CORONAS Y ENGAÑOS
CAPÍTULO 23
RUPTURAS Y PROMESAS
—¿Pero no le dijeron a dónde fue? —preguntó Lita asustada
—.No quisieron darme informes.
—¿No mencionaron si Samir fue a visitarla o si salió con él?
—Nada, princesa —respondió Andrew.
Lita, al escuchar las respuestas de Andrew, comenzó a sentirse intranquila, y pensó que quizá algo no andaba bien. Dado que la última vez que se vieron, los planes de ambas eran huir a través de un vórtice a Marte, se preguntó si acaso Haruka lo había cruzado sola; sin embargo, lo creía poco probable, pues pocos se atrevían a hacerlo y en Marte no había noticias de que hubiera llegado alguien desde el vórtice, ya fuera vivo o muerto.
De pronto recordó que, en su huida, fue a Haruka a quien había mandado pedir ayuda mediante un recado que envió con Thorakar. ¿Habría ido a buscarla al Castillo? Con lo impulsiva que era, la creía capaz. ¿Y si acaso al ir a buscarla, el Rey la había atrapado para ponerla en manos del nuevo Sultán a cambio de favores? ¡Aquello era posible! Creía capaz al Rey Cedrick de eso y más.
—Los sirvientes de Haruka son muy leales a ella y usted no es su amigo. ¿Podría volver y decirles que va de mi parte? ¿O tal vez activar el relicario cuando esté en el palacete de ella? —preguntó Lita desesperada.
—El relicario no se puede activar para comunicación en el interior de Júpiter porque hay bloqueos en todo el planeta, princesa. Solo se puede hacer en los hangares porque están en los márgenes del planeta. De hecho, ahora mismo estoy en la nave y, además, preferiría no revelarle a nadie dónde está usted.
—¡Pero los sirvientes de Haruka son leales!
—Princesa, todo Júpiter está enterado de su desaparición.
—¡No me sorprende que el rumor se haya esparcido!
—El Rey Cedrick contrató escribas para redactar misiva para cada habitante de Júpiter. Conseguí un manuscrito y dice así
"¡Estimado pueblo de Júpiter!
Con gran pesar y corazón afligido, debo comunicarles que la noche anterior, una horda de malhechores perpetró un ataque contra nuestro castillo. Este vil asalto resultó en heridas graves a miembros de nuestra guardia real, así como en el secuestro de la menor de mis hijas, mi querida Lita, a quien amo con la misma intensidad que a mi heredera.
Lita, una joven de 19 años, es de tez clara y figura delgada, con ojos verdes y cabello ondulado color caoba. Su ausencia ha dejado un vacío en mi corazón de padre que sólo su presencia puede llenar.
Los perpetradores fueron Jovianos dotados de electroquinesis, quienes, utilizando sus poderes eléctricos, irrumpieron sobre lomos de dragones para asediar nuestra fortaleza.
Quiero enfatizar, amado pueblo, que mi intención no es avivar las llamas del resentimiento entre los dos grupos étnicos que coexistimos en este planeta. Mi único deseo es localizar a estos criminales y rescatar a mi amada hija.
Como su soberano, hago la solemne promesa de recompensar generosamente a aquellos que contribuyan al retorno seguro de mi pequeña Lita.
Con esperanza y gratitud,
Rey Cedrick de Júpiter"
Cuando Andrew terminó de leer aquella misiva repartida por todo Júpiter, Lita estaba tan sorprendida como aterrada. ¿Cómo podía ser tan hipócrita para fingir un amor paternal que nunca le tuvo? Ese maldito Rey había permitido que la reina la golpeara, que le pusieran un brazalete en su tobillo que impidió que desarrollara sus poderes y que no pudiera huir de Júpiter, permitió que le arrebataran los aretes de rosa que fueron de su madre, la culpó de ser ultrajada y la golpeó por eso, quiso venderla como a una ramera a Lord Aren Campbell y no conforme con ello, quería dar con ella de nuevo.
—Pretende encontrarla, princesa, y aunque ahora usted está fuera de Júpiter no deberíamos revelar dónde se encuentra a nadie —interrumpió Andrew sus pensamientos.
