Gracias a mi cómplice Li por su lectura previa. Los errores diguen siendo míos.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 4
Pasado
Exhalé fuertemente.
Abrí y cerré mis manos.
Llevaba más de un mes deseando poder hablar con Charlotte. Iba a pedirle el divorcio, le diría del embarazo de Isabella y que necesitaba hacerme cargo de la situación, no podía dejarla sola con un bebé y viviendo en una ciudad sin sus padres.
― ¿Qué haces aquí?
Se desdén fue notorio cuando preguntó. Era como si me sola presencia le incomodara.
― Aquí vivo.
Me miró de arriba y abajo. Ella lo sabía, ¿y cómo no saberlo? Si nosotros no teníamos intimidad, ademas no era tonta, sabía que desde hace seis meses mantenía una relación extramarital. Podía intuirlo, verlo en mis ojos y mi comportamiento.
Yo no era el mismo. Isabella había traído dulzura a mis días amargos, me cambió la vida, se llevó la monotonía que cubria mis emociones y dio un giro distinto a lo que creí perdido, la necesitaba a mi lado para juntos recorrer nuevos horizontes.
Llenándome de valor. La detuve del brazo cuando pasó junto a mí.
― Necesitamos hablar ―pedí, viendo fijamente sus ojos― llevo tiempo queriendo decirte…
― No quiero saber.
Flexione mis dedos en su antebrazo. No pretendía darle escapatoria, tenía que escucharme.
― Quiero el divorcio ―expresé tajante―. Lo nuestro no está bien y prefiero que nos separemos.
― No. No te dejaré libre para que te vayas con esa zorra con quien te revuelcas.
Ella lo sabía. Y no me sorprendió su postura.
― No tiene caso seguir juntos ―insistí, guardando para mí que ya no sentía amor por ella, era costumbre lo que nos mantenía unidos―. No nos sigamos dañando más, Charlotte. No lleguemos al punto de odiarnos porque no sería justo.
― Es esa rubia, verdad ―espetó―. Es una chiquilla menor que tú, los he visto.
Me paralicé.
― Sé que cada tarde la pasas con ella y le pusiste un estupido apartamento porque vivía con otras chicas y claro, para cogertela sin que nadie supiera de su aventura, la sacaste de ese lugar, para tenerla solo para ti ―su índice se clavó en mi pecho―. ¡Niegamelo! Atravete a decirme que no es verdad.
― No voy a negarlo ―confirmé―. Estoy con otra persona y ahora está embarazada.
Su mano se estrelló en mi mejilla con fuerza. Apenas cerré los ojos un segundo y la vi.
Su semblante dolido y el odio que prevalecía en su mirada no me desencajó. Charlotte era otra desde hace tiempo, desde que no pudo obtener su ascenso, ella se convirtió en una persona fría, envidiosa y distante.
― Maldito ―siseó―. Fuiste tan imbecil que no pudiste usar bien un puto condón.
― Quiero el divorcio ―repetí― necesito huir de este infierno.
Ella sacudió la cabeza mientras sus lágrimas rodaban por sus pómulos. Empezó a sollozar con más fuerza, deslizándose por el piso hasta quedar arrodillada. Ahí su llanto fue desgarrador, tenía el alma rota y el corazón hecho pedazos.
No podía hacer nada. Le fallé, lo hice y muy dentro de mí no había arrepentimiento.
Me enamoré de Isabella y lo único que deseaba, era estar con ella y nuestro bebé.
En silencio empecé a llenar una maleta con mis pertenencias, era tiempo de emprender mi camino lejos de ella y su amargura.
Así salí de la habitación a paso firme mientras las ruedas de la maleta rodaban el piso de cerámica. Recorrí el pasillo y empecé a bajar cada escalón con determinación.
Iba ensimismado en mis propios pensamientos y planes. Deseando cruzar la puerta que estaba a escasos pasos, fue cuando escuché la pequeña vocecita.
― Papi… voy tamben.
