PARTE 13 Descubrimientos
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Alois Rangeld era demasiado honesto y directo para ser Capitán de los no tan virtuosos Caballeros de Seiros. Un hombre sincero, transparente, alegre y lleno de entusiasmo. No fue complicado hacer una plática casual, él mismo trajo a la mesa el tema de su antiguo Capitán, Alois adoraba hablar de él. Era la oportunidad perfecta.
Alois pescaba y Edelgard se sentó junto a él cuando el hombre la saludó ruidosamente y la invitó a acompañarlo. Todo mundo estaba ocupado ese domingo, su profesora incluida, fue a cazar con Petra y Shez.
"Mi Capitán era un gran pescador, para antes de mediodía tenía la canasta repleta de peces y los llevaba al comedor para que todos comiéramos bien", contaba un feliz Alois. "También pescaba cuando salíamos en misión."
"Menciona mucho a su antiguo capitán, Sir Alois, ¿qué tipo de persona era?"
"Oh, Princesa, el Capitán Jeralt era único. Hablaba sólo cuando necesitaba decir algo pero se le soltaba la lengua cuando se emborrachaba", contó Alois mientras volvía a lanzar el anzuelo lleno de carnada. El pez se le escapó. "Era uno de los mejores guerreros que he conocido en mi vida, ¡un verdadero Campeón! La mismísima Arzobispa Rhea confirma que Jeralt arriesgó su vida para protegerla".
Eso sin duda sería una hazaña que todo Caballero de Seiros envidiaría. Antes de poder agregar o preguntar algo, Alois siguió hablando y Edelgard anotó mentalmente buscar alguna manera de pagarle a Sir Alois toda la información que le estaba dando de manera tan gratuita.
"Perderlo fue terrible, es día que aún lamento su muerte".
"Espero no sonar insensible, Sir Alois, pero pensé que una muerte gloriosa en batalla es algo que un soldado de cualquier armada desearía para ser recordado".
"Ojalá hubiera sido el caso, Alteza. Como usted dice, somos soldados y nuestra vida es para defender hasta el final lo que creemos, pero el Capitán Jeralt tuvo un fin distinto", Alois suspiró. "Por ese entonces el Capitán Jeralt cortejaba a una monja, y ella era una maravillosa persona, silenciosa pero gentil, era complicado verla sonreír pero siempre estaba ahí para ayudar a todos. Su nombre era Sitri y se trataba de la monja más querida del Monasterio; también era la asistente personal de la Arzobispa".
Edelgard puso un gesto genuinamente curioso. "Pensé que Seteth siempre había sido el asistente de Su Excelencia".
"Oh, no, Alteza, Seteth llegó un par de años después de la muerte de Sitri y de mi Capitán. Seteth tendrá unos veinte años aquí", aclaró Alois y continuó donde se quedó. "El Capitán estaba perdidamente enamorado de ella, y ella de él, pero Sitri nunca gozó de buena salud. Y una mañana la Arzobispa anunció que Sitri había muerto y ella misma la enterró por deseos de la propia Sitri. Eso destrozó el corazón de todos, pero quien se vio más afectado fue mi Capitán", continuó mientras su voz sonaba triste. "Una semana después, el Capitán murió en un incendio que se originó en su propio cuarto. Estaba demasiado borracho y una lámpara comenzó el fuego".
"Lamento mucho haberlo hecho recordar algo tan doloroso", se disculpó la princesa de manera sincera al ver el gesto del Caballero.
"Han pasado veintitrés años desde ese incidente, no se preocupe", Alois suspiró hondo antes de recuperar su enorme sonrisa. "¿Sabe, Alteza? La primera vez que conocí a la Profesora Byleth, pensé que la vista me engañaba, porque era como ver a Sitri de nuevo con otro color de cabello, ¡hasta pensé que podría ser una pariente lejana!"
Un momento…
Si Byleth tenía el apellido de Jeralt Reus Eisner, ¿entonces porque Sir Alois decía que ella era parecida a la fallecida monja? Además, Alois acababa de decir que Sitri fue asistente de la Arzobispa. Si su profesora tenía un peligroso parecido a la monja, eso explicaría por qué Rhea estaba tan interesada en Byleth.
