PARTE 17 Batalla en la Garganta de Fódlan
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El joven príncipe no dudó un segundo en acabar con sus propias manos con los rebeldes de su reino, tampoco dudó ante las acusaciones de Felix de ser un animal salvaje que disfrutaba matar, pero todo ese tiempo, desde que las escuchó por primera vez, nunca se había atrevido a cuestionar a las voces dentro de su cabeza. La voz de su padre, la de Glenn, pidiéndole que los vengue, que deje de jugar, que debe ser más fuerte, que debe de atacar al Azote Sombrío con todo su poder para ser más fuerte.
Nunca le había dicho a detalle a la Profesora Manuela sobre las exactas órdenes y palabras de las voces, ella tampoco le insistió a Dimitri.
"Cuando te pidan algo o te ordenen algo", dijo la cantante en la última reunión, "pregúntales algo totalmente fuera del tema, algo de lo que tú sabes que ellos no podrían saber. También puedes preguntarles el porqué de sus peticiones".
Para Dimitri fue obvio su propio objetivo hasta hacía unas semanas: vengar las vidas que se perdieron en la Tragedia de Duscur, la de su padre y la de Glenn más que nada.
Demuéstrale al Azote Sombrío tu verdadero poder, ¡no dejes que te derrote o jamás podrás vengarnos, hijo! Sonaba la voz de su padre mientras el príncipe miraba a Byleth ayudando a Mercedes a mejorar con el arco. De momento Dimitri practicaba bloqueos contra la espada de Felix, tenía prohibido contraatacar y Felix era tan veloz que debía poner atención.
¡Ataca al Azote Sombrío!
Dimitri tomó un hondo respiro y finalmente se animó a contrariar a las voces. "Padre, dime por favor qué opinas de las habilidades de Felix", pidió en baja voz, apenas audible… Y no hubo respuesta, las voces no respondieron a eso. Las voces callaron…
El príncipe abrió más los ojos y de pronto vio la espada de Felix justo frente a su nariz.
"Pon más atención", dijo el espadachín. "No lo estabas haciendo mal".
"Y tú cada vez eres más rápido", fue la felicitación del príncipe. "Necesito concentrarme en la manera en que mueves los pies, haces parecer todo muy fácil".
Felix dibujó una sonrisa que no era presuntuosa pero sí demostraba orgullo ante sus propias habilidades. Estaba mejorando mucho a decir verdad. "No te fijes mucho en eso o no podrás ver mi espada".
Las voces de nuevo comenzaron a hablar, los recuerdos de ese día otra vez venían acompañados de lamentos y fue el turno del príncipe de interrumpirlos otra vez…
"¿Cuál será la cena de ésta noche?" Preguntó Dimitri de repente en voz alta, pero a quien le preguntaba era a los muertos que rondaban en su cabeza. Y estos de nuevo no tuvieron una respuesta. Quien le respondió fue Felix.
"No me molestaría algo de carne, el platillo de ayer fueron verduras", respondió Felix mientras seguía atacando. "No sabía mal pero no me llenó por completo".
"Si usted desea comer algo en especial, Alteza, puedo pedir prestada la cocina", intervino Dedue, que entrenaba con Annette y le ayudaba a mejorar sus ataques de hacha.
"Pero tendrán que ir a conseguir algo al mercado", fue el comentario de Ingrid. Desde antes de entrar a la Academia tenía problemas en hablar con Dedue, pero el aprender duscuriano y las costumbres de estos, y el comprender que la gente de Dedue estaba siendo injustamente acusada por el crimen de unos pocos, le estaban dando a la chica un panorama más amplio de las cosas. "O podemos ir a cazar".
Y eso llamó la atención de Byleth. "Vayamos por un alce", dijo con evidente emoción que no se reflejaba en su rostro, sólo en su voz. "Carne de alce suena bien para cenar, vayamos".
"No, ni se te ocurra. Tenemos que preparar la sesión de entrenamiento de los Ciervos, es su turno de salir en misión en unos días", fue el gracioso regaño de Monica a la profesora. "Ayer te me escapaste para hacer de recadera".
"Esa monja parecía muy tímida para entregar la carta ella misma, y me dio dinero en pago", se excusó Byleth con un gesto que claramente lucía como el de una niña siendo regañada.
"Pero no eres una recadera", gruñó Monica.