Las palabras de Andrew provocaron que el corazón de Lita se acelerara y que se formara un nudo en su garganta. No quería volver a estar presa en ese castillo y, olvidándose de que estaba en Marte, donde derramar lágrimas era mal visto, permitió que algunas escaparan de sus ojos.
—¡No quiero volver! —exclamó con la voz entrecortada.
—No tienes por qué hacerlo —le dijo Andrew—. La ley joviana dice que una mujer menor de veintitrés años puede libremente abandonar el hogar paterno si ha sido víctima de maltrato y…
—¡Señor Hansford, por favor! ¿Y quién va a creer la palabra de una bastarda acusando al Rey? —le gritó frustrada—. En la práctica, la ley es solo para los nobles y los grandes señores.
Si bien Lita no tenía formación en leyes como Andrew, tampoco era ignorante. Conocía cuáles eran sus derechos en papel, y también sabía que muchas de las cosas que le había hecho su padre eran un delito, pero en la práctica, los nobles y burgueses de abolengo solían ganar los juicios porque pocos se atrevían a denunciarlos, y en caso de hacerlo, podían pagar un equipo de juristas para su defensa.
—Cálmese, princesa, yo le creo —le respondió Andrew calmadamente. Le prometo que no será encontrada y si eso sucede, utilizaré mi formación como jurista y todos mis recursos para que no vuelva a donde le hicieron daño.
—¡Perdóneme, no debí gritarle! —exclamó Lita con voz entrecortada—. ¡Perdón!
—Mi princesa, no tiene que disculparse —le susurró Andrew—. Todo estará bien.
—Pronto será la boda de la princesa Rei y vendrán nobles de Júpiter, también vendrá la nobleza de Terra —dijo Lita aterrada—. Vendrá ese desgraciado que me…
Lita se llevó las manos a la boca, temiendo que lo que le había sucedido escapara de sus labios. No quería ni mencionar a Lord Nathaniel Sweeney, mucho menos verlo. Y tampoco quería que el señor Hansford supiera que su pureza virginal le había sido arrebatada.
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Escuchar a Lita asustada y llorando desconsolada por la desaparición de la princesa de Urano dejó a Andrew con una sensación de impotencia. Ansiaba estar a su lado, encontrar la manera de reconfortarla en su pena y brindarle la seguridad que tanto necesitaba.
—¡Mañana mismo regresaré a su lado! Le juro que nadie le hará daño y hallaremos a su amiga. Todo estará bien, princesa. ¡Confíe en mí!
—Así que aquí estabas —la voz de su padre resonó detrás de él.
—Me comunico con usted en otro momento— Dijo Andrew con pesar. No quería desactivar el relicario y perder la comunicación en ese momento en que ella se encontraba tan vulnerable, pero no podía seguir hablando con su padre ahí presente.
Tan pronto desactivo el comunicador del relicario, Andrew se dio media vuelta, encontrándose con la mirada furiosa de su padre. Al verlo se sintió fastidiado, pues sabía que se avecinaba una discusión.
—¡Siempre supe que detrás de ese cambio de idea tan repentino de no querer desposar a la princesa Wanda se hallaba otra dama! —le recriminó su padre—. ¿Quién es ella? Espero que sea una noble o, al menos, la hija de un plebeyo con una fortuna equiparable a la nuestra porque si no...
—¡Lo que escuchaste no es lo que parece, padre! —le interrumpió Andrew alzando la voz—. ¡Y en todo caso, váyase olvidando de que despose a la princesa Wanda porque eso no sucederá! Hoy mismo le haré llegar una misiva a la princesa y al Rey declinando el compromiso, y más le vale no tratar de impedir que la carta llegue a su destino porque será peor para la reputación del apellido Hansford si dejamos pasar más tiempo.
—¡No te atrevas, Andrew! —le dijo su padre en tono amenazante—. Si lo haces, olvídate de que te dé siquiera una moneda de verdeoro mientras viva. Me encargaré de que no te dejen poner un pie en el Emerald Hight Society Club, y me devolverás tu flamante nave que compraste con mi dinero porque si estás encaprichado con una don nadie que sacaste de quién sabe dónde, entonces no gozaras de mi fortuna mientras viva.
