros de las casas derrumbadas por el fuego.

Los equipos liderados por Hanneman y Manuela hacían su trabajo en las zonas aledañas de la aldea, en el centro era donde se concentraban muchos de los aldeanos afectados por cualquiera fuera el mal que los había enloquecido.

El equipo de Byleth era quien se encargaba del desastre del centro de Remire, ahí era donde necesitaba a las alumnas más veloces, por eso llevaba a Shez y a Petra. Edelgard podía resistir bien con su mejorada defensa ayudada de su nueva y enorme hacha, Monica cubría a Shez y a Petra con sus poderosos hechizos mientras Bernadetta estaba cerca de Edelgard y trataba, sin éxito, de detener sin matar a los aldeanos enloquecidos. Los intentos de hacerlos entrar en razón fueron infructuosos, no hubo hechizo sanador que pudiera ayudarlos.

Matarlos era la única manera de terminar con su desgracia. La misma Berling junto con sus mejores elementos marchaban detrás del grupo de Byleth para ayudar con el combate. Era complicado no sentir pena por esas personas.

"En un momento te liberaremos", dijo Edelgard con voz firme a una mujer junto con su hijo que estaban debajo de los pesados maderos de su propia casa, el fuego seguía avanzando peligrosamente hacia ellos. Usando su fuerza superior y con la ayuda de un par de elementos de su batallón, hubo suficiente espacio para sacar a la mujer y al niño.

Monica se apresuró a curar solamente las heridas que sangraban antes de enviarlos con los mercenarios a las afueras de la villa. "Listo, Lady Edelgard".

"Buen trabajo, sigamos", dijo Edelgard mientras el grupo se movía junto, ¡todo era un desastre! Un mal presentimiento la hacía sentir el pecho pesado. No era normal que la gente enloqueciera de la nada en cuestión de horas, los supervivientes les contaron que esa misma mañana todo estaba bien, algunos reportaron haber visto una bruma oscura que confundieron con humo.

Y ahora medio Remire estaba destruido y el resto en llamas, llamas que una porción de los mercenarios trataban de apagar con tierra y agua de las pozas locales.

Byleth aún trataba de hacer entrar en razón a uno de los habitantes, el agradable dueño de la taberna. Lo tenía contra el suelo, aplicaba su poder curativo en él, pero el hombre estaba rabioso, clamaba por muerte y destrucción mientras trataba de girar su cabeza para morderla. Byleth cerró los ojos antes de romperle el cuello al anciano para terminar con su desgracia.

"Hey", Shez se acercó a ella. Al reconocer al sonriente tabernero que siempre los recibía con alegría, la joven mercenaria maldijo al aire y pateó unos trozos de madera.

"Descubramos quiénes han provocado esto…"

"Puedo sentir magia oscura, profe", avisó Shez. "Es igual a la sensación que daban los magos oscuros que tenían secuestrada a Monica". Gracias a los entrenamientos con el profesor Hanneman su percepción mágica estaba mejorando mucho. Lo único que le daba tristeza era que ese poder le estaba ayudando en tan terrible escenario. "Seguramente Hubert debió reconocer esto también. Da escalofríos…"

Las Serpientes… Pensó Byleth con el ceño fruncido. "Es posible que los culpables sigan cerca, sigamos avanzando. Si percibes esa sensación más clara, avísame, Shez".

"A la orden".

El grupo siguió avanzando hasta llegar a la parte norte de la villa. El paso fue complicado debido a la densa arboleda que rodeaba los graneros y molinos. Y justo ahí los tres grupos se encontraron. Ya habían salvado a todas las personas vivas que pudieron. A saber a cuantos más tuvieron que matar para lograrlo, ninguno de ellos se notaba contento.

"Puedo sentir con más claridad la energía oscura cerca de los molinos", avisó Hubert. Conocía esa sensación, era terrible y, lo peor, sabía que pertenecía a alguien con mucho poder dentro del grupo de las Serpientes de las Tinieblas.