"Oh, vamos, Monica, sabes que a la Profesora Byleth le gusta ayudar", sonó la voz de Mercedes. "A mí me devolvió un libro de repostería que había perdido".
"Oh, bueno, eso fue porque te llevaste ese libro en lugar del tomo mágico que nos había pedido el profesor Hanneman", murmuró Annette con una sonrisa nerviosa. "Y lo dejaste en una mesa del jardín". No estaba de más mencionar que su querida amiga llegó a la clase de ese día vistiendo un camisón de dormir, había despertado tarde y sólo pudo peinarse y ponerse la falda y el calzado. Lo demás se le olvidó.
"La profesora me devolvió un talismán que dejé por accidente en el invernadero", contó Ashe con alivio, practicaba sus tiros. "Gracias por eso".
"De nada".
Monica bufó. "Prepararemos la sesión, no tardaremos mucho si nos apuramos, luego puedes ir a alimentar a los gatos si quieres".
"De acuerdo", respondió una derrotada Byleth.
Felix rió. "Es bueno ver que alguien la tiene controlada".
"Por suerte me pagan para eso", murmuró Monica. "Bien, sigamos con el entrenamiento. Luego seguirán los ejercicios para mejorar las fortalezas de todos y…"
"Y luego la clase de duscuriano", completó Byleth con emoción.
Y para esa clase en especial, Dimitri ponía mucha atención. Las voces estuvieron calladas durante ese rato, también durante el resto de la tarde e incluso los dolores de cabeza disminuyeron el resto del día. La Profesora Manuela tenía razón, esas voces no estaban atentas a lo que sucedía en esos momentos en su vida, no si no eran capaces de responderle preguntas simples.
Un pequeño pero importante avance.
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Claude ocultaba bien su nerviosismo ante el hecho de que todos los Ciervos Dorados, junto con la Profesora Byleth, la asistente Monica, la princesa Edelgard junto con Shez y el príncipe Dimitri acompañado de Dedue, iban camino a la Garganta de Fódlan por petición del mismísimo General Holts. ¿La razón? Según los informantes, en próximos días habría un ataque de parte de Almyra, nada nuevo, pero el General Holst no podría comandar la defensa ésta vez debido a asuntos personales.
Además, durante las pasadas semanas hubo muchos ataques relámpago de parte de los Almyrienses y los defensores estaban desgastados. Algo sospechoso pasaba ahí si los ataques no seguían el ritmo de costumbre.
La Iglesia accedió a la petición de ayuda del General Holts, él fue un exalumno de la Academia. Además, el General prometió una generosa aportación monetaria y de materias primas al Monasterio a cambio de la ayuda. Rhea no pudo decir que no, no cuando la carta de Holst indicaba que si Almyra pasaba por esa frontera podría ser un problema a futuro si no lidiaban a tiempo con ellos, no se conformarían con atacar a la Alianza.
Suficiente problema era para Rhea rastrear a los Agarthianos que hacían de las suyas debajo de las piedras de Fódlan cual ratas, lo último que la Arzobispa necesitaba era sumar a sus problemas el avance bélico de Almyra.
"No es normal verte tan callado cuando todos estamos en una cena grupal", comentó Edelgard al arquero a sabiendas de lo escandaloso que era. Aún no lo perdonaba por la broma del ratón de juguete que la hizo gritar hace unas noches durante la cena. Hubert y Monica casi mataron a Claude por eso, pero fue Byleth quien le dio una reprimenda al chico por usar ratones de juguete en la cocina.
"Normalmente te la pasas hablando, pero supongo que es normal que estés un poco tenso cuando tú eres el futuro líder de la Alianza", agregó Dimitri con visible preocupación.
Claude soltó una leve risa. "Agradezco sus palabras, amigos míos, pero créanme que estoy bien. Espero que podamos ver a Holst, a Hilda le hará bien visitar a su hermano y ustedes tendrán la oportunidad de admirar la legendaria Garganta de Fódlan", dijo el arquero con recuperado humor. "Pelearemos juntos de nuevo, de eso nunca me quejaré".
"Debo decir que sería todo un honor conocer al legendario Campeón de Leicester", dijo la princesa. Saber que alguien sin un emblema tenía un puesto de importancia en la Alianza y era respetado y admirado, sería una gran manera de demostrar que las supuestas bendiciones de la Diosa eran más una carga que un símbolo de poder y estatus.
