PARTE 9 La Batalla de las Tres Casas
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"Y entonces la profesora me dijo que lo estaba haciendo bien, pero que si usaba botas con suela más suave, podría pasar mejor desapercibido", contó Hubert antes de soltar un pesado suspiro. "Tiene una buena percepción de sus alrededores".
Edelgard trataba de no sonreír, no lo lograba del todo, su cuerpo se sentía lleno de energía. "Y a mí me dijo que podías estar presente en las conversaciones si yo quería, eres mi vasallo después de todo".
El mago tomó la espada y la analizó una vez más. No podía equivocarse, esa espada era de Volkhard von Arundel… Mejor dicho, Thales, e incluso el arma tenía un nombre: Ridill.
"Si nuestra profesora mató a Thales y a sus magos, y quemó sus cuerpos, el resto de las Serpientes de las Tinieblas tardarán en saber que su líder ya no está entre los vivos", comentó Hubert. Al final se decidió por un nombre más corto para esos monstruos. "¿Qué es lo que deseas hacer ahora, Milady?"
"¿Sabes? Siempre pensé que necesitaba el poder de Thales y su gente para lograr mis objetivos, que con mi poder no bastaría…" Edelgard soltó una risa casi amarga. "Y bastó el poder de una simple mercenaria para derribar lo que creí indestructible…" La princesa miró a su siervo con un gesto recuperado. "Quiero hacer las cosas a mi modo, con mi propio poder. Aún hay una meta a la que quiero llegar", la voz de la princesa tomaba fuerza a cada palabra. "Ahora que nada me tiene encadenada, tomaré las riendas de mi propio camino".
"¿Y qué haremos con el resto de las Serpientes?" Hubert tenía una sonrisa en los labios ante la resolución de su ama y señora. Él más que nadie había soñado con matar a Thales de las maneras más terribles posibles para hacerle pagar el daño que le hizo a su princesa, pero una muerte estúpida, sin batalla y sin gloria fue mucho más cruel.
"Dejemos que entren en caos. Ya sabes cómo son, cada quien ve por sus propios intereses. En cuanto se den cuenta que ya no tienen quién los controle, intentarán hacer las cosas a su modo", Edelgard se llevó una mano al mentón. Frunció el ceño. Aún hay tiempo de salvarla, pensó con fugaz gravedad.
Hubert asintió con ligereza. "Mandaré a mi gente a que estén atentos a lo que ocurra en Enbarr, Thales era el Regente después de todo y quién sabe si el Duque Aegir intente algo".
"Aegir hace lo que quiere porque tiene el respaldo de Thales y el resto de las Serpientes".
"Y en cuanto sepan que ya no está Thales, es posible que el cobarde intente algo desesperado. Quizá huya, o quizá intente tomar el control creyendo que ahora él es quien manda. No sería mala idea pedirles a nuestros aliados que lo mantengan a raya".
"Sí, les enviaré cartas. Mientras tanto, esperemos un poco a ver qué hacen ahora que su líder ya no está".
Hubert asintió. "¿Y qué haremos nosotros mientras esperamos, Milady?"
Edelgard sonrió de manera sincera mientras miraba los libros en su escritorio. "¿Sabes? Por primera vez quiero tener la normalidad que esos bastardos me negaron. Quiero ser una estudiante más y graduarme, para variar. Todo lo que vaya a aprender aquí me será de utilidad a futuro, podremos seguir descubriendo los secretos del monasterio a nuestro propio ritmo y… ¡Quién sabe! Quizá logre que nuestra Profesora se una a mí".
Ésta vez Hubert carecía de suficientes motivos para expresar sospecha alguna contra su Profesora, él mismo la escuchó, Byleth no estaba cómoda en la Iglesia de Seiros. Incluso se enteró que ni siquiera se sentía cómoda con la presencia de la Arzobispa Rhea. "Me sentiría más tranquilo si supiéramos cuáles son sus otras razones para estar aquí… Además de lo que ella ya dejó en claro", agregó, casi juguetón.
Un sonrojo atacó el rostro de la princesa y la obligó a evadir los ojos de Hubert. "Quizá debamos socializar como es debido. Estamos en un nuevo escenario, Hubert, somos libres de movernos. Aprovechemos el tiempo que estaremos aquí, porque quizá sea la única normalidad a la que podamos aferrarnos cuando comience la verdadera pelea".
