PARTE 15 El Asalto a la Torre

~o~

La historia de Miklan era la esperada: el mayor de los hijos Gautier no nació con una Cresta y se le quitó el derecho de heredar el título de Duque, y aunque Miklan recibió una buena educación, toda la preferencia se la llevó Sylvain y eso despertó el desprecio y celos del mayor de los hermanos. Esa fue la historia que el coqueto muchacho les contó a todos, no borraba la sonrisa de sus labios incluso cuando relató que una vez su hermano lo echó a un pozo en medio de un frío invierno.

Edelgard no dijo nada ni interrumpió el relato de Sylvain. Miklan era una víctima más del sistema de Crestas que Rhea mantenía, haciendo creer a todos que eran bendiciones de la Diosa, y aunque no condonaba en lo absoluto que Miklan se volviera un despiadado bandido, comprendía el porqué de su rabia: viendo que su destino era quedarse a la sombra y servir como apoyo a Sylvain. Miklan escapó y se volvió líder de un grupo de bandidos.

Un grupo tan extremadamente capaz y organizado que era día que nadie podía detenerlos. Si el Duque Gautier hubiera visto la extraordinaria capacidad de liderazgo y organización de su hijo mayor y le hubiera dado la atención que merecía, otra historia sería. Edelgard cada vez más se convencía de luchar para lograr un mundo donde no hubiera más hijos abandonados como Miklan.

Por su lado, Byleth seguía aprendiendo sobre lo injustas que eran las dichosas bendiciones de la diosa. Monica cabalgaba junto a su princesa en silencio, pero la maga sin duda sabía qué era lo que pasaba por la cabeza de Lady Edelgard. Mientras que Claude escuchaba sin decir nada, sus pensamientos no eran tan distintos de los de la princesa a decir verdad.

"Nos encargaremos de detenerlo y recuperaremos la Reliquia", fue lo único que pudo decir Dimitri mientras se alineaba con su amigo y ponía una mano en su hombro. "Lo detendremos y… Trataremos de hacerlo entrar en razón. Lo primordial de la misión es recuperar el arma después de todo", agregó mientras se encogía de hombros.

Las palabras de Dimitri sorprendieron al resto de los Leones Azules. El Dimitri de hacía un par de meses habría dicho algo muy distinto, de hecho se esperaba que el salvaje príncipe que con sus propias manos mató a rebeldes (entre ellos simples aldeanos sin entrenamiento en armas) dijera que debían aplastar a todos esos bandidos. El más sorprendido era Felix y decidió poner de su parte, si quería a su amigo Dimitri de regreso, entonces debía ayudar. También se acercó a ellos, colocándose al otro lado de Sylvain.

"Yo mismo me encargaré de entregarte a tu hermano para que lo devuelvas a casa y pague por sus crímenes", dijo Felix con seriedad.

Por su lado, Byleth puso un gesto satisfecho al ver a los Leones. Fácil saber que las constantes pláticas de Dimitri con Manuela y con Hanneman, el evitar que el poder destructivo de su Cresta lo controlara, y que sus amigos le estuvieran ayudando tanto, al fin comenzaba a mostrar resultados. Dimitri lo estaba haciendo bien. El príncipe aún tenía un largo camino pero estaba bien encaminado y acompañado de quienes lo estimaban.

El grupo avanzaba a trote veloz. Cada uno de los alumnos tenía bajo su cargo a un grupo mercenario de diez elementos cada uno. Lo mejor era comenzar con números bajos para que los alumnos pudieran organizarlos mejor, además, Byleth había contratado al grupo de Berling completo y así podría equilibrar los números y no dejar a sus alumnos a su suerte.

"Oye, profesora", Berling se acercó a Byleth. "¿Tus cachorros de león podrán con esto?" Preguntó la Capitana. "He escuchado de Miklan y es un tipo peligroso".

"Están preparados, te lo aseguro. Además, los batallones que contraté para ellos", que por número no eran propiamente batallones, "tienen guerreros con experiencia y están autorizados a aconsejar a los alumnos. Y los tengo a ustedes para ayudarme a protegerlos".

"Incluso tú te preocupas por la desventaja numérica, ¿verdad?" Rió Berling.

"Mi estamina no es infinita", comentó Byleth. Un grupo de alrededor de cien personas podría parecer exagerado, pero que Seteth le diera dinero para todos esos batallones quería decir que la pelea no sería como cuando enfrentaron a los bandidos restantes de Kostas.