"Es la primera vez que viajo tan lejos del Reino, ¿hace mucho calor ahí?" Preguntó Dimitri, no era muy fanático del calor, apenas toleraba la temperatura que reinaba en la región céntrica que albergaba al monasterio.
"Es templado en ésta época del año, no te preocupes, Alteza Real, sólo sudarás por la batalla", dijo Claude con tono bromista. "Espero que tu enorme amigo tampoco tenga problemas con éste clima".
Considerando que se enfrentarían a invasores extranjeros, Edelgard y Dimitri tuvieron permiso de Seteth de llevar a un acompañante. Edelgard eligió a Shez, su experiencia en batalla sería de utilidad, además quería verla en acción una vez más; también deseaba presenciar a los Mercenarios de Berling en batalla. Por su lado, Dimitri se llevó a Dedue, su inseparable guardián.
"Cambiando un poco de tema, admito que sé muy poco sobre Almyra, sólo escucho de los constantes ataques", confesó el príncipe. "Tenemos suficientes problemas con nuestros propios intentos de invasión de parte de Sreng".
"Ni que lo menciones", dijo Edelgard. "Tampoco sé mucho del tema, tiene unos pocos años que el Imperio lidió con un intento de invasión de parte de Dagda y Brigid", y tenía que arreglar ese desastre ella misma y compensar a Petra por haber sido tomada básicamente como una rehén en el Imperio.
Ante las explicaciones, Claude tuvo que tragarse sus propios reproches por el escaso conocimiento de sus compañeros. Siempre había pensado que Dimitri y Edelgard eran unos desconsiderados por no pensar en el peligro que significaba Almyra, pero en realidad no era que estuvieran ignorantes a propósito de los intentos de invasión, no cuando todas las regiones de Fódlan sufrían de los mismos problemas. No tenía nada de malo priorizar la seguridad de sus propias regiones.
Al parecer, los conflictos de ese mundo eran mucho más numerosos, una sola persona no podría lidiar con todo eso. El mismo Claude se declaraba culpable de saber apenas lo suficiente sobre los intentos de invasión en las otras dos regiones.
"Podemos compartir historias frente a la fogata", dijo Claude. "Los tres tendremos muchos problemas en unos años, quizá podamos ayudarnos". El joven duque no culpaba a Holst por haber pedido ayuda a la Iglesia, antes le sorprendía que la Iglesia hubiera accedido a la petición considerando que no ayudó al Imperio ni al Reino durante las invasiones, y mucho menos en la tragedia que provocó la muerte del anterior Rey de Faerghus.
"Me leíste la mente, me encantaría escuchar esas historias", respondió Dimitri de inmediato.
"Entonces no sería mala idea acompañar la plática con una taza de té, ¿qué opinan?" Ofreció Edelgard y sus compañeros aceptaron.
La noche pasaba con la calma que precedía a la tormenta. Los Ciervos tendrían su primera misión, ¡al fin! Byleth vigilaba a sus alumnos y sentía satisfacción al ver a Edelgard, Dimitri y Claude platicar alrededor del fuego. Los demás Ciervos también pasaban el rato, Dedue vigilaba a una distancia respetable a su príncipe, Monica hizo lo mismo con su princesa hasta que ésta la mandó a dormir. Shez decidió quedarse con Berling y sus amigos mercenarios, hacía bastante que no estaba con ellos y los echaba de menos.
Pasadas un par de horas, la profesora mandó a dormir a todos.
"Saldremos a primera hora para llegar con luz de día, vayan a sus tiendas a descansar", dijo Byleth y los alumnos obedecieron. Ella misma se encargaría de hacer guardia junto con algunos mercenarios.
Luego de asegurarse de que Claude y Dimitri fueran a dormir a sus respectivas tiendas como buenos niños, la profesora escoltó a la princesa a sus humildes aposentos.
"Descansa, Edelgard", dijo Byleth.
"Tú también", respondió la princesa. "Sé que vas a hacer guardia pero trata de dormir".
"Descansaré, lo prometo".
La princesa sonrió y miró a sus alrededores. Todos dormían en sus tiendas, sólo los que resguardaban el campamento estaban apostados en los alrededores de éste. Nadie las miraba. Se sonrojó ligeramente. "¿Vendrías adentro un momento, por favor?"
