(Flashback: Dos meses atrás)

Era una despejada mañana de primavera en Raccoon City, el frío de las primeras horas de la mañana ya se estaba disipando y toda la ciudad comenzaba con sus actividades matutinas, poco a poco el bullicio inundaba las calles y los locales abrían sus puertas uno a uno anunciando el comienzo de un nuevo día.

Chris cruzaba la avenida con dos cafés en la mano y una bolsa con galletas de chispas de chocolate, se dirigía al departamento de policía de Raccoon. Una vieja construcción que originalmente había sido un museo de arte en la calle Ennerdale y que había sido equipada y reacondicionada para cumplir con las funciones policiales, aun así, el jefe Brian Irons había decido conservar muchos de los cuadros y esculturas del museo, haciendo del recinto uno de los lugares favoritos de Chris en toda la ciudad y su lugar de trabajo.

Antes de cruzar por la reja principal, una patrulla estacionada en la calle hizo sonar ligeramente su sirena y provocó que Chris se sobresaltara. Del interior descendió un bien parecido oficial de policía cuyo uniforme resaltaba aún más sus varoniles atributos. Chris lo conocía bien, se trataba de Kevin Ryman.

—¡Hey Redfield!, ¿tarde de nuevo? ¿Acaso los S.T.A.R.S no reciben un buen bono de puntualidad? —bromeó amigablemente Kevin a modo de saludo.

—Ya sabes, ventajas de trabajar en la oficina de arriba. Deberías intentar aplicar. Podría hablarle bien de ti al nuevo capitán —respondió Chris con amabilidad.

—Nah. Te lo agradezco, pero lo mío son las calles, alguien tiene que hacer el trabajo rudo —dijo Kevin dedicando una amplia sonrisa a Chris, quién no pudo evitar pensar que el oficial era bastante apuesto. Además, por alguna razón que desconocía, Kevin siempre buscaba algún pretexto para hablar con él—. Ahora que lo recuerdo, estoy molesto contigo. No llegaste al festejo por la promoción de Marvin. Incluso Jill estuvo ahí y yo... es decir nosotros... te estuvimos esperando.

Kevin bajó ligeramente la mirada y Chris pudo notar que el hombre se había sonrojado un tanto.

—Lo siento mucho. Mi hermana Claire llegó de improvisto de Los Ángeles y tenía mucho tiempo sin verla —se disculpó Chris.

—Entiendo, pero Branagh no lo pasará por alto. Ya está muy molesto porque el jefe Irons les dio toda el ala oeste a los S.T.A.R.S.

—Bah, una buena botella de escocés y estoy seguro qué a Marvin se le olvida—. Kevin se echó a reír— ¿Y cómo la llevas ahora que no tienes compañero? ¿Ya tienes algún buen prospecto?

—Ninguno que valga la pena. Hay un novato de San Francisco que está interesado en el puesto. Kennedy, creo es su apellido. Yo le dije a Marvin que ningún chico en su sano juicio cambiaría San Francisco por Raccoon City y que yo no cambiaría su negro tarsero por un niño mimado de California —Esta vez ambos se echaron a reír—. Entenderás por qué amenazó con suspenderme en su primera semana como jefe.

Kevin y Chris se despidieron y este continuó su camino al segundo piso en el ala oeste del edificio. Al entrar por la puerta se encontró con sus compañeros de equipo aun dispersos, algunos hablando sobre lo que hicieron en su día de descanso y otros tomando tazas de café y el desayuno. Rebecca Chambers, Joseph Frost y Brad Vickers le dieron los buenos días y el resto lo saludaron con un simple gesto, todos menos una chica que se encontraba absorta en una pila de papeles y documentos que ya hacían sobre su escritorio. Chris se dirigió hacia ella.

—¿En qué trabajas? —cuestionó Chris a Jill Valentine, integrante del equipo ALFA y su mejor amiga. Este le acercó uno de los cafés a la chica y ella lo tomó sin separar la mirada de su lectura.