Andrew no pudo evitar que una ligera sonrisa escapara de sus labios. Era irónico que alguien quisiera prohibirle la entrada al Emerald Hight Society Club, pero aún no le diría a su padre que estaba frente al propietario.
—¿Cómo podría quitarme la nave si está a mi nombre? —le cuestionó.
—¡Cínico!
—Son las consecuencias de que me obligara a estudiar derecho intergaláctico —le dijo Andrew—. Ofrézcale soborno al dueño del Club para que no me deje entrar, retíreme la mesada, desherédeme si gusta, pero no me voy a casar con la princesa Wanda.
—¿Oh, sí? —se burló su padre—. ¿Y con qué llenarás el tanque de tu nave? ¿Con qué le pagarás a tu servidumbre personal para ser atendido? ¿Piensas que la vida es fácil? Pues no lo es, Andrew. Pero, ¿cómo vas a saberlo si naciste con todo servido en bandeja de oro?... ¡Pero anda y ve, y haz lo que se te dé la gana porque advertido ya estás!
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—Lord Neflyte ha abandonado el satélite junto con la sultana desviada, majestad. Desconocemos si salió del planeta o solo está en otro satélite, pero le aseguro que la señorita Lita no estaba con él.
Desde que Lord Neflyte Sweeney había tenido el atrevimiento de denunciarlo por la desaparición de Lita, el Rey Cedrick estaba intranquilo. Aunque los tribunales no habían hecho la denuncia del conocimiento público, el tiempo corría y se acercaba la fecha límite para que Lord Neflyte pudiera solicitar un juicio por combate. Ante el futuro incierto que se cernía sobre él, contrató a dos de los mejores centinelas para que siguieran los pasos de Lord Neflyte Sweeney, pero más importante aún, para que encontraran a Lita.
—¿Entonces de mi hija no sabe nada? —preguntó.
—Nada, majestad. Es como si la tierra se la hubiera tragado.
—Acérquese, por favor.
El centinela, temeroso de la autoridad del Rey, se acercó ante él.
—Si la encuentra, le daré tierras en el centro de Ganimedes y un palacete —prometió el Rey.
El Rey notó la sorpresa en el rostro del centinela. Era evidente que algo así no lo esperaba ni en sus mejores sueños.
—Y no solo eso. ¿Conoce a mi hija Lita?
—¿Quién no, majestad? Todo el mundo sabe quién es ella.
—Es bella, ¿verdad?
—Lo es —respondió desconcertado el centinela.
—Si la encuentra y me la trae sin que nadie sepa de su paradero, no solo tendrá tierras en Ganimedes y un palacete —dijo el Rey Cedrick tentándolo—. La tendrá en su lecho cada que usted lo desee.
El Rey Cedrick sonrió al ver la lujuria y el éxtasis reflejados en el rostro de aquel hombre.
—Hablo en serio, ahora puede retirarse.
Poco después de que el centinela salió, el Rey Cedrick tomó la copa de licor de ambrosina que tenía sobre su escritorio y le dio un sorbo, deseando que el alcohol le calmara los nervios. Pero entonces, la puerta del salón se escuchó sonar, y aunque maldijo para sus adentros ser interrumpido, musitó un "adelante". Poco después, vio a Ronald ante él.
—Majestad —se inclinó el sirviente como era la costumbre—, han llegado misivas del joven señor Andrew Hansford para usted y para la princesa.
—Dame la mía y pídele a Fiona que suba a los aposentos de la princesa a llevarle la misiva que va dirigida a ella.
Cuando de nuevo se quedó a solas, el Rey abrió el estuche porta pergamino, mientras pensaba en lo beneficioso que sería apresurar el matrimonio entre su adorada hija Wanda y Andrew Hansford, cuya unión le convenía más que nunca. Siendo Andrew Hansford graduado de leyes, podría tener defensa gratuita ante los tribunales, y además, tener el respaldo de la fortuna de los Hansford, por mucho que en su interior siguiera considerando que eran escoria por no ser de linaje noble. Sin embargo, nada lo preparó para el inesperado mensaje del joven.
Majestad:
Con el más profundo respeto, me veo en la penosa obligación de dirigirme a Su Majestad para tratar un asunto de gran importancia. Durante las semanas que he pasado en Mercurio, tratando el problema de salud que me aqueja, he tenido tiempo para reflexionar sobre la decisión de casarme con su noble hija, la princesa.
