PARTE 10 Compartiendo Momentos

~o~

Felix aceptó su derrota ante la princesa y la cantante, cualquier técnica que significara la victoria ya era legal para el espadachín, pero no pensaba admitir nada ante su príncipe. Simplemente fue a sentarse con el resto de los Leones en silencio.

"¿Puedo saber a quiénes te enfrentaste, Felix?" Fue la única pregunta de Dimitri.

"Los muertos no hablan, eso lo sabes tú más que nadie, Cernícalo", dijo Felix con molestia y el príncipe ya no insistió.

El resto de los Leones se miraron entre sí de manera incómoda. No era el momento de regañar a Felix, no valía la pena cuando ya el espadachín estaba fuera de la contienda. Se notaba un poco maltratado pero nada demasiado grave.

"He estado escuchando las explosiones de los hechizos, lo que quiere decir que tienen al menos a Hubert con ellos", comentó Dimitri luego de pasarse el trago amargo que siempre le provocaba los reproches de Felix. Los tenía bien merecidos, no podía reclamarle nada a su amigo. "Los hechizos están limitados, si tienen a Hubert, debe quedarle un hechizo nada más".

"Es posible que Edelgard siga en pie", se animó a comentar Ashe.

"Pero aún no sabemos quiénes son las otras Águilas, todo sonó desde el lado de los Ciervos", agregó Mercedes. "¿Será buen momento para atacar la base de los Ciervos o de las Águilas?"

Dimitri lo pensó seriamente. "Ashe, ve a revisar cómo están las cosas del lado de los Ciervos. Ataca su base sólo si ves la oportunidad, si no, regresa a informarnos lo que veas".

"¡A la orden!" Y Ashe salió corriendo, el arco bien sujeto en sus manos.

"Mercedes, mantente atenta, has mejorado bastante tu puntería en las últimas prácticas", dijo el príncipe con más suavidad.

"Muchas gracias, Alteza, daré mi mejor esfuerzo", respondió Mercedes con una sonrisa.

Hanneman era testigo de los problemas que tenían los Leones no sólo en cuanto a táctica, debía recordar todo para darle el reporte a Byleth, ya ella se encargaría de corregir los errores. Los Leones, lamentablemente, necesitaban algo más que sólo pulir su modo de trabajar, necesitaban arreglar los problemas que arrastraban desde antes de entrar a la Academia de Oficiales. Sin decir nada, encendió su pipa y comenzó a fumar con calma.

Por su lado, Ashe llegó a la base de los Ciervos tan rápido como pudo, era un chico ágil después de todo, su reprochable vida como ladronzuelo de mercado le había dado las herramientas para saber escurrirse. Grande fue la sorpresa del arquero al ver que la base de los Ciervos estaba vacía, ¡los Ciervos habían caído! Lo que quería decir que las Águilas iban camino a atacar a los Leones…

"Puedo hacerlo", murmuró Ashe y se atrevió a desobedecer la orden del príncipe. Eran los valientes y atrevidos caballeros los que lograban grandes hazañas, ¿o no? Decidió ir corriendo a la base de las Águilas.

Mientras tanto, con los Leones, el tiempo seguía pasando. Minuto a minuto, sólo el silencio del bosque los rodeaba y ni siquiera los que esperaban cerca del Profesor Hanneman decían algo. Más de uno pensaba en lo tenso que era el ambiente en la base y más de uno tuvo que aferrarse a la calma que emitía el único adulto presente. Ashe aún no regresaba y eso comenzaba a impacientar a Dimitri.

Finalmente algo sucedió.

"¡Dimitri!" Sonó la voz de Edelgard mientras salía de la arboleda. "He venido aquí a retarte".

La trampa estaba puesta, era obvio, que Ashe aún no diera señales era porque ya había sido atacado por las Águilas, el fino oído de Hubert lo escuchó y el arquero fue abatido por Ferdinand. Lo peor de esa situación era que un León Azul que se preciara de serlo nunca rechazaría un reto directo, Dimitri sujetó su lanza con fuerza mientras su ceño se fruncía y avanzaba hacia Edelgard.

"Acepto tu reto", respondió Dimitri y miró a Mercedes por encima de su hombro. "No te separes del Profesor Hanneman".

"Entendido".

