El cielo despejado mostraba un azul inmenso y claro, pero no conseguía opacar el brillo del mar. El contraste era ideal. Perfecto.
Fubuki suspiró y cerró sus ojos por unos segundos. El viento movía su cabello y su vestido. Sus labios estaban rojos. La persona a su lado no podía dejar de observarla. Se sentía amada, feliz, con esperanza, en paz.
Ella definitivamente atesoraría ese instante en lo más profundo de su corazón.
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Las tardes se han vuelto bastante aburridas. No hay trabajo. Saitama se encarga de la mayor parte de las cosas y cuando ella finalmente se propone a hacer algo, es cuestión de minutos para darse cuenta de que él ya lo ha terminado.
Por más que busca en distintas partes del departamento, no puede encontrar su celular. Su primera suposición es que Saitama lo ha vuelto a esconder. Aunque su principal consternación es el porqué no ha habido ningún llamado de amenaza. Se pregunta si las amenazas últimamente han sido lo suficientemente controladas como para que ni siquiera se requiera la ayuda de los héroes de clase B y A. Es decir, parece que el mundo mismo se ha puesto de acuerdo para no darle razones a Fubuki para salir.
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De vez en cuando llegan dulces y flores de parte del grupo Fubuki, aunque realmente ninguno de ellos se ha mantenido en contacto frecuente más allá de tarjetas con frases de ánimo y pequeños recordatorios de lo mucho que la aprecian. Ahora que no tiene nada qué hacer, piensa en que quizás pueda darles una visita.
Pensándolo mejor, Fubuki ni siquiera se ha comunicado con su hermana mayor. Ella lleva ya un mes viviendo en ese departamento y en todo ese tiempo aún no la ha visto. A decir verdad, no recuerda haberle hablado de la mudanza. Tatsumaki debe estar furiosa.
Visitarla no le hará ningún mal.
Buscando de nuevo con la mirada y luego entre los cajones, Fubuki no puede encontrar su celular pero sí el de Saitama. Él se ha quedado dormido en el sofá leyendo un manga, así que ella aprovecha la oportunidad para tomarlo y marcarle a su hermana mayor.
Sorprendentemente, Tatsumaki responde de inmediato. —¡¿Qué pasó!? ¡Más te vale que no le haya pasado nada a Fubuki, idiota! —Grita ella con rapidez, notablemente furiosa.
La mano de Fubuki aleja el celular de su oreja por instinto, luego parpadea perpleja por esa contestación y vuelve a acercar el aparato, aclarándose la garganta antes de hablar. —Soy yo quien habla. Hola, hermana. Parece que has estado bien. —Como para tener la fuerza para gritar de esa forma, ella debe estar saludable.
Hay una pausa del otro lado de la línea. —¿...Fubuki? —Luego un silencio, se escucha algo como un largo suspiro. —¿Qué sucede?
La mudanza. Las preocupaciones. La inquietud. El miedo de Saitama. La paranoia. El evitar el trabajo. En verdad había muchas cosas de las que no recuerda haberle dicho a ella. Sería una larga conversación.
—Hay algo que debo contarte... en realidad, son muchas cosas, ¿crees que podríam-?
—Estoy en camino. Iré a recogerte. —Espeta Tatsumaki al instante. Rápido. Una orden. Sin cabida a la objeción.
El problema es que Fubuki ni siquiera le ha dicho aún su nueva dirección. —¡A-ah, sobre eso...!
Tatsumaki le cuelga sin escuchar nada y por más que vuelve a marcar, ella no responde.
Fubuki teme que ella se pierda y no la encuentre en su antiguo departamento, pero entonces, mucho antes de lo esperado, ella aparece en la puerta esperándola. Fubuki quiere mostrarle el interior, hablarle del regalo de la Asociación de Héroes, del departamento, explicarle que más de tres años de relación con Saitama le parecen razonables para comenzar a vivir juntos incluso si aún mantiene algunas dudas. Sin embargo, apenas tuvo tiempo de tomar las llaves del bolsillo de Saitama antes de ser arrastrada por su hermana hasta la casa de ella con la excusa de que es tarde y seguro debe estar hambrienta.
