Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling. La historia pertenece a Inadaze22

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Capítulo dos

Primera parte: La tristeza del verano

9 de agosto

El cielo matutino del verano estaba brumoso, contaminado de naranja, rojo y estaba salpicado aleatoriamente de estrellas rezagadas... Y la verdad es que hoy no pienso ver el cielo matutino.

No me malinterpretes, soy una persona mañanera; disfruto las mañanas más que cualquier otra parte del día. Me encanta la noche, pero las mañanas poseen el presagio y el potencial de un nuevo día. A pesar de la niebla tóxica de la primera hora de la mañana y de que me siento indispuesta por el persistente frío veraniego, tengo que admitir que esta mañana es especialmente agradable y puedo decir que va a ser un buen día.

El sol se eleva sobre el horizonte y una brisa cálida agita los árboles y mi cabello. Ya es media mañana y en lugar de estar en la cama, como me gustaría, estoy paseando por las calles del callejón Diagon con Pansy y Ginny. Hoy es mi primer día libre de San Mungo desde que empecé a trabajar y después de pasar cada momento libre de la semana pasada durmiendo, tenía muchas ganas de pasar el día fuera.

Y aunque nunca lo admitiré, no me parece bien estar en el interior de una casa en un día tan magnífico.

Serpenteo, deteniéndome a contemplar el cielo y a los bulliciosos peatones que se dirigen al trabajo y se preparan para su jornada, para disgusto de Pansy, que refunfuña constantemente de forma irritada.

—¿Quieren darse prisa, por favor?

Mientras ella y Ginny estaban en una tienda de escobas, yo la esperaba afuera, respirando profundamente el aire casi fresco, oliendo la comida de los restaurantes, los dulces de las tiendas, el humo del castillo de fuegos artificiales de la tienda de bromas y... Fue una lástima, porque la combinación de esos fuertes olores me hizo sentir un poco mareada.

Frunzo el ceño cuando me llevan a una tienda de túnicas.

—¿Qué hacemos aquí exactamente? —preguntó en voz alta; algunas brujas me miran con recelo.

—Bueno —Pansy empezó, colocándose su negro cabello detrás de la oreja—. Voy a llevarte a comprar unas túnicas nuevas...

—¿Para qué?

—Para que te sientas mejor. Últimamente, no te encuentras bien, así que he decidido hacer algo bonito por ti.

Sí y sacarme de la cama al amanecer para comprarme túnicas nuevas es exactamente lo que necesito para superar este maldito resfriado.

¿Por qué no darme más poción pimentónica? Que se me acabaron anoche.

Ginny resopla con humor, sacudiendo la cabeza.

—Claro, Pans, ¿y desde cuándo haces algo que no te beneficie a ti al menos en algo?

Una sonrisita malvada se dibuja en su rostro.

—Bien, me has pillado. Así que mis intenciones se sitúan un poco en la región egoísta, pero eso no significa que no me importe.

Me olvido de las intenciones, las compras y las sonrisas malvadas y me centro en la música. Alguien está tocando la guitarra.

Me recuerda al verano que pasé en Verona cuando tenía diez años.

Me detengo y cierro los ojos durante unos minutos, escuchando y recordando. El momento es mío, así que lo guardo en un álbum mental. En aquel álbum están todos los momentos excepcionales para mí, desde mi infancia, pasando por Hogwarts, la guerra, hasta el presente. Momentos buenos, en los que me siento en la cima del mundo, invencible, rebosante de vida. Tengo que admitir que no son muchos momentos. Supongo que no debería haberlos, pero este es uno de ellos. Este instante aquí mismo está lleno de promesas, me hace sentir bien con el universo y hace que mis problemas, auténticos y superficiales, no parezcan nada.

Cuando Pansy y Ginny me toman de las manos y me sacan de la entrada para llevarme a la tienda de túnicas, me permito sonreír ante el nuevo recuerdo feliz.

Y mientras me ponen los trajes, dejo que mi mente recorra este último mes.

La mudanza transcurrió sin incidentes, todo gracias a la magia y a sus buenos amigos. Tardo aproximadamente un día en desembalar todo, incluida la cocina, el salón y el comedor. Ginny es una vaga, así que tardo una semana y media en desempacar solo su dormitorio. Y eso fue porque Pansy y yo tuvimos que hacer una intervención y lo hicimos por ella mientras estaba en el mercado comprando patatas fritas...

—¿Mione? —Ginny me llama sacándome de mi silencioso ensueño.

Sin pensarlo mucho, contesto.

—Nunca he oído hablar de ella.

—Déjate de juegos, Hermione, llevas ahí dentro casi quince minutos. Sal y déjanos ver cómo te ves —me dice Pansy, intentando mostrarse firme, lo cual es imposible porque puedo oír la risa en su voz.

—Prefiero meter el rostro en una batidora. No me siento bien y aquí estoy probándome túnicas, esto es lo más ridículo…

—No seas tan dramática.