Sin esperar demasiado, Dimitri fue directo contra Edelgard y usaba las técnicas de ataques contundentes que seguía aprendiendo de la Profesora Byleth. Por suerte las armas eran de hierro y estaban hechizadas, o ya se hubiera doblado la lanza por culpa de la fuerza del príncipe. Edelgard, por su lado, también ponía en práctica lo aprendido con su profesora pero con una significativa diferencia: Edelgard era la mejor alumna de Byleth.

Daba igual lo fuerte que golpeara Dimitri, Edelgard esquivaba e incluso se dio el lujo de bloquear uno de los golpes con su hacha cual escudo. Y aprovechando la posición, pateó a Dimitri en el estómago para hacerlo retroceder y ésta vez ser ella la que tomara la ofensiva y obligara a su oponente a defenderse. Y era su defensa lo que el príncipe necesitaba mejorar, también sus malos hábitos de olvidar protegerse, porque justamente eso comenzó a suceder.

El gesto de Dimitri se endureció conforme la batalla se alargaba, se volvió frío, el salvajismo comenzó a llenar sus facciones y Felix fue el único que sabía lo que eso significaba. Ese gesto, esa furia… La bestia se estaba liberando una vez más.

Sin decir nada, sin preocuparse por sus alrededores, Dimitri rápidamente recuperó la ofensiva del duelo, los ataques eran tan fuertes que la lanza parecía a nada de romperse. Edelgard entonces notó un hueco del tamaño de un abismo en la defensa de Dimitri, se movió de la misma manera en que Byleth se movió aquella vez que mató al bandido, soltó un hachazo a la espalda de Dimitri. La princesa golpeó con fuerza, confiada en que no haría un daño grave gracias al hechizo en las armas. El golpe fue obvio a vista de todos, el príncipe había recibido un golpe mortal pero…

Un rugido del príncipe León alarmó a todos, pues se giró y siguió atacando a Edelgard, el dolor le era ajeno en ese momento y atacaba sin miramiento alguno. Edelgard esquivaba lo mejor que podía. Hanneman estuvo a nada de interferir, pero Shez apareció más que a tiempo.

"¡Dimitri, basta!" Exclamó Shez mientras detenía el potente golpe del príncipe, bastó con sujetar la lanza y desviarla usando la propia fuerza del joven. Movimiento que estaba mejorando gracias a Byleth. "¡Dimitri!" Shez volvió a llamarlo al verlo un poco ido todavía. "Quedaste fuera, recibiste daño letal. Estás muerto".

"Ah", el príncipe finalmente pareció reaccionar y miró a sus alrededores. Notó a sus compañeros preocupados, Edelgard le miraba de manera rara mientras que Felix tenía de nuevo ese gesto que rozaba el horror. "¡Lo siento!" De inmediato soltó la lanza.

"Quedaste fuera, regresa a tu base", indicó Shez con voz firme.

"S-Sí", un avergonzado Dimitri fue casi corriendo con el profesor Hanneman, dejando tras de sí un incómodo ambiente.

Edelgard por un momento no supo qué hacer y miró a Mercedes, que en ese momento sólo miraba al príncipe con genuina preocupación.

"Tengo a Ferdinand y a Hubert conmigo, no podrás contra los tres, te recomiendo rendirte", dijo Edelgard con voz firme.

Mercedes no tuvo más opción que soltar una risa pequeña al ver precisamente a Hubert y a Ferdinand salir de entre la espesura.

"Me rindo, Lady Edelgard", dijo Mercedes y dejó su arco en el suelo.

Shez en ese momento sonó fuertemente su silbato tres veces, indicando el final del evento. "¡Las Águilas Negras han ganado el combate de las Tres Casas!" Anunció y las Águilas presentes celebraron. "¡Buen trabajo a todos! ¡Reúnanse en la misma zona de inicio!" Y rápidamente corrió a avisarles a los demás.

Unos minutos después, Seteth hizo oficial el resultado y todos aplaudieron a las Águilas Negras por su indiscutible victoria. Habían hecho un gran trabajo, nadie podía negarlo. Byleth se sentía orgullosa de sus Águilas y pensaba darles una gran recompensa.

Todos marcharon de regreso al Monasterio, tendrían el resto del día libre.

~o~

"¿Permiso para sacar a tus alumnos a una excursión éste domingo?" Seteth levantó una ceja ante la petición de la joven profesora.

Byleth asintió. "Mis Águilas ganaron la pelea y Shez hizo bien el trabajo que se le encomendó. Celebrar adecuadamente una victoria eleva la moral", eso decía su papá y era cierto. "Y pido permiso para que puedan beber licor, porque pensaba seriamente en darles cerveza y no avisarle a nadie".