Al llegar a su casa, Tatsumaki calienta algo de comer y juntas se sientan una frente a la otra en la mesa. La situación le parece más una especie de interrogatorio que una charla entre hermanas, aunque ser sobreprotegida por alguien como Tornado del Terror siempre se ha sentido así.
—Entonces, ¿esto de la mudanza es reciente? —Pregunta Tatsumaki alzando una ceja, cautelosa ante la noticia, cruzándose de brazos y entrecerrando los ojos. —¿Justo ahora decidiste mudarte con él?
—En realidad, ha pasado casi un mes... —Fubuki juega con sus dedos y baja su vista al suelo para evitar confrontarla, en el fondo se siente demasiado observada por su hermana. Más de lo normal. —Saitama movió mis cosas sin preguntar y, antes de que me diera cuenta, ya estaba viviendo ahí.
Los hombros de Tatsumaki caen, cierto escalofrío se deja ver en su cuerpo. Casi imperceptible. Su rostro se vuelve serio, sus labios se aprietan como si hubiera algo que se está forzando a no decir en voz alta, pero cierta tristeza es delatada en sus ojos.
Fubuki cree que ella no está de acuerdo con esa decisión, así que se apresura a continuar. —Ah, pero no te preocupes. Este nuevo departamento está mucho más cerca de tu casa, podré visitarte más seguido y por supuesto que puedes visitarnos.
Tatsumaki agacha la cabeza y comienza a jugar con su comida, ensimismada. Es muy raro verla tan silenciosa.
—Fubuki. —Suelta ella de pronto.
La aludida la mira a los ojos. —¿Sí?
—¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Saitama?
—Tres años. —En realidad, había perdido la cuenta. —Sí, aproximadamente tres años y medio.
—...Ya veo. —La mirada de Tatsumaki se mantiene sobre ella. Fija. Fría. Firme. —Fubuki. —Vuelve a decir ella.
—¿Qué sucede?
—Si algún día te sientes incómoda estando a lado del holgazán bueno para nada de tu... "novio" o si algún día despiertas y ves a un hombre extraño dentro de tu hogar, como alguien que no conozcas... no dudes en venir conmigo, yo te protegeré. —El rostro de Tatsumaki es estoico, su voz severa. Sin lugar a la duda o vacilación. Ella habla en serio. —Sólo busca mi aura y me encontrarás.
Por más que intenta leer entre líneas, Fubuki no puede terminar de descifrar el mensaje que trata de darle.
Una idea viene a su mente, sobre que quizás Tatsumaki sepa algo sobre el inestable estado en el que se encuentra Saitama y trate de ayudarle a su propia manera alejándola de él. Por más que Fubuki intente ocultar su preocupación, su hermana mayor siempre ha sido bastante perspicaz cuando se trata de ella, siempre ha podido ver a través de sus mentiras.
Pero no hace falta, Fubuki puede con esto y más, por él, por ellos. Ella se encargará de que todo esté bien.
—Muchas gracias. —Responde Fubuki con una sonrisa, tratando de verse más animada que agotada. —Lo tendré en cuenta.
—No lo olvides, Fubuki.
Ella asiente.
Tatsumaki entonces se acerca para tomar su mano entre las suyas, apretándola, mirándola directo a los ojos de forma atenta, ligeramente inquieta. —Hablo en serio, no lo olvides.
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Después de despedirse y ser dejada en la puerta, Fubuki entra para encontrarse con que Saitama sigue durmiendo en el sofá. El manga que estaba leyendo sigue encima de su cara. Ella se acerca y, al retirar el libro, nota que él ya va en el volumen 16 de su manga favorito. Fubuki lo cierra y lo coloca sobre la pequeña mesa junto a ella.
