A la noche siguiente, HanaYasha y Kirara fueron transportadas por Tora, el perro de pelaje rojizo, al bosque de la región del agua que se hallaba cerca de la torre de Mei Terumi.
Hacía tanto frío, que la joven no podía evitar abrazarse a sí misma, dejando escapar unas nubecillas de vapor de sus labios. Al menos, hasta que a sus orejas de perro llegaron un extraño sonido.
Deshaciendo la invocación de sus perros, sacó a colmillo sangriento, defendiéndose de varios kunai lanzados a su dirección y a la de la pantera. En eso, varias sombras se movieron desde las ramas de los árboles, presentándose ante ellas y rodeándolas en un círculo.
"Ninjas bandidos". Pensó la Hanyou, estudiando de la cabeza a los pies sus vestimentas. Kimonos viejos combinados con partes de armaduras de samuráis.Kirara gruñó, entornando sus enormes ojos carmesí.
-¡Danos tu espada y tu dinero! – ordenó uno, con sus compañeros mofándose.
HanaYasha se quedó en silencio. Y antes de que pudiera moverse, unas agujas senbon salieron disparadas de varias direcciones, insertándose en los cuellos de los individuos y noqueándolos al instante.
Impresionada, enfundó su espada, volteando sus ojos dorados de un lado a otro. Entonces, los detuvo hacia su derecha. En la copa de un árbol, se hallaba escondido un muchacho de largo cabello negro, cuyo rostro estaba protegido por una máscara blanca, decorada con dibujos de olas rojizas.
Este, al notar que ya se había percatado de su presencia, bajó de la copa, desapareciendo y apareciendo frente a ella. Por el haori verde turquesa que formaba parte de su vestimenta; atado con una cinta verde oscuro, la kunoichi supo que se trataba de un ANBU al servicio de la líder de Kiri.
-¿Quién eres? – cuestionó. - ¿Por qué me ayudaste?
-Cabello plateado. Ojos dorados y orejas de perro en la cabeza. – señaló su acompañante, retirándose su máscara. – HanaYasha Higurashi. Le debo la vida de mi maestro.
La Hanyou puso una mueca, confundida. Sus grandes e inocentes ojos castaños se le hicieron familiares. De pronto, apareció en su mente la imagen de un niño pequeño, gritándole y desafiándola, por querer asesinar a Zabuza Momochi.
-¡Claro! – exclamó con una sonrisa. - ¡Eres Haku, ¿Verdad?!
-Me honra que se acuerde de mí. – comentó, reverenciándola.
-Jamás podría olvidar a alguien tan valiente como tú.
-¡Haku!
En eso, ambos escucharon la voz de un hombre, volteando al mismo tiempo hacia los arbustos.
-¡¿Encontraste algo...?!
Zabuza Momochi quedó anonadado con la presencia de la Hanyou. No había cambiado tanto desde su último encuentro. Su gran espada, Kubikiribocho, reposaba en su espalda con un lazo grueso de color café, unido a su torso.
-Vaya. Si estabas viva después de todo.
-¿A qué te refieres? – cuestionó HanaYasha.
-Por todo el sur de Japón, corre el rumor de que moriste hace 3 años.
La joven entornó los ojos. Eso seguramente había sido obra del tipo enmascarado.
-Pero, más importante que eso, ¿Qué te trae por aquí? ¿Estás haciendo una misión secreta o vienes al torneo?
-¿Torneo?
-La líder de Kiri está organizando un torneo. – explicó Haku. – Quien gane el primer lugar, se llevará un premio en efectivo y un juego de armas. Cualquiera que forme parte de las regiones Shinobi puede participar.
-Suena divertido. Pero ahora no tengo tiempo para eso.
-¿Por qué? – inquirió Zabuza.