Antes de poder decidir lo que harían a continuación, alguien con apariencia de mago apareció acompañado de una escolta de guerreros de poderosa apariencia y grisácea piel.

"El experimento fue todo un éxito", dijo el mago con una sonrisa asquerosa. "Los insectos de ésta triste villa demostraron algo de utilidad en mi investigación".

Al verlo, Monica sintió que un desagradable escalofrío la recorría de cuerpo entero, se puso a temblar sin querer y se sujetó del brazo de su princesa. "Es Solon", avisó Monica en baja voz.

Edelgard sintió su furia crecer… ¡Esos monstruos destruyeron la villa! No tenían nada bueno planeado porque no hacían las cosas si no tenían un propósito en específico. Algo tenían entre manos… Algo peligroso.

"¡Pagarás por lo que le has hecho a éstas personas!" Clamó Byleth con el ceño fruncido y los puños apretados. La ira dentro de su pecho crecía por culpa de esa cruel y burlona sonrisa en el rostro de ese horrible mago. "¡La gente de Remire era inocente!"

"Oh, Azote Sombrío, para nosotros todos ustedes son igual de insignificantes, pudo ser éste pueblo o cualquier otro", sonrió de manera cruel. "Me temo que mis asuntos aquí han terminado, ya conseguí lo que quería, por lo que no creo que…" Pero Solon no tuvo oportunidad de decir más, apenas si percibió cuando la mercenaria sacó su arco y le disparó una flecha que le dio justo en la rodilla. El Agarthano lanzó un grito de dolor mientras caía sentado al suelo, su escolta rápidamente lo cubrió, ellos tampoco se dieron cuenta de lo sucedido. "¡Aaaah! ¡Grrr! ¡Maldito insecto!"

"¡No fallé, monstruo, si te mato no podrás hablar!" Advirtió Byleth, ya tenía preparada otra flecha. "¡¿Qué fue lo que le hiciste a ésta gente?!" La mercenaria no lo percataba, pero su voz había perdido la calma de costumbre, sonaba furiosa y todos lo notaron.

"¡Eso no es de tu incumbencia, insecto!" Respondió un furioso Solon. "¡Ellos ya han servido su propósito, es todo lo que mereces saber!"

Byleth apretó los dientes, no iba a sacar más información de ese sujeto y estaban a una distancia considerable como para atacarlo. Sus siguientes flechas ya no los tomarían por sorpresa, sólo le quedaba el plan de reserva. "¡Hanneman!"

El mago rápidamente invocó uno de sus hechizos de largo alcance más poderoso, lo hizo entre murmullos con el propósito de sorprender a esos criminales. Durante el apresurado viaje a Remire pensaron en esa estrategia en caso de ser necesario. Lamentablemente lo fue.

Solon y su escolta miraron a los alrededores en confusión al ver que no pasaba nada… Y entonces lo escucharon, un sonido pesado que hizo zumbar los oídos de todos los presentes. Los alumnos y los batallones mercenarios vieron con sorpresa cómo una enorme roca pareció aparecer de la nada y caía a gran velocidad, desde las alturas, sobre el mago oscuro y su escolta. Era el hechizo de Meteoro, magia que sólo magos avanzados podían usar.

La enorme roca hizo un daño importante en el grupo, un par de esos guerreros murieron al instante al ser aplastados por la roca, mientras que Solon y sus guardianes restantes quedaron malheridos.

Aprovechando el ataque de Hanneman, Byleth corrió tan rápido como pudo hacia los malvados, no sin antes encomendar a Manuela la seguridad de los estudiantes. Sorteando los árboles y tupidos arbustos, pues los caminos hacia esa parte estaban bloqueados por escombros e intenso fuego, la mercenaria llegó hasta el grupo herido y con su espada acabó con un par de guardianes. Sólo quedaba un hombre lo suficientemente entero para proteger a Solon, y bastante habilidoso para mantener a Byleth a raya el tiempo suficiente.

