Disclaimer: Dragon Ball y todos sus personajes pertenecen a Akira Toriyama.


El Último Saiyajin: El Inicio

**Capítulo 002 – Gohan da un nuevo inicio a su vida**


El auto de Krillin era de un color azul relámpago y esas terminaciones cromadas que exhibía Gohan no las había visto la última vez que vio a su amigo. Estaba aparcado justo en las cercanías del centro comercial de la Capital del Oeste y destacaba vivamente de la línea de vehículos vecinos que no era precisamente escasa. Había un poco de tráfico en las calles de la ciudad. Los transeúntes además se aglomeraban en las puertas giratorias del centro comercial más grande que tenía la ciudad buscando llegar a tiempo para la oferta más tentadora del día; con prisa y desenfado, su paso obedecía las leyes y retóricas del consumo humano como ya se había visto que ocurría en las sociedades modernas durante las épocas de paz.

–¿Entonces tu mamá finalmente aceptó que entrenes de ahora en adelante, Gohan? –

Gohan había aceptado encontrarse con Krillin en la capital. Hacía unas semanas que habían perdido el contacto y después de un tiempo de no verlo, Krillin ahora se veía listo para dejar en el pasado todo lo que tenga que ver con las peleas y la época de Cell. Su piel color avena brillaba con el sol, lucía un reloj bastante caro en su muñeca y un traje de oficina bastante moderno.

–¿Y en un Torneo? ¿Es broma? –

–Creo que Dende tuvo que ver con eso.– dijo Gohan, algo avergonzado. –Él dijo que me iba a ayudar a convencerla, pero esto no era lo que tenía en mente.–

–Me imagino que será un fastidio para ti. Y no solo eso sino que no habrá oponentes poderosos con los que puedas pelear cómodamente, si son humanos y niños.– Krillin miró con piedad al joven adolescente del lado opuesto a la mesa que compartían. –Debería dejarte entrenar con Piccoro.–

Gohan suspiró.

El ruido de una van se escuchó a la distancia, interrumpiendo a los dos amigos que habían caído en un silencio prolongado. Krillin mantuvo su mirada en Gohan durante unos segundos con gesto curioso, luego cerró sus ojos y le dio un sorbo a su café muy sugerente.

–Veo que… estás entrenando con Piccoro.–

–Por favor, no le digas nada.– pidió Gohan. –Se enfadará mucho si se entera. Trato de hacerlo en una hora donde sé que ella no me está controlando.–

–Vaya, ¿viajas desde tu casa hasta el lugar remoto donde se encuentra Piccoro para entrenar y luego regresas en un abrir y cerrar de ojos? No cabe duda de que te estas volviendo muy fuerte, Gohan.–

Gohan bajó su mirada con un rubor en sus mejillas. El señor Piccoro le había dicho lo mismo en el último de sus encuentros esporádicos con cierto orgullo de maestro. Gohan no sabía si era cierto o no, pero sentía que todo el poder de pelea que había obtenido durante su pelea con Cell finalmente se estaba asentando en él y que la furia que una vez supo reinar en su cabeza ya no lo invadía demasiado. Gohan imaginaba su estado de super saiyajin 2 como un océano embravecido, su mente de niño difícilmente podía dominarlo. En un momento decisivo fue su ventaja pero ahora, gracias a las técnicas de meditación que le había enseñado el señor Piccoro, podía decir que había trabajado para que su instinto no saque lo peor de él.

–Sí, y ¿sabes? El señor Piccoro me enseñó una nueva técnica. –anunció con cierto orgullo.

Krillin lo miró extrañado.

–¿En serio? –Gohan asintió efusivamente.

–¿Quieres ver? –Gohan concentró su mirada en la taza de café que Krillin sostenía a medio subir. Cerrando sus ojos, su energía surgió inmediatamente a su llamado y Gohan la trasladó a la mano de su amigo con cierta facilidad. Krillin no supo cómo pero se vio a sí mismo poseedor de un poder extraordinario que antes no estaba en él, y en el súbito despertar de esa fuerza extraña, la taza vibró y se rompió en mil pedazos.