La joven frunció el ceño y se cruzó de brazos. No le costaba trabajo responder. Pero temía que al depositar demasiada confianza con ellos, su mayor anhelo se convirtiera en su peor perdición. Al huir de Konoha y enfrentarse a los cazadores ANBU, Danzou ya le había puesto precio a su cabeza.
-Estoy buscando a un muchacho llamado Izuna. – se sinceró finalmente.
Zabuza y Haku intercambiaron una mirada.
-No lo conocemos... - dijo el menor. – Pero hay una forma de localizarlo.
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La primera habitación de la gran torre de Kiri, se encontraba decorada elegantemente con muebles, adornos y otras piezas de oro. En medio del piso, se hallaba una larga alfombra y, al final de esta, acomodada en un gran sillón, estaba Mei Terumi.
La mujer de largo cabello rojo, ojos verdes y piel blanca, usando un elegante y largo vestido azul, escudriñaba a la Hanyou de pies a cabeza, haciéndola poner una mueca y poner sus manos en sus caderas.
-¡Haku! – lo llamó un hombre de cabello azul, ojos castaños y piel bronceada, parado a la derecha de la líder de Kiri. - ¡¿Cómo te atreves a traer aquí a una kunoichi de Konoha?!
-Ella es la indicada para ser su guardiana durante el torneo. – dijo el muchacho, ignorando a Ao Yuki. - Por favor, acéptela, señorita Mei.
La mencionada cerró su abanico y se sentó en el sillón.
-Ya que me lo estás pidiendo de una manera cordial y amable, lo haré con gusto, querido Haku. Sin embargo... - extendiendo su brazo derecho, señaló de mala manera a la joven con el abanico. - ¡No quiero que uses esos harapos en presencia de mis invitados! – exclamó enojada, dándole un tic a HanaYasha en su ojo izquierdo y haciendo reír a Zabuza, parado al fondo junto a una columna.
-Yukimaru y yo nos encargaremos de eso. – aseguró Haku, haciendo otra reverencia, antes de aproximarse a la Hanyou y conducirla con amabilidad a un pasillo cercano.
Una vez que Kirara abandonó también la estancia, convirtiéndose en una adorable y pequeña gatita de dos colas...
-Zabuza.
...la actitud de Mei Terumi se volvió más seria.
-Sabes que la gente de nuestra aldea le tiene terror por haber apoyado a Yagura Karatachi. ¿Por qué la trajiste aquí?
-Estar a favor de Yagura fueron órdenes de Danzou Uchiha. – respondió. – Como ANBU de Konoha, solo hizo lo que se le pidió, sin poder debatir o dudar. Además, Haku hizo un trato con ella.
-¿"Trato"? – al instante, sus ojos brillaron con el placer de escuchar un rumor, desplegando de nuevo su abanico. - Eso me interesa, cuéntame más.
Zabuza bufó. Y antes de responder, se convirtió en una nube de humo.
-¡Maldito! ¡¿A dónde vas?! – exigió saber Ao, siguiéndolo con mala cara.
Pero Mei lo detuvo con su abanico, sonriendo satisfecha.
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-¿En serio me veo tan mal? – cuestionó HanaYasha, sentada frente a un espejo.
El cuarto al que el discípulo de Zabuza la había llevado, estaba lleno de armarios y telas coloridas tiradas por doquier. Kirara se había acostado en un rincón, durmiendo junto a su mochila.
-Por favor, no se tome tan en serio sus palabras. – pidió Haku, pasándole un cepillo por su largo cabello plateado. - Lo que quiso decir, es que debía vestir como una habitante de la región del agua.
La kunoichi frunció el ceño, antes de escuchar como golpeaban la puerta de la habitación.
-Aquí está lo que me pediste, Haku. – dijo un chico de ojos violetas, piel clara y cabello verde oscuro. Cuando su mirada se topó con la de la Hanyou, una gran sonrisa se formó en sus labios. - ¡Wow! ¡Su cabello es muy brillante! – exclamó, al mismo tiempo que Haku le quitaba de los brazos unas ropas y se acercaba a HanaYasha. - ¿Usted será la guardiana de la señorita Mei?