"Así no olvidaremos porqué estamos peleando", Hubert sonrió por lo bajo. "Tiene razón, Milady. Pondré a mi gente a vigilar al Duque Aegir y actuaremos según las circunstancias".
"Hay otra cosa que debemos hacer…" La princesa miró a su vasallo con seriedad. "Debemos que salvarla".
"Tenemos tiempo todavía", asintió Hubert. "Monica debe seguir viva".
Edelgard recordó con amargura cuando su ahora fallecido tío le contó, con mucha emoción, que esa amiga suya sería de mucha ayuda a futuro. La princesa intentó pedir clemencia para la chica, pero su tío se impuso con crueldad y le dejó en claro que ella no podía pedir nada, que suficiente era el poder que le estaban otorgando. Edelgard daba a Monica por perdida, pero ahora tenían la oportunidad de salvarla. Hubert también lamentó que la chica fuera víctima de los planes de las Serpientes de las Tinieblas.
Sólo esperaban llegar a tiempo a ella.
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Para Byleth era curiosa la manera en que Claude y Dimitri, y sus respectivos compañeros, abordaban las estrategias de batalla.
Claude era astuto y todas sus estrategias incluían ataques sorpresa, trampas y atrevidos movimientos para, incluso, evadir el combate. Lamentablemente, Byleth notó de inmediato que poco y nada contemplaba a sus compañeros dentro de esos planes, y dichos compañeros no se imponían salvo Lorenz, cuyas estrategias eran buenas pero tendía a tomar el protagonismo en cada uno de los escenarios. Leonie y Raphael alardeaban sobre todos los enemigos que podrían derribar si se los permitían, Lysithea los llamaba tontos por no poder ponerse de acuerdo, Ignatz ni siquiera pudo opinar, y Marianne no se molestó en opinar; todo ese desastre estaba en la mesa mientras que Claude decía que todo estaría bien si dejaban que él se encargara de todo. Los Ciervos necesitaban aprender a trabajar en equipo.
Dimitri, por el contrario, se preocupaba tanto por sus compañeros que era él quien se ponía en esos escenarios imaginarios conteniendo la parte más pesada del ataque, mientras los demás atacaban en los flancos más débiles. No que fuera una mala estrategia, pero Felix no se contenía en expresar que "por supuesto que el Cernícalo necesita violencia", para luego sugerir que él podría encargarse uno a uno de todos sus oponentes. El resto de los Leones trataban de ayudar. Mientras que Dedue apoyaba sin chistar todas las ideas del príncipe, los demás insistían en que podían ayudar en esos ataques frontales imaginarios pero Dimitri aseguraba que él podía con eso. La predominante lealtad que gobernaba en Faerghus hacía que los Leones no insistieran más y escucharan a su príncipe, excepto Felix. Los Leones necesitaban un mejor trabajo en equipo.
Graciosamente, mientras que las estrategias de Edelgard eran buenas, fallaba en preguntar y considerar la opinión de sus compañeros. Los demás callaban al ver que el plan era bueno y quizá pensaban que no era necesario decir más. El Águila mayor necesitaba escuchar más a su equipo.
Los tres líderes aprenderían sobre sus errores en la batalla de prueba, Byleth estaba emocionada porque llegara el día. Y mientras esperaba, se dedicaba a pescar. Quería preparar croquetas de pescado con la salsa de receta secreta Eisner para todos sus alumnos, todos, y necesitaría bastante pescado para eso. Le gustaba que le dejaran usar la cocina una vez a la semana, y pensaba aprovechar la oportunidad para hacer una nutritiva comida. Incluso Lysithea estaba dispuesta a comer pescado mientras no hubiera mucha verdura de por medio.
"Ah, al fin los encuentro", murmuró una tímida y baja voz.
Byleth conocía esa voz. "Hola, Marianne".
"Ah, Profesora Byleth… Um… Veo que los pequeños están aquí", dijo Marianne, mirando a los gatos que esperaban perezosamente por uno o dos bocados.
"Siempre vienen cuando pesco, les doy los más pequeños", dijo Byleth y de pronto uno de los gatos comenzó a maullar mientras se pegaba a uno de sus brazos. La profesora miró de reojo al minino. "Debes esperar a que pesque uno de tu tamaño".
Marianne jugó nerviosamente con sus dedos y miró a un lado. "El pequeño dice que quiere lo que traes en el bolsillo".
"¿Uh?" Byleth miró un momento a Marianne antes de dirigirle al gato una severa mirada. "No, es mi carne seca, la como cuando me quedo sin energía", y el gato maulló más fuerte.