—Otra persona desaparecida en las montañas Arklay, ya son tres esta semana — Jill dio un gran sorbo al café—. Doble carga, lo recordaste, Pero está frío. Aun así gracias.

—Perdona, Kevin me entretuvo en la entrada. Déjame echar un vistazo —Jill lo miró de reojo cuando mencionó a Kevin. Chris tomó una ficha informativa y la hojeo detenidamente— ¿Todos son indigentes?

—No el último. Se trata de un trabajador de seguridad del Expreso Eclíptico. Su hija dio parte a las autoridades la noche anterior al percatarse que su padre no llegó a casa después del trabajo.

—Pero Jill, deberías dejar estos casos a los de abajo. Sabes que Wesker no le dará prioridad a un simple caso de personas desaparecidas.

—Si bueno, lo que ese sujeto opine me tiene sin cuidado... Creo que aquí puede haber algo más —Chris sabía que a Jill no le daba buena espina el nuevo capitán que les habían asignado. Y aunque Chris mantenía una opinión reservada de él, creía que Jill estaba exagerando un poco al tratarse de Albert Wesker. Después de todo, apenas tenían unos cuantos meses trabajando juntos y el hombre había demostrado estar altamente calificado para el puesto. Aun así, bien era cierto que Wesker era todo un misterio andante.

—Lo siento Chris, sé que a ti te agrada, pero...

—No es que me agrade —soltó Chris al instante y no pudo evitar ruborizarse un poco—. Sólo creo que deberíamos darle una oportunidad, eso es todo.

Jill detuvo un instante su labor e inspeccionó con aires de sospecha el rostro de su amigo, le conocía desde hace años y sabía a la perfección cuando este le ocultaba algo.

—Tú deberías darle una oportunidad a Richard. No voltees, pero no ha dejado de mirar hacía acá desde que entraste a la oficina —Chris se puso rojo de vergüenza y disimuló una sonrisa.

—No digas tonterías. Richard solo... me admira. Además, es solo un niño ¿Cuántos tiene? ¿dieciocho?

—Veintidós, sólo tres menos que tú —le recordó Jill y le miró exasperada, un segundo después ambos estallaron en risas.

—Y olvidas que soy superior y que trabajamos juntos... ¿Podríamos dejar de discutir esto en el trabajo? —añadió Chris aún entre risas.

—Ya en serio, Chris no has salido con nadie desde... bueno desde lo de Billy — Chris no pudo evitar fulminar a su amiga con una mirada por mencionar aquel nombre, pero ella lo ignoró—. Solo creo que podrías darte la oportunidad de conocer a alguien más.

—Gracias por preocuparte. Pero estoy bien... en serio ¿Además quién te crees que eres? ¿mi casamentera?

—Tu mejor amiga y nunca voy a dejar de preocuparme por ti —Jill sacó una tarjeta de uno de los cajones de su escritorio y se la entregó a Chris.

—¿Qué es eso? —preguntó el chico incrédulo mirando la tarjeta con el logo de la policía de Raccoon y un número telefónico.

—El número de Kevin Ryman. Sé que le gustas, se le salió a Marvin la otra noche en el bar... —Antes de que Chris pudiera refutar algo, la chica agregó—. No trabajan en el mismo departamento así que no veo ningún problema.

Chris miró la tarjeta unos segundos y luego la guardó en uno de los bolsillos de su pantalón. Sabía que Jill esperaba una respuesta de su parte, pero él no estaba seguro de que decir. Afortunadamente para Chris, el capitán Wesker salió de su oficina en ese instante y todos dejaron sus actividades.

—Sesión informativa, los quiero a todos en la sala de juntas en diez minutos —informó Wesker tan impasible como de costumbre.

El resto del día transcurrió en rutina burocrática y papeleo. La ciudad estaba gozando de un extraño periodo de paz que, para alguien como Chris que había vivido toda su vida en aquel lugar, solo podía significar que la "tormenta" se aproximaba. Llegada la noche, Chris se despidió de algunos de los miembros del equipo que ya habían terminado sus labores y se disponían a ir a casa. Entre ellos Jill, quien llevaba entre brazos decenas de papeles y documentos del mismo caso que había estado investigando en la mañana.