Todas las pistas apuntaban a un resultado pero no tenía sentido. Byleth había nacido el día veinte de la Luna del Arco, todos lo sabían, ella tenía tan sólo 20 años, apenas mayor que los alumnos a los que enseñaba, ¡tenía la misma edad que Hubert! Edelgard sospechaba que Byleth era hija de Jeralt Reus Eisner y la monja Sitri, pero lo único que no cuadraba era la edad. Debía enfrentar a su profesora con la información que acababa de obtener.
"Posiblemente una sobrina o prima lejana, ¿no lo cree, Sir Alois?"
"Sí, es lo que sospecho porque Sitri no era muy expresiva… La profesora Byleth es igual", comentó el Caballero y un pez de pronto picó, devolviéndole la sonrisa de inmediato.
Era momento de escapar, la princesa ya tenía todo lo que necesitaba. "No lo distraigo más, Sir Alois, espero que pesque muchos", dijo Edelgard y se fue, escuchando apenas un "gracias" de parte del Capitán.
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La táctica y la estrategia no eran solamente para el momento de pelear en el campo de batalla, también requería los preparativos adecuados para mantener a la gente en el campo de batalla con alimento, agua y un sitio para descansar antes y después del combate. Byleth sabía de esos temas, Shez también, y era momento de que los alumnos aprendieran a hacerlo por sí mismos. Además, traían consigo a los mercenarios de Berling para que ellos hicieran la evaluación del campamento y sus facilidades, todo completamente organizado por los alumnos de las Águilas Negras. Los siguientes serían los Leones y después los Ciervos, igualmente serían asistidos por el grupo de Berling.
Luego de dedicarle mediodía al campamento, simulando que iban a asaltar un asentamiento enemigo para una batalla a lo sumo de dos días, los mercenarios dieron su veredicto. Byleth y Shez sólo esperaban, ellas ya sabían el resultado. Monica, al otro lado de Byleth, tomaba nota de todo y en serio le sorprendía lo profesional que era Byleth a pesar de su evidente falta de formalidad.
"Capitana Berling, por favor", pidió Byleth.
La dura mercenaria miró a los estudiantes y puso su mano en el mapa sobre la mesa. "De acuerdo, niños y niñas, se supone que nosotros ataquemos a los enemigos que están situados aquí", señaló Berling un punto en el mapa, "y nuestro campamento está justo aquí. La ubicación está dentro de la distancia adecuada para marchar al combate y después regresar, pero hay un problema", continuó y con una señal le indicó a Getz seguir con la explicación.
"Estamos muy al descubierto y no tenemos ningún tipo de defensa", dijo el mercenario del hacha. "No hay nada para cubrirnos en caso de que nosotros seamos los atacados. Los mejores lugares para el campamento hubieran sido un poco más al Sur donde hay árboles, podríamos haber conseguido madera para armar un muro de protección. O bien un poco más al Norte, que es una zona rocosa".
"Lazley", indicó la Capitana y la confiable arquera tomó la palabra.
"Los víveres están bien contabilizados pero el agua no es suficiente. El agua casi siempre es un problema y también requiere más tiempo para ser transportada, así que el mejor sitio para acampar hubiera sido al Norte donde mi compañero dijo", Lazley se mostraba seria ante los estudiantes. "Hay un río cerca y eso ayuda mucho a levantar los ánimos, porque podemos cocinar, beber y asearnos. Y eso ahorra dinero, tiempo y espacio transportando agua".
"En resumen, no es un mal campamento, pero pudo haber tenido una mejor ubicación para mantener a los soldados menos desprotegidos y más cómodos. Un soldado descansado y comido peleará mucho mejor", dijo Berling. "Pero principalmente, mantener a la gente cómoda evitará que recurra al pillaje para cubrir sus necesidades básicas. No hay disciplina que valga cuando mueres de hambre y sed".
Finalmente, Shez levantó la mano. "Y recuerden que después de una pelea ganada, todos querrán celebrar, ¡y nada mejor para celebrar que cerveza!"
Y los mercenarios presentes gritaron en alegre acuerdo. Y aunque Byleth no gritó, levantó el brazo, apoyando la moción.
"No lo hicieron nada mal para ser su primer campamento", dijo Berling. "Buen trabajo".
