PARTE 8 Un Monstruo Menos
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Esa chiquilla engreída debe recordar su sitio y obedecer como la buena marioneta que es, eso pensaba Volkhard von Arundel mientras miraba con satisfacción a una de las bestias experimentales que su equipo acababa de crear. La bestia era poderosa, peligrosa y obediente, que es como debería estar comportándose Edelgard; y no jugando a la escuela con el Caballero Sanguinario.
Cuando le llegó la noticia de que la donnadie que recién había llegado a la Academia de Oficiales había peleado a la par del Caballero Sanguinario, sabía que debía tomar cartas en el asunto. Obviamente su querida sobrina estaba perdiendo control de la situación y no podía permitirlo.
"La batalla de prueba será en cuatro días", informó uno de los cuatro magos enmascarados. "Colocaremos el hechizo en la bestia para que reaccione a la presencia de la Princesa Edelgard y despierte para atacar".
"Será un buen momento para medir apropiadamente el poder de ésta nueva bestia, hemos hecho muchas mejoras", comentó otro, sonaba orgulloso.
Lord Arundel sonrió de manera venenosa mientras se acercaba más a la bestia, que estaba quieta y aguardando a la orden de los magos, quieta y lista para atacar, callada y esperando para obedecer; justo como debería portarse su sobrina.
"Ésta bestia debería bastar para darle una lección a Edelgard", dijo el hombre con tono cruel.
"Sería una lástima que la princesa muriera en un feo accidente provocado por una bestia errante durante un ejercicio de la Academia", comentó un tercer mago, burlón.
Arundel rió, si eso llegara a suceder entonces sería la clara prueba de que la chica había sido un fracaso desde el comienzo y debían comenzar una vez más, pero si algo tenían era tiempo.
"Si eso pasa, entonces no perderemos nada, los débiles no merecen caminar en el mismo mundo que nosotros, si ella ha de perecer para que logremos nuestra meta, entonces…"
Tras sus máscaras, los magos oscuros abrieron los ojos como platos al ver que una flecha se había clavado en la cabeza del mismísimo Thales, una flecha que llegó desde atrás, fácil de saber porque la afilada y ahora ensangrentada punta se asomaba por el frente. Thales cayó al suelo con la boca y los ojos abiertos.
Los magos gritaron de horror.
"¡Rápido, activen el portal!"
Pero ninguno tuvo oportunidad de hacer nada, cuatro flechas llegaron desde la zona boscosa y cada una de las poderosas saetas se clavó en cabezas y gargantas. La bestia acorazada rugió al momento en que los magos cayeron, ya no había ningún hechizo de restricción que le impidiera actuar.
Byleth finalmente salió de entre los árboles y arbustos, poca y ninguna atención les puso a los tipos que mató, el único peligro ahí era la bestia. Obviamente ya no había ninguna magia que aplacara a la peligrosa criatura. A la profesora le quedaban veinte flechas en el carcaj y debía aprovechar bien todas y cada una de ellas. Por suerte, su arco no era un arco común, era un arco especial que le dio su padre, que a su vez lo consiguió quién sabe dónde durante sus primeros años de mercenario.
La Bestia soltó otro rugido y se lanzó sobre la única persona en su rango de visión. Dadas las circunstancias, Byleth tuvo que dejar caer su abrigo y permitirse un poco más de velocidad para evadir los zarpazos de esas inmensas garras. Sin dejar de correr, la mercenaria preparó una flecha y aprovechó el momento en que la bestia golpeaba el suelo para concentrar toda la fuerza posible y disparar a la máscara del monstruo.
A pesar de que la flecha rebotó, Byleth notó que hubo un leve daño en el material. También hizo un tiro de prueba en uno de los costados del monstruo y la flecha no penetró demasiado. Gracias a eso supo que su mejor estrategia era deshacerse como pudiera de esa máscara y dejar descubierta la cara de la bestia. Luego de eso, con suerte podría hacer un daño importante apuntando a los ojos.
La zona donde se llevaría a cabo la batalla de prueba estaba peligrosamente cerca.
"¡Shez! ¡¿Me escuchas?!"
"¡Sí!" Sonó la voz de la chica entre la espesura.
"¡Voy a alejar a la bestia del área! ¡Quédate aquí! ¡Y no toques los cuerpos de esos sujetos!"
"¡¿Cuerpos?!"
"¡Sólo recupera mis flechas, por favor!"