Volteé en automático y Seth arrastraba su pañalera con él. Bajaba cada escalón con prisa y sus pequeños pies descalzos estaban por enredarse con las asas de la pañalera.
Mi corazón palpitó fuertemente en mi pecho, la angustia creció dentro de mí. Solté mi maleta, quise alcanzarlo. Ellos tenían prohibido bajar sin ayuda las escaleras.
Fue un pestañeo. Apenas un suspiro que no me alcanzó para atraparlo.
Soltó un pequeño grito y su pequeño cuerpo empezó a rodar por las gradas.
― ¡Seth! ―logré gritar al ver a mi pequeño hijo con los ojos cerrados y con sangre cubriendo su rostro.
.
.
La caída de Seth fue de más de diez escalones.
Tuvo una conmoción cerebral, lo que provocó su ingreso al área de urgencias, ahí pasó unos días; la recomendación fue que debía permanecer en observación debido a los mareos y vómitos que estaba presentando, también por la inestabilidad al caminar.
No me separé de mi niño el resto del tiempo que permaneció internado. Probablemente la culpa carcomió mi corazón y me hizo querer estar día y noche con él mientras iba mirando su evolución.
Afortunadamente su mejoría sucedió y con el pasar de las semanas se descartaron consecuencias. Seth empezó a caminar sin andadera y volvió a ser el niño alegre e inteligente que siempre fue.
En todo ese tiempo Charlotte no se cansó de culparme, de hacerme sentir tan miserable porque Seth había imitado mis acciones y él con la ayuda de su hermano hicieron una maleta y pusieron sus ropas para irse conmigo.
Esa noche ambos estaban siguiendo mis pasos porque me querían alcanzar.
Decidí quedarme en casa para proteger a mis hijos y para acallar mi culpa. Desde ese día guardé mis sentimientos y decidí ser un mejor padre.
Isabella nunca supo que esa noche le confesaria mi amor por ella.
XX
Presente
― No quiero que te preocupes más ―no me di cuenta que mi mano cubría la de ella, quizá Isabella tampoco se había percatado porque cuando ambos miramos hacia nuestras manos unidas, lentamente se alejó de mi toque.
Exhalé resignado. Entre nosotros los tocamientos habían desaparecido hace mucho tiempo.
― Cuidaré de Evie ―asevere― mis vacaciones están listas para hacerme cargo de mi niña.
― Gracias, Edward. De verdad que has hecho la diferencia todos estos años.
Ese había sido nuestro trato. Cumpliría con mis obligaciones y responsabilidades de padre, hacía lo posible por ayudar en lo que fuera necesario para el bienestar de nuestra hija.
Éramos un buen equipo.
Miré con nostalgia la luminosidad de su tersa piel. Los rasgos adolescentes habían desaparecido hace muchos años, se había transformado en una mujer responsable y en una excelente madre que lo daba todo por Evie.
Le había cambiado la vida por completo y en silencio siempre me sentí culpable por convertirla en madre soltera. Aunque también mucho tiempo me cuestioné: ¿qué hubiera pasado si hubiese sido menos cobarde? ¿Me habría aceptado al declararle mis sentimientos?
― Solo espero que esto que harás por Evie no traiga problemas con tu esposa.
― No estoy viviendo en casa ―confesé― le he pedido el divorcio a Charlotte.
Sus expresivos ojos verdes se abrieron ante la sorpresa.
― ¡¿Qué?! ―balbuceó desconcertada―. ¿Te vas a divorciar?, ¿por qué?
― Llegué a mi límite ―comenté sin entrar en detalles―. Hace muchos años no estábamos bien; el distanciamiento entre nosotros está más allá de nuestros sentimientos, nuestra relación es insostenible y lo mejor es terminarla por el bien de los niños.
Noté cómo se quedaba pensativa. Su mirada estaba en algún punto, probablemente haciéndose miles de preguntas.
Empezó a mordisquear sus labios cuando se fijó en mí.