"Ya los escucharon", Byleth retomó la palabra al ver los gestos quizá no del todo satisfechos de los alumnos, la idea de que pudieron haberlo hecho mejor siempre pesaba. "Pueden mejorar pero sin duda fue un buen trabajo. Ahora levantemos todo y volvamos a la Academia", indicó y enseguida miró a los mercenarios de Berling. "Mañana a la misma hora, es el turno de los estudiantes de Faerghus".
"De acuerdo, profesora", respondió Berling y miró a su gente. "Andando, levantemos todo".
Monica, por su lado, terminó de tomar nota. Estaba francamente sorprendida por los poco ortodoxos pero realistas métodos de la Profesora Byleth. A ella le tocaron todos esos temas en papel y libro, todo acerca de la ubicación, el terreno y el tiempo que tomaría atacar cierta zona; pero hacer el simulacro completo de un campamento totalmente planeado por los alumnos y con combatientes voluntarios, había sido una experiencia totalmente nueva.
"Gracias por ayudarme a tramitar los permisos con Seteth para salir y tomar víveres prestados de los almacenes del monasterio", le dijo Byleth a Monica.
La chica negó. "Es mi trabajo. Se supone que en un grupo todos se encarguen de distintas cosas, una persona no puede ni debe hacer todo", enseguida sonrió. "Cuando a mí me tocó aprender estos temas fue sólo por notas, pero me acabo de dar cuenta que no es lo mismo. La teoría en papel es una cosa, pero la realidad es otra".
Algo en el gesto de Byleth brilló al escuchar eso, saber que una alumna tan inteligente como Monica también estaba aprendiendo de ella la hizo sentir bien.
Por su lado, Edelgard estaba increíblemente satisfecha por la lección. Las lecciones prácticas serían de mucha ayuda a futuro. Soldados que tuvieran sus necesidades cubiertas eran soldados que peleaban mejor y siempre tendrían la moral en alto. Edelgard necesitaría aprender todo eso más que nunca para poder liderar un ataque contra la Iglesia de Seiros. La Capitana de Shez también tenía razón, no había disciplina alguna que valiera si los soldados estaban agotados, sedientos y hambrientos. El pillaje nunca era bien visto por el pueblo al que intentabas liberar.
"Milady", Hubert se acercó a su Princesa para ayudarla a levantar su tienda de campaña. "Admito que todo esto nos será de ayuda a futuro".
"Era justo lo que pensaba. Nosotros trabajaremos a una escala mucho más grande, pero en esencia es lo mismo. Tenemos muchas cosas qué aprender a preparar y tendremos todo este año para ello", la princesa sonaba satisfecha. "¿Algo más qué reportar?"
Hubert sonrió por lo bajo, una sonrisa macabra que le salía bastante natural. "Los Caballeros de Seiros siguen vigilando no solamente la biblioteca, mantienen sus ojos atentos en todo el Monasterio. Y tengo entendido que han estado interrogando a Tomas sobre lo sucedido el día de la desaparición de Monica. Podemos confiar que Tomas no está al tanto de que Monica sabe que él es Solon, de lo contrario ya hubiera hecho algo contra ella".
Edelgard asintió. "Además, Monica permanece acompañada todo el tiempo como se lo recomendamos".
Sólo les quedaba esperar a que eventualmente las Serpientes de las Tinieblas se dieran cuenta de que su magnánimo líder nunca iba a regresar.
Pasados unos pocos días solamente, se corrió la voz que Tomas ya no estaba en el Monasterio. Unos decían que renunció, otros que hizo algo que no les gustó a los Caballeros de Seiros y se deshicieron de él, pero quienes lo vieron por última vez dijeron que tuvo una audiencia con la Arzobispa Rhea y desde entonces ya no se supo más de él.
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Rhea apenas daba crédito a lo que había descubierto. El entregado, decoroso y responsable Tomas que había servido fielmente al Monasterio por cuatro décadas, había sido reemplazado por un hechicero Agarthiano de nombre Solon. El hechicero finalmente mostró su verdadero rostro en su última reunión, claramente molesto por la intensa vigilancia, y escapó usando sus poderes oscuros
Solon confesó el secuestro de Monica. Y aunque no lo agregó, para Rhea y Seteth era obvio que querían reemplazar a la alumna para volverla una infiltrada más. La misma Monica fue llamada de nuevo para declarar y confirmó que Kronya solía decirle lo lindo que iba a ser tener su rostro.