La joven asintió.
-Es un placer conocerla, mi nombre es Yukimaru Yuki.
-Use esto, por favor. – le pidió Haku, extendiéndole lo que el chico le llevó. - Si tiene algún problema, no dude en decírnoslo.
Parándose de la silla que ocupaba para verse en el espejo, HanaYasha caminó hacia un divisor de habitación; hecho de madera y con pinturas de olas. Detrás de este, cambió su haori rojo, su camisa negra de mangas largas y la camisa de rejilla de mangas cortas que tenía debajo, por unas vendas, envolviendo su torso, y un haori de color verde turquesa, con una larga capa que le llegaba a la altura de sus pantorrillas. Similar a la de Haku.
Los pantalones negros que tenía, decidió conservarlos, junto con las cintas que ataban el portaherramientas en su pierna izquierda. Ahí, guardó su rosario negro, juntándolo con el kunai que llevaba en casos de emergencias. Habiéndose quitado sus sandalias en forma de bota, salió del divisor, dejando embelesados a los chicos con su apariencia un poco más humana.
-¿Debería peinarme para la ocasión? – preguntó con una sonrisa.
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Al día siguiente, varios fuegos pirotécnicos se hicieron presentes en el claro cielo azul, anunciando el comienzo del torneo de Kiri. Las personas que ya se encontraban en las gradas del estadio, vitoreaban y aplaudían emocionadas.
En especial, cuando se anunció que el rey y el príncipe de la región del viento, estarían acompañando a Mei Terumi, como jueces invitados.
Tomando asiento frente al grueso borde del balcón, el príncipe Gaara del Desierto era acompañado por sus hermanos mayores, Kankuro y Temari, quienes se posicionaron detrás.
Y, arrodillado a su derecha, se hallaba un muchacho enmascarado, vestido con ropas negras. Como en los bordes de la máscara había una gruesa capa de hilos rojos, tejidos a mano, era imposible ver su cabello.
Mei, al verlo, supo que formaba parte de los cazadores especiales ANBU del reino de Suna. De pronto, apareció a su lado izquierdo una joven de largo cabello negro; peinado en forma de una alta cola de caballo, con otra máscara de los ANBU en su rostro y un pañuelo azul claro atado en la cabeza.
-¿Quién es? – cuestionó el rey, Rasa del Desierto, apuntando con su fría mirada a la recién llegada.
-Es mi guardiana. – respondió Mei con una sonrisa. - Y veo que a su hijo también se le fue asignado uno.
-Nunca hay que confiarse. – aseguró el hombre de cabello rosa pálido. – Situaciones como esta son aprovechadas por las otras aldeas Shinobi para cometer sus fechorías.
-¡Vamos, no diga esas cosas! – Mei se rio, levantándose para dar un discurso.
Al concluir, el torneo dio comienzo. Presentando a los representantes de diferentes clanes, peleando con fiereza para llevarse a casa, el codiciado premio ofrecido por la líder de Kiri y sus consejeros.
A través de los orificios de su máscara, HanaYasha miraba perpleja como humanos y Youkai se enfrentaban en igualdad de condiciones. Jamás había visto algo igual.
Entonces, al transcurrir solamente dos horas, se decidió el enfrentamiento final. Sin embargo, para la gran sorpresa de los presentes en el balcón, el rey Rasa hizo una petición interesante.
-¿Qué tal si hacemos que los guardianes luchen entre ellos? – cuestionó con una sonrisa. - Y el que sea el vencedor, peleará contra el gato montañés.
-Lo sé. – suspiró Mei, dándose aire con su abanico. - Yo tampoco quiero que el torneo termine tan pronto. – se acercó a la chica con el pañuelo en la cabeza y le susurró. - Te lo encargo, ¿Si?
HanaYasha asintió, saltando hacia la arena.
