Los días plenamente soleados nunca habían sido lo suyo, pero en ese día en particular los fuertes rayos del sol eran un complemento especial que hacía el ambiente mucho más brillante, alegre y vivo. El mar rugía y tranquilizaba.
Un brazo se colocó en su cintura de forma protectora y Fubuki no podía dejar de sonreír.
Ella deseó que ese momento pudiera ser capturado en una fotografía.
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Observándolo sin que él se diera cuenta, Fubuki descubre que la razón por la que no puede encontrar su celular en ningún lado es porque Saitama lo ha tenido escondido todo el tiempo, también que él ha estado cambiando continuamente la configuración, ha estado borrando imágenes al azar y modificando el horario de forma manual. Cuando Fubuki trata de reprenderlo, todo lo que consigue son negativas y más mentiras.
Aún no hay una explicación lógica a su ausencia en el trabajo.
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A veces Saitama desaparece durante las tardes, pero sólo por momentos tan efímeros que ella apenas y se da cuenta.
Por otro lado, es casi imposible no notar la forma en la que los ojos de él permanecen encima de ella. Tras su espalda, sobre su hombro, la forma en la que resguarda la puerta de la habitación donde se encuentre y la manera en la que parece estar con la guardia más alta de lo normal por las noches. La alerta constante en Saitama entorpece la tarea de Fubuki sobre investigar qué es lo que él está ocultando.
Ella no sabe si tomar esto como un nuevo nivel de sobreprotección o una señal del temor a ser descubierto por algo, quizás una maldad que hizo y que teme que Fubuki descubra. Pero no importa, por ahora. Ante el mínimo descuido, Fubuki lo sabrá.
Hasta ahora, Saitama sigue sin presentarse a trabajar.
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En la página oficial de la Asociación de Héroes, Saitama sigue apareciendo como un héroe activo. Eso refuta la idea de que él haya sido despedido o que haya renunciado. Más allá de eso, Fubuki no puede encontrar otra información útil del porqué él está evitando ir a trabajar.
Con el tiempo, ella se da cuenta que ese encierro no sólo se trata de cumplir con sus labores de héroe, sino de todo lo demás. Saitama se niega a salir solo, a separarse de ella, a alejarse de ese lugar; de pronto Fubuki se cuestiona la posibilidad de que Saitama haya desarrollado una especie de trauma relacionado al exterior y la falta de compañía.
Por más que ella intenta pedir, casi rogándole, una explicación, él sólo se encoge de hombros y suelta un "es algo temporal" en voz baja.
Por más que ella intenta ser paciente, casi al borde de la indulgencia, no es capaz de ignorar la manera en la que Saitama luce temeroso.
Hay algo que no lo deja dormir.
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Saitama ha empeorado. Su cuerpo permanece tenso y da un ligero brinco ante cualquier ruido fuerte que se presente, por muy inofensivo que sea. Él no deja que Fubuki salga del departamento sola por ningún motivo, ni siquiera a la tienda de conveniencia del otro lado de la calle.
Aunque él no ha mencionado una palabra, Fubuki sospecha que la memoria de Saitama comienza a fallar. Porque él empieza a dibujar pequeños croquis de su vecindario y rutas rápidas sobre cómo llegar a ese departamento desde diferentes puntos de la ciudad. También ha comenzado a etiquetar las pertenencias de ella y de Fubuki, remarcando sus nombres con claridad e insistencia.
Su afición por mover las horas de los relojes y esconder los calendarios no se ha detenido. De hecho, ha empeorado. Saitama incluso evita los canales de las noticias y el periódico.
Fubuki lo abraza con fuerza en las noches y besa su frente con la intención de consolarlo. Pero, por mucho que lo intente, él no puede encontrar esa paz que ella tanto le desea. La incertidumbre comienza a carcomerla por dentro y eso cada vez se vuelve más insoportable.
Saitama sigue haciendo todo lo posible por evitar ir a trabajar.
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La paciencia se convierte en complacencia y eso es algo que Fubuki no está dispuesta a soportar por más tiempo. Ella teme que Saitama termine por ser despedido o, peor aún, que él se convierta en esa clase de héroe que nunca aparece cuando más se le necesita, que abandona a la gente indefensa y le es indiferente a la seguridad de la humanidad; no, ella se niega a dejar convertir a Saitama en un nuevo Blast.