Y el Azote Sombrío salió corriendo con la bestia detrás de ella en mortal persecución. Shez se acercó apenas dejó de escuchar los rugidos del monstruo y vio a los cinco muertos. Sí, ahí estaba la firma distintiva del Azote Sombrío: una muerte rápida. Si Byleth los mató sin más seguramente fue porque los consideraba peligrosos. La joven mercenaria lanzó un suspiro e hizo lo que se le ordenó: recuperar las flechas de los cuerpos sin vida de esos desgraciados. Lo único que Shez pudo hacer por el que no traía máscara fue cerrarle los ojos y la boca.
"Éstas flechas no son de madera", hasta ese momento la mercenaria lo notó y las analizó. Las flechas eran completamente de metal, se sentían pesadas y las puntas no se achataron, sobre todo la que le atravesó el cráneo de lado a lado al tipo más alto. No eran flechas de acero, Shez conocía las flechas de acero, ¡y sólo eran las puntas, no la flecha completa! Eso explicaba por qué aquella vez que Byleth trabajó con su grupo mercenario, se dedicó a recuperar sus flechas luego de la batalla.
La joven mercenaria se tomó el tiempo de limpiar las flechas mientras esperaba.
Alrededor de quince minutos después, cuando comenzaba a impacientarse, Shez vio a su profesora regresar con su arco y flechas en manos… Completamente empapada en la negruzca sangre de la bestia.
"¡Profe!" Shez corrió hacia ella y se detuvo en seco a los pocos metros al oler el desagradable aroma de la sangre. "¡Puaj! ¡Hueles a carne podrida!"
"Unas flechas se quedaron dentro de la cabeza de la bestia, tuve que sacarlas, salió mucha sangre", explicó Byleth antes de soltar el aire de su cuerpo de manera pesada. "Necesito otra ducha y lavar de nuevo mi ropa".
"¿Y qué vamos a hacer con esos tipos?" Preguntó Shez señalando los cinco cadáveres. "¿Qué les vamos a decir a todos cuando volvamos? Si tardamos más, vendrán a buscarnos".
"Esos tipos tenían planeado un atentado contra Edelgard", dijo la profesora mientras su ceño se fruncía de manera apenas notoria, sólo su voz tensa delataba la gravedad del asunto. "Yo misma le haré saber a Edelgard lo sucedido con estos sujetos, no le digas a nadie más sobre ellos, Shez. Sólo reportemos que había una bestia suelta y yo la maté".
"Bueno, Edelgard es la futura emperadora de Adrestia, seguramente habrá tipos que quieran atacarla todo el tiempo", murmuró Shez. No estaba muy al tanto de los asuntos políticos de las tres regiones de Fódlan, sólo que esos asuntos políticos eran los que les daban trabajo a los grupos mercenarios. Y era obvio hasta para ella que cosas así podían pasar entre la nobleza, incluso Claude podría sufrir un atentado, y no había necesidad de mencionar todo lo que había pasado Dimitri. "De acuerdo, no diré nada a nadie… Pero me debes un trago".
Byleth asintió y se acercó a los cuerpos sin vida de esos sujetos, se quedó con la máscara de uno de los magos y también sus libros de magia. La mercenaria finalmente revisó el cuerpo del que parecía ser el jefe y vio una espada de raro diseño, decidió tomar el arma y los pendientes rojos que adornaban las orejas del ahora cadáver. Todo lo tomado se lo entregaría a Edelgard.
"¿Y los vamos a dejar ahí?" Preguntó Shez, mirando a los muertos.
"No tenemos herramientas ni tiempo para enterrarlos pero… Ayúdame a llevarlos a donde quedó la bestia. No habrá riesgo de incendio".
"…Mejor no pregunto".
Para cuando Shez y Byleth pudieron regresar al monasterio, atrás de ellas se levantaban altas llamas que comenzaron a carbonizar a la rara bestia y los cuerpos de esos sujetos. Había algo raro ahí, algo mágico que no dejaba que el fuego se apagara, algo inhumano en la manera en que los tipos y la bestia se quemaban hasta quedar hechos cenizas y el fuego tomaba coloraciones raras.
Cualquiera que pasara por ahí sólo vería un montón de cenizas.