"¡Maldita bestia!" Bufó el mago oscuro y lanzó su hechizo de Banshee hacia Byleth, que nada pudo hacer para evitarlo. "¡Dile a ese monstruo al que llamas Arzobispa que pronto la haremos pagar por todo lo que nos ha hecho! ¡Dile que Solon le manda saludos!" Dejando a su guardián a su suerte y aprovechando que la mercenaria estaba tirada, un malherido Solon escapó usando su hechizo de portales.

Antes de que el guardián restante pudiera atacar a una debilitada Byleth, una flecha llegó desde la distancia, una flecha de Bernadetta que se clavó entre ceja y ceja del guardián restante y lo hizo caer sin vida al suelo.

Byleth lanzó un grito de furia que sorprendió a sus alumnos, para varios de ellos era normal que estuviera molesta por lo sucedido en Remire. Y Byleth no fue la única en demostrar su enojo, Shez lanzó un par de maldiciones al aire mientras se quedaba en cuclillas, su fuerza la abandonó por unos segundos, necesitaba recuperar el aire.

"¡Revisen que no haya gente atrapada en ésta zona!" Ordenó Byleth mientras se ponía en pie, le dolía el cuerpo y le sangraba la nariz, ese ataque fue bastante duro, ese mago era peligroso.

Manuela se apresuró a ir a revisar a Byleth mientras los alumnos y los mercenarios revisaban por la zona en busca de supervivientes, pero conforme avanzaban sólo encontraban a más caídos que necesitaban ser enterrados con dignidad, los incendios restantes debían ser apagados. El trabajo del grupo incluía hacer un recuento de los daños totales para su reporte.

"Esa magia es demasiado agresiva, debo curarte, cariño", dijo Manuela mientras hacía que Byleth se sentara sobre unas rocas que antes formaban parte de un muro de soporte. Podía sentir a la joven mercenaria temblar, parte por culpa del dolor, parte la furia que seguramente la tenía con la sangre hirviendo.

"Tengo que ir a ayudar", insistió la joven profesora tratando de ponerse en pie de nuevo.

"Byleth", Manuela la sostuvo por los hombros con firmeza y volvió a sentarla, podía sentir su cuerpo tenso, además estaba afiebrada, culpa de ese violento hechizo. Mención aparte, le sorprendía la resistencia mágica de la joven mercenaria, a pesar de no ser muy versada en la magia como lo podría ser ella misma, cualquier persona normal hubiera caído fulminada y sin vida al suelo con el ataque que recibió. "Necesitas tu fuerza completa y tu cuerpo sano", la obligó a quedarse sentada. "Cuando terminemos aquí podrás desquitar toda la furia de tu cuerpo. Los alumnos te necesitan, componte".

Byleth asintió y se dejó curar mientras sus alumnos y los mercenarios seguían sus indicaciones.

Por su lado, Edelgard se sentía furiosa pero estaba más acostumbrada a guardar mejor sus sentimientos de enojo y de frustración (por culpa y) gracias a Thales. ¿Qué intentaron hacer ahí? Por supuesto que ese bastardo de Solon no les iba a decir nada. ¿Tratar de preguntarles valdría la pena? Quizá podría hacer algo al respecto, la gente de Remire merecía justicia por tantas pérdidas.

Byleth… También le preocupaba su profesora, nunca la había visto tan furiosa. La princesa sabía que Byleth quedó afectada, Shez y su grupo mercenario también. Lo único que les tocaba era hacer lo posible por los que seguían con vida. Edelgard sintió que se los debía, por alguna razón se sentía culpable por lo sucedido, tan sólo conocer a las Serpientes de las Tinieblas la hacía sentir sucia.

"Ellos serán detenidos, lo prometo", prometió Edelgard en baja voz y se puso a trabajar. Sería un largo día de trabajo.