Seteth soltó un hondo suspiro de fastidio. "No podemos permitir una conducta reprobable ante la gente de parte de alguien que porte el uniforme de la Academia, nuestros alumnos deben ser un buen ejemplo para todos".

"No los llevaré al pueblo, iremos a la pradera, nadie los verá beber", continuó Byleth. "Será un día de campo".

"Llevarás contigo a varios portadores de emblemas que deben mantenerse a salvo".

"Pagaré a un batallón para que nos escolte", insistió Byleth. "Llamaré al grupo de Shez, quiero que vean que lo está haciendo bien en la Academia".

Seteth no podía negar que, de no ser por Shez, la situación se habría salido de control con Dimitri en esa última pelea, sin mencionar que el reporte de la chica en cuanto a las batallas fue bastante teatral pero muy completo. Además, ver la recompensa de un buen esfuerzo animaría a las otras Casas a mejorar sus evidentes fallas. El hombre suspiró pesadamente, si llegaba a oídos de Rhea que le había negado el permiso de salida a la mercenaria, ella seguramente se lo daría y eso lo dejaría mal parado.

"Permiso concedido, pero los quiero a todos en el Monasterio antes del toque de queda. Ninguno de los estudiantes debe estar en malas condiciones. Si sucede algo que los ponga en peligro, será bajo tu responsabilidad y tendrás que afrontar las consecuencias".

Byleth asintió. "Entendido".

"Te daré el permiso firmado de una vez".

Minutos después, la profesora salió de la oficina de Seteth con su documento en manos y un brillante gesto de satisfacción. Les daría la noticia a sus Águilas al día siguiente a primera hora. Le hubiera gustado llevarse a todos sus alumnos, Leones y Ciervos incluidos, pero no disfrutarían del paseo, no cuando debían meditar sus errores. Necesitaban ese tiempo para ellos mismos. Mientras, necesitaba comenzar con los preparativos, así que se apresuró al pueblo y regresó al Monasterio minutos antes del toque de queda.

Mientras tanto, en el sauna, Edelgard disfrutaba de las cálidas aguas. Estaba sola como de costumbre, sus compañeras se asearon una hora antes y tenía el sitio para ella. Contemplaba el techo, dejaba que su mirada se perdiera en el vapor del agua y poco y nada se miraba el cuerpo incluso cuando se lavaba. A pesar de saber que Thales estaba muerto, las marcas en su piel eran el constante recordatorio de lo que esos monstruos le hicieron.

Las pesadillas aún la asaltaban, pero ya no tan intensamente como en días anteriores. Al menos ya no despertaba tan agitada. Al momento en que Edelgard liberó un pesado suspiro de su cuerpo, escuchó que la puerta de los baños se abrió. Rápidamente se hundió en el agua hasta el mentón.

"¡¿Quién está ahí?! ¡Solicité privacidad en el sauna!" Dijo la princesa con firme voz que hizo eco en el enorme cuarto.

"Ah, lo siento, Edelgard, no sabía que estabas aquí", sonó la voz de Byleth.

Edelgard sintió un agradable vuelco en el estómago al escucharla. "Oh, Profesora mía… No sueles ducharte a ésta hora, me sorprendiste. Lamento haberte gritado".

"No te preocupes. No sabía que habías pedido privacidad, me iré. Disfruta de tu baño", la voz de la profesora seguía sonando, aún no se asomaba y eso Edelgard supo agradecerlo.

Y de pronto fue como si el calor del agua se subiera a la cara de la princesa.

"No pasa nada, puedes entrar… Sólo… Sólo no me veas, por favor".

"Si estás incómoda puedo retirarme, Edelgard", insistió Byleth con tersa voz.

Una voz que era como una caricia a los oídos de la princesa. "Sueles moverte de un lado a otro en todo el monasterio a menos que estés pescando… Um… Me agrada la idea de tenerte para mí al menos un momento".

Hubo silencio unos segundos.

"De acuerdo, me bañaré. Prometo no verte".

Edelgard respondió con un sonido afirmativo que hizo un débil eco en el vaporoso sitio. Lo siguiente que se escuchó fue el sonido del agua caer conforme Byleth se aseaba.

"Por cierto, Shez nos contó que derrotaste a Dimitri moviéndote a su espalda y dándole un buen golpe con tu hacha", comentó la profesora. "Ese movimiento me es familiar".