-Lamento esto. – dijo Gaara en voz baja, disculpándose con su guardián.
Sin pronunciar palabra alguna, el misterioso joven también saltó, posicionándose tres metros frente a la Hanyou.
-¡Ha habido un cambio de reglas! – exclamó Ao, parado en la esquina derecha del balcón. - ¡El ganador de esta pelea, se enfrentará al último contendiente por el dinero y el juego de armas! – hizo una pausa y volteó hacia los enmascarados. - ¡Comiencen!
De inmediato, el oponente de HanaYasha cerró la distancia entre ellos, con su espada alzada por encima de su cabeza envuelta en estilo de rayo.
Sin tener tiempo de realizar un Jutsu, la Hanyou sacó la espada que Zabuza le prestó para protegerse, recibiendo un corte directo que partió la hoja en dos, deshizo el pañuelo en su cabeza, su peinado... y su máscara.
Muchos hombres y mujeres que estaban sentados en las gradas, al reconocer sus ojos dorados y sus orejas de perro; sin importar que su cabello fuera negro, gritaron aterrados:
-¡Es la demonio Higurashi!
-¡La mensajera de "Yagura, el opresor"!
-Así que es cierto... - pensó el rey Rasa, levantándose de su asiento. - ¡Escúchenme bien! – exclamó, parándose en medio del balcón. - ¡A quien me traiga la cabeza de la demonio Higurashi, le daré lo que sea! – con la líder de Kiri, sus subordinados y los espectadores del torneo, confundidos, sus intimidantes ojos negros apuntaron al guardián de su hijo. - ¡Eso te incluye a ti, muchacho!
-¡Padre! ¡¿Qué pretendes?! – interrogó Kankuro.
-¡Konoha es nuestra aliada! – continuó Temari, preocupada.
-Esa traidora abandonó su aldea hace unos días. – explicó su padre, asombrándolos. – Y qué mejor manera de reforzar nuestros lazos, que ser nosotros quienes entreguemos su cadáver a los sannin. ¿No crees lo mismo, Gaara?
Cruzado de brazos en su asiento, el aludido se quedó inmóvil y en silencio. Rasa bufó.
-¡Adelante, gente de la región del agua! – gritó con confianza, volteando hacia la arena. - ¡Muéstrenme de lo que son capaces!
Ninjas de los alrededores se reunieron en el estadio, bloqueándole el paso a HanaYasha, por cualquier abertura que pudiera funcionarle como salida. Todos la miraban con sonrisas desagradables, llevando kunais en los dientes o espadas en sus cinturas o espalda. Pero el muchacho de la máscara y ropas oscuras ya no estaba entre ellos.
-¡MATEN AL DEMONIOOOOOO! – gritó un hombre lleno de entusiasmo, dando la señal para que todos los demás empezaran a moverse.
La Hanyou sonrió de lado. Realizó unas posiciones de manos y se agachó.
-¡Estilo de hielo! ¡Jutsu de cúpula invernal!
Desde el piso, hacia las paredes de las gradas, se extendió una gran capa de hielo que se convirtió en una inmensa cúpula, cubriendo el resto del estadio. Los hombres se habían distraído tanto con ello, que no despertaron de su trance, hasta que fueron atacados por los patadas y puñetazos de HanaYasha, moviéndose a gran velocidad con su estilo de viento. Esquivando y desmayando a otros más, realizó otra posición de manos, deslizando las suelas de sus sandalias azules en la tierra.
-¡Estilo de viento! ¡Jutsu ráfaga de las cuatro coordenadas!
A su alrededor, se formaron cuatro remolinos que atraparon e hicieron girar a los ninjas que seguían de pie. Entonces, en la parte superior de la cúpula, comenzaron a surgir picos de hielo de diferentes grosores y tamaños. Siendo atraídos por el descontrolado aire, algunos individuos quedaban atrapados y se sujetaban de ellos. Cuando los remolinos se detuvieron, la joven corrió hacia los bordes. Dio un gran salto y rompió el techo esférico de su creación, deslizándose por el resto para escapar por un pasillo.