"Puedes confiar en nosotros, tus cachorros estarán a salvo".

"Gracias, Capitana".

Por su lado, Edelgard y Claude no tardaron en abordar a Dimitri apenas sus compañeros se separaron para platicar con el resto de sus amigos y rellenar el viaje con conversaciones casuales para relajar los nervios.

"¿Entonces lo detendremos?" Preguntó Claude, aún sorprendido.

"Eligió un mal camino", y Dimitri era el último con derecho a juzgar a un asesino cuando sus propias manos estaban manchadas por la sangre de gente más débil que no pudo ni tuvo oportunidad de defenderse. Pensar en ello lo hizo sacudir la cabeza para deshacerse de las visiones de los rostros deformados de dolor y miedo, luego de que él les arrebatara la vida con sus propias manos. Tomó aire de manera profunda e hizo los ejercicios de respiración que la profesora Manuela le enseñó. "Pero no es su culpa que lo hicieran de lado".

"Espero no decir algo inapropiado", dijo Edelgard con tono serio, "pero al parecer tiene una gran capacidad de liderazgo y organización si es capaz de mantener funcionales a un montón de bandidos de poca monta. Ni siquiera Kostas tenía a su grupo tan ordenado".

"¿Saben? Una persona como él podría ser capaz de mantener las fronteras con Sreng a salvo incluso sin una cresta. Todo lo que ha logrado, aunque sean crímenes, lo ha hecho sin la ayuda de una cresta", comentó Dimitri mientras apretaba un poco las riendas de su caballo.

"Hay gente con mucho talento ahí afuera, créeme. El General Holst es el hermano mayor de Hilda y es una verdadera bestia en combate, es quien nos ha mantenido a salvo de los ataques de Almyra", contó Claude con una sonrisa. "Y él no tiene una cresta, no como Hilda, sólo su ridículo poder, su liderazgo y mucha fuerza de voluntad".

"He escuchado de las hazañas del General Goneril", dijo Edelgard enseguida. "Y que él solo es capaz de contener multitudes de enemigos con su espada".

"No son exageraciones, créeme. La profesora Byleth y él se harían grandes amigos".

Dimitri sonrió por lo bajo. Quizá si el Duque Gautier hubiera visto y apoyado los talentos de Miklan desde el principio, otra historia sería… Suspiró hondo. "La Iglesia quiere la Reliquia y nosotros a Miklan. Me alegra mucho tenerlos aquí, pelear juntos una vez más suena bien".

"Lo mismo digo, quiero ver cuánto han mejorado desde aquella vez", fueron las sonrientes palabras de la princesa de Adrestia.

"Y supongo que los tres queremos que nuestra profesora de Táctica y Combate se sienta orgullosa de nosotros, ¿verdad?" Preguntó un travieso Claude, que señaló con una mirada a Byleth, revisaba el mapa con Monica.

Dimitri sonrió, pensando quizá con un poco de culpa en todo el tiempo que Byleth le dedicaba durante los entrenamientos, aprovechando que Monica supervisaba al resto de los Leones. "No quiero que nuestra profesora se preocupe por mí. Como ella dice, de nada sirve que pueda romper lanzas si no soy capaz de defenderme de un cuchillo".

"Y a mí me verán en la primera línea de ataque", dijo el arquero con una carcajada.

"Una vez dijiste que tú pertenecías a la retaguardia", comentó Dimitri, recordando su primera batalla con ellos.

"Y ahí es donde me encantaría quedarme, pero si permanezco atrás luego de todo lo que he aprendido, incluso yo me sentiría decepcionado de mí mismo", respondió Claude. A decir verdad, deseaba dejar en claro al menos su talento con el arco.

Entonces Dimitri y Claude notaron el silencio de Edelgard y descubrieron que la princesa miraba fijamente a la profesora Byleth, no era nada discreta y… ¿Acaso estaba sonrojada? Dimitri puso un gesto de "Oh", mientras que la sonrisa de Claude se amplió.

"Princesa, si sigues distrayéndote así, Dimitri y yo tendremos que escoltarte para que no le pase nada a tu imperial y linda cabeza", dijo un juguetón arquero.

A Dimitri casi se le escapó una risa al ver que Edelgard se sonrojaba más, casi, se calló a sí mismo llevándose un puño a la boca.