Las mercenarias llegaron a Garreg Mach al anochecer. Luego de ir a dejar el abrigo de Byleth (que guardaba todo lo recuperado de los atacantes) a su dormitorio, Shez fue a buscar algo en el comedor, moría de hambre. Byleth también moría de hambre, pero debía reportarse primero con Seteth apenas le llegó la noticia al Consejero de que la profesora llegó sucia y apestando a animal muerto.
"¿Puedo saber qué sucedió?" Preguntó Seteth a una distancia cómoda de la recién llegada, tenía la nariz arrugada por culpa del horrible aroma. Ambos estaban en uno de los jardines externos de la Catedral.
"Había una bestia gigante rondando la zona de batalla, me deshice de la bestia", explicó Byleth con parsimonia. Aún tenía su arco y flechas en manos, debía lavarlos también. "Mantuve a salvo a mi alumna".
Seteth se frotó el rostro, iba a decir algo más pero Rhea de pronto apareció, de hecho llegó casi corriendo.
"Oh, pequeña, ¿estás bien? Escuché que… Oh", Rhea puso un gesto horrorizado al ver el estado en el que llegó la profesora. La insoportable peste era lo único que le impedía acercarse más a ella, era obvio.
Byleth lo agradeció internamente.
"Según reporta la profesora, había una bestia gigante rondando la zona donde se va a llevar a cabo la batalla de prueba", informó Seteth y enseguida miró a Byleth con dureza. "Debiste volver aquí y pedir apoyo".
Byleth negó. "Yo misma podía matar a la bestia".
Incluso para un batallón era complicado encargarse de una de esas criaturas. "¿Entonces tú sola derrotaste a esa bestia con un arco?" Preguntó un incrédulo Seteth y hasta ese momento le dio un vistazo al arma, sus ojos se abrieron como platos al reconocer el diseño. "Ese es… ¿Es un arco del legendario artesano Zoltan?"
Byleth asintió. "Mi padre me lo dio, pero desconozco dónde o cómo lo consiguió", no mentía. Y no era un crimen poseer un arma como esa hasta donde sabía.
"Lo importante aquí es que te deshiciste de un peligro potencial no sólo para nuestros alumnos y el personal del Monasterio, también para algún viajero que llegara a pasar por la zona", dijo una sonriente Rhea. "Por ahora ve a lavarte, come algo y descansa".
Byleth asintió. "Eso haré. Con su permiso", dio media vuelta y se retiró.
Seteth volvió a frotarse el rostro con una mano. "Eres muy complaciente con la mercenaria, debió avisarnos para poder mandar un escuadrón de caballeros y asegurar el área, eso dice en los manuales de trabajo que le di".
"Amigo mío, ya te dije que nadie lee esos libros, ni siquiera yo lo haría por muy aburrida que esté", rió la Arzobispa. "Anda, vamos a descansar".
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Edelgard siempre esperaba a que el resto de sus compañeras se bañaran primero por una simple razón: las cicatrices que marcaban su piel de una manera en que ninguna persona debería estar marcada. Sus compañeras respetaban su privacidad y ni siquiera Dorothea se tomaría la libertad ni bromearía con entrar cuando ella estaba en los baños.
Ya fresca y limpia, la princesa salió de la zona de baños cuando escuchó el ruido de agua cayendo. Se puso tensa al ver a una figura oscura cerca de la poza, y enseguida se relajó al acercarse más y reconocer a dicha figura.
"¿Profesora Byleth?" Edelgard tuvo que detenerse al sentir el desagradable aroma que despedía la mercenaria. "¿Qué te pasó? ¿Qué es todo eso?" Señaló su cuerpo manchado.
Byleth sacó un balde lleno de agua y se lo echó encima, debía repetir la operación varias veces, no pensaba ensuciar la zona donde alumnas y más personas se bañaban. Cerca había un desagüe por donde el agua sucia se iba.
"Había una bestia errante cerca de donde va a ser la batalla", explicó Byleth mientras se lavaba la sangre seca, "me encargué del monstruo pero me ensucié de su sangre".
Edelgard no pudo ocultar la sorpresa. Ya había visto a su profesora pelear a la par del Caballero Sanguinario, pero tampoco que fuera una batalla de vida o muerte.
"¿Tú sola? ¿Y Shez cómo está?" Según Edelgard recordaba, Shez no iba armada. Ningún alumno podía estar armado. "Tú sólo llevabas un arco".
"Shez está a salvo". Byleth ya había lavado su arco, se lo extendió a Edelgard.
