Gracias a mi cómplice Li por su lectura previa. Los errores siguen siendo míos.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 12

Edward

Isabella tiene buen sentido del humor.

No es graciosa solo cuando hace gestos sino que tiene una personalidad relajada e involuntariamente divertida. Me hace reír a carcajadas con sus preguntas intuitivas.

Es la mujer más interesante que he conocido.

Estoy considerando de que empiece a sentirse cómoda con la lencería sexy que mandé pedir para su guardarropa, sigo fallando. Ella no está dispuesta a usarla, no es tiempo y tampoco la quiero forzar.

Sé que un día llegará el momento.

Por ahora me agrada a sobremanera que use bikini. Que traiga vestidos cortos aunque siga usando mis bóxer debajo,

― Entonces, ¿te depilas?

Sonrío socarrón. Es bueno que se esté soltando y que cada día empiece a tenerme confianza.

― Lo hago, aunque no siempre ―paso la toalla por mi pecho quitando el exceso de agua adherido a mi piel―. El vello alrededor de mis testículos regula la temperatura de mis espermatozoides, debo cuidar mi descendencia.

Isabella también sale del agua. No pierdo de vista que se enreda en la toalla, es su manera de no mostrar su cuerpo.

Me frustra no conocer a profundidad lo que el perro de Sam la ha dañado, lo mucho que está luchando para ganar su batalla interna y vencer la timidez de mostrar su cuerpo.

La sigo con la mirada. Se deja caer en la tumbona disfrutando de los últimos destellos del sol.

― Hola, chicos ―Sue nos saluda, dejando una bandeja de fruta encima de la mesilla― les traigo aperitivos saludables y agua. Bella, a ti te hice una paleta de hielo, me habías dicho que tenías ganas de comer algo congelado.

― Gracias, Sue.

Isabella parece niña, se incorpora con rapidez y empieza a lamer la paleta. Lo hace de una forma que debe estar prohibida por incitar a la mente a pensar cosas perversas cuando pasa la lengua o como se hunden sus mejillas cuando chupa emocionada.

Cubro mi erección con la toalla. Sin embargo, mis ojos se mantienen en lo que sigue haciendo con su paleta.

Me aclaro la garganta. Necesito distraer mi mente y no pensar en la manera que debe sentirse su boca alrededor de mi falo.

Me niego a continuar divagando.

― Sue, ¿ha llamado mi madre? ―averiguo.

Sue mueve la cabeza de un lado a otro, negando.

― La señora Esme no ha llamado.

― En cuanto lo haga házmelo saber ―pido―. Sé que debe estar preocupada por mí.

Sue me regala una sonrisa conciliadora, mientras sus ojos parecen estar reprendiendo. Ella es consciente de que por trabajo suelo alejarme de mi familia.

― Nunca cambiarás ―murmura para ella yendo de nuevo hacia el interior.

Isabella me observa. Agradezco interiormente que haya terminado con su paleta, ahora mis ojos pueden centrarse en su rostro.

― ¿Cómo era tu vida antes de mí? ―curiosea.

Me dejo caer a su lado en la tumbona. Necesito un poco de contacto físico, me conformo con el rozar de nuestras piernas húmedas.

Resoplo, siento que la laxitud de mi cuerpo me domina. Me centro en Isabella, ella sigue comiendo fruta sin detenerse.

― Mi vida pasada se reduce a trabajo y fiestas ―confieso―. Tuve una vida muy vacía, supongo que se debió a mi juventud. He trabajado con mi padre desde que era un adolescente, probablemente por eso derroche mi tiempo en frivolidades. ¿Cómo era la tuya? ―pregunto, invadido por la curiosidad.

Conozco a Isabella a través de Sam. Por investigarlo a él; sé que estuvo comprometida, que su noviazgo fue más interés por parte de Uley. Si bien estoy enterado de los detalles de su relación, estoy más emocionado por conocer los pormenores de su vida.

Ella suelta un hondo suspiro. Se nota nostálgica.

― Desde niña amé las artes escénicas ―cuenta―. Estuve en cursos de teatro casi toda mi niñez, siempre supe que quería estudiar actuación, me imaginé actuando en los escenarios más importantes de Nueva York ―su risa es fingida, sé que le duele contarlo―. Solo que había que pensar en un mejor futuro y estudié Administración de Empresas, trabajo junto a mi padre también y bueno… Hoy estoy casada.

― Te riges mucho por lo que dice tu padre, Isabella.

Encoge sus hombros y continúa degustando sus fresas. Estoy viéndola en lo que mis pensamientos me carcomen la cabeza. Charlie Swan se está convirtiendo en el ser más detestable, quiero estar frente a él y ver si tiene el mismo valor para imponer su voluntad contra su hija. Él no tiene idea de quién soy y lo que le espera.

― Espero que ahora que estás casada, a él no se le ocurra opinar sobre nosotros porque no soy muy paciente ―explico, manteniendo mis cabales. Ella niega―. Dame un poco ―pido. Isabella no duda y me acerca la fresa a la boca.

Su boca se abre al igual que sus ojos. Lentamente pasa su lengua relamiendo sus labios rosas. Atrapo entre mis dientes la fresa y me acerco, tentando mi suerte.

Le estoy ofreciendo fresa directamente de mi boca. Vuelve a relamer sus labios y los acerca, mordiendo la baya jugosa. No le doy tiempo a tragar cuando atrapo sus labios, besándola con desespero.

Gime cuando sus tetas se aplastan en mi pecho. La atraigo entre mis brazos y continuamos acostados en la acojinable tumbona. Dando rienda suelta a nuestros besos y caricias.

Me enloquece cuando siento sus dedos enterrados en el pelo de mi nuca. Siento un escalofrío que empieza desde mi columna, me gusta lo que provoca en mí.

Deslizo una de mis manos por su muslo. Sé que la estorbosa toalla ha caído de su cuerpo.

Tiembla. Su cuerpo reacciona en la forma en que mis dedos recorren la suavidad de su piel bronceada.

― ¿Qué pasa? ―pregunto, al tiempo que me concentro en la comisura de sus labios. Reparto besos suaves.

― Me pones nerviosa ―suspira― la manera que me tocas, yo… no sé.

No necesita explicar. Puedo sentir su piel erizada bajo mi tacto. Mis dedos siguen su recorrido, ascendiendo por sus costillas, trazo círculos al sentir la tela del bikini.

Suspira. Mis dedos serpentean por su pecho y mis yemas se arrastran por la hinchazón de sus tetas. Distingo sus pezones erectos por encima de la tela blanca y mis dedos juegan con ellos.

Me está dejando acariciar su cuerpo.

Quiero que sea capaz de percibir todas las sensaciones que mi toque causan en su piel.

― ¿Te incomoda? No quiero hacerte sentir mal y tampoco aprovecharme de tu debilidad.

Retiene con sus dientes su labio inferior y niega.

Sus manos descansan en mis hombros, apoya su cabeza en mí.

― Me gusta ―susurra―, me gusta mucho lo que me haces sentir.

Sonrío, de alguna manera me siento feliz por su honestidad. No importa que mantenga su cara escondida de mí.

Mi mano sostiene su rostro. Veo sus ojos llenos de emoción y atiborrados de dudas.

Isabella no sabe si resistirse a lo que siente o dejarse llevar.


HOLA. Es mi primer historia erótica, espero lograr mi objetivo y hacerla bien, sean pacientes conmigo. Como se dan cuenta Edward intenta que Isabella viva emociones que el otro le quitó. ¿Qué opinan ustedes? ¿Quieren otro capitulo?

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