Y también una larga noche.

~o~

Atender a los heridos, enterrar a los muertos, contar a los que sobrevivieron para saber cuanta población fue afectada… Cerca de la mitad de los habitantes de Remire se perdieron, ya fuera porque murieron durante la destrucción y los incendios, o bien por que fueron víctimas de lo que sea haya pasado que los enloqueció.

Manuela y Hanneman, junto con un curioso Lindhart, revisaron el cuerpo de uno de los poseídos y descubrieron rastros de energía oscura, además de que su sangre tenía una coloración extraña. Los preceptos de Seiros prohibían abrir un cuerpo humano para su estudio, y posiblemente a los supervivientes no les gustaría que sus familiares caídos pasaran por algo así, por lo que la propuesta de Lindhart de abrir uno de los cuerpos para estudiarlo más a fondo fue rechazada.

Lo que sí hizo Hanneman fue recuperar algo incrustado en la nuca de uno de los fallecidos, un trozo de piedra que emanaba una extraña energía y que notó por mero accidente mientras ayudaba a envolver el cuerpo en una manta. El académico guardó la rara piedra y se lo hizo saber solamente a Manuela y a Byleth; discretamente revisaron a varios de los caídos y en los que aún eran reconocibles pudieron notar el mismo tipo de lesión, había algo dentro de sus cuerpos y sospechaban que eran piedras similares. No tuvieron oportunidad de buscar más, no a la vista de todos.

Ya después decidirían si debían compartir el descubrimiento con las autoridades de Garreg Mach, todo dependía de los resultados que arrojaran una investigación más a fondo.

Ninguno de los tres confiaba en lo que decidieran hacer Seteth y la Arzobispa Rhea, posiblemente esconderían la información oficial y mandarían a callar a las víctimas y a los que llegaron a auxiliarlas, inventarían cualquier historia para explicar la destrucción de Remire y manejarían las cosas a su modo. Como siempre.

Un mercenario a caballo fue enviado al Monasterio con un reporte provisional de lo sucedido y avisando que llevarían a los supervivientes al día siguiente. Ayudar a aquellos en tiempos de necesidad era parte del credo de La Iglesia de Seiros, ¿o no?

Con tiendas provisionales, fogatas y comida que los mercenarios y los alumnos consiguieron rebuscando entre los escombros de la villa, fue que los pobladores pudieron descansar esa noche luego de semejante pesadilla. Los alumnos hacían lo posible por consolar a los que aún lloraban por lo sucedido, ya fuera escuchándolos, cantando canciones de cuna y contando cuentos a los pequeños, abrazando a los ancianos o sólo quedándose a escuchar a los adultos, hombres y mujeres, que perdieron a sus padres o a sus hijos en el ataque.

Todos querían respuestas pero ninguno de ellos podía dárselas.

"Deberíamos mandarlos a dormir, pero…" Manuela sentía orgullo al ver a los alumnos hacer todo lo posible para confortar a esas pobres personas.

"Podremos descansar cuando volvamos al Monasterio", dijo Hanneman, "los jóvenes son conscientes de todo lo que ésta gente ha perdido, no querrán dejarlos solos".

"Al menos asegurémonos de que nuestros alumnos estén bien".

"Y yo espero que nuestras jóvenes mercenarias sepan encontrar paz, esto las afectó bastante", el académico suspiró hondo mientras veía a Byleth con Shez y el grupo de Berling, hablaban de algo que no alcanzaban a escuchar.

"Para eso estamos nosotros, para ayudarlas", agregó Manuela y Hanneman asintió.

Por su lado, Byleth se ponía de acuerdo con Berling y su gente, y el resto de los batallones de apoyo, para movilizar a los supervivientes a primera hora. También organizaban las guardias y mencionaba sobre cazar y pescar antes del amanecer para alimentar a la gente, el viaje de regreso tendría que ser caminando, dejarían los caballos para los niños y aquellos que no pudieran caminar largas distancias. Garreg Mach estaba a unas tres horas de distancia a pie, mucho esfuerzo para personas que necesitaban atención médica y descanso en instalaciones mejor equipadas.