—No lo soy —refunfuño, abriendo la puerta de un empujón para que me vean. No creo que se den cuenta de lo irritable y cansada que estoy. Entre el trabajo y todo, no duermo mucho, pero estoy cansada todo el tiempo. Y debido a este resfriado, no hay nada que me apetezca más que pasarme el día en la cama durmiendo y poniéndome al día con la televisión.

—Pareces... —los ojos de Pansy suben y bajan, pero se centran en mi rostro por un momento antes de terminar su declaración con una mirada extremadamente decepcionada—. Enferma.

—¡Ding, ding! Que alguien le dé un premio a esta mujer —hago mi mejor imitación de una presentadora de concursos, alegre y con una sonrisa torcida y luego digo—. Chicas, me siento fatal.

—Esta mañana estabas bien —al ver mi expresión, cede—. Bien, solo una tienda más y te llevaremos de vuelta a casa.

Mi mente se traslada al viernes después de la fiesta de Draco, cuando nosotras, Ginny, Pansy, Luna y yo decidimos reunirnos y celebrar la mudanza y todo lo demás con comida chatarra y películas en nuestro nuevo apartamento. Parece que últimamente tenemos mucho que celebrar.

Luna va a pasar el resto del verano en Suecia cazando snorkacks de cuernos arrugados con su padre antes de aceptar un trabajo como investigadora de plantas y animales mágicos para el Ministerio. Sigue creyendo en la existencia de todas esas criaturas, pero creo que lo que más le gusta es pasar tiempo con su padre. Desde que se mudó y él volvió a salir con mujeres, Luna no puede verlo tan a menudo como le gustaría. Luna se asegurará de enviar muchas fotos y regalos y nosotras prometemos mantenerla al corriente de todo.

Pansy está empezando una nueva relación con un mago francés, Pierre algo, que conoció visitando a sus abuelos en París. Pansy ha tenido tantos novios que cuando me aprendo sus nombres, ya los ha dejado y se ha ido con uno nuevo. Los hombres con los que sale son siempre guapísimos, de esos que salen en la revista Witch Weekly, algunos son modelos, pero era de esperar. A los hombres guapos les encantan las mujeres como Pansy: es linda, rica, delgada y muy divertida. Me alegro mucho de que Ginny y yo nos hiciéramos amigas suyas. Y, en realidad, ahora que lo pienso, ya ni siquiera está con Pierre.

Ginny está arrancando en las citas, en la que planea salir exclusivamente con tres hombres al mes hasta el comienzo de las eliminatorias de Quidditch, que será dentro de unos nueve meses, dejando y buscando nuevos hombres a voluntad. Siempre ha sido una persona de tener muchos novios, incluso en el colegio, pero dejó de serlo con Harry. Ahora que están separados, los hombres hacen fila para salir con ella. Después de un minucioso proceso de selección, ya tiene tres citas para el mes de agosto: Seamus Finnigan, Anthony Goldstein y Ernie Macmillan... Y ya ha salido con Seamus y Ernie. Por no hablar de que se está preparando para las citas del mes de septiembre.

En cuanto a mí, estoy celebrando mi libertad de Draco. Les conté todo lo que pasó y cuando hablé de salir, me aplaudieron. Todos lo hicimos. No puedo decir que dos meses hayan cambiado mis sentimientos por él, pero lo que sí puedo decir es que me siento más humana. Los dos primeros meses de mi nueva vida me han llevado a tener una rutina... Y es maravillosa.

Me levanto temprano, salgo a correr con Ginny y Pansy al amanecer, algo que no había hecho últimamente, vuelvo a casa y me tomo un té. Voy a trabajar, almuerzo y me reúno con Pansy, que trabaja a tiempo parcial como recepcionista en el hospital, ya que no necesita el dinero, o con Ginny, a quien le gusta visitarme cuando no está practicando. Salgo a eso de las cuatro y las tres vamos a cenar a un bar cerca de nuestro departamento, Pansy suele acompañarnos a casa cuando no tiene citas y nos relajamos hasta la hora de irnos a la cama. A veces Pansy se va a su casa o se queda a dormir, Ginny responde a las cartas de sus fans y yo práctico un poco de yoga antes de irme a la cama.

Las cosas varían de un día a otro, pero en general me lo paso bien redescubriéndome con mis mejores amigas...

Pero hoy, no.

—Una tienda más —se ha convertido en cinco y Pansy tiene unas ocho túnicas nuevas. Yo no tengo ninguna. Ginny incluso bosteza. Ahora está buscando un libro. De algún modo consigo controlar mi enfado mientras busco un libro para leer cuando esté en la cama. Me pierdo tanto en mi búsqueda del libro perfecto que tropiezo con uno de los empleados.

—Lo siento. Venía a ver si necesitaba algo —sonríe y, antes de que pueda abrir los labios para responderle, continúa—. ¿Necesita ayuda?

—No, gracias. Ya encontré lo que he venido a buscar —me dirijo a la caja registradora.

—¿Qué tal está hoy? —pregunta, animado el tipo de la caja.

—Bastante bien —dejo el libro sobre el mostrador justo cuando Ginny viene a ponerse a mi lado, bostezando. Sonrío para mis adentros.