Según se sabía, Tomas se ausentó del Monasterio por varios años para estar en su hogar por unos asuntos familiares en las tierras de Ordelia, su regreso fue hace un año, antes de comenzar el curso escolar. Bastó investigar un poco más para descubrir que Tomas nunca puso un pie en el Territorio de los Ordelia durante esos años. Lysithea de la Casa Ordelia confirmó esto último cuando se le convocó para dar su testimonio.
A partir de ahí, los Caballeros de Seiros comenzaron una investigación más profunda para comenzar a rastrear a los Agarthianos. Sospechaban que quizá Garreg Mach no era el único sitio donde se estaban inmiscuyendo.
"Oh, Madre, todo sería más sencillo si estuvieras aquí", dijo Rhea, estaba en sus aposentos privados mientras acunaba entre sus manos la Cresta de Fuego, el corazón de su madre petrificado, perfectamente conservado para poder latir una vez más a la primera oportunidad. "Tú podrías ayudarme a perseguir a esos monstruos", Rhea suspiró hondo.
La respuesta a sus plegarias podría estar en el Monasterio en ese mismo momento, pero fuera del peligroso parecido entre Sitri y Byleth, no había nada que le confirmara sus sospechas. Sitri y Jeralt estaban muertos y enterrados en el cementerio. Ella misma enterró a Sitri con sus propias manos, mientras que los restos carbonizados de Jeralt fueron insalvables, lo tuvieron que envolver en mantas para los honores funerarios previos al entierro. ¡Lástima! El cuerpo del Campeón habría hecho a un excelente guardián acorazado.
Debía investigar más a Byleth, pero para ello necesitaba a un elemento más discreto y menos asociado con los Caballeros de Seiros. A alguien del mundo de donde Byleth provenía. Tenía en mente a la persona perfecta.
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Estar en el invernadero mientras la rodeaba el aroma de las flores que siempre perfumaron el cuerpo de su madre era como tenerla presente. Blandir las armas de su padre era una manera de sentir que éste aún la acompañaba, pero con su madre era una historia distinta. Byleth tenía tres años cuando su madre murió, sólo el aroma y una sonrisa en un rostro borroso era lo que su memoria seguía reteniendo pese al paso de los años. Pero al parecer bastaba con mirarse al espejo para darse una idea de cómo lucía su madre, todos decían lo parecida que era a ella; incluso personas que no sabían que Sitri fue su madre.
Byleth terminó de regar las semillas que estaba cuidando y recordó con satisfacción lo feliz que se puso Mercedes por las flores y los postres que le regaló ese mismo día por su cumpleaños. Además no estaba sola en el invernadero, Dorothea la ayudaba mientras aprendía brigidés de la misma manera en que Byleth había aprendido: conversación directa mientras hacían sus labores después de clases.
Byleth admitía que Dorothea era brillante y estaba aprendiendo bastante rápido.
"Los Espíritus de la Tierra parece que tienen mejores ojos para éstas flores", dijo Byleth, señalando unos brotes recientes en semillas que había sembrado.
La cantante comprendió que no era simplemente decir frases de un idioma al otro y esperar que tuvieran sentido, se trataba de entender el cómo la gente de Brigid veía el mundo y a partir de ahí se movía su lenguaje. Además había estado leyendo los contados libros en brigidés que tenía la biblioteca, era una suerte que Monica supiera la ubicación de los libros aún después de todo ese tiempo.
Desde la ausencia de Tomas, las autoridades de la Iglesia buscaban a alguien que lo sustituyera, pero estaban siendo increíblemente rigurosos en el proceso considerando que una alumna había sido atacada ahí.
"Al parecer éstas flores son isleñas, Bernie lo mencionó", dijo Dorothea con un poco más de lentitud, pero usando las palabras correctas. "Adoran el Sol y el viento, han de sentirse atrapadas aquí, pero son fuertes aunque no están en sus tierras".
"Estás haciendo un buen trabajo, Dorothea", la felicitó Byleth volviendo al fodlandés. Un mes y Dorothea ya era capaz de mantener una conversación sencilla. "Con esto sorprenderás a Petra, deberías ir con ella".
"Lo haré, muchas gracias, profe Bylie", respondió la cantante con visible alegría. "¿Y le estás enseñando idiomas a alguien más?"
"El profesor Hanneman me recomendó enseñarles duscuriano a los Leones Azules".