Marianne casi rió. Y también le agradó que su profesora no la mirara raro por decirle lo que el gato quería. No quería ni pensar en qué pasaría si los demás supieran que podía entender a los animales, quizá lo único bueno que traía consigo la Cresta de la Bestia en su sangre.
Bastaron tres maullidos para que Byleth se rindiera y repartiera su carne seca entre los gatos.
"¿Quieres pescar conmigo?"
"Oh, no quisiera molestarte, profesora. No sé pescar y… Um… Iba camino al invernadero", respondió Marianne en la misma baja voz.
"Bernadetta está ahí, podrán trabajar juntas. También está Dedue", comentó Byleth.
"Oh, entiendo… Con tu permiso", y Marianne se fue.
La batalla de prueba sería al día siguiente, los estudiantes aprovechaban la tarde y se relajaban como Byleth se los aconsejó. La profesora sabía más o menos qué estaban haciendo sus alumnos en esos momentos:
Edelgard, Petra y Lysithea bebían té en los jardines. Ferdinand y Lorenz también bebían té, pero en otra mesa. Hubert, Ashe, Ignatz y Annette leían en la biblioteca. Bernadetta y Dedue estaban en el invernadero, y Marianne no tardaría en unirse a ellos. Linhardt dormía en uno de los jardines. Leonie, Raphael, Caspar y Felix se ejercitaban en la plaza de armas, sólo les recomendó no excederse. Mercedes rezaba en la Catedral. Ingrid cuidaba de su pegaso. Sylvain trataba de conseguir una cita con alguna de las mozas que trabajaban en el monasterio, sin éxito hasta el momento. Dimitri estaba en su cuarto. Claude jugaba ajedrez consigo mismo y estaba ganando, según él. Hilda y Shez visitaban las tiendas a ver qué novedades traían los vendedores. Y Dorothea…
"Hey, profe Bylie", saludó la cantante con su gesto risueño de costumbre.
"Hola", saludó Byleth mientras ponía más carnada en su anzuelo. "¿Cómo te fue en tu cita?" La vio salir acompañada de un joven soldado luego de clases.
"Oh, ¿estás atenta a lo que hago, profe?" Preguntó Dorothea con voz provocadora mientras se sentaba al lado de su maestra.
"Siempre estoy atenta a las actividades de mis alumnos", fue la simple respuesta de la mercenaria.
Dorothea bufó de manera graciosa, era complicado provocar a alguien tan poco social, aunque eso no le quitaba encanto a su profesora. "No me fue tan mal, pero no creo que tengamos una segunda cita", respondió con cierta decepción. La única respuesta que escuchó fue un sonido afirmativo de parte de Byleth. "Creo que trataré con alguien más", agregó más para sí que para su maestra.
La cacería de una buena pareja para asegurar su futuro apenas estaba comenzando, Dorothea Arnauld no pensaba rendirse.
"Veo que estos temas no te mueven mucho. Nunca has tenido pareja o un romance, ¿verdad?" Preguntó Dorothea a su profesora luego de largos segundos de silencio.
"Nunca", respondió Byleth y sus ojos brillaron al sentir que otro pez picaba. Rápidamente lo pescó y lo echó a la canasta.
"Supongo que el campo de batalla no es un sitio para relaciones románticas".
"Vi romances entre los mercenarios de papá".
"Oh…" Dorothea sonrió, juguetona. "¿Y nadie trató de cortejar a la hija del jefe?"
Byleth negó. "Todos me tenían miedo".
La cantante no era quién para arruinar el momento, estaba al tanto de la fama del Azote Sombrío. "No sé por qué, eres un encanto, profe. Eres tan encantadora que hubo mercenarios que te enseñaron sus idiomas natales".
Eso sucedió cuando era más pequeña, cuando era menos peligrosa, cuando aún no tenía el apodo que la hizo famosa de esa manera que no le gustaba. "Era más pequeña cuando me enseñaron", Byleth sólo dijo eso, el resto se lo guardó.
"Oh, profe, por cierto… ¿Me enseñarías el idioma de Brigid?" Pidió Dorothea de repente.
"¿Uh?" Byleth miró a su alumna con curiosidad. "Puedo hacerlo, pero Petra sería mejor guía que yo".
"Quiero sorprender a Petra. Me pidió que le enseñara a mejorar su fodlandés porque mi voz es linda y soy una cantante, así que conozco más palabras que los demás. Quiero poner de mi parte y sorprenderla".