Edelgard sonrió mientras seguía mirando las fugaces figuras que dibujaba el vapor del agua. "Por supuesto que me inspiré en lo que he aprendido de ti. Dimitri es más grande y tiene mucha fuerza, sólo seguí el consejo que siempre nos das, que es aprovechar lo que ya tenemos".

Ambas omitieron a propósito que Dimitri perdió el control luego de eso y Shez tuvo que someterlo.

"Buen trabajo, Edelgard". Hubo una breve pausa. "Me sentí muy orgullosa de ti cuando me contaron eso… Y también cuando supe que escuchaste el consejo de Dorothea".

Ésta vez, Edelgard se sonrojó de manera apenada. "Ella tuvo que imponerse, me tomó por sorpresa. De no ser por Dorothea, nuestra base hubiera caído a manos de Felix", admitió.

"Platicaremos de eso en clase", dijo Byleth, "sólo quería felicitarte por tu buen trabajo. Les daré una sorpresa a todos el día de mañana".

"Oh, ¿esa es la razón por la que te ausentaste toda la tarde?"

"Sí".

"Entonces esperaré pacientemente por esa sorpresa", tú siempre estás llena de sorpresas, profesora mía…

No pasó demasiado tiempo antes de que dejara de escucharse el caer del agua.

"Edelgard, voy para allá. No te veré, no te preocupes, tengo los ojos vendados", avisó Byleth pero fue Edelgard la que alejó la mirada, roja, antes de que ella pudiera entrar en su rango de visión.

"Gracias por eso, pero no me gustaría que resbalaras o te golpees".

Nada de eso sucedió, Edelgard apretó los párpados al escuchar el chapoteo del agua a una respetable distancia de ella. Cuando finalmente se animó a levantar la mirada, pudo ver a Byleth, tenía los ojos cubiertos por un trozo de tela y ya tenía los brazos descansando en la orilla de la enorme tina de granito.

También pudo ver parte de ese generoso busto y… Cicatrices. Varias cicatrices en la piel al descubierto. Confiada en que Byleth no la veía, la princesa también tomó una posición más cómoda. Sus propios brazos tenían cicatrices pero más precisas, fruto de la constante y cruel experimentación a la que fue sometida y a la que sobrevivió por simple y llana mala suerte.

Ambas suspiraron al mismo tiempo y sólo Edelgard soltó una risa pequeña al percatarlo.

"Yo… En serio tengo mucho que agradecerte y hasta el momento no he podido compensarte nada… Lo lamento, no he tenido la oportunidad de hacerlo", se disculpó Edelgard. "Te pagaré todo, lo prometo. Cuando sea un mejor momento", y entonces la princesa miró a su profesora de manera juguetona. "Pero si parte de tu precio es un año entero de la mejor cerveza del Imperio…"

La voz de Byleth sonó más entusiasmada. "Es un buen pago, cualquier mercenario que se precie de serlo aceptaría esa recompensa".

"Entonces ya sé cómo pagarle a Shez", agregó Edelgard, divertida. "Profesora mía… ¿Está bien si hablamos de esto cuando finalice tu contrato en la Academia? Justo ahora estás ocupada y yo también tengo mucho por aprender antes de tomar el trono del Imperio". Si es que su padre resistía vivo un año más… Edelgard deseaba que su padre tuviera la dicha de ver caer a todos aquellos que le hicieron daño a él y a su familia.

Ya que lo pensaba, no era mala idea enviarle una carta a su padre informándole de la muerte de Thales, eso seguramente le quitaría un poco de peso de los hombros. Lo hablaría con Hubert por la mañana.

"Puedo esperar, tendré mucho trabajo todo éste año", dijo Byleth mientras se estiraba todo lo posible, su cuerpo tenso agradecía el agua caliente. "Sólo sé pelear, sólo puedo enseñarte a pelear, así que haré que seas invencible, Edelgard… Quiero ver toda la belleza de tu poder".

Y esas palabras bastaron para que la pobre princesa se sintiera a punto de desmayar, casi se hundió en el agua, de hecho tragó un poco de agua caliente y comenzó a toser.

"¿Edelgard, estás bien?"

"Estoy bien, creo que el vapor me mareó un poco… Ya debo ir a descansar, ¡hasta mañana!"