"No necesito que se preocupen por mí, muchas gracias…" murmuró una digna Edelgard aún sonrojada.

La idea de enorgullecer a Byleth la animaba bastante. Quizá eso le ganaría a la princesa el beso que quedó pendiente…

~o~

La enorme torre se levantaba, amenazante, en medio de una inesperada lluvia. Casi todos los caballos, excepto los de los alumnos que ya tenían permitido usar caballo, tuvieron que quedarse afuera entre la protección de un parche de árboles cercano.

Byleth rápidamente organizó a sus alumnos y procuró que hubiera alguien disponible con hechizos curativos en todo momento. La regla principal que les estaba inculcando a todos era nunca aventurarse ni luchar solos, así que dividió a los equipos: Edelgard se movería junto con Mercedes e Ingrid, Claude estaría con Annette (que ya dominaba el hechizo de Curar) y Felix, Dimitri trabajaría con Dedue y Monica, Sylvain y Ashe se quedarían con Byleth, mientras que los mercenarios de Berling rodearían los alrededores de la Torre para impedir el escape principalmente de Miklan; y también para acudir al rescate al primer sonido del silbato que Byleth tenía en su poder.

Imposible no identificar a Miklan Anschutz Gautier. Era un hombre joven, apenas unos años mayor que los estudiantes, pelirrojo como Sylvain y con una larga cicatriz que cruzaba su rostro de grotesca manera.

Apenas todos tuvieron sus órdenes, Byleth miró a sus alumnos antes de entrar a la Torre, su voz sonaba con más fuerza que la lluvia en esos momentos.

"Quiero que tengan en mente que ésta misión será de vida o muerte, y mientras que yo me encargaré de mantenerlos a salvo, también necesito que ustedes tengan en mente que estos bandidos no tendrán piedad y no dudarán. Ustedes tampoco duden", dijo Byleth mirando a todos. "Ninguno de ustedes es ajeno a la Muerte pero tampoco la abracen ni la acepten tan pronto, ni como consejera ni como destino".

Dimitri abrió más los ojos ante la última frase del discurso de Byleth, y no fue lo único, más de un León Azul presente sintió en sus entrañas el poderoso consejo. Claude sonreía mientras sostenía su arco con fuerza, Edelgard no podía evitar sentir en su pecho un ardor que la obligaba a apretar las manos en su arma. Monica estaba francamente sorprendida, vería pelear por primera vez al Azote Sombrío y estaba expectante.

"Todos saldremos de ésta, se los aseguro", finalizó Byleth y enseguida miró al príncipe. "¿Podrías hacer los honores, por favor?"

Contagiado por el calor y el valor que les infundió el discurso de Byleth, Dimitri sintió su propio cuerpo firme como árbol y sus pensamientos claros. Las voces estaban calladas. El joven príncipe miró a todos y empuñó su lanza con firmeza.

"Nuestra misión es clara, recuperar la Lanza de la Ruina y capturar a Miklan de ser posible", dijo Dimitri con voz igualmente fuerte. "Y con las mismas personas con las que estoy ahora mismo, es con las mismas personas que quiero regresar al Monasterio, yo también daré lo mejor de mí para mantenernos a salvo. ¡Al ataque!"

"¡Sí!"

Byleth le dio una palmada a Dimitri en la espalda a manera de ánimo.

Era hora de comenzar con la misión.

El interior de la Torre, aunque un poco derruido por el inclemente paso de los años y de los elementos, mantenía sus muros firmes y mostraba signos de actividad reciente, clara señal de que se había convertido en la guarida de Miklan y sus bandidos. Y no tardaron en ver a los primeros bandidos más adelante en los oscurecidos andadores.

"¡Estamos bajo ataque!" Fue la alarma y de inmediato comenzaron a sonar veloces pasos de los ladrones que estaban listos para defenderse. La clara señal de su disciplina era que habían tomado posiciones de defensa en sitios estratégicos y no se habían lanzado contra los atacantes a la primera oportunidad.

A sabiendas que los enemigos de la primera línea de ataque eran los que estaban preparados para recibir el choque inicial, Byleth decidió sacar su espada y avanzar con sus compañeros de equipo y los batallones de apoyo. "¡Los demás, aguarden! ¡Sylvain, ataca con tu gente a los de la izquierda! ¡Ashe, tú y tus arqueros cúbranlo desde atrás!" Ordenó Byleth.