Después de meditarlo profundamente, he llegado a la dolorosa conclusión de que mis sentimientos hacia la princesa no son lo suficientemente fuertes como para desposarla. Espero que Su Majestad comprenda que esta decisión no ha sido tomada a la ligera ni con desdén hacia la princesa, pues ella es una mujer magnífica, y estoy seguro de que encontrará un partido mucho mejor que yo.
Con el más sincero respeto,
Andrew Hansford.
Las palabras contenidas en aquella misiva provocaron una mezcla de miedo y furia en el Rey Cedrick, quien de pronto pensó en cómo afectaría a su imagen, no solo ante los jovianos, sino ante toda la galaxia. Pues aunque su amada hija Wanda y el hijo del primer ministro no estaban comprometidos de manera oficial, para nadie era un secreto que el gallardo joven cortejaba a la princesa, e incluso en las altas esferas de la galaxia ya se daba por hecho que desposaría a la princesa.
Sin embargo, el hecho de que el hijo de un plebeyo devenido a gran señor de pronto declinara la oferta de casarse, aunado a los acontecimientos ocurridos, era algo que terminaría por dañar la reputación de la familia real joviana. Furioso, el Rey Cedrick decidió que se presentaría personalmente en Hansford House para aclarar las cosas con Arthur Hansford.
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Acostada en su mullida cama dentro de sus aposentos, la princesa Wanda estaba en silencio, tratando de concentrarse en el relato que su prima Lady Hildrud le estaba leyendo. Sin embargo, pese a lo mucho que se esforzaba, su mente no dejaba de darle vueltas a la serie de acontecimientos trágicos ocurridos en el último mes, que ahora la tenían postrada en cama sin poder caminar, y con la incertidumbre de no saber si el brebaje de ruda y mandrágora sería de utilidad para ella.
"¡Si no me hubiera entregado a Jaedite!" pensaba para sus adentros. Recordarlo era un recuerdo agridulce porque en él había creído encontrar al hombre de sus sueños. Sin embargo, tras tomar de ella lo que quería, se había ido de su lado y a punto estaba de casarse con otra mientras ella sufría. Era por haberse entregado a él que había necesitado mandrágora y ruda; y por lo que había recurrido a Lita.
"Lita". Pensar en ella despertaba en su ser el odio más profundo y visceral. Cuando Lita había llegado al castillo, hacía diez años, al principio le emocionó la idea de tener una hermana, una compañera de juegos. Sin embargo, dicho entusiasmo desapareció tan pronto como había llegado, pues su madre le dijo que Lita era una bastarda, el producto de la traición de su padre, y que ella estaba ahí dispuesta a quitarle su lugar como princesa heredera.
Wanda, por supuesto, lo había creído, pues no había razón para dudar de su madre, y por supuesto, le había agarrado aversión a su hermana bastarda, llegando incluso a humillarla en muchas ocasiones.
"Si al menos la hubiera tratado bien", pensó, recordando la ocasión en que, hace seis años, la atacó en el bosque camino al festival de inicio de primavera porque sintió rabia de verla tan bonita. O peor aún, la ocasión en que le tendió una trampa para que Lord Aren la encerrara en sus aposentos y no tuvo piedad a pesar de que la escuchó gritar y llorar. Y ni hablar de cómo se burló de ella cuando Lord Neflyte Sweeney rompió su compromiso con ella por haber sido ultrajada.
No podía evitar pensar que, de haberle dado un mejor trato, quizá Lita le habría conseguido la ruda y la mandrágora de buena gana; pero tampoco podía evitar sentir un profundo odio por ella, pues sentía que era Lita quien la había puesto a merced de Lord Aren para que saciara su lujuria con ella.
De pronto, un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos, así como la lectura de su prima Lady Hildrud a la que no había estado prestando atención.
—Adelante —musitó Lady Hildrud.
Los aposentos se abrieron. Ningún interés tenía Wanda en atender a quien quiera que hubiera llegado, pero entonces, las palabras pronunciadas por la sirvienta le devolvieron un poco de esperanza a su vida.