Byleth también se sonrojó y asintió en silencio. Fue ella misma la que besó a Edelgard apenas estuvieron bajo el cobijo y la privacidad de la pequeña tienda de dormir. La princesa quedó recostada en su manta mientras abrazaba a Byleth por el cuello. Desde la primera vez que su profesora la besó, Edelgard aprovechaba cada pequeña oportunidad para repetirlo. Que sus sentimientos fueran correspondidos por la mercenaria había hecho maravillas en el corazón de Edelgard.
Tan sólo unos meses atrás, el sólo pensamiento de verse libre de la crueldad de Thales y el resto de las Serpientes era sólo una fantasía para la princesa, ¡y ni qué decir del hecho de tener un romance como lo tendría cualquier chica de su edad! Nunca pensó que todo eso podría cumplirse gracias a la intervención de una mercenaria con la fama de un demonio.
Al parecer hizo falta un demonio para salvarla de las garras de unos monstruos.
"Gracias", murmuró Edelgard, ella misma detuvo los besos.
Byleth suspiró hondo para calmarse del calor y la emoción que le despertaban esos besos. Estaba oscuro y no podían verse la una a la otra, pero la mercenaria supo encontrar la frente de Edelgard para poder darle un beso de las buenas noches.
"Descansa, Edelgard. Mañana iremos a la batalla y me encargaré de que todos regresen al monasterio a salvo".
"Gracias, profesora mía".
Un beso más, sólo uno antes de que Byleth saliera de la tienda.
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El paisaje ante la pequeña armada era impresionante. La zona montañosa no era sencilla para marchar. El afamado Gorjal de Fódlan estaba armado con ballestas que mantenían a raya a las unidades voladoras que se atrevieran a cruzar los peñascos por los aires. Los estrechos puentes y el paisaje natural repleto de árboles impedían que grandes números pudieran llegar siquiera al Gorjal donde comenzaba propiamente el territorio de la Alianza. De Fódlan.
La armada del Duque Holst Siniswald Goneril había estado lidiando con ataques relámpago de parte de Almyra, ataques que tenían desgastados a los defensores y eso tenía un poco alarmado al General Holst. Sospechaba que algo se estaba cocinando tras las montañas, sus informantes le dijeron sobre una gran armada agrupándose.
Que el resto de los nobles de la Alianza tuvieran suficientes problemas con sus respectivos territorios había hecho imposible conseguir apoyo de parte de ellos, eso orilló a Holst a pedir la ayuda de la Iglesia, que ya de por sí gozaba de una cuestionable fama al dejar a los territorios a su suerte ondeando una bandera de neutralidad, y de todos modos perseguir herejes a lo largo de los tres territorios sin siquiera pedir permiso para pasar.
"¡Hilda, mi querida hermanita! ¡Te he extrañado tanto!" El enorme hombre de poderoso cuerpo y enfundado en una armadura que reflejaba centenares de batallas rápidamente trató de abrazar a su hermana, sólo para ser detenido por ella con un simple gesto.
"¿Hermano?" Hilda estaba sorprendida al verlo. "¡No hagas eso, estamos frente a todos!" Exclamó una avergonzada chica. "¿Qué haces aquí? Se supone que estabas indispuesto para comandar el ataque, por eso vinimos. ¡Incluso trajimos a un príncipe y a una princesa!"
"¿Yo no cuento?" Preguntó un graciosamente ofendido Claude.
"Mi hermano ya te conoce, por supuesto que no cuentas".
"Hasta ayer me sentía enfermo por culpa de unos hongos que comí, no podía levantarme de la cama, pero ésta mañana me sentí mejor", explicó un alegre Holst. "¡Y ahora podré pelear con todos ustedes! ¡Y puedo verte al fin! ¡Te he echado de menos, hermanita!"
"¡Profe, has algo!"
Byleth asintió y le ofreció su mano al General. "Soy Byleth, la profesora de Táctica y Combate de la Academia, y estoy a cargo de los refuerzos que solicitaste".
La mirada de Holst brilló y correspondió el saludo con un firme apretón de manos. Y ambos sintieron la fuerza ajena, se notó en sus semblantes.
"¡Mi hermanita me ha escrito sobre ti en sus cartas!" Exclamó Holst con emoción. "No puedo creer que pelearé al lado del Azote Sombrío. Me encantaría enfrentarme a ti después de que todo éste desastre termine", agregó con una sonrisa, para enseguida soltarla y dirigirse ante quienes rápidamente reconoció como los herederos de Adrestia y Faerghus. "Y es todo un honor para mí contar con su apoyo, Altezas".
