PARTE 12 Una Ayuda Extra
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Byleth esperaba una reprimenda por hacer un cambio de planes de último momento sin avisar, otra vez, a los Caballeros de Seiros. Y así estaba siendo pero… "De nuevo hiciste las cosas a tu modo e ignorando a los Caballeros de Seiros", fue el reiterado regaño de Seteth.
Byleth resistía el regaño como campeona.
"Pero gracias a eso no sólo detuvieron a los bandidos, también encontraron a Monica von Ochs, de quien no teníamos idea de qué le había sucedido. Ella desapareció un par de semanas antes de la graduación del año pasado y muchos pensaron que había huido", explicó el Consejero.
"¿Por qué no la buscaron?" Preguntó una curiosa Byleth.
Seteth se aclaró la garganta. "Cuando notamos su ausencia y fuimos a buscarla a su dormitorio, sus cosas ya no estaban, ni siquiera sus libros. Entre los alumnos se decía que ella se fue y…" Y entre más explicaba, sonaba a que realmente no habían tenido el cuidado adecuado con la alumna y simplemente la dieron por perdida. Que la profesora de parco rostro arqueara una ceja ante sus palabras poco ayudaba. En todo caso, tampoco le debía una explicación a alguien de menor rango al suyo. "Sólo nos alegra mucho que esté bien. La profesora Manuela cuidará bien de ella".
Byleth asintió. "¿Puedo ir a verla?"
"Sólo si la profesora Manuela cree que es conveniente. Mañana trataremos de hablar con Monica von Ochs para saber qué fue lo que sucedió. Por ahora ve a descansar, muchas gracias por tu trabajo, profesora", agradeció Seteth con sinceridad. "Mantuviste a los alumnos a salvo, todos hicieron un gran trabajo".
El gesto de Byleth brilló y sólo asintió. "Gracias. Me retiro".
Lamentablemente, Monica no se encontraba en condiciones de recibir a nadie, estaba desnutrida, deshidratada y afortunadamente sin lesiones graves, sólo las esperadas por el encierro y las cadenas en sus muñecas y tobillos. Manuela le aseguró que sanaría bien, pero necesitaba al menos esa noche en una cama suave para recuperar la consciencia.
Lo único que quedaba era esperar.
Por su lado, Edelgard se bañaba después de sus compañeras como de costumbre. De no ser porque hacía mucho se había quedado sin lágrimas, hubiera llorado de alegría al ver a Monica viva. En serio estaban peleando poco a poco contra las Serpientes de las Tinieblas, en serio Thales estaba muerto y ahora les habían arrebatado a un futuro infiltrado. Quizá nadie en su tiempo pudo ayudar a su verdadero tío Volkhard, pero al menos Monica estaba salvo y le daba gracias a todo por semejante golpe de suerte.
Pero a quien Edelgard nunca le agradecería nada era a la Diosa. La Diosa no hizo nada por su maravilloso tío Volkhard cuando ese monstruo llamado Thales seguramente le hizo lo más horrible para poder vestir su piel cual macabro disfraz. La Diosa no escuchó los ruegos de su pobre padre Ionus cuando le arrebataron a sus hijos y los llevaron a un calabozo oscuro, tampoco cuando fue obligado a ver cómo los torturaban uno a uno, y uno a uno morían hasta que sólo una quedó viva. La Diosa no escuchó los llantos de sus hermanos y hermanas. La Diosa no la escuchó a ella en aquellas oscuras noches repletas de frío, ratas y el aroma a podrido.
Y ahora que Monica se había salvado de tan horrendo destino, Edelgard le daba las gracias a sus compañeros y a su profesora.
Y hablando de la profesora…
Dos toques firmes en la puerta de acceso al sauna. Edelgard sonrió.
"¡Puedes pasar, profesora mía!" Dijo la princesa en voz tan alta como pudo.
La puerta se abrió. "Hola, Edelgard".
"Hola. ¿Seteth no te regañó mucho?"
"Sólo lo suficiente por ignorar otra vez a los Caballeros de Seiros, pero también nos felicitó por encontrar a Monica", explicó Byleth con su voz un poco más emocionada que de costumbre. Su alumna supo notarlo.
"Te escucho más contenta de lo normal", comentó Edelgard, sorprendida de notar ese ligero cambio en la voz tersa y monótona de su maestra. No tardó en escuchar el sonido del agua caer, su profesora ya se estaba aseando y no se atrevía a imaginarla por mucho que no le fuera difícil.