—Buenas tardes, alteza, buenas tardes, milady —dijo la sirvienta, dirigiéndose primero a Wanda y luego a Lady Hildrud—. Traigo misiva del joven señor Hansford para la princesa.
De inmediato, Wanda se giró sobre la cama, y como pudo, se sentó sobre esta.
—¡Dámela! —ordenó, extendiendo su mano.
En su vida, jamás había recibido una misiva de Andrew con tanto gusto. Sin embargo, ahora mismo, contraer nupcias con él era urgente y necesario. Después de todo, los Hansford, aunque carentes de linaje noble, eran poseedores de una fortuna que superaba con creces la de la familia real, y además, dado que no tenía la certeza de si su desliz con el duque Jaedite Moon o el ultraje sufrido a manos de su primo Lord Aren había tenido consecuencias, lo mejor para salvaguardar su honra era el matrimonio.
Tan pronto como la sirvienta salió, abrió el porta pergaminos, y de este sacó la misiva que de inmediato comenzó a leer:
"Estimada Wanda:
Aun estando internado en un hospital en Mercurio, gracias a las misivas que intercambio con mis padres, me he enterado del ataque que han sufrido en el castillo Ios a manos de rufianes y de la desaparición de tu hermana, la señorita Lita. Aunque no soy un fiel devoto, cada día pido en mis oraciones a Tharos y Litha que ella sea encontrada y que vuelva con bien al castillo.
Sé que, dado los difíciles momentos que han estado pasando tu familia y tú, quizá suene cruel lo que en estas líneas quiero comunicarte, pero también creo que hay cosas que no deben ser postergadas y lo que quiero decirte es una de esas.
Mientras he estado internado en Mercurio para recuperar mi salud, he tenido la oportunidad de reflexionar de manera profunda y he llegado a la dolorosa conclusión de que unirnos en matrimonio sería condenarnos a la infelicidad, pues aunque eres una mujer maravillosa y te tengo en alta estima, mis sentimientos por ti no son tan fuertes como los que debería tener por la mujer que será la eterna compañera de vida de un hombre.
Créeme que no es fácil admitir esto que te estoy diciendo, pero creo que mereces encontrar a alguien que te ame como te mereces. Dicho lo anterior, creo que lo más sensato es dar todo por terminado hoy que estamos a tiempo.
Te deseo que encuentres la felicidad que mereces.
Con el más profundo respeto,
Andrew Hansford."
Las palabras contenidas en aquella misiva fueron como el golpe final para la princesa, quien ya había pasado por tantas calamidades durante el último mes. Aunque creía que ya no tenía más lágrimas por derramar, tras un grito de horror que salió de su garganta, las lágrimas comenzaron a brotar ante lo que significaba la decisión de Andrew.
—¡No! —gritó desesperada.
—¿Le sucedió algo al señor Hansford? —preguntó Lady Hildrud.
—¡Ese maldito plebeyo rastrero! —gritó furiosa Wanda.
Para ella, una princesa cuyo linaje noble databa de generaciones de muchos siglos, era una vergüenza ser desdeñada por un hombre que toda la Galaxia suponía que sería su futuro, peor aún cuando ese hombre descendía de la escoria plebeya, por mucho que nadara en oro. Furiosa, la princesa aventó la vajilla con el desayuno que estaba sobre su cama, y hubiera seguido lanzando y destruyendo más cosas de no ser porque estaba impedida de las piernas.
—¡Wanda, prima, tienes que calmarte!
—¡Ese canalla sin honor era mi salvación, Hildrud!... ¡Era mi salvación!
Sus gritos, por supuesto, llamaron la atención, pues pronto la puerta de sus aposentos se abrió dando paso a su madre, que venía seguida de Fiona y otra joven sirvienta.
—¡Wanda, hija! —exclamó su madre con preocupación—. ¿Qué sucede?
—¡Dile a esas sirvientas que se larguen! —pidió furiosa Wanda.
Siempre había sospechado que las sirvientas la envidiaban por su belleza y linaje, y suponía que verla postrada en cama y derrotada les debía causar regocijo.
—¡Fuera de aquí! —les gritó su madre.