Tiene sentido, pensó Byleth. "De acuerdo, te enseñaré".
"¡Gracias! Ahora será mejor que vaya a descansar un poco, quiero probar lo que nos vas a dar de cenar".
Byleth asintió. "Una siesta te caerá bien".
"Nos vemos en la cena, profe", se despidió Dorothea.
Todos los alumnos cenaron nutritivas croquetas de pescado con aderezo que Byleth preparó, tuvo la ayuda de Ashe y una inesperada Bernadetta que pensó que llegaba tarde a la cena. Entre los tres terminaron más rápido y la cena fue bastante animada, con todo y que Byleth hablaba apenas lo necesario.
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"¡La batalla de las Tres Casas pronto dará comienzo!" Anunció Seteth. Hanneman, Manuela, Byleth y Shez se encontraban tras él y sólo esperaban.
Un par de batallones de los Caballeros de Seiros vigilaban los alrededores para evitar visitas no deseadas. Ya era de conocimiento público el asunto del monstruo que Byleth mató, lo mejor era estar preparados por si otra bestia decidía pasear por ahí ese día. Seteth dirigía el ejercicio y, sorpresivamente Rhea también decidió ir, traía su séquito de asistentes que le tenían una carpa preparada en un sitio alto para ver la batalla.
Seteth continuó con las instrucciones.
"Los profesores estarán en las bases y tendrán prohibido darles consejo o instrucciones. Tampoco podrán moverse o pelear. Los alumnos tendrán veinte minutos para elegir a cuatro miembros, los demás se quedarán con sus profesores. Las armas y tomos mágicos están hechizados para no causar daño letal", dijo Seteth con voz poderosa. "Su compañera Shez no participará como combatiente pero sí como vigilante. Si ella les pide que se retiren del campo de batalla, háganlo". Las instrucciones se vieron interrumpidas por la animada manera en que Shez saludaba a sus compañeros, Seteth se aclaró la garganta. "Si su base y su profesor son atacados, el grupo completo queda fuera. Gana quien mantenga a su profesor a salvo, independientemente de cuántos combatientes queden". El Consejero miró a todos con la severidad de costumbre. "¿Alguna duda?" Nadie respondió. "Bien. Todos a sus bases. Sonará un silbato para indicar el inicio de la pelea".
Los grupos rápidamente se movilizaron.
Byleth encontró cómoda la base entre la frondosa arboleda, un tronco tirado le sirvió como asiento y simplemente observó a sus alumnos reunirse y discutir la estrategia a seguir.
Edelgard tomó un hondo suspiro. "Bien, ¿quién viene conmigo?"
"Oh, por supuesto que no puedo dejarte sola en ésta prueba, mi estimada Edelgard", Ferdinand fue el primero en ofrecerse. "Mi lanza está lista para superar a tu hacha".
"Te recuerdo que la misión es proteger nuestra base", murmuró Linhardt.
"No pretendo dejar sola a mi princesa", Hubert se colocó junto a Ferdinand. "Me encargaré de que no eches a perder la batalla", dijo con una sonrisa malvada.
Edelgard negó suavemente con la cabeza. "¿Alguien más?"
"¡Yo no!" Bernadetta fue a esconderse detrás de Byleth.
"No necesitan un sanador y aún me falta mucho trabajo con la lanza. Me quedo", dijo Linhardt y fue a tumbarse cerca de Byleth.
"¡Yo voy!" Exclamaron Petra y Caspar al mismo tiempo.
"¡Mi espada tiene sed de batallas!"
"¡Mis puños tienen más sed que tu espada!"
"Hey, calma, decidamos el lugar restante como siempre lo hacemos: con dados", propuso Dorothea con una sonrisa y luego miró a Edelgard. "Si está bien por ti".
Edelgard asintió. "El punto del ejercicio es aprovechar las fuerzas con las que contemos, y no es como si supiéramos cómo van a estar conformados los otros equipos para elegir a los elementos que nos den ventaja". Lo único que podían asegurar era que Dimitri y Claude guiarían a sus respectivas Casas.
Petra, Caspar y Dorothea lanzaron los dados y fue ésta última la que se quedó con el sitio restante.
"Me lo gané por habladora", murmuró la cantante mientras Caspar y Petra iban con la profesora, ambos con los hombros caídos. "¡Lo siento, se los compensaré luego!"