"Salvamos a una alumna y mañana venderé todas las armas. Tendré dinero de nuevo".
Edelgard no pudo contener una súbita carcajada al escuchar la seriedad en mezcla con la parca felicidad con la que su profesora dijo eso, ojalá hubiera podido ver su cara, porque seguramente lo dijo sin que el gesto le cambiara. Podía recordar perfectamente bien a su profesora marchando de regreso al monasterio cargando dos veces su peso en espadas y hachas viejas. Material para el herrero, eso dijo ella. Ciertamente no estaba equivocada.
Lo que la princesa no sabía, era que su inesperada risa hizo que el corazón de Byleth saltara. La mercenaria tragó saliva y sólo pudo pensar en lo lindo que debía ser el gesto de Edelgard al reír así. Suspiró por lo bajo mientras se lavaba el cabello.
"¿De verdad ya te acabaste todo el dinero?" Preguntó Edelgard apenas terminó de reír.
"Sí, pero nunca les voy a negar que se contengan al entrenar, incluso si eso significa más armas rotas", dijo Byleth totalmente en serio. Conseguir dinero no era difícil si sabía cómo. "Oye, Edelgard…"
"Te escucho, profesora mía".
"Si Monica no se graduó… ¿Entonces sigue siendo una estudiante? Seteth no me respondió eso".
"Supongo que si Monica quiere volver a estudiar y se lo permiten, será estudiante una vez más…"
"Si eso pasa tendré otra estudiante…" Murmuró Byleth con emoción apenas visible.
Edelgard rió bajito y miró en dirección a donde escuchaba la voz de su profesora. No podían verse pero así estaba bien. "Te gusta tu trabajo como maestra, ¿verdad?"
"Me gusta estar con ustedes… Contigo".
La princesa sintió sus mejillas arder.
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Manuela estuvo toda la noche en vela cuidando de Monica, sólo era cuestión de que la chica recuperara energías. Recordaba perfectamente bien que el año pasado ella fue la profesora de las Águilas Negras y la primera en reportar la desaparición de Monica von Ochs. No estaba segura de cómo pasó todo, el tema aún la tenía molesta, pero de repente todos decían que la chica había escapado y por alguna razón ya no la buscaron. ¡Resulta que Monica estuvo todo ese tiempo en un calabozo a merced de unos magos oscuros! Tenía tantas cosas qué reclamarle a más de una persona del Monasterio pero lo mejor era callar, Manuela estaba más que al tanto sobre cómo podía actuar la Iglesia cuando alguien decía algo incómodo.
Un par de tragos de vino y unos libros de medicina ayudaron a la cantante a pasar la noche en vela cuidando de Monica.
Al día siguiente a primera hora alguien tocó la puerta de la enfermería, eran Edelgard y Hubert. Manuela les permitió entrar, después de todo Monica solía mencionar lo emocionada que estaba por graduarse y poder asistir a la princesa Edelgard a futuro. Y donde estaba Edelgard por supuesto que estaba Hubert.
"Ya que están aquí, corazones, ¿se las puedo encargar un momento? Necesito refrescarme y comer algo", pidió Manuela mientras se estiraba todo lo posible.
"Profesora, debería descansar", dijo Hubert, sinceramente preocupado por verla desvelada. "Seguro que los Ciervos entenderán que no pueda estar hoy con ellos".
"Oh, querido, esto no es nada comparado con las fiestas a las que tenía que asistir cuando era la Diva del escenario. A veces debía enfrentar un nuevo amanecer sin haber pegado ojo la noche anterior", presumió Manuela.
Edelgard sonrió. "De todos modos le pedimos que descanse".
"Es mi trabajo, dulzura. No tardo, estarán a tiempo para ir a su clase", dijo la profesora y fue rápido a asearse, luego iría por su comida para poder estar entera una vez más.
Apenas Edelgard y Hubert se vieron a solas en la enfermería con Monica, sólo quedaba esperar a que la suerte les sonriera y la chica despertara. Sabían que las autoridades del Monasterio la iban a interrogar y necesitaban saber qué era lo que le había pasado a Monica… En caso de que necesitaran que ella guardara algún dato importante.
"Monica, me alegra que estés bien… Y siento mucho que tuvieras que pasar por esto…" Murmuró Edelgard mientras acomodaba la manta que cubría a la chica.