"Entonces deberías enseñarle brigidés y dagdano a las Águilas", propuso Dorothea. "Edie tiene en planes trabajar con Petra en mejorar las relaciones con Brigid y al menos la mitad de las Águilas del salón tendrán algo que ver en ese asunto".
Byleth lo pensó seriamente, su rostro no lo demostraba pero por la forma en que miraba el parche de tierra ante ella, era obvio que estaba considerándolo. Dorothea sonrió al verla, no era tan complicado leerla después de todo.
"Lo haré, le comentaré el asunto a Edelgard", dijo finalmente Byleth.
"Y siempre es bueno discutir asuntos así mientras se disfruta de una taza de té", agregó Dorothea mientras le guiñaba un ojo a su profesora. Al verla asentir sin ningún otro gesto, sólo refunfuñó. "Me pregunto si alguna vez podré hacerte sonrojar".
Byleth ladeó ligeramente el rostro, confundida. "¿Sonrojar?"
"Haces que dude de mis propios encantos si no reaccionas, profe, tenle un poco más de piedad a tu alumna que necesita ánimos para confiar en sus propias habilidades", peleó Dorothea, mitad seria mitad bromeando.
Y de nuevo, Byleth pensó seriamente en las palabras de su alumna. "Pero tú eres hermosa tal como eres, creo que encontrarás alguien que te pueda ofrecer lo que necesites para llenar tu corazón, sólo debes esperar a que esa persona llegue".
"Me haré vieja para cuando eso pase", bufó Dorothea y se cruzó de brazos. "Y espero que esa persona también me llene el estómago y no sólo el corazón, de amor no se come, profe Bylie, eso debes saberlo bien".
El gesto de Byleth brilló al ocurrírsele algo. "Entonces te enseñaré a pescar, es mejor cuando dos trabajan en llevar comida a la mesa. Y te enseñaré a cocinar la sopa de pescado de papá, necesita pocos ingredientes y llena bastante y…"
Dorothea miró largamente a su profesora antes de echarse a reír a su linda y melodiosa manera. ¡Ojalá alguien le hubiera enseñado a pescar cuando era una niña vagando por las calles de Enbarr! Eso le habría ahorrado todas esas noches buscando entre la basura algo para comer, a veces viéndose obligada a mascar cáscaras desechadas de verduras y roer huesos cual perro.
La profesora contempló a Dorothea antes de ponerse de pie y sacudirse las manos. "La persona que te quiera como mereces ser querida, amará lo hermosa que es tu sonrisa y hará lo que sea por verte feliz y hacerte sonreír".
Y fue la pobre cantante la que se sonrojó intensamente. "¡Profe Bylie, eres malvada!" Y salió corriendo mientras sentía que las orejas le ardían.
Byleth quedó confundida y le contó todo lo sucedido a Edelgard más tarde durante la fiesta de té que precisamente Dorothea le sugirió. Ambas estaban en una esquina de los jardines, fuera de la vista de los demás por petición de la misma Edelgard.
"…Y entonces salió corriendo y me llamó malvada".
Y ahora era Edelgard la que reía de elegante pero linda manera. "Le diste una lección a nuestra cantante, es todo, bastará unos postres para que te perdone. Pero es cierto, merece a alguien que la haga feliz, tiene muchos talentos y sus ideas son muy buenas. Y Dorothea tiene razón, deberías enseñarnos dagdano y brigidés. Quiero que los vecinos de Adrestia sepan que estamos dispuestos a limar las asperezas del pasado y tener un mejor futuro juntos", dijo. Y además no estaría de más pedirles apoyo en la guerra que estaba por venir, pero no como castigo por el fallido intento de invasión, sino como aliados. Si ella como futura líder de Adrestia demostraba su buena voluntad con algo tan sencillo como hablarles en su propio idioma, sería un punto a su favor.
Byleth asentía a las palabras de la princesa mientras, sin pena ni vergüenza alguna, comía los postres de manera voraz. A pesar de haber participado en fiestas de té al menos dos veces al día después de clases con todos sus alumnos hasta la fecha, incluso con sus colegas de trabajo, seguía terriblemente falta de modales en la mesa. Se ensuciaba los manos y las mejillas de azúcar y migajas, se llenaba la boca, enfriaba su té lo suficiente para acabárselo rápido y servirse más, y para limpiarse el rostro usaba el dorso de sus manos y nada más. Lo único que lograron enseñarle a su salvaje profesora fue a limpiarse las manos con un pañuelo.