"Ya escucharon a la profesora", dijo Berling a sus hombres. "A los que les toque guardia, vayan a sus posiciones, y los que no, duerman antes de su turno".

"¡Sí!"

Byleth se dirigió al resto de los batallones. "Los demás pueden descansar pero mantengan sus armas cerca", ordenó Byleth. Los mercenarios se movilizaron y la profesora no tardó en quedar a solas con Shez, su primer instinto fue alborotar el cabello de su alumna, daba igual que fuera un poco más alta que ella. "Ve a descansar, Shez, hiciste un buen trabajo".

Una triste Shez negó pero tampoco se separó de Byleth. "Conocí a esa gente, era gente buena".

Tus alumnos te necesitan, componte, la joven profesora recordó las palabras de Manuela y tomó aire de manera discreta. "Lo sé… Y haremos todo lo que podamos por ellos, te lo prometo".

Shez asintió. "No pudimos averiguar qué fue lo que les hizo ese sujeto Solon".

Debí matarlo, pensó Byleth, ingenuamente creyó que conseguirían respuestas si lo mantenía vivo, pero ese maniático ahora buscaría venganza en pago por la humillación recibida. Quizá Edelgard sepa algo… "Hanneman, Manuela y yo nos encargaremos de esto, tú descansa".

"¿Y tú, profe?"

"Estaré bien. Anda, ve a dormir".

Shez asintió y fue al sitio que le correspondía para descansar, ayudar a mover escombros para liberar a los fallecidos fue agotador. No mucho rato después, Byleth se encargó de mandar a dormir a Monica y a sus alumnos junto con Hanneman y Manuela. La mercenaria se dio un momento para hablar en baja voz con Edelgard antes de mandarla a dormir.

Ya pasaba de la medianoche y hacía frío.

"Ese sujeto, Solon…" Murmuró Byleth.

"Lamento mucho que ese bastardo le hiciera esto a la gente, profesora mía", se disculpó una avergonzada Edelgard.

"Tú no tuviste nada qué ver con esto, no tienes que pedir perdón", respondió la profesora con firmeza, con el ceño ligeramente más fruncido que de costumbre. Su ira aún era visible. "Sólo quiero saber si hay manera de saber, por otros medios, qué es lo que trataban de hacer con éstas personas, ese experimento del que habló".

"Tengo pensado averiguar qué pasó, preguntarles sus planes. Prometo avisarte si me responden algo", dijo la princesa de inmediato. "Pagarán por lo que han hecho, profesora mía, te lo garantizo".

"Debí matarlo", murmuró Byleth con un gesto triste. "Lo dejé escapar".

"Las Serpientes son monstruos, profesora mía", Edelgard puso su mano en la mejilla de Byleth a manera de discreta caricia, estaban en pleno aire libre y su callado acuerdo era mantener su relación sólo para ellas y nadie más, al menos por el momento. "Trataste de encontrar respuestas, no fue posible pero no te culpes por ello…"

"Quién sabe si ese sujeto trate de hacer algo peor en represalia", agregó una ahora tensa mercenaria.

Edelgard, lamentablemente, sabía que eso era totalmente posible. Decidió confiarle lo siguiente a su profesora. Le habló al oído. "Los Caballeros de Seiros de alto rango no están en el Monasterio porque los están persiguiendo. Y cuando la Arzobispa sepa de esto, harán lo posible por capturar a Solon".

Byleth abrió sus grandes ojos con sorpresa.