–¡¿Ahh?! –gritó Krillin, sin poder entender qué había ocurrido.

Gohan sonrió inocentemente.

–Gohan… acaso, –empezó a decir Krillin, aún atónito. Las manchas de café iban a ser difíciles de sacar pero su mente aun no podía asimilar cómo rayos él había roto su taza si no había hecho ningún tipo de esfuerzo por hacerlo.

–¿Recuerdas esa técnica que usa el señor Piccoro para entrenar? Él suele dividir su cuerpo en dos y de ese modo entrenar con un oponente con poderes similares a los suyos. Si se encuentra en las montañas y no hay nadie cerca para entrenar con él, es una técnica muy útil que reemplaza la compañía que necesita un peleador para superar su fuerza. –explicó Gohan, su tono alegre y vigoroso al pensar en su maestro. –Yo no aprendí esa técnica tal cual él la hace, pero pude darme cuenta del método que usa para ejecutarla.–

–¿Entonces, me estás diciendo que me cediste un poco de tu poder a mí?– Krillin parpadeó un par de veces, sorprendido.

Gohan asintió felizmente.

–El señor Piccoro me explicó que solo puedo hacerlo si la persona que recibe el poder está consciente. No funcionaría en el caso de que no posea la fuerza para usarlo.–

–Ah, ¿en el caso de que haya sido herido de gravedad, a esto te refieres?–

–Así es.–

–Vaya, Gohan. Te felicito. Se nota que le estás poniendo mucho entusiasmo. ¿Sabes? Pagaría mucho dinero para ver una pelea entre tú y Goku en estos momentos.–

–Mi papá seguro debe estar entrenando mucho en el Otro Mundo. –opinó Gohan, su sonrisa volviéndose algo melancólica mientras miraba el suceder de vehículos en el reflejo del cristal de su bebida.

–No te desanimes. Goku se rehusó a volver ahora porque quiere entrenar más con Kaio-sama. Pero eso no quiere decir que en el futuro no acepte ser revivido. Conociendo a Goku, siempre debe estar esperando que aparezca un sujeto fuerte para poder pelear con él.–

–Krillin, –Gohan movió sus ojos desde el vaso hasta su amigo, su gesto tornándose más severo y su tono, no tan amigable. –¿Realmente crees que exista un nivel de poder más fuerte que el super saiyajin 2?–

–¿Qué? –Krillin casi cae de su silla al escuchar la pregunta. Frotándose la cabeza, colocó sus dedos debajo de su mentón en gesto pensativo y meditó la respuesta. Suspiró derrotado, y regresó su mirada a Gohan. –¿Qué te hace pensar eso? –

–Nada, es solo que… últimamente me lo estuve preguntando.–

–Bueno, con ustedes los saiyajins nunca se sabe. Aunque ahora que lo dices, recuerdo que Vegeta estaba convencido de que existía un poder superior al súper saiyajin luego de que Cell atacara por primera vez a Ginger Town. Y resultó ser verdad. Pero Gohan, no te estreses demasiado con eso. Cell fue derrotado y ya no hay peligro alguno. Hasta los héroes deben tomarse vacaciones en algún momento, ¿no crees? –

Gohan sonrió levemente. Podía entender la paz de la que hablaba su amigo. Era todo lo que había pedido y sin embargo siempre acababan enfrentándose a una amenaza más fuerte que la anterior con el correr del tiempo que ponía en riesgo todo lo que habían luchado por defender hasta el momento.

–Mira, tengo una idea. –Krillin sacó a Gohan de sus pensamientos con su voz. Con gran entusiasmo, el ex-discípulo del maestro Roshi levantó un gran número de bolsas que se encontraban apiladas al pie del asiento desde que llegaron y las exhibió frente a los ojos del saiyajin con una sonrisa estrecha. –¿Por qué no aprovechas que nos encontramos en un centro comercial y no le compras algo agradable a tu madre? Yo puedo prestarte dinero.–

Gohan parpadeó. ¿Compras?