"Es un buen arco", murmuró Edelgard y analizó mejor las hermosas líneas del arma. Aunque el arco no era y jamás sería un arma que ella elegiría, intentó jalar de la cuerda y frunció el ceño, hacía falta mucha fuerza para usar apropiadamente esa arma. "Ahora comprendo…" Y entonces vio una distintiva marca en el arco pese a la poca luz a su alrededor. "No lo puedo creer… ¿Un arma de Zoltan? ¿Cómo la conseguiste?"
La profesora seguía lavándose. "Mi padre encontró ese arco en algún lado, no sé dónde, lo usó un tiempo y después me lo regaló".
Daba igual lo buena que fuera un arma, aun así era impresionante que ella sola se encargara de un monstruo sin ayuda.
Y hablando de ayudar.
"¿Te ayudo?" Se ofreció Edelgard, pero su profesora negó y no tuvo tiempo de sentirse decepcionada.
"Apesto a animal muerto y tú hueles a flores. Acabas de bañarte, no quiero que te ensucies de esta cosa", dijo Byleth y siguió lavando la suciedad de su ropa y cuerpo. "Al menos mi abrigo está limpio", murmuró.
"Y justo acababas de lavar".
"Para mañana estará seca mi ropa, eso espero". La profesora entonces miró de reojo a su alumna. "Oye, Edelgard…"
La princesa pareció extrañada ante el apenas notorio pero grave cambio en la voz de su profesora, la miró atentamente.
"¿Pasa algo, profesora?"
"Mañana en la noche iré a verte a tus aposentos", pidió Byleth mientras seguía limpiándose. La invitaría a su dormitorio pero más de una regla del monasterio lo impedía, y además había guardias en esa zona que podrían verla. "Hay algo que necesito que sepas, tiene que ver con el asunto de la bestia errante".
Edelgard frunció el ceño.
"Podemos hablar ahora mismo si quieres".
La profesora negó. "Es tarde, estoy cansada y aún debo bañarme y lavar mi ropa y botas", y secar todo si quería estar vestida al día siguiente. "No quiero que duermas tarde si la plática se complica, debes descansar".
Edelgard ya no insistió y terminó por asentir. "¿Es algo malo?"
"Era… O eso espero. Mañana te diré, ¿de acuerdo? Ve a descansar".
"Ahora me costará dormir pensando en lo que me tienes que decir", comentó Edelgard mientras se cruzaba de brazos. "Pero también quiero que descanses, así que puedo esperar".
Byleth asintió. "Ve a dormir. Hasta mañana".
"Hasta mañana, profesora".
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La escena era enternecedora a su manera.
Un mapa del campo de batalla en turno y trozos de madera mal tallados con los nombres escritos con tinta representaban a sus alumnos. Las Águilas Negras y su Profesora habían juntado dos escritorios para acomodar el mapa. Cabía mencionar que Byleth no durmió, sólo le quedaban un par de horas antes del amanecer y usó ese tiempo para tallar los muñecos no sólo de las Águilas Negras, también de los Ciervos y los Leones.
"¡Yo atacaría de frente y rompería la vanguardia del enemigo con mis puños!" Gritó Caspar.
"Y entonces estarías muerto", dijo Byleth.
"¿Eh? ¿Por qué? Soy bastante fuerte".
"Shez, por favor", indicó la profesora.
"Caspar, el grupo enemigo son arqueros", explicó Shez y movió el pequeño muñeco que representaba a Caspar hacia las pequeñas rocas que representaban a los arqueros. "A menos que seas extremadamente rápido como Petra o yo, sólo lograrás que te dejen como alfiletero".
"¿Y si es una unidad pesada la que ataca de frente?" Preguntó Ferdinand.
"Entonces tu integridad dependerá de la habilidad de los arqueros enemigos", explicó Byleth, tomando el pequeño muñeco de Ferdinand. "Un arquero especialmente hábil encontrará los huecos en cualquier armadura".
Edelgard tomó su propio muñeco. "¿Puedo?"
"Adelante", indicó Byleth.
"Primero necesito saber si sólo son arqueros o hay otro tipo de soldados cubriéndolos".
Shez sonrió. "Alguien está haciendo las preguntas correctas".
Byleth asintió. "Sólo son arqueros". Era un escenario simple.