—Creo que Pansy está lista para irse —me informa.

—Bueno, gracias a Merlín por ese milagro.

El tipo de la caja registradora mira mi libro, le da la vuelta y lee el título en voz alta: "Historia de la Magia Escandinava, volumen 12". ¿Es para la escuela? Ni siquiera sabía que teníamos este libro... O que tiene once volúmenes anteriores.

Ginny abre mucho los ojos y mi sangre pasa instantáneamente de temperatura ambiente a ebullición.

Por supuesto, sigo intentando ser educada. Como apoyo adicional, Ginny me pone la mano en el hombro, diciéndome en silencio que no le patee el trasero. Realmente intento no hacerlo, pero hay algo en mi cabeza que brama rítmicamente: "Mata, mata, mata...". No sé de dónde viene toda esta rabia, no es propio de mí enfadarme por nada, pero renuncio a todo lo lógico y dejo que mi temperamento aumente.

—Sí, bueno, soy una lectora voraz —sueno tan nerviosa como me siento.

Él sigue mirando el título con asombro.

—Las viejas con gatos probablemente leen este libro.

Mi temperamento se dispara. Esta rabia incontrolable alcanza su ápice. Sí, eso fue el colmo.

Bajando la voz a un volumen que solo Ginny y él pueden oír, me inclino hacia delante sobre el mostrador y pronuncio mis siguientes palabras, muy oscuramente y con la mandíbula apretada.

—Escucha, pequeño Flobberworm. He venido a comprar este libro, no a que me des tu inútil y estúpida opinión sobre el. Así que dime lo que tengo que pagar y pon el libro en una maldita bolsa antes de que salte sobre este mostrador y te meta tus pelotas por la garganta.

Ginny se queda boquiabierta.

—Santa mierda.

Ante esas palabras, el tipo sale rápidamente de su propio shock y empieza a embolsar el libro.

—Es un galeón, tres sickles y seis knuts.

Le doy exactamente lo que me ha pedido y él me entrega la bolsa.

Balbucea.

—Que tenga un buen día.

Muestro una sonrisa falsa.

—Oh, lo tendré... Gracias.

Al salir, me fijo en que alguien está leyendo un artículo en el Witch Weekly sobre la Compañía de Préstamos Malfoy... Y brotan mis primeros pensamientos sobre Draco.

Ahora que ya no soy su analista financiero jefe, ya no recibo mensajes a mitad de la noche por cosas aleatorias que normalmente me hacían levantarme de la cama y desplazarme hasta su casa para solucionarlas porque él duerme muy poco. Ya no miro por encima del hombro para ver si Draco está al acecho; no tengo que escuchar a las mujeres hablar de sus planes fallidos para llevarlo a la cama ni lo encuentro sentado en mi escritorio por la mañana con una taza de mi té favorito. Ni tengo que lidiar con las señales contradictorias que emite. No está callado conmigo y ya no soy su amiga con beneficios.

Genial, ¿eh?

Sí, sí que lo es.

Pero a veces, partes de mí lo extrañan.

Lo sé, es una tontería, pero lo hago. Él representa gran parte de los últimos tres años de mi vida; mentiría si dijera que al menos no pienso en él.

Pienso en él cuando miro mi escritorio y veo esa carta que su lechuza dejó caer el lunes después de su fiesta; la que no me he molestado en leer.

A veces, cuando estoy tumbada en la cama por la noche, pienso y me pregunto si somos capaces de tener una amistad. Si fuera cualquier otra persona con la que he tenido una aventura, diría que sí, que somos capaces de ser amigos, su lenguaje corporal me lo dice, pero con él... Es el único que no me da nada por lo que seguir. Ginny dice que se lo encontró en el callejón Diagon hace dos semanas mientras compraba túnicas nuevas. Dijo que preguntó por mí. Por supuesto, fue con su propio método indirecto, lo que en realidad significaba que charlaron sobre Quidditch hasta que ella mencionó mi nombre casualmente y a propósito, y él preguntó de improviso con su molesta voz impasible: "Oh, ¿cómo está...?"

Eso fue exactamente lo que pasó.

¿Qué puedo decir? Lo conozco tanto como a las pecas que adornan mis hombros.

Verás, medio esperaba que ocurriera algo así, pero lo que no esperaba era que Draco le informara de que su empresa había decidido patrocinar a su equipo de quidditch, las Arpías de Holyhead y que les había comprado implementos nuevos. Le pidió nuestra dirección para conectarse a nuestro departamento y poder enviar por flú parte del equipo que le han entregado. Es la cosa más absurda que he oído y me preocupa un poco que esté perdiendo el toque. Mientras me lo cuenta, mis ojos se abren de par en par, mi corazón se acelera... Hasta que me dice que le ha dado la dirección del entrenador, con la excusa de que no tenemos sitio para guardar la indumentaria. ¡Uf!

Sin embargo, me pregunto qué estará tramando exactamente Draco Malfoy... Hurón sospechoso y escurridizo.

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Segunda parte: Charla

Pansy siempre llega tarde.