–¡Vamos, Gohan! Que no te de pena.–

–Krillin, pero… –Gohan detuvo sus ojos en las bolsas con gesto de duda. Luego, volvió a decir, – Ehm, es que no entiendo.–

–Ah, ya veo. Tienes problemas para decidir que quieres, ¿no es así?–

–No, no es eso. –continuó Gohan, bajando sus ojos, apenado. –Es que… esas compras que tienes allí son cosas para mujeres ¿verdad?–

Krillin parpadeó, sorprendido. –¿Qué? Ah, no, Gohan. Mira, estos son unos tenis que me compré, luego está algo para el maestro Roshi, y aquí…–El rostro de Krillin se tornó de un rosa furioso al notar una bolsa en particular entre las muchas que tenía en su mano. Se había olvidado por completo de eso. La mañana y el ímpetu por saber de su amigo habían sido más apremiantes en aquellos momentos y ahora decididamente estaba en problemas.

–¿Acaso… has vuelto con Maron? –preguntó Gohan, inocentemente.

Krillin prácticamente saltó de su asiento. –¿Qué? No, tú que crees. ¡Maron y yo somos amigos! Bah, eso creo. –Krillin juntó sus compras con gesto apresurado, su rostro aún rojo, y recogió el sombrero que pendía del respaldo de su silla, colocándolo con prisa sobre su cabeza brillante. Soltando un suspiro incómodo, volvió sus ojos a Gohan que observaba a Krillin como si le hubiese salido dos cabezas. –Sabes, Gohan. Recordé que tengo que hacer algo… ¿te importaría mucho si me retiro ahora?–

–Es… Está bien.–

–No te entristezcas. ¡Seguro iré a verte al torneo de Artes Marciales cuando llegue el día! Le diré a los muchachos también. Ah, casi lo olvido. –Krillin deslizó su mano en el bolsillo de su pantalón y sacó algunos zenis, dejándolos con prisa sobre la mesa. –Ten, para que le compres algo a tu mamá.–

Antes de que Gohan pueda responderle, Krillin ya había hecho una larga corrida a su automóvil y se lo veía forcejear con las compras para que quepan en el asiento de atrás. Luego, giró y agitó su brazo en dirección a Gohan, ubicándose en el asiento delantero, y sin perder el tiempo, hizo encender el motor del vehículo. ¿Acaso Gohan habría hecho algo para incomodar a su amigo? Viéndolo alejarse por la autopista a gran velocidad, Gohan dejó caer el peso de su cuerpo sobre sus brazos cruzados sobre la mesa y dejó escapar un suspiro.

"Shen-long, por favor, te pido que remuevas las bombas que llevan los Androides 17 y 18 dentro de sus cuerpos…"

–¿Acaso la novia de Krillin… será número 18? –pensó Gohan, con curiosidad. –Krillin se veía realmente preocupado por ella.–

Gohan levantó su mentón levemente e inhaló el aire de la ciudad. No cabía duda de que el aire de las montañas donde vivía era más puro que este. Sentía pesar al saber que tendría que pasar más tiempo aquí cuando comenzara el Torneo de Artes Marciales y…

–¿Uh?–

La mano fue más rápida que sus ojos y tratándose de una simple presencia no sabía si eso era mejor o peor.

De un momento a otro, los zenis que Krillin había dejado sobre la mesa desaparecieron y Gohan giró su cabeza en el acto, observando como sobre la senda a lo lejos corría un rufián con una bandana en su cabeza, un morral aferrado a su espalda, y en su mano, el dinero de Gohan que acababa de robar…

Gohan se puso de pie de un salto.

–Maldito… –dijo en voz baja.

Decidido, retiró la silla haciéndola caer tras sí y se dispuso a ir tras él cuando…

–¡Espera! –

Una sombra saltó del costado de Gohan y a una velocidad no muy corriente para las personas de esta ciudad le dio caza al ladrón, siendo bastante hábil para esquivar otros transeúntes u objetos que se ubicaban en su paso. La niña, Gohan pensó, al ver sus coletas flamear en el viento, juntó sus dos rodillas e hizo un salto hacia adelante, logrando sujetar las tiras del morral y de esta forma, desestabilizar al sujeto que cayó a la acera, golpeando su cara en el primer impacto y dando unos tumbos con ella aferrada a él. La conmoción no pasó desapercibida para el resto de las personas que se detuvieron en seco, algunos compartiendo miradas de susto y asombro, mientras que otros hacían caso omiso a lo que ocurría, como si fuera un hecho habitual en la ciudad.