"Atacaría desde un costado para romper sus filas. Por supuesto, no iría sola", indicó Edelgard, tomó el muñeco de su hábil y tímida arquera. "Tendría a Bernadetta cubriéndome las espaldas desde aquí. Pondría a Dorothea y a Hubert aquí atrás para impedirles que retrocedan y se cubran, y hasta entonces, dejaría que Petra, Caspar y Ferdinand ataquen de frente".
"Gracias por no incluirme", dijo Linhardt.
"También estarás, debes permanecer cerca para curarnos", dijo la princesa. Enseguida miró a su Profesora y a Shez. "¿Qué opinan?"
Shez sonrió. "Nada mal, Edelgard. Es un escenario simple y tomaste la decisión de no atacar sola".
Byleth asintió. Para la parte teórica de las tácticas de combate le había pedido a Shez que no los ayudara a encontrar las respuestas, sino que le ayudara a ella para ponerles escenarios realistas. Nada de lo que encontró en los libros la convencía, y siendo ella una mercenaria desde que podía levantar una espada, y Shez alguien que pasó más tiempo en batallas que en un hogar fijo, los alumnos no encontrarían mejores guías.
"No sé si cubrirme tras una roca o un árbol", dijo el sanador mientras tenía su muñeco en manos.
"Roca", respondieron las mercenarias al mismo tiempo.
"El árbol se puede dañar con magia o mucha fuerza, te caería encima", elaboró Byleth. "La roca es más sólida".
"Y que sea una roca grande, pero si no hay grandes, siempre es bueno mantener la cabeza abajo", dijo Shez con graciosa seriedad. "Pero si sólo hay árboles, no te quedes quieto en uno, cambia de escondite cuando puedas".
"De acuerdo", Linhardt no esperaba que se tomaran tan en serio su comentario.
"Por supuesto, todo depende del campo de batalla", explicó Byleth. "Por el momento deben familiarizarse con los bosques, ya después estudiaremos otros terrenos".
"¿Qué otros terrenos te vieron pelear, profesora?" Preguntó Petra.
"Ríos, montañas… También peleé en la nieve y no fue agradable", enumeró la mercenaria.
"Nosotros una vez tuvimos que cuidar a una caravana de mercantes y marchamos por una zona desértica, fue incómodo", contó Shez. "Se me metió arena en sitios donde nadie quiere tener arena, créanme".
"Hay terrenos que permiten un paso sencillo y otros que lo dificultan. Cada factor es importante cuando se trata de atacar o defender".
Bernadetta se terminaba su postre de durazno. "¿Entonces puedo esconderme bien y disparar desde árboles o rocas?"
"Trata de no quedarte en un solo sitio", reiteró Byleth. "Pueden acorralarte".
"¡Aaah! ¡No quiero que me acorralen!"
Dos horas después de estudiar varias estrategias, la lección más importante al final era pelear juntos y sacar lo mejor de cada elemento si la oportunidad lo permitía. Luego de eso, fueron a entrenar a la Plaza de Armas, todos estaban más que inspirados en dar lo mejor de sí.
Eso significaba más armas rotas.
Para la hora de la comida, Byleth se tuvo que disculpar con sus alumnos para ir a comer con Manuela y Hanneman y preguntarles dos o tres cosas respecto a su presupuesto mensual, tuvo que prometerles a sus alumnos beber té con ellos a la primera oportunidad. La experiencia de la fiesta de té con Edelgard y Dorothea fue enriquecedora para Byleth.
Por ahora, el problema era el dinero.
"¿Más maneras de conseguir fondos extra?" Hanneman se llevó una mano al mentón. "Estás en contrato con el Monasterio ahora mismo y no puedes tomar trabajos como lo hacías cuando eras mercenaria pero… Siempre puedes vender cosas en las tiendas que están cerca de la entrada sur".
"Hay herreros y mercantes, seguro que podrás hacerte de materiales cuando puedas salir a misiones con los alumnos", completó Manuela. "En nuestro caso, debemos comprar libros mágicos constantemente".
"Para ti es fácil decirlo, sólo los sanadores más avanzados desgastan sus libros", peleó un poco Hanneman, que pronto tendría que lidiar con los alumnos desgastando libros como si directamente los quemaran.
"En dos lunas más éste vejestorio va a estar peor que tú en cuanto a los gastos", dijo Manuela en graciosa y no tan baja voz mientras miraba a Byleth. "Por eso ahorra todo lo que puede mientras las habilidades mágicas de los alumnos aún no crecen".