"¡Más vale que derrotes a todos los que puedas en mi nombre!" Gritó Caspar, sentándose en el suelo frente a Byleth cual niño regañado.
"¡Que una danza de rayos y truenos los haga caer a todos!" Exclamó Petra y también se sentó.
"Petra querida, no necesitas repetir las líneas de las óperas de las que te he contado".
"Yo creo que es una frase muy adecuada", comentó Ferdinand con el pecho en alto. "¡Nuestros oponentes caerán!"
Edelgard reunió a su equipo, eran dos magos, un hacha y una lanza. Abrió el mapa de la zona y lo puso sobre una roca. "Para empezar, es importante no ir solos, la mejor estrategia es dividirnos en dos pares".
"¡Iré contigo y te mostraré cómo aplasto a mis enemigos!" Exclamó Ferdinand.
"Ferdie, no es una competencia entre nosotros, es un trabajo en equipo", lo regañó Dorothea mientras giraba los ojos con un fastidio que no se molestaba en ocultar.
"Yo mantendré a éste tonto a raya si me lo permite, Milady", dijo Hubert.
"Bien, ustedes dos se moverán juntos y yo estaré con Dorothea", dijo Edelgard y enseguida volvió su atención al mapa de la zona. "Quiero atreverme a pensar que Claude esperará a que las Águilas y los Leones comencemos a pelear, para ellos llegar a nuestra base mientras estamos lejos".
"Bueno, no es como si Claude fuera tan difícil de leer", rió la cantante. "¿Y si le damos una sorpresa a Claude y los atacamos primero?"
La princesa negó. "Quizá alguien de los Leones aproveche para venir a nuestra base".
Dorothea ya no insistió, pero en serio pensaba que no sería una mala idea sorprender a los Ciervos. "Entonces me encargaré de seguirte y cubrirte con mis hechizos, Edie".
Edelgard miró a su compañera con agradecimiento y asintió. "Estoy casi segura de que Claude tiene a Lysithea en su equipo, así que ustedes dos se moverán cerca de la zona de los Ciervos, pero no se acerquen tanto todavía. Hubert es el que más resistencia mágica del grupo y podrá encarar a Lysithea".
"Como usted ordene, milady".
"Estoy segura que mandarán a alguien armado para cubrir a Lysithea, así que ahí entrarás tú, Ferdinand. Si se enfrentan a Lysithea, cubre a Hubert todo lo posible y aprovechen cualquier oportunidad para atacar".
"¡Dalo por hecho, Edelgard! ¡Superaré tus expectativas!"
"Dorothea, tú y yo iremos cerca de la base de los Leones. Dimitri preferirá una pelea directa, puedo enfrentarme a él, pero si atacamos entre ambas sin que lo esperen, derribaremos a Dimitri y tomar su base no debería ser mucho problema".
"Si tienen a Felix, quizá él quiera atacar todo lo que tenga enfrente", comentó la cantante.
"Nos las arreglaremos, estoy segura".
Y mientras terminaban de detallar sus movimientos, Byleth los miraba de manera cálida. La idea de Edelgard era buena, pero Dimitri y Claude la conocían así como ella los conocía a ellos, tomarlos por sorpresa como Dorothea propuso no hubiera sido una mala idea.
No pasó demasiado tiempo antes de que el silbato sonara en toda la zona.
"¡Águilas Negras, por la victoria!"
"¡Por la victoria!"
Shez fue la del honor de sonar el silbato para dar inicio al ejercicio, y de inmediato se puso a trabajar en su importante papel de mediadora. Seteth le dijo que lo mejor era no estar a la vista mientras los demás combatían, así no los distraería. Bien, Shez sabía moverse rápido y esconderse.
La joven mercenaria no tardó en escuchar el choque de armas, ¡ya habían comenzado!
Lorenz descartó por completo seguir las órdenes de su líder de Casa y se aventuró al campo de batalla a pelear contra quien se le cruzara. Los primeros en su rango de visión fueron Ferdinand y Hubert. Lorenz arrastró a Ignatz consigo, por cierto.
Más al fondo de la zona de trampas, Shez casi rió al escuchar a Claude gruñir ante lo que seguramente era la ruina de cualquiera fuera su plan. Desde detrás de un árbol, Shez fue testigo de cómo Lorenz y su firme lanza chocaban con Ferdinand, mientras que un nervioso Ignatz se movilizaba para atacar desde un costado… Mala idea con Hubert tan cerca y Lorenz gritando órdenes.
"¡Ataca a Hubert!"