Nunca falla. Yo siempre llego quince minutos antes y ella siempre llega veinte minutos tarde. A veces le digo que tiene que estar en un sitio una hora antes de lo necesario, pero aun así se las arregla para llegar tarde. Así que cuando me siento a la mesa con mi té de menta, soplo el vapor confiando en que para cuando ella llegue, mi té estará frío y posiblemente se habrá acabado.

Estoy sumida en mis pensamientos cuando oigo una voz tranquila y fría por encima de mí.

—¿Hay alguien sentado aquí?

Todo mi cuerpo se pone rígido al oír su voz.

Antes de que pueda protestar, Draco se sienta enfrente de mí, con un café en la mano y el porte de siempre.

Va todo de negro. Siempre viste de negro y cada vez que lo veo pienso, ¿cómo es que se ve tan bien? Pienso que debe de llevar algún tipo de hechizo refrigerante en la ropa, porque yo llevo muchas menos prendas, estoy sentada bajo techo y tengo calor. No me mira a los ojos y parece encontrar algo tremendamente interesante fuera de la tienda.

Toda mi atención se centra en beber mi taza de té porque él me hace sentir muy insegura. Verlo sentado y mirando por la puta ventana me pone nerviosa de una forma que no me pasaba desde que caminaba por los pasillos del colegio al que asistí antes de Hogwarts; cuando mi yo paranoica y puberta creía que todo el mundo me miraba, no porque fuera linda o encantadora, sino porque no era lo bastante buena.

Con él, nunca me he sentido lo bastante buena.

Con él, siento una variedad de emociones.

Me siento infantil, necesitada, sin importancia e insignificante.

Y quizá él intenta hacerme sentir así, tal vez intenta degradarme, trivializarme y hacerme sentir irrelevante... Y funciona. Porque ahora estoy aquí sentada delante de él y, aunque me siento fatal, solo puedo pensar en si mi ropa es adecuada, si tengo buen aspecto, si mi cabello está demasiado encrespado, qué piensa él de mí...

—¿Has empezado tu nuevo trabajo?

Levanto la cabeza y sus ojos se clavan en mí. Me aclaro la garganta.

—Sí.

Toma unos sorbos de café.

—¿Te gusta?

Me acabo el té.

—Es muy gratificante.

—¿Estás tomando té chai?

—De menta —respondo, con los ojos clavados en la mesa.

—¿Estás enferma? —pregunta suavemente.

—Es solo un resfriado de verano, ¿por qué lo preguntas?

Su voz uniforme me da escalofríos.

—Sé que el té chai es tu favorito y estaba a punto de ofrecerte comprarte otra taza. ¿Quieres otra taza de té de menta?

Oh, dulce Merlín, él lo sabe. Algo tan insignificante como mi té favorito. Lo sabe, y casi me doy una bofetada. No, esta es otra de sus señales contradictorias y probablemente me ignorará en unos minutos. Así que no le prestó atención, no dejo que me arrastre y me hago la tonta. Soy más sensata que esto. No soy la chica que se deja empujar por tonterías como esta. Me saco todos esos pensamientos de la cabeza y le hago un gesto con la cabeza.

Minutos después, tengo una taza de té de menta con todos los ingredientes necesarios. Tomo el primer sorbo que sabe incluso mejor que la otra taza.

—Gracias.

Tras unos instantes de tenso silencio, él pregunta.

—¿Te gusta tu nuevo departamento?

—Sí —y ya que está con el tema—. Ginny me contó que la empresa patrocina a las Arpías de Holyhead y lo del nuevo equipo que has comprado.

—Así es. La decisión se tomó el lunes después de que te fueras. ¿Les gustó la indumentaria?

—Sí, por lo que veo, le gusta.

Esta vez, miro hacia otro lado; me centro en un árbol fuera de la cafetería, en los niños caminando, en todo, en cualquier cosa para apartar mi mente de esta incómoda conversación. Rezo para que Pansy aparezca y haga que todo esto termine. Pasan otros dos minutos antes de que decida volver a mirar a Draco. Tiene expresión decidida y parece que está decidido a discutir un tema muy serio. No puedo decir si esa es su verdadera intención o si simplemente está actuando normal, pero contengo la respiración de todos modos, rezando para que no vaya a descargar sus problemas de mujeres conmigo.

Cualquier cosa menos eso.

Deja el café.

—¿Podemos dejarnos de tonterías un momento?

No es solo su pregunta lo que me deja atónita; es su tono, la inquietud casi palpable por la forma en que se acomoda el cabello.

¿Está frustrado?

Me encanta.

Mantengo la compostura.

—Lo siento, ¿qué?

Da un suspiro cortante.

—Hemos estado dándole vueltas al tema y, francamente, no me gusta.

Finjo ignorancia y respondo muy burlonamente.

—Perdóname, este resfriado de verano me tiene un poco confundida. Si pudieras explicarme por qué pareces y suenas tan frustrado, entonces quizá podría ayudarte.

Draco flexiona las manos y sé que está irritado. Creo que nunca lo he visto de otro modo que no sea sereno, severo y estoico.