"No es momento para contarte todo, prometo hacerlo cuando volvamos a la Academia, pero Hubert, Monica y yo estamos al tanto de que los Caballeros de Seiros les han estado dando cacería desde que rescatamos a Monica, Solon debe estar buscando alguna manera de combatirlos", dijo de repente, el pensamiento le llegó a la cabeza, ¡era obvio! "Esos monstruos siempre hacen algo por algún motivo, están desesperados y… Lamentablemente éstas personas cayeron en sus garras… Yo…"

"No te disculpes", repitió la mercenaria.

La princesa asintió antes de recargarse en el hombro de su maestra por unos segundos. "Son unos monstruos… No puedo evitar ésta sensación de culpa", confesó.

"Lo entiendo, pero tú eres una víctima más de ellos y pronto sabrán que se metieron con la princesa equivocada", dijo Byleth, un poco más recuperada mientras acariciaba el cabello cual manto de nieve de su alumna.

Edelgard sonrió por lo bajo. "Les haremos pagar todo… Todo".

Se quedaron así unos minutos más antes de que Byleth le ordenara a su alumna descansar.

~o~

El reporte provisional de parte de los profesores fue redactado por los tres, se tomaron la molestia de firmarlo. Rhea estaba horrorizada ante lo que leyó y seguía leyendo como si no pudiera creerlo. Solon, aquel que asesinó al querido Tomas para tomar su lugar, masacró a medio pueblo por alguna razón desconocida.

La Arzobispa mandó a Seteth a recibir a los supervivientes de Remire, los ayudarían en la reconstrucción del pueblo a cambio de su silencio, a cambio de una verdad que tejería apenas los profesores le dieran el reporte completo… Con los alumnos no sería complicado. También le pidió a su Consejero que les pidiera a los alumnos no decir nada sobre la misión y los mandara a sus cuartos a descansar, y también le pidió que enviara a los profesores a su oficina apenas llegaran.

Y justo así se hizo.

Byleth, Hanneman y Manuela lucían terribles luego de esa misión, los tres ni siquiera tuvieron tiempo de asearse, seguían llenos de sangre, hollín y tierra. Estaban cansados pero se mantenían firmes. Hanneman fue quien dejó el reporte completo en el escritorio de la Arzobispa.

"Lo sucedido en Remire fue una masacre", dijo el mago con grave voz.

"Fue lo que leí en su informe provisional, rezaré a la Diosa por el descanso de esas almas", dijo Rhea mientras juntaba sus palmas cerca de su pecho. "El personal del Monasterio se hará cargo de los supervivientes, gracias por todo su trabajo. Apenas terminemos aquí, quiero que vayan a descansar, lo merecen".

Rhea comenzó a leer el reporte mientras los profesores esperaban, y entre más leía, más notorio era su gesto de molestia. Leer el nombre de Solon, de quien se supone que ellos no necesitaban saber, se repetía varias veces en los documentos. Todos los alumnos lo conocieron y eso podría ser un problema. Al final se reportaba que un malherido Solon escapó y no supieron por cuál motivo decidió que los aldeanos de Remire serían sus sujetos de prueba. Casi la mitad de la población de Remire se perdió en ese terrible evento.

Deben estar planeando un contraataque, pensó Rhea luego de leer el reporte completo, los Agarthanos gustaban de hacer ese tipo de atrocidades.

"¿Qué haremos respecto a Solon?" Preguntó Byleth apenas Rhea dejó los documentos en su escritorio, su voz sonaba tensa.

"Nosotros nos encargaremos de él, profesora Byleth", respondió la Arzobispa con calma. "Ustedes descansen y sigan con sus clases, por ahora les pido que se abstengan de mencionar a Solon y…"

"¡La mitad del pueblo murió!" La voz de Byleth sonó grave y furiosa mientras apretaba los puños. "Yo conocía a esa gente, tuve que matar al tabernero que nos servía cerveza a papá y a mí cuando íbamos a descansar a Remire… ¡Shez y los mercenarios de Berling tuvieron que matar a las personas que les han dado estadía con los brazos abiertos más de una vez!" Continuó mientras dejaba salir su ira de manera pasiva pero poderosa. "Murieron sólo porque un loco los usó para experimentar. No nos puede pedir que simplemente lo dejemos de lado ahora que hemos terminado la misión".