"¡S-Sí!" Ignatz estaba francamente nervioso pero eso no evitó que preparara su arco lo más pronto posible. Para cuando apuntó, el mago ya se había movido cerca de Ferdinand y… "¡Lorenz, cuidado!" Entre ambos derribaron a su compañero con un ataque combinado. El joven arquero atacó pero un rápido movimiento de lanza de Ferdinand bloqueó su flecha. Tres segundos después, Ignatz también quedó en el suelo por culpa de un ataque mágico y reía nerviosa y dolorosamente. "Me atraparon".
Lorenz refunfuñó pero no iba a negar que el ataque en conjunto fue demasiado para él solo.
"Lorenz, Ignatz, están fuera", Shez salió de su escondite. "Dejen sus armas en el suelo y regresen a su base con la profesora Manuela", indicó con seriedad.
"Buena pelea, mis estimados, les aseguro que la siguiente vez que nos topemos no será tan sencillo", dijo un elegante Lorenz mientras, algo adolorido en cuerpo y orgullo, regresaba a la base de los Ciervos junto con Ignatz.
"Buena pelea, compañeros", se despidió el arquero.
"Buen trabajo", fue la breve felicitación de Shez a sus compañeros de Casa y desapareció así como apareció. Tenía un trabajo por hacer.
En la zona alrededor del territorio los Leones, grande fue la sorpresa de Edelgard y Dorothea al ver a Mercedes ahí, armada con un arco y trabajando en equipo con Ashe. Dos arqueros protegiendo la periferia.
Nada mal, Dimitri, pensó Edelgard sin salir de entre la arboleda. Miró a Dorothea y se acercó más a ella. "Hasta donde sé, Ashe es un arquero con experiencia, mientras que Mercedes…"
"Eso sí fue un movimiento atrevido", dijo Dorothea con una sonrisa. "¿Atacamos desde la arboleda? Puedo hacerlo con un hechizo".
"Delataremos nuestra posición apenas eso pase, y no alcanzo a ver quién es el cuarto integrante del equipo", porque el tercero era Dimitri, obviamente.
Dorothea estuvo a punto de decir algo, pero escucharon una discusión en la base de los Leones, ambas se taparon la boca mutuamente para no hacer ruido.
"No pretendo esperar aquí hasta que alguien venga a atacarnos, iré atacar primero la base de las Águilas", sonó la enojada voz de Felix.
"Nuestra defensa quedará mermada si te vas", insistió Dimitri.
"Contigo basta y sobra, Cernícalo, sólo aplasta todo en tu camino como siempre lo haces", escupió el espadachín.
"Por favor, no discutan, se supone que peleemos con las otras Casas", dijo Ashe pero su voz pareció no llegar a los oídos de sus tensos compañeros.
"Dimitri, Felix tiene razón, no podemos quedarnos quietos mientras los demás ya deben estar peleando", intervino Mercedes con firmeza pero a la vez con esa suavidad maternal que la caracterizaba. "Ashe y yo te ayudaremos a cuidar de la base, confía en Felix".
Ahora la princesa y la cantante entendían qué hacía Mercedes en el equipo de ataque, alguien debía evitar que el resto de los Leones se mordieran entre ellos.
"Tienes razón", Dimitri no tuvo más remedio que ceder, no es como si pudiera detener al espadachín. "Felix, te encargo que…"
"No necesito que me digas qué hacer", y el chico rápidamente se puso en marcha mientras refunfuñaba.
El primer impulso de Edelgard fue ir directo a la base y pasar de Felix, quizá aprovechando que Mercedes no era una arquera calificada como Ashe, quizá podrían con ellos dos si atacaban por sorpresa, tendrían altas probabilidades de éxito si eso pasaba y…
"Vamos a atacar", ordenó la princesa en voz baja y ésta vez Dorothea negó con firmeza. De hecho la tomó por el brazo y la apresuró a volver a su base y no dejar que el espadachín se les adelantara. "¿Dorothea?" Edelgard estaba francamente sorprendida por la fuerza de la cantante.
"Edie, Felix es un espadachín de temer y nuestra base está sola. Si me lo preguntas, creo que Felix es más peligroso en movimiento y no los Leones que no salen de su base. Incluso si Mercedes no es una arquera como Ashe, si logramos pasar por ellos, aún quedará Dimitri y para entonces ya no te seré útil, tengo un uso limitado de hechizos. Cuatro, para ser más precisa".