Las sirvientas salieron de inmediato, y Wanda de nuevo comenzó a lanzar maldiciones contra Andrew, inconsolable por mucho que su prima tratara de tranquilizarla.
—¿Pero qué sucede? —preguntó su madre, la reina.
—¡Andrew me dejó!
—¿De qué hablas? —preguntó la reina, desconcertada.
Wanda no respondió; sin embargo, su prima Lady Hildrud tomó la carta que yacía entre las sábanas y se la entregó.
—¿Pero qué se ha creído ese poco hombre sin honor? —gritó furiosa su madre.
—¡Estoy acabada, acabada! —gritó Wanda.
Su madre se sentó a su lado en el borde de la cama, y Wanda se dejó acunar entre los brazos de ella queriendo ser reconfortada.
—¡Tranquila, hija! Es hombre, debe de estar alborotado con alguna mujercilla de cascos ligeros, pero te aseguro que tu padre no permitirá que ese plebeyo te ponga en vergüenza.
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Saber que el Rey Cedrick se fingía un padre preocupado dispuesto a tenerla de regreso y que Andrew no había dado con Haruka había sumido a Lita en un estado de profunda angustia. Tenía miedo de que a Haruka le hubiera ocurrido algo malo, y temía también por ella misma, pues estaba segura de que si los reyes habían sido crueles con ella dándole castigos sin merecerlo, de tenerla de regreso sería peor. Dado su estado de ánimo, nada más terminar de decorar el pastel que la princesa Rei le encargó, se encerró en los aposentos que le habían asignado, y con la excusa de sentirse mal no se presentó en la cocina ni al salón donde la familia Imperial tomaba los alimentos y a donde estaba invitada.
Lo único que deseaba era encontrarse con Haruka, esconderse en algún rincón de la Galaxia donde estuvieran a salvo de sus familias, y aunque tenía poco de conocerlo, también añoraba a Andrew. Quería su presencia, que la reconfortaba y le hacía sentir una paz que le había sido arrebatada. Sin embargo, al caer el atardecer la princesa Rei la llamó ante su presencia, y Lita, sintiendo que era una grosería negarse a la petición de la hija de sus anfitriones, se presentó ante ella y aceptó por compromiso acompañarla al hangar Ígnea para despedir a la princesa Ami que regresaría a Mercurio, y para recibir al Príncipe Endymion de Terra, cuya nave aterrizó en suelo marciano media hora después de que la princesa Ami se fue.
—¡Ha llegado! —exclamó la princesa entusiasmada, viendo la nave desde el interior del carruaje—. ¡Vamos!
La princesa Rei, quien se había enfundado con un precioso kimono rojo con bordados en hilo de oro, bajó del carruaje ayudada por sus sirvientes, y tras ella, Lita hizo lo mismo. Conforme avanzaban hacia la imponente nave, la puerta de esta se abrió, y entonces Lita vio a un alto y apuesto joven de cabello azabache y ojos azules bajar y dirigir sus pasos al encuentro de la princesa.
—¡Endymion! —exclamó ella emocionada, esbozando una radiante sonrisa que Lita no hubiera esperado ver en el rostro de la princesa.
—¡Llamita, qué alegría verte! —exclamó él.
Al encontrarse, el príncipe alzó en brazos a la princesa, girando con ella; gesto ante el cual Lita se sorprendió, pues más que un par de amigos parecían una pareja de enamorados reencontrándose después de mucho tiempo separados. Por un momento en que fue espectadora de aquello que parecía un momento romántico entre la princesa de Marte y el príncipe de Terra, y en el que intercambiaron palabras en marciano inentendible para ella, no pudo evitar pensar en Neflyte, en la devoción con que la miraba cada que se encontraban, y no pudo evitar acongojarse al pensar que era probable que nunca ningún hombre fuera a verla de la misma manera; pues incluso hasta los plebeyos pertenecientes a las bajas clases sociales de la mayoría de los planetas la consideraban poco digna para ocupar el lugar de esposa a una mujer que hubiera sido mancillada. De pronto, no pudo evitar preguntarse si el señor Hansford la seguiría tratando con el mismo respeto de saber lo que le había ocurrido, pero sus pensamientos pronto se vieron interrumpidos por la voz de la princesa Rei que estaba frente a ella con el príncipe.