—¿Qué? Es solo tarea —mencionó Jill al notar la mirada de reproche de su amigo.

—Solo no te desveles tanto, ¿lo prometes?

—Solo si prometes llamar a Kevin esta noche —antes de que Chris pudiera responder, Wesker salió una vez más de su oficina.

—Chris, ¿tienes unos minutos? —El chico asintió incrédulo y una vez que el jefe se devolvió, volteó a ver a su amiga quién tenía el ceño fruncido.

—Ten cuidado con él, ¿quieres? —advirtió Jill, pero Chris no entendía exactamente de que debía tener cuidado. Le dio un beso en la mejilla a la chica en forma de despedida y le dijo que no se preocupara, un segundo después acudió a su encuentro con Wesker.

El despacho del capitán estaba tan inmaculado como la persona a quien le pertenecía, sin embargo, a Chris le llamó la atención no encontrar fotos, ni artículos personales, ni absolutamente nada que sugiriera que Albert tenía una vida después del trabajo. Al entrar, el hombre le invitó a sentarse y dedicó unos instantes a examinarlo con una mirada oculta tras unos costos anteojos oscuros. Chris sintió un leve escalofrió.

—¿Está todo bien señor? —preguntó Chris disimulando su ansiedad.

—Por favor, no me llames señor. No soy tan viejo Redfield.

—Perdona... Wesker.

—Así está mejor. Y no, no hay nada que temer... Estaba revisando tus archivos y me llamó la atención en particular uno de tus casos en tus años policiales —El corazón de Chris dio un pequeño vuelco. Se preguntó que tanto sabría Wesker sobre su vida—. Dime, ¿Qué hay sobre el caso de Billy Coen?

Chris tragó saliva y se esforzó por disimular su inquietud y pesar. Había evitado hablar del tema de Billy con cualquier persona que no fuera Jill. Y ahora su propio jefe lo interrogaba sobre algo que solo quería enterrar en el pasado para siempre.

—No mucho —respondió con frialdad—. Fue un chico que nos causó algunos problemas a mí y a mis compañeros. Hubo varias detenciones por robo menor, destrucción de propiedad, posesión de drogas. Nada más grave de eso.

—Supongo que estás enterado de las notcias. Lo que ha hecho este... sujeto — Chris guardó la calma, sabía que estaba transitando por terreno peligroso y cualquier cosa que dijera podía traer severas consecuencias para él y para otros.

— Estoy enterado. Billy Coen cumplió todas sus condenas menores mientras estuvo bajo la jurisdicción del departamento de Raccoon. Incluso recibí informes de su reinserción y su entrada a la milicia. Lo que hizo después de eso... no estuvo en mis manos. Es decir, en las manos del departamento.

—Y por lo tanto no debo preocuparme de lidiar con prensa oportunista, ¿cierto Chris? —cuestionó Wesker examinándolo como si pudiera leer su alma.

—Afirmativo.

—Excelente. En otros temas... — Chris soltó un silencioso suspiro y se relajó, pero no estaba seguro de que el capitán le hubiera creído del todo, su rostro era simplemente inescrutable—. Algunos de los chicos y yo iremos al gimnasio del tercer piso ¿Qué dices? ¿te nos unes?

Minutos más tarde Chris se encontraba en los vestidores con su ropa deportiva lista. Wesker podía ser demasiado persuasivo cuando quería y de alguna manera eso le intimidaba. Chris siempre había sido un chico seguro de sí mismo, no buscaba problemas. Y aunque siempre había habido rumores y sospechas acerca de él y su vida privada, Chris le había roto las narices a todo aquel que se atreviera a meterse en sus asuntos. Fue gracias a eso y su irrefutable talento con las armas y aptitudes tácticas que se había ganado el respeto entre los miembros de la policía y más tarde de los S.T.A.R.S. A pesar de todo esto, había algo en Wesker que lo hacía sentir como un indefenso e inexperto novato.