"Ah", Edelgard quedó muda un momento. Se dejaba llevar y no tardó demasiado en tomar el veloz paso de Dorothea. "De acuerdo".
Felix no bajaba la velocidad de su carrera, la base de las Águilas estaba cada vez más cerca y estaba seguro de que el Cernícalo tenía razón y las Águilas se dividieron para abarcar más terreno. Incluso si había alguien protegiendo la base, confiaba en su espada.
"¡No tan rápido!" Edelgard cerró el furioso paso de Felix.
"Oh, la mismísima princesa de Adrestia viene a encararme. Bien", el espadachín fue el primero en atacar a la princesa y a su pesada hacha.
Edelgard tenía frescas en la memoria las enseñanzas de su maestra: aprovechar todas las posibilidades de su pesada arma. Felix estaba confiado en la ventaja natural de la espada contra el hacha pero su primera estocada fue bloqueada por Edelgard, que usó la hoja de su hacha cual escudo. El golpe de la espada rebotó, fue como golpear una roca, Felix apretó la quijada y dio sólo un paso atrás para mantener su posición y ésta vez atacar con estocadas. La princesa seguía bloqueando a falta de más velocidad, pero su intención no era derrotar al espadachín.
"¡Ahora!" Gritó Edelgard y aprovechó un corte largo de parte de Felix para casi agazaparse en el suelo.
Lo siguiente que Felix vio fue una luz, para enseguida ser sacudido por un ataque de rayo que lo dejó inmóvil ante un empellón de la princesa. Terminó en el suelo, el filo del hacha contra la garganta del espadachín.
"Felix, estás fuera, deja tu arma en el suelo y regresa a tu base", sonó la voz de Shez mientras aparecía en escena.
El león azul gruñó pero de todos modos tomó la mano que Edelgard le ofreció para ponerse en pie.
"Buena pelea, princesa", murmuró el espadachín. "Pero después quiero tener un duelo formal contra ti en la Plaza de Armas".
"Lo platicaremos después", dijo Edelgard y se despidió del espadachín. "Buena pelea".
Dorothea salió de su escondite y le guiñó un ojo a Felix. "Lamento la trampa, fortachón, pero una chica debe usar todas las armas a su alcance".
"Es justo", respondió Felix y decidió irse. Ya se imaginaba las caras que pondrían sus compañeros cuando lo vieran regresar sin su espada.
"Buen trabajo", las felicitó Shez en voz baja y rápidamente se perdió entre la arboleda.
Apenas se quedaron a solas, Edelgard miró a Dorothea con un gesto apenado. "Fue un buen plan, gracias".
"Quiero ganar esto tanto como tú, y recuerda que somos un equipo, Edie, así que cuenta conmigo", dijo Dorothea mientras le daba un rápido y apretado abrazo a la princesa.
Edelgard se sonrojó y enseguida se aclaró la garganta. No pensaba admitir en voz alta que Felix y su velocidad la hubieran desgastado mucho, y a saber si realmente podría ganarle a alguien tan rápido y tan decidido a mostrar su valía.
"¿Tienes algún otro plan?" Preguntó la princesa.
"¿Qué tal apoyar a Hubie y a Ferdie contra los Ciervos? Hubert tiene un limitado número de hechizos justo como yo, quizá esos deba guardarlos contra Claude".
"Vamos", sonrió Edelgard. "Pero quizá una de las dos deba resguardar nuestra base, no sabemos si alguien decida atacarnos".
"¿Deseas que me quede, Edie?"
Edelgard negó. "Yo me quedó, ve a apoyar a los chicos", le sonrió a su compañera. "Confío en ti, Dorothea".
La sonrisa de la cantante se hizo enorme y no perdió el tiempo, corrió en dirección a donde sus compañeros se fueron.
Por su lado, Shez estaba francamente divertida por el desastre del lado de los Ciervos. Lorenz no se dejó regañar y Claude sólo tenía a la mano a la maga más fuerte de la Academia: Lysithea.
"Eso sonó a un ataque mágico, no puedo creer que las Águilas estén atacando ambas bases a la vez con tan limitado número de gente", murmuró Claude. Sabía que Edelgard era lo bastante atrevida para hacer eso, y lo que también sabía era que Hubert y Ferdinand estaban cerca y esperaban el mejor momento de atacar la base.
"¿Y ahora?" Lysithea se mostraba descontenta y tenía las manos en la cintura.