"Ella está viva, Milady, es lo importante", comentó Hubert.
Antes de que la princesa pudiera decir algo, Monica comenzó a moverse, su cuerpo debía estar torpe y débil por el tiempo que la pasó encadenada y con movimientos restringidos… Edelgard más que nadie era capaz de saber por lo que pasaba el cuerpo de la joven maga.
"¿Dónde…?" Monica miró a todos lados, desorientada. Se asustó por un momento pero no tenía la fuerza para levantarse. Y bastó ver familiares rostros a su lado para sentir un casi inmediato alivio. "Lady Edelgard, Hubert… ¿Dónde estoy?"
"Estás a salvo en el Monasterio, te encontramos en una vieja fortaleza durante una misión el día de ayer", explicó Edelgard con voz calmada. "¿Qué fue lo que te pasó?"
Monica sentía ganas de llorar de alivio, esos últimos días habían sido aterradores. "Dos semanas antes de la ceremonia de graduación fui a la biblioteca por unos libros que me pidió la profesora Manuela y…" Monica tomó aire, su memoria eidética trabajaba tan bien como siempre. "Alguien me atacó… Lo siguiente que recuerdo es despertar en un calabozo y había un hombre de aspecto extraño de nombre Solon delante de mí, decía que yo iba a servir… Y por su forma de caminar y de moverse, me di cuenta que ese hombre era Tomas el bibliotecario".
Edelgard y Hubert se miraron entre sí. La princesa llegó rápidamente a una decisión. "Monica, necesito pedirte algo".
El gesto de la chica se iluminó pese a su visible debilidad. "Lo que usted desee, Su Alteza, sólo pídalo".
"No tardan en venir a interrogarte… No les digas que fue Tomas quien te capturó, no les digas que el hombre extraño era Tomas. Puedes decir todo lo demás, pero no menciones al bibliotecario. Nosotros te mantendremos a salvo de él mientras tanto".
Monica ni siquiera lo dudó, asintió. "Si es lo que necesita que haga, considérelo hecho, Su Alteza".
"Muchas gracias, Monica. Prometo ponerte al tanto de todo apenas sea posible, por mientras descansa y recupérate, ya estás a salvo", dijo la princesa con un tono de voz seguro que trataba de calmar cualquier temor en Monica, muy natural considerando el mal estado en el que la encontraron.
"Agradecemos mucho tu cooperación, Monica, y esperamos que sigas así. Un par de manos extras no nos vendrían mal", comentó el mago oscuro. Si había alguien capaz de rivalizar con su entrega y devoción hacia la princesa Edelgard, era Monica von Ochs.
"Nos encargaremos de que el monasterio avise a tu familia que estás a salvo".
"Muchas gracias, Alteza".
Los tres tuvieron que callar al escuchar los pasos de más de una persona acercarse a la enfermería. La Arzobispa Rhea y Seteth hicieron acto de aparición, ambos escoltados por cuatro caballeros de Seiros. Dos de ellos se apostaron afuera de la enfermería.
"Buenos días, pequeños, ¿dónde está la profesora Manuela?" Preguntó la Arzobispa.
"Le pedimos que fuera a desayunar algo mientras nosotros vigilábamos a nuestra compañera. Monica acaba de despertar", explicó Edelgard de inmediato. "La profesora estuvo en vela toda la noche cuidando de ella".
Rhea y Seteth asintieron al mismo tiempo.
"Nos alegra mucho que estés a salvo, pequeña", dijo Rhea con maternal voz.
Seteth miró a la princesa y a su siervo. "Les pido que se retiren mientras interrogamos a Monica von Ochs, si se requiere sus declaraciones, se les mandará a llamar".
El par de alumnos hicieron una educada reverencia antes de retirarse. No miraron a Monica y ésta no los miró a ellos. La chica ya sabía qué hacer. Los caballeros cerraron la puerta y Rhea puso su mano en la frente de la alumna, usando su poder en ella pero para revitalizarla y no curarla, Manuela ya había hecho ese trabajo de manera satisfactoria.
Monica se sentó cuidadosamente con la ayuda de Rhea, ahora estaba un poco mareada, sobrepasada por la magia que la Arzobispa usó en ella.
"Muchas gracias, Su Excelencia".
"Ahora dime, pequeña, ¿qué fue lo que te pasó?" Preguntó Rhea, dulce como siempre.