― No fue por el acercamiento de Evie con tu familia, ¿verdad? Porque si es por eso, prefiero irnos de aquí, no pretendo ocasionar más problemas y…
― Isabella ―la interrumpí, acunando su cara, ella también guardaba culpa y deseaba que se deshiciera de esa idea― en mi matrimonio no había amor ―le expliqué― hace mucho tiempo que mis sentimientos cambiaron y no podía continuar con la farsa, amo a mis hijos y siempre serán primero en mi vida, pero yo no podía estar en un lugar donde ya no me sentía feliz. No tuvo la culpa Evie y menos tú, simplemente mi amor cambió y el mío por ella simplemente se transformó en respeto por ser la madre de mis hijos y ya, no hay nada más que rescatar.
Ella sacudió la cabeza, negándose a creer en mis palabras.
― Todos estos años me he sentido la peor mujer ―susurró― ha sido difícil acallar mi conciencia y hacerle ver que nunca quise lastimar a nadie, lo juro.
― No actuamos con premeditación, Isabella. Ninguno de los dos quiso lastimar, yo era… ―dudé― soy un hombre casado, en mí debía caber la cordura y no sucedió. Nunca quisimos dañar a nadie, simplemente sucedió. ¿Te arrepientes?
― No. Porque arrepentirme sería no tener a Evie y mi niña es lo más importante que tengo.
― Yo… yo iba a pedirte una oportunidad el día que Seth sufrió el accidente ―confesé al tiempo que los ojos de Isabella se abrían ampliamente, visiblemente consternada. No había vuelta atrás, quería confesar lo que por muchos años callé.
― ¿Qué dices? ―nerviosa, capturó su labio inferior entre sus dientes y desvió su mirada de mí.
― Quería una vida a tu lado ―susurré, sintiendo como mis manos sudaban y mi corazón bombeaba más deprisa―. Esa noche iba a pedirte que aceptaras estar a mi lado ―mi voz se rompió― pero todo cambió cuando vi a mi hijo desmayado en esas escaleras, la culpa me consumió y no tuve valor para volver a acercarme a ti.
Sin querer imágenes de Isabella embarazada se colaron en mis pensamientos. Era la mujer más hermosa que mis ojos habían visto, la vi ser valiente y enfrentar su embarazo con orgullo. Jamás se atrevió a rendirse, nunca fue una mujer titubeante, quizá por su gallardía que me enamoré como un imbécil de ella.
Porque ella podría ser un bálsamo de paz, pero también era la mujer más guerrera que conocía. La vi quedarse dormida cuando estudiaba y sostener una recién nacida en sus brazos.
Me recibía con la sonrisa más tierna cuando iba a visitar a Evie. Nunca obtuve un mal gesto, una palabra altisonante, no hubo gritos y tampoco reclamos.
Tragué mis celos cuando fue cortejada. Y acepté con gran dolor cuando decidió darse una oportunidad, comprendí que un día aparecería un buen hombre y que ella lo eligiría para compañero de vida.
Solo que hoy estoy aquí y no quiero perder mi oportunidad.
― Isabella… ―susurré, captando su atención― me gustaría saber si hay una esperanza para nosotros.
De sus labios rosas se extendió una leve sonrisa. Resopló muy a su estilo.
― Siempre supe que sentías algo por mí. No eres bueno para ocultar sentimientos ―expresó―. Aunque también soy consciente que tienes mucho que resolver, Edward y yo no pondré más presión a ello. Haz lo que tengas qué hacer con tu vida, tu familia e hijos. Esta conversación puede seguir después, no hay prisa.
― Dame al menos una esperanza.
Sus hombros se hundieron levemente y negó. Llevando mechones rubios detrás de sus orejas.
No iba a rendirme.
Me jugaría el todo por el todo con tal de que me diera una oportunidad.
Hola. Aqui tenemos la respuesta del porqué Edward siempre se sientió culpable y se quedó con su familia y pues Bella, ella siguio su vida, ¿será qué merecen una oportunidad?
Les agradezco su interés por leer y mas el apoyo al comentar. Saludos a cada quien.
Gracias totales por leer