"Somos vecinos y debemos ayudarnos mutuamente, o al menos eso es lo que quiero hacer", dijo Edelgard, haciendo una educada reverencia. "Para mí es todo un honor conocer en persona al Campeón de Leicester".
"Lo mismo digo, como vecinos es importante ayudarnos", dijo Dimitri, imitando el cortés gesto de Edelgard. "Y también tenía deseos de conocer a alguien cuya fama también es bien conocida en mis tierras".
Holst era alguien muy bien preparado en combate y tácticas militares que podía defender bien sus territorios en un terreno complicado, sin una Cresta y sin un arma legendaria, sólo con una espada enorme colgando de su cinturón. El príncipe comparó con amargura cómo Holst y Miklan eran los primogénitos de familias que protegían fronteras y, mientras que a Miklan lo dejaron de lado por no tener una cresta a pesar de todas sus cualidades y talentos, a Holst le dieron su lugar como el primogénito y era un héroe en todo el territorio de la Alianza. Ver todo en lo que pudo convertirse el bandido al que habían derrotado el mes pasado le daba muchas cosas a pensar al joven príncipe.
"Me gustaría ofrecerles lo mejor de la hospitalidad de los Goneril, pero por ahora no tenemos mucho tiempo, permítanme mostrarles los planos de la zona para organizar la defensa", dijo Holst, recuperando su gesto serio. Enseguida miró a Claude. "Me alegra mucho que vinieras, chico".
Claude sonrió. "Y a mí me alegra estar aquí". Al futuro dirigente de la Alianza no le servirían sus grandes planes de ser líder de todo Fódlan si no era capaz de defender su propio territorio de los Almyrienses. "Es parte de mi deber, así que pongámonos a trabajar".
Y eso hicieron los dirigentes presentes, planear la batalla.
Las ballestas apostadas en los costados del fuerte mantendrían a las unidades voladoras a raya, pero las tropas que marcharan por tierra tendrían que lidiar con el denso bosque independientemente del bando. Holst y su tropa personal avanzarían primero para recibir a la vanguardia de los atacantes junto con una tercera parte de las tropas que llegaron desde Garreg Mach. Necesitarían que los combatientes restantes se quedaran a proteger el Gorjal en caso de que enemigos lograran pasar la primera línea de defensa.
No tuvieron que esperar mucho, el ejército de Almyra se levantó por encima de los peñascos ¡y era muy numeroso! ¡Mucho más que de costumbre! Holst tuvo a bien pedir ayuda.
Podían verse tropas completas de jinetes wyvern y sólo las ballestas del Gorjal evitaban que se acercaran demasiado. Y para sorpresa de Holst, quien estaba al mando del ataque principal era el General Nader.
Y Nader casualmente era un viejo conocido de Claude.
"¡General Holst! ¡Numerosas tropas Almyrienses vienen marchando por tierra!" Avisó uno de los soldados apostados en las altas torres del bastión.
"¡Hora de pelear, gente!" Exclamó Holst con una bravura que contagió a los demás. "¡Los que vienen conmigo, avancen! ¡Los que se quedan en el Gorjal, resistan y no caigan!" Continuó y enseguida miró a Byleth. "Muero por verte pelear, Azote Sombrío. Tienes carta libre, dirige a tu gente".
Byleth asintió. "Yo también quiero ver pelear al Campeón de Leicester". La profesora miró a sus alumnos. "Los que se queden en el Bastión deben obedecer las indicaciones de la Capitana Berling", reiteró. "No se adelanten y mantengan sus posiciones. Los que protegen los primeros puentes hagan lo mismo, no se adelanten mucho y no persigan a los que se escapen. No duden en ordenar a sus hombres que ataquen, ellos son fuertes".
Edelgard, Marianne, Lorenz, Raphael e Ignatz se quedarían en el Bastión junto con los mercenarios de Berling y sus propias tropas. En los puentes a la mitad del camino estarían Dimitri, Dedue, Lysithea, Lorenz y Monica, todos al cuidado de Shez. En el ataque frontal marchando con Holst estarían Byleth, Hilda, Leonie y Claude. Todos y cada uno de ellos con sus respectivos batallones.
"¡Estoy lista para que veas cuánto he mejorado mi versión de la técnica del Capitán!" Exclamó Leonie con emoción.
"Lo harás bien. Todos lo harán bien, lo sé", dijo Byleth mientras marchaban detrás del incansable Holst.