Monica no dudó al hablar, justo como solía ser antes de su encierro. "Dos semanas antes de la graduación fui a la biblioteca a buscar unos libros que me pidió la profesora Manuela, ni siquiera llegué al estante, de pronto todo se puso oscuro. Cuando abrí los ojos estaba en una celda, había un hombre de aspecto raro de nombre Solon, o así lo llamaban unos magos que usaban máscaras en forma de pico de pájaro".
Seteth se mantenía serio, la declaración de la alumna coincidía con el reporte de lo sucedido en la fortaleza.
"También había una chica de nombre Kronya que amenazaba con matarme", continuó Monica. "Los magos con máscaras de pico de pájaro iban una vez cada dos noches para repetir hechizos en un idioma que nunca he escuchado, pero de lo que estoy segura es que no es ni duscuriano, ni dadgano, mucho menos brigidés o el idioma de la gente de Sreng.
Rhea frunció el ceño. Monica y su memoria eidética eran algo que nunca debían ponerse en duda. "¿Podrías repetir las palabras que recuerdes de esos hechizos?"
Monica asintió. La única instrucción que su princesa le pidió seguir fue no mencionar a Tomas el bibliotecario. Se aclaró la garganta mientras cerraba los ojos. "Haŭto por alia haŭto, okuloj por aliaj okuloj, paŝoj por aliaj piedoj", dijo con la perfecta pronunciación de aquellos magos.
Rhea y Seteth abrieron los ojos con horror al reconocer esas palabras, esas sucias palabras.
"¡Calla, por favor!" Gritó Seteth, sobresaltando a Monica. "¿comprendes algo de lo que estás diciendo?"
Monica negó. "Pero recuerdo cada palabra de los hechizos que decían, eran al menos cinco hechizos por visita antes de que se fueran. Y cuando se iban yo me sentía mareada y fuera de mí el resto del día y la noche. Fue difícil mantener el sentido del tiempo ahí dentro pero calculo al menos 30 días de encierro".
Rhea tuvo que tomar aire para poder sacudir su cabeza y aceptar que lo que acababa de escuchar, después de tantos siglos, fue el idioma prácticamente sin cambio alguno de los Agarthianos, ¿cómo era posible? La cabeza de Rhea se sentía revuelta. No sabía cuál era la finalidad del hechizo, pero lo que sea que trataran de intentar no era bueno y…
La simple idea de que los Agarthianos se habían infiltrado en los sagrados muros del Monasterio para capturar a una alumna era una idea que la hizo temblar de manera visible.
"Pequeña, te pido que no digas esas palabras a nadie, no las repitas de nuevo, ¿entendido?", le dijo Rhea a Monica con una voz que fallaba en ser amable y que más bien tenía un dejo amenazador. Obviamente no estaba contenta y Monica supo entenderlo, era una chica lista.
"Sí, Su Excelencia".
"Nos encargaremos de enviar una carta a tu familia para avisarles que estás bien. Por favor, escribe algo para ellos", dijo Seteth enseguida. Naturalmente revisarían el mensaje que Monica escribiera, ninguna precaución estaba de más. "Permanecerás en el Monasterio hasta que estés completamente recuperada y esperaremos por la respuesta de tu familia".
"Entendido. Y muchas gracias", respondió Monica, grabando en su memoria las reacciones y palabras de la Arzobispa y el Consejero para dar el reporte a su Princesa. "Pido permiso para estar con las Águilas Negras, y también pasar tiempo con la Profesora Manuela". Enseguida agregó con genuino pesar, "me vendría bien estar entre caras conocidas".
"Permiso concedido, pequeña. Por el momento tu cuarto anterior está ocupado por otro alumno", y Rhea no tenía empacho en admitir que no sabía quién ocupaba ese cuarto, "pero seguramente alguien querrá compartir aposentos contigo. No queremos tenerte alejada de sitios que te sean seguros".
Monica asintió y Seteth tomó la palabra. "Y sobre lo que hablamos aquí, no le digas nada a nadie, ¿entendido?"
"Entendido, señor".
"Ahora te dejamos descansar. Si te sientes en condiciones de estar en pie y Manuela lo permite, puedes salir de la enfermería", dijo Rhea con recuperada calma. "A mediodía enviaremos un mensajero a Enbarr con tu familia. Ten la carta lista antes de esa hora, por favor".