Saitama toma una ducha y es ahí cuando Fubuki se apresura a tomar su bolso y salir del departamento lo más rápido y silenciosa que puede. Ella no se coloca sus tacones hasta que está segura dentro del elevador. En todo el trayecto su mente se concentra en la explicación que dará una vez que consiga llegar a la sede de la Asociación de Héroes, la forma en la que tendrá que argumentar un tiempo extra para Saitama con el motivo de darle más espacio para recuperarse, que su estado ha empeorado, que no es que él no quiera trabajar, sino que no es capaz de hacerlo debido a su condición.
—Con respecto a su situación... él ha empeorado, me temo que no está en condición de trabajar. —Espeta Fubuki de la forma más cordial y formal que puede, lamentándose no haber enviado una petición escrita antes de haberse aparecido en las oficinas de la sede. Ella continua con voz segura, tratando de brindar parte de la confianza que ella espera que ellos tengan puesta en Saitama. —Como mencioné antes, esto será temporal.
Dos de los tres ejecutivos que la atienden le sonríen y asienten con calma, el otro es quien habla primero con un rostro reconfortante. —Lo entendemos perfectamente.
—Claro, haríamos cualquier cosa por alguien como Saitama y la hermana menor de Tornado del Terror. —Dice la secretaria a su lado comenzando a tomar notas en su computadora.
—¿En verdad? —Es lo único que se atreve a preguntar Fubuki, tanta amabilidad le parece extraña. Ellos nunca han sido gente empática.
—Por supuesto. —Una de las ejecutivas frente a ella toma su mano sobre la mesa, sonriéndole apaciblemente. —Pero usted no debería estar aquí. Por favor, permítanos escoltarla hasta su hogar.
Los ojos de Fubuki se entrecierran, su cuerpo se tensa ante el mal presentimiento. Saitama ha podido llegar a ellos, igual que con el Grupo Fubuki, él debe haber involucrado a más gente. Entiende que ellos cedan ante las peticiones de Saitama, él es una pieza valiosa en la Asociación de Héroes y no hay nadie que pueda enfrentarlo en caso de tenerlo en su contra. Aun así, es peligroso que consientan su aislamiento. Ella quiere negarse con firmeza. —Eso no es nec-
—Por favor, permítanme encargarme de eso.
La voz de Fubuki se apaga ante la interrupción. Ella reconoce al instante esa voz.
—¡Demon Cyborg! Estábamos a punto de llamarte. Haznos el favor de escoltar a la señorita Fubuki hasta la puerta de su casa, el señor Saitama debe estar preocupado.
—¿...Genos? —Fubuki lo mira de reojo mientras él se acerca tras ella y coloca una mano sobre su hombro.
Él asiente y pone sus ojos sobre ella, empujando su cuerpo ligeramente hacia la puerta de salida. Fubuki no pone resistencia, todo es bastante confuso por sí solo. Cierto alivio la colma al darse cuenta de que, si hay alguien que se preocupe más por Saitama que ella, definitivamente es Genos.
—Escucha, sé lo que dirás. Seguramente debes estar molesto por haber dejado solo a Saitama por tanto tiempo, pero debes saber que no estaba en mi plan demorarme tanto. Sólo vendría, hablaría con ellos y regresaría de inmediato, ¿entendido?
Genos mantiene la mirada al frente, asiente en silencio. —No hay problema con eso.
Fubuki parpadea. —¿Eh?
—Dije que está bien.
—¿...en verdad no estás molesto por haber dejado a Saitama solo?
Genos niega con la cabeza. —Confío en mi maestro.
Fubuki suspira con pesadez, mirándolo con extrañeza por lo bajo. Dudando por un instante si ese es el mismo Genos que conoce. —Es extraño verte siendo tan considerado conmigo.
—A decir verdad, debo admitir que esto es algo que podría causarle molestias. Mi maestro debe estar muy preocupado.
Ella está de acuerdo, Saitama ha estado con los nervios a flor de piel más que nunca. —Sobre eso... —Fubuki busca las palabras para indagar en la información que Genos pueda tener, necesita recolectar lo más que puede para darle una solución a su problema, a esa preocupación. —¿Qué es aquello que tanto atormenta a Saitama?
Genos la mira de reojo. —¿A qué te refieres?
—¿En verdad no lo has notado? Su comportamiento extraño tiene a todos demasiado nerviosos, incluso los integrantes de mi grupo están actuando muy quisquillosos por sus acciones.
Genos asiente.
—Lleva así un tiempo. Tú lo conoces mejor que yo, ¿tienes alguna idea? —Pregunta Fubuki. —Cualquier cosa... ¿un análisis en su cerebro quizá?
—Mi maestro Saitama está pasando por un momento difícil, por ahora deberías concentrarte en no dejarlo solo. Yo me encargaré de lo demás.