A Byleth no le sorprendía, no del todo, los libros mágicos en especial tenían un número limitado de usos dependiendo del nivel de magia de los magos y en ocasiones los tomos mágicos se destruían, salvo aquellos que eran más especializados. Byleth no sabía con exactitud cómo funcionaba la magia más avanzada, su propio hechizo de fuego era básico y bastaba con conocer la runa mágica a memoria.
Saber más del tema no era mala idea, ¡quién sabe! Quizá ella misma tenía uno o dos hechizos más por descubrir.
"Al menos yo no me gasto parte de mi presupuesto mensual en licor", peleó Hanneman.
"¡Oye! Uso mi propio dinero para mis gustos".
"Manuela, por favor, dentro de dos meses comenzarás a pedirme prestado".
"Y normalmente no me prestas porque te quedas sin dinero primero".
Mientras Hanneman y Manuela seguían su discusión, Byleth miró a su alrededor. Una cálida sensación llenó el pecho de la mercenaria al ver a los alumnos comer juntos, algunas de sus Águilas presumían las armas rotas del día con alumnos de las otras clases, podía ver a Leones y Ciervos compartir mesas cercanas y unirse a las pláticas cercanas cuando tenían oportunidad.
Shez presumía haber roto armas ¡al fin! Estaba sentada en la orilla de la mesa, a un lado tenía a Dorothea, quien platicaba tranquilamente con Petra. Frente a ellas estaban Edelgard con Hubert. Bernadetta escapó a su cuarto apenas pudo pero sí comió con todos, mientras que Caspar había encontrado un alma afín entre los ciervos: Raphael. Ambos comenzaron a devorar toda la comida que pudieron por consejo de Raphael, según sus palabras, comer mucho significaba más músculo, y más músculo significaba más fuerza.
En la mesa de al lado, Ciervos y Leones platicaban animadamente. Annette e Ingrid se encargaban de que Sylvain dejara de coquetear con las chicas de los Ciervos, Felix sólo comía mientras le ordenaba a Sylvain que se comportara, Dimitri platicaba con Dedue y un divertido Claude que buscaba la manera de sacar al príncipe de sus casillas. Mercedes junto con una animada Hilda impidieron que Marianne escapara de la mesa y platicaban con ella, aunque en realidad eran ellas las que dirigían la plática mientras una tímida Marianne sólo asentía. Ashe hablaba con Ignatz sobre una novela de caballeros y ambos lucían muy animados. Lorenz, por su lado, se encontró bastante cómodo conversando con Ferdinand. Leonie estaba junto a una silenciosa Lysithea.
"Supongo que las armas de madera no te duran en las manos", le comentó Leonie a Shez.
"Estoy acostumbrada a armas de verdad, pero las armas de verdad son peligrosas en la escuela", dijo Shez. "En la batalla de prueba todos usarán armas de hierro y los tomos mágicos tendrán restricciones", informó con graciosa seriedad y enseguida notó que Lysithea aún no probaba su plato de verduras y sopa y directamente se estaba comiendo el postre que venía con ese menú. "El postre va al final, lo sabes, ¿verdad?"
Lysithea puso un gracioso gesto de enfado. "Pues prefiero comenzar con el postre".
"Hey, yo no la culpo, yo me lo comería primero si no estuviera acostumbrada a comer primero la comida normal", dijo Leonie. "Nunca había comido nada tan dulce hasta que llegué aquí".
"Lo más dulce que había comido es fruta del mercado", agregó Shez. "Es la primera vez que veo y como postres tan bonitos".
Lysithea se sorprendió al escuchar eso. "¿Cómo que no habían comido dulces y postres como estos?"
"Sólo fruta como dice Shez", dijo Leonie. "El azúcar y todos estos ingredientes suelen ser costosos, no tienen idea del susto que me dio cuando fui a las tiendas del monasterio y vi el costo de los ingredientes y los materiales".
"Jo, en el grupo mercenario tenemos que preparar la comida con lo que encontramos en el camino para ahorrar dinero. Y cuando cobramos, vamos a comer a alguna posada. A mí me encanta la carne y la cerveza", agregó Shez con una sonrisa. Estaba contenta de que su profesora estuviera dispuesta a permitirle beber alcohol en secreto.