"La tendré a tiempo, mis pobres padres debieron estar preocupados todo éste tiempo", comentó Monica con pesar, notando que el par de adultos delante de ella no reaccionaban a su comentario.
Luego de reiterar la orden de no decir nada a nadie de lo que se discutió ahí, Seteth y Rhea salieron de la enfermería y hasta ese momento Edelgard y Hubert pudieron entrar otra vez. Un simple "cuiden de ella mientras la profesora Manuela regresa" fue todo lo que escucharon de Seteth antes de quedar a solas con su compañera.
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"Profesora Manuela, no puedo respirar", fue el ahogado aviso de la pobre Monica. Un apretado y lloroso abrazo de Manuela era más de lo que su recuperado cuerpo podía soportar.
"Oh, corazón, estoy tan feliz de que estés bien", Manuela aflojó el abrazo pero no la soltó.
"Joven Monica, cuando escuché que te encontraron, no sabes el alivio y la alegría que sentí", dijo Hanneman, que se conformó con palmear el hombro de la chica. Monica von Ochs había sido la mejor alumna de la Academia de Oficiales el curso pasado. Su magia estaba a un nivel que incluso un mago con experiencia envidiaría, tenía memoria eidética e incluso manejaba un par de hechizos curativos.
"Yo también estoy feliz de verlo, profesor Hanneman", continuó una feliz Monica.
"No te tendríamos con nosotros de no ser por la nueva profesora de Combate y Táctica", comentó Manuela y finalmente soltó a la chica, animándola a mirar a la persona que esperaba pacientemente en la puerta de su propia oficina. Ahí se hizo la reunión porque, como siempre, la oficina de Hanneman era un desastre de documentos y la chica ya había pasado suficiente tiempo en la enfermería.
Monica puso atención a alguien que definitivamente no parecía tener la edad para ser profesora, parecía muy joven, apenas mayor que ella misma. La joven mujer ante ella era hermosa en serio pero su rostro expresaba poco y nada. Y además sus ropas parecían poco prácticas, por decirlo de una manera amable, y su apariencia distaba de ser formal. Carecía de la femenina elegancia de Manuela, tampoco tenía un aspecto totalmente guerrero. Al darse cuenta que no había dicho nada los primeros segundos, la alumna rápidamente se compuso e hizo una elegante reverencia.
"Mi nombre es Monica von Ochs, muchas gracias por haberme salvado", agradeció Monica con sincera voz.
"Soy Byleth. Y no es necesario que me agradezcas, Edelgard y el resto de tus compañeros estuvieron ahí. Ellos fueron los que te salvaron", aclaró la profesora enseguida. "Me dijeron que eras una Águila Negra. Mientras se decide tu situación, puedes ir al salón si quieres".
"Me encantaría, muchas gracias. Nunca fui buena con un arma o para combate a decir verdad", confesó la chica.
"Puedo enseñarte defensa personal", ofreció Byleth, por dentro estaba emocionada de tener otra alumna. Enseguida sacó su diario y algo para anotar. "¿Cuándo es tu cumpleaños y qué cosas te gustan?" Preguntó con voz monótona.
Hanneman y Manuela rieron. "Puedes interrogarla después, cariño, tenemos que ir a clases. Puedes llevarla contigo, se sentirá cómoda con el resto de las Águilas".
Tuvieron que pasar varios días para poder enviar y recibir una respuesta de parte de los von Ochs. El Varón Ochs expresaba en su carta alivio porque su hija estaba a salvo, y a su vez les dio a saber que seguía terriblemente ofendido porque el personal del Monasterio declaró a su hija prófuga, incluso tachándola de desertora, y resultó que la habían secuestrado dentro de los declarados seguros muros de Garreg Mach.
Rhea no podía permitir que ese escándalo se hiciera más grande, ya estaba lo suficientemente tensa ante la idea de Agarthianos capaces de infiltrarse en Garreg Mach, así que usó sus siempre infalibles habilidades de negociación. El trato fue simple: la promesa de hacer una limpieza en el personal del Monasterio, una importante compensación económica que incluso superaba por mucho el pago por la admisión a la Academia de Oficiales, la readmisión gratuita de Monica von Ochs a la Academia pero no como alumna, sino como asistente de la Profesora de Táctica y Combate por un año. Con un pago bastante decente, desde luego.
Seteth más que nadie clamaba por alguien que le hiciera entender a Byleth la importancia de las reglas y hacer el papeleo adecuado.