–¡Niña del demonio! ¡Suéltame ahora si no quieres terminar llorando por tus padres! ¿me oíste? –

–Él que terminará muy mal serás tú, rufián. –gritó la niña en respuesta.

Con una fuerza extraordinaria, sujetó al hombre por las muñecas mientras él forcejeaba por incorporarse y aquellas pertenencias que había robado, entre ellas el dinero de Gohan, se habían precipitado por toda la acera.

–¡Oye! –

Hasta este punto, Gohan no se había percatado que la niña se había girado hacia él y lo miraba con gesto hosco. Gohan miró a su alrededor y notó que en algún momento él había llegado corriendo a donde estaba ella pero no recordaba bien cuándo había pasado.

–Niño… no te quedes mirando. –ella le volvió a decir y Gohan parpadeó. –Levanta tus cosas del suelo. ¡Anda! –

–Uhm… si.–

–¡Eres muy lento! ¡Hazlo deprisa! –

Mientras se aproximaba al par, él lanzó una mirada llena de desconfianza hacia el hombre. Su ki era diminuto, como todas las presencias de esta ciudad lo eran, pero estaba lleno de odio y locura. ¿Acaso había problemas de criminalidad en esta ciudad?

El sujeto movió su cabeza, irritado. Sus ojos pequeños chocaron con los de Gohan.

–Chiquillo, ni se te ocurra tocar eso. –Haciendo chirriar sus dientes, el sujeto torció su cuello y miró a la niña que aún lo sujetaba en una llave marcial pero esta vez su gestó mutó y un dejo de inquietud brotó en Gohan. –Y tú, niñita… ¿Acaso crees que no sé quién eres?–

–¿Huh?–

–¡Cállate, rufián! Robar no está permitido en las calles de esta ciudad así que tendrás que pagar caro por lo que has hecho.–

El ladrón lanzó una fuerte carcajada retumbó a través de su cuerpo. –¿Qué tú me harás pagar a mí? No me hagas reír. Te crees la gran cosa por ser la hija de Mister Satán.–

Gohan apretó sus dientes. Esto no se veía bien.

–Muy bien. Te daré un consejo. La próxima vez métete con alguien de tu mismo tamaño.–

–¿Qué? ¡Ahh!—

Todo sucedió muy rápido pero para la velocidad de Gohan fue más que un simple juego de niños. El hombre se incorporó muy rápido y rompió la llave fácilmente, tomando por sorpresa a la niña que no pudo apartarse a tiempo, y frente a la altura y diferencias en tamaño entre ella y él, se encontró tambaleando a ciegas y con dificultad para leer su siguiente movimiento. Fue entonces cuando él rodó por el suelo con ella a cuestas y se detuvo en seco, pero la fuerza del giro la envió sin poder oponer resistencia a la mitad de a la autopista, donde una van se aproximaba a gran velocidad—

Alguien gritó.

Se escuchó el sonido del freno, acompañando del chirrido de neumáticos contra el asfalto, y…

–¿Ehh? –La niña parpadeó, la sensación era similar a la de un sueño, hasta algodonosa.

Lo último que recordaba era a un auto aproximándose a ella, iba a impactar, ella levantó sus brazos en el último segundo, y después…

Su cabello negro voló sobre sus ojos y latigó contra su rostro presa del desconcierto más grande que a su corta edad había experimentado. A su alrededor no había caos, no había heridos, ni gritos de auxilio. Tampoco se encontraba sobre suelo firme ya que éste se encontraba como a seis metros de ella, porque había saltado… ¿Era así? ¿Acaso había volado? Miró hacia abajo y efectivamente pudo confirmar que la autopista se encontraba a muchos metros bajo sus pies, infestada por un sin fin de automóviles que circulaban a gran velocidad y que de haber impactado contra ella, podía decir con toda seguridad que no estaría viva para contarlo.