Lo único que Byleth pudo percibir fue el ruido del agua y los apresurados pasos mojados de Edelgard alejarse. "Hasta mañana". Me hubiera gustado hablar contigo un rato más…

~o~

Dorothea se ganó un postre bastante caro (que Byleth compró en el pueblo) por su importante papel en la batalla de las Tres Casas. A pesar de ser la única que cayó en el combate, también fue vital para que las Águilas no quedaran descalificadas. También hubo un postre caro para Shez, mismo que la joven mercenaria ya estaba devorando con gusto.

"Al final hicieron un gran trabajo, trabajaremos en los puntos que fallan y comenzaremos a trabajar en las armas secundarias que los ayudarán a defenderse", dijo Byleth y miró a Dorothea. "Dijeron que esquivas como si bailaras".

"Y fue fantástico", dijo Shez con la boca llena.

"Muchas gracias", Dorothea sonrió.

"Cuando mejores tu manejo de la espada, nada ni nadie podrá tocarte aunque se te acabe la magia", dijo Byleth.

"Una danza de espadas, perfecta para Dorothea", comentó Petra y enseguida miró a su compañera. "Yo ayudaré a enseñarte danza de espadas".

Una sonrojada pero feliz cantante asintió. "Muchas gracias".

"Y como recompensa por ganar la Batalla de las Tres Casas, conseguí un permiso para sacarlos a todos de día de campo", anunció la profesora y sus alumnos celebraron. "Saldremos el domingo, estará todo preparado para cuando lleguemos", enseguida miró a Shez. "Tenemos que salir con un batallón de apoyo para que cuiden de nosotros, órdenes de Seteth, así que contraté a tu grupo para que nos acompañe".

"¡Genial!" Exclamó la joven mercenaria.

Byleth estaba satisfecha de ver a todos contentos, el que no estaba contento era su bolsillo, ya casi se había acabado todo su presupuesto en cuestión de un par de semanas y aún no tenían su misión mensual, tendría que arreglárselas con lo que le quedaba. O salir a conseguir dinero de alguna manera, Byleth pensaba en ello mientras sus alumnos comentaban sobre lo bueno que sería salir de los muros del monasterio.

"El lunes repasaremos el campo de batalla de la pelea de ayer y veremos más estrategias antes de ir a entrenar", continuó Byleth. "Los que vayan a asistir al taller de vuelo con la Profesora Manuela, los escoltaré. Los que no, vayan a la Plaza de Armas y practiquen con sus armas secundarias, los alcanzaré en cuanto me sea posible y entrenaremos juntos", Byleth notó que Linhardt estuvo a punto de levantar la mano. "Entrena y luego podrás ir a tomar una siesta a donde quieras, el cansancio físico hace que los descansos se disfruten mejor. Te recomiendo los jardines cerca del cementerio, el aire es cálido y es más silencioso".

"Gracias", dijo el sanador.

"¿Alguien más tiene alguna pregunta?"

"¿Hay alguna manera de entrenar mejor nuestra percepción de los alrededores?" Fue la consulta de Hubert. Estaba curioso por el método que usó la profesora para poder percibirlo incluso a él, pero tenía una mejor razón para respaldar su pregunta. "Durante la batalla de ayer fue una suerte que pudiera percibir a Ashe, fue muy silencioso".

Todos notaron cómo algo en el rostro de Byleth brilló. "Sólo conozco una manera. Papá me enseñó".

"¿Y cuál es el secreto del Quiebraespadas, profesora?" Preguntó el mago con interés.

"Pescar".

Hubert levantó una ceja, incrédulo. Sonaba tan simple…

"Pescar en sitios silenciosos ayuda mucho, debes estar atento a los movimientos del agua y de los peces. Pescar en el mar o en un río te obliga a poner atención, y pescar en sitios como el estanque del monasterio, que es un poco más ruidoso, te obliga a no distraerte y centrar tu concentración", explicó Byleth.

"En resumen, la mejor manera de mejorar la percepción de los alrededores, es tener una actividad que pida completa concentración precisamente en tus alrededores", resumió Hubert, comprendiendo mejor las razones de la profesora.

"Entonces otra actividad como, por ejemplo, pintar o leer, ¿funcionaría igual?" Consultó Edelgard. En ese momento recordó cuando era niña, cuando aún vivían sus hermanos. Ella a veces se ponía a pintar y no se daba cuenta cuando uno o más de sus hermanos estaban detrás de ella viendo lo que hacía. El recuerdo la hizo sonreír débilmente por lo bajo.