La familia de Monica estuvo de acuerdo. La misma Monica también, quería estar cerca de la princesa Edelgard y poder apoyarla en todo lo que necesitara. Luego de visitar a su familia, Monica von Ochs volvió a la Academia. Ya habían pasado dos semanas desde su rescate y por supuesto que todos los alumnos le dieron una gran bienvenida a la chica con un banquete en el comedor.
"No ataques", fue el monótono recordatorio de Byleth mientras le daba un golpe a Dimitri en las manos con su espada de madera. "Sigamos", indicó y fue ella la que comenzó a atacar al príncipe. Manuela le dijo que impidiera que Dimitri usara toda su fuerza, podía hacerlo obligándolo a trabajar en su defensa y percepción de los alrededores.
Dimitri se defendía pero era un modo de combate al que para nada estaba acostumbrado. Siempre le habían enseñado a atacar, a derrotar a su enemigo a la primera oportunidad, ¡sus manos estaban manchadas de la sangre de rebeldes de su propio reino! Trataba de concentrarse en defenderse, pero las voces en su cabeza le decían que atacar primero era ganar, le decían que así no podría vengar sus muertes, le decían que…
"No ataques", repitió Byleth luego de detener otro ataque instintivo del príncipe. No le dio tiempo de disculparse, no lo dejaba, simplemente seguía atacando. "Sube tu lanza, mantente firme".
"Profesora Byleth, no creo que…"
"Estás muerto", dijo la mercenaria de repente, ahora estaba casi cara a cara con Dimitri mientras le apuntaba al cuello con una daga. Rápidamente volvió al ejercicio. "De nada sirve que partas lanzas en dos si no puedes defenderte de una daga para destripar peces", continuó, seria, mientras seguía atacando.
Por su lado, Monica hacía su trabajo como asistente de la peculiar profesora que, descubrió, no era una profesora ¡sino el temible Azote Sombrío! El saber que Byleth le había salvado la vida a la Princesa Edelgard rápidamente hizo que la chica pusiera a la mercenaria en un pedestal y decidiera apoyarla en todo lo que pudiera. Básicamente ella se encargaba de los reportes y de revisar a los demás alumnos mientras Byleth trabajaba con aquellos que requerían un poco más de atención.
"El siguiente ejercicio es que dispares a los mismos puntos en los muñecos donde Ashe tire", indicó Monica apenas vio que Mercedes terminaba la práctica en turno. "Tres sets de repeticiones", continuó y enseguida miró a Ashe. "Has tus tiros mientras corres y te escondes, y trata de no tardar".
"¡Sí!" Respondieron Mercedes y Ashe, pero fue la Sanadora la que amplió su sonrisa. "Me alegra que estés ayudando a la profesora Byleth, antes de que llegaras, se la pasaba corriendo de un lado a otro tratando de ponernos atención a todos".
"Puede hacerlo, es muy capaz, me consta desde la primera vez que la vi entrenando a las Águilas", respondió Monica con un gesto suave. "Pero una mano extra no le cae mal a nadie, y yo también estoy aprendiendo mucho".
"Tendré una fiesta de té con Annette, Hilda y Lysithea por si te nos quieres unir, yo misma haré los postres. Será al atardecer en los jardines".
Monica sonrió. "Ahí estaré, gracias".
Y el entrenamiento siguió.
Por su lado, Dedue miraba a momentos a su príncipe y comprendía perfectamente bien lo que no solamente la mercenaria estaba haciendo, también los otros profesores. Querían ayudar a Dimitri y el joven duscuriano no podía estar más contento por ello. Él mismo se sabía de poca ayuda, no tenía los conocimientos para un problema como ese y en todo caso tampoco la voluntad. Su único deseo era seguir a Dimitri.
"Muerto", repitió Byleth, notando que Dimitri constantemente se quedaba quieto, como escuchando a alguien, pero nadie lo estaba llamando, el resto de los Leones entrenaba y la profesora sabía que Dimitri tampoco los estaba mirando a ellos. Se le ocurrió algo tonto. "Cuenta cada golpe que bloquees", indicó.
Dimitri asintió, obediente como solía ser, y comenzó a contar los ataques de la maestra mientras los bloqueaba.
"Uno… Dos… Tres…"
El rostro de su padre desencajado de miedo y dolor en medio de la tierra y el fuego.