¿Pero, qué había ocurrido?

–Oye, ¿te encuentras bien?–

Fue entonces cuando ella dejó escapar un grito y notó los brazos que rodeaban su figura. Giró su cabeza y se encontró con el niño de hace un rato, sus ojos negros estaban sobre ella y despedían preocupación mientras ella tenía sus brazos rodeándolo por el cuello. ¿Él la había salvado? ¡No podía ser!

–Esto… est–o es imposible. –balbuceó, ahora sintiendo como el miedo y la desesperación hacían latir su corazón con fuerza. ¿Qué clase de truco era ese?

Sin poder terminar de asimilar la situación, la niña dio otro grito cuando de repente ambos tocaron el suelo otra vez y él aterrizó con mucha destreza en la mitad de la autopista. El sonido de una bocina lo alertó que un auto se aproximaba por atrás y otra vez saltó, describiendo una parábola muy grande sobre el suceder de vehículos que parecía no acabar, llevándola a ella pegada a su cuerpo y hasta finalmente dar una media vuelta para aterrizar esta vez sobre el trailer de un camión. De ahí, con mucha facilidad, volvió a lo alto y finalmente tocó suelo otra vez sobre la acera, dejando caer ambos brazos al costado de su cuerpo al momento de caer.

Ya una vez en tierra firme, las rodillas de ella finalmente cedieron y la niña cayó hacia atrás, paralizada.

–¿Quién… quién– eres? –preguntó, con voz cortada. Sus ojos azules estaban abiertos de par en par y fijos en Gohan, mientras su pecho subía y bajaba con agitación. –¿Cómo hiciste eso?–

–¡Videl! –

La conmoción no pasó desapercibida para las personas de la ciudad quienes rápidamente empezaron a hacer una multitud alrededor de ellos y sofocar el paso, los susurros se multiplicaron y uno o dos testigos empezaron a explicar por sobre el barullo latente lo que había pasado sin que su explicación goce de éxito. Finalmente, un hombre de porte fornido y bigote hizo a un lado a las personas para llegar hasta ella. Sin perder tiempo, se arrodilló hoscamente y estudió el rostro infantil.

–¡Videl, hija! ¿Estás bien? ¿Qué fue lo que ocurrió?–

La niña, Videl, parpadeó confundida. ¿Acaso no lo había visto?

–Fue este niño. Él me salvó la vida, ¿que no…? –Pero cuando Videl giró, descubrió que no había nadie junto a ella. –¿A dónde se habrá ido? ¡Estaba justo aquí!–

El hombre suspiró, su peinado afro tenía cierta familiaridad y entre el resto de las personas, los susurros acerca de su identidad empezaban a ser cada vez más urgentes. Pero él hizo oídos sordos a ellos y sujetó los hombros de la niña con soltura.

–Bueno, no importa. Lo importante es que estás bien y ese maleante bueno para nada ya fue arrestado. No te vuelvas a apartar de mi lado, ¿si?–

Videl asintió, vacilante, y aceptó la mano que le ofreció el hombre para levantarse. Ya de pie, giró su cabeza a ambos lados y derrotada subió su mentón, encontrándose con un cielo azul vallado por un semicírculo de edificios muy altos y su altura desapareciendo en un desfiladero de nubes blancas de sinigual tamaño. Suspirando, ella se alejó con su padre por la acera y lo último que se escuchó de ese par eran los relatos heroicos con mucha elocuencia que se emitían cada vez que el hombre se encontraba con un fan en las calles de la capital.

Muy en lo alto, sentado en la cornisa de uno de dichos edificios y mirando con curiosidad hacia abajo, Gohan dejó escapar un gran suspiro y su mano voló a su cabello a efectos de calmar su preocupación.

–Vaya, que descuidado fui. Y esa persona era… Creo que era Mister Satán. –

Gohan dejó caer el peso de su cuerpo hacia atrás y clavó sus ojos en la forma de una nube extraña. ¿Pero acaso Mister Satán tenía una hija? Para ser un sujeto tan débil, su hija sí que tenía determinación y valentía pero Gohan no tenía tiempo para pensar en eso. Solo esperaba poder esconder su identidad mejor durante el Torneo de Artes Marciales pero con su suerte últimamente eso estaba en discusión.