Byleth negó. "Una actividad que le pida a tu cabeza trabajar, no ayuda. Pescar sólo requiere paciencia".

"Oh, entonces se necesitan actividades que requieran paciencia", comentó Ferdinand.

"Cacería necesita paciencia y ver bosque, pisar con cuidado para no pisar rama y asustar presa", dijo Petra. "Quiero pescar contigo, profesora".

"Pueden pescar conmigo cuando quieran", fue la invitación abierta de Byleth. "También podemos salir a cazar".

Bernadetta levantó tímidamente la mano. "¿La jardinería cuenta?"

Byleth lo pensó unos segundos. "Sí pero no para mejorar la percepción de la que hablamos. Te ayuda a prestar atención a los detalles, los detalles siempre son importantes. Sigue con la jardinería".

"¡Sí!" Exclamó una feliz arquera.

"¿Alguna pregunta más?" Byleth se notaba animada con todo y su porte estoico. Nadie respondió y asintió. "Los que vayan al taller con la profesora Manuela, vamos. A los demás los veré en la Plaza de Armas".

Y con eso, el día de clases oficialmente comenzó.

~o~

Era domingo por la mañana y el grupo liderado por Byleth marchaba hacia uno de los más hermosos prados cercanos al Monasterio, iban escoltados por la mitad del grupo de los mercenarios de Berling, la otra mitad esperaba en el sitio elegido por la profesora.

Y hablando de Berling y la Profesora.

"Quién diría que te encontraría aquí de nuevo", comentó la Capitana con una sonrisa. Se sentía relajada ante la presencia del Demonio gracias a todo lo bueno que Shez les contaba de ella. Cayó en el error de juzgar un libro por la cubierta y se sentía un poco apenada. "Y enseñando a pelear a príncipes y a princesas".

"Me ofrecieron el puesto y no pude negarme", respondió Byleth.

"Escuché eso de Shez, tampoco pudo negarse", agregó la mercenaria y su gesto se suavizó. "Gracias por cuidar de Shez, nos contó que la recomendaste para un papel importante en una batalla de práctica".

"Shez supera a todos los alumnos de la Academia, pero puede brillar mucho más. Tiene mucho potencial, lo supe desde que la vi pelear por primera vez".

Berling estaba un poco sobrepasada aún por escuchar al Azote Sombrío hablar tanto, tenía una voz tersa y casi gentil, el gesto apenas le cambiaba pero no era incómodo conversar con ella. La mujer suspiró de manera pesada.

"Me arrepiento de no haberte contratado aquella vez…"

Eso tomó por sorpresa a Byleth y Berling lo notó.

"La vez que trabajaste con mi gente… Tenía intenciones de contratarte pero…"

"¿Me temías?" Preguntó Byleth y la Capitana asintió. "Shez me dijo lo mismo cuando nos reencontramos, que me tuvo miedo".

"Espero que no sea tarde para una disculpa".

"No tienes nada de qué disculparte".

"¿Y hubieras aceptado mi propuesta, Byleth?"

El gesto de la profesora se suavizó, le gustaba escuchar que la llamaran por su nombre y no Demonio. "Sí".

"¿Es tarde para pedírtelo?"

Y Berling rió cuando Byleth asintió. "La princesa de Adrestia tiene una propuesta para mí".

"Shez nos contó que le salvaste la vida a la princesa, además tu fama te precede", Berling miró largamente a Byleth antes de volver su vista al frente. "Te encargamos a Shez, hazla fuerte".

"Cuidaré de ella".

Al llegar al sitio para el día de campo, grande fue la sorpresa de las Águilas Negras al ver que había una fogata, un par de barriles, carne cocinándose sobre el fuego, una olla grande con sopa caliente y una canasta enorme que, pronto sabrían, contenía pan, té, postres y más sorpresas. Fueron los mercenarios de Berling los que le dieron una mano con los preparativos. Les pagó, desde luego, les compró a ellos su propia cerveza para que la disfrutaran después del trabajo. Había un arroyuelo cerca bordeado de altas rocas, árboles que daban una amplia sombra y centenares de flores.

"¡Profe, eres la mejor!" Gritó Caspar y se lanzó encima de Byleth, derribándola. "¡Gracias!"

"Por nada", respondió Byleth con su voz de siempre y sin quitarse a Caspar de encima.