El Azote Sombrío y su veloz y letal espada fue suficiente para romper la vanguardia de bandidos enemigos y eso le dio oportunidad a sus acompañantes de atacar con más seguridad. Sylvain sólo frunció el ceño ante la vista de uno de los bandidos atravesado en el abdomen por su afilada lanza, y bien sabía que de no haberlo hecho, habría sido la espada del bandido el que lo hubiera dejado sin brazo. Por su lado, Ashe y sus poderosos tiros se mezclaron con el de los arqueros de su batallón, y pese a eso, pudo ver cuando su flecha se clavó en el pecho de un bandido armado con un hacha. Era la primera vez que el ex ladrón quitaba una vida, pero la ruidosa batalla no le dio tiempo de pensar demasiado en ello.

Apenas se deshicieron del primer grupo de ataque, era hora de avanzar. No habían tenido bajas desde su lado, sólo algunos heridos de parte de los lanceros que comandaba Sylvain, pero nada que detuviera a los mercenarios, veteranos de decenas de batallas.

Dimitri frunció el ceño ligeramente y miró a la profesora. "Me gustaría dejar un grupo vigilando ésta zona por si acaso".

Byleth sonrió por dentro, era la orden que tenía justo en mente. "Elige tú".

El príncipe no lo pensó y miró a Edelgard y a su equipo de ataque. "Si están tan organizados como creo, vendrán refuerzos. Mercedes es una gran sanadora y la lanza de Ingrid hará lo que le indiques".

Edelgard sonrió. "De acuerdo, pero marcharemos detrás de ustedes en caso de que nos necesiten".

"Gracias".

Conforme la pequeña armada de estudiantes y mercenarios atacaba y avanzaba, los bandidos mejor armados y más preparados los recibían, sólo para ser repelidos por el trabajo en equipo de los estudiantes (con la ayuda de la fuerza extra que les daban sus Crestas, había que mencionarlo, salvo Ashe y Dedue) y con el apoyo del temible Azote Sombrío que de inmediato identificaba a los enemigos más peligrosos y se encargaba de ellos.

Al ver que algunos de los bandidos corrían al ver que sus comandantes habían caído, Dimitri por simple instinto intentó ir detrás de ellos, sólo para ser detenido por Byleth.

"Algunos de ellos son mucho más jóvenes que ustedes", fue lo único que dijo la profesora. "Si saben de lo que se han salvado, entonces rectificarán sus caminos". Eso hacía su padre, dejaba escapar a aquellos que tuvieron la suerte de conservar sus vidas, sobre todo a aquellos que eran demasiado jóvenes.

Dimitri asintió y el grupo principal siguió avanzando.

Más atrás, justo como pensaron que sucedería, refuerzos aparecieron desde el mismo interior de la Torre, demostrando que en serio estaban bien organizados y esperaron el mejor momento para atacar, pero lo que ese grupo de bandidos con espada no esperaba era enfrentar a la mismísima princesa de Adrestia.

Bastó un hachazo de su más nueva arma de acero para volarle la mitad del brazo a uno de los bandidos que intentó atacarla. El aterrado ladrón salió corriendo mientras se sujetaba el brazo sangrante. Ingrid intentó ir detrás de él, sólo para ser detenida por Edelgard.

"¡Pelea sólo contra los que desean pelear, salva tus fuerzas!" Exclamó la princesa y siguió atacando con feroces hachazos contra los que los bandidos apenas podían defenderse.

Ingrid tuvo que sacudir su cabeza y asentir mientras espabilaba. "¡Vamos!" Ordenó a su pegaso y a su escuadrón de mercenarios. La caballero pegaso clavó su lanza en el pecho de un enemigo que planeaba cargar contra Mercedes. Y entre más peleaba, notaba que incluso los mercenarios seguían esa regla, no perseguían a los que decidían retirarse, sólo peleaban contra los que seguían atacando.

Al momento en que uno de los bandidos intentó atacarla desde su lado ciego, Mercedes intervino clavando una flecha en una de las rodillas del bandido, dejándolo inutilizado en el suelo. Rápidamente un par de sus compañeros se los llevaron e Ingrid hasta ese momento notó que varios de ellos estaban delgados, algunos demacrados… Por supuesto, Faerghus estaba pasando por escases de comida y apenas alcanzaba para los pobladores… ¿Qué tan bien podían comer los que tenían que robar la comida? Ingrid conocía el hambre…

"Váyanse", ordenó la princesa apuntando con su hacha a los bandidos restantes. Estos obedecieron y salieron corriendo de la Torre. Afuera serían recibidos por los mercenarios de Berling, pero ni siquiera Berling gastaría fuerzas en ladrones heridos que huían heridos y con la cola entre las patas.