La falta de respuesta deja insatisfecha a Fubuki, pero el silencio es más pesado y difícil de romper conforme avanzan por el camino. En todo el trayecto, Genos se mantuvo con un semblante sereno, absorto en sus propios pensamientos. Es extraño no verlo con su usual ceño fruncido, ojos altivos y voz estoica, cortante y ligeramente amenazante cuando está con ella; pero quizás se deba a que él mismo se encuentra tan preocupado como ella. Después de todo, Saitama es para él su maestro, su ídolo y su amigo. Fubuki puede ver su propia angustia y desconcierto reflejados en los ojos amarillos de él.
En cuanto llegan a la puerta del departamento, ésta se abre y deja ver de inmediato a un Saitama a medio vestir con su traje de héroe, apenas colocándose sus botas, sudando frío y con un rostro preocupado; él estaba a punto de salir. —¡Fubuki! —Grita en cuanto la ve.
—Entonces, ¿al fin decidiste salir a trabajar? —Sus ojos se entrecierran en muestra de la ironía de encontrárselo justo en ese momento, en su ligera molestia y su propio cansancio. Ella se cruza de brazos esperando una respuesta.
Saitama recarga el peso de su cuerpo sobre el marco de la puerta, sosteniéndose con su mano para no caer, luego suspira con alivio.
—La encontré en las oficinas de la sede de la Asociación de Héroes, es una suerte que haya llegado ahí primero. No hubo ningún inconveniente. —Dice Genos tras ella, empujándola ligeramente por la espalda.
Fubuki quiere replicar pero entonces Saitama la toma de los hombros y la mira con firmeza y cierta presión en su agarre. —¡¿Al menos podrías avisar en dónde y con quién vas?!
Sus ojos se amplían y su ceño se frunce en señal de confusión, ella no recuerda que Saitama fuera tan protector.
Nervioso, preocupado y con aires de paranoia mejor dicho; tiene más sentido que esto también sea parte de su falta de sueño y estado intranquilo.
Aún así, ¿quién se cree que es él para controlarla cuando ella sólo está buscando lo mejor para él?
—Como dijo Genos, estuve en la Asociación de Héroes. Únicamente te dejo saber de esto porque la razón por la que fui es algo de tu incumbencia.
—Asociación... ¿por qué? ¿Qué hacías ahí?
—No, ¿qué hacestúaquí? ¿No deberías al menos avisar de tu ausencia en el trabajo?
—Fubuki, yo...
—Saitama tiene el permiso de la Asociación para la suspensión laboral de forma indefinida tanto como quiera. —Interrumpe Genos.
Fubuki lo mira de inmediato con desconcierto, rápido y con su boca entreabierta. Ella no sabía esa parte. Nadie se lo dijo. Ni siquiera Saitama.
¿Por qué parece que todos lo sabían menos ella?
¿Qué tanta información le están ocultando?
Sus pasos se vuelven errantes, de pronto Fubuki tiene la necesidad de alejarse de ellos, de mirarlos a la cara e intercalar su mirada entre sus expresiones; buscando, exigiendo, necesitando una explicación. Ellos lo sabían, ellos lo saben, ellos por alguna razón están guardando secretos.
—Y... ¿p-por qué? —Titubea ella, forzándose a elevar la voz para que su enojo consiga superar la sensación triste de que está siendo apartada de algo muy importante, de algo que tiene que ver con Saitama.
—Yo... —Las palabras de Saitama también se escuchan pesadas, se arrastran entre la indecisión y la lentitud de sus pensamientos. Ella conoce ese tono de voz, él sólo está buscando dar excusas. —...no puedo, necesito concentrarme en otras cosas.
El enojo sube, ahora ella puede sentirlo en su piel. Está siendo desplazada. —¿La Asociación te brinda un departamento y ni siquiera puedes cumplir con tu trabajo? ¡¿Estás loco?! ¿En qué se supone que estás tan ocupado?
Apenas dormir por las noches, apenas tener apetito. Limpiar. Vigilarla. Mover cosas de lugar. Mentir. Esconder objetos personales de él y ella. Leer manga y hacer todo lo posible por no salir. Eso es todo lo que Saitama ha estado haciendo en ese tiempo. Si no es el trabajo, entonces, ¿qué es aquello que está consumiendo su tiempo y energía?
Los ojos de Saitama se dirigen a ella, la miran con cierta intensidad y tristeza, demasiada tristeza. No hay palabras.
Al mirar a Genos, él desvía su rostro de inmediato. Él tampoco tiene la intención de responder.