Al entrar al gimnasio Chris se encontró con Kenenth Sullivan, Joseph Frost, Forest Sepeyer y Richard Aiken. Pero Wesker no se encontraba por ningún lado.

—¡Pero miren quien decidió honrarnos esta noche con su presencia! —exclamó Joseph, su compañero de equipo al verlo. El chico no llevaba la playera puesta, pero si su característica bandana roja en la cabeza. De ascendencia latina, su piel morena enmarcaba a la perfección su cuerpo atlético y bien definido. A Chris siempre le había parecido un joven sumamente atractivo.

—¡Redfield! Al fin dejaste a Valentine para juntarte con la banda, ¿eh? —agregó Forest del equipo Bravo. Llevaba un chaleco deportivo abierto por la mitad, la ausencia de playera dejaba al descubierto un abdomen bien marcado y varios tatuajes en las costillas, pecho, hombros y brazos; que junto a su larga cabellera castaña y su arracada en la oreja derecha machaban a la perfección con su reputación como rebelde del grupo—. Solo espero que tu novia no se moleste. Esa chica sí que me da miedo.

—No lo molestes Forest —advirtió Kenneth, el más alto y fuerte del grupo. Sus enromes músculos brillaban bajo el sudor de su piel sepia. Y el hecho de que tampoco llevara playera era casi un insulto para los demás del grupo; Chris solo había visto esa clase de cuerpo en las revistas y en las películas de acción. Su barba de candado y su cabeza afeitada terminaban el cuadro del hombre más amable y simpático que Chris jamás había conocido—. Bienvenido al equipo.

—Hola Chris —saludó la voz tenue y armoniosa de Richard, quien desvió la mirada al suelo cuando este le devolvió el saludo sonriendo. A Chris le alegró no ser el único en no estar medio desnudo en el gimnasio. Richard era bajito y muy delgado, era el más joven del grupo y aunque no contaba con un cuerpo espectacular, sí que tenía unas finas facciones juveniles que le dotaban de carisma. Además, su intelecto y conocimiento en telecomunicaciones lo hacían una pieza invaluable en el equipo.

Los chicos comenzaron a calentar mientras contaban algunos chistes y hablaban sobre las chicas que consideraban más atractivas en el recinto. Chris no les dio mucha importancia, pero al estar rodeado de tanta testosterona y masculinidad, no pudo evitar pensar en su propio cuerpo. Él no era el más fuerte del grupo ni tenía los mejores músculos, pero era atlético y ágil. Jill a menudo le decía que podía tener a cualquier chico que se propusiera si solo se relajara un poco y cambiara su anticuado corte de cabello. Aun así, algún día le gustaría llegar a ser tan fuerte como...

Albert Wesker entró de pronto a la habitación y Chris tuvo que esforzarse por no quedarse mirando demasiado tiempo como un idiota. Llevaba una playera deportiva azul marino que se ajustaba completamente a su cuerpo, revelando su bien formada musculatura. No cabía duda de que el azul era su color y contrastaba con su piel clara y su cabello rubio peinado perfectamente hacia atrás. El capitán casi nunca dejaba los lentes de sol y, por laguna razón, siempre olía a loción fina, tabaco y madera. Chris no pudo evitar pensar que era el hombre más fascinante y jodidamente sexy que jamás había visto.

—Bien chicos, está noche no tendré piedad —dijo Wesker con su característica voz profunda que hacía estremecer a Chirs—. Espero que estén preparados.

El entrenamiento fue tan duro como Albert lo había prometido. El pobre Richard tuvo que parar a descansar en repetidas ocasiones, los demás a duras penas pudieron seguir el ritmo del capitán. Forest incluso le preguntó a Wesker si en serio era humano. Todos se fueron a las duchas totalmente derrotados menos Wesker, quien apenas y se había despeinado un poco.