"Lady Edelgard, estás sangrando", dijo Mercedes con preocupación, notando la herida en uno de los brazos de la princesa. Rápidamente la curó.

"Muchas gracias", agradeció Edelgard y enseguida miró a Ingrid. "Te ofrezco mi más sincera disculpa por darte órdenes cuando no soy tu superior en ningún aspecto", la princesa incluso hizo una leve inclinación. "Sólo no quería que en un descuido salieras herida. De la profesora Byleth he estado aprendiendo que lo mejor es no alargar la pelea y terminar lo más pronto posible. Entre menos enemigos enfrentes, mejor".

"Lady Edelgard tiene razón, Ingrid", intervino Mercedes al notar el gesto apenado de su compañera, le dio una caricia al pegaso. "Aún tenemos que alcanzar a los demás y debemos mantener nuestras fuerzas".

Ingrid se sonrojó por la vergüenza y asintió. "Soy yo la que debería disculparme, Lady Edelgard. Gracias por estar conmigo", y enseguida miró a su batallón. "Y gracias a ustedes también, por favor, denme sus consejos".

Edelgard sonrió. "Avancemos. Si llegan más refuerzos desde atrás tendrán que encararnos".

Más adelante, el grupo principal avanzaba de manera segura y sin separarse demasiado. Estaban rodeando lo que era el centro de la torre, tendrían que subir unas largas escaleras de caracol y había dos posibilidades: que se encontraran a más bandidos o que finalmente encararan a Miklan.

Por su lado, Monica estaba sin habla. Los alumnos demostraban todo lo aprendido en sus lecciones, pero quien destacaba en serio era Byleth. No había enemigo que la enfrentara y pudiera darle siquiera una pelea; incluso los arqueros que atacaban a distancia veían cómo sus flechas eran repelidas por el grueso abrigo o los protectores de brazos de la mercenaria.

Mientras tanto, los Leones que estaban en el grupo principal notaban, con contento que no los distraía, cómo su Príncipe contenía mejor su fuerza y sólo usaba la necesaria para derrotar a quien tuviera en frente, y cuando más de un enemigo se acercaba a él, Dedue y Monica le daban un momento de respiro. Dimitri respiraba hondo como la Profesora Manuela le enseñó, las voces en su cabeza eran ruidosas pero la constante atención que debía poner al campo de batalla y a proteger a sus compañeros Leones le ayudaba a ignorarlas. También debía controlar la ardiente sensación en sus manos que le pedía destrozar todo en su camino, era su Cresta y el poder que le inyectaba a su cuerpo el que debía aprender a controlar también.

"¡Nada mal, mi estimado Dimitri!" Fue el alegre comentario de Claude, que disparó una flecha a un bandido que intentó acercarse a Dimitri desde un costado. Se colocó cerca de él.

"Tú tampoco lo estás haciendo nada mal, Claude, que puedas defenderte incluso a corto rango no es algo que cualquier arquero logre", respondió Dimitri, agradeciendo la plática de su compañero.

"¡Un grupo grande se acerca! ¡Ataquen todos juntos!" Fue la firme orden de Byleth y sus alumnos gritaron con fiereza en respuesta. Arco en mano, la profesora se encargaba de los atacantes a los costados que pudieran tomar a sus alumnos por sorpresa. Todos lo estaban haciendo maravillosamente bien.

La batalla fue rápida, hubo heridos en ambos bandos pero sólo los muertos eran del lado de los bandidos, que rápidamente comenzaron a escapar sin mirar atrás. Por supuesto, los elementos más fuertes de la armada de Miklan esperaban al final del camino, dispuestos a pelear por su líder, enfundados en resistentes armaduras, armados con mejores armas y varios de ellos a caballo. Edelgard y su equipo no tardaron en darle alcance al grupo principal luego de encargarse de un escuadrón de refuerzo que creyeron que tres jovencitas y un puñado de mercenarios serían presa fácil.

"¡Para acercarse al jefe tendrán que pasar por encima de nosotros!" Dijo uno de los bandidos montados, estaba armado con una lanza de gran calidad. Lideraba a un grupo de cinco, incluidos un par de magos.