"Preferiría que te quedaras en el Gorjal con los demás, hermanita", dijo el preocupado hermano mayor.
"Hey, nada me gustaría más que estar lejos de todo esto, pero eres mi hermano y te ayudaré. Ya estamos aquí después de todo", dijo Hilda con firmeza. Si se trataba de otra cosa no dudaba en delegar o escapar de la tarea que le tocara en el Monasterio, pero no pretendía dejar sólo a su hermano por muy poderoso que fuera. "Será un problema si invaden nuestro hogar, no tendré un sitio a dónde regresar".
Holst aún se mostraba preocupado, era la primera vez que su hermana pisaría un campo de batalla de esa magnitud. Si fuera por él, la mandaría a un sitio lejano y a salvo donde no tuviera que preocuparse por las batallas, pero la frontera con Almyra tenía muchas generaciones siendo una zona de conflicto.
"Mantendré a mis alumnos a salvo", intervino Byleth. "General, ataca sin temor, ellos estarán a salvo. Tu hermana estará a salvo".
Una sonrisa adornó el duro rostro del hombre. "De acuerdo". Las tropas enemigas ya estaban a plena vista. "¡Al ataque!"
Ambos bandos chocaron y Holst comenzó a brillar, su espada y su poderoso brazo eran suficientes para derribar a cuantos enemigos se atrevieran a enfrentarlo. Mientras tanto, Byleth de nuevo tenía esa mirada que significaba la tormenta para sus enemigos, su espada y arco apenas encontraban resistencia entre los soldados Almyrienses. Leonie, Hilda y Claude atacaban en grupo a los capitanes enemigos mientras sus tropas chocaban con las tropas enemigas. Los defensores recibieron bien esa primera ola, pero los que lograron avanzar más se toparon, sin esperarlo, con la segunda defensa.
¡No había tantos defensores la última vez que pelearon! ¡Se supone que los ataques anteriores habían dejado con menos números de efectivos a los defensores!
Dimitri y Dedue en perfecta combinación hicieron un muro infranqueable en uno de los puentes más anchos que daban acceso directo al Gorjal. Lysithea y Monica protegían otro de los puentes y mantenían lejos a sus enemigos con su poderosa magia. Shez estaba al frente de ellos junto con varios de sus amigos mercenarios, recibiendo a la vanguardia enemiga y atacándolos con su técnica mejorada.
Más atrás, la última línea de defensa podía ver toda la batalla delante de ellos.
"¡Se acerca un grupo de Wyverns!" Avisó uno de los vigías en la torre.
"¡Ballestas, ataquen!" Ordenó Berling, que tenía la autorización de Holst de tomar el mando. La fiera Capitana miró al joven arquero. "Muchacho, tu profesora me dijo que tienes una puntería excelsa, trata de derribar al comandante".
"¡S-Sí!" Respondió Ignatz y se concentró en el grupo de wyverns que estaba cada vez más cerca pese a que varios seguían cayendo gracias a las ballestas. Rápidamente distinguió al líder de una de las tropas y un limpio tiro bastó para derribarlo. Ignatz sintió un escalofrío en todo el cuerpo al ver al jinete caer desde las alturas y hacia los riscos. "Lo maté", murmuró el chico con nerviosismo, pero una firme mano en su hombro lo sacó del trance.
"Si no lo matabas tú, él te iba a matar", dijo Berling con seriedad.
Raphael le dio unas fuertes palmadas en la espalda a su amigo. "Lo hiciste bien, tú sigue disparando, yo te cubriré y nadie se te acercará".
"¡Siéntete orgulloso de ser un Caballero que protege su hogar, Ignatz!" Exclamó Lorenz, ayudando al joven artista a pasarse el trago amargo que significaba sesgar una vida.
"Yo creo que harás un gran trabajo", dijo Marianne procurando firmeza para hacerse escuchar. "Prometo curarlos, ustedes peleen con todo".
Edelgard sonrió al verlos y pronto fijó su atención al frente. Podía ver a Shez y a su grupo pelear y… ¡Vaya que el Príncipe estaba mejorando! Lo estaba haciendo mucho mejor a comparación de la vez que fueron detrás de Miklan. Sus golpes se veían más controlados y cuidaba su defensa, o al menos eso era lo que podía ver desde donde estaba. Y entonces notó que algunas tropas de Almyra cruzaron por los puentes más pequeños, se notaban sorprendidos de ver a más defensores.