Lysithea frunció el ceño. Aunque admitía que no le interesaba mantener su título de noble y su única meta en ese momento era lograr estabilidad para sus padres, nunca había parado a pensar en que ella tenía acceso a cosas como el azúcar, algo que daba por sentado en su vida diaria. Y ahora tenía enfrente a dos personas que sólo conocían el dulzor de la fruta de temporada.
"…Y en las posadas no venden postres, así que tampoco puedo comerlos cuando tengo dinero", contaba Shez.
"Entonces aprovecha mientras estés aquí para comer los que puedas", fue el único comentario de Lysithea, el simple hecho de pensar en que no todos podían comer galletas con té como a ella tanto le gustaba era una idea desagradable.
"¿Sabes? Debes comer al menos tus verduras", comentó Shez, señalando el plato aún sin tocar de Lysithea. "Esa comida es buena para crecer grande y fuerte".
Leonie rió y estuvo a punto de darle la razón a Shez, pero Lysithea no se tomó a bien el comentario.
"¡No soy una niña!" Peleó la joven maga. "No necesito que me digas que los niños deben comer su verdura para crecer".
"Estoy casi segura de que no dije eso", murmuró una confundida Shez.
"Discúlpala, a Lysithea no le gusta que le digan que es una niña", dijo Leonie con poca y ninguna discreción.
"¡Porque no lo soy!"
"¿Ves?"
"Bueno, tampoco creo que lo sea", comentó la mercenaria y analizó largamente a la maga, enseguida miró a Dorothea a su lado. "Hey, Dorothea, ¿qué opinas de Lysithea?"
"¿Mmm?" La cantante miró a una ahora apenada maga y sonrió. "Yo creo que es un encanto y sin duda bastante peligrosa si la profe Bylie no se ha dejado atacar por ninguno de sus hechizos". La cantante ahora miraba a Lysithea de manera coqueta, le guiñó un ojo en claro jugueteo. "Definitivamente debemos beber té un día de estos, sin duda debes ser una persona bastante interesante".
La pobre maga se sonrojó de manera intensa, tomó su charola de comida. "Con su permiso", y escapó.
"Prometiste a mi primero beber té", dijo una lindamente ofendida Petra.
"Y haremos eso antes de ir a dormir, soy una mujer de palabra".
Por su lado, Shez sólo rió y miró a Leonie. "¿Lysithea siempre es así?"
"Todo el tiempo".
"Me agrada. Y se ve linda cuando se sonroja".
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Edelgard seguía pensando en lo que su profesora le dijo y decidió confiárselo a Hubert luego de clases. El asunto de una bestia suelta que tenía que ver con ella podía significar muchas cosas, y lamentablemente todas esas posibilidades se enlazaban a las mismas personas: aquellos que se arrastran entre las sombras.
Hubert le prometió estar afuera de sus aposentos, escuchando y esperando en caso de cualquier eventualidad.
Tres toques a su puerta, Edelgard de inmediato fue a abrir. Aún tenía su uniforme puesto.
"Profesora, buenas noches. Pasa, por favor".
"Gracias", Byleth entró y por simple instinto miró a su alrededor, el cuarto estaba limpio, había libros sobre el escritorio y olía a lo que supuso té. Tomó asiento en la silla del escritorio mientras Edelgard se sentaba en la cama. "No te quitaré mucho tiempo, o eso espero", miró de reojo a la puerta pero no dijo nada. Volvió su atención a la princesa. "Shez sabe de esto, le pedí no decir nada a nadie y sé que lo cumplirá", fueron las primeras palabras de la mercenaria. "La bestia de ayer era controlada por unos magos que usaban ésta máscara", dijo y enseguida sacó de entre su abrigo la extraña máscara con forma de pico de pájaro.
Edelgard sintió un doloroso vacío en el estómago al reconocer esa máscara, supo ocultarlo, por suerte. Lo que no pudo evitar fue que sus manos se apretaran en su falda.
"Eran cuatro magos acompañados de otro sujeto, uno que era el jefe y no usaba ninguna máscara y dijo algo raro", Byleth cerró los ojos, recordaba bien esas desagradables palabras, "que esa bestia te daría una lección. Y un mago dijo que sería una lástima que perecieras en un accidente provocado por una bestia errante durante una práctica de la Academia. Y luego el jefe comenzó a decir algo sobre los débiles…" La profesora miró con seriedad a una tensa Edelgard. "Los maté, a los magos y a su jefe… Esos sujetos querían matarte usando a la bestia".