—Señorita Lita —escuchó la voz de la princesa Rei hablándole en el idioma de Terra—. Le presento al príncipe Endymion de Terra —dijo la princesa a Lita—. Endymion, permítame presentarle a la señorita Lita.
Lita, que conocía a la perfección el protocolo a seguir al estar frente a un miembro de una casa real, de inmediato hizo una reverencia.
—¡Es un honor estar ante su presencia, príncipe! Para lo que necesite, estoy a su servicio.
Cuando Lita recuperó la compostura, notó que el príncipe la miraba con una mezcla de curiosidad y desconcierto, lo cual despertó de nuevo sus miedos, pues recordó el constante acoso sufrido por parte de Lord Aren, y las libertades que muchas veces se tomaban los grandes nobles o monarcas para abusar de mujeres de bajo estrato social, sabiendo de las pocas posibilidades de que los denunciaran.
—Vuelvo y se lo repito de nuevo, señorita Lita, usted no está para servir a nadie —dijo la princesa Rei—. Así que ignora eso, Endymion.
—El placer de conocerla es todo mío, milady —dijo el príncipe—. Y por cierto, me parece haberla visto antes.
Lita se sorprendió ante la pregunta. Ella no recordaba al príncipe de nada.
—Me parece, príncipe, que debe estar confundido. Es la primera vez que salgo de Júpiter y me temo que hasta hoy nunca he estado en los círculos sociales que usted debe frecuentar. Estoy aquí gracias a la benevolencia del señor Andrew Hansford.
Lita guardó silencio abruptamente. No quería darle explicaciones al príncipe de que había salido huyendo de Júpiter, no cuando el Rey Cedrick solía tener frecuente comunicación con el monarca de Terra.
—Ella es una amiga de Andrew, así que es una invitada. No parte de la servidumbre —aclaró Rei.
El príncipe sonrió tras escuchar la aclaración de la princesa Rei.
—¡Ya entiendo! Seguro entonces debí verla antes, pero en los cuadros que pinta ese bellaco.
—Me temo que debe estar confundido con alguna otra joviana que el señor Hansford haya pintado porque en realidad nunca he posado para ser retratada —dijo Lita segura de que el príncipe se había confundido. Después de todo, las tonalidades de cabello castaño eran comunes entre los jovianos de cloroquinesis, y aunque los ojos verdes no eran lo que predominaba, tampoco era un rasgo inusual. Ni hablar de que solo los grandes señores acaudalados podían permitirse pagar a un pintor para ser retratados al óleo o de que los pintores solían escoger a sus modelos para pintarlas desnudas, algo a lo que Lita por supuesto no se prestaría.
—Quizá debo estar confundido —aceptó el príncipe, quien de inmediato cambió de tema y dirigió su mirada embelesada a la princesa marciana—. Por cierto, Rei. En la nave tengo un regalo para ti. ¿Quieres verlo?
La princesa Rei, cual niña emocionada ante una sorpresa, aceptó. Aunque Lita no quería sentirse un mal tercio, no pudo negarse cuando la princesa tiró de su brazo para que los acompañara al interior de la nave del príncipe.
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Pese a que no había encontrado a Haruka, el motivo de su viaje a Júpiter, Andrew no pensaba postergar más su viaje de regreso a Marte. Sin embargo, antes de partir, pasó por Hansford House para saludar a su madre y hacerle saber tanto a ella como a su padre que ya había enviado cartas al Rey Cedrick y a la princesa Wanda sobre sus intenciones de no casarse con esta última.
Su padre, por supuesto, no lo tomó bien. Le echó en cara que eso no era apropiado de un caballero, le recriminó cómo eso sería una mancha para el apellido Hansford y cómo aquello sería causante de que ningún noble de abolengo, y mucho menos un monarca, consintiera que siquiera se acercara a sus hijas en edad casadera. En cuanto a su madre, esta tampoco estaba contenta con su decisión. Sin embargo, dado su apacible carácter, no le hizo reproche alguno. Contrario a su padre, que salió furioso de sus aposentos, ella se quedó a su lado tratando de razonar con él sobre su decisión.