Pero ahora mismo, el enfado y la frustración son muy palpables.

Que bien.

—Hablaba del asunto entre tú y yo.

Me acomodo el cabello detrás de la oreja y bebo otro sorbo de té. Guardo silencio otro momento antes de replicar en tono aparentemente desconcertado.

—Lo siento, Draco, pero ni siquiera sabía que hubiera un problema entre tú y yo.

Él se burla.

—Yo tampoco hasta que me gritaste que no querías ser mi por si acaso algo, saliste furiosa de la habitación y te aseguraste de que no tuviera forma de conseguir tu nueva dirección.

—Creo que el término que utilicé fue "amiga con beneficios", Draco.

Ignora mi corrección y sigue adelante con tranquilidad.

—¿Recibiste mi lechuza?

—Sí.

—Lo hiciste, no lo sabía, ¿la leíste?

—La verdad, no me pareció necesario.

—¿Y por qué no? —su tono es frío, pero su ira se cuece bajo la superficie.

—Leer tu carta sería un gran revés en mis planes para sacarte de mi vida.

—Hmph —se queda pensativo un momento—. Así que tenía razón. Todo este cambio era por mí.

Me cruzo de brazos.

—Oh, no seas tan egocéntrico, Draco.

—Bien —responde él—. No seré egocéntrico, si dejas de ser tan malditamente terca y me dices qué diablos te pasa, por qué insistes en huir de mí. Tuve que seguirte desde San Mungo hasta...

Espera, ¿qué?

—¿Me seguiste? ¿Ahora me estás acosando o algo así? ¿Qué demonios te pasa?

Como siempre, cuando estoy en pie de guerra y furiosa, él se sienta como si no pasara nada y habla con calma.

—No me dejaste muchas opciones, Hermione.

Pierdo rápidamente el control sobre mí misma.

—No te mereces ninguna opción; ¡no te mereces nada! La última vez que lo comprobé, te odiaba... Y no te importó. La vida sigue, dijiste... Y tienes toda la razón.

Draco se toma un momento para enderezar el recipiente con los paquetitos de azúcar, asegurándose de que esté perfectamente alineado con el pequeño cuenco de las servilletas. Incluso este pequeño acto de desprecio hace que mi cerebro se convierta en un torbellino de rabia y ofensa. Siento la tan familiar subida en la tensión cuando la sangre empieza a hervirme. Cuando termina, Draco me mira durante unos segundos.

—Solo quería saber qué te pasaba.

Mi temperamento sube como la lava fundida de un volcán a punto de entrar en erupción.

—¡No tendría que decirte lo que me pasa si no tuvieras la cabeza metida en tu trasero! No sabes nada de lo que pasa a tu alrededor y eso me parece patético. De todos los desconsiderados, egoístas e infantiles...

—¿Infantil? —resopla—. Supongo que lo sabes todo sobre eso, ¿eh?

Siento que el volcán estalla de repente en mi cabeza y veo rojo. El eco de mi bofetada reverbera por toda la cafetería, provocando que las cabezas se giren para ver el origen de la perturbación y comenzaron los pequeños susurros de otros clientes. Con una notable marca roja en su pálido rostro, Draco muestra muy poca emoción mientras yo estoy al rojo vivo por el calor de la ira.

Da otro sorbo a su café y mira su reloj antes de ponerse de pie y hablar con mucha rigidez.

—Si has terminado de tener tu infantil rabieta, tengo una reunión —tira unos cuantos billetes muggles sobre la mesa y se marcha.

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Tercera parte: Malestar

13 de agosto

—¿Eso es todo? —pregunta Ginny incrédula mientras apuñala la pasta en su plato, mirando a Pansy que está comiendo concienzudamente su ensalada de pollo con un creciente montón de pepinos y cebollas en un platito. Está a la caza de otra cebolla, la ve, hace una mueca y utiliza su tenedor para sacarla de la ensalada y añadirla al montón.

Hemos decidido que esta noche es perfecta para cenar en un restaurante nuevo. Es viernes y, a pesar del incidente con Draco, ha sido una buena semana. Este fin de semana voy a estar sola porque ellas van a salir, así que esta noche es nuestra y cenaremos en el restaurante familiar que está al lado del bar. Pansy nos está contando cómo conoció a un muggle muy guapo en una tienda al azar mientras estaba con Daphne Greengrass, cuando este empezó a hacerles gestos groseros y a silbarles.

—Sí, fue todo —responde Pansy con sencillez, dando un sorbo a su agua con limón.

—¿No lo habrás hechizado ni nada? —cuestiono, mojando la cuchara en mi sopa de pollo con fideos, no tenía mucha hambre. Si hay algo que sé de Pansy Parkinson es que no le gustan las groserías. Cuando se la provoca, es una fuerza para tener en cuenta. Su temperamento es peor que el de Ginny en su mejor momento y que el mío en los más épicos, aunque después del incidente en la librería y otro en el ascensor del centro comercial, ella no estaría de acuerdo.

—No, decidí perdonarle la vida. Soy demasiado hermosa para estar en Azkaban.