-¡Vayan por ella! – ordenó Rasa, volteando a los soldados de Suna que los acompañaban en el balcón.
Ambos asintieron, dirigiéndose nerviosamente a unas escaleras. En todo momento, Gaara permaneció serio.
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-¡Esa mujer es aterradora! – exclamó un guardia de Kiri, corriendo junto a su compañero por un pasillo de ladrillos.
-¡¿Viste como hizo volar a todos esos ninjas?! ¡Ninguno tuvo oportunidad y ni siquiera derramó una gota de sudor!
Llegando a un piso lleno de agua, fueron electrocutados con una técnica de estilo de rayo, empapándose y cayendo desmayados. HanaYasha los miró seria antes de levantarse.
-¡Allá va! – gritó un sujeto, en el lado contrario del pasillo.
Girándose, realizó unas posiciones de manos, congelando con estilo de hielo el piso y las paredes. Como el grupo de cuatro hombres iba corriendo, resbalaron hasta llegar al piso lleno de agua, donde la Hanyou los noqueó con el chidori.
Una vez deshecha su técnica, siguió corriendo por varios pasillos y escaleras; noqueando a todo aquel que se interpusiera en su camino con una patada en la cabeza, hasta que llegó a un callejón sin salida.
Y para su mala suerte, un gran grupo de soldados de Suna se posicionaron detrás de ella, haciéndola gruñir enfadada. Gracias a las primeras técnicas que realizó en la arena del estadio, ya casi no le quedaba chakra.
-¡Fuego! – ordenó el capitán del grupo, dándoles autorización a sus hombres para que lanzaran unos kunai, con papeles bomba atados en los asideros.
Gruñendo y frunciendo el ceño, la joven cruzó sus brazos frente a su rostro para protegerse. Sin embargo, antes de que las armas la alcanzaran, el chico enmascarado al que había enfrentado en la arena, apareció de pronto frente a ella y la protegió, usando su espada para desviar algunos kunai.
No obstante, los que alcanzaron a pasar, cerca del techo y a sus lados, chocaron con la pared, volándola en pedazos junto a una gran parte del pasillo. Al encontrarse tan cerca del borde, tanto HanaYasha como el muchacho cayeron hacia atrás, al inmenso lago que rodeaba el estadio de Kiri.
Cada vez que ella intentaba subir a la superficie, otra explosión dada por los papeles explosivos se hacía presente, forzándola a sumergirse y a perder el aire que le quedaba en los pulmones. Mientras perdía el conocimiento, el enmascarado nadó hacia ella y rodeó sus hombros con su brazo izquierdo, ayudándola a salir del agua.
Terminando en una orilla apartada; junto a unos arbustos y unos árboles secos, la acostó en la tierra. Se levantó y se apoyó sobre sus rodillas, dejando que su máscara resbalara de su rostro. Mientras jadeaba agotado, Sasuke escudriñaba a HanaYasha de pies a cabeza. No podía creer que de verdad fuera ella.
En eso, se percató de que no estaba respirando. Arrodillándose a su izquierda, le tapó sus fosas nasales con sus dedos y le dio respiración de boca a boca, seguida por compresiones en el pecho. Lo realizó 3 veces más hasta que, por fin, consiguió que escupiera por su cuenta el agua en sus pulmones, acostándose de lado.
Exhaló aliviado, pero no podía descansar. Varios soldados del reino de Suna y ninjas de Kiri, se enteraron de lo ocurrido en el pasillo, saliendo apresurados a buscarlos. Chasqueó con la lengua. Devolvió la máscara a su rostro y tomó a HanaYasha en brazos, huyendo de ahí mientras una tormenta comenzaba a lo lejos.
Fin del capítulo.