Chris se aseguró de tomar la última regadera disponible, se desvistió y dejó que el agua fría calmara su adolorido cuerpo. Estuvo allí por un largo tiempo esperando a que los demás terminaran y se fueran para salir. Siempre le había incomodado tener que vestirse frente a otros hombres. El chico escuchó como uno a uno de los otros se fue despidiendo hasta que no hubo más ruido en la habitación. Entonces cerró la llave del agua, se ató una toalla a la cintura y salió a los vestidores...

Para su sorpresa, Wesker aún se encontraba frente a uno de los casilleros llevando puesta únicamente su propia toalla. Chris dio un paso hacia atrás y se ocultó sin hacer ruido. No quería tener un momento incomodo con su propio capitán, así que decidió esperar a que este terminara de hacer lo suyo. Pero entonces una fuerte curiosidad lo invadió y sin pensarlo mucho decidió echar un ligero vistazo; el cabello rubio aún húmedo de Albert dejaba caer algunas gotas sobre su amplia y fuerte espalda, la pequeña toalla apenas y le cubría hasta los muslos y Chris no pudo evitar mirar aquellas firmes piernas ausentes de vello corporal. El chico vio como el hombre abría su casillero y rebuscaba algo en su interior y entonces sin previo aviso... Wesker retiró su toalla dejando expuesto un sólido y bien formado trasero. Chris sintió como la adrenalina se apoderaba de su cuerpo y cómo un ardor se le subía a la cabeza. Sabía que debía dejar de mirar, que Wesker podía descubrirlo en cualquier momento, pero simplemente no podía apartar su vista de aquella sugestiva visión, era como si estuviera apreciando una de esas esculturas griegas que el reciento de policías aún guardaba en su interior. De pronto sintió como su propio cuerpo reaccionaba y una firme erección se erguía detrás de su tolla. Chris sintió mucha vergüenza, pero ya era muy tarde para arrepentirse, el chico observó como su jefe se colocaba uno sensuales calzoncillos blancos que ajustaban a la perfección y redondeaban aún más aquel perfecto trasero, luego se colocó los pantalones, la camisa, una chaqueta y el calzado. Finalmente sacó un peine y se arregló el cabello, se colocó un poco de aquella exquisita loción y abandonó el vestidor, seguro habría pensado que ya no quedaba nadie más parte de él.

Chris salió de su escondite y fue directo a su casillero hecho un manojo de nervios e intentando ocultar su erección pese a que sabía que nadie más lo observaba. Se sentía sumamente abochornado, pero no podía sacar de su cabeza la imagen de aquel cuerpo y lo que le había hecho sentir... Algo que no había sentido desde que conoció a Billy.

(Fin del Flashback)

Chris permaneció sentado en la mesa del bar completamente conmocionado. "Soy un completo idiota", pensó. Si Wesker sabía que lo había espiado aquella noche en el vestuario, ¿por qué se había esperado hasta ese momento para confrontarlo? y ¿por qué lo había invitado esa noche al Bar Jack's? ¿A qué estaba jugando? Tal vez esperaba que él le confesara lo que había sucedido y se disculpara. "Demonios". Seguramente lo despediría, no sin antes exponerlo como el depravado sexual que era. Toda su reputación se iría al carajo, Jill estaría muy decepcionada. Probablemente tendría que mudarse a Los Ángeles con su hermana y comenzar una nueva vida...

Chris sacudió la cabeza y se espabiló. Tenía que salir de ahí, alcanzar a Wesker y pedirle una disculpa, tal vez no serviría de nada, pero debía intentarlo. Tal vez incluso este aceptara su renuncia por las buenas y no lo expondría ante los demás. Chris se levantó de la mesa a toda prisa y al hacerlo dejó caer sin querer el dinero que Wesker había dejado sobre la mesa, este lo levantó y entonces se percató de una tarjeta de plástico blanca entre los billetes. Chris la tomó y la reconoció al instante, era una llave magnetizada del Hotel Apple Inn; habitación 405. De pronto el corazón del chico dio un vuelco y su cerebro termino de encajar todas las piezas del rompecabezas. Aquella llave solo podía significar una sola cosa... una invitación.