Byleth frunció el ceño y miró a sus alumnos. "Yo me encargo, mantengan la distancia, estos son más peligrosos". Sus alumnos mostraban cansancio y no podía permitir que alguno fuera herido de gravedad en un descuido.

"¡Jo! ¿Tú sola?" Se burló uno de los magos mientras sacaba un tomo de magia oscura.

"Conmigo basta", murmuró Byleth y sacó su blanca espada de la vaina.

"¡Al ataque!" Ordenó el jinete.

Los alumnos y mercenarios presentes fueron espectadores en primera fila de cómo Byleth evadía los primeros ataques y se lanzaba de frente a sus oponentes a una velocidad soberbia. El jinete fue el primero en caer, Byleth saltó con tal fuerza que le cayó encima al jinete mientras le clavaba la espada en el pecho, justo en el espacio entre el casco y el peto. Mientras el jinete caía, un arquero atacó y pudo herir un brazo de Byleth, pero eso no la detuvo, él fue el siguiente en caer. El par de magos la atacaron con veloces hechizos y la profesora recibió ambos con un daño visible que no la detuvo, enseguida se lanzó sobre los magos y terminó todo de dos sablazos.

Sólo quedaba un espadachín, que por la manera en que se movía y sostenía su espada, claramente era un guerrero de experiencia que le estaba dando batalla a Byleth. Ambos se hirieron y los alumnos vieron, con sorpresa, cómo Byleth era desarmada. Ella tenía razón, esos guerreros eran mucho más experimentados.

Pero había algo que los alumnos sabían y el espadachín enemigo no: Byleth era totalmente capaz de defenderse sólo con sus puños. Aprovechando un ataque del bandido que le hirió un costado, Byleth invocó un ataque de fuego para alejarlo, y enseguida le asestó un puñetazo a su oponente en plena quijada que lo mandó directo al suelo mientras sus dientes salían volando. El bandido quedó inconsciente y con la quijada rota.

Byleth se sacó la flecha del brazo sin hacer gesto alguno y se curó usando su técnica del Golpe Sanador. Todos notaron cómo tomaba aire de manera honda para recuperar sus propias fuerzas.

El Azote Sombrío era aterrador…

"Podemos seguir, necesito que conserven sus fuerzas para Miklan", les dijo Byleth con calidez mientras recogía su espada. "Vamos".

Para sus alumnos aquella aterradora fuerza era tranquilizadora, sabían que esa fuerza era para protegerlos. Edelgard suspiró hondo, no sabía cómo era posible sentirse más enamorada de lo que ya estaba. Claude guardaba bien su asombro detrás de un gesto concentrado, era justo así como deseaba ser, alguien a quien todos siguieran sin chistar, alguien confiable. Y Dimitri finalmente fue testigo del poder de alguien con fuerza pura pero no cruel ni brutal, mucho menos destructiva. Byleth le dio un ejemplo de cómo aprovechar su enorme fuerza sin perder el control.

El grupo marchó apenas atendieron a los heridos para poder encarar finalmente a Miklan y a su armada personal. El mayor de los Gautier estaba ahí con una armadura burda pero resistente, su gesto sonriente y cruel mientras su mano derecha sostenía con fuerza la Lanza de la Ruina.

Byleth puso un gesto curioso, era la primera vez que veía una Reliquia. Esa arma le provocó un escalofrío incómodo que no supo explicar.

"Vaya, vaya, mi hermanito ha traído a sus amiguitos a mi guarida a jugar", dijo Miklan con tono burlón.

"Hermano, por favor…"

"¡Yo no soy tu hermano! ¡Papá lo dejó en claro el día que me exilió de nuestras tierras!" Gritó Miklan con furia. "¡Y todo porque le pedí una oportunidad para proteger la frontera! ¡Y el bastardo me dijo que ese era tu trabajo y que me tocaba a mí ser tu escudo! ¡Tu escudo!" El joven soltó una amarga carcajada. "El escudo de un mocoso al que aún le tomaría años aprender… Cuando yo ya sabía todo…"

"Miklan Anschutz Gautier", intervino Dimitri luego de poner una mano en el hombro de Sylvain. "En nombre de la Iglesia de Seiros y en nombre de Faerghus, entrega la Reliquia y detén todo esto, ya hemos acabado con casi toda tu armada".