"Nosotros cuidaremos los alrededores, ustedes disfruten de su festejo, niños y niñas", dijo Berling de buena gana y se despidió de Shez con un movimiento de mano. "Tú dices a qué hora nos vamos, profesora".

"A las cinco, para llegar antes del toque de queda".

"Entendido". Y Berling se retiró.

Las Águilas Negras no perdieron el tiempo y se acercaron a la fogata, todos tenían hambre, salieron sin desayunar y vieron porqué. La carne olía bastante bien. Además, la profesora les pidió llevar libros o lo que quisieran para poder entretenerse, ahora entendían por qué.

"Desayunaremos primero", indicó Byleth. "Y luego podrán hacer lo que quieran en los alrededores. Y para la hora de la comida les traje cerveza, porque así es como se celebra después de una victoria".

Shez fue la única que soltó un grito de alegría.

Edelgard se aclaró la garganta. "Profesora mía, nos sentimos felices de nos tengas tantas consideraciones, pero si el Consejero se entera…"

Byleth se encogió de hombros. "Le dije que les daría cerveza y aceptó, pero no quiere que ninguno de ustedes llegue en malas condiciones, por eso sólo traje dos barriles".

Shez rió. "Pues será uno para ti y uno para mí, profe, no creo que los polluelos puedan aguantar una buena cerveza de pueblo", dijo con clara provocación.

Semejante aseveración hizo que el resto de las Águilas mostrara molestia.

Ferdinand soltó una carcajada forzada. "Mi estimada compañera, ¡no deberías poner a prueba la garganta del gran Ferdinand von Aegir!"

"Yo bebo licor de Brigid", se defendió Petra. "Cerveza de Fódlan es para niños".

"Y debo decir que al menos yo estoy familiarizada con varios tipos de vinos", continuó Edelgard, tan ofendida como sus compañeros.

"Oh, pequeña Shez, las divas del escenario no somos ajenas a las bebidas alcohólicas", y Manuela es la prueba de ello, Dorothea podía confirmarlo.

"¡Ya verás que beberé y comeré más que tú, Shez!" Exclamó Caspar.

"Una siesta luego de una buena bebida siempre cae bien al cuerpo", asintió Linhardt. "Además ayuda a relajarse siempre y cuando no se abuse de los tragos".

"¡Bernie también sabe de vinos!" Se defendió la arquera. "¡Bernie no es una niña!"

"Ya nos escucharon, señoritas mercenarias, no crean que nos espantan con un poco de cerveza de pueblo", sonrió Hubert con malicia. "¿Brindamos por nuestra victoria?"

Shez sonrió y luego rió antes de mirar a Byleth. "Esa es una buena manera de comenzar la celebración".

Byleth asintió y con ayuda de Shez repartió tarros llenos de espumosa cerveza a todos, luego de eso el grupo se colocó el círculo y levantaron sus tarros al mismo tiempo.

"Edelgard, ¿nos haces los honores?" Pidió Byleth y la princesa asintió.

"¡Por la victoria de las Águilas Negras! ¡La primera pero no la última! ¡Salud!"

"¡Salud!"

Y todos bebieron tanto como pudieron. Y con eso, la celebración oficialmente comenzó. Sopa, pan y trozos de carne fueron el desayuno y serían la comida, había suficiente para todos. La canasta de postres y té esperaría hasta la tarde, pero quien quisiera prepararse té y postres podría tomarlos.

Petra de inmediato se quitó las botas y metió los pies en la fresca agua del arroyuelo, Dorothea no tardó en alcanzarla y platicar con ella; así como tampoco tardó en comenzar a cantar, presa de la alegría.

Bernadetta había llevado todo lo necesario para dibujar y se alejó sólo lo suficiente para no ser vista pero tampoco quedar fuera de vista de su Profesora y los mercenarios.

Linhardt fue atacado por la pereza que siempre venía después de una comida abundante y durmió contra un árbol, había llevado su almohada.

Ferdinand trataba de comer más al ver que Edelgard aún estaba comiendo. El único que seguía devorando sin pena era Caspar. Shez seguía bebiendo sin parar. Y Hubert…

"Admito que la celebración sorpresa ha sido un éxito, profesora", comentó el mago cuando la mercenaria se le acercó. Hubert había decidido leer uno de los libros que traía consigo. Su princesa tenía razón, debían disfrutar de esos ratos de normalidad, porque era lo único que les ayudaría a seguir adelante con sus planes. Y también se sentía contento de ver a su princesa tan animada y llena de energía.