"Profesora…" Edelgard tragó saliva. ¿Acaso la mercenaria acababa de salvarle la vida de nuevo? Tuvo que sacudir la cabeza para recuperar el piso, tenía que pensar en una respuesta sensata. "El Imperio ha estado lidiando con problemas internos desde hace mucho, me disculpo que esto sucediera, y agradezco que intervinieras para salvarme otra vez".
"No puedo permitir que te maten, Edelgard", declaró Byleth con su voz falta de emociones, pero que sonaba suave a oídos ajenos.
La princesa tragó saliva, las mejillas le ardían. "Profesora… Ah… Um… ¿Qué más pasó?"
"No tuve la opción de capturar a ninguno de esos magos vivos, al parecer conocían un hechizo de portales y temí que fueran a escapar, tenían estos libros", explicó Byleth y le dio los tomos mágicos de esos sujetos.
Por supuesto que Edelgard reconoció esos libros.
"Lamento no haberlo manejado de otra manera, pero temí que el asunto se hiciera más grande y eso te diera más problemas de los que necesitas", y no que Byleth quisiera inmiscuir a la gente de la Iglesia de Seiros, sólo Alois le caía bien. "Pensé que lo mejor era venir directamente contigo y ya tú decidirías a quiénes acudir".
"Gracias", Edelgard seguía un poco sobrepasada por la situación, pero al parecer aún faltaban más sorpresas por ser reveladas. Vio que su profesora sacaba algo más de entre su pesado abrigo. Sus ojos se abrieron como platos al ver lo que estaba envuelto en una tela: un par de pendientes color rojo y una espada que obviamente reconoció. "Profesora…"
"El jefe tenía ésta espada rara y estos pendientes rojos, tenía cabello oscuro, barba corta y bigote. Tuve que quemar los cuerpos junto con el de la bestia, fue lo único que se me ocurrió para que… ¿Edelgard?" La profesora guardó silencio al notar algo: Edelgard estaba temblando.
Edelgard temblaba mientras caía sobre sus hombros, y con fuerza, la revelación de que el monstruo más grande que plagaba sus pesadillas estaba muerto. Volkhard von Arundel estaba muerto…
Thales estaba muerto.
¡Ese bastardo estaba muerto! ¡Había muerto a manos de una mercenaria! ¡La gloria, las batallas y sus parloteos sobre recuperar el mundo de manos de las bestias que lo infestaban quedaron hechos cenizas!
Byleth no supo cómo reaccionar al ver a Edelgard así, no sabía si estaba aliviada, asustada o si había cometido un error con sus acciones.
"¿Estás bien?"
Edelgard quería gritar que sí, que nunca en su vida se había sentido tan ligera, tan libre. Quiso reír, quiso saltar pero el cuerpo no le servía, estaba sobrepasada por la emoción.
"Estoy… Estoy bien… Justo ahora no me siento en condiciones de tener una conversación decente, pero hay algo que te puedo asegurar", la princesa miró a Byleth con ojos grandes, brillantes, con una emoción desbordante. "Te debo mucho más de lo que crees, profesora mía… Prometo que hablaremos apropiadamente cuando tenga mis pensamientos en orden, pero ahora, justo ahora…" La princesa se inclinó ante ella. "Desde el fondo de mi corazón te agradezco lo que has hecho por mí desde que nos conocimos".
Byleth tragó saliva y por un momento no supo qué decir, su corazón se aceleró. Sólo atinó a tomar a su alumna por los hombros.
"Hice lo que tenía qué hacer. Hablaremos de esto cuando estés lista… Por ahora descansa, ¿sí?"
"Lo haré. Descansa tú también", pero antes de dejar ir a su profesora, la princesa quería aclarar algo. "¿Por qué decidiste no reportar esto a las autoridades del Monasterio?"
Byleth miró largamente a Edelgard antes de responder.
"No entraré en detalles, pero tengo mis razones para no sentirme cómoda en la Iglesia de Seiros", explicó Byleth.
Edelgard sonrió suavemente. "¿Entonces qué haces en Garreg Mach enseñando, eh? Estoy casi segura que nada te retiene de irte de aquí cuando quieras".
"No quiero irme".
"¿Por qué?"
De todas las razones que Byleth tenía para quedarse ahí, sólo había una buena:
"Porque tú estás aquí".
CONTINUARÁ…