Miklan no tardó en reconocer al chico, rió. "Vaya, vaya, el pequeño príncipe está aquí", el guerrero escupió con desagrado esas palabras. "Y al parecer tuve que robarme ésta cosa para que la Iglesia al fin me pusiera atención", comentó con burla. "Si quieren la lanza, vengan por ella".

"¡Comandantes, al ataque! ¡Mercenarios, cubran!" Ordenó Byleth a sus alumnos apenas la armada personal de Miklan atacó. Esos no eran tan fuertes como los anteriores, fácil de ver por sus armas y armaduras. Y fue la misma Byleth la que se encargó de recibir a Miklan. Y el joven era fuerte, habilidoso, talentoso incluso, la mercenaria lo admitía.

Los Leones, siguiendo el consejo de no separarse, atacaban juntos y procuraban no separarse. Y fueron Dimitri, Claude y Edelgard los que terminaron hombro a hombro y compartieron una sonrisa. Edelgard recibió el ataque de espada de uno de esos bandidos usando su hacha como escudo, con un poderoso empuje lo dejó a merced de Dimitri, que con un golpe de su lanza lo desarmó, para enseguida ser Claude y una certera flecha en el pecho el que le diera fin al bandido.

Dedue y Felix se encargaron de un par de ladrones que intentaron atacar a Dimitri desde un costado, Sylvain y Ashe atacaron a otros que trataron de intervenir en la pelea de Byleth y Miklan, Ingrid y Annette a su vez cuidaban de Dedue y Felix, mientras que Mercedes atacaba con su arco justo como se le enseñó: atacando en puntos del cuerpo que dejaran inutilizados a los malvados, las rodillas y los codos eran la mejor opción.

La tormenta afuera arreció y truenos y relámpagos iluminaban la batalla en el interior de la torre. Miklan notó con una sonrisa resignada que ya casi todos sus hombres habían caído y tuvo que retroceder un momento para tomar aire y barajar sus posibilidades.

"No crean que con esto me han…" Miklan no pudo terminar de hablar, la Lanza de la Ruina comenzó a vibrar de manera rara mientras brillaba con una luz que parecía casi sucia.

Todos miraron con sorpresa cómo una oscuridad, densa y material, salía de los apéndices similares a huesos del arma. Y esa oscuridad comenzó a moverse como si tuviera vida propia y comenzó a rodear el brazo del ladrón.

"¡Quema!" Gritó Miklan con horror mientras trataba de soltar la lanza, sin lograrlo. "¡Hermano, ayúdame!"

Sylvain se movió por instinto para tratar de golpear el arma con su lanza y quitarla de la mano de su hermano mayor, pero no tuvo la fuerza suficiente para lograrlo, fue repelido por una fuerza extraña que emanaba de la lanza misma. "¡Hermano!"

Byleth tensó la quijada y… "¡Dimitri, conmigo! ¡Golpea la lanza con toda tu fuerza!" Ordenó Byleth y el príncipe obedeció. Entre ambos, con lanza y espada, golpearon la horrorosa arma que trataba de tragarse el brazo de Miklan. La fuerza de maestra y alumno fue suficiente para mandar a volar la Lanza de la Ruina contra un muro, mientras que un pálido Miklan caía al suelo, terminó con el brazo roto pero al menos aún respiraba.

Fue Sylvain el que tragó saliva para armarse de valor y sujetar la Lanza. Bastó que el chico la tomara en sus manos para que la piedra en el centro brillara con una luz más cálida y finalmente la oscuridad desapareciera. Sylvain cayó al suelo de rodillas por culpa de sus piernas temblorosas.

"¡Los que aún conserven sus vidas, abrácenlas y hagan algo bueno de ellas!" Exclamó Dimitri a los bandidos sobrevivientes. "¡Entierren a sus muertos y lárguense de aquí!"

Y los bandidos salieron corriendo. Enterrarían a sus muertos pero hasta que ellos se fueran.

Mercedes rápidamente fue a revisar a Miklan y suspiró de alivio. "Está totalmente sin fuerzas, como si la lanza se las hubiera quitado", comentó la sanadora. "Y no puedo curar su brazo hasta que alinee su hueso".

"¿Cuáles son tus órdenes, Dimitri?" Preguntó Byleth al príncipe.