Poniéndose de pie rápido, Gohan saltó al vacío y voló en dirección norte sin pensarlo. Tenía que hablar con el señor Piccoro.

El sonido del golpe fue seco y retumbó por el suceder de acantilados que atravesaban aquel lugar inhóspito en el corazón de las montañas. La puesta de sol ya estaba ocurriendo y la luz menguaba débil por las pendientes de gran tamaño hasta diluirse en la base de piedra al fondo de los bosques boreales. Gohan dejó que la fuerza del golpe lo arrastre algunos centímetros de su posición pero su brazo en alto se relajó instantáneamente al momento de percibir que su maestro no deseaba seguir atacándolo. Su pie había frenado justo a tiempo a comienzos de una gran caída y tuvo que sonreír ante el preciso cálculo de la fuerza del señor Piccoro.

–¿Qué sucede, Gohan? Estás muy distraído. –observó el guerrero Namek, llevando su ki a cero nuevamente y cruzando sus brazos frente a su pecho.

Gohan lo imitó pero aún así no conseguía poner sus pensamientos en orden.

–Es que… hoy en el centro comercial una niña corría peligro y pude salvarla a tiempo, pero gracias a eso puse en juego mi identidad y no creo que haya sido lo más prudente de mi parte. –confesó el saiyajin, bajando su mirada a fin de evitar los ojos del mayor sobre él.

–Ya veo. Así que por fin te has dado cuenta.–

Gohan lo miró confundido. –¿Hmm? ¿A qué se refiere, señor Piccoro?–

–Gohan, tu poder está creciendo y no es extraño que ocurran estas cosas. Ya es una sorpresa que nadie se haya percatado de nuestra identidad en la pelea con Cell pero de todos nosotros, serás tú el que cohabite con los demás seres humanos de esta Tierra de una manera más frecuente y déjame decirte que el mal no lo encontrarás solo en villanos fuertes, dispuestos a acabar con ella. Habrá simples mortales que te harán pensar dos veces si realmente quieras usar tu fuerza para ponerlos en su lugar.–

–Eso lo sé pero… –

–No es tu trabajo, nadie te está forzando.–

–Es que no podía dejar que muriera.–

–Las injusticias estarán en todas partes. Está en ti decidir si quieres actuar sobre ellas pero si lo haces tu identidad correrá un riesgo importante ya sea que lo desees o no. –

–Vaya. –Con un leve mohín, Gohan cayó sobre su espalda de una forma seca, levantando una fina capa de polvo sobre su cuerpo y clavando sus ojos oscuros sobre el cielo púrpura.

Recordaba difusamente las palabras de su madre sobre despertar dudas sobre su fuerza a personas comunes y cómo no sería prudente elegir ese camino ahora, pero con lo que había visto en la ciudad ya era suficiente para que Gohan decida cómo quería llevar su vida de ahora en adelante. Aunque, él no deseaba ser el siguiente Mister Satán. De hecho, era lo último que quería en este momento. ¿Acaso no habría un camino más fácil para él?

Sus ojos se movieron hacia arriba y encontró las primeras estrellas de la noche iluminando débilmente su inhóspito lugar de entrenamiento. Este lugar expedía una paz que Gohan a veces envidiaba, incluso estando en la montaña Paoz. Amaba su casa y el sin fin de bosques y lagos y montañas que constituían su hogar pero muchas veces como esta añoraba viajar a un lugar muy lejano para realizar su entrenamiento allí y conocer otros mundos además de este. Además, no en vano su mente solía coquetear con la posibilidad de lograr un estado aún más elevado de poder que el súper saiyajin 2, si es que lo había, y de ser así le gustaría que eso fuera un secreto hasta de las personas más cercanas a Gohan. Quería ver que tan fuerte podía volverse en la soledad misma de su esencia.