Ginny sonríe.

—Entonces, ¿no le gritaste ni le hiciste ningún daño?

Pansy se la queda mirando antes de reírse.

—No, me haces parecer una especie de monstruo.

—Bueno...

Me río entre dientes cuando le da un manotazo a Ginny en el brazo en señal de protesta.

—Sé que puedo ser un poco, umm... —Pansy se pasa los dedos por su negro cabello, buscando las palabras adecuadas.

—¿Perra? —me encojo de hombros, apartando el plato de sopa, sin ganas de tocarlo.

Suelta una mirada de enojo antes de que Pansy se aclare la garganta.

—Gracias, Hermione, iba a decir difícil.

—Oh, ¿difícil? —Ginny se burla sarcásticamente—. Claro, bien —se detiene un momento y le dirige a Pansy una mirada que le indica que continúe. Así que cuando se hace evidente que necesita que la inciten, Ginny habla—. Entonces... ¿Qué pasó?

—Era un imbécil odioso. Digamos que la sonrisa engreída se le borró de golpe del rostro...

—Creí que no le habías hecho daño.

No lo hice.

Ahora ambas estamos confundidas.

—¿Qué? Dijiste...

—Yo no hice nada. Daphne lo hizo. Cruzó la tienda y abofeteó a...

—¿Greengrass abofeteó a alguien? Ginny exclama —pensé que ella era toda antiviolencia y eco-amigable.

—Bueno, tuvo un lapsus el día que abofeteó a Blaise por gritar su talla de sujetador a todo el mundo en la cena de Quinto Año. Creí que iba a tener que atarla para que no le diera una patada en el trasero.

Ginny se ríe a carcajadas.

—Lo que daría por haber sido una mosca en la pared en esa tienda.

Me quedo allí sentada, riéndome en voz baja ante la imagen mental de la escena que se desarrolla en mi cabeza. Daphne siempre ha sido feminista, despotricaba sobre lo injusto que es que un hombre dirija todo el Ministerio de Magia, que las mujeres tengan que sufrir mensualmente y que los hombres puedan ser gordos y asquerosos, mientras que las mujeres tienen que ser delicadas y menudas para conseguir citas. Hoy en día está un poco en contra de los hombres, pero sospecho que tiene tanto miedo de que le hagan daño como ellos le temen a ella.

Muchos hombres se sienten intimidados por una mujer poderosa, eso es algo que todos sabemos, pero a veces Daphne me intimida, sobre todo cuando se sale por la tangente...

—Bueno —la voz de Pansy interrumpe mis pensamientos—. Hermione, ¿te sientes mejor?

—No mucho.

—¿Estás segura de que es un resfriado? —se pregunta Ginny.

—Estoy segura. He tenido suficientes resfriados de verano como para saber cómo que se sienten. Aunque este es uno de los peores que he tenido, pero, aun así. ¿Qué otra cosa podría ser?

Se encoge de hombros y termina de comer.

Pansy sigue observándome con ojo crítico y bebe un trago de agua con limón antes de concluir.

—Te ves como un trozo de mierda.

La miro con enojo.

—Vaya, gracias, Pans —dejo mi cuchara, bufando sarcásticamente—. Eso que dices es halagador.

Ella se encoge de hombros con descaro, como si supiera que está diciendo la verdad.

—Bueno, tú... —mira mi cuenco casi lleno—. ¿Por qué no comes algo de verdad? Seguro que tienes hambre —la sugerencia improvisada de Pansy hace que la ceja de Ginny se dispare hacia el cielo.

Me encojo de hombros.

—La verdad es que no. He comido un poco de esto, pero no tengo mucha hambre.

—Lo único que comes son tostadas e incluso eso lo haces de vez en cuando. Y todo lo que bebes es agua y té. Eso no puede ser bueno.

—Bueno, al menos estoy hidratada —replico con sarcasmo.

—A nadie le gustan los sabelotodo, Hermione. No cuando estoy siendo una amiga preocupada. Has adelgazado —Pansy me lanza una mirada maternal, mientras me regaña como a una niña. Realmente lo siento por sus futuros hijos y empiezo a dar gracias a las estrellas de que no los quiera. Pansy es así, nadie puede decirle nada.

Y como no estoy de humor para discutir con ella, simplemente le doy la razón.

—Tienes razón, probablemente solo tengo hambre.

Así que empiezo a comer, aunque mi cuerpo me grita que estoy tomando la decisión equivocada. A pesar de que siento como si mi estómago estuviera en una montaña rusa. De algún modo, consigo terminar la sopa, hablo un poco más, pago y me voy. Pansy, satisfecha por mis hábitos alimenticios, decide acompañarnos a nuestro departamento. Quiero aparecerme porque me siento muy mal, pero sé que es tradición, siempre vamos andando.

Pansy es la primera en hablar.

—Bien, he estado pensando...

—¡Dios, sabía que olía a quemado! —Ginny se ríe de su propia broma.

Sonrío débilmente.