"La Iglesia sólo nos ordenó quitarle la Lanza, y esa Lanza pertenece a la familia Gautier por derecho", dijo Dimitri. "Curemos a Miklan y mandémoslo de regreso con su padre", enseguida miró a Sylvain. "Escribamos una carta explicándole lo sucedido, y pidámosle que cualquier castigo que tenga pensado para Miklan, que sea con servicio al pueblo de Faerghus", ordenó.

Sylvain sonrió. "Como ordenes, Alteza".

Byleth asintió. "Levantaremos el campamento afuera de la Torre", porque ahí dentro estaba muy frío y lleno de cuerpos muertos. Byleth tomó aire de manera profunda y miró a sus alumnos de manera orgullosa, se le notaba. "Saldremos mañana temprano, quiero hoy que descansen. Buen trabajo, lo hicieron bien".

~o~

"¡Hiciste un magnífico trabajo, profesora Byleth!" Fue la felicitación en persona de Rhea apenas el grupo regresó de la misión que se les encomendó. "Me alegra mucho que recuperaran la Reliquia", agregó, mirando con especial interés la larga caja donde metieron el arma, nadie salvo Sylvain deseaba ponerle un dedo encima, no querían saber qué era lo que podía pasar si se repetía lo de Miklan.

"Algo extraño casi le pasa a Miklan, el arma de repente pareció querer devorarlo", comentó Byleth. Monica permanecía en silencio a su lado. "Pudimos detener lo que sea que iba a pasar…" La mercenaria miró a la Arzobispa con seriedad. "¿Eso fue por no tener la cresta?"

"Ese fue el castigo de parte de la Diosa por actuar en contra de sus mandatos y voluntad", fue la severa explicación de Rhea. "Ahora entrégame la Lanza y…"

"No", respondió Byleth con firmeza.

"¿No?" Las facciones de Rhea se endurecieron mientras su gesto mostraba un claro descontento ante la negativa.

¡¿Qué parte de "Rhea es un dragón milenario" no entiendes, Eisner?! Gritó internamente una Monica en pánico, pánico que ocultaba tras su seriedad.

"La Lanza pertenece a la Casa Gautier, ellos tienen la Cresta que les permite usar ésta arma, ¿verdad?" Continuó Byleth, claramente jalándole la cola al dragón.

Antes de que Rhea pudiera decir nada, Sylvain entró en escena con una carta en la mano y la mejor de sus sonrisas.

"¡Que la Diosa la guarde siempre, Su Excelencia!" Exclamó el coqueto chico mientras se inclinaba ante ella y le entregaba la carta. "Mi padre está muy contento por la ayuda que le prestó, pudimos recuperar la Lanza y con ella nos será posible defender la frontera, ha sido duro para mi padre contener a las fuerzas de Sreng sin la ayuda de la Reliquia familiar".

Rhea recuperó la compostura mientras que Monica suspiraba de alivio.

"Mi padre manda la misiva con sus agradecimientos. Y aunque los tiempos han sido duros con nosotros, mandaremos una compensación económica por la ayuda. Mi padre también indica que debo ser yo quien empuñe la Lanza de la Ruina. Estoy más preparado gracias a las enseñanzas de la Academia de Oficiales", Sylvain era un lisonjero profesional.

La Arzobispa reconoció de inmediato el sello, firma y letra del patriarca de los Gautier. Recuperó por completo su gesto complaciente. "Espero que sigas usando los regalos de la Diosa como ella lo ha dispuesto".

"Así será, su Excelencia. Haré honor al gran Héroe Gautier".

"Pueden retirarse", ordenó la Arzobispa.

Apenas los tres salieron de la oficina y terminaron en los jardines, Sylvain se inclinó ante su maestra. "Gracias por todo, y por salvar a mi hermano".

Byleth negó. "Todo fue trabajo en equipo, todos peleamos juntos".

Sylvain sólo rió breve y suavemente antes de irse con su nueva lanza en manos. En cuanto la profesora y su asistente quedaron a solas, Monica soltó un gracioso gruñido de enfado mientras movía las manos como si quisiera ahorcar a Byleth.

"¿Estás demente? ¿En serio retaste a la Arzobispa?" Monica terminó por llevarse las manos a la cara mientras sofocaba sus propios gritos. "Pudo habernos matado".

"¿Viste la cara de Rhea cuando le dije que no? Fue muy graciosa", la voz de Byleth casi sonaba divertida. Monica sólo gruñó.

CONTINUARÁ…