Gracias a mi cómplice Li por su lectura previa. Los errores siguen siendo míos.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 18
Mis manos transpiraban.
No podía dejar de sentir nervios cuando los ojos oscuros de mi padre estaban clavados en mí y vagamente en Edward. Conocía esa mirada y su significado, intentaba doblegar mi conducta.
Lo había hecho en infinidad de ocasiones. Era su forma de advertirme para que me mantuviera al margen.
― ¿Qué haces aquí? ―gruñó, acercándose. Su frente mantenía esa arruga marcada en el entrecejo.
Levanté el mentón dispuesta a enfrentarlo, cuando escuché a Edward intervenir.
― Modera el tono de tu voz ―dijo amenazante.
Había conocido esa mirada fúrica de Edward, cuando se encabronaba arrastraba las palabras y miraba fijamente, era su manera de hacerte saber que estaba a punto de perder el control.
Deslice mi mano por su antebrazo y curve mis dedos en su camisa, necesitaba que se controlara. Edward volteó hacia mí y me dio una media sonrisa.
Mi padre lo observó con desdén. Enfrentándolo al tú por tú.
― Quién eres tú para darme órdenes ―mi padre no estaba haciendo ninguna pregunta estaba tratando de menospreciar a Edward.
Antes de que empezaran una lucha de poder opté por ver a mi padre y respondí.
― Aquí trabajo ―sostuve su mirada―. No entiendo tu molestia, Charlie, cuando debería ser yo la que te estuviera reclamando por lo que me han hecho ―miré más allá de mi padre, justamente a donde estaban Leah y Sam, mirándome.
― No vamos a mezclar los negocios, Bella ―espetó papá― siempre te dije que el amor y el trabajo jamás se mezclaban.
Mi desilusión se vuelve cólera. Sentía que la ira se apoderaba de mi cuerpo y empezaba a escalar con rapidez, mi sangre se sentía hervir dentro de mí.
― ¡Estás encubriendo a ese traidor! ―farfullé, señalando a Sam―. Me engañó, se atrevió a convertirme en la burla de todos y es tan cínico que embarazó a mi mejor amiga ―miré a Leah. Ella rápidamente desvió la mirada y dio media vuelta caminando hacia la esquina de la oficina― no puedes defender a este tipo y tampoco puedes tenerlo aquí, papá.
Charlie se notaba irritado. Pasó con desesperación la mano por su cara limpiando una sudoración inexistente, arrugó el entrecejo y tragó saliva sin quitar sus ojos de mí.
― Bella, cálmate ― su cambio de tono fue conciliador― no puedes venir a imponer a mi empresa, no te lo permito.
― Pero si puedes tener a un traidor ―increpe― ¿sabías que es un estafador?
Charlie visiblemente nervioso volteó hacia Sam, hizo una mueca y luego se fijó en mí.
― Basta, Bella ―articuló―. En la empresa yo doy las órdenes, eres una mujer adulta que sabe perfectamente cómo se maneja una sociedad como la que existe. Lo que haya sucedido entre Sam y tú no es de mi incumbencia, las relaciones afectivas están fuera de aquí. Te lo dije desde el primer momento, fui claro y no porque seas mi hija tienes privilegios.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Pero intenté con mis fuerzas no llorar, no le daría gusto a nadie de verme derrotada.
En segundos sentí como la mano de Edward subía y bajaba por mi espalda haciendo pequeños círculos para tranquilizarme. Agradecí su gesto viéndolo y le regalé una sonrisa sincera.
― Bella, tenemos que hablar ―el desvergonzado de Sam se posó frente a mí― nada ocurrió como lo estás diciendo.
― Ah no ―no pude evitar ironizar― ¿acaso no me engañaste con Leah?
Esta última resopló seguido de un repiqueteo de tacones, salió de la oficina cerrando de un portazo que hizo eco en las paredes de la oficina.
Sam apenas miró hacia la puerta, volviendo a fijar sus iris oscuros en mí. La angustia en su cara me intrigó. ¿Era por mí?
Pero qué diablos… qué importaba ahora.
Edward carraspeó sacándome del bucle de pensamientos donde estaba a punto de caer.
― No me he presentado ―dijo burlón―. Edward Cullen, su nuevo socio. No es como si no me conocieran ¿verdad?
El rostro de Charlie lo dijo todo, al igual que el de Sam. No estaban contentos.
Mi padre bufó. Dio media vuelta y continuó hacia su lugar detrás del escritorio en forma de óvalo,
― Quiero que me expliques como es eso que te casaste, Bella. Sabes bien que no estoy para soportar tus berrinches de niña malcriada.
Rodé los ojos.
― Edward es mi esposo, papá ―confirmé― y quiero que trabaje conmigo.
Mi padre rumió. Apiló los papeles que estaban en la mesa de escritorio y soltó un largo resoplido.
― No me hagas perder la paciencia, Bella ―acotó―. Esta noche hablaremos en casa, ahora no estoy para estupideces ―señaló la puerta―. Te puedes ir.
Edward caminó determinante hacia el escritorio, apoyó las palmas en la mesa y se inclinó hacia adelante, sabía que estaba con su mirada en Charlie.
Edward no estaba acostumbrado a las órdenes y menos a los malos tratos. Era un hombre con un carácter que pocos podían conciliar.
― No me hagas hablar de más, Charlie ―masculló. Lo que me hizo poner atención a sus palabras, él le estaba hablando con suficiente familiaridad―. Quiero mi oficina con un ventanal que dé directamente hacia el este y que las paredes tengan un color claro y no te preocupes que traeré mi propia computadora.
Charlie se pellizcó la nariz mientras se incorporaba. Su cara enrojecida no ocultaba rabia.
Sam sujetó mi brazo intentando hablarme. Lo miré apenas unos segundos y me zafé rápidamente de su agarre y me acerqué a Edward refugiándome en su antebrazo.
― Cullen ―pronunció papá meneando la cabeza― hay mucho qué hablar.
― No estoy de ánimos para hablar, Swan.
Mi padre me observó detenidamente.
― No tienes idea de lo que acabas de hacer, Bella. Metiste a nuestro peor enemigo a la corporación y con ello nos acabas de llevar a la ruina.
Me quedé pensativa. Recordé los documentos que había firmado donde le daba un porcentaje de mis acciones a Edward. Lo había hecho en un arranque de ira y desilusión.
Volteé a mirarlo. Sus ojos seguían brindando esa seguridad que me hacía sentir tranquila. Él no me había engañado y yo no era tan estúpida para equivocarme otra vez… ¿o si?
Nos vienen nuevos personajes y revelaciones, así que prepararse para esta nueva etapa, ¿Qué piensan del capítulo?
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