—Qué gracioso, Ginny, muy gracioso... —dice ella—. De todas formas, he estado pensando seriamente en salir con alguien.

Me paro en seco.

—Perdona, ¿qué?

Ginny mira al cielo como si intentara divisar una estrella en específico.

—Creo que el mundo se acaba. ¿Hay cerdos volando? —dirige su mirada a Pansy—. Rápido, envíale un mensaje a tu madre para ver si el infierno se ha congelado.

—¿Por qué iba a saber mi madre si...? —Pansy frunce el ceño—. No tiene gracia, Ginny.

—Bueno, pensé que lo era —se ríe entre dientes y continúa con la verdad—. Sabes que tu mamá es la súbdita más leal del diablo... Ni siquiera deja entrar a Hermione a su propiedad porque no es sangre pura —Pansy asintió con sinceridad y se encogió como si quisiera decir: "¿qué puedo decir? Es mi madre". Empezamos a caminar de nuevo y Ginny vuelve a cambiar de tema—. Entonces, ¿por qué quieres ir en serio con alguien?

—Regalos —es su rápida y simple respuesta.

—Perdona, ¿qué? —le repito.

—Regalos, Hermione, por los regalos. Estaba en la tienda, eligiendo este collar de duendes para mí y me encontré con un chico que le estaba comprando un regalo a su novia para mostrarle su aprecio y fue entonces cuando me di cuenta. Fue como una revelación. Ahí me di cuenta de que cuanto más tiempo sales con alguien, mejores son los regalos y más cosas recibes. Hay regalos de aniversario, de Navidad, de "el día que te conocí", regalos al azar, los de "estaba pensando en ti", regalos de agradecimiento, de cumpleaños y, Merlín, si nos comprometemos, ¡todo el mundo nos hace regalos!

Habla totalmente en serio. Por supuesto, Ginny y yo intercambiamos miradas.

—Pans... —empiezo a reprenderla, pero mi estómago se revuelve violentamente y aprieto una mano contra mi vientre. Me aclaro la garganta y empiezo de nuevo—. Tú… —otra voltereta estomacal. Cierro los ojos y me obligo a no vomitar aquí y ahora.

—¿Estás bien? Te ves un poco verde.

—Estoy bien, solo...

Lo siguiente que recuerdo es que estoy de rodillas, vomitando violentamente todo lo que he comido, a dos manzanas de nuestro departamento, mientras Pansy grita.

—¡Qué asco! ¡Dios mío! ¡Qué asco! —Ginny me sujeta el cabello. Cuando siento que ya no queda nada en mi estómago, Pansy mira a su alrededor, saca su varita y murmura hechizos para limpiar tanto al desastre como a mí. Utiliza un encantamiento para limpiarme la boca mientras Ginny se sienta a mi lado, frotándome la parte baja de la espalda y Merlín, qué bien se siente.

Cierro los ojos, acerco las rodillas al pecho y apoyo la cabeza mientras ella me masajea mi dolorida zona lumbar.

—No bromeabas cuando dijiste que no te sentías bien. Quizá no debería haberte obligado a comer. Lo siento —Pansy pone una mueca que realmente la hace parecer un pug.

—No pasa nada, de verdad —murmuro, relajada.

—¿Te encuentras mejor?

—Más o menos. Solo estoy cansada.

Ginny deja de masajearme y de repente quiero estrangularla.

—Hermione, ¿cuánto tiempo llevas así de enferma?

Distraída y un poco mareada.

—no sé, ¿tres semanas?

—¿Síntomas?

Miro a Ginny como si estuviera loca.

—¿Te interesa la carrera de Sanadora o algo así? —cuando me lanza una mirada severa, suspiro y los enumero—. Me duelen los músculos, sobre todo la espalda y la siento algo extraña, vomité ayer por la mañana y hace un momento, estoy muy cansada todo el tiempo y todo huele feo…

—No olvidemos los cambios de humor —intervino Ginny—. Le diste una bofetada a Draco e insultaste a ese tipo en Florish y Botts...

—¡Y también está ese hombre en el ascensor al que casi hechizas! —exclama Pansy, recordando de repente el incidente que quiero olvidar.

Ginny alza una ceja. Ella no sabe lo que pasó.

—¿Algo más?

—No —respondo cabizbaja.

Pansy se ríe.

—Me parece que estás embarazada. Espero que no lo estés. ¿No sería lo peor? Engordar y hacer pis todo el tiempo.

Suelto una carcajada nerviosa.

—Por favor, eso es lo más ridículo que has dicho. No puedo estar embarazada. Deja que te refresque la memoria, debes tener sexo para quedar... —mi mente vuelve a la fiesta de cumpleaños de Draco y pego un grito ahogado—. Oh... Mierda.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Cuarta parte: Dos líneas

Pansy da un portazo y entra corriendo al dormitorio de Ginny con dos bolsas, estaba sin aliento.

—¡Muy bien! Ya tengo el test. No sabía cuál elegir, así que compre uno de cada marca —me quedo boquiabierta cuando deja al menos treinta pruebas de embarazo sobre la cama. En la segunda bolsa hay unos vaqueros muggles muy lindos que vio en el escaparate de una tienda y que tuvo que comprarse porque le quedaban fenomenales.