Ésta vez ni Hanneman ni Manuela parecían dispuestos a contenerla, la furia de su joven colega estaba bien justificada.

"No fue una pelea contra bandidos ni contra herejes, Su Excelencia", intervino Manuela con tensa voz. "Nuestros alumnos tuvieron que matar a personas que fueron víctimas de un monstruo con una magia aterradora".

"La sola idea de que ese sujeto Solon repita una acción tan terrible como esa en un sitio al que no alcancemos a llegar para ayudar a la gente…" Hanneman negó con la cabeza. "Es importante que evitamos que éste incidente se repita".

Era hora de ver si los profesores compartirían o no con la Arzobispa lo que descubrieron en el cuerpo de una de esas pobres personas… La mirada de Rhea se endureció, se puso de pie; incluso hizo resaltar su importante altura mientras les dirigía un gesto severo.

"Comprendo la preocupación que sienten", dijo la Arzobispa con una voz que para nada sonaba comprensiva, sonaba más a una severa madre regañando a sus hijos sólo para reiterar su autoridad. "Pero su trabajo como profesores es guíar a los alumnos con sus conocimientos y saberes, sólo eso y nada más. No lo olviden", y lo mejor era tranquilizarlos al ver que sus palabras, en lugar de someterlos, los hizo enojar más. "Sus temores están justificados, pero confíen en que nosotros nos haremos cargo a partir de ahora y procuraremos investigar mejor las misiones para que los alumnos no tengan que toparse con sujetos como ese mago oscuro".

Rhea se alejó de su silla y caminó alrededor de ellos cual lobo rodeando a su presa, los tres podían sentir una extraña presión en el cuarto que los hacía sentir incómodos. Supieron mantenerse ecuánimes ante la poderosa mujer.

"Los alumnos no deben decir nada de ésta misión y tampoco mencionar a Solon, eso los pondrá tensos y los afectará durante sus estudios", dijo Rhea con voz más suave. "Y ustedes tampoco digan nada, les aseguro que nosotros nos encargaremos de él. Ayudaremos a los pobladores de Remire a reconstruir el pueblo, a curarse. Pidamos a la Diosa por ellos, para que encuentren paz y consuelo en Sus Brazos", puso una de sus manos en el hombro de Byleth y presionó con un poco más de fuerza de la normal.

La mercenaria se quedó quieta, aún tenía la quijada tensa. Apretó los puños.

"Muchas gracias por su trabajo, vayan a asearse, a comer y a descansar, lo merecen", finalizó Rhea, dejando en claro que podían y debían retirarse de ahí en ese momento. La discusión ya había terminado.

Manuela y Hanneman hicieron una leve y educada reverencia antes de irse, Byleth no, sólo marchó detrás de sus colegas mientras sus puños se mantenían apretados. Apenas se alejaron lo suficiente, Hanneman revisó que no hubiera nadie demasiado cerca.

"Estudiaré ésta piedra y les haré saber lo que descubra", dijo el mago.

"Le pediré a la Capitana Berling que mande a un mercenario a espiar lo que hagan los Caballeros de Seiros en las ruinas de Remire", continuó Byleth.

"Y yo como la médico en jefe del Monasterio, debo ayudar a cuidar de la gente de Remire, quizá descubra algo apenas se calmen un poco más", finalizó Manuela. Y con ese plan, los tres profesores al menos harían caso de la orden de ducharse y comer, estaban agotados.

Por su lado, Rhea comenzó a redactar la orden de recuperar algunos de los cuerpos de los pobladores afectados por Solon, todo en secreto para saber qué les hizo, así se daría una buena idea de qué planeaban esos monstruos.

"Aún les llevo la ventaja", murmuró Rhea.

CONTINUARÁ…