"¡De acuerdo, todos a trabajar o no hay paga! ¡El que se muera ya no brindará, así que no se mueran!" Exclamó Berling con una sonrisa fiera. "¡Al ataque!" Y los mercenarios obedecieron. "¡Princesa, cuiden de éste sitio! ¡Nosotros contendremos a los que podamos!"
"¡Sí!" Hacha en mano, Edelgard vio a Berling y a sus mercenarios cargar contra las tropas enemigas. El choque fue violento y pudo ver que los mercenarios peleaban de una manera salvaje que casi parecía desorganizada, pero la verdad era que la estrategia era intencional y funcionaba para desorientar al enemigo.
Luego de pasar por tantos muros defensivos en una batalla sorpresivamente rápida pero también muy agotadora, unos pocos Almyrienses llegaron a las puertas del Gorjal, sólo para ser recibidos por los poderosos puños de Raphael, la letal lanza de Lorenz y la pesada hacha de Edelgard. Marianne dejó su desanimado modo de lado y curaba a los mercenarios heridos tan pronto le era posible, procuraba no alejarse mucho de su grupo. Por su lado, Ignatz cooperaba con las ballestas en el trabajo de detener a los wyverns enemigos.
Las defensas hacían su trabajo de manera efectiva aunque no sin varios mercenarios caídos. Era una batalla real después de todo y los mercenarios también cumplían con su trabajo de proteger a sus respectivos líderes alumnos.
Al frente, Holst al fin pudo ver al General Nader montado en un enorme wyvern.
"¡Baja y pelea! ¡O retírate!" Clamó el Héroe de Leicester. No era la primera vez que se enfrentaba a Nader, pero había algo raro en él y Holst lo notó.
Nader no respondió a las provocaciones con su buen humor de siempre, alguien más atrás de él no se lo permitía y lo obligaba a mantenerse serio. Tras el Invencible Nader apareció la persona menos esperada: el príncipe Shahid de Almyra, montando un majestuoso wyvern de brillantes escamas. El príncipe parecía poco complacido al ver que sus hombres no habían arrasado al ejército de la Alianza, ¡se supone que habían estado debilitando al ejército de Holst con rápidas escaramuzas! ¿De dónde salieron tantos soldados?
"¡Nader, pensé que tenías todo bajo control!" Reclamó el príncipe.
"Como verá, Alteza, llegaron refuerzos de la nada", explicó el General con seriedad.
"¡Retírense!" Exclamó Holst una vez más.
Shahid miró a Holst con furia desde las alturas y notó pronto a alguien vagamente familiar entre los defensores. Hizo un sonido de desagrado. "¡Cómo te atreves a dejarme en ridículo, Nader! ¡A mí, al futuro rey de Almyra! ¡Estás perdiendo contra un montón de niños! ¡Cómo es posible que…!" Una flecha asustó a su wyvern y el príncipe tuvo que abrazarse al cuello de la bestia voladora. "¡¿Quién ha tenido el atrevimiento de atacarme?!"
Byleth dio un paso al frente, su arco en manos. "¡Te advierto que no fallé!" La misma Byleth sabía que no era una muy buena idea asesinar a alguien de la realeza, pero detestaba a ese tipo de sujetos. "¡Ya escucharon al General Goneril, retírense!"
"¡Llévense a sus muertos, entiérrenlos y quédense en su hogar!" El General retomó la palabra. Estaba sorprendido de buena manera por la habilidad del Azote Sombrío. También le encantó que la profesora le diera tamaño susto a tan desagradable tipo.
"¡No voy a permitir semejante humillación!" Exclamó el príncipe, era escuchado por todos. "¡Nader, ordena a los soldados que sigan atacando!"
"Mi señor, ya hemos perdido a muchos hombres, los que quedan no serán suficientes", respondió el guerrero.
"¡No te atrevas a contradecirme!" Pero bastó otro vistazo al campo de batalla para ver que casi todos sus soldados habían muerto, sólo los pocos que dejaron de pelear, o ya no pudieron seguir combatiendo, fueron perdonados y permanecían quietos, mirándole. El príncipe bufó. "¡Nos veremos después, General Goneril!" Y fue el primero en irse.
"¡Retirada!" Ordenó Nader. Después volverían por sus caídos.
La batalla fue mucho más rápida de lo esperado gracias a la rápida organización y a los refuerzos que llegaron desde Garreg Mach.