Ridículo.

Ginny, que traía el segundo galón de jugo de naranja, se detiene en seco en su puerta.

—Mierda, Pansy, ¿los has dejado sin inventario?

—La señora me miró raro, ahora que lo pienso... Debería haberla obliviado, hmm...

Puedo ver literalmente a Pansy haciendo una nota mental para volver a esa farmacia y ocuparse del asunto.

Se ríe entre dientes, deja el jugo de naranja sobre la cómoda y toma la primera caja, me la da y señala en dirección a su cuarto de baño.

—Sigue las instrucciones y no te asustes.

No es que pueda, estaba tan alterada cuando llegamos a casa que Ginny tuvo que obligarme a tragar un poco de poción calmante y medio litro de jugo de naranja. Permítanme decir que sé que todo esto es ridículo y una pérdida de tiempo. Podríamos estar sentadas en el salón viendo televisión, riendo. Esto tiene que ser un resfriado, en serio. No puedo estar embarazada. Acabo de conseguir alejarme de Draco Malfoy para siempre y no creo que deba ser castigada al embarazarme de su hijo. Soy una buena persona, maldita sea, sigo todas las reglas, dono galeones a los pobres, ayudo a los desfavorecidos, soy una buena persona.

Es imposible que esté embarazada.

Un litro de jugo de naranja, siete vasos de agua, un rollo entero de papel higiénico y diecisiete pruebas positivas después me dejaron sollozando en el suelo, con el rostro entre las manos. Es medianoche y Ginny me da palmaditas en la espalda, mientras Pansy se pasea leyendo una de las cajas con más intensidad que nunca.

—¡Oh, vamos, no todas pueden ser positivas! ¡No tiene sentido! —Pansy argumenta—. No te ofendas, Hermione, pero nunca puedes fiarte del todo de estos artilugios muggles.

—No me fío.

—No son tan precisos; dan falsos positivos todo el tiempo. Probablemente, no estés embarazada, este maldito palo sea los que sea, están mal... Los diecisiete.

Ginny se queda pensativa por un momento.

—Bueno, hay una prueba mágica que podemos hacer. Es completamente exacta.

La miro esperanzada a través de los ojos llorosos mientras Pansy se burla.

—¿Por qué no lo hicimos antes?

—No estaba pensando en ello, lo siento —se encoge de hombros—. Hay algunos efectos secundarios en los sueños y la memoria…

—¡Al diablo con los efectos secundarios, hagámoslo!

Un minuto más tarde, después de buscar la varita de Ginny entre las cajas de pruebas de embarazo desechadas, trozos de papel con instrucciones y los trastos, nos reunimos en el baño de Ginny. Abre el botiquín y veo una fila de la misma poción. Merlín tiene que haber al menos veinte. Se sonroja, saca una y me la da.

—Mierda, tienes un arsenal de pociones para pruebas de embarazo ahí dentro, Gin... —comenta Pansy, riéndose entre dientes.

Su rubor se extiende y murmura.

—A veces a Harry y a mí se nos olvidaba... Son por si acaso...

—Sí, claro, sigue diciéndote eso Ginny y quizás algún día te lo creas.

—Cállate Pans... Bébete eso Hermione.

Abro el tapón y me la bebo. Sabe a lodo y aluminio.

Pansy da golpecitos con el pie impaciente.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Esperamos cinco minutos antes de decir el hechizo.

Así que esperamos en silencio y es muy posible que sea el peor y más tortuoso silencio que he tenido que soportar en mi vida. Nunca había estado tan al límite. Aunque Pansy insiste en dar golpecitos con los pies y tararear una extraña canción de las Weird Sisters que desprecio. Ginny mira fijamente su reloj.

Un minuto.

Pansy suspira.

Ginny empieza a mover la pierna.

Camino a lo largo del cuarto de baño.

Dos minutos.

Pansy se lima las uñas.

Ginny se mira en el espejo.

Me siento en un rincón con la cabeza apoyada sobre las rodillas.

Tres minutos.

Pansy comprueba si tiene granos en el rostro.

Ginny juega con mi cabello.

Yo suspiro.

Cuatro minutos.

Pansy empieza a masticar goma de mascar.

Ginny me masajea los hombros.

Cierro los ojos.

—¡Cinco minutos! —exclama Ginny. Pansy escupe su goma de mascar en la papelera y yo me pongo en pie.

Nos quedamos de pie en el baño mientras ella saca su varita. Posiblemente, estoy más nerviosa que nunca, tanto que me siento un poco mareada.

No oigo el encantamiento que ella murmura, pero unos tres segundos después, su varita se ilumina.

Rosa.

Estoy confundida.

—¿Qué demonios significa eso?

Pansy y Ginny intercambian miradas, Pansy palidece y Ginny se aclara la garganta.

—Estás embarazada.

Todo se vuelve negro.

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Notas: ¡Aaaaaaah! ¿Se veían venir lo del embarazo?

Naoko Ichigo