—¿Qué es lo que pasa? —Los hombros de Fubuki caen, sus ojos se ablandan al regresar a Saitama. —¿Por qué pediste algo así?
—Es decisión de Saitama definir cuáles son sus prioridades.
Fubuki vuelve a mirar a Genos y esta vez encuentra que su rostro está también fijo en ella. Aunque su voz sonó severa, su rostro no luce molesto, sino extraño, más suave, más lúgubre, suplicante.
—Por favor... —Le susurra Genos, después se dirige a su maestro para hacer una reverencia y despedirse. Saitama le agradece y ambos lo ven alejarse.
Fubuki decide que no tiene caso tener a Genos ahí porque él siempre estará del lado de Saitama y, si eso es lo que le convenía, él preferiría morir antes que hablar. En todo caso, es mucho más fácil tratar a solas con Saitama.
Sus manos se encierran en puños y su cabello se mece con el aire. —¡¿Qué es lo que estás planeando?! —Exclama ella apenas la puerta se cierra tras ella. —¿Qué está mal? ¿Qué hay en tu mente en estos momentos?
Saitama no responde, pero se aleja, Fubuki lo sigue por detrás hablando, pidiendo, examinando.
—Lo que sea, cualquier cosa, sólo dímelo y te escucharé.
Llevan saliendo poco más de un año y medio, a este punto deberían ser capaces de dialogar con confianza.
Pero Saitama de nuevo esquiva la mirada y evita el tema, de nuevo luce intranquilo mientras oculta un temor.
—No tengo tiempo para distracciones. —Se limita a decir él. Sus puños se cierran. —Hay algo que... que debo de hacer.
—¿Hacer qué? ¿Cuidar la casa?
—Protegerte. —Responde Saitama como si fuera obvio, un deber, un peso encima.
"Debe ser un chiste", piensa Fubuki., convenciéndose de que él simplemente quiere salirse con la suya. No es que quisiera sentirse molesta, pero no puede evitarlo cuando siente que Saitama se vuelve distante mientras ella debe conformarse con andar en pasos a ciegas.
Pero tampoco puede encontrar diversión en su mirada, sólo tristeza y una pesadez en su cuerpo que no sabe reconocer.
—No sé de qué hablas. —Admite ella.
Entonces Saitama parece querer explicar, en sus ojos hay inquietud y parece estar describiendo un poco de lo que hay en la tormenta dentro de su mente. —¿Qué pasaría si un monstruo más fuerte te atacara y yo no llegara a tiempo para evitar que te lastime?
Fubuki no es capaz de comprender cómo su tren de pensamientos siempre termina en tragedia o con escenarios exagerados, ¿desde cuándo Saitama es tan paranoico?
Ella resopla y se cruza de brazos. —Incluso si no pudiera vencer al monstruo, tengo el poder suficiente para protegerme y huir. Mi hermana sentiría mi dolor de inmediato.
—¿Y si el monstruo golpeara tu cabeza? —Continúa Saitama. —¿Y si el daño fuera irreversible?
—Saitama, —lo interrumpe Fubuki, —estamos hablando de tu trabajo. No te atrevas a cambiarme de tem-
—Sólo necesito tiempo para tranquilizarme.
Saitama se da la media vuelta y se sienta sobre el sofá, notablemente cansado. Él casi se queda dormido al instante, sus ojos luchan por mantenerse abiertos. Fubuki lo observa desde arriba con detenimiento. Ella necesita comprender su miedo, esa preocupación, si es que quiere que las cosas mejoren.
¿Ansiedad?
¿La presión sobre sus hombros se ha vuelto demasiado para soportar?
Fubuki suspira y se sienta a su lado, recargando su cabeza sobre su hombro y tomando su mano. —Está bien. —Dice ella, es todo lo que puede decir.
Saitama debe estar bajo mucha presión, aumentarla no traerá ningún beneficio. Ella necesita averiguar el origen de ese miedo.
Que ella recuerde, nada verdaderamente malo ha sucedido hasta ahora. Quizás el temor de Saitama provenga de un sueño o de una idea infundada por la última película de terror que vio. Un poco infantil pero posible conociéndolo.
Los dedos de Fubuki acarician el contorno de la mano de Saitama, ella deja que él recueste su cabeza sobre sus piernas. Permanecen así hasta que él finalmente se queda dormido. Las preguntas pueden esperar.
Un suspiro sale de su boca antes de regresar su vista a la puerta, parece que todo se ha complicado más de lo que pensó. Pero tampoco es como si quisiera huir, ella se ha prometido a no dejar solo a Saitama y no importa lo que ocurra, ella no lo abandonará.
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Continuará...