"Cuatro…"
Glenn tirado cerca del cuerpo de su Rey.
Nuevamente el rostro de su padre, mirándolo con desespero y pidiéndole que viva, que pelee por ellos.
"Cinco".
Las llamas, el aroma a sangre y la sensación de cómo el sabor salado de sus lágrimas poco a poco dejaba de saber a sal.
"Cinco…"
"Muerto", repitió Byleth sin que su gesto cambiara, la punta de su espada apuntando a la frente del Príncipe. "Por cada diez golpes que bloquees, podrás atacar una vez".
Y Dimitri asintió, confundido y avergonzado ante su falta de concentración. Las voces, por unos segundos, callaron.
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"¡Hey, profe!" Saludó Claude a Byleth, su profesora pescaba en el estanque del monasterio como solía hacer en su tiempo libre.
"Hola", respondió la parca Byleth sin apartar la vista del agua.
Claude soltó un silbido mientras ponía entre ambos su tablero de ajedrez y acomodaba las piezas. "Veo que ya tienes muchos", comentó el arquero, notando cómo los gatos cercanos miraban con interés la canasta que estaba a un lado de su profesora.
Los ojos de Byleth brillaron. "Cenaremos croquetas de pescado, Dedue prometió ayudarme".
El arquero rió. "Escuché del incidente con Mercedes de hace unos días, que le puso azúcar a todo lo que pudo".
"Eso fue responsabilidad mía, debí darme cuenta".
"Bien, comienzas tú".
Y Byleth movió una pieza blanca y de inmediato sujetó su caña. Claude respondió la jugada y pronto ambos comenzaron a jugar, con el agregado de que Byleth ponía más atención a la caña que al tablero.
"Si sigues así, te voy a ganar", dijo el chico.
"No me ganaste la última vez".
"Tengo curiosidad, ¿qué es lo divertido de pescar?"
"Pescar".
Poco a poco, Claude comenzó a acorralar a la Reina de su profesora, a ella le gustaba mucho usar esa pieza. "Sé que hablas totalmente en serio, pero pescar es muy simple".
"Pescar da de comer… Y es divertido".
"La fruta también da de comer".
"La fruta no opone resistencia, tampoco la verdura".
"Los animales de caza seguro que se defienden o huyen".
"Conoces la fuerza del oso, el peligro del lobo gigante, la velocidad del conejo", numeró Byleth. "Pero se siente la fuerza del pez cuando está en su elemento…" Sus ojos brillaron al sentir que uno picaba, ¡era uno grande! Rápidamente le dio la caña a Claude y el chico casi fue jalado por la fuerza del pez.
"¡Rayos!" El arquero tuvo que componerse y tratar de sacar al pez del agua, ¡porqué oponía tanta resistencia! Como pudo, y con esfuerzo, pudo sacar al pez. Frunció el ceño al ver que no era tan largo como una flecha siquiera. "No es tan grande como imaginé y es muy fuerte", el pescado seguía sacudiéndose ferozmente y sentía que podía escapársele.
Byleth recuperó el pez y le dio un rápido final antes de echarlo a la canasta. "Cuando algo está en su elemento, es poderoso", y enseguida escucharon a los gatos hacer un desastre, habían derribado las piezas del tablero. "Y a veces debemos ser el gato y no las piezas del tablero, aunque ese sea el elemento de las piezas", agregó, dándole a los pillos trozos de carne seca.
Claude no dijo nada a eso.
~o~
"¿Ya te acostumbraste a tu nuevo trabajo, Monnie?" Preguntó una juguetona Dorothea.
Las chicas de las Águilas tenían una pequeña fiesta de té en el cuarto de Shez.
"No es nada del otro mundo, de hecho es divertido, y estoy lo suficientemente ocupada porque la profesora Byleth no llena los reportes y debo hacerlo yo", informó Monica con un suspiro largo. "Es una genio en cuanto a estrategias y ni siquiera en mi generación vi a los estudiantes con semejante nivel de combate en cuestión de semanas, pero la profesora ni siquiera conoce los preceptos de Seiros y estamos en Garreg Mach", dijo la maga con gracioso desespero.
Shez se echó a reír. "Sí, así es ella, es fantástica. Los mercenarios no tenemos tiempo para papeleos ni rezos".
No estaba de más mencionar que Shez y Monica compartían cuarto, casualmente ese fue el cuarto de Monica mientras estudiaba.