"¡GANAMOS!" Anunció Holst con poderosa voz. "¡Dejen ir a los que sigan con vida, permitan que se lleven a sus caídos y enterremos a los nuestros! ¡Brindemos y vivamos por ellos!" Y todos los soldados y hasta los mercenarios gritaron en celebración.
Byleth tomó aire, ya después buscaría su flecha, por el momento debía curar a sus alumnos, Leonie fue la más herida de los tres pero tampoco eran lesiones graves. "Buen trabajo, vayamos con los demás". Ordenó y el grupo comenzó a retroceder. "¡Mercenarios, lleven a sus heridos de regreso!"
Apenas llegaron a la zona de puentes, Byleth se sintió orgullosa al ver que Shez se encargó de mantener al grupo sano y salvo, su equipo hizo un magnífico trabajo conteniendo los ataques en los puentes.
Por su lado, Dimitri mantuvo el control de su poder, además las poderosas palabras de Holst giraban en su cabeza: brindar y seguir viviendo en honor a los caídos… Holst no clamaba venganza por sus soldados, tampoco justicia. Una batalla era una batalla… Pero lo que pasó después de la muerte de su padre y de Glenn no fue una batalla, no fue justicia… Fue una masacre. Nadie brindó por nadie, a muchos no pudieron enterrarlos. Y él mismo mató a tantas personas que no quedó nadie para enterrarlas, sólo fueron quemadas para no apestar… Esas fueron sus propias palabras.
El príncipe sintió náuseas y un mareo. Se puso pálido aunque no se diera cuenta.
"Dedue, por favor, cárgalo", indicó Byleth y el alumno obedeció.
"Estarás bien una vez que descanses", dijo Claude con voz y sonrisa suaves, ese no era un momento para bromear, ver al poderoso príncipe de Faerghus así de mal no era usual.
Dimitri asintió desde la espalda de su amigo duscuriano mientras el pequeño grupo iba camino con los alumnos que faltaban. Edelgard los vio acercarse y fue corriendo hacia ellos.
"Profesora mía, lo logramos, todos estamos a salvo y…" La princesa imperial notó a Dimitri en la espalda de Dedue.
"Él estará bien, puede que fuera un golpe de calor", fue la rápida respuesta de Byleth. "Sabía que harían un gran trabajo".
"No fue complicado cuando ustedes contuvieron al grueso de las tropas Almyrienses", respondió Edelgard con una sonrisa, para enseguida mirar a Dimitri con genuina preocupación. "¿Estás bien?"
El príncipe asintió. "Sólo un poco mareado".
"Aquí hace bastante calor, es normal que estés incómodo cuando provienes de la zona más fría de Faerghus", dijo Edelgard con voz amable. "Ya terminó la batalla, podrás descansar".
Dimitri asintió. Las náuseas al menos ya estaban pasando.
"La Capitana Berling y yo traeremos a los heridos, necesito que me ayuden a cuidar de ellos y curarlos", indicó Byleth. "Dedue, tú cuida de Dimitri".
"Entendido".
"Profesora, quiero ayudar también".
"Descansa primero, Dimitri, no serás de ayuda si no puedes mantenerte en pie. Tu salud es más importante", fue el gentil regaño de Byleth. "Descansa, hiciste un buen trabajo, se lo haré saber a mis colegas".
Dimitri sonrió y asintió. "De acuerdo". Un suspiro abandonó su cuerpo mientras era llevado a uno de los aposentos del Gorjal para descansar y, por primera vez en mucho tiempo, tanto que no podía recordarlo, el príncipe tuvo una siesta reparadora.
Dedue se quedó velando el descanso de Dimitri.
Afuera, el trabajo de ayudar a los heridos y recuperar a los muertos era arduo. En una batalla la gente moría y los alumnos parecían abrumados al ver que había varios muertos entre sus batallones de apoyo.
"Somos mercenarios, niños y niñas, y a diferencia de los soldados comunes, nosotros los mercenarios vivimos y morimos por la paga", explicó Berling a los alumnos mientras revisaba a sus propios heridos y contabilizaba a su gente. "No sientan pena ni responsabilidad por nosotros, ésta fue la vida que elegimos. Nosotros lo hubiéramos lamentado más si alguno de ustedes hubiera caído. Ustedes hicieron un buen trabajo".
Byleth sabía que esas eran lecciones que sus alumnos debían aprender.
CONTINUARÁ…