Byleth asintió. "Quería que disfrutaran de su victoria", dijo y enseguida le extendió un paquete envuelto en papel a Hubert. Un paquete que despedía un aroma muy familiar para el mago. "Vi en tu expediente que tu cumpleaños ya pasó. Ten".

Eso tomó por sorpresa a Hubert, ¡en serio no lo esperaba! Al abrir el paquete, descubrió que era un pequeño costal de café. Media medida de granos de café. "Profesora, esto…" El café era costoso, por cierto.

"Feliz cumpleaños, Hubert", dijo de la manera más monótona posible.

El mago no evitó una sonrisa. "Muchas gracias, profesora. ¿Cómo supiste que me gusta el café? No es una bebida habitual en el monasterio". Estaba sinceramente curioso.

"El primer día que di clases y pasé cerca de ti, olías a café. Supe que era café porque conocí a alguien que le gusta mucho".

"Oh, eso lo explica. Gracias por el obsequio, profesora".

Byleth asintió y no dijo más, simplemente fue por más cerveza y más carne.

El día y la tarde se fueron entre comida, té, postres y pláticas. Como llevaron poca cerveza y fueron las mercenarias las que bebieron más, ninguno de los estudiantes estaba ebrio. Comer más y ya no seguir bebiendo los ayudó mucho. Algunos tomaban una siesta además de Linhardt.

Edelgard se acercó a su profesora, que se encargaba de apagar la fogata. Regresarían al Monasterio en un rato más.

"¿Te divertiste, Edelgard?" Preguntó Byleth con genuino interés.

"Sí, hacía mucho que no la pasaba bien. Gracias", dijo la princesa con una sonrisa sincera. "Y gracias también por lo de anoche, por no verme". Lo difícil era no ver a su profesora, se había quitado su abrigo por culpa del calor de ese agradable domingo.

Byleth la miró largamente. "No volverá a repetirse, no quiero ponerte incómoda".

Edelgard sintió su corazón saltar en su pecho. "Si eres tú, está bien", dijo de repente y sintió sus mejillas arder. "Puedes acompañarme de nuevo si quieres, sólo te pediría lo mismo, que no me veas".

"De acuerdo", dijo Byleth mientras tragaba saliva de manera discreta.

"Ah… Um… ¿Puedo pedirte que pasees un rato conmigo antes de irnos?"

Byleth asintió y decidió ofrecerle el brazo. "¿Esto está bien?"

Edelgard ni siquiera lo pensó, se sujetó con fuerza del brazo de su profesora y ambas comenzaron a pasear por todo lo largo del arroyuelo, entre árboles no muy altos y numerosas flores silvestres y arbustos.

"Profesora mía…"

"Dime".

"¿Algún día me contarás por qué no te sientes cómoda en la iglesia de Seiros?" Se atrevió a pedir la princesa.

Byleth tomó aire de manera profunda y contuvo la respiración unos segundos. Su suspiro fue discreto, justo como ella.

"Te lo contaré cuando me cuentes por qué no te gusta que nadie te vea… Y no hablo de tu desnudez", aclaró la mercenaria de inmediato. "Todos los demás se quitaron las botas y las chaquetas, Petra y Dorothea siguen descalzas. Hace calor", incluso Hubert se quitó la chaqueta y las botas mientras leía junto a un dormido Linhardt. "Pero tú no te quitaste ni los guantes para comer".

Edelgard se tensó un poco y por instinto se aferró con más fuerza al brazo de su profesora.

"Algún día, lo prometo… Es una historia que no me gusta contar".

"Y lo mío es una historia que nunca he contado".

Maestra y alumna detuvieron el paso y se miraron directo a los ojos, no se soltaban, no se alejaban pero tampoco se acercaban más. Era como si las lilas que Edelgard tenía por ojos quisieran simplemente contemplar el par de trozos de cielo nocturno que eran las pupilas de Byleth.

"Como tu profesora, debo darte primero una razón para confiar, debo poner el ejemplo", dijo Byleth en baja voz.

"Sí, es lo justo", sonrió Edelgard. Le parecía gracioso todo ese asunto porque Byleth rondaba la edad de sus alumnos y aun así los cuidaba como si ella fuera la mayor.

"No le digas esto a nadie más, ni siquiera a Hubert", pidió la profesora y su alumna asintió. "Mi nombre completo es Byleth Eisner".

CONTINUARÁ…