"Y aquí adoran el papeleo y los rezos", comentó Edelgard, comiendo una galleta.
"Yo creo que la profesora está haciendo un buen trabajo", dijo Bernadetta, que estaba en una de las camas abrazando una almohada. "Me ayudó a regar las plantas ayer".
"Profesora prometió llevarme a cazar", contó Petra con entusiasmo. "No necesitamos papel para cazar conejos".
"No tengo problemas con el trabajo, en serio estoy aprendiendo", dijo Monica. La verdad era que Byleth era un poco rara pero bastaba poner atención para poder entenderla, no tardó en comprender por qué los alumnos estaban encantados con ella.
"Por cierto, ya deberíamos ir a ducharnos o se hará tarde", comentó Dorothea luego de un pequeño bostezo. "Mañana tenemos clase de magia".
Shez sacó su toalla y unos jabones que acababa de comprar. "¡Vamos! ¡La última en llegar paga los postres! ¡Hasta mañana, Edelgard!" Y fue la primera en salir corriendo.
"¡Yo no pagaré postres!" Petra rápidamente fue tras de Shez.
Dorothea rió. "Vamos, Bernie, antes de que llenen todo de burbujas. Hasta mañana, Edie".
Bernadetta también se despidió y se fue con Dorothea. Monica se quedó en el cuarto buscando sus toallas y jabones también.
"Muchas gracias por ayudar a la profesora Byleth", dijo Edelgard con voz suave. "Está tan impresionada con tu modo de trabajo y organización, que prometió leer las guías de enseñanza".
Monica casi rió. "¿Eso dijo? Me alegra saberlo… ¿Cuándo te lo comentó, Lady Edelgard?" Preguntó, recordando no hablar tan formal a la princesa por petición de ésta.
"Ayer", fue todo lo que respondió Edelgard, no pensaba agregar que fue durante su hora del baño privada. Nadie más sabía que Byleth la acompañaba y seguía cubriéndose los ojos. Y hablando de Byleth… "Oye, Monica".
"¿Sí, Lady Edelgard?"
"Por favor, no me preguntes detalles pero…"
Monica sonrió. "Milady, yo confío en todo lo que quiera o no compartirme. Me siento más que honrada en que me compartiera y me considerara en su plan para cuando tome el trono. Sabe que tiene todo mi apoyo".
Edelgard sonrió, no sabía qué había hecho para tener a alguien tan leal como Monica, y no se diga Hubert. "Sólo una pregunta, ¿te suena de algún lado el apellido Eisner?"
"¿Eisner?" Monica rápidamente hizo memoria. Sí tenía registro de ese apellido en su memoria. "Sí, Milady, lo vi sólo una vez en un sitio".
"¿Cómo que lo viste? ¿Dónde?" Edelgard de pronto sintió su corazón acelerarse.
"En una de las lápidas del cementerio del monasterio. Bajando las primeras escaleras, hasta el fondo hay dos tumbas juntas. Una de ellas es de una monja llamada Sitri, y la tumba de al lado es de un hombre llamado Jeralt Reus Eisner. Puedo investigar más si lo desea".
"Con eso basta, Monica, muchas gracias. Es un asunto personal, yo me encargo".
"De acuerdo, Milady".
Ambas se despidieron y Monica fue a ducharse con las chicas mientras Edelgard decidía ir al cementerio aprovechando la oscuridad de la noche.
Y justo donde dijo Monica estaban las dos tumbas juntas, ambas del mismo año: 1556. La tumba de la derecha era de "Sitri, querida monja que siempre iluminó el día de aquellos que se cruzaron en su camino", y la tumba de la derecha era de "Jeralt Reus Eisner, valiente Campeón que amó con todo su corazón hasta el último de sus días".
Edelgard estaba al tanto de que "Campeón" sólo era un título reservado a los Capitanes de la Guardia reconocidos por la Arzobispa. Alois era el actual Capitán pero nadie se refería a él como Campeón.
Su sospecha de que ese tal Jeralt y Byleth estaban emparentados no era alocada, sólo que para cuando nació Byleth, el Campeón ya tenía tres años muerto. ¿Algún pariente lejano? ¿Un tío? Sea como fuere, Byleth no quería que la Arzobispa descubriera que estaba emparentada con el Campeón. Valía la pena preguntar sobre ese Campeón y sabía a quién preguntarle: Sir Alois.
CONTINUARÁ…