—Andrew, tu padre y yo siempre vamos a amarte aunque cometas errores porque eres nuestro hijo, y a mí, honestamente, poco me importa el qué dirán. ¿Pero sabes que esto dañará tu reputación?
Andrew sonrió ante la pregunta de su madre. Le parecía irónico viniendo de ella.
—Con todo respeto, madre. ¿Acaso usted y papá no hicieron lo mismo? Huyeron juntos cuando usted estaba comprometida con otro.
Los ojos de su madre brillaron con emoción al recordar su juventud, y una sonrisa iluminó su rostro que seguía siendo bello a pesar de la madurez.
—Pero tu padre y yo no teníamos mucho que perder. Éramos hijos de mercaderes. Estábamos más cerca de pertenecer a la clase baja de Júpiter Interior que a la clase alta —dijo su madre—. Pero tú, hijo. Tú no perteneces a ese mundo porque cuando naciste, tu padre ya se había forjado un buen porvenir. Hansford se había convertido en un apellido importante a pesar de no pertenecer a la nobleza.
—¿Y por eso debo desposar por la fuerza a una mujer que no amo?
—El problema, hijo, es que cortejar a la hija de un monarca y después rehusarte a casarte con ella dañará tu imagen —le dijo su madre—. Es poco caballeroso hacerle eso a una dama intachable como lo es la princesa, y cuando el rumor se corra, ningún noble te querrá cerca de sus hijas en edad casadera.
—Madre, yo no me acerqué a la princesa atraído por su corona —le dijo Andrew—. Lo hice porque creí amarla, y créame, si los nobles no me quieren cerca de sus hijas, no me importa. El día que me case será con una mujer a la que no le importen mis orígenes plebeyos, ni mi apellido, ni lo que piensen los parásitos de la nobleza.
—Y ya hay una dama. ¿Verdad? —preguntó su madre.
Andrew sonrió ante la pregunta, un poco porque le parecía gracioso que especularan que había otra, y un poco porque no pudo evitar pensar en Lita.
—No, pero cuando haya una, se lo diré.
—¡Ay, mi querido hijo! No me lo digas si no quieres, pero no hay nada que se le escape a una madre.
Alguien tocando a la puerta de los aposentos de Andrew interrumpió la charla, y tras musitar un "adelante", la puerta se abrió, dando paso a una de las sirvientas.
—Señor Hansford, Jamie ha regresado del hangar. El cargamento de rosas y cerezas ya está en su nave.
—Gracias, Marié. Puedes retirarte.
Cuando la sirvienta se retiró, Andrew concluyó que había llegado el momento de la despedida.
—Madre, tengo que marcharme, pero me ha dado gusto verla.
Andrew, en compañía de su madre, se dirigió a la salida de Hansford House. Sin embargo, cuando la puerta le fue abierta por el mayordomo, se encontró de frente con nada más y nada menos que su padre, acompañado de una inesperada visita: El Rey Cedrick.
Continuará…
¿Qué tal?... ¿Cómo están?
¡Pues bien! Me tardé un poquito más de lo normal en actualizar por falta de tiempo, pero aquí estamos de nuevo.
Como saben, agradecida estoy con cada uno de mis lectores, en especial con Hospitaller Knight, Maga del Mal y Jahayra que siempre me dejan sus reviews, y por supuesto también con mi amiga Magic Moon que me ha hecho saber que lee esta historia y me motiva a no tirar la toalla y continuarla.
Lectores anónimos, si se animan a dejar review yo voy a ser la mas feliz y les voy a responder.
Finalmente, antes de terminar con estas notas finales quiero aclarar algo. Últimamente me han estado llegando mensajes privados y uno que otro review en mis fanfics donde distintos usuarios me comentan tanto en inglés como en español lo mucho que les gusta mi fanfic y acto seguido me ofrecen hacerme fanarts o un cómic a cambio de un pago; y tengo la impresión de que ni siquiera leen el fanfic porque a otras amigas autoras también les ha llegado ese mensaje que parece que copian y pegan aleatoriamente para mandarlo.
Señoras y señores que se dedican a hacer arte digital, les agradezco mucho la oferta pero no estoy interesada en gastar dinero para que me hagan fanarts o comic de mis fanfics. La economía no me da para eso porque soy pobre.
Ahora si
¡Saludos a todos!
