Día 5: Feria
Aquella cita estaba resultando como un pequeño fiasco, y es que las mejillas de Flaky se habían puesto casi tan rojas como su cabello. Aunque las primeras citas eran algo accidentadas, esta vez quiso mostrar algo de agallas y no le contó a Flippy que se mareaba en los juegos mecánicos, pero él se dio cuenta cuando la primera bocanada de vómito salió de su boca.
Ahora los dos caminaban en silencio, cabizbajos, y en caso de Flaky, también un poco amarilla de la cara debido a las náuseas. Y aunque ella no se atrevía a decir una sola palabra debido a la enorme vergüenza que sentía, Flippy miraba por todos lados buscando algo con qué hacerla sentir mejor.
Sus ojos se paseaban de un lado a otro en todos los puestos de aquella feria; ¿levantar la botella? No, diablos, quizá se sentiría más avergonzada, ¿reventar globos con dardos? Ya lo habían hecho más temprano, cuando llegaron, ¿máquinas de garra? No, ni pensarlo, aunque eran una divertida estafa.
Vamos, pelele, la estamos perdiendo, escuchó la voz de Fliqpy dentro de su cabeza. ¿Crees que no lo sé? ¡Carajo, se me acabaron las ideas!, le respondió. ¡La lista, idiota, revisa la lista!
Su buen amigo Handy le había dado algunos consejos para conquistarla, se trataba de una breve guía que se molestó en armar para él cuando se enteró de que Petunia, su novia, era mejor amiga de Flaky, la cajera que le hizo tener un flechazo hace meses, como no le había pasado desde sus días en el ejército con una de las sargentos que, para variar, resultó ser lesbiana.
Flippy le echó una leída rápida a la lista: "No la lleves al cine, es un pésimo lugar para hacer conversación", "No le hables de tus días en el ejército, puedes asustarla porque es muy hippiepacífica", "Lúcete con tus habilidades".
¿Lucirme con mis habilidades?, ¡Eso es! Busca un pollo, podemos destazarlo en 20 segundos o menos, hay que mostrar nuestras habilidades de supervivencia. ¿Estás loco? La dejaré doblemente traumatizada, le asustan los pollos. Hey, juego de habilidad a las 3, soldado.
Flippy volteó a la indicación de la voz en su cabeza y se dio cuenta de un juego que no vieron al entrar. Se trataba de un tiro con rifle. No le hubiera llamado la atención ese juego, de no ser por los enormes peluches que se estaban dando como premios.
Eso es pan comido, los blancos son botellas. Le hemos dado a soldados escondidos desde más de 300 metros. No necesitaba recordar eso, pero no perdemos nada con intentar.
—Ejem —carraspeó para llamar la atención—. Vamos a ese sitio, se ve divertido.
—Ah, c-claro —tartamudeó la apenada pelirroja.
Al acercarse, sin que se dieran cuenta, los dueños los miraron de arriba hacia abajo, prestándole mucha atención a las chapas de identificación que colgaban del cuello de Flippy. Ambos sonrieron con malicia, pues sabiendo las habilidades que tendría, no se lo dejaría muy fácil.
—¡Acérquense al campo de tiro del sargento Shifty! ¿Qué me dices, amigo? ¡Son 3 intentos por 5 dólares!
—Tomaré 3 intentos —dijo poniendo un billete de cinco en la mesa.
Lifty le pasó uno de los rifles, el cual tenía una pequeña cinta roja en el cañón, cosa que Flippy no notó. Sin embargo, al ponerse la culata en el hombro notó un ligero desvío en la mirilla, pero nada de qué preocuparse, hasta que el primer tiro rompió la lona a tan sólo un milímetro de romper la botella. El segundo disparo apenas logró rozarla un poco, y finalmente el tercero la rompió.
—¡Eso, le di!
—Uh, mala suerte, muchacho —dijo el otro, ajustándose su sombrero.
Esas palabras los dejaron confundidos a ambos.
—Pero le di.
—Sí, pero tienes que romper las 3, no sólo una —dijo Lifty con una confiada sonrisa y alzando el dedo—. Imagínate que fuera así, ya nos hubiéramos quedado sin peluches.
—¿Y qué puedes darme por una botella?
Shifty alzó un patito de hule bastante viejo y algo aplastado de debajo del mostrador. A lo que Flippy torció la boca con algo de desgano y puso otro billete de 5.
—Quiero cambiar de rifle —dijo Flippy.
El alegre carnavalero le dio otro rifle, esta vez con un diseño deportivo de color azul y negro con franjas naranjas, una decoración y pintura bastante chocantes. Esta vez Flippy no notó una desviación o algo parecido, incluso el mango de goma ergonómica se sentía muy bien, y luego de romper dos botellas en una sola hilera, la tercera pareció cobrar vida, pues se hizo a un lado cuando él disparó.
—Uy, estuviste muy cerca —dijo Shifty otra vez, quien de forma discreta había movido la plataforma desde atrás con ayuda de una palanca que ellos no alcanzaron a ver— ¿Te gustaría otro intento?
Flippy lo miraba con una pequeña pizca de enojo. En tanto, Flaky estaba realmente confundida por todo aquello, pues no tenía sentido. Y tan ingenua como era algunas veces, no alcanzaba a dilucidar la estafa.
Estos bastardos nos quieren ver la cara. Enseñémosles, entonces. Sí, le daremos ese maldito peluche a Flaky.
Flippy puso otro billete, sin cambiar de rifle y calculando la trayectoria, disparó y le dio a una de las esquinas metálicas que mantenían la lona en pie, con la intención de que el balín se desviara para darle a Lifty en el ojo. Con el movimiento tan ágil, Flippy fingió asustarse y soltó el rifle, que se disparó directo sobre la rodilla de Shifty, hincándolo del dolor.
—Oh por Dios, lo siento tanto —dijo el militar con fingida vergüenza.
—¡Carajo, fíjate en lo que haces! —le gritaron los dos al mismo tiempo.
—Perdón, es que me puse un poco nervioso —Flippy sujetó de nuevo el rifle y lo puso sobre su hombro, sonriendo—. Si me dan otra oportunidad para derribar las botellas…
Los dos gemelos voltearon a mirarse, en el caso de Lifty, sin poder abrir el ojo. Al retirar la mano Flaky se espantó al ver la sangre escurriéndole por la cuenca.
—Al diablo, dale a este sujeto lo que quiere, iré a la enfermería.
Shifty se quedó impactado y espantado al ver el terrible semblante de su hermano. Pero al voltear hacia Flippy, claramente pudo ver una siniestra sonrisa amenazadora cuando cruzaron miradas. Una sensación terrible de miedo de se apoderó de él y lo dejó disparar una vez más, sin trucos esta vez, y las botellas se rompieron al primer impacto.
—Qué buen juego, me encantan —dijo Fliqpy —. Ahora… me gustaría tener ese pequeño osito pardo con sombrero, ¿sí?
Sin mediar más palabra, Shifty le dio su peluche y ambos se marcharon. Aunque Flaky seguía un poco confundida con todo lo sucedido, estaba muy feliz con el detalle que Flippy tuvo para con ella.
—Espero que ese chico esté bien —comentó abrazando su peluche.
—Sí, yo también, qué vergüenza me dio, por Dios, no sé cómo no morí estando en la guerrilla.
Flippy, Fliqpy, volteó hacia el carnavalero y le guiñó el ojo con presunción al marcharse. En cambio, él se ajustó el sombrero y le levantó el dedo medio mientras escupía al suelo.