Algo dentro de él le decía que si era posible pero aún no estaba listo para darle voz y forma a ese pensamiento. Faltaba demasiado. Necesitaba concentrarse de una manera que no había logrado antes y conocer cada fibra de su cuerpo y hasta dónde podía llegar con todo su potencial.

Fue entonces cuando sintió la presencia de Piccoro acercarse hasta él y tomar asiento a la par suyo.

–El mundo de los humanos es complicado, Gohan. Y sus emociones lo son más.– dijo, de una forma ominosa.

Gohan asintió en silencio y suspiró. –Una vez mi papá me comentó que Yamcha decidió dejar el mundo de las peleas cuando inició una carrera profesional en el béisbol y desde que me lo dijo no lo puedo sacar de mi cabeza. Yo no quiero dejar de pelear para tener una vida ordinaria, señor Piccoro. Pero mi madre quiere que estudie y que vaya a una buena universidad en el futuro. ¿Será algo imposible que lo haga sin que las personas sepan realmente quien soy?–

–Bueno, estoy seguro que ya encontrarás la forma de remediar ese problema. Y si estás preocupado por eso, no… no creo que termines igual que Yamcha, Gohan. Tienes mucho potencial dormido en el interior de tu cuerpo. Un potencial que tu padre vio y que yo fui muy terco al no hacerlo a su debido tiempo. –Piccoro tomó una pausa y observó al niño a su lado con un afecto muy paternal, que no solía darse muy frecuentemente en su raza. –Estoy muy orgulloso del guerrero en el que te has convertido. No por nada te elegí para que seas mi discípulo.–

Gohan despegó su espalda del suelo al instante.

–¿Hmm? ¿Elegirme?–

Piccoro sonrió. –Ha, así es. ¿Crees que te hubiera entrenado si te hubieses parecido a tu padre o a Vegeta?–

Gohan parpadeó y bajó su mirada al llano. ¿Con que alguien diferente?

–Pero, señor Piccoro…–

–Ellos dos son buenos guerreros pero no piensan apropiadamente antes de pelear y el instinto de su raza muchas veces los ciega y hace que pierdan el control. Tú eres diferente.–

Gohan elevó sus ojos y en la tonalidad magenta de la noche se suavizaron y perdieron su miedo. Con que era eso. Él era diferente.

–Y hablando de Vegeta, –siguió Piccoro, poniéndose de pie y sus ojos buscando un punto poco nítido a la distancia donde descansaba la Capital del Oeste. –He notado que su ki ha estado intranquilo estos días.

Gohan también se puso de pie y observó en la misma dirección que se perdían los ojos de su maestro.

–Yo también lo noté. Es porque Trunks debe estar por regresar.–

Piccoro se volvió a Gohan, sorprendido. –¿En serio?–

–Así es. Trunks nos dijo que regresaría a esta época para avisarnos si ha podido derrotar él solo a los androides.–

–Vaya, con que volverá. –Piccoro rascó su barbilla de una forma pensativa. Luego, puso una sonrisa enigmática en su rostro. –No sería una mala idea que tengamos un último encuentro para comparar fuerzas con él, ¿no crees, Gohan?–

Gohan asintió, entusiasmado.

No podía esperar.

Ya era tarde cuando Gohan partió a su casa después de un entrenamiento muy agotador con el señor Piccoro.

Su cuerpo resentía el cansancio que lo dominaba pero liberar su energía había servido y ya sentía su cabeza más ligera luego de los eventos que suscitaron hoy. Mañana también entrenaría y luego se dedicaría a hacer ejercicios más básicos de artes marciales que no demandaban mucha preparación, incluso su abuelo Ox Satán podría acompañarlo y pasarían una tarde juntos. Eso solía poner de buen humor a su madre…

Gohan frenó de golpe.

Un ki.

Pero era diminuto, apenas podía sentirlo, y provenía de su propia casa en la montaña Paoz. Y no era su madre. ¿Entonces, quién…?

–Está… está en peligro.– murmuró, sin poder identificar aún de quién o de qué se trataba. Sin pensarlo dos veces, Gohan hizo explotar su ki y voló en esa dirección de una forma urgente.

Solo esperaba que no sea demasiado tarde.


Continuará...