"Gracias", dijo Byleth mientras se limpiaba las manos con el blanco pañuelo que le ofreció Edelgard. "Lo lavaré y te lo devolveré".
Edelgard se sonrojó ligeramente. "Puedes conservarlo, tengo más".
El gesto de Byleth brilló y aceptó el regalo de buena gana. "Gracias".
Habían pasado varios días desde que Edelgard habló con Sir Alois sobre el antiguo Campeón y la monja a la que Byleth se parecía. Intentó investigar en la biblioteca sobre los Campeones del Monasterio y sólo encontró historias y leyendas que seguramente estaban exageradas y manipuladas, pero de Jeralt no se mencionaba nada. Seguramente los movimientos del antiguo Capitán estaban en los registros de los Caballeros y no en la biblioteca de acceso general.
"Profesora mía", Edelgard terminó su taza de té. Estaba delicioso, le había permitido a Byleth preparar el té y lo hizo bastante bien. Bajó un poco la voz. "¿Está bien si hablamos de algo privado en mis aposentos después de la hora del baño?" Preguntó. El tema era más delicado para hablarlo en un sitio tan expuesto. En los dormitorios al menos podría pedirle a Hubert que vigilara los alrededores.
Byleth asintió sin siquiera pensarlo. "De acuerdo".
"Es sobre lo que me confiaste aquella vez… Encontré algunas cosas por mi cuenta, pero tengo dudas que me gustaría aclarar contigo… Si está bien por ti que me meta en tus asuntos privados".
"Puedo contarte".
Edelgard sonrió de manera suave. "No deberías confiarme tus más obscuros secretos así nada más".
"Entonces puedes confiarme un secreto tuyo a cambio y estaremos a mano", dijo la profesora con calma.
"Tenemos un trato".
Ambas compartieron una mirada y un cómodo silencio, y de repente Byleth miró hacia unos arbustos cercanos. Edelgard pareció confundida hasta que alguien salió de esos arbustos: Shamir Nevrand.
"Tus sentidos siguen tan agudos como siempre, pequeño demonio", dijo Shamir con una media sonrisa mientras se acercaba al par. "Lamento interrumpir tu fiesta de té, escuché a unos soldados mencionar que el Azote Sombrío estaba en la Academia y enseñando a los alumnos ni más ni menos. Tenía que verte con mis propios ojos".
Edelgard notó algo cálido en el semblante de su profesora, obviamente conocía a esa persona.
"Hola, Shamir", saludó Byleth en dagdano y se puso de pie.
"Me alegra que no hayas olvidado lo que te enseñé. Has crecido mucho desde que nos despedimos", respondió Shamir y ambas se saludaron con un firme apretón de manos. "Y veo que la Iglesia te echó una soga al pie".
"Me hicieron una oferta que no pude rechazar", respondió Byleth con un pequeño suspiro.
"Me suena esa historia. En mi caso tengo una deuda con la Arzobispa y la estoy pagando, tú sabes que no me gusta deber nada. No creas que vengo a rezarle a su diosa", continuó Shamir y enseguida miró a la princesa. Hizo un movimiento de cabeza sencillo pero respetuoso. "Lamento la interrupción".
"Para nada. Me alegra que mi profesora se encuentre con una vieja amistad", dijo Edelgard con sus mejores modales.
"Trabajé durante unos meses con el grupo del Quiebraespadas cuando él me ayudó, fue después de terminada la guerra entre Dagda y Adrestia, pero ya hace unos cinco años de eso", contó Shamir. "Luego me uní a los Caballeros de Seiros y estoy aquí desde hace cuatro años… Oh, cierto, modales. Soy Shamir Nevrand".
"Un placer conocerte", respondió Edelgard, anotando mentalmente mantener precauciones cerca de Shamir. Por muy conocida que fuera de su profesora, también pertenecía a los Caballeros de Seiros. "Soy Edelgard von Hresvelg".
"Estás enseñando a una princesa", comentó Shamir con un tono que casi sonaba jocoso. En serio era gracioso que estuviera frente a la heredera al trono de Adrestia, mientras que ella participó en la guerra entre Adrestia y Dagda siendo más joven.
