Día 6: Mudanza
Puede que necesite un espacio más tranquilo.
Esas palabras fueron el preludio para la decisión que Flippy había tomado, basada en la opinión médica de su psiquiatra. Los espacios abiertos resultaban confortantes para su mente y, por fortuna, los nuevos predios que se empezaban a vender o fincar a las afueras de la ciudad resultaron óptimos para esto. Sin embargo, Flaky estaba demasiado nerviosa conforme se acercaban a los vecindarios y dejaban atrás el paraje urbano de la ciudad.
Flippy se quedó callado hacía 20 minutos y ella también, cuando le empezó a dar un poco de hambre. Cuando empezaron a disminuir la velocidad, el nerviosismo de Flaky empezó a relucir cuando la piel se le puso de gallina. Al notar esto, el soldado tragó saliva con algo de pesadumbre conforme se acercaban. Y es que las casas de ese vecindario estaban bastante lejos de lo que Flaky acostumbraba en un principio. Bueno, más bien, estaba acostumbrada a su modesto departamento y también a la humilde casa pequeña de sus padres. Pero esto… era todo lo contrario.
Sin embargo, un sobresalto cuando Flippy dio vuelta para meterse al estacionamiento de una tienda de servicio le hizo marearse un poco. Al voltear a verse, ambos pudieron ver un poco de temor en sus caras.
—Eh, Flaky —dijo Flippy jugando con las manos sobre el volante—. Sé que dijiste que sí cuando te lo propuse. Pero esto no es obligatorio, ¿sabes?
—¿De qué hablas? Me encanta la idea.
—Bueno, tal vez deberías decírselo a tu cara y tus… bueno, tus piernas.
La pelirroja volteó a mirarse las piernas y se maldijo internamente de que su cobardía y nervios afloraran de la forma más típica de todas. Tenía la piel de gallina y estaba temblando como gelatina.
—Lo siento, es un poco difícil para mí —expresó la pelirroja—. Es decir, llevo toda tu estancia en el ejército viviendo sola, fueron 4 años en ese departamento del centro. Aprendí a hacer cosas solo para mí misma y bueno… me sigue quedando relativamente cerca de varios sitios a los que voy, pero… no lo sé.
—Te entiendo, también es muy nuevo para mí, e incluso con el tiempo que vivimos en tu departamento me sentí muy cómodo —dijo él, ya más relajado—. Y bien, no quiero que te sientas obligada porque somos pareja. Es decir… el psiquiatra dijo que un sitio tranquilo sería bueno para mí, ¿entiendes? Para mí. No quiero arruinar tu comodidad al vivir sola. Podemos seguir viéndonos, yo no tengo problemas con esto, ¿sabes? No quiero que hagas nada con lo que no te sientas cómoda.
Y más bien fuera por un capricho al mirar las relaciones de sus otras dos amigas, pero no se dejaría vencer por su miedo al intentar cosas nuevas. Así pues, le sonrió y le puso una mano sobre el volante, que él interpretó como que debían seguir adelante. Además, esa sensación fue la misma que sintió 4 años atrás, cuando empezó a vivir sola. Estas decisiones siempre daban miedo.
Cuando llegaron, vieron al buen amigo de Flippy que, para variar, también era arquitecto, el encargado de llevar el proyecto a cabo. Junto a él, estaba la mejor amiga de Flaky, Petunia, que le sonrió apenas los vio estacionar la camioneta en la cochera.
Más que asustada, Flaky se quedó impresionada al ver la enorme casa que, si bien era de una sola planta, el terreno donde estaba construida era enorme. Tenía un jardín frontal y, como podía alcanzar a ver, también un patio trasero.
—Esas pensiones del ejército sí que son jugosas ¿eh? —dijo Petunia con cierto sarcasmo—. Y Flippy sólo tuvo que invertir su salud mental, viva el sueño americano.
Flaky no dijo nada, simplemente entraron a la casa detrás de los dos hombres. La diferencia entre uno y otro era abismal, y si bien los dos eran fornidos, Flippy era quien tenía esa mirada endurecida y un poco atemorizante. Sin embargo, eso se fue cuando Handy les empezó a mostrar la casa, aunque ella se quedó unos pasos atrás junto con Petunia.
—Flaky, ¿estás segura de esto? —le volvió a preguntar ella.
Sin embargo, cada sala estaba pensada, según Handy, con las ideas de Flippy. Tenían un pequeño gimnasio, una piscina, una cocina tecnológica como las que estaban de moda, y también un sótano donde Flippy iba a poner algunas de sus cosas del ejército… pero también había una biblioteca en la parte superior, un pequeño cuarto de costura, y también un muro llorón en la sala. Cosas que Flaky estaba externado en alguna conversación cuando se reencontraron.
Él había pensado en ella al comprar y encargar esa casa. Esa idea la llenó de ternura.
—Estoy completamente segura —le dijo con una sonrisa.
