Pareja: Pansy y Ginny
Tropo: licantropía
Aviso: universo del día 4
Ginny Weasley se caracterizaba por ser terca, un rasgo familiar que en ella era especialmente notable. Rara vez cedía y por lo mismo rara vez se rendía o se dejaba amedrentar. En ese momento, todos movilizados contra el ministro colocado por Voldemort, ella era un gran activo, siempre la primera en entrar de cabeza en un plan suicida.
Sin embargo, había cosas, había debilidades y una de esas debilidades era ella. Por eso aquel aviso fue especialmente duro.
Era una noche de invierno, uno de los grupos había salido con el objetivo de liberar a un grupo de miembros del Wizengamot que estaban presos en la antigua mansión Malfoy. Ella no era la única que se paseaba arriba y abajo por el salón de la casa segura que compartía con Harry, Neville y Luna, también Harry y Nott, que ya podía salir de la cama, estaban nerviosos. Porque ese grupo lo capitaneaba Malfoy, que obviamente era el que mejor conocía la casa, y con él había ido por supuesto Parkinson, siempre fiel a su amigo.
— ¿Qué hora es? —preguntó Harry por cuarta o quinta vez.
Nott hizo un tempus y apretó los labios.
— Más de las dos.
— Ya deberían estar aquí.
Ella fue a abrir la boca, fue a decir que seguro que todo había ido bien, que ese grupo sabía lo que hacía, pero entonces sonó el chasquido de una aparición y todos ellos se giraron varita en mano. A Ginny le costaría mucho olvidar aquella imagen de Malfoy sosteniendo entre sus brazos a una Parkinson bañada en sangre.
El corazón se le paró unos segundos y por una vez no fue la primera en avalanzarse hacia delante. Solo pudo quedarse allí y observar como Luna y Neville se hacían sitio a su alrededor para revisarla mientras Harry y Nott apartaban un poco a Malfoy para interrogarlo. Y lo único que pudo escuchar en medio de su pánico fue el nombre del maldito licántropo que lideraba el más temible ejército del Señor Oscuro: Greyback.
Los siguió a la sala que usaban como hospital. Neville y Luna hablaban entre ellos en susurros mientras se movían alrededor de la cama perfectamente ó horrorizada como le quitaban los pantalones oscuros que todos usaban para las misiones. El ser negros no se apreciaba realmente lo ensangrentada que estaba la prenda, pero lo que había debajo no dejaba lugar a dudas: una gran mordedura en el muslo. Y era una noche de luna llena.
Lo único que recordaría al día siguiente de esa larga madrugada sería a Luna colocándole una silla junto a la cama en la que dormía Pansy gracias a varias pociones, porque cuando comenzaron a curarla se revolvía y gritaba de dolor.
— Ven, Gin.
Obediente, porque estaba en shock de puro espanto, se acercó y dejó que su amiga la sentara en la silla.
— Coge su mano. Le consolará.
— Yo... no sé —murmuró, insegura por una vez.
— Hazme caso, no es nuestro primer caso. El tacto de una magia conocida ayuda.
Y eso hizo, cogió entre sus manos una de las pequeñas y pálidas de Pansy, algo que había deseado hacer muchas veces y nunca se había atrevido. No era ningún secreto para sus amigos que le gustaba, le gustaba muchísimo, pero también que, tan arrojada como era ella, la hermosa serpiente le intimidaba.
También recordaría que, a pesar de las pociones, la herida empezó a inquietarse al cabo de unas horas y ella hizo lo que había visto a su madre hacer decenas de veces cuando los cuidaba en las noches de enfermedades infantiles: humedeció un paño para refrescarle la cara y lo hizo apartando el cabello oscuro que se pegaba a la frente sudorosa con cuidado mientras le susurraba apodos cariñ , hermosa, ángel, cariño, princesa… todo lo que le venía a los labios tratando de consolar su dolor.
Llevaba ya un buen rato cabeceando en la silla, con la mano de Pansy firmemente sujeta, cuando le despertó un toque en el hombro.
— Ve a acostarte un rato —le susurró Nott.
Se frotó los ojos y luego la nuca con la mano libre.
— Estoy bien. ¿Neville te ha dado permiso para levantarte?
Nott miró a su amiga dormida con gesto de dolor.
— Necesito hacer algo por ella.
— Ella va a salir adelante, Theo —le contestó Luna, acercándose también a la cama ya con la varita en la mano para empezar a tirar hechizos—, y tú tienes que acostarte.
— Estoy bien.
— Luego soy yo la terca —murmuró Ginny.
E hizo ademán de levantarse para dejarle el asiento, pero al ir a soltar a Pansy la pequeña mano se aferró a la suya.
— No —la escucharon murmurar roncamente—, quédate.
Obediente, se sentó en el filo de la cama.
— Dime cosas.
Luna sonrió un poco y se alejó, arrastrando a Theo con ella, no sin antes mover la varita para cerrar las cortinas de la cama alrededor de las dos chicas.
Ginny volvió a estirarse para retirarle el cabello de la cara.
— Vas a salir de esta, Parkinson.
— Eso no. Cosas bonitas como antes —exigió con un tierno puchero.
— Oh. —La pelirroja se sonrojó con fuerza—. ¿Quieres que te recuerde lo hermosa que eres?
— Sí. Ya no voy a sentirme bonita nunca más.
— Siempre vas a ser impresionante.
— Creo que necesito que me abraces, ¿te tumbas conmigo?
Sin dudarlo, Ginny se descalzó y se tumbó junto a ella. Inmediatamente, Pansy se acurrucó contra su pecho y ella le pasó con cuidado un brazo alrededor.
— Necesitaré que hagas esto cada mes. Y me recuerdes quien soy.
— ¿No prefieres que sean tus amigos quienes…?
— No. Tú. Que solo tú me veas en mi peor momento porque solo tú me vas a mirar sin pena. Por favor.
Y el por favor fue tan abierto y suplicante que solo pudo susurrar que lo haría y abrazarla más fuerte.