"Fue Shamir quien me enseñó dagdano y a mejorar mis habilidades con el arco", informó Byleth a Edelgard.
"Por cierto, lamento lo de tu padre", dijo Shamir enseguida.
"Gracias".
"Podremos ponernos al día en otra ocasión, ya no las interrumpo", y Shamir se retiró sin esperar respuesta alguna.
"Por lo visto conoces a gente bastante interesante", comentó Edelgard.
"Como ella contó, papá la ayudó cuando la encontramos herida y hambrienta, acababa de huir de Dagda después del intento de invasión a Adrestia".
Edelgard asintió, fue después de eso que la princesa Petra fue tomada como rehén por el Imperio y las islas de Brigid fueron sometidas al vasallaje como represalia a su alianza con Dagda. Edelgard tenía en planes arreglar ese desastre a la primera oportunidad.
"Como pago por la ayuda, Shamir trabajó con el grupo de papá por una temporada. Ella fue quien me enseñó su idioma natal y me ayudó a mejorar con el arco. Shamir es la mejor arquera que he conocido nunca".
Otra anotación mental para la princesa, tendrían a un adversario de peligro de quien debían cuidarse. Y no que las sospechas de la princesa estuvieran infundadas.
Shamir normalmente le daba su reporte a Alois, quien a su vez lo presentaba a Seteth, pero ésta vez la arquera fue llamada directamente para presentarse ante la Arzobispa. A solas. A Shamir le sobraban los dedos de una mano para numerar las veces que estuvo ante la Arzobispa, la primera cuando Shamir le ofreció sus servicios luego de que la Arzobispa la salvara de mercenarios enviados por una mujer peligrosa que se encaprichó con ella y quería capturarla. Estando en clara desventaja numérica, Shamir estuvo a nada de ser atrapada cuando encontró un campamento perteneciente a los Caballeros de Seiros, la Arzobispa Rhea estaba ahí y ella ordenó a su gente protegerla.
Lo que se supone fuera un simple contrato de unos meses como sucedió con el grupo del Quiebraespadas, o con el grupo de la demente que se obsesionó con ella, se extendió por varios años. Shamir así lo decidió, podía gritarle a los nobles a los que tanto detestaba y tenía un trabajo estable. No le temblaba el pulso al momento de apuntar su flecha y matar a quien debiera matar. No cuestionaba, sólo hacía su trabajo.
Y eso era perfecto para el plan de Rhea.
"Su Excelencia", saludó Shamir con los modales suficientes. En serio era raro estar a solas con ella, ni siquiera Seteth estaba presente. "La misión que se me asignó…"
"Sé que debiste hacer un gran trabajo como siempre, pero no es por eso que te mandé a llamar, Shamir", dijo la Arzobispa enseguida. "Tengo una misión especial para ti, pero te pido completa y total discreción. Es un asunto personal".
Shamir simplemente asintió, guardándose para sí misma cualquier otra reacción. "La escucho".
"Sé que acabas de llegar de un viaje largo y quizá no estés al tanto, pero la mercenaria conocida como el Azote Sombrío se ha unido al monasterio como profesora de las Águilas Negras. Su nombre es Byleth".
Shamir no hizo gesto alguno. No es como si alguien más la hubiera visto saludar a la otra mercenaria, sólo la princesa de Adrestia.
"La misión que tengo para ti es que investigues al Azote Sombrío. Puedes salir del monasterio si lo requieres. Necesito que averigües todo lo posible de la familia de Byleth, pero ella no debe darse cuenta".
La arquera volvió a asentir. También era una suerte que no fuera de conocimiento público que trabajó para los mercenarios del Quiebraespadas, siempre se mantuvo al margen del grupo principal incluso durante las misiones y sólo hablaba con una adolescente Byleth, que también tendía a mantenerse apartada.
Algo en el semblante de la Arzobispa hicieron sonar todas las alarmas de Shamir, pero lo último que debía hacer era mostrar duda ante una persona tan poderosa y peligrosa.
"Me encargaré de eso. ¿Debo llevar a Cyril conmigo?" Preguntó la arquera con naturalidad. Se refería a un jovencito huérfano proveniente de Almyra que Rhea recientemente había rescatado y puesto bajo su protección y cuidado. El chico estaba tan agradecido con la Arzobispa que le juró lealtad de por vida y obediencia total a Shamir.