"Y ahora, señorita, protegeré a nuestra profesora con mi arco mientras tu aguardas en el frente, tu magia es la mejor y cualquier ataque tuyo será suficiente para derribar a uno, yo te cubriré desde atrás con mi arco", dijo Claude con una sonrisa. "Podremos encargarnos de esos dos sin problemas".
La joven maga arqueó una ceja, pero no era como si quisiera insistir a su terco y molesto líder con alguna sugerencia. ¿Sólo debía atacar con un hechizo al primer oponente que quedara en su rango de visión, verdad? Podía hacerlo.
Aún podemos salvar la situación si los Leones hacen lo suyo y derrotan al menos a un Águila, pensó Claude mientras vigilaba continuamente la periferia de su base. Podía sentir la atenta mirada de Manuela encima y estaba completamente seguro de que su falta de liderazgo iría directamente a un reporte que la profesora de estrategia leería. Si podía salvar la situación, entonces lo felicitarían por su capacidad de improvisación y por sacar lo mejor de lo peor.
Lo que el joven arquero no esperó fue un ataque a tres flancos.
Al ver que Ferdinand apareció a espaldas del campamento, lanza en manos y corriendo en dirección a donde estaba Manuela, rápidamente preparó una flecha y la disparó. Ferdinand tuvo que detener su veloz paso para poder recibir la flecha con su lanza.
"¡Lysithea, te necesito aquí!" Gritó Claude.
Pero Lysithea tenía las manos ocupadas, lanzó un hechizo a Dorothea que apareció justo enfrente, pero ésta evadió su hechizo como si bailara. Con un grácil giro y ágiles pasos, Dorothea se movió hacia la joven maga. Lysithea rápidamente invocó otro hechizo, tenía a la cantante a un par de metros de distancia, ¡no podía fallar! Además, ¿con qué iba a atacarla? Hasta donde sabía, la magia de la cantante era decente pero no de un nivel tan elevado como su propia magia.
"Lo siento mucho, linda", se disculpó Dorothea mientras invocaba al mismo tiempo su propia magia, haciendo que los hechizos explotaran entre ambas y las dos recibieran el daño combinado y terminaran en el suelo. "Auch…"
"Ya lo dijiste… Auch", Lysithea tenía el cuerpo entumecido.
"Creo que necesitaré ayuda para moverme, tu magia es fuerte".
"Tu magia no está nada mal".
"Gracias, aún estoy aprendiendo".
"¿Podemos practicar juntas luego?"
"Sólo si después tenemos una fiesta de té con pastelillos".
"Me encantaría".
Ambas guardaron silencio al escuchar la explosión de un hechizo, seguido del grito de Claude.
"¿Ya quedamos fuera, verdad?"
"Sí, ya quedaron fuera".
Y Shez sólo llegó a confirmar lo obvio.
"La Casa de los Ciervos Dorados ha caído, retírense del campo de batalla", anunció Shez con toda la seriedad que pudo, estaba contenta por dentro al ver el gran trabajo que estaba haciendo su Casa. "Hey, ¿están bien?" Preguntó la mercenaria a las chicas.
"Dame diez minutos, el césped está fresco", dijo la cantante con buen humor.
"Los muertos merecemos descansar", agregó Lysithea.
"Oh, yo cuidaré de ellas y mandaré a Dorothea a su base apenas esté en condiciones de caminar", intervino Manuela con calma.
"¡De acuerdo!"
"¡Buen trabajo, Dorothea, nosotros terminaremos con ésta pelea!", dijo Ferdinand, acercándose a su compañera caída.
"Apreciamos tu sacrificio, te pondré unas lindas flores".
"Voy a patearlos apenas termine la pelea", murmuró Dorothea. "Pero los patearé con cariño. Ahora vayan y ganen".
Hubert y Ferdinand asintieron y su primer impulso fue ir en dirección a su base, nunca se sabía si los Leones se habían atrevido lo suficiente a avanzar hacia su base. Nadie vio cuando Shez desapareció, obviamente iba en dirección al camino que conectaba las dos bases que aún estaban en pie.
"Buen trabajo", fue la felicitación de Manuela a ambas chicas mientras iba a curarlas.
"No fue un buen trabajo, perdimos", refunfuñó Lysithea.
Y eso no fue tu culpa, pensaron las cantantes al mismo tiempo.
La pelea aún no terminaba.
Las Águilas Negras restantes aún debían adentrarse al territorio de los Leones que seguían en pie, sólo el mejor quedaría al final.
CONTINUARÁ…