Es curioso lo rápido que el tiempo pasa, Fubuki aún recuerda haberlo acompañado a comprar ese mismo volumen dos días antes. Aún así, el libro parece bastante maltratado, como viejo. Entonces a su mente viene el recordatorio de que las cosas de Saitama suelen terminar igual que la taza que rompió en la mañana: dañadas, producto de la repentina pérdida de control de su fuerza. Pero Fubuki también es perspicaz, también puede ver a través de Saitama y sabe que, aunque ya había algo que le consumía, ahora ese algo se mantiene creciendo y eso lo hace mostrarse más nervioso y cansado que de costumbre. Sus ojeras han crecido, su frente parece comenzar a exponer unas diminutas arrugas y su piel ya no luce tan brillante como antes.
Fubuki se sienta sobre el suelo para estar al nivel de Saitama. Ella besa su frente y recuesta su cabeza sobre su pecho, contemplándolo dormir, escuchándolo respirar. Verlo dormir es de las pocas veces donde él parece estar en calma.
Con ese silencio, todo lo que Fubuki puede pensar es en la idea de que deberían ir a algún lugar juntos. Quizás despejar su mente alejado de la ciudad es lo que él necesita. Ir a un lugar como el de sus sueños.
Un muelle frente al mar, con viento fuerte y olor a sal.
Un lugar cálido. Lejos. Juntos.
Fubuki se pregunta si esa falta de paz en él tendrá que ver con su fuerza. Esa misma fuerza que le había arrebatado el cabello y la mayoría de sus emociones y que, ahora que él había sido capaz de sentir algo nuevo, de ligeramente ser capaz de expresarse más abiertamente con ella y vergonzosamente atreverse a dar pequeñas muestras de afecto; pudiera arrebatarle otra cosa. Le aterra la idea de que eso signifique que Saitama debe pagar con algo más, algo como su cordura o, peor aún, con su joven vida.
La incertidumbre crece en su corazón con rapidez, la baña, aprieta y estruja. Fubuki de pronto tiene mucho miedo.Es suficiente.
—Saitama... —Fubuki besa su mejilla y con su mano remueve lentamente el cuerpo de Saitama, haciéndolo despertar. De pronto quiere escuchar su voz, ver el color de sus ojos de nuevo. —Despierta, Saitama.
—¿Fubuki? —Saitama se sienta de inmediato apenas despertar. —¿Pasa algo? ¿Necesitas algo?
Un suspiro de alivio sale de sus labios, ella niega lentamente con la cabeza. —Acabo de llegar, estuve con mi hermana.
—Oh... —Su cuerpo se relaja. —¿Y cómo estuvo? —Pregunta él mientras comienza a frotarse los ojos y a bostezar. Fubuki no puede evitar sonreír con ternura al verlo.
—Bueno, para empezar, fue bastante amable de su parte el venir a recogerme y también insistió en traerme hasta aquí. —Saitama se sienta en el sillón y Fubuki encuentra un hueco para colocarse ahí, acurrucándose junto a él. —Le informé sobre la mudanza, pareció tomarlo con tranquilidad... con demasiada tranquilidad diría yo.
Saitama abraza a Fubuki y se recuesta sobre su pecho, ella lo estrecha entre sus brazos y acaricia su espalda. —El departamento está más cerca de su casa, por supuesto que le iba a gustar la idea de tenerte a su alcance.
Fubuki suelta una ligera risa, admitiendo que está de acuerdo con el comentario. Ella siguió hablando. —Me dijo que podía irme con ella cuando quisiera, especialmente si un día de estos despertaba y veía a un hombre extraño rondar por esta casa, ¿a qué se referirá?
Saitama guarda silencio y esconde la mirada. La presión de su abrazo aumenta, su cuerpo retiene estrechamente al de Fubuki. Su voz se vuelve baja, cautelosa y con un tono apagado. —Sólo quiere asustarte, aquí no hay fantasmas.
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Continuará...