Rhea negó. "Le pediré a Seteth que se encargue de Cyril, esto es un poco más urgente".
"Entendido".
"Descansa y luego encárgate de esto. Necesito nombres y también una descripción física de los padres de Byleth", pidió Rhea con algo más de urgencia.
Shamir fácilmente podría al menos describirle al Quiebraespadas, pero su más primario instinto de supervivencia le dijo que no lo hiciera. "Me encargaré de eso".
"Si Seteth o alguien más te cuestiona, diles que investigas a unos herejes en altos mandos por órdenes mías y que no quiero que esos herejes sepan que los estamos vigilando".
El asunto era más sospechoso si incluso debía mantener el asunto en secreto de Seteth, volvió a asentir.
"Muchas gracias, Shamir. Puedes retirarte".
"Con su permiso".
Shamir sabía exactamente qué hacer, y lo hizo apenas se alejó lo suficiente.
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Edelgard estaba un poco confundida pero tampoco cuestionó la petición de su maestra apenas se vieron en sus aposentos como lo acordaron: no decirle a nadie que Byleth y Shamir se conocían, tampoco hacer mención que se saludaron. Edelgard todavía no le había comentado el asunto a nadie, ni siquiera a Hubert, vio todo muy casual y su única anotación mental era mantener vigilada a Shamir a futuro, pero al parecer había más cosas a considerar en esa situación.
"Lamento haberte interrumpido", dijo Byleth con alivio apenas Edelgard aceptó su petición. "¿Qué es lo que querías decirme?"
"Sobre tu apellido. Desde que me lo revelaste estuve investigando", dijo la princesa y tomó aire mientras ordenaba mentalmente sus siguientes palabras. "Hay una persona en el monasterio que tiene el apellido Eisner, y esa persona es Jeralt Reus Eisner, el anterior Capitán de los Caballeros de Seiros y mentor de Sir Alois".
Byleth la escuchaba atentamente sin interrumpirla y sin que su gesto cambiara ante sus palabras, al menos no todavía.
"Pero a su vez, más de una persona ha mencionado lo parecida que eres a una monja llamada Sitri, monja a la que el Capitán Jeralt cortejaba", continuó Edelgard. "Ambos murieron, ella por culpa de su pobre salud y él en un incendio accidental una semana después".
"¿Y a qué resultado llegaste, Edelgard?" Preguntó Byleth, inclinándose un poco más hacia ella. Byleth estaba frente a la cama en la única silla del cuarto, Edelgard se sentó en la orilla de su cama.
"Que eres hija de Jeralt y Sitri, pero el único dato que no cuadra son las fechas. Tú tienes veinte años, no aparentas más edad y ellos murieron hace veintitrés años, sus tumbas están en el cementerio… Pero no encuentro otra razón para que no quieras que la Arzobispa sepa tu apellido. Ahora me pides que calle sobre Shamir, que es una persona que conoció en persona a tu padre y tiene conexión con los Caballeros de Seiros".
Antes de que Byleth pudiera responder algo, Edelgard se quitó los guantes y se arremangó la chaqueta del uniforme. Byleth frunció ligeramente el ceño al ver la piel de los brazos de su querida alumna con varias cicatrices, pero no cicatrices de batalla, eran cortes delgados, limpios, aterradoramente cuidadosos.
"Dime y te diré la historia de éstas cicatrices".
Byleth no dijo nada al principio, tomó las manos de Edelgard entre la suyas y besó sus nudillos sin poder contenerse, y luego depositó un beso sobre la cicatriz en la muñeca derecha de Edelgard. La princesa sintió que el aire se atoraba en su cuerpo y su rostro se calentaba, su corazón quería escapar de su pecho.
"El nombre de mi padre era Jeralt Reus Eisner y el nombre de mi madre era Sitri. Papá huyó del monasterio luego de ver cómo la Arzobispa le arrancó algo del pecho a mi mamá y la dio por muerta", dijo sin despegar sus labios de las manos de Edelgard. "Papá sacó a mamá de la tumba donde Rhea la enterró, pudo salvarla. Luego fingió su propia muerte en un incendio, dejó como cebo el cuerpo de un bandido muerto que encontró en esos días".
Edelgard no pudo decir nada, sólo sintió un dulce beso más en otra de sus cicatrices.
CONTINUARÁ…
